CABA
Hacer link
Daniel Link. Sabe leer y escribir y de eso vive. Sus temas son la literatura del siglo 20, el barrio, Cromañón, los talleres literarios o la Marcha del Orgullo Gay, por citar algunos ejemplos que fluyen en sus clases y en esta charla con idéntica pasión.Dicen que hay gente para todo, pero la que está acá, en esta habitación cuadrada y sin aire, parece soportar con entusiasmo las cuatro horas y pico de encierro. Afuera es primavera ardiente y adentro es Puán, la psicodélica sede de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires; y es el quinto piso por escalera, porque los ascensores descansan y los estudios superiores de esta casa están, literalmente, en la cima.
La decena de estudiantes del doctorado está compuesta por tres latinoamericanos y siete criollos. Dos son brasileños y sus malentendidos con la lengua local son apenas un escollo más de la lista que deberá sortear el profesor a cargo de este seminario sobre “un argentino de París”, como señalará después, al desentrañar las pistas de ese misterio llamado Copi.
Apenas comienza la ceremonia de la clase, una estudiante pregunta si le puede recomendar para su tesis algún estudio sobre la vanguardia. El profesor dirá:
–Es difícil trabajar con el concepto de vanguardia, salvo que seas un erudito alemán. Por estos días escuchamos decir a un aspirante a funcionario municipal que no quería espacios exclusivos para expresiones de vanguardia y, la verdad, si eso que llama vanguardia es algo que crece como un hongo venenoso en las paredes del Estado, por mí que desaparezca. Es diferente si lo que te interrogás es cómo se produjo un proceso de cambio. En ese sentido, por ejemplo, el surrealismo es “la” vanguardia, porque es la única corriente que consigue cambiar la forma de leer, cambiar la máquina.
Otra alumna lo interrogará acerca de dónde encontrar estudios sobre la contracultura. El profesor dirá:
–No sé. Quiero creer que alguien se preocupó por ese tema, pero en principio pienso que no hay posibilidad de oponer la cultura a nada. La cultura es como una mancha de aceite que no encuentra límites en ningún lado. La noción de contracultura, en todo caso, se me ocurre que hay que pensarla en función de la noción de dictadura, en el sentido de resistencia.
No han pasado cinco minutos de clase y ya queda claro cómo se abanica el sopor intelectual en esta habitación cuadrada y sin aire.
Cuatro días después, masticando un abadejo a la parrilla y con ajo, el profesor me dirá que está trabajando en un ensayo sobre Copi, que le ha tomado más tiempo del que pensaba porque “parece un payaso y lo es, en gran parte, pero un payaso con profundidad filosófica. Él puede tener una teoría política casi a lo Tony Negri, pensando en nuevos sujetos como la multitud, pero como eso nunca está desligado de la risa, es muy difícil separar la parte de payaso de la del filósofo del presente. Y eso es lo que me gusta”.
Son precisamente estos links en su discurso, que llevan de la política a la literatura, de la realidad a la ficción, de los gustos personales a las clases magistrales los que convierten a este profesor en un nombre propio. “Si mi familia hubiese patentado el apellido hoy estaría en un yate en el Mediterráneo y no dando clases en Filosofía y Letras”, bromea Link, Daniel.
Link, Daniel, es un argentino de Córdoba, nacido en “una familia intensa” que mezcló alemanes y calabreses. El resultado es este morocho alto, de ojos transparentes, hidalgo e histriónico. Dirá que se siente cómodo con la palabra “excéntrico”, pero en realidad es un clásico caballero que apenas comenzamos la entrevista me cuenta la siguiente anécdota: “Un día fui al baño y encontré en la puerta un graffiti con el título: ‘Éstos son los profesores putos’. Mi nombre estaba en tercer lugar. Cuando regresé a la clase les dije a mis alumnos que me sentía indignado, ofendido, humillado, porque no me habían puesto en el primer puesto”. Queda claro, entonces, el estilo Link: de lo ario, heredó lo directo. También allí hay que buscar la explicación de su formación en escuelas alemanas que lo tuvieron como alumno modelo. Era el poeta del colegio. Su inclinación por las letras no alcanzó, sin embargo, para escapar del mandato familiar y apenas terminó la secundaria se sumergió en el mundo de los números: del empleo en un estudio contable iba directo a las clases en Ciencias Económicas y su recreo era un taller literario donde halagaban las poesías que años después –cuando ya no era ése, sino éste Link– publicó bajo el título La clausura de febrero y otros poemas malos. Dirá que los editó por varios motivos, pero fundamentalmente como un acto de intervención. “Siempre pienso que en Argentina hay una facilidad enorme para publicar, sobre todo porque hay una capacidad de gestión enorme: como vivimos de crisis en crisis, estamos acostumbrados a gestionar todo desde la nada. Los poetas son buen ejemplo de esto. Y en su gran mayoría esa producción es mala. Desde ese punto de vista, el gesto de intervención era mi forma de decir: si ustedes están publicando esto pensando que es bueno, yo puedo publicar esto que sé que es malo y que no es peor que lo que ustedes publican”.
