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La odisea del espacio

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Llevan once años tomando la calle como espacio de expresión artística y política. Participaron de escraches, marchas y protestas, aportando su estilo. Llegaron a la Bienal de Venecia. Hoy, tienen una mirada autocrítica sobre su presente. “Cooptaron nuestras consignas y herramientas y no supimos crear nuevas”.

La odisea del espacio

Es casi un paradoja: el Grupo de Arte Callejero (Gac) acaba de terminar un video de ficción, llamado El juego de la vida. Y además, apuesta a editar el libro que relata su historia, que ya lleva once años haciendo de la intervención en los espacios públicos su forma de expresarse artística y políticamente. Aunque, como sus propios miembros reconocen, su vitalidad es apenas latente.
El Grupo nació en tiempos menemistas para protestar contra la Ley Federal de Educación, pero poco después se asoció a hijos para imponer el escrache como forma de condena social a los represores de la dictadura, ante la denegación de justicia. Pero el escrache fue mucho más que eso: era una forma de protesta que apostaba a la reconstrucción de lazos sociales utilizando la calle como lugar de reunión y producción. Así comenzó a involucrarse en diferentes causas vinculadas a los derechos humanos.
Después del estallido de 2001, durante mucho tiempo organizó una procesión artística los días 20 de cada mes, que denunciaba la impunidad de los asesinatos ocurridos el 20 de diciembre en las cercanías de la Casa Rosada. Con todas estas prácticas a cuestas, sus miembros ganaron el concurso para diseñar el Parque de la Memoria, en Buenos Aires. Y también pudieron visitar lugares muy ajenos a ellos, como la Bienal de Venecia, donde fueron especialmente invitados. Allí exhibieron Cartografía de Control, una proyección de video y collage basada en un ícono del grupo: el fragmento del mapa de la ciudad de Buenos Aires señalizado, con marcas que identifican centros del poder económico, acciones de la represión militar, lugares de conflictos bélicos y zonas militarizadas.
Pero desde hace un par de años, las acciones e intervenciones en el espacio público comenzaron a mermar, como ocurrió en muchos de los movimientos surgidos para resistir al modelo neoliberal. “No es que hayamos dejado de hacer, dejamos de hacer en el sentido que lo veníamos haciendo”, explica Carolina Golder, una de las fundadoras del grupo.
Como resultado de su participación en la organización de talleres de televisión comunitaria, el año pasado el gac terminó su video de 14 minutos “que muestra sutilmente la diferencia entre el que hace y el que no hace”. También viajó a Chaco para intervenir las estatuas de la ciudad de Resistencia con esos globos de diálogo, tan típicos de las historietas. Allí cada uno podía escribir lo que se le antojara con el objetivo de hacer público lo que había ocurrido en la masacre que la dictadura militar había llevado a cabo en la localidad de Margarita Belén. La otra acción fue en el barrio de Caballito como forma de protesta porque el gobierno porteño había enrejado un predio donde funcionaba una huerta comunitaria. “Fueron todas intervenciones muy chiquitas”, describe Golder.
¿Por qué el GAC se replegó?
Nosotros vivimos un punto de inflexión cuando el gobierno anunció la entrega de la esma a los organismos de derechos humanos, en 2004. El tema de la memoria y la defensa de los derechos humanos fueron los más fuertes que había abordado el grupo. Nos resultaba muy difícil cambiar el contenido de lo que hacíamos y, a la vez, nos empezaba a parecer trillado todo lo que veníamos diciendo. Empezamos a cuestionarnos la efectividad de las intervenciones urbanas que hacíamos. Al mismo tiempo, notamos que comenzó a haber una superpoblación de intervenciones en el espacio público y eso también volvía invisible nuestras acciones. No era que proliferaron otros grupos como el nuestro, sino que hasta las campañas electorales comenzaron a hacerse con esténciles. De alguna manera nos tomaron las banderas y las herramientas.
¿Hoy no hay nuevas banderas para levantar?
Claro que sí. Yo intervendría a partir de los contrastes sociales, de la discriminación a la gente del conurbano en los hospitales porteños, de la expulsión de los cartoneros. En esta ciudad cada vez es más notoria la brecha entre los que tienen y los que no tienen, y ese tema sería genial trabajarlo.
¿Y por qué no?
Seis años atrás, si alguien salía a decir que en los hospitales públicos no se iba a atender más a la gente del conurbano, esa misma noche hubiéramos salido con el aerosol a realizar intervenciones. Hoy, en cambio, empezamos con los peros. Creo que hay varias razones. Ahora está muy difícil salir a la calle. Hay mucha paranoia social. Antes salías y hacías lo que se te cantaba. Hoy un vecino te puede denunciar por pintar una pared o intervenir un teléfono. También hay cuestiones de la edad: no es lo mismo tener 20 que 30. Te volvés más cómodo, tenés mejores laburos, hoy hay muchos en puestos del Estado. Otro problema es que no hay quién venga atrás. Yo doy clase de arte político en el iuna (Instituto Universitario Nacional de Arte) y no veo que haya interés en este tipo de cosas. Estoy esperando que aparezca un grupo de jóvenes y convertirme en la vieja que se mete a laburar entre los pibes. Está también el argumento que dice que era más fácil y aglutinador tener a Carlos Menem como enemigo. Pero no quiero cargar las culpas –que la tiene– contra la cooptación kirchnerista. Me parece que eso sería poner la mirada afuera, sería una explicación facilista.
