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Sintonizando el futuro
Barrio Monteguado, del MTL. En 2003 los integrantes del Movimiento Territorial Liberación (MTL) decidieron ya no ser ni inquilinos ni ocupas. Formaron una cooperativa, le compraron el terreno a Bunge & Born, eludieron la foto con los empresarios y construyeron un barrio que alberga a más de 300 familias de la agrupación. El barrio está ubicado en Parque Patricios y ahora tiene hasta su propia radio, montada por un equipo de profesionales de la comunicación social.
Eligieron colores suaves para pintar las paredes de los edificios: amarillos, rosas, verdes y grises. La construcción forma tiras, unidas en sus extremos por pórticos de ladrillo a la vista. Hay patios centrales con plantas y arbustos. Murales. Paredes todavía en blanco. Las rejas son negras e intuyo que permanecen gran parte del tiempo entornadas y no cerradas con llave. El ascenso y descenso a los departamentos es a tracción a sangre, no hay ascensores y las escaleras llegan al cuarto piso, en armonía con la respiración.
En las ventanas hay ropa colgada secándose al sol y en las veredas, cada tanto un perro –que no necesita de paseador ni de peluquería canina– mira cómo pasa el día con los ojos chiquitos. De lejos, se ve una torre de 50 metros de alto que es el tanque de agua del barrio y que muy pronto –en días nomás– será el lugar donde terminará de instalarse la antena de transmisión de Radio Sur.
Estoy en el barrio del Movimiento Tierra y Liberación, conocido por sus siglas, mtl, y sus marchas de protesta. Pero acá no hay gomas quemándose ni capuchas ni palos, tampoco hay piquetes y su consecuente caos vehicular. Es que si uno usa sus propios sentidos percibe que en el barrio Monteagudo viven personas muy particulares, personas que soñaron en conjunto y trabajaron para concretarlo. Y de esta manera hacen la otra historia.
Los siete locos
Marisol nació en Chile y hace 20 años que llegó con sus valijas, recuerdos y una mirada: “Cuando iba a la escuela se veían los cuerpos de las personas asesinadas por la dictadura de Pinochet y eso determinó en mi generación una fuerte toma de conciencia. De muy jovencita comencé a militar, a hacer trabajo poblacional”. Ya en la ciudad de Buenos Aires, esta tarea la reinició junto al referente Carlos Chile y otros cinco compañeros, bajo la bandera roja y negra del mtl. La organización nace en torno al problema habitacional de la Capital, que para los sectores más desprotegidos se traduce en desalojos y la falta de acceso a la vivienda. “Nacimos en 2001 –explica Marisol– más allá de una situación difícil a nivel global había una política marcada de expulsar a los pobres de la ciudad”. Por entonces el mtl hizo pie especialmente en La Boca, Barracas y San Telmo, nutrido por la histórica la ausencia del Estado en materia habitacional y por esa gente atrapada en un inquilinato. “Gente que arranca de la pobreza en alguna ciudad de Perú, Bolivia o Chile y viene a Buenos Aires a agrandar los asentamientos porque no hay ninguna perspectiva de cambiar su suerte, de mejorar”.
Entre 2003 y 2006 el movimiento resistió 56 desalojos de carácter masivo. Algunos respondían a su propia población y otros eran casos como el del ex Padelai, donde no vivía ningún integrante del mtl. Para Marisol ayudar a resguardar el techo de esas personas fue un deber moral. Así fueron tejiendo “acciones de resistencia que no sólo se implementaban desde el punto de vista organizativo –sintetiza Marisol– sino desde la defensa del derecho de vivir en la ciudad. Y a esto se suma la defensa desde lo legal”. Dentro de esa red, el mtl nuclea alrededor de 5.000 familias en la Capital Federal, de las cuales 1.500 están en emergencia habitacional.
Cuenta Marisol que la primera tarea fue romper el destino que el Estado les daba a quienes reclamaban un techo digno: primero el desalojo, luego el pasaje temporario de una familia entera a una pieza de hotel, y por último, nada. “Armamos una base de datos de propietarios que nos alquilaban casas a precios razonables. Porque en ese momento se mandaba a la gente desalojada a hoteles municipales, que eran como cárceles donde todo estaba condicionado: el tránsito en los pasillos, el uso del baño, de la cocina. Nosotros llegamos a tener diez casas alquiladas donde los compañeros empezaron a entender el uso del espacio común y a recobrar valores. Y también a poder convivir en lugares más amplios”. De esta iniciativa también se desprenden números: los subsidios que el Estado porteño desembolsaba para mantener la estructura de los hoteles municipales y albergar a 200 personas llegaban a casi un millón y medio de pesos anuales. A la gente del mtl le costó 500 mil pesos el alquiler de las casas en el mismo período. Calculen.
