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Tortas y política: la generación que pone el dedo en la llaga

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Una nueva generación nos muestra en el espacio público otra forma de relacionarse y con eso provoca una serie de reacciones sociales, institucionales y judiciales. Están organizadas, saben lo que quieren y cómo. Toman su identidad lésbica como una cuestión política y no sólo sexual. ¿Qué nos están proponiendo pensar? 
1. “Y ahora que estamos juntas y ahora que sí nos ven”, canta una ronda bajo una gran bandera color verde que dice: Libertad para Higui. Asamblea Lésbica Permanente. Y la palabra “permanente”, flamea en el aire y rompe con una época en la que nada lo es.
¿Cuándo cantan? El 7 de marzo. Día de la Visibilidad Lésbica en homenaje y reclamo al asesinato lesbofóbico de la “Pepa” Gaitán.
¿Dónde cantan? En un festival en la Plaza de Retiro frente a la estación de tren. Y en horario pico: las siete de la tarde de un martes.
¿Para qué cantan?  “Para que nos vean”, va a decir Ana Carolina artista, lesbiana y una de las participantes de la Asamblea desde el día cero.
La Asamblea Lésbica tiene solamente alrededor de diez encuentros en su historia. Y tiene más acciones y movilizaciones en esa historia que encuentros de debate. Es un espacio que surge de la urgencia y lleva como una de sus banderas la furia. Furia que las chicas reconocen heredera de la “Furia Trava”. Furia que surge de una violación de diez hombres a una lesbiana. Y de la injusticia de que la que está presa es ella.
La Asamblea Lésbica es un reflejo de la frase de María Galindo “juntas, revueltas y hermanadas”. Hay lesbianas sindicalistas, peronistas y de izquierda. Lesbianas artistas, médicas y docentes. Hay lesbianas chongas y femeninas. Lesbianas bisexuales y transtortas.
¿Qué une la diversidad?  La mayoría de las integrantes son subtreinta. Todas juntas se animan a ganar las calles, ponerse en tetas, hacer pintadas, realizar performances  y  gritar en contra los abusos y femicidios, y a favor del aborto legal.
“La mayoría somos militantes del lesbianismo. Somos feministas pero creo que primero somos lesbianas como  identidad política más allá de lo que decidamos hacer con nuestra vida sexual afectiva”, dice Cammila Gómez Grandolli, actriz de 28 años y una de las detenidas por las pintadas para convocar al #8M.  
“Hoy nos dispara tomar la calle, generar comunidad de los diversos movimientos feministas, de mujeres, y llevar todos estos reclamos. Estamos en estado de alerta y frente a cualquier ofensiva contra personas del colectivo se sale a la calle. Hay una necesidad”, va a arriesgar Marina médica generalista de 29 años cuyas tetas, junto con las de su pareja y amigas, originaron la primer reacción grupal de la Asamblea: el #Tetazo. 

Tortas y política: la generación que pone el dedo en la llaga

Ana Carolina por Lina Etchesuri


2. Un par de tetas revolucionaron las playas, las redes sociales y el Obelisco unas semanas antes del 8M.  No era la primera vez que Marina tomaba sol en la playa. Es nacida y criada en Necochea y es la forma que elige para tomar sol. “Yo elijo no decirle topless porque significa falta de top y yo estaba como estoy siempre”, dice Marina y señala que en esa playa a ella no le faltaba nada.  No opinaron lo mismo los seis patrulleros y veinte policías que quisieron llevarlas detenidas por exhibicionistas. La escena terminó bien gracias a un acto de valentía extrema de su mamá que a los 59 años se sacó el corpiño por primera vez frente a los veinte policías para que no se lleven a su hija. Las chicas filmaron la injusticia.  El video se viralizó en las redes bajo el título “Tetas sin sol” y una semana después había una generación de jóvenes cortando la Avenida 9 de julio para enseñarle a las fuerzas policiales a respetar el cuerpo de las mujeres.  
Si lo hacen siempre, ¿Por qué esta vez las vieron? Marina arriesga que eran cinco minas en tetas, que algunas se estaban besando públicamente entre ellas y que estaban preparando carteles para la marcha del orgullo que decían cosas como: chucha con chucha esa es la lucha. “No sé si fueron los carteles pero estoy segura de que nuestra presencia incomodaba. Seguramente no tuvo que ver solamente con las tetas.”
Marina es médica. Logró formarse de la forma más contra hegemónica posible dentro de la medicina conservadora y feliz cuenta que trabaja en un centro de salud al lado de la Villa 1-11-14, que lo hace desde el enfoque de derechos humanos y con perspectiva de género y que eso le permite realizar prevención en salud sexual y practicar abortos legales.
Con esa mirada joven y profesional, Marina piensa el movimiento lésbico que estuvo junto a ellas en su reclamo: “Me sentí acompañada. Entiendo que parte de esa militancia también es por el placer. No someterte a las formas hegemónicas o normatizadas de tener relaciones sexuales y llevar nuestros cuerpos que muchas veces no son placenteras. Con más o menos visibilidad, las lesbianas siempre estuvimos en los movimientos feministas. Siempre hicimos un aporte y crítica al propio movimiento de la homogeneidad de las mujeres, como si todas fuéramos lo mismo. La crítica al heterosexismo obligatorio. Las lesbianas en general no somos indiferentes al mundo ni a los sistemas de opresión, sobre todo al sistema sexo genérico y creo que por eso la mayoría participamos de todos los frentes posibles de la lucha feminista. Lamentablemente no siempre ocurre lo contrario.” En el Tetazo sì ocurrió. Fueron trescientas, cuatrocientas, quinientas, muchas y muy jóvenes mujeres,  dispuestas  a cambiar lo establecido como cuerpo normal.
Tortas y política: la generación que pone el dedo en la llaga

Julieta Laso por Lina Etchesuri


3. No fue la última vez que la policía exageró sus medidas de fuerza hacia las mujeres. A las pocas semanas, volvieron a rodear con seis patrulleros y dos motos a seis chicas de veintitantos por un motivo que no era delito. Esta vez la geografía fue Almagro y la excusa, pintadas. Las chicas son militantes feministas y  ejercían su derecho a manifestarse y convocar al Paro Internacional de Mujeres.  Cinco hombres de alrededor de 50 años comenzaron a seguirlas, dieron la voz de alto y las zamarrearon  hasta que llegó la policía. “La situación que tenía la policía enfrente eran ellos diciendo que nosotras pintamos una pared y nosotras diciendo que ellos nos venían gritando y acosando por la calle. ¿A quién escucharon?”, dice Cammila que deja esa pregunta en el aire sin respuesta porque la sabemos todas y agrega: “El policía que llamó al Fiscal se indginó cuando los hombres le dijeron que habíamos escrito: lesbianizate.  Y nos hizo saber que estaba indignado. Ni siquiera le importaba saber si era verdad o mentira, por eso, denunciamos lesboodio”
Allí se pudo ver en acción la fortaleza que esta red tejida en forma de Asamblea. Se dio lugar  una estrategia tan política como humana y tan histórica como nueva: las chicas se convocaron por redes sociales y no se movieron de enfrente de la comisaría ni de la fiscalía hasta que no vieron salir a las pibas sanas y salvas. Afuera fue una fiesta: canciones, gritos, platillos. No dejaron de gritar hasta que abrazaron a sus compañeras. No es esta la única muestra de que las lesbianas están organizadas y plantean críticas fuertes y nuevas  prácticas al interior de los sindicatos y espacios políticos a los que pertenecen. Laura Safo es parte de SITRAJU (Sindicato de Trabajadores Judiciales) y desde ese espacio intenta articular su activismo lésbico con el sindical. Desde que se sumó a la Asamblea Laura plantea en los plenarios trabajar temas como: Libertad para Higui e ir a apoyar el tetazo. Y siente que es escuchada porque es un espacio nuevo con mayoría de militantes jóvenes. “Para mí esa confianza que logramos en la Asamblea en tan poco tiempo tiene que ver con cierto continuum lésbico entre las lesbianas que circulamos por los mismos espacios de militancia feminista y LGBT. Llega un momento que ya nos conocemos todas con todas y aunque discutamos podemos construir juntas. Hay algo que es más fuerte”
Cammila milita en espacio kirchnerista como su espacio orgánico y Marina fue militante de izquierda. Ambas plantean que hay una práctica y una forma de organizarse en la Asamblea que trasciende esos espacios. Todas las entrevistadas entienden que la identidad lésbica no sólo desarma estructuras adentro del propio feminismo sino en sus propios espacios políticos convencionales.
Gelda Abramovich de Sipreba (Sindicato de prensa) plantea que “la torta hincha pelotas”  es un lugar empoderante y genera muchas cosas adentro de los sindicatos y arriesga una mirada de por qué pueden poner más en cuestión las convenciones: “Siempre hay una cuestión cuando sos mujer que trae debilidad que es que dicen: podés discutir todo lo que quieras pero después vas a garchar con ellos. Como lesbiana, en el ámbito público puedo discutir un montón de cosas justamente porque  no busco agradarles.  Esa es la mentalidad horrible de chongo heterosexual que aunque sea super progre, es a la que más le hacemos ruido con nuestra identidad”.
Tortas y política: la generación que pone el dedo en la llaga

