CABA
Vallas, a donde vayas
En menos de cinco años, el paisaje porteño mutó drásticamente. De aquellas asambleas a cielo abierto a éstas plazas cerradas, donde el diseño ordena qué se puede hacer y qué no. Esta nueva postal le permitió al arquitecto Rodolfo Livingston inventar un índice para medir la calidad democrática de las ciudades: el rejómetro.Rodolfo Livingston celebra su ocurrencia sentado en un café de San Telmo. Acaba de enunciar un nuevo índice para medir la calidad democrática de las ciudades: la cantidad de vallas desplegadas en el espacio público. “Una ciudad democrática debería caracterizarse por la escasez de muros”, sentencia. Y enseguida comienza a aplicar su nuevo invento: el rejómetro.
“La Plaza de Mayo hoy tiene tres niveles de vallas. Antes, se las llevaban y las traían cuando había una manifestación. Después las dejaron en la vereda y, por ultimo, las fijaron con hormigón frente a la puerta principal de la Casa de Gobierno”. Desde 1810, cuando se conformó el Primer Gobierno Patrio, las autoridades nacionales se asentaron en el solar de lo que hoy se corresponde con Balcarce 50. Pero fue recién en 1884 cuando se terminó de construir el edificio que a lo largo de más de 120 años fue receptor de las mayores broncas argentinas. Sin embargo, desde entonces y hasta ahora, ningún gobierno había sentido la necesidad de aislarla con rejas. Livingston aplica su novedoso instrumento de medición y diagnostica: “Como todos los edificios la Casa Rosada es un símbolo: ahí está el poder político. Cuando hay una reja entre los representantes y los representados quiere decir que los representantes no representan bien a los representados. Todo muro refleja una fractura”.
Ahora Livingston dirige su rejómetro hacia la Pirámide Mayo que, como la mayoría de los monumentos públicos, está encerrado. El argumento oficial subraya que no hay otra manera de protegerlos contra el vandalismo. El arquitecto mira la situación desde otro punto de vista: “Los monumentos están todos presos. Lo que pasa es que la gente no los siente como propios, no saben a quiénes homenajean, qué hicieron. Y eso tiene que ver con mostrar al pasado momificado y a los héroes, de bronce. Nadie destroza lo que le es propio. Es inimaginable ver a un chico rompiendo su propio cuarto. Y cuando rompe el colegio el último día de clase está demostrando que nunca lo vivió como propio porque no se conformó la comunidad educativa. Con las sociedades ocurre lo mismo”.
El rejómetro indica que en los últimos años aumentó de manera notoria la cantidad de vallas en Buenos Aires. En poco más de dos años fueron cercadas 65 plazas y ya fue aprobada una partida de 900.000 pesos para encerrar a otras seis. Aquella experiencia asamblearia de diciembre de 2001, donde los vecinos se autoconvocaban en esas ágoras verdes durante noches de verano, hoy sería impensable: los parques cierran sus puertas tras la caída del sol para volverlas a abrir recién a las 7 de la mañana. “A veces algunas decisiones urbanísticas conllevan detrás un interés político”, advierte Livingston. Y recuerda la obra del barón Georges Haussman, diseñador de los boulevares parisinos a mediados del siglo xix. Por aquellos tiempos, el emperador Napoleón iii se propuso atravesar rápidamente la ciudad para acceder a las barriadas pobres y controlarlas. Con el nuevo diseño, los caminos facilitaban el accionar de la caballería y la artillería, a la vez que dificultaban el levantamiento de barricadas como las que habían hecho triunfar a la Revolución del 48.
En otro tiempo y lugar bien diferentes, los vecinos de Chacarita se levantaron un día y se toparon con un cerco que rodeaba el perímetro del Parque Los Andes. Nadie les preguntó si lo querían, tampoco qué uso le daban a ese predio. Pero una vez terminadas las obras, ya no pudieron andar en bicicleta, ni jugar al fútbol ni pasear sus perros. Así, la remodelación de ese espacio verde no sirvió para potenciar los usos que le daban los vecinos sino, más bien, para fijarles nuevas rutinas. “Lo que debería hacer un gobierno es crear una sala de operaciones –propone Livingston–. Cuando yo proyecto una casa, convoco a todos los actores involucrados y les pregunto cuáles son sus necesidades: vienen los padres, los hijos, los abuelos y me cuentan qué usos quiere darle cada uno, qué problemas tienen que resolver. Y con toda esa información realizo el proyecto. Pero lo que pasa es que en este sistema no hay una participación real, sino una falsa representación”.
La pregunta entonces es: ¿de quién es el espacio público?
