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La crítica original

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. Fue un editor único, capaz de retratar una época injusta y cruel. Lo logró con una fórmula también única: obligar a los mejores escritores a poner el cuerpo en los márgenes de la sociedad. Una mezcla que influyó en el periodismo tanto como en la literatura y lo convirtió en un millonario de leyenda, sobre el cual escribieron con asco Borges, Neruda, Marechal y Arlt. Una historia apasionante que pocos recuerdan.

Nacido uruguayo, nacionalizado argentino, su verdadera patria fue el periodismo. En 1913 y con sólo 25 años fundó un mito de proporciones inauditas; el diario Crítica, que llegó a vender más de 300 mil ejemplares por día, tres veces más que el periódico de mayor circulación actual. A sus órdenes y caprichos trabajaron los mejores escritores de la época, esos que su exquisito olfato de lector descubría mucho antes que el mezquino mundillo literario porteño. Padre de un estilo periodístico impactante, y pionero en todos los géneros: fue el primero en incorporar grandes fotos y dibujos; el primero también en colocarles epígrafe; el primero en incluir un suplemento deportivo, inventar secciones, imprimir en color, incorporar una revista a la edición, enviar un periodista de gira, denunciar un hecho de corrupción y anunciar las noticias con una sirena que hacía bramar desde la azotea del edificio de siete pisos, que ordenó construir a la medida de sus lujosos sueños en Avenida de Mayo al 1300, con bar, gimnasio y peluquería para uso exclusivo de sus empleados.
Fue, también, el creador del primer multimedio latinoamericano, capaz de unir en una sola empresa todos los recursos tecnológicos disponibles en ese momento: prensa escrita, radio, noticiero cinematográfico y productora de cine. Una audacia empresarial que empalidece las modernas fusiones de hoy, ya que tenía una incomparable ventaja: toda la empresa dependía de un solo y único hombre, Botana.

Retrato de un mito
Sin embargo, ninguna de sus muchas virtudes supera lo escrito sobre sus múltiples pecados. Acusado de mentiroso, extorsionador, sensacionalista, demagogo, manipulador, mafioso, esnob y soberbio, la figura de Botana fue mirada con desprecio por casi todos los que lo tuvieron cerca. Jorge Luis Borges lo recuerda sacando la billetera del bolsillo del saco de cachemir inglés para tirar al aire montones de billetes; luego se quedaba observando cómo sus redactores gateaban por el suelo para recogerlos. Leopoldo Marechal lo describe en su maravillosa Adan Buenosayres como un condenado al séptimo círculo del infierno por ese estilo periodístico que la novela describe así: “Era preciso basurear en el crimen, recoger la inmundicia de los cadáveres mutilados y arrojarle por último a la bestia el manjar impreso en cuerpo siete, con grabados de anatomía patológica y abundantes lágrimas de cocodrilo”. Roberto Arlt también rememora con asco el único año que trabajó para Botana, cuando “era uno de los cuatro encargados de la nota carnicera y truculenta, obligado testigo de cuanto crimen, robo, asalto, violación, venganza, incendio, estafa y hurto se cometía”.
Pablo Neruda fue el más descriptivo. En su libro de memorias Confieso que he vivido cuenta la reunión que en la quinta de Don Torcuato– que no era grande, sino grandiosa– lo sentó a la mesa junto a Federico García Lorca, Oliverio Girondo y Nora Lange, entre otras celebridades del momento. Así lo recuerda Neruda:
“Rebelde y autodidacta, había hecho una fortuna fabulosa con un diario sensacionalista. Su casa era la encarnación de los sueños de un vibrante nuevo rico. Centenares de jaulas de faisanes de todos los colores y todos los países orilleaban el camino. La biblioteca estaba cubierta sólo con libros antiquísimos que compraba en las subastas de bibliógrafos europeos. Pero lo más espectacular era que el piso de esta enorme sala de lectura se revestía totalmente con pieles de pantera cosidas unas a otras hasta formar un solo y gigantesco tapiz. Supe que el hombre tenía agentes en África, en Asia y en el Amazonas destinados exclusivamente a recolectar pellejos de leopardos, ocelotes, gatos fenomenales, cuyos lunares estaban ahora brillando bajo mis pies en la fastuosa biblioteca. Así eran las cosas en la casa del famoso Natalio Botana, capitalista poderoso, dominador de la opinión pública de Buenos Aires”.

