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Un mundo nuevo

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Trescientas familias, en su gran mayoría bolivianas, ocuparon un predio abandonado a metros del Parque de la Ciudad, en Lugano, hartas de las promesas oficiales que aún siguen sin cumplirse. Conviven allí seis agrupaciones de izquierda que organizaron el nuevo barrio. Rodeadas por la policía y acechadas por los punteros, así construyen sus vidas, con una mezcla de antiguas y novedosas tradiciones.

Un mundo nuevoCuatro ladrones andaban robando por la toma. Aprovechaban los horarios en que la gente se iba a trabajar para meterse en las casillas donde quedaban personas solas o algún viejo. En una de las incursiones, cuando un vecino les hizo frente, le cortaron un pie. Eso envenenó el ánimo del barrio. Finalmente, una tarde los agarraron; se corrió la voz y de inmediato se armó un tumulto. Alguien –una mujer– propuso que los quemaran vivos, incluso que había que llamar a la televisión para que sirviera de ejemplo. Si esa tarde los ladrones se salvaron fue porque la policía llegó primero.
Lo cuenta Gregorio –42 años–, albañil. Con la pico de loro señala el pasillo del asentamiento, la larga fila de casillas en construcción, y dice que los robos son un problema en la toma. El otro problema es la policía, que a 50 metros del lote donde estamos vigila con un camión hidrante y dos celulares, no se sabe si para impedir que el barrio se extienda o porque aguarda el momento para desalojarlo. Ya lo hizo una vez.
Esta zona en tensión, con la amenaza de los ladrones y la policía, es el territorio de una experiencia inédita: una toma organizada por militantes de izquierda –como el Polo Obrero, el Movimiento Territorial de Liberación y el Frente Darío Santillán– pero en la que casi todos son bolivianos. Y bolivianas: cholas que se pusieron el chaleco del po o se reúnen en el local del mtd, aunque todavía sufran como un puñal clavado en el corazón el dolor de haber tenido que dejar el mercado de Cochabamba, o cuenten cómo extrañan, por las mañanas, ya no poder ver salir el sol entre los cerros.
¿Parece una extraña combinación? Resulta que no lo es tanto, apenas uno se pone a escuchar. Gregorio enrosca las puntas de dos cables, termina de hacer la conexión de la luz y dice que entre los paisanos hay cultura de la organización, lo que traduce de la siguiente y simple manera: “Las cosas se consiguen si hay unión, si no no se puede hacer nada”. Cuenta que antes de venir a Buenos Aires, desde Jujuy, estuvo con el Perro Santillán en una ocupación en reclamo por viviendas. Y que su vecino, un salteño, vivió en una toma campesina de Santa Cruz de la Sierra. Alguien dará después un ejemplo ilustrativo sobre qué se entiende en este barrio por cultura de la organización: los vecinos echaron a una agrupación piquetera, a la que le dijeron “No queremos cajas de alimentos, sino que estén políticamente. Que nos apoyen para lo que es importante”.
Estamos a unas cuadras del Parque de la Ciudad, en Lugano. La calle Chilavert, una cuadra larga en la que corren los chicos, es el límite donde termina oficialmente la Villa 20. Del otro lado de la calle empieza un cementerio de autos de la Policía Federal. La toma se hizo sobre ese predio, aunque no llegó a ocuparlo por entero, sino que se extendió como una franja, con la forma de una lombriz apoyada a lo largo de unas cuatro cuadras.
Hoy es sábado, el barrio cumple un año de su primer intento de asentarse y lo celebra con un festival en la canchita de fútbol. Hay música, comidas típicas y muchas sonrisas. La gente va y viene y todos se saludan.
Mónica, integrante de la Unión de Trabajadores Desocupados dice: “Las 300 familias que hicieron la toma eran inquilinos en la villa. Les cobraban 200 pesos por una habitación. La mitad de lo que podían ganar en el mes se les iba en pagarlo. Por eso empezó todo”.
Sentadas al borde de la canchita de fútbol, miramos a las mujeres que a pocos metros, con sus canastos, ofrecen empanadas paceñas muy picantes. Los chicos corren una carrera de embolsados y un grupo de jóvenes y no tan jóvenes –con look militante– arma un escenario para animar el festejo. Uno de ellos nos presenta a Sara, 30 años, el pelo largo y oscuro, quien a su vez se presenta a sí misma de la siguiente manera: “Sara, del Frente Darío Santillán”. Vino de Cochabamba a Buenos Aires en el 98, por falta de trabajo. “Mi mamá fue una de las que fundó el sindicato en Cochabamba. Salíamos a trabajar cuando todavía no había permiso para vender en la calle, nos apoyábamos las verduras en la falda, usando la pollera de manta. Así conseguimos que existiera el mercado. Aprendimos a pelear contra la cana, siendo niñas. Y menos mal”.
¿Por qué?
Porque soy boliviana, soy morocha y tengo cara de india –se ríe–: Y nada de esto les gusta a los policías.
 
