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El día de los lápices

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Alumnos, padres y docentes de esta escuela porteña a la que concurren 2.500 chicos que tienen entre 5 y 20 años, sostienen una batalla para defenderla de un deterioro que huele a corrupción. Confirmando sus peores pronósticos, el flamante techo de una de las aulas se cayó el domingo 3 de junio y desde entonces ganaron la calle con movilizaciones y asambleas para exigir una solución. Ésta es la historia de las absurdas respuestas que les ofrecieron los funcionarios, las oscuras redes de negocios que descubrieron, y de cómo se organizaron, impulsados por un Centro de Estudiantes que es para los adultos la demostración de que no todo está perdido. El lema de esta movida: “Que la educación pública no sea una utopía”.

El día de los lápicesLa República Argentina es un país donde algunos sectores de la sociedad profesan supersticiones inquietantes. Suponen, por ejemplo, que los techos son elementos que deben estar del lado de arriba de las habitaciones, y que además no deben caer, sino permanecer en ese lugar.
Que los “funcionarios” deberían ser algo así como “servidores públicos” dedicados a resolver los problemas de la sociedad (y no al revés).
Que conviene que los niños y las niñas vayan a la escuela. Que no es saludable que dichos infantes respiren gas.
Que la educación pública es un valor y un ejercicio garantizado por la Constitución y por el Estado.
Que si solicitan, exigen o reclaman algo a las denominadas “autoridades” deberían recibir a cambio algo llamado “respuesta”.
Con candidez, estas personas también opinan que existen leyes y garantías, que los niños deberían poder hacer pis en la escuela, que las empresas constructoras asociadas al Estado construyen, que los medios de comunicación comunican.
Creen que deben expresar lo que les pasa y reclamar una cosa que llaman “derechos”. Incluso, muchos adolescentes han argumentado que quieren estudiar y tener futuro, entre otras curiosidades.
Todos estos sujetos redondean sus extravagancias con la siguiente actitud: estiman que no pueden quedarse quietos esperando que alguien resuelva las cosas porque nadie lo hará. Y creen que ellos mismos son los que tienen que organizarse, hacerse cargo, no paralizarse, a riesgo de que los techos y otras desgracias caigan sobre las frágiles cabezas de la llamada comunidad educativa.
 
