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El gobierno porteño quiere cerrar la única escuela pública de fotografía de CABA

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En otro golpe a la cultura y a la educación, el ministerio de Educación le impidió a la escuela Maestro Quinquela Martín, de La Boca, inscribir alumnos para este año. Además, le comunicó que quienes debían cursar el segundo y último año, tampoco podrán terminar la carrera. Las voces de una asamblea conformada por docentes, estudiantes, egresadas y egresados, que resisten a un vaciamiento que lleva años de ejecución y desgaste. Las formas de organizarse en la base, ante una gestión que busca darle el golpe final a una institución estatal y gratuita.

Por Francisco Pandolfi

Miguel Caruso llega con la asamblea empezada. Se sienta atrás de todo, en silencio, pero no puede pasar desapercibido aunque lo quiera. Aunque no monopolice la palabra. Aunque solo tenga un par de intervenciones en las casi tres horas que dura el encuentro entre docentes, estudiantes actuales, egresadas y egresados de la Escuela de Fotografía Maestro Quinquela Martín, en el barrio porteño de La Boca, donde la comunidad educativa se congrega para definir los pasos a seguir en pos de evitar el cierre de la única escuela estatal y gratuita de fotografía en la ciudad. Aunque la lógica marque que debiera ser al revés, quizá en esta cualidad se explique la voracidad de la gestión porteña por avanzar, otra vez, contra el establecimiento.

Miguel Caruso se obstina a estar en un segundo plano, pero no puede porque en él yace parte de la historia que el Gobierno de la Ciudad busca borrar. Y no por primera vez, ya que en 2020 se vivió una situación similar. Miguel tiene más de 80 marzos y egresó de la escuela en 1963. Fue docente por más de 30 años, hasta 2007. La sigue llevando en el corazón y en la memoria. “No sólo exigimos que no se cierre, también pedimos volver a ser una tecnicatura, de tres años”.

EL LEGADO DE QUINQUELA

En 1940 el reconocido pintor Benito Quinquela Martín donó los terrenos para construir una escuela de Artes y Oficios. Una década después, se inauguró la Escuela Fábrica de Educación Técnica Nº 121 de Artes Gráficas, que en 1967 pasó a llamarse Escuela Técnica N° 31. Hace unos años, se le agregó el nombre de “Maestro Quinquela”.

Allí funciona la secundaria en el turno mañana y tarde, y el curso de fotografía a la noche, de donde egresó en 2002 Elena, hoy docente de Laboratorio Digital en la escuela de fotografía. En una ronda a la que se va sumando más gente a medida que avanza la tarde, apunta: “Lo que hace el gobierno porteño es un golpe al legado de Quinquela”.

El lunes 18 de marzo debería iniciar el año lectivo pero, por obra y (des) gracia del del ministerio de Educación, eso no sucederá. Explica la asamblea: “El martes 5 de marzo notificaron a través de un acta que no podíamos inscribir a los más de 200 ingresantes, y que no podíamos continuar con la cursada de los primeros y segundos años de la carrera”. Los responsables a los que apunta la comunidad son varios: “La ministra de educación porteña, Mercedes Miguel; el Director de Escuelas Técnicas, Adrián Rastelli; el Rector de la Escuela Técnica N°31, Juan Acuña; el supervisor de la región 4, Fernando Biondi y al director de la Agencia de Aprendizaje a lo Largo de la Vida, Gustavo Álvarez”.

Comunicarse con los teléfonos del ministerio es una tarea imposible. Lo mismo sucede con el despacho de la ministra Mercedes Miguel.

El gobierno porteño quiere cerrar la única escuela pública de fotografía de CABA

La comunidad educativa tiene experiencia en organizarse contra el gobierno porteño.

