CABA
Trópico de Marilyn
El hit del año se llama Su florcita y marca un cambio: la cumbia villera mutó en cumbia testimonial, aunque sigue siendo la mejor crónica de época. La Agrupación Marylin grabó el tema que compuso Lechuga, el nuevo socio del manager de Rodrigo. Un trío que revela cómo funciona esta máquina cuya clave es su público.“La droga mata de frente, la yuta por la espalda”. La frase está picada con una navaja sobre una pared del garaje techado del teatro de Avellaneda desde donde se transmite Pasión de sábado, programa de cumbia por televisión. El garaje es la entrada para decenas de grupos que se presentan allí para tener sus 15 minutos de fama, y quién sabe qué después. Andan con sus instrumentos y su estirpe. Algunos rapados a los costados y el pelo tipo comanche teñido, zapatillones de 500 pesos que les hacen pies de dibujito animado. Relojes blancos de malla amplia para que bailoteen en sus antebrazos. Tatuajes de Jesús, dragones, el Che, corazones sangrantes, serpientes. Gorras tipo béisbol, ropa de un tamaño desmesurado: remeras que les llegan a las rodillas, bermudas anchas que llegan a los tobillos. Es atuendo de rapero: los negros utilizaron esa indumentaria en Estados Unidos –dicen– como un modo simbólico de ocupar más espacio, de ser más llamativos y, sobre todo, más visibles. En el garaje hay autos no muy nuevos y en la puerta estacionan las camionestas que luego llevan a los conjuntos a recorrer la provincia de Buenos Aires en noches seriales de shows de 20 minutos, cada uno de los cuales deja unos 3.000 pesos promedio al productor, según el caso.
De alguna parte sale un señor macizo, con el pelo teñido y el ceño irritado, que le grita a alguien: “¿Dónde dejaron la merca? Aquél no la tiene”. El aludido, un muchacho sentado sobre un capó, sacude los hombros desentendiéndose. Nadie le presta atención al macizo señor que se va otra vez por el agujero de donde vino. El control de la entrada se ríe: “No se puede creer, andan a los gritos buscando la falopa” dice, mientras impide que una chiquita de belleza criminal se cuele por el garaje. Le pregunto al guardia qué tal es el ambiente. “Hay buenos pibes, gente de laburo. También hay mucho tipo que agarró guita, tiene zapatillas con 50 resortes, y se la cree. Digamos: mucho culo roto”.
Llegué a este garaje a partir de una curiosidad: ¿cuál es el principal conjunto de la actualidad, el más escuchado? ¿Cuál es la música que mejor describe, como crónica social, lo que está pasando?
Cuando en Bajo Flores unos chicos de la escuela contestaron “Agrupación Marilyn”, percibieron mi ignorancia, se apiadaron, y me hicieron escuchar Su Florcita. Luego me enseñaron lo mismo en escuelas de Famatina, clubes de Paraná, en Tucumán, la Villa 31, Santa Fe, La Matanza, Chaco, Balvanera, Mendoza, San Luis, Lanús, y la familia boliviana a cargo de la verdulería de un supermercado chino de Almagro. Agrupación Marilyn podía ser una secta evangelista, un tributo nostálgico a la Monroe, o algún grupo político indescifrable (si es que hay alguno que no lo sea). Jamás había oído nombrar al grupo más fuerte del país, según opiniones tan diversas. Eso pasa por consumir medios contrainformativos como Clarín, La Nación y cosas por el estilo.
Ando con un libro de detectives en el que un tal Marlowe saca la nariz de su frasco –su oficina– para recorrer un mundo florecido de muerte, traiciones, cinismos y también de personas que tratan de salir de las trampas que la vida les ha tendido. Comparado con esta recorrida, lo de Marlowe es animación de fiestitas infantiles. Ésta es una invitación a todos los que viniendo de un estado tan inculto como el mío, quieran al menos vislumbrar algo de lo que nos rodea fuera del frasco.
Rodrigo, Walter y los contratos
Conseguí su teléfono a través de una páginas web, no recuerdo si fue Mueva Mueva, Ciudad Tropical o Negros Cumbieros. José Luis Gozalo es el dueño de Vikingo Producciones. Es descortés hacer bromas con los apellidos, pero hay que reconocer que el de este hombre podría ser un estribillo de cumbia. Gozalo (Pepe o El Gallego) es un xl: mide 1,90, debe andar al menos por los 130 kilos, tiene 57 años, el cabello rubio teñido, me recibe en bermudas y ojotas.
