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Cine y coronavirus: Cámara oculta
9 directorxs piensan los impactos y desafíos que implica el aislamiento por la pandemia en el cine, desde la exhibición hasta la producción, pasando por el INCAA y Netflix. La idea del poscromañón de la pantalla, las deudas de los subsidios, el freelancismo, y la producción autogestiva como posible salida. Por Néstor Saracho.
Esta es uno de los textos de la última edición de MU. Lo compartimos para que la cuarentena no signifique encerrar las ideas y para que puedan circular historias, experiencias y sueños. Lo podemos hacer gracias a lxs lectorxs y suscriptorxs, el gran secreto y la gran alianza para que la comunicación sea posible y que los virus no impidan que respiremos juntos. La suscripcion a MU puede hacerse aquí.
Marilina Giménez, directora de Una banda de chicas (UBDC): El post cromañón del cine
Tengo en mi memoria Cromañón como referente de lo que después hacen los gobiernos con las limitaciones. Que de repente ya no se podía tocar en ningún lado, y que no se hizo un análisis profundo de qué cosas sucedieron y por qué sucedieron. Que salga una ley que diga que “no puede haber más de 10 personas en no sé dónde”, que está prohibido bailar y que la sociedad acate eso, es lo que me da más miedo: lo que venga después de esto, y que eso desarticule todo lo que venimos haciendo los distintos movimientos feministas.
El momento más flojo, dentro de la tremenda situación que está atravesando la industria, es el de la exhibición. Y para las mujeres es peor. Por eso es que decidimos reunir fuerzas y plantear una estrategia de comunicación conjunta de nuestras proyecciones apostando a que les espectadorxs vayan a las salas a apoyar el cine hecho por feministas. Había una propuesta que habíamos hecho con la Cartelera Feminista de liberar todas las películas. El problema ya son las distribuidoras y las productoras: a mi película por ejemplo mi distribuidora no quiso liberarla. Cuando accedés a tener una distribuidora empieza a haber un ida y vuelta donde todo tiene que ser charlado. El sentido político de liberarla o no es particular de cada película, de por qué la suben o por qué no. Una cosa es Pampero Cine que está subiendo películas cuando ya las vendieron en ochenta mil lados, cuando ya tienen sus años; no los critico, trato de entender dónde está posicionado cada une…
Si el cine como lugar llega a desaparecer a mí me mata, no solamente como directora. Tengo como todo un folklore de una vez por semana ir al cine con amigues, con pareja, hablar de la película mientras comés una pizza: me gusta ser espectadora de cine. Me gusta ver las películas en pantalla grande, que se vean bien, que se escuche bien, que te sumerjas en la sensación de que estás en un recital. No para que la veas en una computadora… Y sobre todo: me gusta el diálogo que se genera después de ver la película.
Trato de no caer formateada en el consumo cultural propuesto por algunas plataformas. Yo no consumo series, detesto esa forma: me siento a merced de contenidos que no interesan. Más allá de que estén bien filmadas o que tengan bien el sonido o que las temáticas sean interesantes, después siempre me siento como embaucada. Prefiero siempre ver una película: una idea que empieza, se desarrolla y termina.
Mi documental (UBDC) habla sobre lo bueno de unirse, de que la unión hace la fuerza, y la fuerza hace la visibilidad. En este aislamiento obligatorio donde las reuniones pasan a la virtualidad y las videollamadas, eso no corre. Quienes apoyamos este tipo de películas queremos encontrarnos en el cine: ese espacio de unión, que no es lo mismo que verlas en la casa. No hay que perder el cine como experiencia colectiva, con la oscuridad y la no interrupción que nos permite ese espacio. Que tengamos una experiencia transformadora, pausar nuestra vida cotidiana para pensar, encontrarnos con otres y que finalmente podamos reconocernos como público que elige.
Ignacio Masllorens, codirector de El teorema de Santiago: incertidumbres del director freelancer
Lo que me está impactando de esta situación son los proyectos parados. Eso va a continuar una vez que todo se solucione, suponiendo que todo vuelva a una pseudo normalidad que nunca volverá a ser normal. Pero sé que voy a seguir por un buen rato sin trabajo, hasta que el mundo se recomponga: hay un montón de cosas más urgentes por resolver que los proyectos de cine. Serán, creo, las últimas cosas que la gente se va acordar.