Cammila Grandoli por Lina Etchesuri


4. El 9 de mazo Laura Arnés presentó su tercer libro “Ficciones lesbianas. Literatura y afectos en la cultura argentina” editado por Madreselva. Estaba reventada, se recuerda. No había dormido ni salido del todo del estado de shock. La noche anterior, luego de la histórica movilización por el Paro Internacional de Mujeres, fue una de las diecinueve personas detenidas por efectivos de la Policía de la Ciudad y policías de civil. Después de ser liberada participó de la conferencia de prensa en el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). Desde ahí fue directo al Auditorio-Bar de La Tribu. Es Doctora en Letras, investigadora del instituto interdisciplinario de Estudios de Género (UBA) y del CONICET y docente –también en la UBA- del seminario de sexualidades disidentes y literatura pero aclara que nunca se inscribió solamente en la teoría. El activismo y el trabajo académico siempre convivieron turnándose las intensidades uno con el otro: “este último año había estado poco en la calle y más en los libros”.
En su libro Laura escribe: “La literatura es un dispositivo político donde se modulan múltiples distribuciones de lo que afecta a nuestros mundos sensibles, un espacio privilegiado en el cual se ensayan formas posibles (probables o improbables) de la vida en común y en donde, como consecuencia, se estrenan nuevas relaciones entre los cuerpos”. Decide entonces recorrer la literatura argentina de los últimos 100 años en búsqueda de lo que llama ficciones lesbianas: “afectividades disidentes que aparecen en nuestra literatura sin mostrarse necesariamente como lesbianas”. ¿Por qué? Porque sabe que desde la ficción se pueden construir trincheras. ¿Cómo se vincula el libro y la cacería post movilización? Laura propone pensar cómo funcionan las ficciones de nuestra cultura, aquellas que describe como “las ficciones que nos construyen y que le dan forma a nuestros cuerpos” Analiza: “por ejemplo: ¿qué pasó el otro día con la razzia? Hay hipótesis que dicen que parecíamos lesbianas. Yo no soy lesbiana, soy bisexual, y las dos chicas que estaban conmigo también. Teníamos remeras que lo decían además. La pregunta es: ¿Efectivamente hay una fisonomía que se corresponde con una identidad o con un deseo?”, y sigue: “La representación tiene sus límites y va generando constantemente ficciones sobre los cuerpos y sobre los usos de los cuerpos. Es lo interesante: todo el tiempo las que activamos, y las que procuramos visibilizar como hecho político, lo que tenemos que hacer es crear una imagen y después romper con esa imagen y crear otra. Yo trabajo con lesbiana como catacrecis, una palabra que siempre tiene el significado desplazado, vos nunca sabes del todo que estás diciendo. ¿Cómo definimos lesbiana? Cargar de significado la palabra es muy complejo y sin embargo parece que el afuera tiene muy claro qué somos. Ahí entra la ficción, la ficción lesbiana de los otros sobre nosotras”.
5. Cómo pensamos la visibilidad para pensar la época. Algunas ideas:
La mirada de Ana Carolina: “Si sos invisible tenés la ventaja de que sos menos asible, sobre todo si te quieren asir para violentarte pero al mismo tiempo las lesbianas somos invisibles pero no tanto, somos invisibles cuando se trata de incluirnos, reconocernos, reparar, pero no somos invisibles cuando se trata de señalarnos y decir ‘ahí va la torta, caguémosla a trompadas’. Una lesbiana se hace invisible para los ojos que decodifican los cuerpos o las existencias. Si tu expresión de género o cómo llevas tu ser no se condice con lo que generalmente se decodifica como lesbiana, ahí te invisibilizas también”
Cammila Gómez Grandolli aporta: “La sociedad siempre tiende a etiquetarte. Si vos no te llamas, te llaman de alguna manera y siempre van a elegir leerte como heterosexual. Si vos no te plantas y decís yo siento otra cosa, siempre te van a leer de la forma binaria hombre-mujer heterosexual. Creo que tiene que ver con eso la lucha de visibilizar. La idea es romper con los estereotipos. Para una lesbiana más femenina esa visibilización se hace más complicada porque no te leen de esa manera. Te encara alguien, le decís me gustan las mujeres, y te tiran: no te creo. Lo que estás diciendo no tiene validez porque no tenés la apariencia estereotipada de una lesbiana”
Laura Arnés suma: “Siempre me perturbó mucho la idea de salida del closet. Por qué yo tengo que visibilizarme saliendo del closet, sentando a alguien y confesándole que yo tengo una sexualidad diferente. Veo que mis alumnos no hacen eso. Los de este último año, fueron 40, se mueven en las arenas de la sexualidad con mucha más libertad. La identidad no puede ser explicativa, no puede ser que te digo: soy tal cosa y eso ya te de un saber sobre mí”.
6. “No existe otro territorio posible donde vivir las experiencias que no sea el cuerpo”. Ana Carolina es guionista, actriz y comediante. En el Instituto Vocacional de Arte Manuel José de Labardén, a sus 15 años, empezó todo. Después: escuela de circo, escuela de títeres, cursos de clown. En el 2001 tenía un pasaje para Nueva York, iba a ver stand up, quería saber cómo se hacía, se quedó ocho años haciéndolo ella misma. Desde entonces no paró. “Es una herramienta muy poderosa el humor, la risa, la persona que se ríe le pasa en el cuerpo. Si bien podes bajar línea con el humor, la persona que lo recibe, como se está riendo ese cuerpo que le pertenece, no lo siente como una bajada de línea. Sentís que te reís porque se te ocurrió a vos y eso es poderoso porque puede llegar a transformar”.
En un momento Ana Carolina hablaba mucho en sus shows de ser lesbiana, “lo sentía como una obligación, ahora ya no tanto”. Advierte un buen cambio: “Acá cada vez hay más lesbianas haciendo stand up. Antes había personas homosexuales haciendo stand up pero el chiste era homofóbico, me horrorizaba eso, no entendía qué estaba pasando. Y mujeres haciendo chistes machistas. Ahora creo que eso sucede menos. A mí no me costó hablarlo en el escenario, coincidió con que empecé a decir: soy re lesbiana, me fui a Nueva York a ser lesbiana en paz. Antes de irme yo ya sabía que era lesbiana, pero no lo decía, me hacía la boluda, allá hasta lo empecé a usar para hacer los chistes”.
¿Tiene límite el humor? “El límite para el humor es la falta de risa porque yo puedo decir lo que quiera decir pero si vos no te reís, no es un chiste, es un comentario, una poesía. El limite es la falta de risa y no lo pongo yo”
Tortas y política: la generación que pone el dedo en la llaga