La oficina de Lavalle al 1600 tiene un plasma grande como una ventana. Hay decenas de fotos de Rodrigo y una más en la que el entonces joven Gozalo está visitando en Madrid a Juan Domingo Perón.
Gozalo fue productor del cordobés cuartetero Rodrigo Bueno, fallecido en un accidente automovilístico en el año 2000, cuando iba de una bailanta a otra. El productor consiguió ser uno de los acusados de haberse quedado con los beneficios gruesos del éxito de Rodrigo durante los diez años que lo tuvo bajo su órbita. En el clásico contrabando de rumores fascinantes ante la muerte de un ídolo, se decía que Rodrigo en realidad quería desembarazarse de su productor justo antes de su muerte.
Gozalo enciende un cigarrillo, mira la brasa, e informa mirando fijo: “Cualquier verdura. Me acusaban de chuparle la sangre a Rodrigo, y me mataron mediáticamente porque acá le pagás a Rial o a Hadad y dicen lo que vos quieras. La verdadera pelea la teníamos Rodrigo y yo contra los del sello Magenta (manejado por unos señores de apellido Kiroski) que no le liquidaban los discos. La madre de Rodrigo terminó del lado de ellos. Pero yo bajé el telón. Todo pasado. Me fundí y acá estoy, limpito. Pude empezar de nuevo pese a que me mataron”.
Le pregunto por Walter Olmos, el cuartetero catamarqueño que se mató en el San Cristóbal Inn. “Jugaba a la ruleta rusa, le tiró a otro músico, no salió el tiro. Se la puso en la cabeza, se mató”. La máquina de rumores habló de drogas, borracheras, o de cosas tan horribles que lo mejor es olvidarlas. Walter tenía 20 años, había sido un chico de la calle, ladrón, huésped de reformatorios, pero eso casi ni se mencionó.
En vida, Olmos declaraba, por ejemplo, sobre su participación en un programa con famosos de la farándula: “Es para que vean que cuando en cada esquina ellos se paran con su 4 x 4 y se encuentran con los chicos de la calle, están ante personas que no son distintas. Porque, en realidad, los chicos de la calle somos más que ellos”. Pero las palabras de Walter llenas de autoestima, fuerza y rebeldía, se hundieron en algún pantano de su alma. Es difícil imaginar qué clase de desquicio lo dominó. Gozalo queda como flotando en la nube de su cigarrillo: “Una cosa así te mata. Tuve que salir a aclarar que no soy mufa”.
Usted sabe, José Luis, que se suele decir que este ambiente está fisurado por la droga, la presión de trabajo, cerebros que estallan…
Por lo menos en mi grupo no. Hay falopa en la cumbia como en todos lados. Pese a que dicen que soy falopero, nada que ver, no me dedico a eso y jamás la probé. Y como me mataron los medios, menos que menos puedo estar en eso, de modo que yo quiero… productos de limpieza.
Se queda pensando en estas última tres palabras. “Limpieza en el sentido de todo limpio y clarito. Acá se trabaja. ¿Hiciste un disco que es un gol? El segundo también tiene que ser un gol”.
¿Pero existe eso del músico que queda preso del productor? Gozalo me instruye: “Hay que entender cómo es la vida. Tenés que razonar. Sos un pibe, me traés un disco. ¿Tenés plata para invertir y lanzarte? Si no tenés, yo te doy un porcentaje, pero tengo que recuperar toda la inversión que hago”. ¿Y el músico? “Si funciona, fenómeno, empieza a facturar. Yo recupero y vas a tener tu pedacito de negocio, pedacito normal, ojo”.
Lo llaman por teléfono, dicta una patente y otra serie de datos. Me cuenta que compra coches chocados, los hace reconstruir y los vende: “Éste era un bmw que vale 80.000 dólares, lo compré a 25.000, lo arreglo y me gano 20.000”.
Seguimos con la música. Reconoce que ostenta éxitos, pero también una enorme lista de fracasos: “Cuando pasa eso, llamo a los pibes, que tampoco los tengo acá atados a una pata del escritorio. Chau, y a otra cosa. Rompemos el contrato. ¿Qué querés que te diga? Volvé a la fábrica”.
