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El silencio no es salud
El aborto en la formación médica. Mientras en ámbitos académicos clásicos “de eso no se habla”, una nueva generación de facultades de Medicina toman al aborto como una práctica médica más que sus estudiantes deben conocer. Redes para tejer derecho y salud. Por Florencia Alcaraz.
En un aula de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA), en una clase de Bioética, una joven estudiante quiere acortar el abismo que existe entre la academia y la vida cotidiana de las mujeres. El profesor dice: “El aborto es ilegal y solo se autoriza en determinados casos de violación”. La estudiante Corina Bertone, con el emblemático fallo FAL en la mano, responde: “La interrupción del embarazo es legal en todos los casos de violación y cuando corre riesgo la salud de la mujer embarazada”. “Es un fallo que no se aplica siempre, lo que importa es la ley”, replica el docente de Bioética. Y el abismo vuelve a ensancharse.
Aborto, misoprostol, Aspiración Manual Endouterina (AMEU): palabras que parecen proscritas en la fábrica de médicos y médicas más importante del país. Cada año, 60.000 mujeres son internadas en Argentina por complicaciones que son consecuencias de abortos inseguros. Las cifras:
En 2015, según una nota de Luciana Peker publicada en Las 12, hubo 500 interrupciones legales dentro del sistema de salud público.
Otras 2.894 más fueron acompañadas en sus abortos seguros, libres y de calidad por las Socorristas en Red.
Alrededor del 30% de los embarazos terminan en aborto espontáneo.
El aborto, inducido o espontáneo, es una posibilidad real para cuerpos gestantes en edad reproductiva y para el sistema de salud. La interrupción legal es un derecho desde 1921. Sin embargo, en la UBA la práctica está cercada por un manto de silencio. Un silencio que robustece el modelo médico hegemónico y sufre de anacronismo: mientras la formación académica está encapsulada, la realidad social demanda cada vez con más fuerza que el aborto sea legal, seguro y gratuito.
Además del proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo que este año llegó por sexta vez al Congreso; el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), Nuevo Encuentro y Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto presentaron en septiembre un pedido para que la administración Nacional de Medicamentos, Alimentación y Tecnología Médica (ANMAT) reconozca al misoprostol como medicamento obstétrico.
En noviembre, Católicas por el Derecho a Decidir presentó un “pronto despacho” ante el Ministerio de Salud de la Nación para que el Estado produzca y distribuya misoprostol y mifepristona, los dos medicamentos identificados por la Organización Mundial de la Salud como la forma de acceder a un aborto seguro. El reclamo no es solo nacional: en su último informe el comité que monitorea el cumplimiento de la Convención de Naciones Unidas sobre la Eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (Cedaw) exigió al gobierno acelerar la adopción del proyecto de ley para la interrupción voluntaria del embarazo.
“La carrera de Medicina de la UBA se encuentra desfasada respecto a la regulación vigente en Argentina, especialmente la emitida por el Ministerio de Salud de la Nación, el marco general de derechos humanos y los estándares de salud que promueve la Organización Mundial de la Salud y Federación Latinoamericana de Sociedades de Obstetricia y Ginecología (FLASOG) en lo que refiere al aborto”, señala la socióloga y becaria del CONICET, Ana Mines Cuenya, en un artículo académico.
Mines Cuenya investigó la percepción de los y las estudiantes de esta carrera sobre el tratamiento del tema en su formación. Entrevistó a 24 futuros médicos y médicas entre 2013 y 2014 de las distintas etapas de la carrera, que está planificada en dos ciclos de tres años cada uno. Las conclusiones dan cuenta del desfasaje y de estudiantes autodidactas:
Más de la mitad nunca escuchó hablar del misoprostol durante la cursada.
Un grupo más pequeño afirmó sí haber escuchado, pero, en su mayoría, en el marco de un listado de ejemplos de medicamentos que pueden producir abortos como efecto secundario.
Solo tres estudiantes dijeron manejar más información sobre misoprostol. En esos tres casos lo habían estudiado por su propia cuenta.
Primero, fueron las propias mujeres quienes aprendieron a usar el misoprostol, comercializado para el tratamiento de úlcera, para interrumpir embarazos no deseados. Pero a esta altura ya es un medicamento recomendado internacionalmente y por el propio Ministerio de Salud de la Nación en distintas guías de atención destinadas a los profesionales de equipos de salud. En 2012 la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo reconoce en el catálogo Aborto Sin Riesgos. Guía Técnica de Políticas para los Sistemas de Salud. Lo define como un medicamento abortivo, seguro y eficaz. Se trata del único método abortivo reconocido que permite la autoinducción de abortos de manera segura antes de la semana doce de gestación incluida. El misoprostol contribuye a evitar muertes y complicaciones por aborto inseguro en distintas partes del mundo.
