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Cualquiera hace radio

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FM 94.3 de Paraná, Radio Cualquiera. ¿Quién pagaría para escuchar radio? En Paraná, más de 350 oyentes sostienen una emisora que hace comunicación sin depender de ninguna pauta publicitaria.

L os hermanos Carlos y Rafael Vicentín tenían un inconveniente auditivo, y descubrieron el modo más insólito de resolverlo. Querían escuchar radio, pero no les gustaba lo que oían en el dial mientras trabajaban en su pequeña agencia de elaboración de juegos promocionales para diarios y revistas. Cualquier mortal hubiera saldado la cuestión comprando compacts, o bajando música de Internet. Pero no. Ellos querían escuchar buena radio y decidieron crear una.
Primero fueron a ver a un amigo, Armando Salzman, rectificador de motores e inspirador del Centro Cultural La Hendija, de Paraná: un lugar fascinante, donde efectivamente se rectifican motores. Armando trasladó el taller original a otro lugar, y hoy La Hendija es un centro de exposiciones, reuniones, disertaciones y conspiraciones que permiten poner en marcha los motores comunitarios. Armando recuerda su reunión con los Vicentín: “Me dijeron: todas las radios son una porquería. ¿Por qué no hacemos una?”. Los tres se miraron y se hicieron una pregunta cómplice: ¿y por qué no?
Pensaron que había que convocar a alguien que supiese algo más de comunicación. El cuarto mosquetero fue Silvio Méndez: “Pero yo de radio no sabía nada” aclara. Ésa fue su carta ganadora. Armando: “Eso nos convenció de que él tenía que acompañarnos. Si no había alguien que supiera, podíamos aprender todos juntos”.
Otra cosa que detestaban de las radios convencionales era la publicidad. Para hacer todo más difícil postularon esa premisa: no depender de las pautas publicitarias. En Entre Ríos, según uno va conversando con periodistas de diverso pelaje, todo parece depender de la pauta oficial. Hay excepciones, como siempre, pero hay también manadas de locutores entusiastas, informadores desinformantes, predicadores noticiosos y opinadores inoxidables, que se ven empujados a obedecer encarnizadamente a los que racionan las migas de esa torta.
Carlos, Rafael, Armando y Silvio no pensaban dedicarse a semejante menú. Y para hacer todavía más entretenida la cosa, tampoco pensaron el proyecto como una “empresa comercial” sino como un espacio genuino de expresión y comunicación, que debía poder albergar a proyectos que en cualquier otra radio fuesen inviables o rechazados bajo la acusación de inexorable fracaso.
Llegó entonces el momento de una pregunta insomne: ¿qué nombre le ponemos? Silvio: “Pensamos algunas cosas convencionales, como Sur, Viento. Pero cuando definimos la propuesta sobre quiénes queríamos que tuvieran un espacio, la respuesta natural era: y… cualquiera”. A la tercera vez que lo repitieron, se dieron cuenta de que el nombre también podía ser… cualquiera. “A mucha gente le resulta poco serio, o poco comercial. ¿Ese nombre tienen?” (mu, el periódico de lavaca, nada tiene que objetar al respecto.) Cualquiera terminó por ser el más original de los nombres de una radio. “Creíamos y creemos que en la radio puede estar cualquiera.”Pero ese “cualquiera” no es para cualquiera. Dice Rafael: “Nada de locutores profesionales, o voces de publicidad de yogur. Lo que deseamos es que tome el micrófono cualquiera que tenga algo para decir”.
 
Nueva York – Madrid – Paraná
¿Cómo hacer una radio que no dependa de la publicidad, pero que a la vez se autogestione? El dilema los tenía confundidos. En 2005 estaban en pleno debate cuando se les presentaron dos ideas.
Una: a partir de la presentación en La Hendija del libro Sin Patrón, en conversación con un integrante de lavaca, supieron de la existencia de la wbai (99.5 fm en Nueva York www.wbai.org), una radio sin publicidad, financiada por los oyentes. “En Nueva York puede ser, pero ¿en Paraná?” La idea los persiguió durante semanas, hasta que decidieron dejarse alcanzar.
Dos: del quincenal español Diagonal (www.diagonalperiodico.net) sacaron la idea de ofrecer algún plus para sus compradores. “De ahí salió la idea de mimar a los oyentes” explica Silvio.
Ofrecieron entonces a cada productor de cada programa la posibilidad de un espacio a condición de aportar 10 integrantes a la Radio Peña, que es el grupo que con su aporte mensual sostiene a la emisora. Rafael: “Ya hay unos 350 radiopeñistas, que aportan 12 pesos cada uno para que la radio pueda funcionar”. Las cuentas claras:
 
8 pesos van a pagar funcionamiento de la radio y pago de los operadores.
2 pesos para el cobrador.
2 pesos se destinan a la producción de materiales que Radio Cualquiera entrega a sus radiopeñistas.
 
