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Un viaje al plato

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Marcos Filardi y su viaje por la soberanía alimentaria. A lo largo de un año recorrió 24 provincias argentinas para trazar un mapa de conflictos, pero también de alternativas al mal vivir. ▶ SOLEDAD BARRUTI

Un viaje al platoLa foto de perfil de Facebook de Marcos Filardi podría ser un cliché: rubio, de ojos claros, con cuerpón de buena vida, rodeado por niños negros que, pese a todo, conservan la sonrisa Unicef. Están en África, en algún lugar incierto de ese continente dibujado con regla. Hasta allá entendió que debía ir si quería ver el hambre perpetuo, las caras reales de esas estadísticas que ya no dicen nada. Los ciegos, los malformados, los exhaustos, los piel y hueso, eso que abunda en aquel continente teóricamente rico, pero prácticamente pobre; ese lugar como acá nomás, pero un poco peor. Sin embargo, el detrás de la foto de Filardi es todo lo contrario a un lugar común: lejos de regodearse con lo fácil que es hacer caridad ante una desgracia como esa, lo que hizo fue investigar. No venía de cualquier lado: en Argentina y con solo 26 años había sido parte de la Unidad de Seguimiento de las causas por violaciones a los Derechos Humanos por parte del Terrorismo de Estado. Con esa experiencia aterrizó en Sudáfrica y siguió: Lesotho, Swazilandia, Mozambique, Madagascar, República de Comores, Botswana, Namibia… En un año y medio recorrió 18 países y trabajó buscando responderse varias preguntas. El porqué, el qué, el cómo, el hasta cuándo: eso quería saber. Por qué el no acceso a la comida pega de lleno y con tanta intensidad en ese lugar. Entendió enseguida que problemas con la comida hay prácticamente en todos lados. “Lo que encontré, luego de un año de viajar, es que el hambre tiene que ver con un acaparamiento de las mejores tierras, la privatización del agua, y la participación activa de fundaciones -como la de Bill y Melinda Gates- que quieren hacer una Revolución Verde vendiendo paquetes biotecnológicos”, dice hoy, a una década de esa experiencia.

De regreso a Argentina, Filardi armó un seminario Interdisciplinario sobre el Hambre y el Derecho a la Alimentación Adecuada en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, pero solo pensaba en volver a África. Quería trabajar en la Acción contra el Hambre, en los campos de refugiados. Y en eso estaba, cuando en 2007 Argentina vivió el desembarco inesperado de polizones que llegaban de ese continente sin compañía. Tuvo a su cargo el tutelaje de 300 menores, la mayoría adolescentes, mientras continuaba con sus clases. Empezó a conocer a los referentes de la lucha por la soberanía alimentaria -como Miryam Gorban- sin dejar de trabajar para esa partecita de África que había aterrizado en el país. Por entonces, los años se pegaron unos con otros, como cuando el asunto va bien.

El largo viaje

En 2013 se inauguró la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de Nutrición, y él ya era parte. Sin perder contacto con sus chicos que se hacían grandes, armaban familias, se iban a vivir a otras ciudades, se le hizo inevitable la causa alimentaria local, el atropello del agronegocio y sus posibles salidas más humanas y más justas. “Me fui interiorizando cada vez más en lo que significa el derecho de los pueblos a decidir sobre su alimentación, a acceder a alimentos sanos, a poder producirlos. Me entusiasmé con muchas experiencias y personas que conocí en este tiempo. Pero me di cuenta de que me faltaba mirar el asunto de cerca. Me faltaba un nuevo viaje”. Eso es lo que Filardi está haciendo ahora y desde hace seis meses, y lo que hará durante seis meses más: El Viaje por la Soberanía Alimentaria.

Se trata de un recorrido por las 24 provincias argentinas para ver cómo se producen, cómo se distribuyen y cómo se consumen los alimentos, identificando las violaciones a los derechos humanos que genera este sistema, pero sobre todo, las salidas posibles. Un viaje por tierra sobre un viejo Alfa Romeo morado, al que bautizó Rocinante, cargado de libros y un bolso con poca ropa. Un viaje que espera resulte en un mapa que destaque todo eso que ofrece -o no- la mesa diaria de este país.

Filardi trazó un recorrido con las experiencias que ya conocía y un itinerario climático. Limitado a un año, empezó en diciembre por lo más difícil: el sur. Subió por la cordillera y llegó a Mendoza. Desde ahí seguirá por la Mesopotamia, para terminar en el Norte y volver por lo que le quedó sin ver del centro, hacia Buenos Aires.

Entre sus políticas de ruta está el alojamiento barato y familiar. No solo por presupuesto, sino porque ahí empieza el mágico boca a boca que ilumina caminos que no aparecen en GoogleMaps.

