CABA
El día de los lápices
Alumnos, padres y docentes de esta escuela porteña a la que concurren 2.500 chicos que tienen entre 5 y 20 años, sostienen una batalla para defenderla de un deterioro que huele a corrupción. Confirmando sus peores pronósticos, el flamante techo de una de las aulas se cayó el domingo 3 de junio y desde entonces ganaron la calle con movilizaciones y asambleas para exigir una solución. Ésta es la historia de las absurdas respuestas que les ofrecieron los funcionarios, las oscuras redes de negocios que descubrieron, y de cómo se organizaron, impulsados por un Centro de Estudiantes que es para los adultos la demostración de que no todo está perdido. El lema de esta movida: “Que la educación pública no sea una utopía”.La República Argentina es un país donde algunos sectores de la sociedad profesan supersticiones inquietantes. Suponen, por ejemplo, que los techos son elementos que deben estar del lado de arriba de las habitaciones, y que además no deben caer, sino permanecer en ese lugar.
Que los “funcionarios” deberían ser algo así como “servidores públicos” dedicados a resolver los problemas de la sociedad (y no al revés).
Que conviene que los niños y las niñas vayan a la escuela. Que no es saludable que dichos infantes respiren gas.
Que la educación pública es un valor y un ejercicio garantizado por la Constitución y por el Estado.
Que si solicitan, exigen o reclaman algo a las denominadas “autoridades” deberían recibir a cambio algo llamado “respuesta”.
Con candidez, estas personas también opinan que existen leyes y garantías, que los niños deberían poder hacer pis en la escuela, que las empresas constructoras asociadas al Estado construyen, que los medios de comunicación comunican.
Creen que deben expresar lo que les pasa y reclamar una cosa que llaman “derechos”. Incluso, muchos adolescentes han argumentado que quieren estudiar y tener futuro, entre otras curiosidades.
Todos estos sujetos redondean sus extravagancias con la siguiente actitud: estiman que no pueden quedarse quietos esperando que alguien resuelva las cosas porque nadie lo hará. Y creen que ellos mismos son los que tienen que organizarse, hacerse cargo, no paralizarse, a riesgo de que los techos y otras desgracias caigan sobre las frágiles cabezas de la llamada comunidad educativa.
Taekwondo animal
Andrea está entre los cientos de alumnos, docentes y padres que han logrado una hazaña de afecto: abrazar a un edificio que ocupa una manzana. Italo Calvino escribió sobre la “multiplicidad” entre sus propuestas para este milenio, pero no conoció a Andrea: 5º año de la Escuela Mariano Acosta, sonrisa de 17, se moviliza con uno de los centros de estudiantes más raros que se conocen, es niña cantora de la Lotería Nacional, profesora de taekwondo (arte marcial que fomenta la patada) y futura estudiante de Antropología Sociocultural. En esta lotería sociocultural que los tiene a las patadas, Andrea anuncia: “Lo que nos pasa no se puede creer. Se cayó el techo de un aula el 3 de junio y no mató a nadie porque era domingo. Estamos sin lugar donde estudiar, nadie te da una respuesta. Los funcionarios y la empresa son asesinos. Y como no hay clases, la promesa a la bandera de los chiquitos de 4º grado la hicieron con los papás y los maestros en Plaza de Mayo aprovechando que estábamos haciendo una marcha. Llovía y hacía frío, pero fue muy emotivo. Los maestros hablaron de los valores de Belgrano, de prometer por el país que todos queremos, y de la libertad”. No hubo registro de las empresas periodísticas: el acto se convirtió en una especie de secreto símbolo de resistencia contra el fallecimiento de la educación. “Nadie quería que los chicos se queden sin su promesa.”
El inmenso abrazo del que participa Andrea consiste en tomarse de la mano uno a uno, y envolver la manzana que circundan las calles Urquiza, Moreno, 24 de Noviembre y Alsina, del barrio de Monserrat. En el centro queda la Escuela Normal 2. Es un bello edificio de 1889 realizado con criterios de amplitud y funcionalidad inexistentes en las arquitecturas porteñas actuales. Entre los próceres egresados evocan al escritor Julio Cortázar y al científico Manuel Sadosky. Con opuesta clase de fama, puede citarse al almirante golpista Isaac Rojas. Hoy la escuela tiene unos 2.500 alumnos, entre primario, secundario y terciario.