Marina por Lina Etchesuri


7. La Orquesta Típica Fernández Fierro tiene desde hace años voz de mujer: Julieta Laso. Desde ese género musical, muchas veces machista, reflexiona optimista: “Si bien hay muchos tangos maltratadores, hay muchas mujeres cantantes de tango. Es cierto que no es un espacio donde hayan habido muchas compositoras, ni muchas instrumentistas. Donde yo canto, los tangos no son machistas. La cosa está cambiando”. La tarea de pensar nuevos escenarios de realidad posibles le da al arte un papel protagónico, “todo hecho artístico es político indefectiblemente. Así me subo al escenario. El arte tiene que cuestionar siempre, nunca tiene que trabajar para el poder, sea cual sea” El poder patriarcal se enfrenta con un enemigo dispuesto a derrotarlo. ¿Cómo? Julieta dice que no hay recetas. Todo está siempre por crearse. Quizás algún tango retome lo que la calle canta: “Abajo el patriarcado, se va a caer, se va a caer”.
Tortas y política: la generación que pone el dedo en la llaga

Gala y Laura por Lina Ethcesuri


8. Agustina se la conoce como Cumbio, icono de una generación que repensó las formas de comunicarse. Hoy trabaja en Storylab, la productora de Nacho Viale, el nieto de Mirtha Legrand, por lo cual también es parte del equipo que pone al aire lo que la conductora define como mesazas. En la productora lleva adelante los contenidos digitales y está participando de otros pilotos y proyectos. En ese contexto propuso una nota: el caso de Higui. ¿Por qué? “Me hace sentir muy representada y me sorprendía que a la gente le sorprenda que todavía pasen esas cosas”, sigue: “son cosas que personalmente me afectan. Creo que yo tuve mucha suerte, que Cumbio en algún punto me salvó la vida”. Desde ahí insiste en sus ganas de que la pantalla amplíe los posibles que muestra, “muchas cosas que pasan con las lesbianas no son visibles en la televisión, de hecho el caso de Higui se está manejando por las redes sociales y así miles nacionales e internacionales”.
Otras potencias aparecen: las redes sociales, motor exitoso de las últimas convocatorias para salir a la calle, junto a la tecnología que llevamos en la mano: los celulares, crean nuevas formas de comunicación. Cumbio mete en la charla el término influencers y analiza: “hay muchas lesbianas influencers, llegan a un público que muchos no llegan”. Propone un ejercicio: chequear perfil de una chica heterosexual y una lesbiana con muchos más seguidores. Pregunta: ¿Cuál tiene más pauta publicitaria? Contesta: la heterosexual.  ¿Por qué? “Porque las pautas no las manejan adolescentes, no las manejan chicos de mi generación, las grandes marcas las manejan personas que están acostumbradas a publicidad más conservadora: la chica linda, rubia, de dientes blancos casada con el príncipe azul hermoso y teniendo muchos hijos. No se adaptan todavía. Prefieren poner su publicidad en esa chica aunque tenga 20 mil y no en una chica que llega a 500mil chicos pero es lesbiana, tiene novia y no tienen hijo”
Y cuenta una experiencia propia reciente: la llamaron para ofrecerle hacer un canal de YouTube. Contesto que sí, que lo haría con su novia, también influencer. “Una de las primeras cosas que me dijo el productor: tantos videos con novia no porque eso después hay que venderlo, para que sirva no puede ser todo el tiempo videos con novia. No porque me discriminara, sino que tiene presente lo que las marcas buscan. Creo que eso va a ser así por mucho tiempo, va a ir cambiando de a poco pero va a llevar tiempo. Lo bueno es que internet es un poco más flexible y tenés una apertura para elegir tremenda”.
9. Los medios hegemónicos y las marcas son insensibles para identificar cómo habla la época. ¿Y el mercado? Ana Carolina propone su mirada: el mercado de todo se apropia: “Antes la sexualidad diversa era una disidencia que implicaba un sesgo anticapitalista, antipatriarcal. El capitalismo todo lo fagocita: de todo se apropia, por eso todo el tiempo hay que cambiar no en el sentido de ‘Cambiemos’, sino de mutar. El mercado se apropió de las sexualidades diversas, ya somos parte, antes éramos excluidos, parias. Al empezar a visibilizarnos, el mercado dijo pará, apropiémonos de esto, es marketing para nosotros, turismo. No vas a poder jamás esconderte del mercado, lamentablemente, incluso si sos quien se va a vivir al bosque, una loca que vive ahí y se deja crecer todos los pelos, el mercado va a encontrar la forma de apropiarse o te va a excluir al plano de lo imposible y te va a invisibilizar. Entonces me parece que esta ebullición: ahora somos más o más visibles, estamos más aceptadas, o todas tenemos una amiga lesbiana, para mí está muy ligado a que el capitalismo se está apropiando de nosotras”
Un mercado que de todo se apropia no garantiza que el sistema permita que ese todo se vea. “Muchas veces me dicen ‘¿para cuándo una lesbiana en la televisión?’, y cuando la haya va a ser un estereotipo nefasto. ¿Para cuándo una travesti en la televisión? Si, Flor de la V, que su anhelo es casarse con vestido blanco y tener hijos. Reivindico que ella pueda hacer lo que quiera y por otro lado me entristece que quien está ahí siendo  para el público sea alguien que quiere casarse y tener hijos. Que oportunidad que se diluyó, el sistema no va a permitir que llegue ahí alguien disidente”.
Tortas y política: la generación que pone el dedo en la llaga10. Algo es real: en las calles se están creando nuevos mundos. Los protagonistas son los cuerpos proponiendo repensar todo, porque este todo en el que vivimos está anacrónico y caduco.
Ana Carolina, desde el entusiasmo que le genera la Asamblea Lésbica Permanente propone que deberían ser bailables, con masajes incluídos, “sindicato social sensible que no puede esperar. Todo lo raro suma, porque te obliga a detenerte y pensar. Eso es un montón, sino lo das por sentado y ahí se genera la norma. Lo normal es sospechoso”.
Lo sensible es político, también lo es el placer.
Y aunque planteen no sólo a través de la sexualidad diversa se va a cambiar el mundo, todas sostienen que ejercer el lesbianismo tiene ciertas características que son disruptivas del heteropatriarcado capitalista:
No van a tener hijos a menos que realmente eso quieran.
Prescinden  de la categoría hombre.
Su sexo no tiene nada que ver con la reproducción.
Esta generación plantea que son prácticas que podrían compartir otros sectores de la población. Son jóvenes que sostienen que se puede lesbianizar la vida disfrutando del sexo no para reproducirte, prescindir del hombre en cuanto proveedor de la mujer, jefe de familia, quien toma las decisiones, quien sale a la calle y enfrenta el mundo.
¿Qué pasaría si todes lesbianizamos un poco nuestro devenir? Podría ser transformador, arriesgan.