Dirá, además, que huyó de Económicas el día que leyó el mensaje oculto en la corbata de un profesor; leyó su futuro, los mundos donde estaría inmerso, sus intensidades. Así nació su carrera en Letras, primero como estudiante del profesorado, luego como profesor, siguió como crítico en revistas especializadas y luego como director del Suplemento Radar Libros, del diario Página 12, desde donde huyó cuando el oficialismo se hizo letra. Ahora, tras obtener una beca Guggenheim, un cargo de profesor con dedicación exclusiva y una indemnización laboral que denomina “beca Página”, está –quizá– dónde le costó todo este tiempo llegar: leyendo y escribiendo, estudiando y enseñando, disfrutando.
Dirá, también, cuando se le pregunta para qué sirven los talleres literarios a la luz de su experiencia con los poemas malos: “A mí me sirvió para encontrarme con gente que tenía mis mismos intereses, incluso conocí ahí a la que luego sería la madre de mis hijos. Pero no creo que un taller pueda hacerte mejor escritor.
¿Pero lo puede hacer peor? En el sentido de convertirse en un espacio de disciplinamiento, castrador.
Castrador yo no diría, pero sí que impone el modelo literario del tallerista. Con el paso del tiempo, lo que uno ve es que los talleres se fueron convirtiendo en proveedores de finalistas para concursos literarios. Entonces, se escuchan cosas como “fulano metió dos finalistas” y se ve luego cómo eso influye en los honorarios del tallerista. Con lo cual queda todo desvirtuado. Lo que pasa es que un taller no puede evaluar el proyecto de una poética. Para explicarlo en términos futbolísticos, podés evaluar si jugó bien o mal tal partido, pero no decirle que tiene que jugar de otra manera, porque en la literatura cada cual puede jugar como quiera, porque esencialmente es eso: un juego. Con las críticas hay que ser cauto al decirlas y al escucharlas. Yo este año estrené mi primera obra de teatro y las críticas me hicieron mierda. Lejos de deprimirme, me confirmó lo que quiero hacer, porque entre otras cosas creo que nadie puede arrogarse el poder de dictaminar cómo se hace teatro.
¿Pero se puede arrogar el poder de dictaminar cómo se lee, tal cual titula uno de sus libros de ensayo?
Yo no pretendo en ese libro decir cómo leer, sino reflexionar sobre procesos de lectura, que es algo muy distinto. Nosotros, en tanto lectores modernos, ponemos en la lectura una serie de sentidos que vienen del texto y otra serie de sentidos que vienen de la propia vida.
¿Por ejemplo?
Por ejemplo, vivimos un época extremadamente peligrosa políticamente, tanto a nivel planetario como local, con una ideología concentracionaria que se ha vuelto el pan de cada día. En Argentina, por caso, es un hecho que luego de la última crisis ha quedado gente seriamente dañada. Entonces, leo hoy en el diario La Nación una nota sobre el desinterés por la política y, ¿cómo la leo? No como un artículo sobre el desinterés por la política en términos abstractos, sino por la corporación política en concreto.
¿Ese desinterés alcanza a los escritores?
Creo que si los escritores no son capaces de pensar en relación a eso, es porque no son capaces de pensar en nada. No hablo necesariamente de que es el momento de hacer una literatura testimonial o de denuncia, sino que hay diferentes modos de intervención que hacen a un escritor. En el momento en que un escritor se sienta a escribir su cuentito, su novelita, se deja llevar y no tiene por qué responder a ningún mandato. Ahora, hay momentos en que un escritor tiene que pararse frente al mundo a decir cómo lo ve. Puestos en un contexto como éste, de barbarie política generada por el terror, que esencialmente sigue siendo terrorismo de Estado –porque terrorismo y Estado van de la mano siempre– lo que vemos es que los propios intelectuales son víctimas de ese terror.
En este momento ¿se puede pensar a los intelectuales argentinos por fuera del Estado?
Afortunadamente desde hace muchos años no tengo nada ver con la política municipal, pero observo que mucha gente sí tiene que ver, y por lo tanto, no puede hablar mal de aquel que lo mantiene. Fijate Cromañón. A mí Cromañón me indignó mucho, por lo que pasó y por lo que sigue pasando, pienso que debería haber generado una reacción un poco más enérgica por parte de mis pares. Y no la vi.