En mayo de 2002 empezaron a caer las primeras mamposterías. Los padres y madres comenzaron a reclamar ante las autoridades escolares. Felipe, 15 años, uno de los voceros del cesma (Centro de Estudiantes Secundarios del Mariano Acosta) correteaba en el primario pero sabe que “fue una historia de salir, cortar la calle, tomar el colegio, y finalmente se logró que realizaran el planeamiento de la obra”. Durante el gobierno de Aníbal Ibarra, con Daniel Filmus como secretario de Educación porteño, se aprobó la reparación.
Presupuesto inicial: 3 millones de pesos.
Empresa constructora: Bricons.
Con créditos del Banco Interamericano de Desarrollo, y supervisión estatal de las obras, en el Mariano Acosta creyeron que entonces las cosas estaban bien encaminadas. Pronto despertaron. Felipe: “El primer error fue pensar la obra con nosotros adentro, porque las refacciones perturbaban toda la actividad”.
Los profesores cuentan que aprendieron a dar clases entre ruido de demolición, taladros, mezcladoras de cemento, con los obreros colgados de andamios y los chicos jugando entre los escombros. “Una vez que empezaron con la albañilería todo empeoró” cuenta Felipe. Luis Cristal, abogado, padre de alumnos de la escuela, suma un dato: “Se supone que contratan arquitectos que saben lo que hacen y no a especialistas en derecho litúrgico. Pero aquí excavaron, y empezó a caerse la fachada del edificio, porque en el siglo xix no se construía con cimientos”. Luis cree que esto lo saben hasta los especialistas en derecho litúrgico, pero no lo sabía el arquitecto Jorge La Greca, aparentemente colocado allí por una simbiosis del bid y el Gobierno de la Ciudad. Todos empezaron a notar que el problema del Mariano Acosta, más que el deterioro, eran los arreglos.
En el año 2005, las clases tuvieron que suspenderse dos veces en medio de la sensibilización producida por la masacre de 194 chicos ocurrida el 30 de diciembre de 2004 en el boliche República de Cromañón. En julio las vacaciones de invierno fueron “estiradas” por la remodelación, y cuando los chicos estaban por retomar la actividad se descubrió una pérdida de gas. En esos días había ocurrido otro suceso: un matafuegos mal colgado de la pared cayó y le lastimó el pie a una alumna.
¿Qué hicieron las autoridades de la escuela?
Quitaron todos los matafuegos.
Cualquier incendio por la pérdida de gas hubiera tenido el agregado de la falta de matafuegos, lo cual confirma a Argentina-Cromañón como tierra descerebrada.
En agosto, un obrero murió mientras trabajaba, la empresa dijo que resbaló accidentalmente pero por los pasillos del colegio corrió otra versión sin desmentida: el hombre murió electrocutado. (Todos los informes actuales de la Facultad de Ingeniería de la uba confirman el modo irresponsable con que se realizó la instalación eléctrica.)
Aquel 2005 fue un año de movilizaciones, clases públicas y toma del edificio, que los estudiantes del cesma impulsaron con apoyo de los padres. (Un papá aclara un dato sociológico: “Participan más los padres de primaria, por obvias razones. Y a algunos de secundaria, que venían a bajarles línea a los chicos, los Che Frustrados, los mismos pibes les dijeron: esta lucha es nuestra”.)
Se sumaron otros colegios, como el Normal 9 de Corrientes y Callao, que también se estaba derrumbando. El entonces Jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra dijo que se trataba de “grupos de izquierda que fogonean a los estudiantes secundarios”. La secretaria de Educación porteña, Roxana Perazza, acusó a la oposición macrista de alentar la protesta (y quedó así fundado el izquierdismo macrista). El ministro del Interior, Aníbal Fernández, simplificó el asunto, y trató a los estudiantes de “animales”. Locutores como Samuel Gelblung, de la radio contrainformativa Diez, excitaron a los dinosaurios anunciando que los alumnos “tienen el poder de un terrorismo iraquí”. Ibarra agregó a tales exabruptos y trivialidades: “Vamos a iniciar procesos sancionatorios”, pero no contra la empresa o los funcionarios a cargo de la supervisión de los edificios, sino contra los estudiantes que reclamaban.