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La historia de las Madres de Plaza de Mayo: Érase una vez 14 mujeres…

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Se cumplen hoy 47 años de la primera aparición de las Madres en la Plaza de Mayo. La fecha llega en un momento en el que lavaca ha puesto en marcha un registro fotográfico colaborativo sobre las actuales rondas de Madres: una forma de homenaje, sabiendo que la memoria no es hablar del pasado, sino comprenderlo para actuar en el presente y el futuro.

Esta es una recorrida entonces, con un resumen del antes, el durante y el después de la instauración del terrorismo de Estado. Cuenta el nacimiento de la organización de estas mujeres que salieron a reclamar por la vida y, frente al horror y la desaparición de sus hijos e hijas, y lograron lo que parecía inconcebible: transformar el dolor en acción. ¿Cómo lo hicieron? Un recorrido por las últimas décadas, y algunas cuestiones prácticas sobre los tejidos, los territorios, las brujas y los alumbramientos. El video que muestra parte de la historia.

Por Sergio Ciancaglini

La historia de las Madres de Plaza de Mayo: Érase una vez 14 mujeres…
La historia de las Madres de Plaza de Mayo.

Había una vez un país con nombre de mujer, donde la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Y en ese país de nombre plateado, los sueños y la vida tuvieron que aprender cómo enfrentar a los verdugos.

La historia suele ser infinita, ¿cómo contarla?

Habría que hablar de un siglo XX Cambalache, que empezó con el país granero del mundo, con trabajo para pocos, democracia para pocos, dinero para menos, alguna ilusión de tiempos mejores, seguida de décadas infames. Surgió luego un gobierno que generó una expectativa de más justicia, y más democracia. La política empezaba a estar en las calles, en las plazas, en la cabeza y en el corazón de cada persona.

Ese gobierno fue tumbado en 1955 por los poderes económicos, políticos y militares de siempre. Poco antes los golpistas habían bombardeado con la aviación militar a transeúntes inocentes en plaza de Mayo. Más de 300 muertos. Que hubiera más igualdad de oportunidades, o mejor distribución de la riqueza, era una maldición que había que mutilar. Tierra extraña; aquí siempre hubo una envidia al revés. Los ricos envidiaron a los pobres, odiaron que los pobres pudiesen mejorar.

En 1956 aquella dictadura fue pionera: secuestró ilegalmente a decenas de personas acusándolas de planear una rebelión. Los militares ordenaron los fusilamientos en los basurales de José León Suárez. Fue la Operación Masacre, como la llamó Rodolfo Walsh en un libro inolvidable. Lo que nadie sabía, ni siquiera Walsh, es que la Operación Masacre apenas empezaba.

Poco después, en una pequeña isla del Caribe frente a las narices de los Estados Unidos, hubo una revolución que se proclamó socialista. Los militares argentinos temieron que esa revolución fuese contagiosa, y gatillaron sus armas junto a los de todo el continente.

Siguieron los tiempos de proscripción política, censura, gobiernos civiles derrocados, gobiernos militares que se iban tumbando entre ellos, mientras las fuerzas armadas actuaban como tropas de ocupación en su propio país, como trincheras contra la democracia, en nombre de la lucha contra el socialismo.

Frente a eso, crecía la resistencia de quienes que no se resignaban al silencio, la censura, ni al olvido. Resistían los mayores, con una especie de nostalgia por el pasado. Y resistían también los jóvenes, como añorando el futuro, pero un futuro que querían construir con sus propias manos.

El surgimiento de las Madres de Plaza de Mayo

Un argentino que había puesto la mente y el corazón para aquella revolución en la isla del Caribe, fue capturado y fusilado cuando quiso hacer algo parecido en Bolivia. Le decían Che. Los que lo mataron no sabían que lo estaban inmortalizando. El mundo se ponía violento. En todo el planeta oleadas de jóvenes salían a reclamar justicia, igualdad, rechazo a la guerra y la muerte, un mundo distinto.

En la Argentina las dictaduras seguían tropezando con las resistencias. Hubo un Cordobazo, un Rosariazo, la juventud se movilizaba pintando paredes y pintando proyectos. La democracia seguía presa. La violencia militar seguía libre. Nacieron las organizaciones guerrilleras, que quisieron agregarle armas a toda esa resistencia.

Tal vez esta historia haya que comenzarla, entonces, en 1972. El 22 de agosto en Trelew hubo una nueva versión de la Operación Masacre. Allí habían detenido a miembros de varias agrupaciones guerrilleras. Fueron acribillados a balazos, indefensos, con el falso pretexto de un intento fuga. Mataron a 16. Hubo tres que sobrevivieron por milagro, y contaron lo que había pasado. Tal vez en aquel momento, cuando el crimen fue evidente, los estrategas militares empezaron a diseñar la represión del futuro: matar sin evidencias.

Las movilizaciones protagonizadas fundamentalmente por la juventud, empezaban a ser gigantescas. La trinchera militar no soportó la correntada de tantos sueños, y en 1973 la vida pareció cambiar. Una multitud obligó a liberar a los presos políticos. La ilusión no duró demasiado.

Fue una danza alucinada.

Cámpora ganó las elecciones. Volvió Perón. En Ezeiza las patotas de la derecha peronista acribillaron a las columnas juveniles. Perón apoyó a esos grupos, contra la juventud. Cayó Cámpora. Asumió Lastiri que era el yerno de José López Rega. López Rega era ex policía, nazi militante, secretario privado de Perón, ministro de Bienestar Social, y astrólogo esotérico. Como si su brujería funcionara, concentró cada vez más poder. Lastiri llamó a nuevas elecciones que ganó Perón. Ocho meses después, murió Perón y asumió su esposa Isabel. La sociedad miraba aturdida, mientras el sistema de la muerte se instalaba alrededor de López Rega, que organizó a los matones policiales, militares y a las patotas de la derecha, para crear un monstruo al que llamaron Triple A. Alianza Anticomunista Argentina.

La Triple A era un escuadrón de la muerte, un grupo paramilitar con vía libre para salir a matar. Estudiantes, intelectuales, sacerdotes, artistas, sindicalistas, obreros: la sucesión de fusilamientos se hizo cotidiana, el terror empezó a ser la genética de cada día.
La lista es macabra. Cientos de víctimas. Por recordar algunos: Rodolfo Ortega Peña, diputado nacional y abogado de presos políticos. Carlos Mujica, sacerdote del Tercer Mundo, Silvio Frondizi, uno de los principales intelectuales que dio la izquierda argentina, Julio Troxler, que había sobrevivido a los fusilamientos de 1956. Atilio López, uno de los dirigentes del Cordobazo, que durante la breve etapa camporista fue vicegobernador de Córdoba.

Los bombardeos en Plaza de Mayo y la matanza en los basurales habían sido premoniciones.
Los fusilamientos de Trelew fueron una secuela.

La Triple A fue el perfeccionamiento del crimen mafioso.

El terrorismo de Estado y la desaparición forzada

Pero ahora imaginemos.

Imaginemos por un momento que hubiera miles de masacres como las de los basurales de José León Suárez. Imaginemos que hubiera de pronto miles de fusilamientos como los Trelew. Y miles de Triple A matando por las calles con absoluta impunidad.

