CABA
Sintonizando el futuro
Barrio Monteguado, del MTL. En 2003 los integrantes del Movimiento Territorial Liberación (MTL) decidieron ya no ser ni inquilinos ni ocupas. Formaron una cooperativa, le compraron el terreno a Bunge & Born, eludieron la foto con los empresarios y construyeron un barrio que alberga a más de 300 familias de la agrupación. El barrio está ubicado en Parque Patricios y ahora tiene hasta su propia radio, montada por un equipo de profesionales de la comunicación social.Eligieron colores suaves para pintar las paredes de los edificios: amarillos, rosas, verdes y grises. La construcción forma tiras, unidas en sus extremos por pórticos de ladrillo a la vista. Hay patios centrales con plantas y arbustos. Murales. Paredes todavía en blanco. Las rejas son negras e intuyo que permanecen gran parte del tiempo entornadas y no cerradas con llave. El ascenso y descenso a los departamentos es a tracción a sangre, no hay ascensores y las escaleras llegan al cuarto piso, en armonía con la respiración.
En las ventanas hay ropa colgada secándose al sol y en las veredas, cada tanto un perro –que no necesita de paseador ni de peluquería canina– mira cómo pasa el día con los ojos chiquitos. De lejos, se ve una torre de 50 metros de alto que es el tanque de agua del barrio y que muy pronto –en días nomás– será el lugar donde terminará de instalarse la antena de transmisión de Radio Sur.
Estoy en el barrio del Movimiento Tierra y Liberación, conocido por sus siglas, mtl, y sus marchas de protesta. Pero acá no hay gomas quemándose ni capuchas ni palos, tampoco hay piquetes y su consecuente caos vehicular. Es que si uno usa sus propios sentidos percibe que en el barrio Monteagudo viven personas muy particulares, personas que soñaron en conjunto y trabajaron para concretarlo. Y de esta manera hacen la otra historia.
Los siete locos
Marisol nació en Chile y hace 20 años que llegó con sus valijas, recuerdos y una mirada: “Cuando iba a la escuela se veían los cuerpos de las personas asesinadas por la dictadura de Pinochet y eso determinó en mi generación una fuerte toma de conciencia. De muy jovencita comencé a militar, a hacer trabajo poblacional”. Ya en la ciudad de Buenos Aires, esta tarea la reinició junto al referente Carlos Chile y otros cinco compañeros, bajo la bandera roja y negra del mtl. La organización nace en torno al problema habitacional de la Capital, que para los sectores más desprotegidos se traduce en desalojos y la falta de acceso a la vivienda. “Nacimos en 2001 –explica Marisol– más allá de una situación difícil a nivel global había una política marcada de expulsar a los pobres de la ciudad”. Por entonces el mtl hizo pie especialmente en La Boca, Barracas y San Telmo, nutrido por la histórica la ausencia del Estado en materia habitacional y por esa gente atrapada en un inquilinato. “Gente que arranca de la pobreza en alguna ciudad de Perú, Bolivia o Chile y viene a Buenos Aires a agrandar los asentamientos porque no hay ninguna perspectiva de cambiar su suerte, de mejorar”.
Entre 2003 y 2006 el movimiento resistió 56 desalojos de carácter masivo. Algunos respondían a su propia población y otros eran casos como el del ex Padelai, donde no vivía ningún integrante del mtl. Para Marisol ayudar a resguardar el techo de esas personas fue un deber moral. Así fueron tejiendo “acciones de resistencia que no sólo se implementaban desde el punto de vista organizativo –sintetiza Marisol– sino desde la defensa del derecho de vivir en la ciudad. Y a esto se suma la defensa desde lo legal”. Dentro de esa red, el mtl nuclea alrededor de 5.000 familias en la Capital Federal, de las cuales 1.500 están en emergencia habitacional.
Cuenta Marisol que la primera tarea fue romper el destino que el Estado les daba a quienes reclamaban un techo digno: primero el desalojo, luego el pasaje temporario de una familia entera a una pieza de hotel, y por último, nada. “Armamos una base de datos de propietarios que nos alquilaban casas a precios razonables. Porque en ese momento se mandaba a la gente desalojada a hoteles municipales, que eran como cárceles donde todo estaba condicionado: el tránsito en los pasillos, el uso del baño, de la cocina. Nosotros llegamos a tener diez casas alquiladas donde los compañeros empezaron a entender el uso del espacio común y a recobrar valores. Y también a poder convivir en lugares más amplios”. De esta iniciativa también se desprenden números: los subsidios que el Estado porteño desembolsaba para mantener la estructura de los hoteles municipales y albergar a 200 personas llegaban a casi un millón y medio de pesos anuales. A la gente del mtl le costó 500 mil pesos el alquiler de las casas en el mismo período. Calculen.
