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Hombre al borde de un ataque de serbios

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Por Pablo Marchetti

Domingo, 9 AM, Día del Padre. Soy el único que está levantado en casa. Nadie me hizo un mate, ni me trajo el desayuno a la cama, ni me despertó con un beso. Soy el único que está despierto en casa. Me levanto y sin lavarme la cara, restregándome las lagañas con los dedos, prendo la tele.
No me quejo ni pretendo atención especial alguna en este, que se supone que es mi día. Sé que soy yo el que está traicionando las reglas básicas de la convivencia. En casa sabemos que los domingos están hechos para levantarse al mediodía. Y sobre todo yo, que nunca me levanto antes de las 11 de la mañana. Que me gusta trasnochar. No, no me quejo. Y sí, es mi día.
Me levanto, me abrigo bien con lo que encuentro, me cubro con una manta, hago un mate y me pongo a ver Serbia-Costa Rica. Es un momento de tensa fidelidad mundialista. No digo extrema. No, extrema es Marruecos-Irán. Pero Marruecos-Irán jugaron al mediodía.
Levantarme un domingo a las 8:50 para ver Serbia-Costa Rica es una situación límite. Empiezo a entender de qué se trata la expresión “deporte extremo”. El partido se desarrolla a puro cabezazo. No de los jugadores: el que cabecea todo el tiempo soy yo, que estoy muerto de sueño. Hasta que Kolarov clava un golazo con un tiro libre fenomenal, parecido al 3-3 de Cristiano contra España.
Kolarov juega en la Roma, antes estaba en el Manchester City. No es el tipo de jugador que me lleve a pensar que es imprescindible ver un partido. Pero es de los que suman, de los que conozco. El tipo de jugador que marca la diferencia con los 22 ignotos de Irán-Marruecos.
Igual, aclaremos: Serbia no es Croacia. Y Kolarov no es lo mismo que Modric o Rakitic. La diferencia entre Serbia y Croacia es la que existe entre Colombia y Ecuador: las banderas son parecidas, los apellidos de los jugadores son parecidos, pero la calidad es bien distinta.
El gol de Kolarov justifica el madrugón. El gol, encima, se lo hace a Keylor Navas, el arquerazo del Real Madrid. Navas llegó al Madrid gracias al gran Mundial que hizo en Brasil. Después lo confirmó atajando muy bien, pero es el tipo de jugador de origen mundialista. Lo contrario de Gareth Bale, ponele. Pero creo que estoy buscando excusas.
Me desconozco levantado un domingo a las 9 de la mañana. Si en este momento viniera un testigo de Jehová a tocarme el timbre, podría atenderlo. Es la paradoja del Mundial: por un lado, es necesario estar un mes lo suficientemente al pedo como para tener tiempo para ver todos los partidos. Por otro, hay que cumplir horarios laborales que no cumplo en el resto de los días del año.
Necesito tiempo para ver partidos y valor para madrugar. Eso y confiar en Aleksandar Kolarov y Keylor Navas. El resto es abrigarse bien, hacerse un mate y esperar al entretiempo para lavarme la cara.
Hoy fue una jornada intensa. Más tarde jugaron Alemania-México y después, Brasil-Suiza.
Supongo que antes de eso, alguien en casa se levantará y me dirá “Feliz Día del Padre”.

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