EL CONFLICTO

En 2020 perdió vigencia la resolución que daba validez a los títulos. El reclamo masivo de la comunidad educativa resguardó el cierre de la escuela y logró una nueva resolución, pero sólo hasta los ingresantes en 2021. Desde ese momento, el gobierno porteño se desentendió de la situación: “Ellos dejaron caer la resolución, lo único que deben hacer es poner una firma para dar continuidad a la escuela”, sintetiza Nicolás Ramos, ex alumno de la escuela ubicada en la avenida Pedro de Mendoza 1777.

Completa: “Cuando quisieron cerrar la escuela, las y los docentes presentaron un anteproyecto para declarar la tecnicatura superior con toda la carga horaria, con los alcances de un título técnico, de tres años. En la dictadura de Onganía se pasó a dos y después los sucesivos gobiernos de la ciudad lo dejaron estar, hasta que pasó a escuela media y técnica, y ahora lo quieren pasar a formación profesional. O sea, siguen degradando el título, la carga horaria, en detrimento del cuerpo docente y del alcance que tiene nuestra titulación. Así como está la situación, los compañeros que terminaron en 2023 no van a tener su título y quienes estudiaron primer año, no podrán seguir estudiando”.

ORGANIZACIÓN POPULAR

La asamblea realizada en un espacio cultural de La Boca se extiende porque lo que debería haber sido una semana de planificación, de cara al inicio de clases, viró a resistencia, angustia e incertidumbre; no a parálisis. Llueven propuestas que lo demuestran: volanteadas a Caminito; acampe en la puerta; panfleteadas por todo el barrio; aviso a las demás escuelas de la zona; articulación con las asambleas barriales y organizaciones de la comuna; flyers, videos, notas en distintos medios; convocatoria puerta a puerta; reuniones con las universidades cercanas; radio abierta. Hay comisiones para ordenar el trabajo: legales; gremios; comunicación y difusión; vínculo con el territorio. 

“El próximo miércoles 20 de marzo la escuela cumple 74 años”, dice una docente del secundario. “Hagamos un abrazo a la escuela”, plantea un vecino. “A las 12 del mediodía”, se sugiere, y por unanimidad ya se empieza a pensar ese abrazo para evitar que pocos brazos cierren la cursada. Además se planifica un camarazo para el 3 de abril; y además una juntada de firmas virtual; y además una repartida de volantes para concientizar por el barrio.

La comunidad está organizada, organizada de verdad.

El gobierno porteño quiere cerrar la única escuela pública de fotografía de CABA

El cierre de año 2023 en la Quinquela.

UN OASIS EN LA CIUDAD

Mariano Corbacho fue alumno y es docente de la escuela. Trabaja también en el sector de educación no formal de la Agencia de Aprendizaje a lo Largo de la Vida donde da tres cursos de fotografía. Son cuatrimestrales, de dos horas por semana. “La población viene con una idea de acercarse a una disciplina, casi exploratoriamente, en una actividad lúdica, recreativa, que puede ser una primera puerta para pensar tus estudios en fotografía y profundizarlos a futuro”. 

Describe el valor social y fundamental de la Quinquela: “Es un curso de cinco veces por semana, dos años, que tiene laboratorio de revelado blanco y negro y ampliación, tiene salas de tomas que las construimos con los docentes, no con infraestructura de Gobierno porteño; también tenemos equipamientos para hacer las prácticas, una estructura pensada para hacer un curso largo. La población que asiste busca formarse en fotografía como una carrera y una forma de vida; esa es la gran diferencia. No son comparables la Quinquela con los cursos de educación no formal, van destinados a distintos tipo de inquietudes”.

74 años de historia. Única escuela pública y gratuita de la ciudad. Se han llegado a anotar 600 inscriptos por año, sin difusión alguna del gobierno porteño. 1700 horas cátedras. Miles de egresadas y egresados.  