Eso fue la dictadura militar, cuando los militares dieron el golpe de Estado para imponer la máquina de matar corregida y aumentada al infinito. Fue hace exactamente 30 años. Le pusieron un nombre que sería cómico, si no fuera tan patético. Proceso de Reorganización Nacional. El comunicado número uno que emitieron decía:

Se comunica a la población que, a partir de la fecha, el país se encuentra bajo el control operacional de la Junta de Comandantes Generales de las FF.AA. Se recomienda a todos los habitantes el estricto acatamiento a las disposiciones y directivas que emanen de autoridad militar, de seguridad o policial, así como extremar el cuidado en evitar acciones y actitudes individuales o de grupo que puedan exigir la intervención drástica del personal en operaciones.

Más que nunca, la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Pero esta vez, además, inventaron una especie de acto de magia superior a los de López Rega. La magia más perversa que alguien pueda imaginar.

No más bombardeos, ni basurales, ni fusilamientos en cárceles, ni homicidios mafiosos a la luz del día.

Los perseguidos, las víctimas, iban a desaparecer.

No iban a estar más: secuestrados y esfumados de la noche a la mañana.

Los militares creían que al no haber cuerpos, al no haber pruebas ni quedar en evidencia, nadie podría acusarlos de crimen alguno.

Eso es el terrorismo de Estado. Las Fuerzas Armadas se dedicaron a la muerte clandestina, mientras en público sus jefes iban a misa a ser bendecidos, a comulgar, y a la salida sonreían. En sus discursos hablaban de la ley, el orden, la paz y el progreso.

Empezó la cacería. Zonas liberadas, gritos en la noche, secuestros de gente indefensa, la absoluta desaparición de la justicia.

Hay bibliotecas enteras que podrían leerse para entender lo que pasó. Pero hay también una carta. Apenas un año después del golpe Rodolfo Walsh –otra vez- escribió en la clandestinidad su Carta abierta a la Junta Militar, donde explicó lo que nadie se atrevía a decir.

Hablaba de un lago cordobés convertido en cementerio lacustre. De personas arrojadas desde aviones militares al Río de la Plata, cuyos cadáveres afloraban en las costas uruguayas. Denunciaba un sistema de tortura absoluta, intemporal y metafísica, aplicada tanto con métodos medievales como el potro o el torno, como con la tecnología de la picana eléctrica, para machacar la sustancia humana. Hablaba de las guarniciones y comisarías convertidas en campos de concentración. De las mentes perturbadas de los militares que torturaban. Decía, apenas un año después del golpe y en medio de la censura y el terror: “Quince mil desaparecidos y desaparecidas, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror”.

Pero hay otro párrafo, que cada día se entiende mejor. Le decía a los militares:”Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”.

Ahí estaba la clave para entender el crimen: la miseria planificada.

Walsh fechó esa carta el 24 de marzo de 1977, distribuyó varias copias, y un día después fue secuestrado por los militares.

Nunca más se supo de él.

Es otro desaparecido.

Érase una vez 14 mujeres: La historia de las Madres de Plaza de Mayo

En esa noche, hubo un parto.

En medio de la oscuridad, un alumbramiento.

Nació una historia.

Muchas madres y padres salieron a buscar a sus hijos. Salieron de sus casas, salieron del útero de su rutina habitual a enfrentar al aparato represivo más imponente de la historia del país. Llevaban impresas en la piel la desesperación y el amor, y de allí les nació el coraje. Recorrieron hospitales, caminaron juzgados, se atrevieron a ir a comisarías y cuarteles. Buscaron a las morgues. Nadie sabía nada. La ley del silencio. Cada día era la esperanza de una noticia. Cada noche era la frustración del silencio.

Los padres varones, de a poco, volvieron a sus trabajos.

La mayoría de las madres eran amas de casa: tenían intacto el tiempo y la sensación de que no había otra cosa que hacer que dedicar cada hora, cada minuto y cada segundo de vida a la búsqueda.

Estaban solas, moviéndose, preguntando inútilmente, aturdidas por tanto silencio. De a poco, empezaron a cruzarse por los mismos laberintos, a reconocerse y a descubrir que había otras que compartían esa especie de señal que cada una llevaba como un código secreto en la mirada: la desesperación y la incertidumbre.

Ese fue un primer triunfo contra el aislamiento. Comenzaron a encontrarse, reunirse, acompañarse. Estar juntas fue el modo de escaparle al terror de estar solas. Pero fue mucho más que eso.

Un día, esas mujeres se descubrieron a sí mismas en una iglesia militar, donde un cura psicópata les recomendaba santa paciencia y las confundía con rumores, insinuaciones y desinformaciones. Intuición femenina: les estaban mintiendo sistemáticamente, nadie hacía nada por salvar a sus hijos.

Una de esas mujeres dijo: Basta.

Y dijo: tenemos que ir a la Plaza de Mayo, tenemos que hacer ver y oír lo que nos pasa. Era una mujer con nombre de flor.

Y ese grupo de mujeres decidió que Azucena Villaflor tenía razón: su lugar sería la Plaza de Mayo.

La plaza sería el territorio de estas madres.

No tenían oficina, pero habían encontrado un lugar espacioso, aireado, iluminado y muy céntrico.

No tenían sillones mullidos, pero había bancos de plaza.

No había escritorios, pero tenían las faldas para apoyar allí las carpetas, expedientes, cuadernos o que hiciera falta.

No tenían alfombras, sólo baldosas y unas palomas revoloteando.

No tenían recepción, pero podían verse de lejos mientras iban llegando. No tenían teléfonos, pero se pasaban papelitos con mensajes, informes, o futuros puntos de encuentro.
Ocultaban esos mensajes en ovillos de lana, por si la policía o los militares se les cruzaban en el camino.

No querían que las descubrieran. Ya que tenían los ovillos, llevaban agujas y tejían en la plaza, mientras iban pasándose información, inventando qué hacer, cómo buscar, cómo evitar la impotencia de no hacer nada. Penélope tejía esperando el regreso de su marido. Ellas tejían juntas las acciones para buscar a sus hijos y denunciar lo que estaba pasando.

La primera vez fue el sábado 30 de abril de 1977. Eran sólo 14 en la Plaza de Mayo. Como no había casi nadie, decidieron volver el viernes siguiente. Después, una de las madres avisó, como atajándose de los malos augurios: “Viernes es día de brujas”. A la semana siguiente empezaron a encontrarse los jueves, el día que nunca más abandonarían, para escaparle a las brujas.

La policía empezó a desconfiar. Por el Estado de Sitio, se impedía cualquier reunión de tres personas o más, por ser potencialmente subversiva.

Para decir la verdad, en este caso tenían razón: buscar la vida era subversivo. Como pájaros de uniforme, los policías empezaron a revolotear alrededor esas mujeres que hablaban y tejían de los asientos de la plaza. Ordenaron: “Caminen, circulen, no se pueden quedar acá”. Ellas se pusieron a caminar y a circular alrededor del monumento a Belgrano, en sentido contrario a las agujas del reloj: como rebelándose contra cada minuto sin sus hijos.

Marchaban, cada jueves, en las narices del gobierno dictatorial más temible. La plaza ya era el territorio de las Madres.

Algunos periodistas extranjeros descubrieron esas raras vueltas y vueltas. Consultaron a los militares. Les contestaron que eran unas mujeres trastornadas, unas Madres Locas que andaban buscando a gente que no estaba en ningún lado. Gran parte de la sociedad prefería no darse por enterada. La censura bloqueaba orejas, cerebros y corazones. Las madres locas eran las únicas que parecían cuerdas, tejiendo y circulando al revés que las agujas del reloj.