Mi caso y el de muchos van tener un largo plazo medio duro. Pensamos: ¿de qué carajo vamos a vivir? Mi mujer y yo somos monotributistas freelancers y dependemos de que la gente nos llame para hacer cosas. Los últimos años me había pasado algo inusual en los proyectos por los que me convocaban: en su mayoría eran proyectos buenísimos que me permitían dirigir a mi antojo. Se había logrado una especie de momento idílico: me pagaban por dirigir lo que se me cantara, por poca guita, pero vivía de eso; y completaba haciendo el montaje para otros directores. Esas dos cosas dejaron de existir de un día para otro. Cuando empezó la cuarentena tenía una reunión para empezar un proyecto para una posible película y no se volvió a hablar. Esa especie de estrés eterno del freelancer este año va a ser letal.
¿Cómo afectará a este arte colectivo que es el cine, que se consume en comunión? En la película Epidemia, sobre el ébola, en la que a un pueblito Estados Unidos un marinero lo trae en un barco… hay una escena donde muestran cómo el virus se esparce de manera masiva porque uno de los contagiados va al cine y estornuda. Allí muestran cómo un virus microscópico va posando en cada persona. El cine como lugar que está asociado a lo seguro, donde uno se sentía a salvo y contenido, de repente se transforma en un lugar sumamente peligroso y mortal por el mero hecho de que hay muchas personas juntas.
El cine como un hecho colectivo está en grave peligro, pero ya sobrevivió a todo. La televisión, que fue su primer gran enemigo, su gran amenaza; después el videoclub, el cable y ahora el streaming. Ahora está el coronavirus. La gente seguirá yendo al cine, siguió yendo al teatro, que tiene dos mil años.
Este ocio forzado al que hemos sido sometidos hace que la gente tenga más avidez que nunca por ver películas, series, libros… la mayoría de la gente, no toda tiene esta posibilidad. Lo bueno es que de repente noto que hay mucho interés por el cine independiente argentino, que es difícil de ver por falta de tiempo y por falta de pantallas.
Mariana Rojas, directora de La cura del espanto (cortometraje): El cine como resguardo
Esta situación me agarra escribiendo Cero cincuenta, que será mi primer largometraje, con mucha incertidumbre de cuándo y cómo la voy a filmar.
Nos llevará mucho tiempo adaptarnos a las nuevas formas de vivir. Formas en las que también entrará el cine, la cuestión sobre cómo ver películas. La forma de ver en cuarentena se transformó, la forma de exhibición también se va a transformar inevitablemente y la producción no queda exenta de estos cambios. Vamos a tener que repensar cómo hacer las películas porque muchos de nuestros hábitos cotidianos, laborales y la forma en la que nos vinculamos cambiarán.
Esto va a pasar y vamos a poder volver a filmar pero el cine está en un momento complicado y delicado en cuanto al fomento, en cuanto al laburo y eso es lo que va a transformar la forma de hacer películas.
En estas situaciones de crisis es donde se pone en evidencia cuáles son los medios que elegimos para escaparnos o para transitarlos. Yo lo logro con el cine. Cuando no puedo escribir, miro una película y cuando no miro una película, estoy pensando en escribir… Siempre el cine es lo que me resguarda de mis monstruos personales y los de los temores que me genera esta situación. En el cine encuentro la escapatoria y el resguardo para sentirme mejor: ahora más que nunca.
Laura Casabe directora de Los que vuelven (LQV): Estrenar ideas
La cuarentena me agarró de cara al estreno comercial, que pensábamos hacer a fines de abril, y quedamos medio detenidos. Por otro lado, el recorrido de festivales europeos se suspendió, pero nos invitaron a Corea del Sur en julio y espero que podamos llegar, aunque lo veo complicado. Como mi película debe haber tantas más, y eso supone un problema para los meses por venir.; en el fondo quién sabe: se puede generar una superposición de estrenos de pelis nacionales y de fechas.