El segundo paso fue el que los llevó a donde están hoy. En el marco de la Ley N° 341, que determina “el otorgamiento de créditos hipotecarios para el acceso a la vivienda para familias en situación crítica habitacional”, obtuvieron una clave: esa legislación habilita a las organizaciones sociales que exigían respuestas al tema habitacional a obtener financiación para construir sus viviendas. Pero para hacerlo, tenían que construir otra cosa primero: una cooperativa. Marisol aclara que se lanzaron a esa aventura sin meditar en torno a las ideas del cooperativismo, sino sólo con la urgencia de tener un techo. Otras organizaciones sociales armaron 2, 3 ó 10 entidades de este tipo. Ellos sólo una. La llamaron Cooperativa mtl. Ahí fue cuando les hicieron una pregunta crucial: ¿Ustedes están locos?
Un barrio con historia
En octubre de 2003 la entonces Comisión Municipal de la Vivienda –actualmente Instituto de la Vivienda (ivc)– les otorgó un crédito de 16 millones de pesos, a pagar en 30 años. El terreno elegido está delimitado por las calles Monteagudo, Famatina, Cortejarena e Iguazú, en el barrio de Parque Patricios. Muy cerca de allí, a fines del 1918 los Talleres Metalúrgicos Vasena fueron el escenario de una protesta obrera por la reducción de la jornada laboral de 11 a 8 horas y el descanso dominical, entre otros pedidos. El gobierno del presidente Hipólito Yrigoyen ordenó un operativo policial que dejó un saldo que pasó a la historia con el nombre de Semana Trágica y consistió en 700 muertos y 3.000 heridos.
Volvamos al presente: Ismael llegó hace 19 años desde Perú. Primero ingresaron su hija y su esposa al Movimiento y luego, en diciembre de 2002, entró él, queriendo saber qué era. En la práctica fue aprendiendo. Ahora es parte de la dirección y durante la construcción del barrio Monteagudo fue el responsable de la caja diaria. Ismael cuenta que el terreno pertenecía a Bunge y Born y que en el momento de la firma de la venta nadie quiso salir en la foto. Detalla orgulloso que para el proyecto del barrio Monteagudo, el estudio de arquitectos Zurdos y Pfeifer diseñó 326 de viviendas; un jardín maternal, 10 locales comerciales, un salón de usos múltiples y una estación de radio.
Ya con el título y los planos en la mano, a mediados de 2004, llegaron al terreno 30 integrantes del mtl. Ismael era uno de ellos. Para su sorpresa, no fueron bienvenidos. “Estaba oscureciendo y los vecinos llamaron a la policía; luego hubo alguna marcha en contra de la instalación del barrio piquetero. Aguantamos todo esto sin responder, porque estaban los sueños de los compañeros en el medio y había que hacerlo.”
La construcción del complejo demandó la contratación de 400 trabajadores que en su gran mayoría estaban desocupados desde varios años atrás. Ismael cuenta qué significa esto en la práctica: “Se cansaban, les dolía el cuerpo y al otro día faltaban. Además, debían romper con años de acostarse y levantarse tarde. Había que comprender que era todo un proceso devolverles la capacidad de trabajo” En ese sentido, Marisol cree que por momentos fueron demasiado permisivos. Pero se ilumina al recordar otro de los logros: la incorporación de las mujeres a la construcción. “Las mujeres del campo popular son castigadas de muchas formas. Son mujeres que comen guiso y tienen varios hijos, y el mercado laboral las discrimina hasta por su figura. No valora la inteligencia o capacidad que tienen. Para nosotros, ese aporte fue fundamental. Y un acierto: ellas conformaban el 80 por ciento del Movimiento y fueron las protagonistas también de este barrio. Muchas son ahora electricistas, ceramistas, trabajadoras calificadas”.