En octubre de 1977 se sumaron a la peregrinación a Luján, que congregaba a un millón de jóvenes. El problema era cómo encontrarse y reconocerse en la multitud. Alguien propuso que todas se pusieran un pañuelo del mismo color. Lo del color era un problema, pero entonces una de las madres tuvo una ocurrencia: ¿Por qué no nos ponemos un pañal de nuestros hijos? No existían los pañales descartables y la mayoría de las madres todavía guardaba los de tela, tal vez pensando en los nietos.

Frente a la Basílica, reclamaron y rezaron por los desaparecidos y desaparecidas. Todos los que estuvieron pudieron verlas, identificadas con los pañales blancos en sus cabezas. Poco después hubo una marcha de los organismos de derechos humanos, que terminó con 300 personas detenidas, incluidos –por error- varios periodistas extranjeros. Gracias a tanta eficiencia, el mundo empezaba a enterarse de lo que ocurría. En la comisaría las Madres rezaban Padrenuestros y Avemarías. Los policías no se atrevían a incomodar a mujeres tan devotas. Entre rezo y rezo, haciendo cruces, miraban a los uniformados, les decían “asesinos”, y seguían rezando. Amén.

El hecho de reunirse, romper el aislamiento, buscar a sus hijos, se convirtió en sí mismo en un delito. Diciembre de 1977, un oficial de la marina que se hacía pasar por hermano de un desaparecido organizó el secuestro y desaparición de tres de las madres, dos monjas francesas y otros familiares y amigos. Así era el coraje militar.

Las madres estaban organizando la colecta para publicar una solicitada el 10 de diciembre, denunciando las desapariciones.

El 8 de diciembre secuestraron a Esther Careaga y a Mary Ponce de Bianco en la Iglesia de Santa Cruz, junto a ocho personas más, incluida la monja francesa Alice Domon. Esther era paraguaya. Ya había encontrado a su hija adolescente, a la que los militares habían liberado. Las otras madres le habían pedido que volviera a su casa, que ya no se arriesgara más. Esther no les hizo caso, decidió seguir junto a ellas hasta que encontraran a cada uno de sus hijos.

Dos días después, desapareció la mujer con nombre de flor. El terror de aquellos tiempos superó todo lo imaginable. Desaparecían quienes buscaban a los desaparecidos y desaparecidas. Pero los militares habían sido selectivos: secuestraron a quienes todas siempre consideraron “las tres mejores madres”. Sin Azucena, había que elegir: seguir, esconderse, o volverse a casa. Para las madres no hubo demasiadas dudas: ahora no solo debían buscar a sus hijos e hijas, sino también a sus amigas y compañeras. Lograron sobreponerse a la parálisis y al terror, para seguir su marcha.

Azucena había parido la idea de que las madres se organizaran para nunca más estar solas en su lucha. Y había dicho algo: “Todos los desaparecidos son nuestros hijos”. Así estaba socializó la maternidad, potenció a cada madre y le dio grandeza a cada minuto de resistencia.

Llegó el Mundial 1978. El fútbol tapando de gritos y sonrisas la realidad, mientras a pocas cuadras de la cancha de River seguían torturando gente en la ESMA. El mundial fue oxígeno para los militares: para seguir matando y seguir castigando cada vez a más gente con la miseria planificada. Las madres cambiaron sus lugares y horarios de reunión. No todos los jueves iban a la Plaza, para evitar que las detectaran. Cuando iban, la policía les largaba los perros. Cada una llevaba un diario enroscado para sacarse a los perros de encima, una de las pocas cosas útiles para las que servían los diarios de esa época.

Muchas veces detenían o demoraban a alguna de ellas en las comisarías. Se les ocurrió una idea: cuando una iba presa, se presentaban todas y pedían ir presas ellas también. Los policías veían llegar a decenas y decenas de mujeres que exigían ser encarceladas junto a su compañera. Una vez fueron tantas las que exigieron ser detenidas, que tuvieron que llevarlas en un colectivo de la línea 60.

Madres locas, dirían los policías, que no sabían bien qué hacer: muchas veces las soltaban para sacárselas de encima.

Cuando en la Plaza le pedían documentos a una, todas las demás se acercaban a la policía a entregar también los suyos. Cientos de documentos, cédulas y libretas cívicas, que la policía tenía que verificar. De paso, las madres se quedaban más tiempo en la plaza.

En 1979 llegó al país la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. También el fútbol jugó en contra. El mundial juvenil tenía a todos pendientes de Maradona, y los militares aprovecharon para que relatores de fútbol y periodistas radiales llamaran a la gente a Plaza de Mayo, y que de paso repudiaran a quienes hacían cola para declarar ante la Comisión. Querían mostrar lo que llamaban “la verdadera imagen del país”. Decían: “los desaparecidos algo habrán hecho”, o “por algo será que se los llevaron”. Los hinchas, sin embargo, no molestaron a los que estaban esperando para hacer sus denuncias.

Ya era la época de la plata dulce, la fiesta de las multinacionales, el dólar barato, miles de argentinos gastando en el exterior lo que nunca habían sabido ganarse, gracias a la miseria planificada de millones.

Los diarios y las revistas no sólo censuraban la información para defender su negocio, sino que hacían campañas por los militares: “Los argentinos somos derechos y humanos”. Confirmado: nunca hay que subestimar la estupidez humana, la capacidad de negación, el tamaño de la crueldad.

En ese 1979 hubo otro parto, otro alumbramiento: las Madres decidieron crear la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Si todas estaban en peligro, esa era una forma de mantener la lucha viva. La casualidad, o el destino, determinaron que la asociación fuese creada en una fecha imposible de olvidar: 22 de agosto. Habían pasado siete años de la masacre de Trelew, aunque parecían siete siglos.

Los militares asesinos argentinos inventaron un conflicto contra los militares asesinos de Chile, que a todos les servía para ganar tiempo en el poder. En esos días fue muy próspero el negociado de la fabricación de ataúdes, hasta que el Papa intervino. Secuestros clandestinos y desapariciones en la noche, permitían mirar para otro lado. Guerra abierta entre gobiernos tan vecinos y tan beatos era demasiado. Hasta para el Vaticano. Amén.

Seguían encontrándose en plazas y bares. Para que no las descubrieran cambiaban el nombre. Si iban a ir a Las Violetas, decían Las Rosas. Ellas mismas llevaban en sus carteras las carpetas, las denuncias, los expedientes.

Recién en 1980, gracias a los apoyos internacionales, las Madres pudieron tener una oficina. Pero también ese año decidieron volver a su territorio, la Plaza de Mayo, para nunca más abandonarla.

Fueron un jueves, al jueves siguiente las estaba esperando un escuadrón entero, con las armas gatilladas. Ellas cambiaban el horario, circulaban por donde no las veían. Poco a poco envolvieron a la Pirámide de Mayo con sus marchas que nadie podía detener. Llevaban diarios enroscados. Pronto aprendieron de sus hijos, y llevaban también botellitas de agua y bicarbonato por si las esperaban con gases lacrimógenos. No necesitaban gases para llorar. Pero habían decidido transformar el llanto en acciones.

Los militares eran la rigidez y la violencia. Las madres eran la fluidez y la energía. Los militares y la policía eran la muerte. Los verdugos. Las madres eran la vida.

Se editó el primer boletín de Madres, se iba ganando apoyo afuera y adentro. Los militares llamaron a los viejos políticos a dialogar, como abriendo el paraguas frente a la crisis económica y a su propio desgaste. Pero las Madres estaban simbolizando dónde estaba la verdadera política, y quiénes eran sus nuevos protagonistas. En 1981 lo demostraron retomando la Plaza y haciendo la primera Marcha de la Resistencia. Solas, pocas, pero juntas, resistiendo 24 horas seguidas.