Por otro lado, para nosotres es muy importante estrenar porque es a partir de ahí cuando se puede hacer el cierre de la película, momento en el que solemos cobrar los directores y productores. Este retraso es problemático, sumado a que el INCAA se declaró en estado de emergencia, y quedamos flotando en la incertidumbre. Entonces aparece como opción la idea de hacer el estreno online, a través de la plataforma CINE.AR y, si bien puedo ser quizá romántica o chapada a la antigua, esta forma de estreno implicaría abandonar la idea del cine y del encuentro con el público.
En mi caso consideré que, de hacer el estreno online, sería bueno tratarlo como un estreno y no simplemente liberar la peli; me refiero a un trabajo de prensa digital y una campaña previa, similar a un estreno en vivo: poner un día y horario y luego liberarla por CINE.AR. Pensé que la presentación podría reemplazarse por Instagram Live o Zoom, como ya está sucediendo con varios realizadores y realizadoras. Veremos… Por lo pronto, celebro la creatividad y a todos los que han decidido liberar sus películas. Con mi película vamos a usar este tiempo para pensar un poquito y ver cómo seguir.
Patricio Escobar, director de Antón pirulero (AP): Asambleas virtuales, bufones y deudas
Esta circunstancia es un buen momento para editar algunas cosas pendientes, para investigar temas de futuros documentales. Lo que me parece imposible es la edición de una película a distancia. No sé cómo deben editar algunos, en mi caso una vez que tengo gran parte del material crudo filmado y avanzado el guión, edito un primer corte muy general, luego lo voy trabajando, pero el corte final lo hago mano a mano con Damián Finvarb.
Eso me está pasando con Bufones, mi próximo documental. Después del documental sobre desapariciones en democracia quedé muy quemado, me desgastó emocionalmente esa peli. Necesitaba contar una historia más relajada, dentro del cine político, pero que no sea tan densa. Entonces aparecieron los bufones a contarme historias, algunas oscuras, me contaron quiénes eran y me ganaron la cabeza. En rasgos generales, el bufón es el payaso que desde su inteligencia y humor critica la sociedad que vivimos. El bufón viene a decirnos lo monstruosos que somos, vienen a trastocar lo establecido para que nos hagamos preguntas. Hay muchos tipos de bufones: el común de la gente tiene como figura el bufón con cascabeles, pero muchas veces nos hemos topado con algún bufón sin saber que lo era.
Pensando en la necesidad de agitar ante el INCAA, quizá lo virtual pueda unir pareceres y propuestas, pero no lo sé: es muy reciente todo como para pensar cómo serían las asambleas virtuales, porque quienes participamos de esos espacios justamente no estamos acostumbrados a estar encerrados. Ya se venía con una larga agonía para cobrar las cuotas del subsidio del INCAA y ahora, con la cuarentena, se paró todo, no hay trabajo administrativo ni perspectiva de cobrar nada. Yo estoy endeudado, solo cobré la mitad del subsidio. El INCAA tiene que rever esta situación, debería liberar las cuotas cuanto antes. Gran parte del subsidio se lo come la inflación y, ahora, la cuarentena.
José Campusano, Director de Hombres de piel dura: Sobre el monopolio de Netflix
La producción algorítmica –como Netflix– mide cuándo los espectadores abandonan la serie, cuándo la retoman, dónde la abandonan y no la retoman… Cuáles series ven más que otras… Y así van definiendo una lista de posibilidades de consumo que a la larga hace que todo se parezca a sí mismo y eso no es atractivo. Netflix es una plataforma muy aburrida, no tiende a sorprender y donde tiende a sorprender es porque abrieron un poco el juego, como ha pasado pero en definitiva con producciones de fuera de Estados Unidos.