Sara dice además que tiene “sangre caliente” y que por eso cuando se enteró de que estaban ocupando los terrenos del depósito de autos, empezó a buscar “con qué organización podía quedarme. Miré bien y elegí”.
Los movimientos que trabajan acá son seis: el Polo Obrero, el mtl (una agrupación piquetera que nació del Partido Comunista), el Frente Darío Santillán, la utod (Unión de Trabajadores Ocupados y Desocupados, salida de una asamblea barrial), el mst (del Movimiento Socialista de los Trabajadores) y el Frente de Organizaciones en Lucha. También están los Autoconvocados, un grupo que se separó del Teresa Rodríguez
 
Un estilo nacional, la promesa
En realidad no querían hacer un asentamiento, sino que se cumpliera una ley de urbanización sancionada por la Legislatura porteña (la 1770), por la cual el Gobierno de la Ciudad se comprometió, en el año 2005, a construir 2.000 viviendas para aliviar el hacinamiento de la villa. Sara explica: “La urbanización es mucho mejor porque tenés calles y no pasillos, y podríamos hacer que abran una escuela y un centro de salud, por ejemplo”. Mónica completa: “Nosotros averiguamos en el Instituto de la Vivienda (ivc), nos entrevistamos con funcionarios, fuimos haciendo todo un camino las seis organizaciones, pero no conseguíamos nada. Por eso al final, empezamos a mirar si entre nosotros había disposición, si queríamos agarrar el lugar”.
La toma tuvo tres intentos. El primero fue el 21 de septiembre de 2006. Eran unas 150 personas que se juntaron de noche en los locales de los movimientos en la villa y, juntos, cruzaron la calle Chilavert y ocuparon los terrenos. Allí reclamaron que se cumpliera con la ley. Al día siguiente iba a inaugurarse un estadio para la Copa Davis a diez cuadras de allí. “Habían gastado alrededor de 16 millones para construirlo en tres meses y poder hacer el campeonato, mientras nosotros seguíamos en la villa esperando que hicieran la urbanización”, recuerda José Guzmán, uno de los referentes del asentamiento. Por eso tomaron el predio, para presionar. Los sacaron con la Infantería a la mañana siguiente.
“Yo igual tuve un buen pálpito porque esa misma tarde ya fuimos fuimos todos a reclamar a la comisaría por los presos”, recuerda Mónica. A partir de entonces, empezó un tira y afloje para conseguir que la urbanización se cumpliera:
 
Tras el desalojo, se abrieron negociaciones con el Gobierno de la Ciudad, que les prometió que acelerarían los trámites para el traspaso de las tierras y la construcción de las viviendas.
Llegó diciembre y no había pasado nada. Volvieron a tomar el lugar y se retiraron voluntariamente porque les prometieron que el 15 de enero “como plazo máximo”, se firmaría el traspaso; luego les dijeron que esperaran 20 días más. Pero no pasó nada.
En marzo de 2007 seguían esperando novedades. Ahora los funcionarios ni les atendían los llamados. Ya eran 300 familias y volvieron a entrar, pero para quedarse.
 