Amplía Mariano: “Queremos dar un curso de excelencia, de calidad, con las mejores herramientas disponibles para un alumnado que está con la decisión de formarse en eso y hacerlo una forma de vida; es fundamental abrir nuevamente las inscripciones para seguir formando fotógrafos y fotógrafas para el campo profesional. Hoy nuestra carrera tiene atrasos tecnológicos por la falta de respuesta del Ministerio y las autoridades de la institución, y queremos revertirlo hasta tener una tecnicatura superior”. Propone: “Exigimos una mesa de trabajo para discutir franca, sincera y pedagógicamente con el Ministerio, certificar los títulos de nuestros estudiantes, que se extienda esa certificación, que se implemente la tecnicatura superior como fue originalmente. Somos un oasis dentro de la ciudad y no entiendo cómo esta gestión no lo toma como bandera; no aprovecha tener egresados que recorren el mundo con sus fotos tras haber aprendido acá”.

Tímidamente, Miguel Caruso, el más experimentado de la ronda, el egresado hace 50 años, pide la palabra. Saca un papel del bolsillo y lee una lista que da cuenta del trampolín que representa la escuela:

–Salida laboral inmediata y autónoma.

–Reporteros gráficos en los periódicos más reconocidos, así como en revistas técnicas especializadas.

–Premios obtenidos por participaciones en concursos y salones internacionales, con cartas de reconocimiento a la escuela.

–Empleos como investigadores en universidad y hospitales, a partir de la documentación fotográfica.

–Fotografía Publicitaria

–Ilustración fotográfica de muchísimos libros

–Docencia en diversos espacios como colegios y municipios. 

–Asesoría técnica en casas de venta de artículos fotográficos.

–Artífices de muestras y exposiciones en el país y el exterior.

Miguel sigue leyendo una larga lista de etcéteras. 

BRONCA Y LUCHA

Toda la comunidad educativa es perjudicada por esta nueva embestida, pero hay un grupo que el avasallamiento lo siente distinto: las y los estudiantes que empezaron la carrera en 2023, que cursaron primer año de lunes a viernes, que les falta un año para egresar y que ahora parece que no, que desde el mismísimo Estado se les dice que no. Que no pueden. Que no se reciben. Que las puertas están cerradas. En la asamblea que empezó por la tarde y está terminando de noche, hay muchos estudiantes en esa situación. Una de ellas se llama Laura Luque. Anota todo lo que se dice en la ronda. Está atenta. Está activa. Y le dice a lavaca: “Somos estudiantes con la incertidumbre de no saber si vamos a poder terminar la carrera, ya que además nuestra escuela es la única municipal de fotografía. Me da bronca, porque queda claro que no les interesamos ni tampoco les interesa el derecho que nos ampara como estudiantes a formarnos. También da bronca la manera que nos quieren dar de baja, minimizándonos, ninguneándonos, intentando borrar nuestra historia, nuestra identidad. Es muy triste, y por eso mismo vamos a luchar todo lo necesario para que la Quinquela siga funcionando”.

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Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet

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El acto de jubiladas y jubilados volvió a exhibir este miércoles la absurda represión contra personas que trabajaron toda la vida y se manifiestan pacíficamente ante la licuación brutal de sus ingresos. Tras los golpes, las fuerzas de Gendarmería, Prefectura y Policía Federal (que no parecen estar donde deberían), recibieron orden de retirada, mientras la gente celebraba otra batalla ganada. El acompañamiento de personas discapacitadas, la creatividad de los carteles, las estampitas de la Virgen y las teorías sobre el fernet para describir parte de la actualidad.

Por Lucas Pedulla y Sergio Ciancaglini

Fotos: Juan Valeiro/ lavaca.org

El horario de marcha de jubilados y jubiladas de todos los miércoles es a las 15 horas: a la hora señalada ya había un jubilado detenido –Julio Vargas, luego liberado– y una decena de heridos entre gases, palos y escudos. Por ejemplo Carlos, más conocido como Chaca, el mítico hincha de Chacarita Juniors, en un día en el que el gobierno había anunciado descuentos en supermercados: “Ni enterado, pero ya nadie les cree nada. Mirá”, dice y muestra sus brazos golpeados, su codo ensangrentado, el labio partido por un golpe. “Hoy de vuelta nos fajaron. Pero que hagan todo lo que quieran hacer, ya se van”.

Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet

Golpes en los brazos, el labio partido y la sonrisa de Carlos Chaca: las fuerzas de Bullrich terminaron yéndose mientras la gente celebraba.

Tapar a Espert

Las agresiones incluyeron a la Prefectura Naval y a la Gendarmería, ubicadas en Rivadavia y Callao para castigar a personas ancianas mientras las fronteras siguen siendo un colador por el que entran y escapan narcos, según se informa cada día.  

Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet

Un total de 20 heridos, según mencionó el Centro Provincial por la Memoria.

Después de la represión, la escenografía del Congreso volvió a evidenciar su irracionalidad: el cordón de policías federales, prefectos y gendarmes circundaba la plazoleta y abarcaba dos cuadras. Es la segunda semana consecutiva en la que el despliegue del operativo queda a cargo de las fuerzas federales, luego de varios miércoles donde la única fuerza que se veía era la Policía de la Ciudad.

“Esto se llama Operativo No Rompan Las Pelotas”, define Lorenzo, 73 años, vecino del partido bonaerense de San Martín. “No quieren mostrar debilidad y quieren tapar a Espert. Tienen mil quilombos, y creen que esto a Bullrich le suma puntos para su campaña”.

Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet

La marcha pacífica después de otra represión absurda. Gendarmería y Prefectura, ¿no deberían estar en otra parte?

Esa sumatoria todavía está por verse: alguien debió pensar algo distinto si hoy desistieron repentinamente de agredir a jubilados. El razonamiento de Lorenzo emparenta el despliegue policial con la candidatura de la ministra de Seguridad a una banca en el Senado, un lugar donde tendrá fueros que la podrían proteger ante un eventual avance en las causas por las diversas represiones que la tienen como la máxima responsable política, entre ellas el balazo que dejó al borde de la muerte al fotógrafo Pablo Grillo, hoy en rehabilitación.

Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet

Retenciones y fin de mes

A Lorenzo lo escucha Juan Manuel, uno de los tantos jubilados que redacta carteles que van marcando el ritmo de la época: lleva 115 frases anotadas en una libretita, ordenadas por fecha de creación. 

Hoy exhibe dos, que aquí registramos:

Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet
Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet

Sobre esta última hipótesis, Juan Manuel hace un gesto con su mano derecha, como quien describe a algo que está rumbo a otra parte.  

Despidiendo policías

Los que primero parten, en este caso, son los efectivos (?) federales. La gente de a poco fue sobrepasando al cordón policial, empujándolos hacia la vereda, hasta que de alguna parte llegó la orden de abandonar el lugar.

La manifestación los despide cantando: “Son todos narcos”. Lo pesado de los trajes policiales, sus escudos, armas y tonfas, hace cada movimiento más robótico, y en muchos sentidos más absurdo. El vallado que separa el punto de fuga de la plaza es tan grande que solo por un pequeño pasillo los cientos de efectivos se escabullen a un ritmo que permite que el estribillo que no cesa –“son todos narcos”– sea capturado por cientos de cámaras. 

Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet

Una imagen resulta conmovedora. Alberto, un hombre ciego, camina con un bastón en la mano derecha y la izquierda la lleva apoyada –para guiarse– en el hombro de Sergio, que avanza en silla de ruedas.

Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet

Alberto y Sergio.

Forman parte de un pequeño grupo que incluye a Ariel, que tiene síndrome de Down, Remigia en su andador eléctrico, integrante de la CTA, Julito, también ciego, Sol, Daniel. Marcela y Leonor los acompañan y llevan una pequeña bandera que dice “Unidos por la especial”, en referencia a la educación especial eliminada, calcula Leonor, en más de 20 escuelas porteñas. Alguien que ve a ese pequeño grupo manifestarse plantea una posibilidad: “Este pueblo es invencible”.

Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet

Alberto dice: “No podemos dejar que nos quiten los derechos, nos pisoteen como un trapo sucio en el fondo de una casa”. Sergio agrega: “Hoy encima, como vienen las elecciones, te dicen que te van a dar descuentos en los supermercados. Nos toman de idiotas. Pero así les va a ir”.

Sobre las estampas y el fernet

Cuando se va el último policía, la plaza celebra. Entonces empieza la marcha, como cada miércoles. Aparece una tercera fuerza –Policía de la Ciudad– que sólo armará un cordón sobre Sáenz Peña para que la marcha no siga hasta Plaza de Mayo.

Allí está Patricia, 68 años, de zona norte del conurbano, que le reparte estampitas de la Virgen María a los policías.

Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet

La sonrisa de Patricia, observada por la policía y por un «eternauta» de prensa.

Algunos se ríen, otros permanecen inmutables, y ella dice: “Necesitamos bendiciones. Prefiero confiar en la misericordia. Es una forma de decirle al Presidente que se está equivocando. Confiemos en que puede escuchar, ¿no? Escuchó el resultado de las elecciones, pero no está escuchando la calle. Hay que seguir viniendo. Y pedir por los derechos del pueblo”. 

La insistencia sonriente de Patricia genera lo inesperado: varios policías aceptan la estampa de la Virgen y le agradecen. Nadie sabe muy bien cómo interpretar eso. Ella arquea las cejas: “No se pueden conocer los caminos de la misericordia”.

Un poco más allá hay una celebración de cumpleaños, con orquesta de bombos y trompetas, con baile de jubiladas y jubilados al ritmo de «como a los nazis les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar».

Selva, 65 años, vecina del barrio porteño de Floresta tiene una bandera argentina atada como capa, gorrito celeste y blanco, y un cartel que ranquea entre los más llamativos de la jornada:

Marcha de jubilados: guerra, paz y fernet


Su situación –dice– es como la de cualquier otra jubilada: “Tengo la suerte de tener mi casa, un baño con agua caliente, mi comida calentita, pero la veo feo para mis hijos”. Por eso no se pierde un miércoles. Tampoco pierde el humor: “Toda mi vida traté de ser respetuosa. No me gusta venir y pelear con la policía. Pero no nos vamos a dejar asustar. A mi hermana y a mí nos tiraron con el hidrante en el invierno pero seguimos luchando”.

¿Cómo seguimos? “Hay que ir a votar. Cada uno sabe en qué momento estuvo mejor. Hay que luchar. Siempre con esto”, dice y señala su obra de arte sobre el fernet: “Con la palabra y la sonrisa”.

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Ni Una Menos con voz propia: lo que necesitamos escuchar

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Por Claudia Acuña

Empecemos por el final, que es el principio de todo.

La mujer lleva una remera blanca con la cara de una de las masacradas encima del pullover y resguardada por un chaleco negro. Sostiene la cabeza con una mano mientras con la otra se frota la mollera donde recibió el golpe de un palo. No está sentada, sino derrumbada en la silla cuando comienza a hablar. Lo que dice y cómo lo dice es lo revelador porque esa mezcla de aturdimiento e información es lo que define esta jornada en la que miles de personas se movilizaron para decir aquello que necesitábamos nombrar en voz alta.

Ni Una Menos con voz propia: lo que necesitamos escuchar

“No sé cómo terminamos así, pero ahí estamos” arranca.

Su joven hija la observa en silencio.

“Tenía de la mano a los chicos que se subieron al micro… quisieron acompañar, pero son muy chicos… y las madres… bueno: eso no es lo que importa ahora. Son chicos: eso es lo que importa. Y está bien que vengan a la marcha porque es una manera… ya saben, de salir de toda la lógica que quieren imponerles… Siento que sus manos tiemblan… Ellos que siempre se muestran tan… tan como que nada los afecta… y estaban agarraditos a mi mano… siento eso y me doy cuenta que son nenes, que hay que cuidarlos y no sé si puedo… y los chicos se sueltan y ahora… ¿dónde están?

