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La alegría del barrio

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 En la Villa 31 de Retiro una murga autogestiva creó su propio circuito de presentaciones, y pelea su independencia todos los días, desde hace casi diez años. Cómo espantan vampiros y policías, entre otros disfraces.

La alegría del barrio

En el barrio Comunicaciones de la Villa 31 hay casas chiquitas y precarias. En una de ellas, sobre un paredón, se proclama: “Nelly y Ramiro los queremos”. Alrededor, hay varios esténciles con la cara del cura Carlos Mugica, cuyos restos descansan desde 1999 en la capilla Cristo Obrero de ese barrio en donde “el curita de los pobres” hizo un trabajo social durante la década del 70 que lo terminó convirtiendo en un referente de justicia y bondad y también en una víctima de la fuerza asesina de la Triple A. La casa del paredón es la de Nelly Benítez fundadora de la murga Los Guardianes de Mugica y vecina del barrio, desde que llegó del Chaco cuando apenas tenía un año. Con ella y con Ramiro Giganti –el otro referente de la murga y los amores de quienes dan vida a esa aventura–, mu compartió un día entero de carnaval que empezó en el patio de Nelly, cuando varias docenas de chicos de entre 8 y 13 años corrían de acá para allá, haciendo preguntas, intentando juntar a más compañeros. ¿Qué pasa, dónde están todos?, pregunta Ramiro mientras camina de un lado para el otro. Nelly le contesta: “Ya te dije: hay un cumpleaños de unas mellizas y faltan muchos porque son todos parientes”.
La murga se formó en octubre de 1999 cuando llegaron los restos de Mugica a la capilla Cristo Obrero. En ese momento, los vecinos hicieron mitad marcha, mitad procesión y a Nelly -que ya venía trabajando con los chicos del barrio en distintos proyectos sociales- se le ocurrió armar una murga para acompañarla. “A fines del 99 se empezó a discutir en la villa si la policía debía cuidar el mausoleo. Los chicos fueron los que dijeron: “No. Acá que no venga nadie, lo cuidamos nosotros”, cuenta Ramiro. Para que no quedaran dudas, se pusieron el nombre Los Guardianes. Un año después, la murga se presentó por primera vez en una fecha emblemática: el 11 de mayo, día en que asesinaron a Mugica.
Desde 2001 participan de todos los carnavales, algunos con más integrantes que otros según, explica Ramiro. “Hubo carnavales en los que la murga salió con cien chicos y otros con 35. Últimamente estamos entre los 40 y los 70. Ahora hay un grupo de adolescentes más grandes: los varones hacen percusión y las chicas bailan, pero el 70 por ciento de nuestra murga son pibes de 12 años para abajo”.
La pregunta obvia es cómo funciona la organización con tantos niños y ahí Nelly se agarra la cabeza y larga un sincero: “Como se puede”. Pero no se trata de la clásica fórmula “todo a pulmón” de cualquier proyecto autogestionado, sino de una muy especial, porque en la villa hay vampiros. “Cuesta mucho sostener una murga como la queremos nosotros, independiente, autogestionada. Acá los punteros están todo el tiempo con los colmillos preparados para tirarse encima de todo lo que les pueda dar rédito”, cuenta esta mujer con una tranquilidad inquietante y explica cómo tienen que lidiar con la desconfianza lógica de los vecinos: “Siempre está rondando la idea de que la murga genera plata y que por eso es un negocio. Eso corta mucho la participación de las madres que piensan que hay un puntero atrás. Pero el beneficio más grande que les puede reportar nuestra murga a los chicos del barrio es darles un lugar de pertenencia, un lugar donde estar contenidos, un lugar para expresarse, para crear, para aprender un montón de cosas en grupo: valores, unidad, solidaridad, compromiso, responsabilidad…”.
Tanto rondan los punteros, que muchas veces logran su cometido: “Hubo un grupo de gente que se acercó a la murga con la idea de lucrar y les prometió a los chicos una murga mejor que la de Los Guardianes, con todas las cosas que nosotros no podemos tener, zapatillas blancas, lentejuelas… Eso fue hace cinco años. Si bien esa murga nunca funcionó, con esas promesas consiguió llevarse a los chicos. Muchos volvieron”, relata Nelly.
La realidad económica de Los Guardianes revela que nunca obtuvieron nada a través de partidos políticos: organizan fiestas, bingos, lo que sea, y juntan moneda a moneda. “El año pasado hicimos dos fiestas y en las dos tuvimos re mala leche: nos fue bastante mal. Y aun así mirá: hoy es carnaval y tenemos la plata para salir. A los ponchazos, pero salimos”.
Los mensajes que llevan esta temporada Los Guardianes a otros barrios zurcidos en sus canciones murgueras denuncian la situación en la villa, la pobreza, las presiones de los punteros y la llegada del nuevo jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, con su fantasma de urbanización: “La situación política la vemos bastante fea. Ya no hay valores que nos unan como sociedad porque nos rompen todos los lazos y eso se ve en un barrio como el nuestro, donde tenemos que estar unidos para pensar cómo hacemos con esa gente que nos oprime o que nos quiere llenar la cabeza de cosas que nos hacen mal. Pienso que acciones como las que hace una murga, una resistencia de tipo cultural, es una buena forma de decirle no al sistema y transmitirle a otros que se puede y que hay que seguir intentando”.
Esta murga con casi diez años de vida en el barrio, por la que han pasado centenares de chicos, no tiene aun, y parece insólito, un espacio físico donde juntarse: “Una vez mandamos un proyecto al Ministerio de Desarrollo Social de la Nación para poder arreglar un galpón que tenemos al lado de mi casa, tener los trajes en condiciones, nuestro propio lugar de reunión, pero nunca lo aprobaron. Otra vez, mandamos un proyecto al Gobierno de la Ciudad para lo mismo, aunque ahí la propuesta incluía talleres. Y tampoco lo aprobaron”. No es lo único que sienten que les dio la espalda.

