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Naturaleza viva
El Delta. Está a punto de dejar de ser un paseo popular para convertirse en el terreno de grandes negocios turísticos, barrios privados y de curiosas iniciativas oficiales, tales como el monocultivo del bambú. Los que resisten.
Nunca te podes morir de hambre en el Delta”. Lo dice Rosendo Saín con la seguridad de quien sobrevivió de la pesca, de la caza del carpincho y la nutria durante 42 años. Ganó unas monedas con el mimbre y el junco. Fue peón en las quintas que cultivaban limón, naranjas y manzanas. Pero la necesidad lo fue alejando de la Segunda Sección de islas donde nació. Así llegó a la Primera, reformulada por el turismo.
Dice que las diferencias son del ‘mil por mil’ y que se fueron acrecentando con los años. “Me acuerdo que de pibe íbamos a vender frutas al puerto, pero en un momento nos nos pagaban un carajo. Mil naranjas llegaron a valer 20 pesos”. Recuerda que ese proceso se acentuó cuando tenía 8 años. Es decir, a comienzos de la dictadura militar. Y no es una casualidad sino una causalidad del plan económico ideado por Martínez de Hoz y otros. Por si queda alguna duda Rosendo aclara: “En la Segunda Sección está todo muerto, la gente sobrevive de lo que planta, de lo que cosecha. Y en la Primera se hacen edificaciones y hay gente con mucho dinero”.
Rosendo se adaptó a las nuevas reglas de juego y trabaja en la construcción para mantener a sus hijos y su esposa.
Sin embargo, advierte que no le gusta que “lo corran al isleño o al que quiere vivir en la isla, así de pesao”.
“Así de pesao” es la descripción de las maneras que adoptan los emprendimientos turísticos para desalojar a los isleños, como en el caso de la Isla Privada Colony Park . Rosendo define ese escenario con sus palabras: “Lo natural contra lo que está forzado”.
Nirvana oficial
A mediados de octubre el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, y las autoridades del China National Bambu Research Centre (cnbrc) firmaron un convenio de cooperación para la promoción y desarrollo del bambú como recurso en la región del Delta, en el marco de un plan integral forestal. Días después, el intendente de Tigre, Sergio Massa, detalló que se utilizarán 100 hectáreas para esta producción en el Delta. Según el jefe comunal “de esta manera vamos a crear esta nuestra reserva de carbono y se mejorará el perfil ambiental de Tigre”.
El convenio se realizó sin conocimiento y aval del Comité de Gestión de la Reserva de Biósfera Delta del Paraná, una entidad vinculada con la producción de la región y los organismos técnicos y académicos, con actuación en el medio isleño. Fue uno de los motivos por los que Luis Alberto Cancelo, concejal de Tigre, presentó un proyecto cuestionando la iniciativa. Entre otros puntos, insta a que “se tomen medidas de planificación, protección y control que garanticen que este patrimonio no continúe siendo degradado y contaminado por la acción inescrupulosa y cortoplacista.”
Por otro lado, señala un razonamiento poco difundido: “La globalización del cambio climático creó un nuevo mercado con un nuevo producto: carbono”. Los países centrales como China y Estados Unidos son los que mayor cantidad de gases aportan a la atmósfera. “De esta manera se promueve el traslado de la contaminación a países de bajo costo –explica Cancelo– y se disfrazan actividades nocivas de sumideros de carbono, como los monocultivos de Bambú”.
Advierte además que lo que está en peligro son “los humedales del Río Paraná, un sistema único en el mundo, que constituye uno de los más grandes reservorios de agua dulce y biodiversidad en Sudamérica”.
Lo natural contra lo que está forzado.
Guerra cultural
“Al Estado no le interesa que haya gente en el Delta, no genera ninguna condición para el arraigo”, sentencia Diego Domínguez, docente de Humanidades de la Universidad de Buenos Aires, quien desde hace un año vive en una casa sobre el arroyo Gambado que alquila por 250 pesos por mes.
La creciente expulsión de los isleños para el negocio inmobiliario, el aniquilamiento de la producción local dejaron a la población del Delta solo como el “sector servicios” del turismo. Como si esto fuera poco, hay otras dificultades que son más cotidianas que alimentan ese futuro oscuro para los lugareños, por ejemplo, la falta de transportes para los niños que van a la escuela.
Santiago Arena, hace dos años vive en el Delta es profesor de canotaje y también bajista. Explica: “Terminar la primaria es todo un logro, polimodal hay uno solo en la zona y, en general, los chicos trabajan desde muy chicos con los padres en el mantenimiento de casas de fin de semana, en la construcción, o con el junco y el mimbre”.
