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Tierra de alguien

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Música y arte, revistas y murgas, recitales y murales. Una usina productiva que nació de las raíces que dejó en el barrio Ludueña de Rosario, Claudio Pocho Lepratti, asesinado por la policía en diciembre de 2001. Estas son sus hormigas.

Tierra de alguienDrogas, narcos, paco, faso, choreo, tiros, muerte, mala vida: barrio Ludueña, ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe. Tierra de nadie. Lugar sin códigos. Cuidate de pasar por ahí y cuidate de los pibes que vienen de ahí. Futuros perdidos. Juventud sin recuperación. Más cana ahí, por favor. No hay otra para Ludueña.
Pero, ¿quién dice?
Allá por el año 91 un seminarista salesiano comenzó a andar por las calles de Ludueña. Un joven rubio, de rulos y pocas palabras. Se llamaba Claudio Lepratti. Quería hacer cosas con los pibes de ahí. Así empezaron los campamentos, encuentros y grupos de jóvenes. Ya para el año 94 se había instalado a vivir de forma definitiva en el barrio. Previamente había pedido permiso en el seminario: no lo dejaron. Renunció. “Hay cosas que no pueden esperar”, decía él.
Lo llamaban Pocho. Los terribles, Los pelos duros, Los gatos, Los piqueteros de Lourdes, Los Suipacha, La vagancia, Los ropes y Los de Ludueña en la vía: todos los grupos de pibes que se fueron gestando con el espíritu de su compañía y al ritmo imparable de los pedales de su bicicleta con la que recorría los distintos barrios. Son aquellos que recordarán para siempre que él era como su mochila: gomines y parches, mate, yerba y tortas fritas, agenda, revistas, convocatorias para actividades, afiches, boletines, papas y cebollas, “pa’ improvisar un guiso donde sea”.
Así, en declarada lucha contra esa máquina dispuesta a tragarse los destinos de los jóvenes de las grandes barriadas, mientras hablaba de la búsqueda de un mundo donde quepan muchos mundos más, Pocho, al calor de los guisos y guitarreadas que compartía con los pibes en su casa cuando volvía de trabajar, comenzó a diagramar talleres, organizar salidas para distintas actividades sociales, pensar en espacios de arte y propuestas para cada uno de ellos.
La idea era estar en movimiento. Por eso arrancaba de madrugada y cuando pasaba a buscar a los chicos para ir a algún encuentro o alguna actividad, los sacaba literalmente de la cama.
En su agenda, además de anotar su diario de cada día, apuntaba los sueños que tenía para cada uno de sus nuevos compañeros. Cada uno de ellos era alguien. Tenían oportunidades y derecho a vivirlas. Tenían nombre y apellido.
Pasaron años de trabajo continuado en lo más crudo del invierno neoliberal, cuando llegaron los trágicos días de diciembre de 2001. Lo encontraron, como siempre, poniendo el cuerpo por los demás.
Aquel 19 de diciembre, a las 18 horas, cuando la policía avanzaba a los tiros por el barrio Las Flores, Pocho se encontraba en el comedor de la escuela 756, donde trabajaba. Decidió hacer algo. Subió al techo, y desde allí gritó lo obvio: “Hijos de puta, no tiren, que abajo hay pibes comiendo”.
Fueron sus últimas palabras. Un balazo de la policía le atravesó la tráquea, para imponerle silencio.
Hoy, a ocho años de su asesinato, en Ludueña dicen que Pocho Vive. Lo recuerdan como una hormiga, “exploradora y a la vez obrera”, como un trabajador incansable que creía en las construcciones que se gestan así, de abajo y de a poquito, con la capacidad y con la fuerza que tiene un hormiguero si está organizado. Otros hablan de él como el Ángel de la bicicleta, gracias a la canción que le compuso León Gieco. Algunos lo nombran como un amigo, un compañero o como “el cheff guisero de la solidaridad y la cebolla”. Sin embargo, la historia se sigue escribiendo y, como dice Milton, uno de los referentes del Bodegón Cultural Casa de Pocho, lo importante es ver “cómo es la cuenta para pasar de la división a la multiplicación”.
 
