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El libre comercio es la guerra

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Por Naomi Klein. Tras el 11 de septiembre, los expertos de derecha estaban ansiosos por enterrar al movimiento globalizador. Se nos informó que en tiempos de guerra a nadie le importaban asuntos frívolos como la privatización del agua. Gran parte del movimiento estadounidense contra la guerra cayó en la trampa: este no era el momento para enfocarse en debates económicos divisores, era tiempo de unirse para hacer un llamado a la paz. Toda esta tontería terminó en Cancún, cuando miles de activistas convergieron para declarar que el brutal modelo económico impulsado por la Organización Mundial del Comercio es, en sí mismo, una forma de guerra.

EL LUNES, SIETE ACTIVISTAS contra la privatización fueron arrestados en Soweto por bloquear la instalación de medidores de agua prepagados. Los medidores son una respuesta al hecho de que millones de sudafricanos pobres no pueden pagar sus cuentas de agua.

Los nuevos aparatos funcionan como teléfonos celulares de llamadas prepagadas, sólo que en vez de tener un teléfono muerto cuando se te acaba el dinero, tienes a personas muertas, enfermas por tomar agua infestada de cólera. El día en que encarcelaron a los «guerreros del agua», las negociaciones de Argentina con el Fondo Monetario Internacional se estancaron. El punto de desacuerdo eran los aumentos de niveles de tarifas para las empresas de servicios públicos privatizadas. En un país donde 50% de la población vive en la pobreza, el FMI demanda que se le permita a las compañías multinacionales de agua y electricidad incrementar sus tarifas en un asombroso 30%.

En las cumbres comerciales, los debates sobre la privatización pueden parecer abstractos y elevados. A nivel del suelo, son tan claros y urgentes como el derecho a sobrevivir.

Tras el 11 de septiembre, los expertos de derecha estaban ansiosos por enterrar al movimiento globalizador. Con alegría se nos informó que en tiempos de guerra, a nadie le importaban asuntos frívolos como la privatización del agua. Gran parte del movimiento estadunidense contra la guerra cayó en la trampa: este no era el momento para enfocarse en debates económicos divisores, era tiempo de unirse para hacer un llamado a la paz.

Toda esta tontería termina en Cancún esta semana, cuando miles de activistas convergen para declarar que el brutal modelo económico impulsado por la Organización Mundial del Comercio es, en sí mismo, una forma de guerra.

Guerra porque la privatización y la desregulación matan -al aumentar los precios de los artículos de primera necesidad, como el agua y las medicinas, y al bajar los precios de materias primas, como el café, haciendo que las pequeñas granjas se vuelvan insostenibles. Guerra porque aquellos que resisten y se «niegan a desaparecer», como dicen los zapatistas, son rutinariamente arrestados, golpeados y hasta asesinados. Guerra porque cuando este tipo de represión de baja intensidad no logra despejar el camino para la liberación empresarial, las verdaderas guerras comienzan.

Las protestas globales contra la guerra que sorprendieron al mundo el 15 de febrero crecieron a partir de las redes que se construyeron a través de años de activismo de la globalización, desde Indymedia hasta el Foro Social Mundial. Y a pesar de los intentos por mantener a los movimientos separados, su único futuro está en la convergencia mostrada en Cancún. Los pasados movimientos han intentado luchar contra las guerras sin confrontar los intereses económicos detrás de ellas, o de lograr justicia económica sin confrontar al poder militar. Los activistas de hoy, ya expertos en seguir el hilo del dinero, ya no están cometiendo el mismo error.

Pensemos en Rachel Corrie. A pesar de que quedó grabada en nuestras mentes como la chica de 23 años en una chamarra anaranjada, con la valentía de enfrentar los bulldozers israelíes, Corrie ya se había asomado a la mayor amenaza tras la hardware militar. «Creo que es contraproducente sólo atraer la atención a los puntos de crisis -la demolición de casas, balaceras, la violencia al descubierto», escribió en uno de sus últimos correos electrónicos. «Mucho de lo que pasa en Rafah está relacionado con la lenta eliminación de la habilidad de la gente para sobrevivir… El (tema del) agua, en específico, parece ser crítico e invisible». La Batalla de Seattle de 1999 fue la primera gran protesta de Corrie. Cuando llegó a Gaza, ya se había entrenado para ver la represión no sólo en la superficie, sino a escarbar más profundo, a buscar los intereses económicos a los que los ataques israelíes sirven. Este escarbar -interrumpido por su asesinato- llevó a Corrie a los pozos cercanos a los asentamientos, los cuales sospechaba que desviaban agua preciosa de Gaza a las tierras agrícolas de Israel.