Radio Cualquiera ha entregado a sus oyentes, entre los mimos que postulaba Silvio, el libro Cuentos para un enero Cualquiera, realizado en La Hendija; un compact de acústicos grabados en los programas de la propia radio, con grupos de rock y folklore locales; otro libro -Cualquiera cocina (con las recetas contadas en uno de los programas, el de Chury)- o La poesía es un dibujo Cualquiera. La alegría de Rafael es un puente de oreja a oreja: “Les pedimos a los artistas y a la gente de los programas que donen el material. Se hace el libro o el compact y se entrega a los radiopeñistas. Sólo se paga el material, no el capital humano. Pero se genera toda una movida en la cual los artistas y escritores publican, y ahora se preocupan por preparar su obra sabiendo que aquí sí se va a difundir. Esa llegada al público está potenciando que se lancen a nuevos proyectos”. Armando agrega otra paradoja: “Lo fantástico es que ninguna de estas cosas que suceden nosotros la imaginábamos. Nos preguntaban si todo estaba saliendo como lo pensábamos, pero la verdad es que nosotros no pensábamos nada. Todo lo fuimos inventando”.
Hay algo de modestia mechada con sabiduría: no pensaron un modelo o un molde de radio sino un movimiento hacia una radio, que se fuera construyendo al fluir. “Hay que saltar y desplegar las alas, pero como alas no tenés, hay que inventarlas en el salto” dice Armando. Todo en Radio Cualquiera es así: entusiasmo, poesía y sentido común.
Además de los libros, Radio Cualquiera entrega entradas con descuentos para ver cine u obras de teatro en La Hendija, centro de rectificación de los motores del alma.
 
¿Quién tiene algo que decir?
La condición para elegir los programas, entonces, es que se tenga algo para decir, diez radiopeñistas que aportar, y finalmente se consideró con bastante énfasis “toda propuesta que no tuviese posibilidad alguna en un medio comercial o convencional. Hay montones de expresiones que en otros lados no tendrían ningún tipo de cabida” dice Armando. Esto es también sorprendente: aquello que en cualquier radio convencional sería penosamente rechazado por los denominados “gerentes de programación”, es lo que en Radio Cualquiera el público paga para oír.
Rafael descubrió algo en nuestro libro El fin del periodismo y otras buenas noticias: “Ahí se habla de algo nuevo, que ya no es el medio de comunicación con un emisor, un medio y un receptor, sino el concepto de un medio de expresión. Esa idea nos gusta mucho”.
El resultado es que la radio ya tiene 32 programas propios, desde El junta puchos todos mediodías (se presenta como “Prensa minoritaria: una forma distinta de mirar la cotidianidad; el mundo a través de los hechos cercanos, con una palabra reposada y rebelde”) hasta Abrapalabra (“Poesía leída, cantada, recitada, vivida. Corrientes literarias y los versos de muchos autores, grandes, desconocidos y malditos”), La hora del burgués progresista (“una provocación contra la acumulación”) o Revoluciones (programa producido, realizado y conducidos por jóvenes y adolescentes de los barrios Circunvalación y Bajada Grande, los barrios periféricos y pobres de la ciudad). También pueden escucharse Los grandes del despecho (radio surrealista en país ídem), Radio crimen (rock under), Difícil que el chancho chifle (humorístico, o quizá político), Siempre espero ver la luna en mi piel (música y poesía) o Cosa e’ negro (rock nacional), por nombrar sólo a algunos de los que pueden encontrarse en la página web de Radio Cualquiera.
 
La radio es una asamblea
Todos los meses hay reuniones de productores, donde debaten sobre lo que se está haciendo, se deciden los materiales para entregar a los radiopeñistas, se medita sobre la vida en general y los proyectos que cada uno postula. Luego, eso deriva en encuentros con los oyentes, empanadas, fiesta. No se sabe cuánta gente escucha la radio, porque cualquiera puede acceder a ella. Si usted la oye por Internet, se ve beneficiado por un proyecto sostenido por los radiopeñistas y el esfuerzo de cada programa.
“El tema que se está planteando ahora es qué hacer frente a una hipotética pauta oficial” cuenta Armando. Han tomado una decisión: cualquier ingreso de ese tipo, iría a parar a equipamiento. Los programas, por su parte, pueden ofrecer publicidad compartiéndola con la radio, y todo bajo el concepto de no romper la personalidad del proyecto, sino de potenciarla. Para que se entienda: ya les propusieron hacer programas mañaneros que llegaban con pauta oficial. Rafael: “Les dijimos que no nos interesa sacar al aire a un funcionario explicando por qué no hace lo que debería hacer. Lo que nos interesa es que se escuchen otras voces que no tienen lugar en otros medios”. Silvio: “Ese tipo de programa se cayó solo. Nosotros pretendemos que se genere información propia, no que se lean los diarios. Pero eso implica trabajar, y algunos se resisten”.
¿Puede la radio transformarse en un medio de vida para quienes la inventaron? Silvio, que actualmente es redactor en la revista Análisis, espera que sí, aunque sin apurar ningún tiempo. “Yo vivo de mi trabajo como periodista. Me encantaría poder vivir de hacer lo que realmente me gusta.” Carlos y Rafael no se lo plantean: “No está lanzada desde ahí la iniciativa. Lo que queríamos era crear un medio que no existía. Si alguna vez la cosa crece como para obligarnos a pensarla como un trabajo, veremos. Son finales abiertos”. Armando sigue rectificando motores y motorizando a La Hendija. “Lo que nos interesa es tener un medio de expresión independiente. Los recursos son, justamente, para lograr su autonomía económica” explica Rafael. No recurren a contribuyentes lejanos, sino a socios que participan, intercambian, comparten e inventan juntos. “Ése es el proyecto” dice Silvio. Y cualquiera lo entiende.

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