Números cumbieros
José Luis me ayuda a incursionar en la aritmética de la cumbia; Lechuga (Santiago Torres, líder de La banda de Lechuga) es uno de mis productos. Hacía cumbia villera, y embocó algún tema exitoso. En un año habrá hecho 50 shows”.
Muchísimo…
(Me mira como si me estuviese burlando) No, no sirve para nada. El negocio nuestro es la venta de shows. Hay que hacer 5 ó 6 un viernes, 7 u 8 un sábado, 4 ó 5 un domingo, algo más entre semana. O más: se puede llegar a 30 shows en una semana.
Me cuenta que cobran de 3.000 ó 4.000 pesos por presentación. Cada show dura de 20 minutos a media hora, según el apuro. “Capaz que empezás una noche en La Plata y terminás en Luján haciendo ocho shows en el medio. Se arranca a la madrugada, a las 2, hasta las 6 ó 7. Si el grupo tiene convocatoria la gente espera. Y si no, llegás y la gente ya se las tomó”.
Gozalo calcula mirando al techo que cada uno de los ocho integrantes de Marilyn se queda con unos 2.000 pesos promedio por semana, aunque Juan, el cantante, lleva un poco más que el resto. “Además hay que pagar el alquiler de la camioneta, los equipos, los plomos, el manager” (que acompaña al conjunto). Tomando las cifras más moderadas, un fin de semana de 20 shows a 3.000 pesos dejan 60.000 pesos de los cuales 16.000 van a parar al conjunto, el resto a gastos, y lo que quede a ganancias o lo que Gozalo prefiere llamar “recuperación de la inversión”.
¿Qué es eso? Gozalo educa: “Mando el disquito a las radios de cumbia. Ya estás pagando, pero ves si el tema pica. Después llevás al grupo a Pasión de sábado, pero eso también es pago. Mejor dejemos los números de lado” dice con cierta picardía. Finalmente se anima: “Por inventar algo, ponele que invertís 50.000 pesos en un grupo, ¿de dónde lo recuperás? De los shows”. Me aclara que no hay ganancia fuerte de los discos, porque el reino del cd trucho lo impide. “Rodrigo vendía 500.000 placas, pero hoy Marilyn no llega a 50.000 porque cambió mucho el negocio. Resumiendo: te miran por el programa, y vos te quedás esperando que te llamen. Tengo una larga lista de inversiones y no me los llamaron ni para un show”. (Algo similar a las inversiones de Sobisch y De Narváez en las últimas elecciones). “En cambio Marilyn al mes ya estaba trabajando en serio”.
Cómo nace un hit
Lechuga venía haciendo cumbia villera, pero había compuesto también el tema Su Florcita, dedicado a la muerte de una chica de de 12 años, “tan bonita, tan chiquita, tan llena de sonrisa, perfumada flor que crecía”, que no vuelve del colegio y aparece muerta en un descampado, “sin vida estaba, tirada, golpeada ¿por qué? ¿quién fue? ¿Cómo es que matan a una niña tan pequeña? Sólo tenía 12 años, toda una vida por vivir”. Nadie imaginaba aún el impacto que tendría ese relato.
Lechuga se lo dio a su amigo Juan Rivarola para grabarlo. Juan lavaba autos en Pilar Village y antes, en el shopping Paseo Alcorta. “Cantalo como sufriendo” le dijo Lechuga. Gozalo escuchó el demo y dijo: “Es gol”. Armaron entonces la Agrupación Marilyn, homenaje al nombre de la chiquita muerta.
El tema empezó a recorrer sus propios puentes de radios bailanteras para llegar a todo el país. “Ahí firmamos bien los papelitos, porque si no, no se puede. Van a la tele, se hacen famosos y se te vuelan. En tres programas ya estaban haciendo 20 shows por fin de semana” explica el productor, que mientras observaba la actuación tuvo la virtud de la paranoia: “Vi que los de los otros conjuntos los miraban y se me prendió la lamparita. Éstos nos van a copiar. Lo agarré a Lechuga y le dije: haceme seis temas iguales a Su Florcita, dame bola. Lo pensé así: ¿qué mejor que me copie yo mismo?”. Estaba naciendo la ola más reciente de la llamada cumbia testimonial. La pericia de Lechuga para componer canciones de un día para el otro fue compensada por Gozalo, que lo convirtió en su socio y anuncia: “Tiene un don de Dios”.