Crear una plataforma que compita y demás no creo que sea viable. Básicamente porque Netflix no es un resultado azaroso. Hay que reconocer el mérito de que se ha invertido muchísimo dinero, se ha descubierto una forma de consumo que realmente es muy seductora. Dejar una película colgada y a los dos o tres días retomarla donde quedó; poder retroceder cada diez segundos para para ver lo que hace una rato ha olvidado o no ha podido percibir del todo. Hay una serie de méritos, como herramientas de propagación, que son efectivos. Competir de igual a igual cuando no se tiene ni el 1% de su fondo, no me parece que sea posible y tampoco hace falta. Hay que poner toda la fuerza, toda la intensidad en la propia producción. Nunca dejar de producir y encontrar otras instancias para generar contenidos y que estos sean remunerados y vivir del cine. No se trata de hacer una producción y esperar dos o tres años para que salga la próxima. Se trata de producir la mayor cantidad posible de contenidos y para ello hay que apelar a la solidaridad, el cooperativismo, a las vinculaciones con gente que uno no conoce, arriesgar, confiar, apostar y conseguir recursos como sea. Porque excusas hay siempre. Si alguien no tiene recursos para producir, que no produzca: la cuestión pasa siempre por el fuero íntimo y tiene que ver con no dejar de producir en ninguna circunstancia y con las herramientas que sean.
Las propuestas de las cadenas de exhibición como Disney y Netflix, al ser monopólicas, tienen su debilidad. El audiovisual está cambiando a la velocidad de la luz. Ya sabemos que los espectadores están en las redes, que el espectador es un ser bastante antojadizo y caprichoso, y menos mal que lo es. A lo largo de la historia ha pasado que cuando algo es de consumo masivo e indiscutible, tiene un tiempo de agotamiento y después todo vuelve a readecuarse. En un momento las grandes cadenas de alquiler de videocasete pululaban por el mundo, después también los canales de cable. Todo va mutando, todo eso implica que se diversifica el consumo. No tenemos tantas horas de vida como para estar ante una pantalla. Creo que muchos de los que vivimos del trabajo antes de los dispositivos, entonces no podemos darle demasiado tiempo ni a Netflix ni al que sea porque no corresponde y otra porque no tenemos tiempo y también porque no queremos. En la medida que empiecen a compartir el mercado -que va a pasar- el poder de estos monopolios se diluye, como ha pasado con las más millonarias empresas de cable en un momento o con las cadenas de alquiler de películas por videocasete.
Sabrina Blanco, directora de La botera: Momentos de contemplación
Es un bajón que nuestra actividad se pare y eso hace que haya que reconfigurar y pelear un montón de cosas más de las que ya se venían peleando. De todos modos, no te voy a mentir que en el contexto de todo lo que está pasando a mí me da un poco de pudor ponerme a hablar como directora de cine. Estamos atravesando un momento muy difícil para muchas personas.
Esta situación no hace más que pronunciar una desigualdad que ya era un problema antes de que esto suceda. La cuarentena no nos atraviesa a todxs de la misma manera. No es lo mismo tener una casa con espacio, a una vivienda en dónde se vive el hacinamiento de por sí. La gente en los barrios en general vive en las calles la mayor parte del día y entra a sus casas a dormir. Hay casas que son un cuarto, una tele, una garrafa y no mucho más. “Estar en casa” es un concepto muy diferente para cada estrato social y hay que ser muy cuidadosos con esto. Y ni hablar de lo que el encierro produce frente a situaciones de violencia de género.
Lo interesante es que esta situación subraya una problemática, que excede el virus: la enorme desigualdad social en la que vivimos es una problemática de la que hay que ocuparse con o sin virus. Por otro lado, pienso que esta situación refuerza algunas cosas que ya sucedían, que tienen que ver con la idea de individualismo y el miedo al otro. Un confinamiento para el que la tecnología viene operando hace tiempo. Íbamos hacia allí casi por decisión y de repente es como una obligación. Me parece que es un momento para reflexionar sobre los mecanismos y sistemas del mundo y empezar a cuestionarlos un poco más.
También estos días me pasó que vi mucho cómo la gente necesitó utilizar las redes sociales como una forma de seguir, de hacer que la máquina no pare, exponerse, contar todo el tiempo lo que hace y lo que no hace. Y particularmente pienso que hay una intimidad que pide replegarnos un poco y pensar. Creo en esto también como algo estético, y casi como un procedimiento narrativo, el de la contemplación. Todo está dado para acceder a esa contemplación en este momento. Me levanto a la mañana y el sonido de mi casa es otro y eso estéticamente construye mis días de otra manera. Hay cierta belleza en esa realidad, pero no desde un lugar superficial, sino también crítico. Creo que de algún modo – a los que podemos, y con esta aclaración vuelvo a la reflexión del inicio- este momento nos puede servir para aprender a habitar más los espacios, a escuchar, a existir en el tiempo muerto, aprender a aburrirnos.