Repite:

¿Dónde están?

Suspira:

“No doy más”.

Llora.

La abrazo.

Un vaso de agua, un ibupirac para el golpe, un mate, el silencio que riega sus lágrimas.

Sigue:

“Queríamos llegar al micro y no podíamos: estábamos encerradas por la policía. Tiraban gases. Golpeaban. Y cuando logramos doblar no sé por qué calle (era Solís) aparece un pelotón de motos con policías y ahí es como que me perdí, no sabía para dónde ir… Estaba paralizada… lo único que pensaba era por qué… por qué”.

Su joven hija la ubica:

“Por el periodista que se estaba riendo de nosotras”.

Se refiere a un cronista de La Nación+ que tuvo un gesto hacia las mujeres y fue repudiado por las manifestantes, lo que justificó que la policía comenzara a golpear y arrojar gases a las familias de las víctimas.

La mujer sigue:

“También se ríen de nosotras en las redes, pero bueno: eso no es lo que importa ahora… Lo que importa… (cierra los ojos en un largo silencio) Ya está. Ya estoy en eje otra vez: lo que importa es que tenemos que volver al barrio”.

La mujer llama al chofer del micro: las están esperando en el edificio con la cara de Evita, la ubica.

Ni Una Menos con voz propia: lo que necesitamos escuchar

Lo que se mueve

Tres chicas muy jóvenes y muy empobrecidas masacradas con crueldad lograron algo imposible: que la marcha la encabecen sus familias. Detrás, miles de nadies. En el cordón de protección, las travas y putas de Constitución, las heroínas anónimas de la economía social, las jóvenes no binaries que protagonizaron la primera rebelión antifascista en aquel febrero que parecía tan lejano. Muy detrás los kioscos –encabezados por el de Ni Una Menos– todavía por delante de los partidos y los sindicatos, pero eso hoy tampoco es lo importante. Lo que suma es el todo porque es lo impredecible para los criminales que ejercen su saña sobre cuerpos que creen socialmente descartables. Que así no lo sea es lo que hace único a este movimiento y a este país, todavía: eso es lo importante.

Hay muchas madres acompañadas por hijas de la edad de las víctimas, aun cuando sin duda no comparten esos destinos sociales. Le pregunto a una –Isabela, 15 años– qué sintió cuando leyó la noticia. “Miedo”. Su madre, Carolina, completa. “Por eso le dije que había que estar hoy acá: lo que saca el miedo es salir a la calle”.

Le pregunto a otra –Dina Sánchez, secretaria general de la UTEP– qué representa esta marcha: “Estamos expresando con mucha contundencia que está pasando algo gravísimo: avanza el narcotráfico y no pasa nada. Desaparecen el Estado y no pasa nada. Matan pibas ¿y no pasa nada? No: acá estamos”.

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Dina Sánchez, de la UTEP.

Le pregunto a Bianca, militante de izquierda, cómo seguir después de esto: “Para mi tendría que seguir con asambleas en todos los lugares porque esta pelea es muy grande. Tenemos que juntarnos a pensar cómo dar la batalla no sólo a estos femicidios crueles, al narcotráfico y a la pobreza, que es la madre de todas estas batallas. De arriba no va a venir ninguna idea ni mucho menos, una solución”.

Ni Una Menos con voz propia: lo que necesitamos escuchar

Le pregunto a Georgina Orellano –trabajadora sexual y secretaria general de Ammar– qué  expresa esta marea, pero hoy prefiere no hablar. Solo repite por el pequeño megáfono –que es el único lujo de la organización de la marcha– los tres nombres que duelen:

Lara.

Morena.

Brenda.

