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Caravana: el trabajo del arte

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Juan Onofri Barbato y Amparo González Sola, dos de los referentes de la escena de la danza contemporánea, crearon una obra en la que los cuerpos hablan. Horas de ensayo, experimentación y procedimiento. Hacia dónde nos llevan. Por Claudia Acuña.

Caravana: el trabajo del arte

Hay algo en esta Caravana que nos lleva a un lugar que nos parece desconocido, y ese algo es poético. Lo primero entonces que nos dice esta obra parida e interpretada por Amparo González Sola y Juan Onofri Barbato es una noticia sobre esta época: los cuerpos hablan.

Dicen cosas terribles y hermosas, intensas y sutiles, en un idioma cincelado y cuidado, en el sentido de que cada movimiento fue elegido entre los muchos que surgieron en ese largo año de investigación que comenzó en un sótano de Almagro e incluyó una beca en Holanda y funciones en La Plata y en Utrecht, hasta llegar ahora a su estreno en el Centro Cultural San Martín.

Lo que nos dice Caravana, entonces, se escucha con el cuerpo.

Eso es lo siguiente y por eso se entiende después, cuando pasa la primera fascinación que es la que produce ese cuadrilátero trazado por tubos de luz blanca en donde los cuerpos de un hombre y una mujer se conectan de formas inesperadas. Se entiende, entonces, que hablan otro idioma para decirnos así algo que en esta época parece imposible: aludir a la violencia sin violencia, a los vínculos sin estereotipos y, fundamentalmente, a las relaciones que establecemos hoy con personas y con objetos. Parece obvio dicho así, pero no es tan claro que en la escena contemporánea se haya visto antes lo que esta Caravana nos señala: la soledad está poblada y los vínculos humanos incluyen a los objetos.

Esa tercera dimensión queda clara cuando alcanzamos a comprender que esta Caravana tiene cuatro protagonistas centrales: Amparo, Juan, la luz y la música, que se ejecuta en vivo, no improvisada sino sincronizadamente, leyendo atentamente los tiempos de los cuerpos.

El quinto elemento es, entonces, ese: el tiempo.

Es un tiempo otro, que necesita que nos saquemos de encima el tic tac  digital y que aceptemos esa otra forma de narrar lo que nos pasa.

¿Cuál es esa forma?

Es otra.

Es la humana.

Hasta allí nos conduce esta Caravana.

Las palabras y las cosas

l viaje de Caravana se inició con un propósito preciso: investigar de qué nos hablan los cuerpos en estos tiempos.  Dirá Amparo: “La búsqueda nuestra fue la de mover cosas, a ver qué aparecía, y tratar de no capturar el sentido de eso que aparecía”.

Dirá Juan: “Nuestras prácticas son de orden super concreto. No investigamos sin procedimiento. Es un programa de trabajo riguroso. Esta obra, por ejemplo, tiene una cantidad de horas de ensayo delirante, y esto solo se sostiene con un programa de trabajo. Armamos un recorrido que se puede sostener porque hay una estructura de compromiso con la búsqueda, sino es imposible”.

El otro desafío fue pensar de a dos eso que hacían juntos. Pensar juntos dos cuerpos. Dirá Juan: “Traficar sensibilidades fue posible porque pudimos trabajar el contacto de los cuerpos a partir de un concepto de orden técnico como lo es la tensegridad, que nos dio un dispositivo posible”.

Stop.

Detengámonos por un momento es este concepto.

“Tensegridad” es un término acuñado por el arquitecto e inventor norteamericano Buckminister Fuller y, al mismo tiempo y sin saber la existencia del otro, por el escultor Kenneth Snelson. Cuenta la  biografía  de Fuller que toda su obra fue inspirada por una pregunta a la que buscó incansablemente respuesta y esa única pregunta es la siguiente: ¿Tiene la Humanidad una posibilidad de sobrevivir final y exitosamente en el planeta Tierra y si es así, cómo? En ese camino, formuló principios básicos como “hacer más con menos” (que bautizó “femeralización”) o el de “estable autoequilibrio” (“tensegridad”) basado en el reparto equilibrado de los elementos que soportan compresión y los que soportan tracción.

Su resultado es mágico: elementos pesados flotando en el aire sin aparente sostén.

Dirá Juan: “Básicamente es tensión integrada y la posibilidad de construir estructuras utilizando compresión y tracción en forma simultánea. Si extrapolás este principio al cuerpo, los huesos tienden a comprimir y los músculos y tejidos blandos a traccionar. No hay ninguna de esas fuerzas superior a la otra, sino en simultáneo balance y mutuamente solidarias. Su efecto es que puede reducir o incluso eliminar la tensión gravitacional. Para nosotros fue un re disparador buscar desde ahí. Explorar esas fuerzas que no son opuestas, sino simultáneas y multidireccionales. Lo opuesto no es un concepto en esta concepción, sino  la idea de que hay una multiplicidad de tensiones que trabajan en forma multidireccional. Así funciona el cuerpo”.

Comprender esa multiplicidad es comprender la vida.

¿Cómo representar la nuestra?

Dirá Juan: “A nosotros lo que más nos cautivó es la posibilidad de estar en simultáneo en distintas sensibilidades. Y eso es lo que intentamos trabajar en Caravana, no solo en los modos de contacto o de relación coreográfica, sino en las materialidades que hacen a la obra, como lo son luz, sonido, vestuario y platea, inclusive. Nos permitió trabajar no sólo las simultaneidades, sino sus diferencias, sus volúmenes. Queríamos hacer algo simultáneo y heterogéneo porque eso es un flujo”.

Hasta estas profundidades estuvieron dispuestos a indagar porque Amparo y Juan  tienen en claro que la época es, sobretodo, compleja, pero fundamentalmente porque no es fácil romper los moldes con los cuales se construyen y se hacen ver otras posibilidades de ser y estar en escena.

Dirá Amparo: “En cada cosa que hacemos está todo lo que hacemos. En nosotros, nuestra participación en Escena Política, nuestras clases, nuestros espacios para pensarnos y expresarnos política y artísticamente”.

El resultado es, entonces, algo diferente, sin que sea exótico o ajeno.

Ahí estamos.

Cada cuerpo en lo suyo, pero conectados.

No es dependencia, sino algo más intenso.

Es red.

¿Podemos ver qué nos une y también y a la vez, qué nos atrapa?

En esta época de exposición permanente y autoinfligida, ¿la luz nos ciega?

El trayecto de esta Caravana nos hace ver que no vemos hacia dónde vamos, pero el destino está a la vista y a nuestro alcance.

Allá, delante, no se ve nada, es cierto, pero hay mucho para observar hacia atrás que nos puede iluminar no sólo el destino, sino el alma.

Hacia allí nos conduce Caravana.

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