“No se habla de aborto y cuando aparece se niega la práctica -cuenta a MU Corina Bertone, estudiante de quinto año de la carrera-. Los profesores dicen que en el país no se hacen abortos porque es ilegal. Es mentirles a los estudiantes y es enfrentarlos a una realidad que no van a saber manejar. En Farmacología, por ejemplo, se nombra el misoprostol y se dice que es una contraindicación de aborto. Que no se puede dar a una mujer embarazada. Hay mucha hipocresía porque desde el Ministerio de Salud se hacen cuadernillos en donde se explica la práctica. El propio Estado te manda un manual donde dice que tenés que usar misoprostol. Entonces, ¿por qué en el pregrado no lo vemos?”
Tejiendo redes
Corina, la alumna que se plantó en la clase de Bioética con el fallo FAL en la mano, está sentada en un bar cerca de la Facultad donde pasa gran parte del día. Cuando terminó la secundaria, vino desde La Pampa persiguiendo el sueño cinematográfico de estudiar medicina para “salvar vidas”. Con el paso de los años, encontró en la militancia en el Bajo Flores más herramientas para trabajar en salud que en las aulas de la UBA. Junto con otros y otras doce estudiantes están armando la Red de Estudiantes de la Salud por el Derecho a Decidir, que se lanzará el año que viene. Por un lado, buscan formarse a través de una cátedra libre que proyectan para 2017 en la cual puedan abordar lo técnico, lo legal y lo político. Y, por el otro, generar un material teórico como propuesta para que se hable de aborto en algunas materias donde el tema aparece de manera esporádica: Ginecología, Obstetricia, Medicina Familiar, Bioética, Medicina Legal. Pretenden así “disputarle el sentido a la academia” y llenar el hiato que genera la falta de formación. “Hay muchos estudiantes que están de acuerdo con el aborto, pero quizá no están organizados y entonces no encuentran un lugar donde debatir”, dice la futura médica.
“En la Facultad nos tenemos que formar en que la interrupción legal del embarazo es una práctica más como cualquier práctica médica. Es una problemática de salud pública por lo que nos debería interesar como médicos y médicas”, señala Corina.
La Red de Estudiantes de la Salud por el Derecho a Decidir surge como hija de otro espacio: la Red de Profesionales por el Derecho a Decidir, que existe desde 2014 y reúne alrededor de 800 profesionales conectados a diario y una vez al año en encuentros nacionales. La Red se encuentra dentro de la Campaña Nacional por el Aborto, Legal, Seguro y Gratuito.
Hacer cátedra
Egresada de la UBA como médica generalista en 2010, Ana Paula Fagioli es una de las impulsoras de la Red madre. Hoy trabaja en el Centro de Salud N° 5 de San Martín. No recuerda cuándo fue la primera vez que le hablaron de aborto en su formación académica. Mucho de lo que hoy lleva a la práctica lo aprendió como militante feminista y por fuera de los contornos de la academia. En sus épocas de alumna participó del Colectivo de atención primaria de la salud. Recuerda, también, un Congreso Nacional de Medicina General, organizado por la Federación Argentina de Medicina General (FAMG) y la Asociación Metropolitana de Generalistas y Equipos de Salud (AMeGES), en el Hotel Bauen en 2010. En ese marco, Ana participó de una de las mesas y talleres de Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto-Línea Aborto: Más Información Menos Riesgos.
“La primera vez que se habla de aborto en la carrera de medicina es en Medicina Legal, que la podés hacer en tercer año o al final de tu carrera. Te dicen que el aborto es ilegal. Te hablan del artículo 86, pero después te hablan de las penalidades. Hablan solo del acceso al aborto por causal violación y sin ningún tipo de actualización”, dice la fundadora de la Red de Profesionales por el Derecho a Decidir que está en permanente contacto con estudiantes. Y recuerda que una de las enseñanzas sobre la temática es la denuncia: “Te enseñan que cuando estás haciendo una guardia y llega una mujer con intento de suicidio y situación de aborto vos tenés que dar el aviso a la policía o a la justicia”.
El continente es negar la práctica. Y algunos docentes son islas que intentan romper con el modelo de enseñanza hegemónico. Pasar por alguna de esas experiencias disruptivas es una lotería. Algunas de sus compañeras le contaron a Corina que en Ginecología, en el Hospital Penna, la cursada incluye misoprostol y AMEU. “Todo depende de las voluntades de los docentes. O si sos militante y te acercás al tema. Pero son casos aislados: cátedras electivas que entran solo los que tienen buen promedio, o una sola cátedra de Farmacología o una sola cátedra de Embriología. Todo depende de que haya ayudantes piolas y la mayoría son ad honorem, como en toda la Facultad. Entonces depende de la constancia de esta gente”, aporta Ana Paula.