Ya aquella vez los chicos del Mariano Acosta hicieron un abrazo al edificio, con cascos amarillos (sombreritos de plástico comprados en casas de cotillón) para graficar lo que les ocurría. La justicia optó por un comportamiento “animal”: les dio la razón a los que reclamaban y clausuró el colegio hasta que hubo garantías mínimas de funcionamiento. Los chicos eran trasladados en colectivo cada día a la Facultad de Ingeniería para poder seguir teniendo clases allí.
Vigilantes y geografías
Otro hallazgo de las autoridades escolares, ya en 2006, fue contratar a una “empresa de seguridad”, marca Kellesengo. Los vigilantes, supuestamente, debían cumplir el rol de proteger a niños y niñas de los peligros de la ciudad en las cercanías de la escuela, pero decidieron hacer al revés: en lugar de cuidar la puerta, armaron rondas dentro de la escuela, seguían a los estudiantes, espiaban qué hacían. Les preguntaban por qué participaban en asambleas, por qué se movilizaban. Se transformaron en un mecanismo interno de control. Ante el reclamo de los estudiantes y carta de los padres, el rector de la escuela, profesor Jorge Butera, respondió que no había tenido tiempo de reunirse con los integrantes de Kellesengo, y que la empresa actuaba según su propio criterio (criterio que él no conocía, ya que nunca se había reunido con ellos). La falta de tiempo es comprensible: los asistentes de Butera avisan que el rector concurre al Mariano Acosta solamente los martes de 10 a 14. Con ese horario, no se pueden pedir milagros. La empresa de seguridad, gracias a los reclamos, fue cambiada por otra que al menos no cumple el rol de policía interna.
El derrumbe
Los trabajos de rehabilitación del edificio pasaban a ser cada vez mayores, y continuaban con una lentitud que permitió pasar del presupuesto original de 3 millones a 8 millones, y en la actualidad el cálculo estimado por los padres lo multiplica hasta 12 o 15 millones (se solicita disculpas por estas oscilaciones en las que dos o tres millones son siempre motivo de una confusión de la que cada uno puede imaginar quién sale ganando).
En abril, a fuerza de pura observación, los padres enviaron una carta al rector con pedido de que la hiciese conocer al gobierno de la Ciudad, alertando sobre una escenografía de película de miedo: inundaciones en las aulas y en zonas de obras ya concluidas, filtraciones importantes “que nos hacen preguntar si se han impermeabilizado los techos”, cortes de luz frecuentes e inexplicables, desprendimiento de cascotes, y posible electrificación de paredes debido a filtraciones de agua. Las autoridades, con el estilo que las caracteriza, jamás respondieron.
A medida que aumentaba el presupuesto descendía el número de obreros, que comentaban a quien quisiera escucharlos que no les pagaban, o les pagaban mal, y que había un ahorro sospechoso en materiales.
Hasta que llegó el 3 de junio, y se desplomó el flamante techo de una de las aulas del primario, en la planta baja. Como era domingo no había clases. Los padres flotaron en el limbo de la casi desgracia: tenían que alegrarse de que las cosas no hubieran sido peores. La empresa Bricons y el arquitecto La Greca actuaron con eficiencia interamericana de desarrollo, y reinstalaron el techo poco después como para limpiar pruebas, según los padres. Cuando mu recorrió el aula, todavía podía leerse en el pizarrón en prolija cursiva: “Viernes 1º de junio” y debajo “montaña, sierra, meseta, llanura, valle”, borroneadas por el polvo del derrumbe: geografía argentina.