Los pocheadores
«Las cosas se ven golpe, pero no suceden de golpe”, dice Emilio, 27 años, murguero y pocheador. Los imparables murales que pueblan las paredes de todo el barrio; la producción de una revista que pensaron como herramienta para vincularse con otras organizaciones (además de construirla como vía para denunciar los reiterados casos de represión y abuso policial); los músicos del barrio que descuellan sobre los escenarios, editan discos y animan los carnavales que cada año sacuden a Ludueña para festejar, conjuntamente, el cumpleaños del Pocho; la murga que está pronta a cumplir los nueve años de vida; los talleres de cine, de escritos y de inventos; un espacio para el trabajo en la prevención de vih, otro con las mujeres y madres del barrio; la biblioteca que día a día van poniendo a punto; la organización de campamentos y las clases de música entre guisos y milanesas, todo, surgió de la mano de lo que hoy es el Bodegón Cultural Casa de Pocho e invita a pensar si no será que el rubio ese de la bicicleta todavía anda dando vueltas por Rosario.
Pero, como dice Emilio, nada fue por generación espontánea, ni tampoco por arte de magia.
“De golpe estamos todos enredados, pero no es así. Son cosas de años y tiene mucho trabajo atrás”, aclara para los desprevenidos.
Claro: conocer de cerca la propuesta que sembró Lepratti, despertando alternativas distintas para tantos pibes y pibas y poder ver, con el paso del tiempo, cómo aquellos mismos niños, ahora ya maduros, han multiplicado sus hazañas, puede deslumbrar a cualquiera. Pero enseguida ellos se encargan de bajar a la tierra y hacer saber que nada es color de rosas.
Entonces cuentan lo duro que fue continuar luego del trágico diciembre. Que los primeros seis o siete meses estuvieron sin juntarse como grupo, aunque se iban viendo por la calle o en los distintos reclamos de justicia. Y cómo fue que a uno de ellos se le ocurrió que estaría bueno organizar un campamento para encontrarse, conversar y ver cómo hacían para procesar las cosas colectivamente y poder seguir adelante.
Lo siguiente fue hablar con los familiares de Pocho y pedirles permiso para que su casa se convierta en un espacio comunitario para el barrio. Empezaban a descubrir las raíces, pero también a meterse en un gran baile.
“La casa de Pocho se llovía toda. No podíamos dejar ni un libro ahí. Estuvimos dos años arreglándola”, cuentan los pocheadores. El 1° de mayo de 2004 la inauguraron oficialmente como el Bodegón Cultural Casa de Pocho con un soberbio locro.
Luego, el propio funcionamiento y el constante estado de ebullición que hay en su interior le dio el toque orgánico para que este espacio de referencia sea consecuente con su nombre. Es decir, que sea efectivamente una casa: mucha calidez y mucho despelote. Pero no le falta la cocina, el patio para matear y tampoco la generosidad para albergar a quienes quieran quedarse a dormir, aunque sea un poco apretados.
 
La alegría
Para la época en que la inauguraron, mientras cada diciembre hacían actos reclamando justicia en los tribunales, ya habían decidido también que el carnaval debía seguir siendo motivo de alegría y optaron por festejarlo cada 27 de febrero porque ese día cumplía los años Lepratti. Hoy, como dicen ellos, una de las grandes alegrías es la capacidad de vivir tres días de fiesta en la plaza del barrio, con murgas, bandas de música, talleres y el compartir incesante de los vecinos sin que haya ningún problema. “Los primeros carnavales eran un quilombo, había minas peleándose o aparecía uno con un fierro. Se creaba un clima que todos querían salir corriendo para todos lados”, cuenta Varón, contento de haber celebrado en este último febrero el carnaval número ocho sin haber interrumpido ningún año.
 
Pechador de sueños
Varón es uno de los jóvenes que conformaban el grupo La Vagancia. Conoció a Pocho cuando tenía más o menos 11 años. Hoy tiene 30 y es uno de los referentes del trabajo social que se teje en su barrio. Pero antes que nada es un artista, un músico. Acaba de editar su segundo disco, “De ahí soy, de ahí vengo”. Y mientras se gana la vida de albañil, dedica todos sus esfuerzos para que lo que él genera con su arte vuelva de una u otra forma al trabajo concreto que se mueve día a día en la Casa de Pocho.
“Lo que yo hago o produzco en un escenario tengo que volcarlo sí o sí con los pibes. Es una obligación que tengo conmigo, con el barrio, con mis amigos más chicos, con mis amigos más grandes, con mi familia, con todo eso.” Por eso en este último carnaval subió a las tablas con los niños que participaron en el espacio de música durante todo el año 2008 para cantar todos juntos.
Así también conoció Varón los primeros despertares musicales. En talleres como los que él y otros compañeros vienen dando desde hace años para los pibes más chicos. Sólo que en su caso fue a manos de unos militantes de hijos que habían hecho el contacto con Pocho y se acercaron a dar clases de guitarra. “El taller de guitarra funcionaba así: yo quería tocar un tema, nos poníamos a sacarlo y mientras tantos hacíamos torta fritas o comíamos un guiso. O sea, era un taller pero con otras cosas”.
La primera vez que Varón subió a un escenario fue a instancias de uno de esos profes de guitarra, Eduardo Sánchez, hace más de quince años: “Fue en una toma de viviendas. Fuimos a hacer el aguante con el Pocho, con otros compañeros. Y en el medio de toda la movida había bandas. El Edu me dice: ‘Bueno, vamos a subir a cantar.’ Y largamos nomás con La colina de la vida, de León Gieco”. Con él –sí, con León– se dio el lujo de compartir escenario el mes pasado en un festival que organizaron en el anfiteatro municipal Humberto de Nito con el objetivo de juntar plata para ampliar la casa del Bodegón Cultural. “La movida ahora es ver cómo hacemos para construir un primer piso en el cual queremos subir la biblioteca, para que los pibes puedan leer o hacer la tarea, y también una radiocabina para retransmitir Aire Libre, la radio del barrio. Además, en ese mismo piso, queremos armar una sala de ensayo”, explica Varón.
Su primer disco, que llamó Andemos, lo grabó en el 2006 y lo presentó en la plaza que está ahí, a dos cuadras de su casa, en los carnavales junto a las demás hormigas. Editó 400 ejemplares que todavía están vendiendo. Completamente todo a pulmón, como dice él. A partir de esa grabación fue tomando forma más estable lo que hoy es el elenco que lo acompaña en la banda: la destreza del Ñuca en la caja peruana, el Loqui en bombo y bongó y el joven Vilca en guitarra.
 