El segundo paso fue el que los llevó a donde están hoy. En el marco de la Ley N° 341, que determina “el otorgamiento de créditos hipotecarios para el acceso a la vivienda para familias en situación crítica habitacional”, obtuvieron una clave: esa legislación habilita a las organizaciones sociales que exigían respuestas al tema habitacional a obtener financiación para construir sus viviendas. Pero para hacerlo, tenían que construir otra cosa primero: una cooperativa. Marisol aclara que se lanzaron a esa aventura sin meditar en torno a las ideas del cooperativismo, sino sólo con la urgencia de tener un techo. Otras organizaciones sociales armaron 2, 3 ó 10 entidades de este tipo. Ellos sólo una. La llamaron Cooperativa mtl. Ahí fue cuando les hicieron una pregunta crucial: ¿Ustedes están locos?
Un barrio con historia
En octubre de 2003 la entonces Comisión Municipal de la Vivienda –actualmente Instituto de la Vivienda (ivc)– les otorgó un crédito de 16 millones de pesos, a pagar en 30 años. El terreno elegido está delimitado por las calles Monteagudo, Famatina, Cortejarena e Iguazú, en el barrio de Parque Patricios. Muy cerca de allí, a fines del 1918 los Talleres Metalúrgicos Vasena fueron el escenario de una protesta obrera por la reducción de la jornada laboral de 11 a 8 horas y el descanso dominical, entre otros pedidos. El gobierno del presidente Hipólito Yrigoyen ordenó un operativo policial que dejó un saldo que pasó a la historia con el nombre de Semana Trágica y consistió en 700 muertos y 3.000 heridos.
Volvamos al presente: Ismael llegó hace 19 años desde Perú. Primero ingresaron su hija y su esposa al Movimiento y luego, en diciembre de 2002, entró él, queriendo saber qué era. En la práctica fue aprendiendo. Ahora es parte de la dirección y durante la construcción del barrio Monteagudo fue el responsable de la caja diaria. Ismael cuenta que el terreno pertenecía a Bunge y Born y que en el momento de la firma de la venta nadie quiso salir en la foto. Detalla orgulloso que para el proyecto del barrio Monteagudo, el estudio de arquitectos Zurdos y Pfeifer diseñó 326 de viviendas; un jardín maternal, 10 locales comerciales, un salón de usos múltiples y una estación de radio.
Ya con el título y los planos en la mano, a mediados de 2004, llegaron al terreno 30 integrantes del mtl. Ismael era uno de ellos. Para su sorpresa, no fueron bienvenidos. “Estaba oscureciendo y los vecinos llamaron a la policía; luego hubo alguna marcha en contra de la instalación del barrio piquetero. Aguantamos todo esto sin responder, porque estaban los sueños de los compañeros en el medio y había que hacerlo.”
La construcción del complejo demandó la contratación de 400 trabajadores que en su gran mayoría estaban desocupados desde varios años atrás. Ismael cuenta qué significa esto en la práctica: “Se cansaban, les dolía el cuerpo y al otro día faltaban. Además, debían romper con años de acostarse y levantarse tarde. Había que comprender que era todo un proceso devolverles la capacidad de trabajo” En ese sentido, Marisol cree que por momentos fueron demasiado permisivos. Pero se ilumina al recordar otro de los logros: la incorporación de las mujeres a la construcción. “Las mujeres del campo popular son castigadas de muchas formas. Son mujeres que comen guiso y tienen varios hijos, y el mercado laboral las discrimina hasta por su figura. No valora la inteligencia o capacidad que tienen. Para nosotros, ese aporte fue fundamental. Y un acierto: ellas conformaban el 80 por ciento del Movimiento y fueron las protagonistas también de este barrio. Muchas son ahora electricistas, ceramistas, trabajadoras calificadas”.