Las velas puercas
El Mariano Acosta quedó automáticamente cerrado, los chicos empezaron a no tener clases, el gobierno finalmente despidió al arquitecto La Greca (coordinador de obras de la Dirección de Infraestructura, Mantenimiento y Equipamiento del gobierno de la Ciudad) y le inició un sumario administrativo. El ingeniero Mario Rocco (director de Infraestructura, etcétera) reveló por radio que La Greca había sido designado “a través de una consultoría bid”. Días después el mismo Rocco renunció. Los alumnos y padres del Mariano Acosta iban rebotando entre oficinas y funcionarios sin encontrar respuesta a una cuestión: ¿cómo seguimos?
La comunidad educativa de la escuela invitó a la Facultad de Ingeniería de la uba a recorrer el Mariano Acosta con la comisión de padres. La facultad envió al ingeniero Ricardo Calzareto y a la arquitecta Isabel De Urquiza.
El informe es de 35 páginas (puede consultarse en www.lavaca.org) y revela –con lenguaje técnico– lo siguiente:
-La obra hecha no tenía que ver con lo anunciado en el propio pliego.
-El cielorraso del aula (y de todas) estaba mal colocado, deficientemente sujetado por pocas “velas rígidas”, muchas menos que las anunciadas en los planos de obra.
-Encontraron además toda clase de irregularidades en las instalaciones eléctricas.
El informe termina realizando más de 25 recomendaciones sobre cómo hacer las cosas para “asegurar la protección de las personas”.
Martha Luna, niña en 2º grado, dice: “Estamos orgullosos de haber tenido la lucidez de convocar a la facultad”. Uno de los padres que hizo la recorrida, y tiene fuertes conocimientos en el rubro, contó a mu durante una movilización: “Nada cumple la mínima condición de seguridad. La instalación no se ajusta a norma, ni a pliego. Y todo lo arreglan con parches”. El hombre solicita que no aparezca su nombre para evitar problemas en su trabajo: “Mi dilema es si cumplo mi horario, o dejo que mis hijos se mueran porque se caen los techos. Están vulneradas las condiciones de la educación, y me consta que solamente depende de lo que hagan los estudiantes y los padres que se encuentre alguna solución”.
Su pregunta, molesta
La pregunta obvia es: si Calzareto y De Urquiza descubrieron estas fallas evidentes en su recorrida, ¿qué puede decirse de Bricons, el Gobierno de la Ciudad, los directores de Infraetcétera, el bid y el cúmulo de auditorías y supervisiones que supuestamente facturan en estos casos? Luis Cristal brinda una descripción de cómo funciona a veces eso que se denomina lo público: “Empezamos con un arquitecto llamado Rey. La Greca venía a ver el edificio. Todos fueron ascendiendo mientras crecía la operatoria bid (créditos para un cúmulo de obras porteñas) y se iban poniendo otras personas sin que nadie controlase a nadie. Entonces, o es una gran desidia, o desde el punto de vista penal es incumplimiento de los deberes de funcionario público. O hubo algún arreglo con la empresa y entonces puede ser un peculado (coimas y malversación). Si además el Estado pagó 10 pesos por cosas que en realidad costaron un peso, quedan otros 9 que no se sabe si fueron repartidos entre representantes estatales y la empresa, lo cual constituiría una asociación ilícita”. El otro detalle sugestivo que aporta es que frente a las consultas de los padres “la Dirección de Infraestructura siempre tuvo una actitud expulsiva. Los padres molestábamos haciendo preguntas. Obviamente, no querían controles ni que los estuviéramos mirando”.
Recordando el dilema de Cromañón, donde los padres dicen que la muerte de 194 personas allí no fue una desgracia ni una tragedia, sino una masacre, por el cúmulo de irresponsabilidades, coimas y negligencias previas, ¿qué palabra se hubiera tenido que utilizar si el techo caía sobre los chiquitos de 4º grado?
Zoraida, Gladis y Roxana, mamás de niños de primaria, mientras marchan con banderas por la educación pública, responden:
“Asesinato. Y no hay un error o una fatalidad, porque venimos anunciando esto hace mucho, y lo mismo está pasando en otras escuelas”.
Mirtha: “Primero es un robo, y después un homicidio”.
