Nota
Cómo transformar el dolor en lucha: las enseñanzas de una nueva Marcha Nacional contra el Gatillo Fácil
Miles de personas se movilizaron a Plaza de Mayo en la quinta Marcha Nacional contra el Gatillo Fácil, que volvió a reflejar un tejido que crece cada año: madres, padres y hermanos que están construyendo un movimiento ante la violencia estatal desatada. El amor, el dolor y la organización. Desde la calle, testimonios, cantos y pintadas que enseñan cómo romper la impunidad y el silencio.
Son las tres de la tarde y la movilización aún no comenzó pero la quinta Marcha Nacional contra el Gatillo Fácil ya lleva dos cuadras de concentración. En días en los que el asesinato de Jorge Martín Gómez por una patada de un oficial de la Policía de la Ciudad en plena calle mientras era rodeado por otros cuatro efectivos continúa impactando a nivel humano, o en los que el homicidio del jubilado Vicente Ferrer por empleados de seguridad de Coto cuando fue descubierto por no pagar un aceite, un queso y dos chocolate refleja la crudeza de una situación política cada día más inmanejable, un cartel se repite a lo largo de esas dos cuadras de columnas y cantos:
- «¿Quién nos cuida de la policía?».
Matilde Rojas se pregunta lo mismo mientras camina a la cabecera de la marcha. Es la mamá de Elías Soto, uno de los 10 jóvenes que murieron calcinados en el incendio de la comisaría de Transradio, en el partido bonaerense de Esteban Echeverría. Cuenta que hace nueve meses que todavía no tiene respuestas de la causa. Que está todo muy quieto. Que vino para sumar su pedido de justicia porque la gobernadora María Eugenia Vidal dijo en una entrevista que recibió a los familiares. Que eso nunca pasó porque nadie -“nadie”, repite una, dos veces Matilde- se hizo presente luego de la masacre.
Pero Matilde dice algo más. “Estamos acá para que la sociedad y para que todos escuchen, porque se están viviendo tiempos muy duros. Muchas muertes en manos de la policía, donde se tapan muchas cosas. El objetivo es que nos escuchen y se sepa, porque cada día los pibes en los barrios están más expuestos. ¿Cuál es la salida para mí? Más organización. Estar en la calle. Como hoy. Como todas estas madres. Todas juntas”.
La quinta marcha -como todas estas madres hace años- se pone en movimiento.

Fotos: Nacho Yuchark para lavaca.
13 cuadras de nombres
«Yo sabía que a los pibes los mató la policía», es el canto que inicia la marcha. En la cabecera están -entre otras- las madres y padres de los jóvenes asesinados en la Masacre de San Miguel del Monte, mientras otras madres -entre ellas Mónica Alegre, mamá de Luciano Arruga, o Emilia Vasallo, mamá de Pablo Alcorta- se turnan para leer por altavoz los nombres y apellidos de cientos de jóvenes asesinados por la policía.
Hay un dato que abruma: desde que parte de Congreso hasta que llega a Plaza de Mayo, por los parlantes de la marcha no se dejarán de escuchar nombres y nombres de chicos.
Trece cuadras.

Fotos: Nacho Yuchark para lavaca.
Según el último informe anual de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI), y sólo desde la asunción de Cambiemos en 2015, un total de 1303 personas fueron asesinadas por la violencia estatal: los nombres que se turnan para leer representan el 20% del total desde la vuelta de la democracia.
Mientras tanto, las paredes y los containers de basura se van pintando de una frase:
- «En democracia o en dictadura el Estado nos tortura».

Fotos: Nacho Yuchark para lavaca.
El amor, el dolor y la organización
Hay otro dato que deja esta calle: cada Marcha Nacional es más grande que la anterior. Y desde la primera, el núcleo de madres que hace años están construyendo justicia por sus hijos en sus barrios y territorios se va agrandando en un tejido que crece que vez más. “Nos une el vínculo del amor, pero también la desesperación de que no tuvimos justicia”, dice a lavaca Angélica Urquiza, mamá de Jonathan Kiki Lezcano, asesinado por la policíal federal en 2009. “Esto crece porque se hace a través de mucha lucha y de muchas más que una peca de no nombrarlas. Somos muchas en distintos barrios. Y es el dolor. El dolor te impulsa a salir afuera. Y de ahí, te tenés que organizar. No hay otra en nuestra vida. Porque sabemos muy bien que, si nos quedamos en casa, no ayuda nada”.
En la edición de junio de MU (Operación Masacre), a raíz de los asesinatos de los jóvenes en Monte, hablamos con Mónica Alegre sobre qué significaba el surgimiento de este colectivo de madres: «La marcha nacional no es Mónica Alegre, mamá de Luciano Arruga: la Marcha Nacional somos todas. Todas parimos de la misma manera, nos costó, los llevamos nueve meses, ninguna sufrió más o menos, pero todas perdimos a nuestros hijos. Y toda tenemos el derecho a la palabra, porque la encontramos allí».
Ahora, en marcha a Plaza de Mayo, Angélica lo confirma. Y agrega: “Tenemos que luchar. Ahora, para sacar a este gobierno. Y, también, para que se tenga conciencia que cada 24 hora nos están matando a un chico que, como mi Kiki, no llega a los 18 años”.

Fotos: Nacho Yuchark para lavaca.
Cómo quebrar la impunidad
En Plaza de Mayo, los familiares se suben a un camión. Allí leen el documento: comunican que la marcha se está desarrollando en otras ciudades, recuerdan a Santiago Maldonado, las muertes en cárceles y comisarías, y subrayan que la seguidilla de estas situaciones sólo refleja que el gatillo fácil se transformó en “política de Estado”. Yanina Zarzoso, mamá de Camila López (una de las jóvenes asesinadas en Monte), dice: “Si no nos organizamos, la impunidad que garantiza el Estado a los asesinos, junto a jueces y fiscales, y también a los medios de comunicación, va a ser peor”.
¿Cómo se rompe esa impunidad?

Fotos: Nacho Yuchark para lavaca.
Una de las que acompañó la movilización fue la Madre de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, Mirta Baravalle. Desde ese trayectoria que une esa memoria histórica con este tejido que crece, y desde el actual escenario, estas madres enseñan:
-Necesitamos de la acción de colectiva de nosotros, los familiares, para potenciar nuestra lucha. Sin intentar distinguir víctimas de primera y de segunda. Todas las víctimas son iguales. Tenemos que ser capaces de intercambiar nuestros pensamientos, y las propuestas de acción poder llevarlas adelante, entendiendo que lo que busca el enemigo es debilitarnos y cansarnos para que abandonemos la lucha. Quié mejor que nosotros, que los sufrimos en carne propia y aprendimos a transformar el dolor en lucha, para saber qué tenemos que hacer y decir frente a los asesinos de nuestros pibes y pibas.

Fotos: Nacho Yuchark para lavaca.

Fotos: Nacho Yuchark para lavaca.

Fotos: Nacho Yuchark para lavaca.

Fotos: Nacho Yuchark para lavaca.
Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
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