Sí la contraria…
Exactamente. Y ser testigos contemporáneos de casi 200 muertos es una tragedia demasiado grande, escandalosa, como para no reaccionar.
¿Existe una literatura terrorista?
No creo, es muy raro que la literatura genere terror.
Lo digo en el sentido de si existe una literatura que atente contra el desarrollo de una sensibilidad cultural.
Prefiero dar vuelta tu planteo y pensar que lo que necesitamos es una literatura revolucionaria, no en el sentido de que sirva para hacer la revolución, sino para sostener el deseo revolucionario. Me parece que la literatura no es un escalón para alcanzar la revolución, pero sí que construye el deseo de transformación, de acabar con un estado de las cosas que consideramos definitivamente injusto. Porque sin ese deseo, y tal como está el mundo, no tiene sentido nada de lo que uno hace. Ahora bien: no le pidamos a la literatura todo. Porque así como me parece autoritario pretender que a todos los chicos les guste el deporte, también me parece autoritario pretender que a todos les guste la literatura. Si a vos te parece que es un plomo, está todo bien. No es que estés equivocado: para vos es así. Dicho esto, también debo decirte que hay contenidos de literatura que tenés que saber igual, como tenés que saber contenidos de matemática, porque esto hace a la construcción de ciudadanía, que es otra cosa.
Sus alumnos, que ya decidieron que la literatura no es un plomo, ¿qué desean?
No sé. Supongo que encuentran en la carrera modos de socialización: gente como ellos, que gusta de las mismas cosas, además de una posibilidad de inserción laboral permanente, porque no olvidemos que la gente que estudia Letras sabe que tiene trabajo garantizado, trabajo de mierda si querés, pero trabajo al fin.
¿Y acepta ese destino en forma obediente?
No lo sé. Sé que, por mi parte, uno debe ser paciente. Hemos sufrido una dictadura de muchos años, con una inercia que no podemos pretender haber superado, al menos en términos de imaginario. Son procesos lentos, que requieren paciencia. En tiempos en los que los políticos profesionales son verdaderamente siniestros, las agrupaciones de izquierda tienen un discurso inútil, ineficaz, religioso, lo que nos queda es pensar cómo refundar no sólo una nueva ética, sino una nueva manera de concebir la política con alegría. Pero lo que veo a mi alrededor es que cuando un funcionario municipal dice una burrada, mis colegas dicen: tengo miedo. ¿Qué miedo te puede dar un funcionario municipal? Hay que actuar contra él, riéndose de él. Hay que generar cadenas de carcajadas contra sus burradas. Hay que construir la política fuera del terror, con alegría.
¿Y cómo se lee con alegría?
Insisto: los placeres no son universales. La literatura nunca lo fue y no tiene por qué serlo. La literatura debe ser un lugar de riesgo. Yo no voy a hacer leer Proust a un chico de una escuela secundaria, tampoco una novela de Kafka. Cuando yo mismo leo a Joyce me aburro. Tengo que leerlo porque es parte de mi trabajo, pero es como si trabajara en un call center. Creo que lo mejor es mantener una relación de felicidad con todas las cosas que uno hace, entre ellas la lectura.
¿Hay poco riesgo en la literatura actual?
Es uno de los efectos de la descomposición de la cultura argentina y de lo que, desde mi punto de vista, significó el 2001 como final imaginario de la dictadura. Y fue a partir de ahí donde hubo que comenzar a reconstruirla. No es casual, entonces, que se haya empezado a reconstruir a partir de los barrios: Cucurto con Constitución, Fabián Casas, con Boedo, yo mismo con Monserrat. No fue una acción concertada, sino sencillamente una manera de decir: en estas cuadras, en relación a estas personas y a estos modos de interacción que son el barrio, se crea una mitología para refundar la ciudad. Frente a los proyectos más abstractos de la literatura de mercado, donde da lo mismo que las cosas sucedan en Barcelona o donde fuere, porque no hay demasiadas referencias porque ni importan, la respuesta fue: mi mundo es lo que yo alcanzo a ver a través de mi ventana.
Entonces, ¿la contracara del proceso de globalización es esa literatura que recupera la escala humana?