Vinieron épocas de ayunos, de tomas de iglesias y catedrales. Los jóvenes, sobre todo, se conmovían. Nació la consigna “aparición con vida”.

El 30 de abril de 1982, hubo manifestaciones de protesta en Buenos Aires contra la situación económica, la miseria planificada, con la policía reprimiendo a todos. Dos días después, se llenó la Plaza de Mayo para aplaudir a los militares que habían invadido Malvinas, creyendo que así se iban a reciclar en el poder en una especie de brindis perpetuo.

Las Madres dijeron que la guerra era otra mentira. Los militares que secuestraban cobardemente, torturaban clandestinamente y asesinaban tirando cuerpos al río, no podían convertirse de un día para otro en patriotas impecables y valerosos guerreros. Por decir eso, acusaron a las Madres de antinacionales. Ellas inventaron un cartel: “Las Malvinas son argentinas. Los desaparecidos también”. Muchos que acompañaban a las Madres las criticaron: había que estar del lado de la guerra, del lado de los militares. El tiempo mostró quién tenía razón sobre los guerreros, entre ellos el mismo que había delatado a Azucena, Esther y Mary.

La derrota de los militares resucitó la posibilidad de la democracia. Se abrió la multipartidaria, formada por cantidad de partidos y políticos muchos de los cuales, durante los tiempos más duros de la represión, habían sido expertos en el arte de callar.

En 1983 hubo elecciones, Alfonsín llegó a la presidencia, y las madres hicieron la marcha de las siluetas para que nadie olvidara a los ausentes. En los afiches decían que esos hijos e desaparecidas habían luchado por la justicia, la libertad y la dignidad.

El gobierno formó la CONADEP, la comisión nacional para la desaparición de personas. Las madres desconfiaron, no quisieron integrarla. Siempre prefirieron la calle, y no las comisiones. Crearon un periódico, la Asociación iba creciendo y seguía reclamando aparición con vida y castigo a los culpables.

En 1985 Alfonsín las citó, pero luego no las atendió porque tenía que ir al Colón, según la explicación oficial. Las Madres tomaron la Casa Rosada, y se quedaron ahí instaladas como forma de resistencia pacífica. Esas acciones mostraban la grieta entre los discursos sobre los derechos humanos que hacía el gobierno, y la realidad. Y mostraban cómo el protagonismo político se desplazaba de los políticos de museo, a los movimientos generados en la sociedad para enfrentar los problemas tomando las riendas de sus propias decisiones.

Se hizo el juicio a las Juntas, pero sólo hubo dos condenas a prisión perpetua. Las de Videla y Massera. Los otros jefes militares recibieron penas bajas, o fueron absueltos. Las Madres opinaron del siguiente modo: se levantaron y se fueron de la sala de audiencias.

Seguían las acciones, marchas, escraches a los militares en sus casas, viajes y campañas en todo el mundo, la lucha contra las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, La lucha contra las rebeliones de Semana Santa y de los carapintadas, La marcha de las manos, La marcha de los Pañuelos, cuando taparon la casa de gobierno de pañuelos blancos, los premios internacionales.

El apoyo a los conflictos, a las huelgas, a los reprimidos y a los perseguidos.

Empezaban a hacer propia una idea: el otro soy yo.

Las Madres, además de denunciar lo que había ocurrido con sus hijos, hicieron otra cosa: comenzaron a levantar las mismas ideas y sueños por las que esos jóvenes habían luchado.
Por eso sintieron que aún sin estar, sus hijos las estaban pariendo.
Aquellas amas de casa desgarradas por la desesperación, habían logrado transformar el dolor en acción y en pensamiento.

Todas estas luchas se multiplicaron al infinito cuando Menem llegó a la presidencia para perfeccionar, en democracia, la miseria planificada: privatizó el país, regaló el Estado, masificó el desempleo, protegió a toda clase de mafiosos, asesinos y corruptos, y además los puso a gobernar con él. De paso indultó a todos los militares que habían sido condenados.

Hubo más de lo mismo cuando subió De la Rúa, y las madres estuvieron allí, nuevamente en la plaza, el 19 y 20 diciembre, cuando ese gobierno intentó imponer el Estado de Sitio y se dedicó a reprimir a miles y miles de personas hartas de tanta decadencia y de tanta mentira. Nuevamente las plazas se llenaron de balas, y de jóvenes muertos.

La historia reciente es más conocida, las Madres y su universidad llena de jóvenes, de movimiento, de conferencias, de proyectos. Las Madres y su flamante radio, para que se escuche cada cosa que hay que decir. La intervención en cada lucha contra las mafias, contra la miseria, contra la muerte.

Y cada jueves, como siempre, las madres circulando, tejiendo solidaridad, construyendo este territorio de la Plaza para que sea el espacio de todos.

Había una vez un país con nombre de mujer, donde la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Y en ese país de nombre plateado, los sueños y la vida tuvieron que aprender cómo enfrentar a los verdugos. Las madres están dejando esa herencia.

Cómo convertir al dolor, en acción.

La parálisis y el miedo, en lucha.

La desesperación, en coraje.

Las lágrimas, en acciones.

Para acorralar a la muerte, como el primer día:

tejiendo luchas,
haciendo circular los sueños,
y alumbrando la vida.

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4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

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La familia de la joven asesinada en Capilla del Monte volvió a viajar de Buenos Aires a Córdoba para reclamar que se asigne urgentemente un fiscal en la causa y que se investigue su femicidio. Hace 4 años el cuerpo de Cecilia fue encontrado luego de estar 20 días desaparecido; su familia denuncia una trama local que involucra a la última persona que la vio con vida, el ex boxeador Mario Mainardi, jamás investigado, y la complicidad de la justicia de Cruz del Eje, representada por Paula Kelm, que buscó inculpar a un perejil. Gracias a la lucha familiar se logró anular esa línea de investigación, que culminó en un juicio nulo, pero desde entonces no se retomó la instrucción; y pese a que en diciembre se anunció que un nuevo fiscal tomaría la causa, eso no sucedió, y las dilaciones siguen. Crónica de una nueva reunión con promesas y sin hechos, cuando la impunidad se hace cada vez más grande y el reclamo, también: “Verdad y justicia para Cecilia Basaldúa”.

Por Bernardina Rosini

Daniel y Susana, padre y madre de Cecilia Basaldúa ya perdieron la cuenta de las veces que han viajado desde la ciudad de Buenos Aires a Córdoba con el único objetivo de lograr justicia por su hija. Han perdido esa cuenta pero no la cantidad de días que contabiliza la impunidad: 1460, es decir, cuatro años. 

En efecto, hace cuatro años (el 25 de abril de 2020) encontraron el cuerpo de Cecilia Gisela Basaldúa en un codo del Río Calabalumba en Capilla del Monte, luego de veinte días de estar desaparecida. Cuando Daniel y Susana llegaron ayer a los Tribunales en Córdoba Capital, se los ve invadidos por la bronca y el hartazgo. Son cuatro años sin Cecilia y a la par sostienen que las líneas de investigación han sido deliberadamente manipuladas y el material probatorio  de contundencia, ignorado

La última vez que estuvieron parados sobre esa vereda fue el pasado 7 de diciembre, tras reunirse con el Fiscal General Juan Manuel Delgado. Celebraban la noticia: “Tenemos fiscal, vinimos con 3.000 firmas de apoyo pidiendo fiscal y lo tenemos. Es el Nelson Lingua y comienza el 1° de febrero, después de la feria judicial”. Cinco meses después, otra vez viajan 700 kilómetros para golpear la puerta del Palacio de Justicia pues tal designación no sucedió y la causa acumula once meses sin fiscal a cargo de la instrucción.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas
Daniel Basaldúa y Susana Reyes, papá y mamá de Cecilia: viajaron desde Buenos Aires para mantener una reunión y reclamar justicia por su hija.