Trapos y tapas
Carón contagia. Es de los que eligen la ecuación de multiplicar antes que la de dividir. Es de los que están en todas sin exigir protagonismo. De los que abren caminos para iniciar nuevos proyectos, pero también de los que saben hacer lugar cuando los otros vienen a sumarse. Y por eso estaba ahí cuando en el año 2000 hicieron nacer la Murga de los Trapos. La llamaron así porque no tenían para los trajes. Hoy lucen unas hermosas levitas naranjas y verdes y suman más de 25 murgueros, entre los cuales está Julieta, la hija de 10 años de Varón, que entendó que la cosa caminaba sola y se fue a soplar nuevos desafíos.
Fue Bichito, otro de los compañeros de El Bodegón, el que propuso armar una revista para salir a contar las otras cosas que nadie cuenta. Así nació la revista, que ya imprimió su edición número cinco y es una historia aparte.
El primer número fue con hojas fotocopiadas y sin nombre, pero pensaron que igual estaba bueno presentarla. Lucas cuenta: “Estábamos medio para atrás por todo lo que estaba pasando. Ese día nos juntamos y éramos como 50. Se presentó la revista, pero era la excusa para juntarnos. Cuando la leí, me re copó. Era lo mismo que yo estaba pensando. Y ahí nomás me sumé”. Lo mismo le pasó a otros que también agregaron sus ganas a la iniciativa.
En el primer número escribieron: “Según algunos medios de comunicación Ludueña Norte es tierra de nadie. No sé por qué titulan así a este barrio y no salen diciendo que toda la ciudad de Rosario es tierra de nadie. Esto es tierra de alguien. Y esos alguien son la cana y los narco. La tierra es de ellos y parece que pueden hacer lo que quieran.”
Pero el encuentro con los demás compañeros les hizo mirar las cosas desde otro lugar: “¿Por qué pensar todo en negativo? Esos alguien también somos nosotros y tenemos que contar las cosas buenas que estamos haciendo acá.” Así econtraron el título a la revista: Tierra de Alguien, aunque en el barrio todos la llaman tda.
Cada edición es distribuida de forma gratuita. A lo sumo piden una colaboración y con esa plata compran las resmas o pintan una bandera, como la que los acompaña a todos lados. Para los primeros dos números ate Rosario y amsafe les hicieron el aguante con todo: con impresiones y papel. Después, se sumó Cacho, un imprentero que leyó la revista y se hizo fan: “Me voló la mente y quise dar una mano”. Desde entonces, él aporta las tapas que se imprimen en papel madera.
Y ahí están nomás circulando los 600 ejemplares que tda imprime con una frecuencia propia. No es semanario, no es un mensuario. “Es un bolario”, dicen ellos con orgullo. “La sacamos cada vez que se nos cantan las bolas”. Lucas explica el porqué: “Lo que pasa en Ludueña pasa en Empalme, en Villa Banana, en Zona Sur y tantos otros barrios más. Entonces, la revista es una excusa para salir a recorrer esos barrios. Por eso cada vez que sacamos un número, lo presentamos. Así nos vamos enredando y encontrando”.
 
Cambio heridas por murales
Soy Ludueña tiene marcas de pinceles y aerosoles. Murales que visten al barrio y convocan con alegría a la memoria. Hormigas y bicicletas aladas están pintadas sobre el asfalto. Al igual que la última frase que gritó Pocho. No llevan firma, pero todos saben que Arte por Libertad es el responsable de poner colores a Ludueña y sus alrededores.
El grupo se formó en los carnavales del barrio y en los festejos del cumple de Pocho. “Veníamos trabajando en las calles por separado desde 2002 y al juntarnos en Ludueña nos dimos cuenta de que compartimos la forma de trabajar. Estábamos dispuestos a dejar nuestra estética individual por una obra colectiva en la que cualquiera pueda participar. No sé bien cómo se fue dando todo, pero arrancamos a pintar y trabajar constantemente juntos a partir del carnaval de 2008”, relata Guille, uno de los artistas de este grupo de pocheadores que inundan con sus colores cuanta actividad se haga alrededor del Bodegón Cultural. “Si uno siente que los murales tienen una energía especial es porque esa energía está acá, en el barrio. Cuando pintamos siempre antes nos ponemos a conversar con los vecinos, les explicamos por qué queremos hacer eso, para qué nos parece que sirve. Lo que surge, entonces, no es un invento nuestro, sino el resultado de ese intercambio.”
En ese ida y vuelta convertido en obra, en arte, en murga, en música, en revista, está el sabor del guiso de Pocho.

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Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

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La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

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Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

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También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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