Taekwondo animal
Andrea está entre los cientos de alumnos, docentes y padres que han logrado una hazaña de afecto: abrazar a un edificio que ocupa una manzana. Italo Calvino escribió sobre la “multiplicidad” entre sus propuestas para este milenio, pero no conoció a Andrea: 5º año de la Escuela Mariano Acosta, sonrisa de 17, se moviliza con uno de los centros de estudiantes más raros que se conocen, es niña cantora de la Lotería Nacional, profesora de taekwondo (arte marcial que fomenta la patada) y futura estudiante de Antropología Sociocultural. En esta lotería sociocultural que los tiene a las patadas, Andrea anuncia: “Lo que nos pasa no se puede creer. Se cayó el techo de un aula el 3 de junio y no mató a nadie porque era domingo. Estamos sin lugar donde estudiar, nadie te da una respuesta. Los funcionarios y la empresa son asesinos. Y como no hay clases, la promesa a la bandera de los chiquitos de 4º grado la hicieron con los papás y los maestros en Plaza de Mayo aprovechando que estábamos haciendo una marcha. Llovía y hacía frío, pero fue muy emotivo. Los maestros hablaron de los valores de Belgrano, de prometer por el país que todos queremos, y de la libertad”. No hubo registro de las empresas periodísticas: el acto se convirtió en una especie de secreto símbolo de resistencia contra el fallecimiento de la educación. “Nadie quería que los chicos se queden sin su promesa.”
El inmenso abrazo del que participa Andrea consiste en tomarse de la mano uno a uno, y envolver la manzana que circundan las calles Urquiza, Moreno, 24 de Noviembre y Alsina, del barrio de Monserrat. En el centro queda la Escuela Normal 2. Es un bello edificio de 1889 realizado con criterios de amplitud y funcionalidad inexistentes en las arquitecturas porteñas actuales. Entre los próceres egresados evocan al escritor Julio Cortázar y al científico Manuel Sadosky. Con opuesta clase de fama, puede citarse al almirante golpista Isaac Rojas. Hoy la escuela tiene unos 2.500 alumnos, entre primario, secundario y terciario.
En mayo de 2002 empezaron a caer las primeras mamposterías. Los padres y madres comenzaron a reclamar ante las autoridades escolares. Felipe, 15 años, uno de los voceros del cesma (Centro de Estudiantes Secundarios del Mariano Acosta) correteaba en el primario pero sabe que “fue una historia de salir, cortar la calle, tomar el colegio, y finalmente se logró que realizaran el planeamiento de la obra”. Durante el gobierno de Aníbal Ibarra, con Daniel Filmus como secretario de Educación porteño, se aprobó la reparación.
Presupuesto inicial: 3 millones de pesos.
Empresa constructora: Bricons.
Con créditos del Banco Interamericano de Desarrollo, y supervisión estatal de las obras, en el Mariano Acosta creyeron que entonces las cosas estaban bien encaminadas. Pronto despertaron. Felipe: “El primer error fue pensar la obra con nosotros adentro, porque las refacciones perturbaban toda la actividad”.
Los profesores cuentan que aprendieron a dar clases entre ruido de demolición, taladros, mezcladoras de cemento, con los obreros colgados de andamios y los chicos jugando entre los escombros. “Una vez que empezaron con la albañilería todo empeoró” cuenta Felipe. Luis Cristal, abogado, padre de alumnos de la escuela, suma un dato: “Se supone que contratan arquitectos que saben lo que hacen y no a especialistas en derecho litúrgico. Pero aquí excavaron, y empezó a caerse la fachada del edificio, porque en el siglo xix no se construía con cimientos”. Luis cree que esto lo saben hasta los especialistas en derecho litúrgico, pero no lo sabía el arquitecto Jorge La Greca, aparentemente colocado allí por una simbiosis del bid y el Gobierno de la Ciudad. Todos empezaron a notar que el problema del Mariano Acosta, más que el deterioro, eran los arreglos.
En el año 2005, las clases tuvieron que suspenderse dos veces en medio de la sensibilización producida por la masacre de 194 chicos ocurrida el 30 de diciembre de 2004 en el boliche República de Cromañón. En julio las vacaciones de invierno fueron “estiradas” por la remodelación, y cuando los chicos estaban por retomar la actividad se descubrió una pérdida de gas. En esos días había ocurrido otro suceso: un matafuegos mal colgado de la pared cayó y le lastimó el pie a una alumna.
¿Qué hicieron las autoridades de la escuela?
Quitaron todos los matafuegos.
Cualquier incendio por la pérdida de gas hubiera tenido el agregado de la falta de matafuegos, lo cual confirma a Argentina-Cromañón como tierra descerebrada.
En agosto, un obrero murió mientras trabajaba, la empresa dijo que resbaló accidentalmente pero por los pasillos del colegio corrió otra versión sin desmentida: el hombre murió electrocutado. (Todos los informes actuales de la Facultad de Ingeniería de la uba confirman el modo irresponsable con que se realizó la instalación eléctrica.)
Aquel 2005 fue un año de movilizaciones, clases públicas y toma del edificio, que los estudiantes del cesma impulsaron con apoyo de los padres. (Un papá aclara un dato sociológico: “Participan más los padres de primaria, por obvias razones. Y a algunos de secundaria, que venían a bajarles línea a los chicos, los Che Frustrados, los mismos pibes les dijeron: esta lucha es nuestra”.)
Se sumaron otros colegios, como el Normal 9 de Corrientes y Callao, que también se estaba derrumbando. El entonces Jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra dijo que se trataba de “grupos de izquierda que fogonean a los estudiantes secundarios”. La secretaria de Educación porteña, Roxana Perazza, acusó a la oposición macrista de alentar la protesta (y quedó así fundado el izquierdismo macrista). El ministro del Interior, Aníbal Fernández, simplificó el asunto, y trató a los estudiantes de “animales”. Locutores como Samuel Gelblung, de la radio contrainformativa Diez, excitaron a los dinosaurios anunciando que los alumnos “tienen el poder de un terrorismo iraquí”. Ibarra agregó a tales exabruptos y trivialidades: “Vamos a iniciar procesos sancionatorios”, pero no contra la empresa o los funcionarios a cargo de la supervisión de los edificios, sino contra los estudiantes que reclamaban.
Ya aquella vez los chicos del Mariano Acosta hicieron un abrazo al edificio, con cascos amarillos (sombreritos de plástico comprados en casas de cotillón) para graficar lo que les ocurría. La justicia optó por un comportamiento “animal”: les dio la razón a los que reclamaban y clausuró el colegio hasta que hubo garantías mínimas de funcionamiento. Los chicos eran trasladados en colectivo cada día a la Facultad de Ingeniería para poder seguir teniendo clases allí.
 