Muchos de estos argumentos suenan como una renuncia a la disputa del espacio público…
A nivel personal, para nada. Me rebano la cabeza pensando cuáles pueden ser las formas de comunicar algo con otra forma y con otro sentido. Pero no se me está ocurriendo. Veo gente que interviene el espacio público con cierta nostalgia y no me gusta. Pero también es verdad que yo no tengo otra respuesta. Me parece que hoy las intervenciones no tienen peso, ni tienen la potencia y ni la fuerza que tenían hace un tiempo.
Para vos, ¿de quién es la calle en estos momentos?
Cada día la ciudad es para menos personas. Fijate, si no, los precios de los alquileres. Pero abandonar el espacio público es como regalárselo al otro. La única solución para esta situación es volver a ocuparlo. Antes, intervenir la calle no era fácil, pero habíamos logrado, al menos, convertirnos en una molestia. Hoy ni siquiera eso.
¿Ahora la calle está tan vacía y silenciosa como en los 90?
En 2001 la sensación era que todo se podía hacer y ahora, de repente, no se puede hacer nada. Y eso es algo muy difícil de remontar. Sin embargo, no estamos como en los 90. No hay un repliegue al estilo del “sálvese quién pueda”. Más bien tiene que ver con recostarse en cierta comodidad hallada, propia de la clase media.
También los movimientos sociales que se organizaron de otro modo en el conurbano.
Sí, es cierto. Pero eso no puedo pensarlo, apenas puedo con la autorreflexión.
¿Sigue siendo importante ocupar el espacio público?
Claro. El espacio de la calle, urbano, es el lugar para decir todo lo que querés y pensás. Eso es riquísimo. Además, es el espacio de todos: en la calle no hay mercado, no se paga. Nadie define qué va y qué no va. Ahora existe un discurso que habla del ciudadano, un prototipo que es limpio, ordenado. Así es el ciudadano que Mauricio Macri quiere. Yo desconfío cuando escucho la palabra ciudadano.
¿Por qué?
La publicidad y la política de la ciudadanía son una gran mentira. Construye una ficción del tipo “si todos sacamos basura a las 20 vamos a estar mejor”, mientras hay situaciones de violencia social terrible. Quieren convencernos de que todos somos ciudadanos y eso no es verdad. Ahora resulta que queremos el tren bala, como en el Primer Mundo. ¿Pero para quién va a ser? Para los pocos que lo puedan pagar. ¿Por qué no invertimos esa guita en que la gente tenga un tren digno para ir a laburar todos los días?
¿Tuvo algo que ver en la parálisis del GAC el reconocimiento oficial que obtuvo en cierto momento el arte callejero: la participación en muestras internacionales, las invitaciones para viajar o los subsidios que comenzaron a aparecer?
No, por lo menos en nuestro caso. Nosotros atravesamos ese momento con mucho dolor, hasta se alejó gente. Pero para nosotros fue un momento de gloria. Fuimos muy radicales, rechazamos los subsidios y creo que eso nos salvó de la autodestrucción. Ahora, incluso, somos más flexibles y podemos aceptarlos. Pero hubo otras organizaciones que se destruyeron cuando estaban en la cima del estrellato artístico, porque son distintas las lógicas del mercado artístico que las del arte de la calle. El mercado destruye todas esas palabras que están buenas: horizontalidad, autonomía.
En plena ebullición de 2002, en el GAC decían que de tanta acción no había tiempo para pensar en qué estaba haciendo el grupo, algo que también consideraban necesario. ¿Ahora la situación es inversa?
No creo que habernos tomado un tiempo para reflexionar sobre lo que hacíamos haya sido paralizante. Está buenísimo reflexionar porque generás lazos con vos mismo. Lo que puede ser nocivo es cuando el pensamiento se vuelve totalmente autorreferencial. Para evitar eso nosotros generamos encuentros con otros grupos. El problema creo que es otro: algunos compañeros buscaron otras herramientas, como la televisión comunitaria; otros se enojaron con tanta –como se dice ahora– cooptación. Pero, en realidad, nuestra debilidad es no haber podido dar con las nuevas formas. Y, la verdad, yo ya me aburrí de reflexionar. Mirá lo que pasa en la Mesa de Escrache: se sigue reuniendo gente piola, súper valiosa y capaz, pero no puede sacar un producto. Venimos de muchos años de una práctica con una impresionante potencia, pero que de repente no tiene efecto. No sólo eso, ni siquiera se practica. Es casi una cuestión psicológica. Están las ganas, la gente, la situación y no sale nada.
¿Ni siquiera con la desaparición de Julio López?
La principal alianza que nosotros tuvimos desde un principio fue con los organismos defensores de los derechos humanos. Pero la creencia que en los últimos años esas instituciones empezaron a tener en el Estado rompió con todo. Ya no hubo potencia para reclamar por Julio López. Esa gente era la que llevaba adelante las banderas de la memoria y la justicia.
Volvemos, entonces, al punto de inflexión que marcabas al principio. ¿Entrar a la ESMA implicó dejar la calle?
Puede ser. Pero a la vez, ¿qué hacés con la Esma? Tenemos un Estado que nos la da. ¿No la vamos a agarrar? Tal vez esta situación te imponga una dinámica o un camino que no pensaste. Pero yo no tengo la respuesta.

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Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

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La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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