Querer y poder
Pero ni Borges, ni Marechal ni Arlt ni Neruda escribieron toda la verdad sobre Botana. Lo verdadero es el registro del sentimiento que era capaz de generar ese personaje cuya única premisa era la que repetía hasta el cansancio: “quiero y puedo”.
Es difícil imaginar a la redacción de Crítica en cuatro patas, como al propio Botana desparramando displicente el contenido de su billetera. En principio, porque allí se ganaron el salario orgullosos caballeros, como Conrado Nalé Roxlo, Ulises Petit de Murat, los hermanos González Tuñón y César Tiempo, por citar sólo algunos ejemplos. Pero también porque Botana cosechó fama de hombre generoso. Petit de Murat solía decir : “Si estoy vivo es gracias a Botana, que pagó todos los gastos de mi internación cuando estuve enfermo de tuberculosis”. El jefe de redacción del diario escribió que un día llegó a su escritorio y encontró un sobre con cinco mil pesos (el equivalente al precio de un auto en esa época) sólo porque a Botana le había gustado la edición de ese día. Los salarios, además, eran exactamente el doble de lo que pagaba cualquier otra publicación. Es probable, entonces, que la aristocrática imaginación de Borges creara aquella escena para transmitir la humillación que sentía por tener que escribir a cambio de un salario mensual.
Borges fue en Crítica co-director de la Revista Multicolor de los sábados, nacida para acercar a los lectores, al precio de 10 centavos, la producción literaria de autores hasta entonces desconocidos por el público masivo. Notas del pintor Xul Solar, de los escritores uruguayos Juan Carlos Onetti y Horacio Quiroga, relatos de Kipling, ensayos de Ezequiel Martínez Estrada y cuentos de Chesterton desfilaron por las páginas que Borges editó con pasión y dedicación. Su biógrafa María Esther Vázquez –la misma que acusa a Botana de populachero–, asegura que gracias a esa tarea Borges “encontró su verdadero destino dentro de la literatura”. Mucho tiempo después, el propio Borges se atrevió a confesar por qué decidió terminar con aquella aventura. Fue el día que cumplió 35 años, cuando quiso suicidarse. No se atrevió a renunciar a la vida, pero sí a Crítica. Aunque nadie pudo nunca confirmar si fue él quien le dijo adiós o Botana quien lo despidió.

La fórmula
Marechal y Arlt, en cambio, patean el corazón mismo del mito Botana. Escupen sobre él para exorcizar una condena. Botana creó las crónicas policiales que ellos escribían con una alquimia exquisita, escogiendo no sólo qué contar sino quién debía hacerlo. Él mismo se encargaba de seleccionar entre las decenas de noticias posibles, cuál sería la que haría latir a su diario. No fueron ni las grandes denuncias ni los reportajes a todo color los que convirtieron a Crítica en un fenómeno de éxito e influencia. Fue la capacidad de Botana de entender que ese país estaba irremediablemente partido en dos y que sólo en su diario volverían las dos partes a encontrarse. Sus lectores podía ver, cara a cara, a aquellos que la ciudad escondía en los márgenes.
Desde sus crónicas policiales, Crítica extendió las estrechas fronteras periodísticas de entonces para incluir a los inmigrantes, los obreros, los marginados del modelo, los apaleados por los poderosos de turno, los excluidos de la cultura oficial. Botana los huele en su propio hedor, los reconoce en sus miserias y les otorga lo único que él les puede dar: épica. Para lograrlo, escoge la pluma de los elegidos; talentos todos de exquisita cultura que jamás se hubieran encontrado con esas postales que traza la injusticia si él –el gran sabelotodo de los infiernos terrenales– no los hubiese obligado a mirar de cerca esos crímenes.
El horror que Marechal y el asco que Arlt descargan sobre Botana debe interpretarse como la repulsión que provoca toda una época y salpica a toda una elite. El jefe de redacción de Botana, Francisco Luis Llano, lo explica así: “El periodismo que nació con Crítica no era amarillo, sino escandaloso, como escandaloso fue el Watergate. Era verdadero, aunque oliera a podrido. En un medio tan impaciente por primicias y medroso de herir a cual o tal político, cualquier noticia que se aparte de esos cánones era perturbadora”.

Símbolos de poder
A Botana nunca pareció importarle lo que opinaran de él. Siempre decía al respecto: “La única opinión que me interesa es la de El Negro Cipriano. Y no creo que sea muy buena”.
Cipriano era Cipriano Arrúe, su fiel valet, lacayo y guardaespaldas, al que Botana llamaba con un humillante silbato. Eso era para él el símbolo del poder, al igual que sus tres Rolls Royce –uno negro, uno gris y otro celeste– o su quinta con treinta dormitorios, quince salas de baño y una bodega cuyas paredes pintó el muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, durante una larga estadía que culminó cuando la esposa del pintor, Blanca Luz Brun, dio por terminado su matrimonio y aceptó su amorío con Botana. Tiempo después, en la dedicatoria de un libro, Blanca reveló los motivos de esa decisión públicamente, aunque sin dar nombres. Sólo escribió: “Para algunos es un santo, para otros Al Capone, para mí será siempre mi emperador.” Hablaba de Botana, por supuesto, el hombre que nunca se jactaba en público de sus romances, simplemente porque en público nunca habló. Siempre escuchó.
Todas las noches, el emperador Botana sentaba a su mesa –redonda, porque detestaba definir con una silla la cabecera– no menos de veinte personas que al menos una vez por semana compartían su plato favorito: faisán. Los criaba en su quinta, luego de enviar a su secretario privado a la India para comprar los casales. Tras la cena –que salvo la noche de los faisanes, los comensales podían elegir a la carta, como en los mejores restaurantes de la ciudad– ofrecía coñac y puros. Los suyos no los compartía con nadie. Eran un centímetro más grandes que cualquiera y, según él mismo se jactaba, de mejor calidad que los Partagás con los que convidaba a sus invitados. Se los fabricaban especialmente en La Habana, a medida de sus caprichos y con sus iniciales.