Vigilantes y geografías
Otro hallazgo de las autoridades escolares, ya en 2006, fue contratar a una “empresa de seguridad”, marca Kellesengo. Los vigilantes, supuestamente, debían cumplir el rol de proteger a niños y niñas de los peligros de la ciudad en las cercanías de la escuela, pero decidieron hacer al revés: en lugar de cuidar la puerta, armaron rondas dentro de la escuela, seguían a los estudiantes, espiaban qué hacían. Les preguntaban por qué participaban en asambleas, por qué se movilizaban. Se transformaron en un mecanismo interno de control. Ante el reclamo de los estudiantes y carta de los padres, el rector de la escuela, profesor Jorge Butera, respondió que no había tenido tiempo de reunirse con los integrantes de Kellesengo, y que la empresa actuaba según su propio criterio (criterio que él no conocía, ya que nunca se había reunido con ellos). La falta de tiempo es comprensible: los asistentes de Butera avisan que el rector concurre al Mariano Acosta solamente los martes de 10 a 14. Con ese horario, no se pueden pedir milagros. La empresa de seguridad, gracias a los reclamos, fue cambiada por otra que al menos no cumple el rol de policía interna.
 
El derrumbe
Los trabajos de rehabilitación del edificio pasaban a ser cada vez mayores, y continuaban con una lentitud que permitió pasar del presupuesto original de 3 millones a 8 millones, y en la actualidad el cálculo estimado por los padres lo multiplica hasta 12 o 15 millones (se solicita disculpas por estas oscilaciones en las que dos o tres millones son siempre motivo de una confusión de la que cada uno puede imaginar quién sale ganando).
En abril, a fuerza de pura observación, los padres enviaron una carta al rector con pedido de que la hiciese conocer al gobierno de la Ciudad, alertando sobre una escenografía de película de miedo: inundaciones en las aulas y en zonas de obras ya concluidas, filtraciones importantes “que nos hacen preguntar si se han impermeabilizado los techos”, cortes de luz frecuentes e inexplicables, desprendimiento de cascotes, y posible electrificación de paredes debido a filtraciones de agua. Las autoridades, con el estilo que las caracteriza, jamás respondieron.
A medida que aumentaba el presupuesto descendía el número de obreros, que comentaban a quien quisiera escucharlos que no les pagaban, o les pagaban mal, y que había un ahorro sospechoso en materiales.
Hasta que llegó el 3 de junio, y se desplomó el flamante techo de una de las aulas del primario, en la planta baja. Como era domingo no había clases. Los padres flotaron en el limbo de la casi desgracia: tenían que alegrarse de que las cosas no hubieran sido peores. La empresa Bricons y el arquitecto La Greca actuaron con eficiencia interamericana de desarrollo, y reinstalaron el techo poco después como para limpiar pruebas, según los padres. Cuando mu recorrió el aula, todavía podía leerse en el pizarrón en prolija cursiva: “Viernes 1º de junio” y debajo “montaña, sierra, meseta, llanura, valle”, borroneadas por el polvo del derrumbe: geografía argentina.
 