Entre sus políticas de investigación está no ir al INTA como primera opción; de hecho ni lo visita a no ser que las personas del lugar se lo recomienden especialmente. Así se libra de la historia oficial y rescata sólo a los más aguerridos. Hasta ahora encontró tres: en Gregorias, Santa Cruz; en Río Grande, Tierra del Fuego, y en Anguil, Santa Rosa- que perseveran adentro de esa institución nacional que parece que perdió el rumbo. O que tiene uno solo: el agronegocio.

El sur que existe y el que no

«Fue muy interesante haber empezado por el Sur. Me di cuenta de que hay dos Patagonias: una al Este y otra al Oeste. Y que eso habla mucho de lo que somos. Hacia el Oeste fue donde se resguardaron los mapuches, con sus saberes, y también donde hubo una gran migración de personas que venían militando en causas sociales, con una trayectoria organizativa muy importante. Los que eligieron Bolsón, por ejemplo, lo hicieron por algo y desde entonces lo defienden, no lo van a entregar así nomás. Si viene una minera se organizan”, dice Filardi.

Es diferente en Comodoro Rivadavia o Río Grande. “Ahí está el trabajador que migró siguiendo un puesto que le prometía hacerse la América. Hay una media de personas con poca educación y grandes salarios. Tienen ingresos mensuales de 50 mil, 60 mil pesos, que se usan para sostener el modelo de vida que ofrece el extractivismo, porque ni un teatro hay, nada que no sea consumo fugaz. Es una mezcla de desarraigo, pérdida de identidad, impermanencia con camionetas y autos caros, prostitución, trata, cocaína, y una obesidad increíble, que pone en evidencia que la comida y sus consecuencias son reflejo de una ideología”.

Estar lejos de casa en esas condiciones es para muchos una oportunidad para adoptar hábitos que desde la infancia les resultaron aspiraciones esquivas. El supermercado, la Coca Cola, los combos que emulan a McDonald´s -empresa que todavía no llegó a establecerse allá lejos- la harina y el aceite vegetal en sus combinaciones ultraprocesadas, llenan un vacío oscuro: el reflejo sobre el plato de una sociedad que es cada vez menos rigurosa al momento de definir comida.

“En el sur no hay soja. El problema es la minería, el fracking, el gas, sumado a la presión inmobiliaria que compite directamente con la producción de alimentos. Es un problema que se sostiene cuando subís por la cordillera hacia Neuquén o te vas para Río Negro. Los alimentos están perdiendo espacio porque no conviene producir o por la contaminación: las mejores chacras que podrían dedicarse a la agroecología se están perdiendo. Si bien la carne en la estepa todavía es de pasturas, ya están llegando los corrales de engorde; de vacas y de jabalí. En las regiones costeras nadie come pescado y cuando lo comen es salmón chileno. Es muy poco el respeto que hay por lo que puede dar cada lugar. He visto cigüeñas petroleras entre los frutales, en el Alto Valle . La contaminación petrolera se suma a un fuerte problema que tienen hace años por agrotóxicos, más los bajos precios de sus productos: las economías regionales, que son las que proveían de comida a gran parte del país, están ahogadas”.

Corporación al plato

El derrotero de problemas llega y se va en camión, entre lechugas del Mercado Central de Buenos Aires y limones tucumanos: si no aparece comida de los mercados concentradores grandes, en buena parte del país no hay qué comer. Así, los efectos de la sojización también se hacen presentes: las grandes cadenas comercializan la misma comida en Cholila y en La Matanza. “Juguitos, postrecitos, galletitas: las marcas son las mismas”, dice Filardi. “Por lo demás, la gente busca carne, pero hoy cuando uno piensa en carne tiene que pensar en precios imposibles que generan que la comida nacional ya no sea el asado, sino la hamburguesa. Eso fue lo que más encontré para comer hasta ahora en este viaje: hamburguesas. Un delirio”.

“Si no empezamos a hacer que la comida Argentina sea otra cosa estamos perdidos”, dice Filardi, que conserva un buen ejemplo: “En toda la historia de Bariloche hubo un solo referéndum: la gente votó para poner una sucursal de WalMart”.

Si bien el recorrido no contempla centros médicos sí tiene debates con profesionales de la salud, muchos de ellos miembros de alguna de las trece cátedras libres de soberanía alimentaria que en los últimos años se constituyeron en distintas partes del país. Porque si bien el objetivo es salir de la denuncia o en todo caso hacer una denuncia positiva –mostrar dónde están las alternativas invisibilizadas, pero fuertes y posibles- no puede pasar por alto esta nueva generación de argentinos: los malnutridos.

¿Encontraste similitudes entre África y Argentina?

Nuestro nivel de desnutrición aguda no tiene nada que ver con el de Burundi o Madagascar. Acá afecta al 2,5 por ciento de la población, según el mapa global del hambre. ¿Eso significa que estamos bien comidos? No. En Argentina hay una desnutrición oculta, disfrazada de sobrepeso. Hay anemia entre calorías vacías. Nos morimos de enfermedades crónicas no transmisibles relacionadas a la alimentación. Pero no producción de comida sino acaparamiento de tierras, desplazamientos, negocios que ocupan el lugar de los alimentos. En ese caso, lo mismo que en África, pero sin Médicos sin Fronteras, y con felicitaciones de la FAO en el medio, eso sí.