Vendo sotana, poco uso
Los que lo conocieron de cerca aseguran que Botana tuvo sólo tres amores intensos: Crítica, sus hijos y la timba. En ese orden. Aunque se pasión más comprobada fue la lectura. Se la inculcó –como una religión, un vicio o una condena– su madre Nicolaza Millares, cubana, nieta de venezolanos y pariente directa de Simón Bolívar, que le enseñó a leer también en inglés, francés y latín y que lo obligó a internarse en un seminario para ordenarse cura, con la convicción de que así tendría más tiempo para su formación intelectual. De allí se escapó Botana, a los 16 años. Vendió su sotana para financiarse el viaje de Montevideo a Gualeguay, a donde llegó en 1904 para pelear a las órdenes de su tío abuelo, el general Basilio Muñoz. De regreso a Montevideo, se inscribió en la carrera de Derecho hasta que la guerra civil que estalló en 1909 lo devolvió a la acción con el grado de teniente. Fue derrotado en Concordia y confinado en Corrientes, donde aseguran que se convirtió en mercenario, peleando para paraguayos o brasileños, según la paga. La aventura militar terminó cuando vendió su sable para financiarse el viaje a Buenos Aires.
El mito narra que luego se empleó como hombreador de bolsas en el puerto, aunque no llegó a levantar más que dos. A la tercera, se cruzó por su vida Adolfo Berro, quien le presentó al hombre que se convertiría en su protector: Marcelino Ugarte, un político conservador que le consiguió el primer empleo en un diario y después le facilitó los contactos para obtener el dinero necesario para fundar Crítica, el diario que popularizó con el socrático lema “Dios me ha puesto sobre vuestra ciudad como a un tábano sobre el noble caballo, para picarlo y mantenerlo despierto.”

El tábano
Fue ese tábano el que le permitió, entre otras cosas, apoyar primero y destruir después al presidente Hipólito Yrigoyen, para quien hacía imprimir todos los días un único ejemplar con noticias falsas que alababan su gestión. El mismo tábano que un general golpista ordenó silenciar, al decretar la clausura primero, y después la prisión del propio Botana, su esposa Salvadora y otros quince periodistas. El tábano que saludaba la lucha de los republicanos españoles, proclamaba a Hitler demente, difundía los artículos del rebelde Sandino o del por entonces no tan célebre Bernard Shaw, mientras seducía al lector con el fatal destino de la huerfanita del conventillo de La Boca. “Nosotros le tenemos que decir al público lo que le gusta”, repetía Botana a sus redactores, como un tábano que les chupaba el talento a cambio de mantenerlos con los ojos bien abiertos. La palabra tábano, finalmente, es un perfecto anagrama de Botana.
Así logró, finalmente, acumular la fortuna y el poder suficiente como para cumplir con los sueños de su madre. Compró más de mil ejemplares de incunables que acumuló en la más grande biblioteca privada de Latinoamérica y se sentó a leerlos, todas las noches, en camisa de seda, con un puro en los labios y un revólver en la cintura.

El hombre que murió dos veces
La primera muerte de Natalio Botana se produjo la tarde del 6 de agosto de 1941, en Jujuy. Murió de un ataque de soberbia. El día anterior se había escapado con un grupo de amigos al casino de Termas de Río Hondo, en la provincia de Santiago del Estero, y había apostado y ganado una fortuna. Al levantarse de la mesa, escuchó al croupier decir: “No hay por qué preocuparse. En un rato vuelve a apostar y pierde todo lo que ganó”.
Cuentan que entonces Botana ordenó partir para desmentir la predicción del croupier. Señaló como destino otro casino, ubicado en las Termas de Reyes, a 30 kilómetros de la capital de Jujuy. Por allí andaba cuando su Rolls Royce negro se estrelló contra los pilares de la ruta. El asfalto le rompió dos costillas y él no quiso que nadie lo tocara hasta que no llegara su médico personal desde Buenos Aires. Botana murió cuatro horas después. Había logrado que todos –amigos y desconocidos– obedecieran su última, estúpida orden.
Hoy, en su envidiado despacho de la Avenida de Mayo, está sentado el comisario mayor que tiene bajo su cargo la Superintendencia de la Policía Federal, el organismo que investiga las denuncias contra esa institución. No es una paradoja, sino un dato más de la sociedad argentina, quizás incluso sobre el actual estado de su periodismo y, sin duda, sobre la segunda y definitiva desaparición de Natalio Botana.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Actualidad

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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