Hubo numerosos debates y asambleas en la construcción del barrio Monteagudo, pero Marisol me cuenta uno inimaginado. Horas y horas se discutió si la milanesa iba con una pasada de pan de rallado o dos, o si tenía que ir acompañada de puré o de arroz. “Al incluir el comedor de obra buscábamos que los compañeros tuvieran un lugar para distenderse y poder charlar, y si bien sirvió para esto, para crear esa conciencia grupal, hubo primero que pasar una etapa donde tuvimos que discutir hasta por el menú”.
Como elegir al Papa
Los referentes resaltan que el broche de oro de la obra es que las viviendas fueron acordadas a tasa 0. Es decir: el dueño de un departamento de 38 metros cuadrados paga cuotas de 180 pesos mensuales, a lo largo de 30 años y en concepto de devolución de la financiación otorgada por el ivc. También resaltan que la buena administración logró que el costo total del complejo habitacional fuera un 25 por ciento por debajo de los valores del mercado.
Marisol e Ismael coinciden en que la experiencia hasta ahí fue difícil y maravillosa. Y que luego, cuando los departamentos ya estuvieron listos para entregar, lo difícil y maravilloso se intensificó aun más. “¿Viste cuando se elige al Papa?” Con esta pregunta Ismael me da una idea de cómo se eligió a los habitantes de cada departamento entre los integrantes del mtl de Capital. “Estuvimos encerrados durante 3 meses. Éramos 13 personas tratando de resolver la ecuación dedicación+compromiso+responsabilidad en las tareas del Movimiento. Yo temía que una vez que obtuvieran el techo nos cerraran la puerta, pero no fue así. Y cuando les abríamos la puerta de la vivienda, no te podías contener de la emoción. Nos agradecían, aunque no tenían por qué. Fue el trabajo de todos, el sueño de todos”. Para Marisol todo lo malo pasó a un segundo plano cuando los niños preguntaban qué habitación del departamento le correspondía a cada familia y había que explicarles que toda la casa era de ellos y que podían tener sus propios dormitorios.
Movilización y ladrillos
La construcción del barrio Monteagudo llevó 36 meses y ese lapso no fue tiempo de paz con el ivc. El Movimiento tuvo que manifestarse, acampar y tomar las instalaciones del Instituto al ritmo en que les retaceaban los fondos para seguir construyendo. Aun así, antes de terminar este barrio, decidieron presentar otro proyecto ante el mismo organismo para construir viviendas que en una primera etapa estarán destinadas a 180 familias. Prevén levantarlo en un terreno del barrio de Lugano.
Hoy, los habitantes de Monteagudo se organizan con un delegado por tira, es decir, más o menos cada 30 departamentos, según la construcción. Realizan asambleas en las que deciden juntos las mejoras y dirimen los problemas que puedan surgir. Tres personas se ocupan del consorcio y del mantenimiento.
Radio Sur en el aire
En el proyecto original del barrio estaba incluida una estación de radio. Para la dirección del mtl era estratégico tener un medio de comunicación propio. Marisol recuerda qué pasó cuando plantearon por primera vez la idea: “Muchos no lo entendían. Creían que todos tenían que salir al aire y que le iban a mandar saludos a la mamá. Y no. La radio es un aporte al campo popular. Eso es muy difícil de dimensionar y a nosotros también nos asustaba pensar quién la iba a manejar”. Entonces, se juntaron, discutieron y llegaron a la conclusión de que debían incorporar a personas con experiencia, con profesionalismo, para tomar la radio en sus manos y, a la vez, para romper con la idea de que el Movimiento es sólo para trabajadores desocupados.
En marzo de 2007 se inauguró el barrio y no por casualidad, a la celebración llegó Mariano Randazzo, militante del Partido Comunista –al que adscriben muchos referentes de este movimiento– y docente desde los inicios en la escuela éter. Randazzo es también realizador sonoro y editor de programas como Marca de Radio (La Red) y Dos Gardenias (Radio Nacional), entre otros.
Mariano comenzó a trabajar a los 15 años en fm La Calle de Bahía Blanca, ciudad en la que nació. Cuatro años más tarde se instaló en Buenos Aires con intenciones de estudiar, pero en los lugares que eligió para hacerlo lo tomaron para trabajar: tea, deportea y luego éter. Se puede decir de él que es un profesional surgido de una experiencia de comunicación popular. Y apareció la coincidencia: “La gente del mtl quería una radio profesional de izquierda y que no les hable sólo a los convencidos. Yo estaba buscando eso”. Lentamente comenzaron a tramar la Radio Sur 102.7. “A pesar de los tiempos, me di cuenta, como con un primer amor, de que lo que me estaban diciendo era real y sincero. El compromiso fue lo central”.