Exactamente. Y la respuesta se puede encontrar en las acciones concretas de los gobiernos. La primera ley que impusieron los militares de la dictadura fue la del estado de sitio: más de dos personas no podían conversar en la calle. Buscaba que la gente no se encontrara. Por entonces, el urbanismo estaba al servicio del desencuentro. Una ciudad democrática, por el contrario, debería propiciar los espacios de encuentro, no necesariamente sólo los políticos, si no también los festivos. Debería haber, por ejemplo, muchos lugares peatonales. Mientras que Europa está llena de plazas secas, aquí tenemos dos fideítos –en Lavalle y Florida–, inundados de kioscos.
La última reforma del Código Contravencional porteño, realizada en 2004, intentó reglar el uso del espacio público. Entre otras cosas propuso penar la realización de manifestaciones de protesta. “Hay que respetar cierto orden, pero a los problemas hay que hacerlos evidentes en las calles, si no la gente no los ve. La ciudad global está segregada por clase social y no hay ninguna búsqueda de igualdad. El que pueda pagar se salva y el que no, a la jungla.” La afirmación corresponde a Zaida Muxí, una arquitecta argentina que en 1990 se radicó en Barcelona y se doctoró en la Universidad de Sevilla con un trabajo que resultó la base de su libro La arquitectura en la ciudad global.
En su último viaje a Argentina, Muxí advirtió sobre los riesgos de lo que ella llama “museificación de Buenos Aires”, y para explicar de qué se trata tomó prestado el término “dysnelandificación” de John Hanningan, sociólogo de la Universidad de Toronto: “La disneylandificación es transportar los conceptos que manejó Walt Disney en la creación de sus escenografías urbanas a la ciudad real. Los valores transportados a la ciudad son: máxima limpieza, control de personas –todo diferente es sospechoso–, ciudadanos embotados con tanto color, sonidos, mensajes (altavoces que te van comunicando hacia dónde tienes que ir, cómo tienes que mirar…) y previsión absoluta de todas las variantes de actividad. También refiere a la diferenciación entre el ciudadano consumidor y el trabajador, que se disfrazará con los uniformes de turno más o menos necesarios, pero siempre de colores, llamativos e hiperlimpios. Trabajadores como autómatas, que sólo saben contestar y hacer lo previsto en un guión. Se produce una museificación de la ciudad en tanto espacio sin vida, congelado”, explicó Muxí en una entrevista concedida al portal Café de las Ciudades. Muxí complementa este concepto con otro, también bautizado con un neologismo, esta vez aportado por el economista norteamericano Jeremy Rifkin: la macdonaldización. “Implica convertir todo en entretenimiento, incluida la comida; dar la apariencia de máxima elección y decisión por parte del usuario, cuando en realidad toda esa ‘diversidad’, junto a la atención personalizada y la ‘diversión’ dada por los colores, sólo esconden un sistema hipermecanizado, pautado y seriado del proceso de fabricación, venta y consumo. Una realidad donde todo está controlado, y se mueve en los límites de la previsión de variedad del productor, una variedad basada en maneras diferentes de envolver lo mismo”.
Después de más de una década de vivir en el exterior, Muxí se sorprendió por la cantidad de áreas de la ciudad que se controlan y tienen el acceso restringido. “Si no se puede cerrar con puertas aparece el exceso del control policial para garantizar la seguridad y marcar el acceso a la zona protegida: sería el ejemplo de Caminito. Puerto Madero no tiene puertas reales, pero las tiene virtuales y conceptuales: la distancia y la tierra de nadie entre la ciudad real y el puerto, el exceso de cuidado del espacio público en relación al resto de la ciudad, los guardias privados. Son muchas las maneras de poner puertas y límites”, se explayó. También señaló que el paroxismo de esta cuestión lo constituyen los barrios cerrados, donde la escenografía montada para la «igualdad y la paz» deja fuera cualquier molestia. Sin embargo, Livingston cree que se trata de una utopía. “En los countries, las clases sociales que sus muros intentan separar se vuelven a juntar inevitablemente. Las casas de los ricos son limpiadas por los pobres, a los chicos también los cuidan los pobres y los que brindan seguridad también son los pobres. A lo largo de la historia de la humanidad los muros nunca lograron su objetivo. Ni la Muralla China, ni la línea Maginot, ni el Muro de Berlín”.
El arquitecto califica la política de levantar vallas urbanas con una palabra: diatrogenia. Es la palabra que se utiliza para definir el perjuicio causado por una acción médica. Aquello que en lugar de curar lo que se propone, lo daña. “Una vez levantada la valla, las diferencias se agudizan, crecen los resentimientos y aumentan los prejuicios. Las diferencias tienden a desaparecer cuando la gente se encuentra, se cruza, trabaja en común en pos de conseguir lo mismo”.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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