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Georgina lo gritará mil veces a lo largo de las diez cuadras que separan Plaza de Mayo del Congreso y todavía más alto cuando pasa delante de la bandera que sostiene el pequeño grupo de Mujeres Abolicionistas, la vieja cicatriz que divide esas aguas. Y aunque eso no sea hoy lo importante me tienta decirlo: la bandera proclama “Ninguna mujer nace para puta”, frase robada a la activista boliviana María Galindo, quien batalla desde hace añares por terminar con esa grieta apelando al realismo: sin políticas sociales el abolicionismo suena negacionista. ¿Significa afirmar esto estar a favor de la explotación sexual? No: significa Lara, Morena, Brenda, mutiladas en vivo por Instagram. El horror aniquila disputas teóricas. Es cruel realidad: abre preguntas nuevas que hay que comenzar a responder urgente y colectivamente.

Ya está.

Recuperemos el eje.

Ni Una Menos con voz propia: lo que necesitamos escuchar

Lo importante hoy quedó claro cuando en las calles de la ciudad este Ni Una Menos representado –al fin– por los bordes más castigados gritó con voz propia lo que necesitábamos escuchar:

“Yo sabía,

yo sabía

que a los narcos

los protege la policía

¡y la justicia!”.

Luego, vino el final: las familias de las víctimas acorraladas por la policía.

Y esa mujer que, como todas, necesita nuestro abrazo.

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Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

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El gobierno montó nuevamente una coreografía de represión buscando imágenes que ensamblen con la del presidente Javier Milei, su hermana Karina y el ministro Luis Caputo en Estados Unidos, alborozados por los tuits de Donald Trump y el nuevo endeudamiento del país. En Congreso pudo verse a lisiados marchando en sillas de ruedas, jubilados atacados y gaseados por la policía, la libertad de expresión en los carteles que dicen mucho más que los exmedios de comunicación. Reflexiones sobre préstamos y deudas y las primeras reacciones en la calle frente al triple femicidio de Lara, Brenda y Morena.

Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi

Fotos: Tadeo Bourbon / lavaca.org

“La timba de la city es la tumba del país”.

Podría ser una síntesis de esta época. Es un cartel que lleva Juan Manuel, jubilado de asistencia perfecta los miércoles. Dice que espera que hoy no haya gases ni represión. Lo dice por un cuidado colectivo, pero también por una necesidad personal. Muestra contento, feliz, una entrada que sacó al teatro (Sala Lugones, del San Martín, $4000) para ver “El gran desfile”, sobre la Primera Guerra Mundial.  Sus carteles, como los de tantas jubiladas y jubilados suelen decir más sobre la actualidad del país que los editoriales y comentarios del experiodismo que fatiga los medios.

Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

Pero sus deseos sobre un miércoles sereno no serán órdenes porque a los 10 minutos, por reloj, la Policía Federal y la Prefectura empiezan a reprimir, en una imagen que pareciera que las Fuerzas vinieron a buscar.

El saldo: varias personas gaseadas, dos demoradas (entre ellas, una mujer embarazada de dos meses) y dos heridas fuera de peligro trasladadas por el SAME: Mabel, jubilada de 64 años, enfermera de Malvinas, a quien le pegaron con un casco y su cabeza dio contra el asfalto; y Diego Gómez, comunicador, al que gasearon y le pegaron con un palo. A ambos los llevaron al Hospital Ramos Mejía y para hacerles estudios. 

Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

La Prefectura gaseando a jubilados.

Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

Mabel golpeada por la policía. Fue enfermera en Malvinas.

Para la foto

La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, otra vez montó una coreografía de represión, buscando una imagen de violencia en las calles que dialoga con la del presidente Javier Milei y el ministro de Economía Luis Caputo con la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, en Estados Unidos. La imagen llega también después de la reunión con Donald Trump, la noticia del swap de miles de millones de dólares de los que nada llega al país ni a su población, sino al esquema de vaciamiento financiero, con el agregado del supuesto pedido/orden de la Casa Blanca de que el gobierno retome el control político del Congreso.

Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

Editorial sobre la actualidad argentina.

Por eso, en la previa de la marcha, algo de la disposición policial callejera olía extraño.

A diferencia de otros miércoles el vallado no cruzaba de punta a punta la plaza. El tránsito tampoco estaba cortado. Y la impronta Bullrich se veía en las fuerzas: el control de la calle estuvo a cargo de Prefectura y Policía Federal. Había gendarmes pero no intervinieron en la represión, que comenzó en Entre Ríos e Hipólito Yrigoyen, mientras un grupo de jubilados realizaba un semaforazo. Primero avanzó la Prefectura con violencia en el cuerpo a cuerpo con escudos frente al puñado de personas. Luego, cortaron el tránsito y colocaron las vallas, mientras desparramaron su gas tóxico sobre los manifestantes. 

Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

Teatro antidisturbio

Durante la marcha Juan Manuel, dudando sobre si ir o no al San Martín, analiza la economía argentina en este teatro antidisturbios: “El nuevo acuerdo con Estados Unidos potencia este circuito de guita en el que nos prestan y nos prestan, y solo nos queda más y más deuda que pagará el pueblo. Por eso siguen prestando. Es simple”.

Lo que más se escucha y se lee en la movilización de hoy está vinculado a la relación cada día más carnal con los Estados Unidos. Un señor espigado camina al grito de “vendepatria, Milei vende patria”. Otro hace lo mismo golpeando un jarrito de lata. Abundan los carteles alusivos: “cipayo”, “no faltan recursos, nos sobran ladrones”.

Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

En la radio abierta, no van con vueltas: “Esta semana volvió a quedar claro que es un gobierno de transnacionales, que le sacaron las retenciones al campo mientras a nosotros nos tienen acá, dando vueltas en este marchódromo”. También hay carteles por el triple femicidio de las chicas de La Matanza: “Justicia por Lara, Brenda y Morena”.

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Sin palabras

Una de las que vino a movilizarse es Amanda, que dice ser “barra y patotera”. Lo dice en el dorso de su guardapolvo blanco. Tiene 86 años y llega en bastón con un mantra que suelta al aire: “No nos han vencido; no nos han vencido”. Amanda dice que repite esto porque ya no tiene palabras para describir lo que ve. Que ya no quiere ni mencionar el apellido del presidente porque le hace mal a la salud. Señala su garganta y señala que le quedan atragantadas justo ahí. “A mi edad, pensé que ya había visto todo”. 

Marcha de jubilados: volvió la “coreo” represiva

Amanda cuenta que le gusta usar el diccionario y conocer palabras nuevas y que desde hace semanas tiene un pasatiempo: encontrar un adjetivo que encaje para describir a Javier Milei. “Pero ya se acabaron, no hay palabra que describa a este sinvergüenza que vino a sacarnos lo que no teníamos a los jubilados”. Amanda tiene 4 hijos. Uno de ellos está ahora en Hamburgo, Alemania, “puchereando”. Su hijo es músico, dice, y que se llama Ariel Prat. “Ambos estamos puchereando, él allá; y yo acá”.

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El Himno al sol

Sobre avenida Rivadavia, tres jubilados y una jubilada en silla de ruedas van por el medio de la calle. Se detienen al sol y cantan el himno. Se emocionan. La Plaza, que había comenzado sin cortes de tránsito ni vallas, ahora está cercada y sin tránsito.

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En otra postal del epílogo del miércoles, Zulema, de Jubilados Insurgentes, agarra el megáfono y dice a todos los vientos: «Ante la deuda externa que crece más y más, la única que nos queda es organizarnos cada vez más y más, no solo contra este gobierno sino contra todos los poderes que lo sostienen. Esto va a seguir, sea el gobierno que esté, y nos tiene que encontrar organizados y dispuestos a hacernos oir para que las cosas cambien».

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