Las velas puercas
El Mariano Acosta quedó automáticamente cerrado, los chicos empezaron a no tener clases, el gobierno finalmente despidió al arquitecto La Greca (coordinador de obras de la Dirección de Infraestructura, Mantenimiento y Equipamiento del gobierno de la Ciudad) y le inició un sumario administrativo. El ingeniero Mario Rocco (director de Infraestructura, etcétera) reveló por radio que La Greca había sido designado “a través de una consultoría bid”. Días después el mismo Rocco renunció. Los alumnos y padres del Mariano Acosta iban rebotando entre oficinas y funcionarios sin encontrar respuesta a una cuestión: ¿cómo seguimos?
La comunidad educativa de la escuela invitó a la Facultad de Ingeniería de la uba a recorrer el Mariano Acosta con la comisión de padres. La facultad envió al ingeniero Ricardo Calzareto y a la arquitecta Isabel De Urquiza.
El informe es de 35 páginas (puede consultarse en www.lavaca.org) y revela –con lenguaje técnico– lo siguiente:
-La obra hecha no tenía que ver con lo anunciado en el propio pliego.
-El cielorraso del aula (y de todas) estaba mal colocado, deficientemente sujetado por pocas “velas rígidas”, muchas menos que las anunciadas en los planos de obra.
-Encontraron además toda clase de irregularidades en las instalaciones eléctricas.
El informe termina realizando más de 25 recomendaciones sobre cómo hacer las cosas para “asegurar la protección de las personas”.
Martha Luna, niña en 2º grado, dice: “Estamos orgullosos de haber tenido la lucidez de convocar a la facultad”. Uno de los padres que hizo la recorrida, y tiene fuertes conocimientos en el rubro, contó a mu durante una movilización: “Nada cumple la mínima condición de seguridad. La instalación no se ajusta a norma, ni a pliego. Y todo lo arreglan con parches”. El hombre solicita que no aparezca su nombre para evitar problemas en su trabajo: “Mi dilema es si cumplo mi horario, o dejo que mis hijos se mueran porque se caen los techos. Están vulneradas las condiciones de la educación, y me consta que solamente depende de lo que hagan los estudiantes y los padres que se encuentre alguna solución”.
 
Su pregunta, molesta
La pregunta obvia es: si Calzareto y De Urquiza descubrieron estas fallas evidentes en su recorrida, ¿qué puede decirse de Bricons, el Gobierno de la Ciudad, los directores de Infraetcétera, el bid y el cúmulo de auditorías y supervisiones que supuestamente facturan en estos casos? Luis Cristal brinda una descripción de cómo funciona a veces eso que se denomina lo público: “Empezamos con un arquitecto llamado Rey. La Greca venía a ver el edificio. Todos fueron ascendiendo mientras crecía la operatoria bid (créditos para un cúmulo de obras porteñas) y se iban poniendo otras personas sin que nadie controlase a nadie. Entonces, o es una gran desidia, o desde el punto de vista penal es incumplimiento de los deberes de funcionario público. O hubo algún arreglo con la empresa y entonces puede ser un peculado (coimas y malversación). Si además el Estado pagó 10 pesos por cosas que en realidad costaron un peso, quedan otros 9 que no se sabe si fueron repartidos entre representantes estatales y la empresa, lo cual constituiría una asociación ilícita”. El otro detalle sugestivo que aporta es que frente a las consultas de los padres “la Dirección de Infraestructura siempre tuvo una actitud expulsiva. Los padres molestábamos haciendo preguntas. Obviamente, no querían controles ni que los estuviéramos mirando”.
Recordando el dilema de Cromañón, donde los padres dicen que la muerte de 194 personas allí no fue una desgracia ni una tragedia, sino una masacre, por el cúmulo de irresponsabilidades, coimas y negligencias previas, ¿qué palabra se hubiera tenido que utilizar si el techo caía sobre los chiquitos de 4º grado?
Zoraida, Gladis y Roxana, mamás de niños de primaria, mientras marchan con banderas por la educación pública, responden:
“Asesinato. Y no hay un error o una fatalidad, porque venimos anunciando esto hace mucho, y lo mismo está pasando en otras escuelas”.
Mirtha: “Primero es un robo, y después un homicidio”.
Luis: “La definición la escribimos en los carteles: Bricons asesina. Y además está la responsabilidad de los funcionarios”.
 