Ignacio Bocles es ayudante de segunda en la cátedra de Embriología. Y es una de las islas. En 2012, junto con colegas, comenzó a empujar una serie de seminarios para hablar de aborto, entre otros temas negados. El primer año se anotaron alrededor de 700 personas. Hoy ya pasaron 3 mil estudiantes por este espacio alternativo.
“Hay que destruir el oscurantismo en medicina. La idea es institucionalizar ciertas discusiones que no están presentes y generar tensiones para modificar la currícula. No puede ser que no se discuta un tema de salud pública tan grande”, dice a MU.
Coincide con Corina y Ana Paula: se habla de aborto en materias aisladas como Medicina Legal, Obstetricia y Bioética y todo depende del cuerpo docente.
“Es deficiente la formación. Se quedan en una clasificación de tipos de abortos. En Medicina Legal tienen un idioma distinto: el de los abogados. Y el tema se plantea en una materia que dura dos meses, una vez por semana. Te dejan la sensación de no te metas”, resume Bocles.
Hacer escuela
¿Cómo es el modelo de Facultad de Medicina que sueñan? Corina es categórica y apunta a modificar el plan de estudios: “Hay que refundar la Universidad”. La joven estudiante también cree que la academia debe repensar la forma de tratar a quienes pasan por el Hospital de Clínicas y son objeto de las prácticas de futuros estudiantes. “A veces hay mujeres embarazada de 9 meses a las que te dicen que les tenés que hacer tacto rectal, y por ahí todos los que están en esa clase tienen que pasar. El maltrato es tremendo”, señala.
“No tiene ningún tipo de formación respecto al cuidado de los cuerpos, al ejercicio de la Medicina como un control, a los derechos de las personas con las que se trabaja. Salimos preparados para instrumentar los cuerpos de las personas. No hay una visión crítica de los profesionales que están formando”, cuenta Ana Paula Fagioli. Para ella hay que barajar y dar de nuevo. “La UBA es impenetrable. Tiene tantas estructuras de poder tan establecidas que lo único que se puede pensar es que implosione”, dice.
La Red de Profesionales por el Derecho a Decidir también tiene una fuerte impronta de capacitación hacia adentro y afuera. Los integrantes de este espacio van a los servicios con los médicos residentes.
Para buscar una formación que no niegue la realidad de las mujeres, hay que ir más allá de la General Paz y el Puente Pueyrredón. Ana Paula rescata como ejemplos tres del conurbano: la Universidad Nacional Arturo Jauretche, en Florencio Varela; la Universidad Nacional de Lanús (UNLa) y la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM). Ella fue docente de esta última en la materia Formación del Ser Humano. La carrera empezó a dictarse allí en 2012 con un modelo alternativo de enseñanza médica basado en el estudio de problemas. La enseñanza del cuerpo humano no es a través de un órgano, sino a través del debate en grupo a partir de casos. El próximo año la UNLaM tendrá su primera camada de egresados y egresadas.
Nahir Alarcón tiene 23 años y vive en Villa Luzuriaga, San Justo, la misma localidad donde está emplazada la UNLaM. Para ella tener la universidad cerca de su casa fue clave para elegir esta carrera en la que ya cursa el quinto año de formación. Dice que tiene un perfil “más social” que las otras facultades de Medicina.
Desde el primer año los y las estudiantes recorren salitas y centros de atención primaria. “Se forman promotores de derechos”, dice Nahir, que ya pasó por el Centro de Salud N° 7 de Villa Celina y por el CESAC N° 5 de Villa Lugano. Como estudiante vio llegar a esos espacios mujeres atravesadas por las consecuencias de los abortos inseguros.
La interrupción legal del embarazo, la educación sexual integral y el parto humanizado fueron temas recurrentes en su formación académica. “Lo que nos enseñan es que, más allá de que una esté de acuerdo o no con legalizar y despenalizar el aborto, esa mujer que llega al espacio de salud necesita atención. Y nosotros tenemos la obligación de dársela”, explica.
El abismo incomprensible que existe entre la academia y la vida de las mujeres deja un hueco para la criminalización. En los últimos años se registraron, al menos, 15 casos de mujeres encarceladas por abortos inducidos o espontáneos. En la mayoría de los casos fueron medicos quienes las denunciaron.
La falta de una norma que legalice y despenalice la interrupción del embarazo no exime al Estado de sus obligaciones: no morir ni enfermarse por aborto inseguro es un derecho humano básico, universal e inderogable.
¿Cómo convertir un hecho obstétrico o la interrupción de un embarazo en un caso policial?
No hablando de los derechos de los cuerpos de mujeres gestantes en la formación académica.
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