Nota
Dos muertes y un nuevo atropello a la comunidad qom
Tres integrantes de la comunidad qom Napocna Potae Navogoh fueron atropellados este domingo por el gendarme Cátulo Cardozo, en la ruta 86, a la altura de la Misión Tacaaglé, Formosa. Ayer por la tarde falleció Celestina Jara, 49 años, “una de las grandes luchadoras”, define Félix Díaz. Hoy se conoció la muerte de su nieta Natalia, de apenas diez meses. Ricardo Coyipé, el tercero que viajaba en la moto que fue embestida, se encuentra herido, pero fuera de peligro, en su casa, porque no quiere atenderse en el hospital “por miedo”.
Tanto Ricardo, el sobreviviente, como su hija Yanina, madre de la beba muerta, que venía atrás de ellos en otra moto, sostienen la misma versión: “Primero intentó atropellar a la hija de Ricardo, pero ellos esquivaron a la camioneta, y después agarró a Ricardo y su mujer con la beba. Una vez tirados en la ruta, el gendarme se baja y lo primero que hace es insultar a Ricardo. Y, no solamente eso: lo pateó en la cabeza, en la espalda y lo pisó en el abdomen donde tiene una herida que fue producto de la represión del año 2010”, cuenta el carasche de la comunidad Félix Díaz.
El último viaje
Ricardo Coyipé, Celestina Jara, Yanina y su hija Natalia habían viajado a la misión qom Tacaaglé, a 50 kilómetros de su comunidad, a visitar a unos familiares. Habían ido en dos motos.
El domingo al mediodía, cuando ya volvían por la misma ruta 86 que los lleva a su comunidad, apenas saliendo de la misión, se toparon con una camioneta manejada por el gendarme Cátulo Cardozo. Yanina, que iba sola detrás de Ricardo y Celestina, que llevaban a su hija bebé, dice que el gendarme le tiró la camioneta encima; “pero ella esquivó a la camioneta, y después agarró a la otra moto”, relata Félix.
Yael, el hijo de Roberto López, qom asesinado en la represión policial del 2003 en la ruta, cuenta a lavaca: “el gendarme lo insultó porque Ricardo no había visto para atrás”.
Félix, en cambio, no vacila al señalar: “fue intencional”.
El testimonio de los sobrevivientes Ricardo y Yanina no abonan la teoría del accidente.
Los antecedentes, tampoco.
Los atropellos
Félix Díaz fue atropellado en la ruta en 2007 y otra vez en agosto de este año.
Cuenta sobre la primera: “Yo iba a Laguna Blanca, y el vehículo venía de esa zona. Se iba hacia Florinda, me agarró detrás de la bicicleta y me tiró en la banquina”. Más allá de algunas heridas, quedó fuera de peligro.
La segunda fue más violenta: el 9 de agosto de 2012, fecha consagrada como Día del Derecho Indígena, Félix volvía a su casa cuando fue arrollado por una camioneta negra que no pudo identificar. Resultó gravemente herido y aún hoy le cicatrizan las heridas. “No podría decir que fue un accidente porque es muy notorio que la intención era tirarme o liquidarme. Me salvé de milagro”, dijo en aquella oportunidad a lavaca.
De esta historia sin casualidades, que combina rutas, autos e injusticia, Félix tiene una teoría: “Esos son argumentos para matar a los indígenas. Ya van varios hermanos que mueren por este sistema de eliminar físicamente a través del uso de los vehículos ; porque los vehículos usan los seguros y el chofer siempre sale favorecido: cubren las malas conductas. Esa es la forma que nos matan en estos tiempos”.
Dice a lavaca Mauro, otro miembro de la comunidad: “La gente tiene miedo de andar porque es muy peligroso porque te pueden hacerte algo, te persiguen”.
El gendarme Cardozo esté detenido en el Escuadrón 16 de la Gendarmería Nacional de Clorinda, pero Félix no guarda expectativas: “Es difícil que la justicia intervenga. Ojalá que el juez se anime para que pague lo que hizo este hombre”.