Hubo numerosos debates y asambleas en la construcción del barrio Monteagudo, pero Marisol me cuenta uno inimaginado. Horas y horas se discutió si la milanesa iba con una pasada de pan de rallado o dos, o si tenía que ir acompañada de puré o de arroz. “Al incluir el comedor de obra buscábamos que los compañeros tuvieran un lugar para distenderse y poder charlar, y si bien sirvió para esto, para crear esa conciencia grupal, hubo primero que pasar una etapa donde tuvimos que discutir hasta por el menú”.
Como elegir al Papa
Los referentes resaltan que el broche de oro de la obra es que las viviendas fueron acordadas a tasa 0. Es decir: el dueño de un departamento de 38 metros cuadrados paga cuotas de 180 pesos mensuales, a lo largo de 30 años y en concepto de devolución de la financiación otorgada por el ivc. También resaltan que la buena administración logró que el costo total del complejo habitacional fuera un 25 por ciento por debajo de los valores del mercado.
Marisol e Ismael coinciden en que la experiencia hasta ahí fue difícil y maravillosa. Y que luego, cuando los departamentos ya estuvieron listos para entregar, lo difícil y maravilloso se intensificó aun más. “¿Viste cuando se elige al Papa?” Con esta pregunta Ismael me da una idea de cómo se eligió a los habitantes de cada departamento entre los integrantes del mtl de Capital. “Estuvimos encerrados durante 3 meses. Éramos 13 personas tratando de resolver la ecuación dedicación+compromiso+responsabilidad en las tareas del Movimiento. Yo temía que una vez que obtuvieran el techo nos cerraran la puerta, pero no fue así. Y cuando les abríamos la puerta de la vivienda, no te podías contener de la emoción. Nos agradecían, aunque no tenían por qué. Fue el trabajo de todos, el sueño de todos”. Para Marisol todo lo malo pasó a un segundo plano cuando los niños preguntaban qué habitación del departamento le correspondía a cada familia y había que explicarles que toda la casa era de ellos y que podían tener sus propios dormitorios.
Movilización y ladrillos
La construcción del barrio Monteagudo llevó 36 meses y ese lapso no fue tiempo de paz con el ivc. El Movimiento tuvo que manifestarse, acampar y tomar las instalaciones del Instituto al ritmo en que les retaceaban los fondos para seguir construyendo. Aun así, antes de terminar este barrio, decidieron presentar otro proyecto ante el mismo organismo para construir viviendas que en una primera etapa estarán destinadas a 180 familias. Prevén levantarlo en un terreno del barrio de Lugano.
Hoy, los habitantes de Monteagudo se organizan con un delegado por tira, es decir, más o menos cada 30 departamentos, según la construcción. Realizan asambleas en las que deciden juntos las mejoras y dirimen los problemas que puedan surgir. Tres personas se ocupan del consorcio y del mantenimiento.
Radio Sur en el aire
En el proyecto original del barrio estaba incluida una estación de radio. Para la dirección del mtl era estratégico tener un medio de comunicación propio. Marisol recuerda qué pasó cuando plantearon por primera vez la idea: “Muchos no lo entendían. Creían que todos tenían que salir al aire y que le iban a mandar saludos a la mamá. Y no. La radio es un aporte al campo popular. Eso es muy difícil de dimensionar y a nosotros también nos asustaba pensar quién la iba a manejar”. Entonces, se juntaron, discutieron y llegaron a la conclusión de que debían incorporar a personas con experiencia, con profesionalismo, para tomar la radio en sus manos y, a la vez, para romper con la idea de que el Movimiento es sólo para trabajadores desocupados.
En marzo de 2007 se inauguró el barrio y no por casualidad, a la celebración llegó Mariano Randazzo, militante del Partido Comunista –al que adscriben muchos referentes de este movimiento– y docente desde los inicios en la escuela éter. Randazzo es también realizador sonoro y editor de programas como Marca de Radio (La Red) y Dos Gardenias (Radio Nacional), entre otros.
Mariano comenzó a trabajar a los 15 años en fm La Calle de Bahía Blanca, ciudad en la que nació. Cuatro años más tarde se instaló en Buenos Aires con intenciones de estudiar, pero en los lugares que eligió para hacerlo lo tomaron para trabajar: tea, deportea y luego éter. Se puede decir de él que es un profesional surgido de una experiencia de comunicación popular. Y apareció la coincidencia: “La gente del mtl quería una radio profesional de izquierda y que no les hable sólo a los convencidos. Yo estaba buscando eso”. Lentamente comenzaron a tramar la Radio Sur 102.7. “A pesar de los tiempos, me di cuenta, como con un primer amor, de que lo que me estaban diciendo era real y sincero. El compromiso fue lo central”.