Lecciones políticas
Le pregunto por la foto con Perón. “Bueno, siempre fui peronista y fui con mi familia a visitarlo. Mis padres eran españoles. Yo tenía 18 años”. Me cuenta que fue uno de los impulsores de la feria de La Salada, y terminó vendiendo el balneario Ocean de dicho lugar. Que fue duhaldista y “movía a la gente, llevaba, traía, pero me abrí porque ví a la política como algo muy sucio”. ¿Qué es lo sucio? “Todos van por el queso, no les importa nada, ni siquiera la gente”. Me dice que la gente no es tonta, que prefiere ir con un puntero político por un sandwich “porque no tiene otros medios para mejorar. Pero este país se olvida de esa gente. En esa malaria, esta música es un modo de resistir y de disfrutar”.
Para Gozalo el problema incluye la palabra racismo. “Hablando en criollo, para la Capital nosotros seguimos siendo negros. Grasas. Después ves a un ejecutivo que escucha cumbia en el auto. O en las fiestas ponen cumbia para que haya algo alegre”. ¿Y qué representa ese público “negro y grasa”? Gozalo tiende más a la crudeza que a la demagogia. Lo suyo es una definición casi técnica: “Mirá, es la gente que a este país le da alegría, le da vida y trabajo y consumo masivo. Sin ellos este país se muere”.
Melodía de la cobardía
Pasión de sábado se transmite durante cinco horas de la tarde. No se trata de desilusionar a nadie, pero las bandas no tocan (Marilyn fue la excepción), sino que hacen un play back con micrófonos abiertos, lo que permite que el cantante haga una especie de karaoke en el mejor de los casos, y el animador del grupo, con su propio micrófono, reclame el clásico “y arriba las palmas”. El público abarca unas 300 personas.
Auspiciado por la cerveza Diosa Tropical, es un programa ideal para los amantes de la cumbia, un tanto intransitable para quien no lo sea. Unas chicas bellísimas bailan detrás de los conjuntos, y detrás de ellas hay camarógrafos que parecen querer practicarles una biopsia ya se sabe donde. Cuando hay propagandas, las bailarinas se tiran a descansar y dejan de ser muñecas sexy para convertirse en chicas agotadas, acaso más bellas aun, pero inexistentes para las cámaras. Apenas vuelve la luz, impostan sonrisas de dentífrico y se sacuden como en el caño, en una incitación a la masturbación masiva: nada ajeno al resto de la televisión abierta.
El ritmo del ascenso social
Los chicos de Marilyn llegan con Omar, el manager. Entran en el garaje. La indumentaria es la rapera, pero Juan me aclara que están por cambiar el estilo. “Vamos a usar sacos largos, otra cosa más formal. No nos pega la ropa con las canciones”.
Marilyn es un alejamiento de la cumbia villera hacia eso que se llama cumbia testimonial, que a la vez tiene un estilo más pulido, más melódico y quizá, otro componente social. Ejemplo: Club Atlético Chanchín canta un tema de esta época, El Celular, cuya estrofa más relevante reza: “Esta gilada no me deja ni garcar”. Marilyn, con las letras de Lechuga, apunta en cambio a descripciones de historias y situaciones. Tal vez haya que pensar que a la cumbia le está pasando como al fútbol, con el protagonismo trasladándose desde lo estrictamente villero al terreno de la clase trabajadora, o incluso media. Juan me alecciona: “La cumbia villera te habla de la calle, robar, fumarte un porro, el vino, las putas, la tanga de tu hermana, tu tía y todas esas cosas. Es una realidad cruda, pero sincera. Nosotros tenemos un ritmo copado, pegadizo, pero hablamos de historias reales, que las puede escuchar cualquiera, hasta los chiquitos”.
El padre de Juan y Sebastián Rivarola es artesano en cueros y la mamá es masoterapeuta. “Bah, masajista, llego a casa y le digo: vieja, arreglame”. Juan (23 años, el veterano del grupo) trabajó desde los 16 años. “Vendí miel, condimentos, fui albañil, plomero, techista, vendí ropa y lavaba autos” cuenta. “En invierno era duro, a veces lavando autos en el Village Pilar hasta las once de la noche, se te abrían los dedos del frío”. Para acompañar el momento sintonizaba las radios cumbieras en los autos que lavaba. “Y un día escucho que pasan Su Florcita, y la gente llamaba pidiéndola otra vez. Me puse re loco”.