Los integrantes de la cooperativa ya compraron para la radio un transmisor de 100 wats, mientras que la antena está siendo emplazada a 50 metros de altura, sobre el tanque de agua del barrio. Estas características permiten una cobertura potencial de 7 millones de oyentes. Para darse una pequeña idea de qué va la radio, se puede escuchar la transmisión de prueba en Internet. En muy poco tiempo se podrá encender un aparato para sintonizarla.
Construyendo el deseo
El colectivo que maneja este proyecto se divide en tres grupos vinculados a la comunicación: estudiantes de la uba y de escuelas privadas de periodismo, gente surgida de las experiencias de las radios comunitarias de fines de los 80 y profesionales de los medios. “Todos estos grupos están atravesados por un proyecto social, algo que tiene que ver con la militancia –explica Randazzo–. Y lo que pretendemos es que la radio sea un desafío para todos. En primer lugar, construir colectivamente, porque lo que tiene uno le falta a otro. Muchas veces a los profesionales nos falta una cuestión social de tener en claro qué rol cumplís en la sociedad, qué es la comunicación. También hay desafíos en el lenguaje y en la forma de hacer periodismo. Entonces, la idea es que el proyecto sea una oportunidad de construir el deseo para los profesionales. Y para los que están estudiando o aprendiendo, que sea una experiencia nueva, distinta de las que ya existen. Es decir que lo que ya existe sea el piso y no el techo”.
Una de las características importantes de Radio Sur es el valor que tendrá la música. “Entendemos que la música construye un discurso político y que en esta ciudad, que es una capital cultural, hace falta escuchar mucha música que la radio no pasa”. Mariano argumenta un poco más: “No queremos tener muchos programas malos, como sucede generalmente en las radios comunitarias; es mejor pasar música. Tampoco nos vamos a quedar en un discurso de izquierda que sólo analiza y critica, sino estar acorde a las nuevas experiencias que se van dando: autogestivas, cooperativas, de economía social. Queremos mostrar que eso es posible”.
Pido ejemplos: “Microprogramas” dice Randazzo y pasa a explicar qué significa: “Las docentes que hacen un programa en una radio comunitaria, pero no lo pueden producir porque no saben y no tienen tiempo saben que el programa es malísimo, y que nadie lo escucha. ¿Cómo hacemos para que esas tres horas que las compañeras destinan a la radio sean más fructíferas? Primero, vemos elementos de producción radiofónica: cómo pensar ideas según los formatos que nos permite el medio. O sea definir qué es una columna, un informe, un documental. Después, el esquema del tiempo de producción: si le destinás diez horas por mes al proyecto, en vez de que sea fragmentado en cuatro programas de una hora, venís dos horas por semana y hacés microprogramas. La señal de cable tn, del grupo Clarín, produce seis veces y lo repite cuatro veces al día. Nosotros también podemos hacer eso, teniendo en cuenta todo lo que nos cuesta. La idea es aplicar lo aprendido del profesionalismo para jerarquizar la participación sin perder de vista lo social. Es un combo de militancia, educación y profesionalismo”.
Mariano cree que es un error muy frecuente en el que se cae en las radios comunitarias y también en los medios comerciales que todos hablen de todo. Desde este espacio se pensó algo innovador: los conductores y columnistas hablan de lo que conocen y el resto se investiga o se le pregunta a las personas que saben más.
Finalmente, la pregunta que dio origen a todo lo que están soñando: ¿por qué existe la necesidad de una radio para el barrio? Mariano responde: “Grabamos lo que esperan de la radio los compañeros del barrio. Y lo que se escucha en esos testimonios es contundente: quieren una radio que no pase cumbia y que hable de los problemas de la gente. Una compañera boliviana grabó un saludo en aymará y pidió que se hable de lo que es tener una vivienda digna y que contemos su experiencia. En este barrio habita un proyecto político-contracultural y la radio está debajo de ese paraguas. Luego de hacer las viviendas, se siguieron y se siguen armando cosas. No es casualidad que nosotros podamos pensar otra forma de hacer la radio y llevarla adelante, acá. No podría haber salido de otro lado. Éste es el lugar para pensar la comunicación hoy”.
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