Luis: “La definición la escribimos en los carteles: Bricons asesina. Y además está la responsabilidad de los funcionarios”.
Cambiar la realidad
Es posible que el Mariano Acosta no sea aún un montón de escombros gracias a la actitud, a lo largo de todos estos años, del Centro de Estudiantes: “El cesma es lo mejor que le pudo pasar a este colegio, y a nosotros” dice Damián, padre del primario. En realidad no es un centro clásico (con poder concentrado en presidente, secretario, mesas ejecutivas, etc.) sino una red horizontal sin estructuras jerárquicas, una especie de centro descentrado.
Por estatuto, el Centro está formado por todos y cada uno de los estudiantes. No hay “elecciones” al estilo clásico (con candidatos, agrupaciones o partidos compitiendo) sino que los estudiantes eligen delegados y voceros, por cursos y por turnos, y deciden los temas principales en asambleas, con un nivel de participación superior al de muchos de los centros convencionales. No se delega en “autoridades” sino que se asumen las cosas de modo más directo. Camilo aclara: “Respetamos todas las formas de organización que cada colegio elija, pero a nosotros nos resulta ésta”.
En uno de los postulados del Estatuto vigente desde 2001, se lee:
“Si queremos cambiar nuestra realidad, no podemos imitar la organización de quienes la quieren mantener”.
Toda esta invitación a explorar nuevos modos de encarar viejos problemas, se ha puesto a prueba en estos años kafkianos en los que el Centro se propuso tanto “organizar a los estudiantes para la defensa de sus derechos” como “formar una conciencia crítica” y “llegar a un mayor entendimiento entre estudiantes, docentes y autoridades”.
Es lo que hay
Cuando ocurrió el derrumbe, los chicos comenzaron a movilizarse, y eso aceleró a las autoridades educativas que salieron del brete ubicando a los 2.500 estudiantes en un total de siete establecimientos diferentes, después de 15 días sin clase. A los chicos de primaria los enviaron, por ejemplo, a la sede del Instituto del Viajante, edificio muy adecuado como terciario de adultos, pero con aulas chicas (capacidad para 20 personas donde deben entrar 35 chicos), barandas bajas, escaleras estrechas, sin lugar para recreo y sin baños adecuados para los chiquitos.
Los secundarios quedaron separados en dos sedes de la Universidad Kennedy, a once cuadras de distancia, con lo cual los profesores que debían dar clase en ambos sitios no podían llegar a tiempo. Lo mismo les ocurría a los padres con niños de primaria desparramados en distintas sedes. Además los micros destinados a llevar chicos desde el Acosta hasta las diversas sedes no aparecían, o si aparecían estaban como algunos funcionarios: sin destino.
El cesma convocó a asambleas y nuevas movilizaciones. Fueron a la Jefatura de Gobierno tres veces (y aprovecharon para que los chicos de 4º grado prometiesen la bandera en Plaza de Mayo) hasta que padres, docentes y estudiantes lograron que los recibiera la secretaria de Educación de la gestión Telerman, Ana Clement, junto a la directora de Educación Superior, Andrea Alliaud. Marcela, madre de 2º grado, narró a mu esa reunión, a la salida:
“Nos tuvieron dos horas hablando sin sentido y al final nos dijeron una frase muy linda de Charly García: es lo que hay”. García, en efecto, escribió el tema titulado Lo que ves es lo que hay, pero Marcela escuchó la frase con una bronca apenas contenida:
“Te llevan a la violencia, no garantizan la educación y encima te dicen que apelan a nuestra comprensión”.
Damián, papá y artesano de Plaza Francia, agrega:
“Son guarderías. Aquí todo el mundo se llena la boca hablando de educación pública y mirá dónde estamos” dice señalando la acera donde los secundarios están sentados en el piso tomando mate, rodeados de policías con chalecos anaranjados. Damián, de todos modos, se entusiasma con toda la movida que está generando la comunidad educativa: “Te muestra lo que la gente puede hacer cuando se junta”. Y vuelve a decir sobre el Centro de Estudiantes: “Es la muestra de que no todo está perdido”.