Los integrantes de la cooperativa ya compraron para la radio un transmisor de 100 wats, mientras que la antena está siendo emplazada a 50 metros de altura, sobre el tanque de agua del barrio. Estas características permiten una cobertura potencial de 7 millones de oyentes. Para darse una pequeña idea de qué va la radio, se puede escuchar la transmisión de prueba en Internet. En muy poco tiempo se podrá encender un aparato para sintonizarla.
Construyendo el deseo
El colectivo que maneja este proyecto se divide en tres grupos vinculados a la comunicación: estudiantes de la uba y de escuelas privadas de periodismo, gente surgida de las experiencias de las radios comunitarias de fines de los 80 y profesionales de los medios. “Todos estos grupos están atravesados por un proyecto social, algo que tiene que ver con la militancia –explica Randazzo–. Y lo que pretendemos es que la radio sea un desafío para todos. En primer lugar, construir colectivamente, porque lo que tiene uno le falta a otro. Muchas veces a los profesionales nos falta una cuestión social de tener en claro qué rol cumplís en la sociedad, qué es la comunicación. También hay desafíos en el lenguaje y en la forma de hacer periodismo. Entonces, la idea es que el proyecto sea una oportunidad de construir el deseo para los profesionales. Y para los que están estudiando o aprendiendo, que sea una experiencia nueva, distinta de las que ya existen. Es decir que lo que ya existe sea el piso y no el techo”.
Una de las características importantes de Radio Sur es el valor que tendrá la música. “Entendemos que la música construye un discurso político y que en esta ciudad, que es una capital cultural, hace falta escuchar mucha música que la radio no pasa”. Mariano argumenta un poco más: “No queremos tener muchos programas malos, como sucede generalmente en las radios comunitarias; es mejor pasar música. Tampoco nos vamos a quedar en un discurso de izquierda que sólo analiza y critica, sino estar acorde a las nuevas experiencias que se van dando: autogestivas, cooperativas, de economía social. Queremos mostrar que eso es posible”.
Pido ejemplos: “Microprogramas” dice Randazzo y pasa a explicar qué significa: “Las docentes que hacen un programa en una radio comunitaria, pero no lo pueden producir porque no saben y no tienen tiempo saben que el programa es malísimo, y que nadie lo escucha. ¿Cómo hacemos para que esas tres horas que las compañeras destinan a la radio sean más fructíferas? Primero, vemos elementos de producción radiofónica: cómo pensar ideas según los formatos que nos permite el medio. O sea definir qué es una columna, un informe, un documental. Después, el esquema del tiempo de producción: si le destinás diez horas por mes al proyecto, en vez de que sea fragmentado en cuatro programas de una hora, venís dos horas por semana y hacés microprogramas. La señal de cable tn, del grupo Clarín, produce seis veces y lo repite cuatro veces al día. Nosotros también podemos hacer eso, teniendo en cuenta todo lo que nos cuesta. La idea es aplicar lo aprendido del profesionalismo para jerarquizar la participación sin perder de vista lo social. Es un combo de militancia, educación y profesionalismo”.
Mariano cree que es un error muy frecuente en el que se cae en las radios comunitarias y también en los medios comerciales que todos hablen de todo. Desde este espacio se pensó algo innovador: los conductores y columnistas hablan de lo que conocen y el resto se investiga o se le pregunta a las personas que saben más.
Finalmente, la pregunta que dio origen a todo lo que están soñando: ¿por qué existe la necesidad de una radio para el barrio? Mariano responde: “Grabamos lo que esperan de la radio los compañeros del barrio. Y lo que se escucha en esos testimonios es contundente: quieren una radio que no pase cumbia y que hable de los problemas de la gente. Una compañera boliviana grabó un saludo en aymará y pidió que se hable de lo que es tener una vivienda digna y que contemos su experiencia. En este barrio habita un proyecto político-contracultural y la radio está debajo de ese paraguas. Luego de hacer las viviendas, se siguieron y se siguen armando cosas. No es casualidad que nosotros podamos pensar otra forma de hacer la radio y llevarla adelante, acá. No podría haber salido de otro lado. Éste es el lugar para pensar la comunicación hoy”.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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