De manera similar, cuando Washington comenzó a repartir contratos de reconstrucción en Irak, los veteranos del debate de la globalización se dieron cuenta de la agenda subyacente al ver los conocidos nombres de los impulsores de la desregulación y la privatización, Bechtel y Halliburton. Si estos tipos llevan la delantera, significa que están rematando Irak, no reconstruyéndolo. Hasta aquellos que se opusieron exclusivamente a la guerra por la manera en que fue librada (sin el consentimiento de la ONU, con insuficiente evidencia de que Irak representaba una inminente amenaza), ahora no pueden más que ver por qué fue librada: para poner en práctica las mismas políticas contra las que protestan en Cancún -privatización masiva, acceso irrestricto de las multinacionales y dramáticos recortes al sector público. Como escribió Robert Fisk en The Independent, el uniforme de Paul Bremer lo dice todo: «un traje de negocios y unas botas de combate».

El Irak ocupado es transformado en un torcido laboratorio de economía de libre mercado, libre de base, muy parecido a lo que fue Chile para los Chicago boys de Milton Friedman tras el golpe de 1973. Friedman lo llamó «terapia de shock», sin embargo, así como en Irak, se trató de un asalto a mano armada a la gente que está bajo los efectos de una guerra.

Hablando de Chile, la administración Bush ha hecho saber que si las reuniones en Cancún fracasan, simplemente seguirá adelante con más acuerdos bilaterales de libre comercio, como el que acaba de firmar con el país andino.

Insignificante en términos económicos, el poder real del acuerdo consiste en funcionar como una cuña: Estados Unidos ya lo está usando para amenazar a Brasil y Argentina de que o apoyan el Area de Libre Comercio de las Américas o se arriesgan a quedar rezagados.

Han pasado 30 años desde aquel otro 11 de septiembre, cuando el general Augusto Pinochet, con la ayuda de la CIA, trajo el libre mercado a Chile «con sangre y fuego», como dicen en América Latina. Aquel terror paga dividendos hasta la fecha: la izquierda nunca se recuperó, y Chile sigue siendo el país más maleable de la región, dispuesto a hacer la voluntad de Washington aún cuando sus vecinos rechazan el neoliberalismo a través de las urnas y en las calles.

En agosto de 1976, apareció un artículo en una revista, escrito por Orlando Letelier, ex ministro de Asuntos Exteriores del gobierno de Salvador Allende. Letelier estaba frustrado con la comunidad internacional que decía estar horrorizada por los abusos a los derechos humanos de Pinochet, pero que apoyaba sus políticas de libre mercado, rehusándose a ver «la fuerza brutal requerida para lograr estas metas. La represión de las mayorías y la ‘libertad económica’ para unos pequeños grupos privilegiados son, en Chile, dos lados de la misma moneda». Menos de un mes después, Letelier fue asesinado con un coche bomba en Washington, DC.

Los mayores enemigos del terror nunca pierden de vista los intereses económicos a los que sirve la violencia, o la violencia del capitalismo en sí misma. Letelier lo entendía. También Rachel Corrie. Al converger nuestros movimientos en Cancún, también nosotros debemos entenderlo.

(Publicado en La Jornada, de México, el 14 de setiembre del 2003. Traducción: Tania Molina Ramírez. Copyright 2003 Naomi Klein. Una versión de este artículo fue publicado en The Nation).
*Naomi Klein es autora de No Logo y Vallas y Ventanas.

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

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Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.

Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla

Fotos Juan Valeiro

El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.

Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.

Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.

Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.

La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”. 

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:

  1. “Que no te vendan gato por león”.
  2. “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”. 

Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:

Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.

Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.  

Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.

Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.

Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.

La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.

Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.

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