Claro, es como una manera de resistir al internacionalismo salvaje y ponerle la escala de lo transitable. La ciudad no es un artefacto abstracto sino el lugar que yo habito. Y esto precisamente, a través de registrar cuáles son las calles por donde camino, a qué barrio voy y a qué barrio no voy, qué relaciones de amor y odio tengo con esos lugares que recorro. Que la ciudad es un emblema del capitalismo es cierto y es cierto desde hace mucho tiempo, pero al mismo tiempo es interesante pensar cómo se enfrenta ese destino. La ciudad ofrece todavía un plus de sensibilidad, de conocimiento, de contacto con lo otro, que es lo que hay que sostener y reivindicar. Es en la ciudad donde puedo darme cuenta de que cuando miro por la ventana y veo pasar siete personas (y efectivamente mira por la ventana y pasan siete personas) son siete personas que no tienen nada que ver conmigo, no piensan como yo, no hacen lo que yo hago y tienen deseos que ni puedo imaginar. Y eso es lo más estimulante. En la ciudad, quieras o no, convivís con una manifestación. Y la verdad es que son molestas, pero uno no puede sino acompañarlas porque es la única manera de enterarse de lo que le está pasando al otro. No tengo otra manera de enterarme de lo que pasa en ciertos lugares si las calles no están cortadas, e incluso, si no cortan las calles no sale en los diarios, aunque sea porque escriben en contra de que se corten las calles.
¿Cómo se maneja en la docencia una elección sexual diferente?
¡Qué se yo! Hay teorías que sostienen que la identidad homosexual se define a partir de una injuria, que es precisamente esa injuria la que la constituye: cuando te dicen puto, puto, puto. Yo no sufrí eso, porque era poeta, porque tenía otra excentricidad o porque yo mismo no lo era, ya que mi “conversión” homosexual es muy tardía en mi vida, llegó después de los 30 años. En todo caso, la posición teórica que a mi me identifica es aquella que sostiene que no se puede hablar de la homosexualidad, ya que es un tema sobre el cual no se puede tener ninguna teoría porque todas están viciadas por algún tipo de prejuicio. Mi posición es que de eso es mejor no hablar, pero no en el sentido de mantenerlo en secreto, sino en el sentido de no sostener un discurso. Sí, por cierto, tengo un discurso cívico en relación con la defensa de derechos, pero en ese sentido da lo mismo que seas indio, prostituta, homosexual o enano, en tanto constituyas una minoría cuyos derechos se ven vulnerados por el modo de funcionamiento de la sociedad. No me parece que uno tenga que hacer un activismo monoaural: uno debe ser capaz de notar quiénes sufren atrocidades. Por ejemplo: detesto las marchas del Orgullo Gay, desde la estética hasta los organizadores. Pero voy igual porque uno tiene que estar una vez al año formando parte de eso. Me parece un poco mezquino decir que como no me gusta la dirección que le imponen lo organizadores, me abstengo.
¿Y qué dirección le imponen los organizadores?
¿Cómo te lo puedo decir sin que suene mal? Lo hacen de manera muy berreta. Un ejemplo para entenderlo: este año ha habido discusiones fuertes en el seno de las instituciones que convocan a la marcha y que, incluso, derivaron en que un grupo de lesbianas que yo aprecio, se retirara de la organización. ¿En torno a qué se generó la discusión? En torno al siguiente tema: quién tocaba en el recital. Los organizadores querían que tocara Paulina Rubio. Y puede que a la loca peluquera del conurbano le interese más Paulina Rubio que Leo García, pero Paulina Rubio no representa más que a la industria discográfica, no representa nada en términos de defensa de derechos. Lo que prima, entonces, es esa búsqueda de la masificación. En lo concreto, yo puedo opinar en contrario y hasta enojarme con esa idea, pero al momento de la marcha voy a estar ahí, con la esperanza de que una estrella del pop latino al menos tenga una agenda tan ocupada que no permita que se concreten semejantes pavadas. Y voy a estar porque creo que son causas a las que hay que ponerle el cuerpo, como para mí lo es la causa de Cromañón, por nombrar una de las últimas marchas en las que he estado.
En algún momento dirá, también, que la conversación quizás esté fluyendo de manera desordenada y se hará cargo, fiel a su estilo, de responder a los saltos sin sobresaltos para mantener, al menos, su coherencia apasionada. Por eso ahora, al transcribir la grabación, intento ser fiel a sus formas del decir, apegarme a su sintaxis. No pretendo escribir aquí sobre un tal Link, Daniel, porque es a través de sus libros la mejor manera de conocer su verdadera vida, sino apenas transmitir cómo se lee este personaje que ahora se despide amablemente y se pierde en la ciudad que lo traga.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro.
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro.
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro.
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro.
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro.
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro.

Foto: Juan Valeiro.

Foto: Juan Valeiro.
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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