“Dijimos: de acá no nos movemos. Pusimos carpas en el medio de los terrenos y decidimos mantenernos todos juntos para evitar la represión”. En ese momento pasó una cosa imprevista: otros vecinos de la villa aprovecharon y se metieron a los costados de las carpas donde ellos estaban, pero sin sumarse a la toma organizada. “No nos peleamos, porque todos necesitamos un lugar”. Esperaron un mes y medio más, sin que ninguna de las promesas pendientes se concretaran, y resolvieron empezar a construir en el espacio limitado que les había quedado.
Las organizaciones trabajan juntas en algunas cosas y en otras por separado. Por ejemplo: se repartieron el terreno como si fueran las fetas de un salame, en un tramo están las familias de la utod, en otro las del po, los autoconvocados y el mtl. Cada movimiento hace asambleas semanales, en las que resuelve sus temas; a su vez los seis se juntan para las cosas más generales, como los reclamos o trámites ante el Gobierno de la Cudad. Es la manera que encontraron, posiblemente, de poder avanzar sin sufrir la fragmentación conocida. Por eso mientras caminamos nos dicen que hasta este pasillo llegan las familias de la utod y que en el aquel otro empiezan las del po. Los movimientos decidieron reglas, por ejemplo que no haya alcohol, que no se alquilen ni vendan los lotes y permanecer juntos ante las amenazas.
“Nombramos delegados y armamos equipos de trabajo para poner los postes, instalar la luz, colocar los caños de agua y hacer las cloacas”, explica José. “Como mucha gente trabaja en la construcción, no nos resultó difícil”. ¿Hicieron todos juntos el tendido de los servicios públicos? “No, cada uno por su parte, para sus compañeros. Pero varía, no hay una regla fija, a veces también hacemos tramos en común”. Sara da un ejemplo: “Nosotros hacemos bastantes cosas con los Autoconvocados”. ¿Se juntan por afinidad ideológica? “No, más bien porque estamos cerca en el terreno, uno al lado del otro”.
 
Aprender otra cosa
José tiene 29 años, es maestro de 7º grado y representa un punto de cruce de las dos culturas: nació en Potosí pero vive en Argentina desde los 3 años. Siendo boliviano, tiene mucho de argentino, y siendo de izquierda tiene poco de la izquierda tradicional. Estuvo en la organización de la toma desde el principio. “Milito las 24 horas”, dice.
¿Por qué?
Porque me gusta.
¿Cómo empezaste?
Cuando estaba haciendo el secundario y en los colegios se hicieron protestas; ocupamos las escuelas contra la Ley Federal de Educación.
 
Ya en esa época prefería mantener distancia con ciertas formas de hacer política de la izquierda argentina. “Las escuelas estaban llenas de partidos políticos, hubo mucha discusión sobre si debían estar en el centro estudiantil porque venían y te cooptaban el espacio. Eso es algo que me quedó marcado, creo que por eso nunca milité en un partido. La modalidad de avasallar, el tema del aparateo, de interponer la bandera antes que el trabajo, la izquierda tradicional está acostumbrada a eso, siempre son las mismas prácticas”. A fines de 2001 creó con unos amigos la asamblea de Lugano. “Ibamos caminando por la plaza con tres compañeros y vimos a una mujer golpeando una cacerola. Nos enganchamos también nosotros a golpear, esa tarde quedamos en contacto y empezamos a juntarnos en la plaza, a 15 cuadras de acá”. Más tarde armaron una olla popular y una comisión de desocupados que terminó trabajando en la villa con la vivienda. Aquel grupo se transformó en la actual utod.
 