De alguna manera creo que ya vivíamos en un contexto de “exceso” de información enorme que de por sí me parece problemático. Ahora de repente es como que ese acceso creció, liberándose un montón de cosas para ver, escuchar, leer, aprender por día. La gente está como medio bombardeada. A mí tanta información me atormenta y me confunde. No me estoy viendo siete películas por día porque están liberadas, veo una. Siento que hay una tendencia humana a llenar el vacío, a apagar el silencio con información. Puede ser una buena oportunidad para que aprendamos a elegir, ¿no?
Germán Fernández, programador del Espacio de Artes Visuales Kino Palais y codirector de Un relámpago en la oscuridad: la experiencia cine
No solamente la cuarentena del virus va a patear el tablero en muchos aspectos de la realización, distribución y exhibición. Cuando pase la cuarentena nada volverá a ser lo mismo, ni en el plano global ni económico. En lo que nos compete a nosotros, lo que es en los festivales de cine ya muchos los van a empezar a hacer online. Por lo menos algunos festivales ya lo hicieron y creo que el BAFICI ya suspendido está definiendo si lo van a hacer online también. Habrá que ver qué pasa con el importante: Cannes.
Cuando uno tiene la voluntad de salir de su casa y meterse en un lugar a ver una película con personas, es casi como un evento social. Ver una película en pantalla grande, con buen sonido, compartir la sala con los conocidos, te puede hacer emocionar, reír, asustar, hasta pelear con el de al lado. Uno puede estar en su casa mirando una película y vas a pasarla bien, pero la “experiencia cine” es otra cosa.
Paulatinamente volveremos a juntarnos, quedarán los más desconfiados y paranoicos de no querer estar con gente, pero lentamente vamos a volver a la normalidad, seguramente con algunos recaudos y algunos miedos. Las grandes cadenas de cine no creo que vayan a limitar la capacidad de tu sala porque si no pierden plata. Las salas chicas o alternativas vamos a salir bien.
A partir de la cuarentena salieron muchos directores y productoras y distintas agrupaciones a liberar sus películas. Los que creemos en la experiencia cine y luchamos contra el formato hogareño que establece la duración, el ritmo de las películas, el contenido, vamos a retroceder un poco. Habrá más material disponible pero en nuestra casa no nos disponemos a ver una película como al ir al cine. Aunque nos acostumbremos a pausar la película, a levantamos para ir a tomar algo, ir al baño… Eso se irá perdiendo, pero es una lucha que tenemos que volver a ganar.
Gustavo Fontán, director de La deuda: El cambio sensible
Los reclamos que estaban hasta hace 15, 20 días hoy quedaron en otro lugar, como la exhibición. El INCAA empezó con estrenos a través de la plataforma CINE.AR y me parece que esto es una posibilidad. Es probable que pasen meses hasta que se pueda volver a ver películas en el cine en salas: no sabemos cuándo será factible una concentración de gente. Está bien la posibilidad de pensar alternativas que no son las clásicas que se pensaron para el cine. Hay que ir facilitando una salida y hoy tanto CINE.AR como las pantallas públicas o algún tipo de presión en los canales privados podrían ser posibilidades para que las películas tengan un estreno.
Los pensamientos y la sensibilidad no pueden continuar en las mismas líneas y direcciones en las que traíamos. ¿Qué sucede afectivamente? Estamos pensando de nuevo y en ese pensar de nuevo las personas sensibles corren riesgos. Hay una posibilidad de que el mundo pueda volver a pensar qué vamos a priorizar, qué vamos a apreciar, qué cosas serán importantes a partir de ahora y cómo serán los vínculos con los demás. En ese cambio de sensibilidad también habrá un cambio en la forma de hacer y de mirar cine.
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