Cambiar la realidad
Es posible que el Mariano Acosta no sea aún un montón de escombros gracias a la actitud, a lo largo de todos estos años, del Centro de Estudiantes: “El cesma es lo mejor que le pudo pasar a este colegio, y a nosotros” dice Damián, padre del primario. En realidad no es un centro clásico (con poder concentrado en presidente, secretario, mesas ejecutivas, etc.) sino una red horizontal sin estructuras jerárquicas, una especie de centro descentrado.
Por estatuto, el Centro está formado por todos y cada uno de los estudiantes. No hay “elecciones” al estilo clásico (con candidatos, agrupaciones o partidos compitiendo) sino que los estudiantes eligen delegados y voceros, por cursos y por turnos, y deciden los temas principales en asambleas, con un nivel de participación superior al de muchos de los centros convencionales. No se delega en “autoridades” sino que se asumen las cosas de modo más directo. Camilo aclara: “Respetamos todas las formas de organización que cada colegio elija, pero a nosotros nos resulta ésta”.
En uno de los postulados del Estatuto vigente desde 2001, se lee:
“Si queremos cambiar nuestra realidad, no podemos imitar la organización de quienes la quieren mantener”.
Toda esta invitación a explorar nuevos modos de encarar viejos problemas, se ha puesto a prueba en estos años kafkianos en los que el Centro se propuso tanto “organizar a los estudiantes para la defensa de sus derechos” como “formar una conciencia crítica” y “llegar a un mayor entendimiento entre estudiantes, docentes y autoridades”.
 
Es lo que hay
Cuando ocurrió el derrumbe, los chicos comenzaron a movilizarse, y eso aceleró a las autoridades educativas que salieron del brete ubicando a los 2.500 estudiantes en un total de siete establecimientos diferentes, después de 15 días sin clase. A los chicos de primaria los enviaron, por ejemplo, a la sede del Instituto del Viajante, edificio muy adecuado como terciario de adultos, pero con aulas chicas (capacidad para 20 personas donde deben entrar 35 chicos), barandas bajas, escaleras estrechas, sin lugar para recreo y sin baños adecuados para los chiquitos.
Los secundarios quedaron separados en dos sedes de la Universidad Kennedy, a once cuadras de distancia, con lo cual los profesores que debían dar clase en ambos sitios no podían llegar a tiempo. Lo mismo les ocurría a los padres con niños de primaria desparramados en distintas sedes. Además los micros destinados a llevar chicos desde el Acosta hasta las diversas sedes no aparecían, o si aparecían estaban como algunos funcionarios: sin destino.
El cesma convocó a asambleas y nuevas movilizaciones. Fueron a la Jefatura de Gobierno tres veces (y aprovecharon para que los chicos de 4º grado prometiesen la bandera en Plaza de Mayo) hasta que padres, docentes y estudiantes lograron que los recibiera la secretaria de Educación de la gestión Telerman, Ana Clement, junto a la directora de Educación Superior, Andrea Alliaud. Marcela, madre de 2º grado, narró a mu esa reunión, a la salida:
“Nos tuvieron dos horas hablando sin sentido y al final nos dijeron una frase muy linda de Charly García: es lo que hay”. García, en efecto, escribió el tema titulado Lo que ves es lo que hay, pero Marcela escuchó la frase con una bronca apenas contenida:
“Te llevan a la violencia, no garantizan la educación y encima te dicen que apelan a nuestra comprensión”.
Damián, papá y artesano de Plaza Francia, agrega:
“Son guarderías. Aquí todo el mundo se llena la boca hablando de educación pública y mirá dónde estamos” dice señalando la acera donde los secundarios están sentados en el piso tomando mate, rodeados de policías con chalecos anaranjados. Damián, de todos modos, se entusiasma con toda la movida que está generando la comunidad educativa: “Te muestra lo que la gente puede hacer cuando se junta”. Y vuelve a decir sobre el Centro de Estudiantes: “Es la muestra de que no todo está perdido”.
 