Un país de muchos mundos

Por suerte, ante la evidencia de todo lo malo, el mapa viene resultando un prolífico compendio que da una esperanza grande. De Ushuaia para arriba se encontró con funcionarios con proyectos que hablan de dinamizar las chacras, aumentar el consumo de alimentos regionales y limitar la expansión extractivista. También agrupaciones de productores y técnicos unidos con un objetivo en común. Un ejemplo: Trigo Limpio, una asociación de acopio y molienda de materias primas agroecocológicas que elaboran pan para todas las escuelas del municipio de El Bolsón y que cuesta un 50 por ciento menos que el alimento industrial.

En estos meses, Filardi se encontró con una necesidad cada vez más ruidosa de la gente de reivindicar lo que es justo y unirse alrededor: cooperativismo, organización social, recuperación de los bienes comunes. “Hay cosas chiquitas, como el orgullo que encuentran los mapuches después de haber devuelto a su dieta el piñón que se había perdido y reencontrar sabores que ya no tenían. Pero enseguida podés ver que eso se entrecruza con una recuperación de plantas nativas para alimentación y para la medicina, de la mano de Eduardo Rapopot: un biólogo de más de 80 años que vive en Bariloche y ha dedicado su vida a identificar y difundir los alimentos silvestres para abrirnos la cabeza en torno a nuestro universo comestible. Estamos rodeados de un montón de cosas de alto valor nutricional, cosas deliciosas que no incorporamos a nuestra dieta”.

Si bien lo masivo sigue siendo –cuándo no- la apatía, también encontró una buena oferta de ferias y mercados que se acercan a las ciudades o a las cabeceras de los pueblos. “Los dos ejemplos que más me gustaron son Choele Choel y Mendoza, con la Bioferia. La primera no es necesariamente agroecológica pero la de Mendoza sí. Me pareció importante que  el precio que fijan los productores es casi igual al que encontrás en el supermercado, y muchas veces, más bajo”.

Son productores familiares, campesinos y recién llegados a un mercado que están empezando a entender. Jóvenes y mayores y entremedio, una marcada generación vacía. “Entre 45 y 60 años casi no encontrás. La generación a la que se le metió en la cabeza que el desarrollo pasa por otro lado casi se perdió”, dice Filardi. “En la agroecología hay mayores, imprescindibles, que no abandonarán nunca, y un nuevo sujeto: los que están empezando; que no son los que uno imaginaba que iba a terminar en el campo. Son sectores medios, profesionales, con familia, que optan por una mejor vida. O con romper con las tradiciones de su familia que tiene campos y siempre hizo en ellos cosas desastrosas ambientalmente hablando. Estos treintañeros, por lo general, terminan involucrados en alguna lucha porque eso es inevitable en todo el país: conflictos hay ante cada pedacito de tierra fértil”.

Entre las provincias que lleva recorridas la que más lo conmovió fue la última que visitó de subida, Mendoza: emprendimientos agroecológicos consolidados entre frutales, viñedos y olivares; la fuerza de las asambleas que lograron leyes por el agua y contra las minas; y los movimientos campesinos, como Unión de Trabajadores sin Tierra que lidera una de las cinco escuelas campesinas del país, ubicada en Jocolí: un espacio de formación de jóvenes, que en vez de tener geografía por materia, tienen territorio. “La diversidad de propuestas, de historias, de proyectos es para celebrar. Hay una nobleza, un compromiso, unas ganas de que todo sea mejor. Y trabajan para eso, producen para eso, venden para eso. O se corren del circuito formal completamente e intercambian: verduras por lechones, quesos por frutas, semillas por semillas. Es interesantísimo porque lo que muestra es que hay una fuerte inquietud instalada: la gente quiere saber lo que está comiendo y cuando lo sabe, reclama y sale a buscar alternativas, pone en juego la creatividad, la solidaridad, valores que aparecen por fuera del modelo dominante. ”.

¿Cuál es tu expectativa con el viaje, el mapa, estos encuentros?

Me interesa contribuir con la construcción de una red que tenga todos los elementos: la producción, la comercialización o el intercambio, la comensalidad. En Mendoza empecé a trabajar en eso. Junté a los de la Asamblea por el Agua, con los del UST y a ambos con la Bioferia, les propuse que trabajaran juntos, y que gestaran una cátedra de Soberanía Alimentaria. Y creo que los dejé muy entusiasmados. De eso es este viaje: de hacer visible lo invisible y posibilitar un trabajo colectivo articulado para un país mejor. Lo tomé como misión. Una misión de esas que hacen que las cosas se vuelvan imparables.

Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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