Teoría de la energía
Caras lavadas, zapatillas de lona, bullicio adolescente: asamblea organizada por el cesma en una de las sedes de la Kennedy, Piedras al 600. Hay unos 400 estudiantes: “Che, no seamos pendejos” reclamaba el quinceañero Felipe para empezar la reunión. La vicerrectora Papalardo, la autoridad más respetada por los alumnos por su participación, pide la palabra: “Cuando se planteó que los profesores no pueden llegar de una sede a otra, ¿qué nos dijeron? Que pueden sancionarlos. Entonces, si no hay respuesta del Gobierno de la Ciudad, sigamos golpeando puertas y vayamos al Ministerio de Educación nacional. El derecho a la educación debe estar garantizado. Lleguemos al ministro Filmus o –qué quieren que les diga– al Presidente de la Nación”.
Un profesor de inglés, Raúl, pide la palabra: “Varias familias ya decidieron sacar a sus hijos de la escuela. Para las autoridades son un número, pero para nosotros es muy doloroso perder a esos chicos a los que no se les permite una educación digna y gratuita…”. El profesor no puede terminar la frase por la emoción, mientras es ovacionado.
Terminada la asamblea, Beatriz, profesora de Matemáticas, relata: “Hay 17 gremios docentes en Capital. Ni uno llamó para ver si necesitábamos algo”.
Fiel a su materia, suma: “Los sindicatos no hacen nada, el gobierno en contra, los medios te matan, el Ministerio… estamos más solos que la una”, dice, castiza.
Aparece otra profesora, Graciela, de Físico-Química, con lo inesperado:
“Nos dieron un aula tan minúscula, que una de las chicas tuvo un ataque de claustrofobia. Tiembla y llora. Yo voy a dar clase, pero no en estas condiciones”.
Para cumplir con su palabra, marchahasta el cuarto piso –seguida por los estudiantes y por mu– a ocupar un aula más grande. Su clase de hoy es sobre el movimiento y la energía.
La energía se define como la capacidad de realizar trabajo, de producir movimiento, de generar cambios. Es inherente a todos los sistemas físicos y a la vida. Puede ser potencial (si está en reposo), pero cuando se libera y se pone en movimiento es energía cinética. Graciela luego me aclara que la inmovilidad absoluta podría ser un síntoma de ausencia de vida. Por la Primera Ley de la Termodinámica (el famoso nada se pierde, todo se transforma) sabemos que la energía puede cambiar de una forma en otra, pero jamás puede ser destruida.
Contra los dinosaurios
Juan Manuel quiere ser profesor de literatura. Victoria va a hacer teatro. Camilo no tuvo tiempo de pensarlo. Esteban ama la Historia, pero escribe sobre el presente: “A los pibes de 5º esto los está matando porque les rompe toda la posibilidad de disfrutar su último año en un colegio en el que, muchos, ingresaron a los 6 años.”
Contra la teoría de los dinosaurios, los chicos quieren estudiar. Esteban pone algo en su lugar: “Si esto pasa acá, te imaginás lo que deben ser las escuelas rancho, o los lugares donde no existe la posibilidad de reclamo que tenemos nosotros”. (El martes 26 de junio, parte de la mampostería de un aula en Salta capital cayó sobre los alumnos. Karen Tabarcache, 14 años, sufrió traumatismo de cráneo y tuvo que ser operada.)
Las movilizaciones del Acosta al Ministerio de Educación nacional tuvieron efecto. Prometen entregar fondos para terminar más rápido las obras, con la supervisión de la Facultad de Ingeniería. ¿Por qué no se hizo antes? Misterio. El propósito es volver de las vacaciones de invierno con la planta baja del Mariano Acosta completamente arreglada y, al menos, parte del secundario.
Nadie confía demasiado, después de tantas sorpresas, y por eso las asambleas de padres siguen haciéndose cada semana, y las de secundarios congregan cada vez más estudiantes.
Unos y otros se mueven para transformar la energía en algo más que una superstición. Y para hacer realidad el lema del Centro de Estudiantes: “Que la educación pública no sea una utopía”.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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