Cuenta que su abuela, Irma Martinoli, nacida en la Tercera Sección de Islas, andaba 60 cuadras para ir al colegio y 60 para volve pero por el agua, remando. Cuando el hermano más grande terminó la escuela primaria ningún otro chico de la familia quiso repetir esa experiencia. “Sin embargo –reflexiona Diego– hay otras ventajas en esta forma de vida. Un derecho propio del isleño. Por ejemplo, el junco no es de nadie pero es de todos. El Estado no ha llegado a algunas prácticas, no las puede regular, aunque intente. Y esto tiene que ver con la fuerza y con la forma de vida de supervivencia donde se juegan reglas propias”.
El docente hace la siguiente distinción: el ‘islero’ es el habitante más profundo, y el ‘isleño’ es un personaje que crea el discurso del Estado. En ese marco de sutiles distinciones podemos incluir la inauguración del Rincón del Escritor, una especie de homenaje a Haroldo Conti que reconstruye su casa en el paraje Punto Muerto de la Isla Les Palmiers, en el arroyo Gambado. Desde el 13 de junio fecha de su apertura no se realizó ninguna actividad y lo que se publicitó como un centro cultural quedó solo como una escenografía.
Lo pequeño, junto
¿Quiénes habitan el Delta? ¿Qué los une? Diego ataja la primera pregunta: “Campesinos que adaptaron su ser campesino al agua, gente que se escapa de la ley, gente que elige vivir acá. La identidad isleña está atravesada por un montón de cosas, pero nadie te hace pagar porque sos de otro lugar.”
Santiago: “La creciente y la bajante te hermanan. Hay una solidaridad muy grande a pesar de que saludes con la mano todos los días y nunca hayas cruzado más que ese saludo.”
¿Establecerse en un lugar como este tiene un costado político? Diego: “Yo voy a criticar a nuestros padres que creían que las cosas iban a cambiar al tomar el Estado. Creo que al mundo lo vamos a transformar, transformándolo. Nos hemos dado cuenta de que tenemos que construir las relaciones personales de otra manera. También, de que tenemos que producir nuestros alimentos, sino dependemos de los supermercados. Estas pequeñas cosas son pequeñas experiencias, pero también una opción política.”
Y agrega: “Relacionarte con la tierra y con los animales de otra manera es ir hacia la vida. Y en ese proceso uno no se plantea ser un mártir, sino crear tus opciones.”
Cecilia, profesora de filosofía y música, cuenta que antes de instalarse en el Delta ya tenía una idea: hacer talleres productivos. Pero esa premisa se fue modificando al adaptarse al paisaje. Y entonces cuenta en qué derivó: “El Centro Cultural Casa Puente fue recuperado por nosotros. El lugar estaba abandonado y lo fuimos laburando. Empezamos a hacer una feria de intercambio, proyectamos películas. La idea era simple: conocernos. Las primeras veces venia la gente nueva del Delta. Luego llegaron los vecinos más antiguos”.
Así comenzaron a funcionar los talleres de teatro, de arte con basura reciclada, huerta, música. Sin embargo, todavía no cuentan con la convocatoria deseada. En ese sentido, Cecilia aclara: “Quizás no está en el imaginario del isleño la idea de asistir a un taller, pero en nosotros está la de responder a las necesidades: si la necesidad es construir una balsa, hacemos un balsa. Pero también si queremos ver una película que nos gusta solo a nosotros, la vemos.”
Andrea Kelmasky, bailarina y música, remarca que los lazos entre los pobladores se dan desde las necesidades prácticas. “No te ponés a charlar en medio del río. Y eso hace que estén limitados los acuerdos y las posibilidades de discutir cosas que surgen y nos afectan a todos”
Uno de los trabajos que potenciaron la posibilidad del encuentro fue la realización de “Otro mapa, otro Delta”. Esta actividad implicó el diálogo y puesta en común con otras personas inquietas. Los integrantes de El Puente lo explican así: “El mapa intenta reunir y comunicar actividades que se realizan en el Delta y sus alrededores para hacerlas públicas y mostrar la red de organizaciones que también habitan y hacen a este su territorio. El objetivo que compartimos es defender y producir un Delta alternativo a los modos individualistas y consumistas de urbanización.”
En ese mapa se pueden distinguir organizaciones tales como El Foro Isleño, El Centro Cultural Popular La Perla, la Asamblea Delta y del Río de la Plata y el movimiento Intuwasi.
Puentes que comienzan a comunicar.
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Créase o no
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Ojos que nos ven
Chicos de la secundaria de la escuela de gestión social Creciendo Juntos, de Moreno y del colegio primario N° 58 de Villa Corina, Avellaneda, dieron forma a esta propuesta de pensar juntos el tema que despierta los fantasmas más autoritarios: la inseguridad, el delito y la criminalización de la pobreza. Éstas son sus propuestas.
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