Teoría de la energía
Caras lavadas, zapatillas de lona, bullicio adolescente: asamblea organizada por el cesma en una de las sedes de la Kennedy, Piedras al 600. Hay unos 400 estudiantes: “Che, no seamos pendejos” reclamaba el quinceañero Felipe para empezar la reunión. La vicerrectora Papalardo, la autoridad más respetada por los alumnos por su participación, pide la palabra: “Cuando se planteó que los profesores no pueden llegar de una sede a otra, ¿qué nos dijeron? Que pueden sancionarlos. Entonces, si no hay respuesta del Gobierno de la Ciudad, sigamos golpeando puertas y vayamos al Ministerio de Educación nacional. El derecho a la educación debe estar garantizado. Lleguemos al ministro Filmus o –qué quieren que les diga– al Presidente de la Nación”.
Un profesor de inglés, Raúl, pide la palabra: “Varias familias ya decidieron sacar a sus hijos de la escuela. Para las autoridades son un número, pero para nosotros es muy doloroso perder a esos chicos a los que no se les permite una educación digna y gratuita…”. El profesor no puede terminar la frase por la emoción, mientras es ovacionado.
Terminada la asamblea, Beatriz, profesora de Matemáticas, relata: “Hay 17 gremios docentes en Capital. Ni uno llamó para ver si necesitábamos algo”.
Fiel a su materia, suma: “Los sindicatos no hacen nada, el gobierno en contra, los medios te matan, el Ministerio… estamos más solos que la una”, dice, castiza.
Aparece otra profesora, Graciela, de Físico-Química, con lo inesperado:
“Nos dieron un aula tan minúscula, que una de las chicas tuvo un ataque de claustrofobia. Tiembla y llora. Yo voy a dar clase, pero no en estas condiciones”.
Para cumplir con su palabra, marchahasta el cuarto piso –seguida por los estudiantes y por mu– a ocupar un aula más grande. Su clase de hoy es sobre el movimiento y la energía.
La energía se define como la capacidad de realizar trabajo, de producir movimiento, de generar cambios. Es inherente a todos los sistemas físicos y a la vida. Puede ser potencial (si está en reposo), pero cuando se libera y se pone en movimiento es energía cinética. Graciela luego me aclara que la inmovilidad absoluta podría ser un síntoma de ausencia de vida. Por la Primera Ley de la Termodinámica (el famoso nada se pierde, todo se transforma) sabemos que la energía puede cambiar de una forma en otra, pero jamás puede ser destruida.
 
Contra los dinosaurios
Juan Manuel quiere ser profesor de literatura. Victoria va a hacer teatro. Camilo no tuvo tiempo de pensarlo. Esteban ama la Historia, pero escribe sobre el presente: “A los pibes de 5º esto los está matando porque les rompe toda la posibilidad de disfrutar su último año en un colegio en el que, muchos, ingresaron a los 6 años.”
Contra la teoría de los dinosaurios, los chicos quieren estudiar. Esteban pone algo en su lugar: “Si esto pasa acá, te imaginás lo que deben ser las escuelas rancho, o los lugares donde no existe la posibilidad de reclamo que tenemos nosotros”. (El martes 26 de junio, parte de la mampostería de un aula en Salta capital cayó sobre los alumnos. Karen Tabarcache, 14 años, sufrió traumatismo de cráneo y tuvo que ser operada.)
Las movilizaciones del Acosta al Ministerio de Educación nacional tuvieron efecto. Prometen entregar fondos para terminar más rápido las obras, con la supervisión de la Facultad de Ingeniería. ¿Por qué no se hizo antes? Misterio. El propósito es volver de las vacaciones de invierno con la planta baja del Mariano Acosta completamente arreglada y, al menos, parte del secundario.
Nadie confía demasiado, después de tantas sorpresas, y por eso las asambleas de padres siguen haciéndose cada semana, y las de secundarios congregan cada vez más estudiantes.
Unos y otros se mueven para transformar la energía en algo más que una superstición. Y para hacer realidad el lema del Centro de Estudiantes: “Que la educación pública no sea una utopía”.
 
 
 

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Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

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La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

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Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

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También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro
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CABA

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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