El cura Guillermo Torres, que está al frente de la Capilla Obrera de Mugica, no mantiene ninguna relación con la murga desde que ellos desobedecieron su consejo de no asistir a una Marcha de la Resistencia organizada por las Madres de Plaza de Mayo. Que el cura que está en la Capilla Obrera tenga ese tipo de conversaciones con ellos, ¿no les resulta paradójico? Responde Nelly: “No, es totalmente lógico que hayan puesto a una persona como él en una capilla como ésta. Si hubiera otro Mugica esto estaría en llamas porque no estaríamos ni tan divididos ni tan hechos mierda. Si tan sólo hubiera un grupo de gente que siguiera la palabra de Mugica, las ovejitas no estarían tan mansas como ahora. No es extraño, entonces, que con la figura de Mugica se haya edificado un santuario. El mensaje es: no hagas nada por tu vida y sentate a esperar un milagro”.
Lejos de quedarse quieto, este grupo para el día de hoy tiene preparadas tres presentaciones en el circuito independiente: una en Santos Lugares, otra en Villa Fiorito y la última en Quilmes. Ramiro está como loco, mientras a Nelly se la ve en paz. Los chicos ansiosos miran pasar colectivos enormes y dicen “Ojalá sea ése el que nos viene a buscar”.
Pero el que llega es el clásico micro color naranja, un tanto despintado.

El circuito que hoy recorren Los Guardianes es una iniciativa de Murgas Independientes, un espacio nacido en diciembre de 2004, cuando muchas murgas ya habían huído de la pista oficial. “Ser parte del circuito oficial implica varias cosas: cobrás un dinero que te obliga a aceptar que te califique y te controle una especie de veedor, por ejemplo”, explica Ramiro. Cuando el control incluyó la calidad de las lentejuelas, Los Guardianes consideraron que ya habían cruzado el límite y siguieron por su lado. “Nos empezamos a juntar con otras murgas que también se habían ido y se empezó a formar el espacio más serio. Organizábamos nuestro propio circuito de corsos. En las primeras reuniones éramos 4 ó 5 murgas, hoy somos como 40”, explica Ramiro.
Ahora estamos en la plaza de Santos Lugares. Un grupo de vecinos está acicalando el escenario y por los parlantes comienzan a anunciar que ya arranca el corso. Para poder hacerlo, los vecinos tuvieron que juntar firmas, porque hace tiempo que el intendente del municipio de Tres de Febrero, Hugo Curto, muestra los colmillos en este tipo de fiestas. Hoy no es la excepción: la policía no tarda en llegar. Un oficial de la Comisaría 3ª, de apellido Corvera, informa, sintético: “El corso no se puede hacer porque Curto no quiere y punto”. La discusión con los vecinos sube de tono y dura más de una hora. Finalmente, Los Guardianes de Curto aflojan: hay corso. Los vecinos se sientan en los cordones y aplauden a los murgueros de la Villa 31. Entonces Nelly, desde arriba del escenario, los presenta con una hermosa, delicada voz, de esta manera:

Siete décadas pasaron,
del primer asentamiento,
con obreros inmigrantes
que acamparon frente al puerto

Siete décadas pasaron
y miles de campesinos
con sus sueños arribaron
a la villa de Retiro

Siete décadas pasaron,
y también pasó un curita,
que derramando su sangre
le dio el nombre a esta murguita

Siete décadas pasaron,
y unas cuantas topadoras
lastimaron nuestra historia
…y quieren volver ahora

Siete décadas pasaron,
y nos siguen engrupiendo…
Siete décadas pasaron…
¡Y seguimos resistiendo!

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