El Turco trabajaba en una textil, once horas por día. “Bastante jodido, pero es lo que hay”. Ninguno pidió limosna en la calle, como Walter Olmos. El Gallo trabajó en carnicería y como albañil. También vendió plantas, trapos rejilla, tupper, anteojos. Changa y Gastón Gamarra (21 y 20) son los mayores de siete hermanos. Su padre es obrero de la construcción y Changa, por ejemplo, lo acompañó desde los 11 años. Tiene algunos mechones y parte de una ceja teñidos de rojo. “La mitad de lo que gano se lo dejo a mi viejo” cuenta. Juan aclara: “La música es un trabajo como cualquiera, con pro y contras. Así como me sangraban las manos lavando autos, con la música tenemos que estar viajando 24 horas y a nuestra familia no la vemos por un mes entero”.
Confirman las cifras de Gozalo. En una noche de buen trabajo se pueden llevar entre 700 pesos y 600. Negocio cash y fluido, se paga cuando termina el raid de presentaciones con un desayuno en el que cada uno recibe su parte. Diálogo con Juan:
Entonces no es un trabajo como cualquiera…
Bueno, te podés comprar ropa, tener una oportunidad de futuro. Lo raro es que se acerca mucha gente a hablarte. Me cuentan que mataron a sus hijos o violaron a sus nenas. La vez pasada en Jujuy estaba firmando autógrafos y una mujer borracha mal me contó que habían matado al hijo la semana anterior.
¿Y qué le decís en un caso así?
Que sea fuerte, que tiene que salir adelante y no bajar los brazos porque si no, te comen los bichos.
Otra chica les dejó una carta contándoles que la había violado el padrastro. Se la llevaron a Lechuga Torres que compuso Qué cobarde: “Maldita la necesidad, cuando mamá por las noches se va a trabajar, la deja con su papá que no es su papá. La niña reza que no entre otra vez como todas las noches. Le conté a mi mamá que usted me toca, pero no me quiso escuchar”. La canción está dedicada a todas las niñas abusadas.
Gastón reconoce que tienen un problema práctico: “La verdad es que las pibas se regalan mucho. A veces es muy duro”. Gallo está por ser papá. “Pero todavía no tengo un lugar para vivir en pareja, no me alcanza la plata”. Changa tiene una novia en Rosario. El Turco: “Yo iba a un boliche y una piba no me daba ni bola. Ahora me vio en Escombros y está recontra regalada. Te ven en la tele o en el escenario, y listo”.
Los chicos confirman de algún modo que la teoría maradoniana “billetera mata galán” es una antigüedad economicista. En la sociedad actual el lema es: “Fama mata billete y mata galán”.
Ninguno terminó la escuela. Todos recitan: “La escuela es importante”, pero reconocen que no la soportaron y tuvieron que salir a trabajar. Changa: “Yo hice la técnica, y ahí por lo menos aprendía cosas concretas. Eso me gustaba”.
Drogas y negros
El clásico tema de las drogas y los descontroles choca con la sonrisa de estos chicos que dejan hablar a Juan: “Hay falopa en la cumbia, en el rocanrol, el jazz, el folclore. Pero a la cumbia la discriminan porque es música de barrio o de negro”. Juan me reconoce que fuman “cigarro a pleno” y toman un poco de cerveza. “Pero ni siquiera cuando trabajamos. Mirá, si yo tomara merca tendría que andar con los ojos así de abiertos, las ojeras por acá, y la nariz moqueando, sin poder cantar ni el arroz con leche”. Me cuenta que hay gente que se droga por depresión, otra por hacerse ver, otra porque no les importa que les desaparezca el cerebro.
¿Y la discriminación? “Nosotros podemos ser negros de piel, pero no de la cabeza” me dice Juan (y que cada lector opine lo que prefiera sobre tal oración). Changa agrega: “A mí me han dicho negro de mierda los conchetos de mi edad, porque me gusta la cumbia. Es así: cada uno está en su mundo y no quiere al otro”. Uno de los grandes éxitos de Marilyn ha sido en Bolivia, y la posibilidad de viajar a España está abierta justamente por bolivianos y argentinos que constituyen allí una comunidad cumbiera que los productores no piensan despreciar.