El baile del fiscal

Mientras los Basaldúa llegaban el 25 de abril nuevamente a Córdoba para pararse frente a Tribunales y exigir justicia, fueron notificados que la Fiscal General Adjunta Bettina Croppi los convocaría a una reunión. 

Antes de ingresar al edificio Daniel comparte la situación actual de la causa “Nos vienen diciendo que no designan fiscal porque falta una firma: me cuesta creerlo. No puedo hacer nada más que venir y reclamar. Hasta ahora la única justicia que logramos fue que no metan preso a un inocente”. 

Hoy le cuesta hablar; tiene un nudo en la garganta y el rostro de su hija estampado sobre el pecho. “Sólo espero que esta investigación vaya tras los verdaderos sospechosos, tras Mario Mainardi, última persona que vio a Cecilia con vida, quien tenía pertenencias de ella y las regaló; la policía y la fiscal Paula Kelm contaban con ésta y más información y nunca lo investigaron. No podemos creer que Mainardi, que dijo trabajar en Uber porque no podía acreditar ingresos, tenga más poder que Diego Concha, quien fue durante décadas Director de Defensa Civil de la provincia y sin embargo hoy está preso”. 

Daniel pasa lista de todos los uniformados que participaron del caso y que hoy se encuentran desplazados, procesados o presos por distintas causas: el común denominador es la violencia de género. 

Mientras las abogadas ingresan junto a los padres de Cecilia a la reunión, afuera les esperan periodistas, agrupaciones feministas, trabajadores de la Secretaría de Derechos Humanos y familiares víctimas de violencia institucional. Repiten el colgado de banderas, los carteles con rostros de otras víctimas, y los cantos que se recitan como mantras: “¡¡Queremos fiscal, queremos fiscal, queremos fiscal!!” y “¡¡Justicia, justicia, justicia!!”.

Al salir, Giselle Videla -una de las abogadas de la familia- comparte lo conversado en la reunión: “Para iniciar nos han pedido disculpas puesto que en noviembre nos dieron la seguridad que tendríamos fiscal apenas finalizada la feria judicial. Como hoy no hay fiscal, y están subrogando fiscales de otros territorios que toman la causa por un plazo corto de tiempo, el avance es mínimo. Nos informaron en relación a esta situación que la designación de Nelson Lingua espera la firma del gobernador, Martín Llaryora. Ahora bien, nos enteramos que será designado como Fiscal reemplazante, y no como Fiscal titular puesto que Lingua no ha rendido el concurso que lo habilita para ese cargo; debe rendirlo ahora y recién en julio- agosto podremos saber si será finalmente el fiscal titular de la causa”. 

Para que se entienda: desde que el tribunal absolviera a Lucas Bustos en julio del 2022 reconociendo su inocencia y su no vinculación al crimen, y ordenara una nueva instrucción para dar con los responsables del femicidio, la causa demoró meses en ser asignada a un fiscal. Luego recaería en el Dr Raymundo Barrera de Cruz del Eje, fiscal que, hábil con el calendario, entre feria judicial y licencias llegó a junio del 2023, mes en el que se jubiló. 

Por la presión de la familia Basaldúa, en diciembre el mismísimo Fiscal General anunció la designación del Lingua el 3 de febrero; eso no sucedió y no hay certeza de que Lingua resulte el fiscal que definitivamente dirigirá la instrucción, puesto que no cumple con los requisitos.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

Preguntas sin respuesta

Es mediodía y el cielo se refleja en las ventanas del edificio neoclásico de la calle Caseros; da la impresión que adentro estuviera vacío, que sólo es una fachada. “Hoy, 25 de abril se cumplen cuatro años de la aparición del cuerpo sin vida de Cecilia Gisela Basaldúa” lee Susana de la pantalla de su celular; ella también lleva una remera con el rostro sonriente de su hija. Sigue:

Cuatro años de impunidad y de violencia sistemática por parte del Poder Judicial a quienes pedimos y exigimos justicia por ella. La causa volvió a foja cero en el 2022 luego de pasar por un juicio vergonzoso.

El tiempo pasa y los asesinos de Cecilia siguen libres e impunes. No tenemos fiscal ni respuestas” y continúa “¿Cómo vamos a llegar a la verdad? ¿Qué fue lo que pasó con Cecilia? ¿Por qué tardó tanto en aparecer? ¿Dónde está Mario Mainardi? ¿Por qué la fiscal Paula Kelm ordenó tan rápidamente detener a un joven sin tener pruebas? Todas estas preguntas nos conducen una y otra vez a un círculo cerrado de impunidad entre funcionarios judiciales que se jactan en demostrar un abuso de poder constante”. 

La carta leída en la vereda, casi sobre la calle, concentra todas las preguntas que la investigación del femicidio debiera responder. 

Y la carta también cierra como se espera que cierre la investigación: “Verdad y Justicia para Cecilia Basaldúa”.

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La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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Séptima entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa de lavaca Lina Etchesuri.

Toda la producción será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Ese jueves hacía 38 grados de calor pero parecían 43. El calor quemaba y picaba.

Faltaba el aire, el que había estaba caliente y la humedad pegoteaba.

El día que acompañé a la Ronda haciendo fotos para este proyecto, fui descubriendo imágenes a medida que los pasos y las sillas de ruedas daban vuelta como siempre, hace 2392 jueves.
La ronda siempre me emociona. Mucho. Las miro a las madres y veo proyectada las fotos de sus hijxs en su mirada, hacia delante, repitiendo Presente como un mantra de presencia y resistencia. Lxs veo a ellxs en imagen, mirando de frente en su juventud detenida. Veía a Elia, que ronda en silla de ruedas, con la foto de su hijo Hugo Meidan, desaparecido el 18 de febrero de 1977, hace 47 años, y pensaba si ese día hizo tanto calor, si la luz tenía esta misma inclemencia.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

En las rondas transcurre un tiempo extraño, persistente y atemporal. Las hermanas abrazan las fotos de sus desaparecidxs, gritan sus nombres con contundencia, caminan junto a las madres, junto a nosotrxs.

Transforman el tiempo y la imagen en un futuro posible.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Sobre Lina

Soy Lina Etchesuri. Fotógrafa, editora y docente

Soy parte de la cooperativa Lavaca desde hace más de 12 años donde hago todo lo que me describe y más. Me hace sentir muy orgullosa y feliz.

Estudié con Filiberto Muganini en el Rojas durante los 90s. Hice la carrera de fotógrafa en la Escuela de foto y artes visuales de Avellaneda, durante el 2001 y los años siguientes. 

Me seguí formando en talleres visuales con mi querida Julieta Escardó y muchxs más.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

Viajé haciendo fotos durante algunos años: conocí al subcomandante Marcos y le saqué una foto en la que se está riendo. Estuve en Cisjordania, Palestina, durante 3 meses, viviendo retratando la vida bajo la ocupación. 

Junto con algunas personas y amigxs fundamos MAFIA en 2012, un colectivo de fotógrafxs que sigue hasta hoy.

Coordino talleres de foto e imagen.

Soy mamá de Fermin.

Y me encanta hacer todo lo que hago.

La imagen proyectada: La Ronda en la mirada de Lina Etchesuri

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