Para José, el 2001 mostró “un caudal de nueva izquierda que podría haber sido una nueva fuerza si se hubiera direccionado para un mismo lado”. Por eso cree que “más que echarle la culpa de lo que no podemos hacer a la cooptación del kirchnerismo deberíamos fijarnos qué cosas hacemos mal nosotros. Rever los vicios que tienen la izquierda y los militantes, porque no vamos a ir muy lejos si la discusión sigue siendo cuánta mercadería te saco y cuánto te doy. Y eso es lo que se aprende en los partidos”.
La familia de José también es un símbolo de la riqueza de la tradición que en la toma se resume: “Mi viejo siempre fue albañil y minero, también criaba animales, cultivaba. Mi mamá era ama de casa y luego se hizo albañil para ayudar a mi papá. Es que la primera vez que mi papá toma una obra para poner tejas, las coloca mal y se desespera y se larga a llorar, y ahí llega mi mamá, que justo le llevaba la comida, y comienza a ayudarlo. Así aprendió a ser albañil. Tenía 20 años”.
¿Cómo fue para vos llegar a Argentina?
Muy duro. Recuerdo que me decían “tomatada”. Hice la primaria en La Tablada y la discriminación fue tremenda. Cuando vinimos a Lugano, nos anotamos en la escuela, y ahí si viví el rechazo y la discriminación más fuerte todavía, era como un insulto ser boliviano. Terminé la secundaria y de la terciaria me faltan 15 materias. Me recibí de maestro.
¿Tus papás eran de izquierda?
No, mi papá nunca tuvo experiencia en la militancia. Ahora, por los hijos, tiene lectura y es crítico en un montón de cosas, se pudo armar una identidad, no sé si de izquierda, pero sí de crítica. Y eso se dio por influencia de los hijos.
Para vos como militante ¿qué significa decir que sos de izquierda?
Yo milito las 24 horas porque me apasiona esto y lo veo necesario. Pero para mí la militancia es enseñarle a leer a mi mamá. Siempre hablamos de la izquierda cuando nos referimos a los partidos políticos, pero hoy surgieron nuevas posiciones políticas, nuevas formas de pensar: el horizontalismo, el trabajo de base, la discusión asamblearia, la formación de los compañeros para que tomen decisiones, para que se construya un poder real de los vecinos de la toma; son formas de construcción diferentes a las de la izquierda tradicional.
 
En la villa 20, sin embargo, pudieron hacer otra cosa. ¿Por qué? Todos dicen que porque hay un trabajo concreto para hacer, cosas puntuales que solucionar. “Esto es un caso particular, porque estamos construyendo”, marca José. Guillermo, del po, escucha la pregunta y alza los hombros como indicando un misterio: “Me parece que es porque pensamos más en lo reivindicativo y convivimos. Y eso que acá la mayoría de los otros movimientos son ´antipolo´, ya sea porque nosotros nos ponemos rígidos o porque ellos se ponen prejuiciosos”. En el fol, Joaquín alude a que nadie compite para ver quién es más de izquierda. “Al menos para nosotros, la discusión sobre si somos de izquierda no es lo central. Es un tema casi académico, ¿no?”
En una de los lotes cercanos al cementerio de autos Nicolás –57 años– se asoma con un bebé en brazos. Salteño, tuvo una vida de nómade según dónde consiguiera trabajo. Pasó incluso cinco años en la zona rural de Santa Cruz de la Sierra. “Me había ido con los del mst (el Movimiento Sin Tierra). Nos organizamos del lado argentino y pasamos para allá para la toma. Era todo más duro, con armas en lugar de palos”. Ahora está en uno de los grupos de albañiles que se ocupan de hacer la red de agua potable. “Ya casi está terminada”, informa con modestia.
En el pasillo, dos hombres colocan un desagüe en el piso: es la línea de las futuras cloacas. “En unos días ya van a estar”, contestan cuando una de nosotras les pregunta. Aunque la policía no haya retirado el camión hidrante ni los celulares, en el barrio se ve una decisión de confiar en el futuro. A veces la fe puede llegar de arriba, pero acá parece ser algo que emerge. O se construye: “Creo que no nos van a sacar, porque ya hicimos mucho”, suspira Mónica.
En las últimas elecciones de la villa armaron una lista única y les disputaron el poder a los punteros que la manejan hace décadas. Uno de sus misteriosos efectos parece haber sido el aumento de los robos. Ahora patrullan la toma con grupos de vigilancia que se turnan las 24 horas, para avisar si circulan caras extrañas. Entre policías y ladrones, así llegaron a las puertas del verano. De las promesas del plan de urbanización todavía no hay noticias. En los lotes las casas se siguen construyendo, una pared de ladrillos reemplaza a las bolsas de nylon, en otra ponen una ventana donde antes había un pedazo de cartón. ¿Es porque están seguros de que van a poder quedarse? Mónica sonríe y nos regala una lección de rebeldía: “Siempre es mejor pensar que todo va a salir bien”.

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Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

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La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

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Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

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También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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