Fin del show
En Pasión de sábado, una vez que termina el show, se apagan las luces, los conductores dejan de gritar, las muñecas sexy huyen sin saludar, Marilyn se zambulle en la camioneta en la que iniciarán su gira nocturna. Y los chicos van saliendo.
Florencia, 15 años, me informa que un negro cumbiero acepta a un cheto, pero no a la inversa. Maira tiene también 15, es una pelirroja (real) de ojos celestes, pero se asume negra por ser cumbiera. Todas están estudiando porque “hasta para lavar pisos” les piden título secundario. Florencia dice que preferiría otro destino, y que puede parecer una locura, pero querría ser ayudante quirúrgica. Maira jugaba a ser abogada: “Pero ya sé que es casi imposible”. La mayoría de sus amigos está trabajando o buscando trabajo. A todas las robaron al menos una vez.
Otro grupo. Jenny tiene 17 años y renunció a un negocio de accesorios para celulares en Banfield. “Te quieren tener agarrada, te dan 12 pesos por diez horas de trabajo”. José es el único que está estudiando: “Para trabajar tenés que tener estudio”. ¿Te sirve la escuela? José se ríe. El padre es zapatero, él espera trabajar en un supermercado como repositor, o algo mejor si se puede.
Déjalo ser
Mauro se asume como villero, habitante de Villa Sapito. No estudia y hace changas cortando césped. “Mi papá está en el municipio, capaz que yo puedo entrar”. Le gustaría jugar en Independiente, pero lo rechazaron. “Lo que no quiero es trabajar de piquetero. A mi papá le ofrecieron entrar con mis primos, pero no quiso”. ¿Qué significa trabajar de piquetero? “Te dan 150 pesos y hay que ir a las marchas al Centro. No sé qué grupo era, pero hay varios. Gente que va a molestar y a cortar la calle al pedo”. Para Mauro es distinta la situación de vecinos que salen a reclamar lo suyo. “Ponele lo que veo de Gualeguaychú está bien, porque les contaminan y pelean. Pero esto otro es un trabajito, ni sabés por qué lo hacés. Bah, la gente se gana su plata y su mercadería. Pero a mí no me gusta”.
Los chicos aseguran que nunca vieron una época peor desde el punto de vista de trabajo. “Antes había más… albañil, alguna changa. Pero ahora hay demasiados pobres, y no hay laburo para nadie. Y muchísima gente está viviendo en la calle”. Les digo que las estadísticas dicen lo contrario, y eso les causa mucha gracia. Mauro: “Vos sabés que mienten, no jodas. Los políticos solamente mienten. ¿Hay más trabajo? Vení, mostrámelo y mostráselo a toda la gente, porque no se ve por ningún lado”.
Ahí queda descripta otra de las trampas para los chicos del conurbano: ni consideran la escuela y la abandonan, o siguen buscando algún título para acceder a trabajos que finalmente nadie les ofrece. ¿Y entonces? Raúl, 18 años, aferrado al manubrio de su bicicleta, me mira con una seriedad de otro mundo: “Te queda seguir buscando. Uno quiere vivir. Mi hermano de 15 no consiguió laburo, se metió a robar y ahora se droga”. Raúl dice que se siente mal con eso, y empieza a abrir el relato. Su hermano mayor de 26, su hermana de 24 y su cuñado están en el mismo estado: robo y adicción. “Como que no pueden salir. Cartonean un poco. O van y roban una bici, le tiran un manotazo a alguien. A mí me robaron alguna ropa”. ¿Y qué se hace ante esa situación? “Nada, porque les hablás y es al pedo”.
Raúl, como tanta gente que me crucé en esta recorrida, no habla quejándose sino describiéndose. Trabaja en una cerrajería con el abuelo. Es el único de los hermanos que tiene empleo, pero admite que si no fuese por el abuelo le resultaría imposible encontrar trabajo.
Le pido que me diga cómo ve el futuro: “No veo nada. Lo que importa es el presente porque si salgo adelante hoy, mañana voy a estar y seguir. Pero si me doy por vencido ahora, voy a perder lo que tengo”. Le pido que me diga qué tiene que pasar para que las cosas no sean tan tremendas. Sus ojos me dejan la extraña sensación de que más que afirmar, está haciendo una pregunta: “Que te dejen hacer la vida”.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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