Esta sensación de impunidad se refuerza en la soledad de la pampa formoseña, sin testigos, y se redobla más aún en la injusticia que encuentran los qom en estos casos. Félix: “Nos sentimos impotentes ante esta situación tan lamentable que estamos pasando, que se siguen matando hermanos y nos duele mucho que el gobierno nacional y provincial no le están dando importancia a esta situación, a pesar que tenemos la medida cautelar vigente de la CIDH y se siguen matando indígenas”.
Nunca más
Celestina Jara murió la tarde del mismo 9 de diciembre en que fue atropellada, a causa de los golpes producidos por el impacto, la caída y el vuelco en la ruta.
Hoy, 10 de diciembre, los médicos del Hospital de Formosa “no pudieron hacer nada”, cuenta Félix, con Natalia Lila, de diez meses, que también murió tras un día de estar en coma.
Nieta y abuela fueron sepultadas juntas.
“Era una gran luchadora” define Félix sobre Celestina. “Ella siempre estuvo con nosotros, también sufrió la golpiza de la policía de Formosa y tiene una causa penal”. Félix se refiere a las causas que la justicia, en otra estrategia de inversión de cargos, abrió contra miembros de la comunidad tras la jornada del 23 de noviembre de 2010 por “instigación a cometer delitos, atentado a la autoridad y lesiones”. Dice Félix: “ Era una mujer muy comprometida con la causa indígena, al igual que su marido”.
Celestina fue una de los pocos miembros de la comunidad que viajó a Buenos Aires el 23 de diciembre de 2010, un mes después que la policía formoseña matara al qom Roberto López, para hacer escuchar sus reclamos desde el ombligo porteño: tierras, agua, educación, senderos asfaltados, justicia.
Junto a Félix, Yael – el hijo de Roberto- y otra veintena de compañeros acamparon durante más de 5 meses en Avenida de Mayo y 9 de julio, se encadenaron a ministerios, hicieron huelgas de hambre hasta que el gobierno nacional decidió recibirlos.
La condición para levantar el acampe fue la promesa del ministro del Interior, Mariano Randazzo, de generar una mesa de diálogo entre la comunidad, el gobierno nacional y el gobierno provincial.
Para ello, le exigieron a la comunidad Napocna Potae Navogoh que elija un representante. Félix Díaz ya era el cacique natural y elegido, aunque no por instancias burocráticas y occidentales.
Los qom se sometieron a ese proceso con paciencia y la seguridad de estar reclamando por lo justo.
Soportaron las maniobras del gobierno provincial que empujaban a un candidato propio, Cristino Zanabria, a fuerza de chapas, colchones, planes sociales y otras promesas para quienes lo votaran.
Las elecciones finalmente se hicieron a 60 kilómetros de la comunidad. El gobierno provincial puso camionetas para trasladar a los seguidores de Zanabria. Los de Félix muchos fueron a pie, otros en moto y algunos hasta se subieron a las camionetas del favorito del gobernador para asegurarle el voto a Díaz: “Ese método de la mentira lo aprendimos de ellos”, dicen en la comunidad.
Félix Díaz ganó con el 80% de los votos. Ahora sí, era el cacique virtual y real según las exigencias de los gobiernos para encarar la mesa de diálogo.
Pero el gobierno provincial no reconoció a la autoridad elegida, y se retiró de la mesa.
El gobierno nacional no hizo nada. Nada más.
Los Qom se quedaron hablando solos.
Desde entonces y como siempre, la comunidad qom reclama justicia.
Justicia para que les devuelvan sus tierras.
Justicia por Roberto López
Justicia para una vivienda digna y acceso al agua potable.
Acceso a DNI, caminos asfaltados, escuela propia.
El día de la democracia y los derechos humanos, los qom sumaron dos razones más para exigir Nunca Más.
Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
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