Nota
Arde Bolivia
Por Angel Guerra Cabrera. El Estado liberal oligárquico nacido en América Latina después de la primera independencia, excluyente de indígenas, afrodescendientes y, en general, de los pobres, está hoy irremediablemente en crisis. Crecientes sectores de campesinos indios y mestizos, desempleados, trabajadores «informales», obreros exprimidos, estudiantes sin futuro, profesionales sin oportunidades y clases medias -todos pauperizados por las políticas neoliberales- no se identifican ya con esa estructura que ha dejado de ser cauce de solución alguna a sus aspiraciones.
Las mieles prometidas por las llevadas y traídas transiciones a la democracia han resultado el acíbar más amargo para la inmensa mayoría, a quien los gobernantes no consultan para suprimir los derechos sociales y laborales que habían conquistado en históricas luchas ni tampoco para enajenar alegremente en favor del capital trasnacional los recursos públicos y la soberanía. Los derechos políticos «democráticos» han devenido una mera formalidad, que se reduce casi siempre a la opción de depositar el voto por seres ajenos, cuyos intereses y discurso están cada vez más lejos del pueblo que dicen representar. Las ejecuciones extrajudiciales y las desapariciones, es cierto, han dejado por ahora de ser la regla aplicada a los inconformes. Pero ello no puede disimular otro hecho más generalizado y no menos criminal. Y es el gradual homicidio social practicado por estados que renunciaron flagrantemente a asegurar a los ciudadanos iguales oportunidades de alimentación, educación, acceso a la cultura, salud, vivienda, seguridad social y empleo, componentes esenciales de una vida digna.
No debe sorprender entonces el emergente protagonismo político actual de los habitantes originarios de nuestra América. Orillados y marginados por la globalización imperialista como nunca antes en cinco siglos, su grito de ¡ya basta! es muy en serio y se está expresando cada día con más vigor del Bravo a la Patagonia. En Bolivia se aprecia muy claramente. Se trata de uno de los países más pobres de América Latina, a pesar de sus generosos recursos naturales, donde se manifiestan con inaudito desparpajo todas las fechorías, lacras y exacerbadas desigualdades que acompañan a las políticas neoliberales. Allí una exigua minoría opulenta oprime y niega el derecho a vivir con arreglo a su cultura ancestral y tradiciones a aymaras y quechuas, que forman la mayor parte de la población. Las empresas públicas creadas por la revolución de 1952, que eran orgullo nacional, fueron privatizadas a precio de remate mediante escandalosos negocios, fraudes y disposiciones inconstitucionales urdidos entre los viejos y nuevos oligarcas y las compañías trasnacionales. El actual presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, ahora en su segundo mandato, ha hecho una fortuna superior a los 250 millones de dólares a expensas de las privatizaciones, del desempleo ocasionado por estas a decenas de miles de trabajadores, de la entrega obsequiosa de los recursos de la nación. Mientras tanto, descarrilada hace tiempo la reforma agraria proclamada por aquella revolución, 87 por ciento de la tierra está en manos de un 7 por ciento de los propietarios y 90 por ciento vive en pobreza en las zonas rurales.
Bolivia posee las segundas reservas de gas natural de América del Sur. El energético despierta tanta o mayor voracidad imperial que el petróleo cuando en Washington gobierna una pandilla que ha ocupado ya dos estados con tal de hacerse del control mundial de esos recursos. El gas es el único patrimonio económico boliviano que no se había entregado al capital internacional. Con sólo él en manos de un Estado auténticamente democrático, podría lograrse un impresionante desarrollo económico y social en Bolivia. Pero Sánchez de Lozada y comparsa decidieron hacer de su exportación a Estados Unidos otro gran negocio y entregarlo a las trasnacionales.
Frente a este panorama de explotación y saqueo se levantan desde hace una década formidables protestas populares, que hoy paralizan Bolivia con los cortes de carretera y amenazan con una huelga general. En ellas ocupa un lugar de vanguardia uno de los movimientos indígenas más vigorosos, combativos y conscientes políticamente de nuestro continente, que logró conquistar una apreciable bancada parlamentaria y casi la presidencia en las últimas elecciones. Que pide la devolución al pueblo de las empresas privatizadas y autonomía, tierras y territorio para los pueblos originarios y ha hecho del país andino un bastión contra el ALCA. Llegan noticias de la creación de una Coordinadora para la Defensa del Gas que uniría a todas las organizaciones indígenas, sindicales y populares. Si se logra y conserva esa unidad, poco podrá contra ella una oligarquía codiciosa y servil al imperio, pero incapaz ya de gobernar a la indiada por la fuerza.
Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
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