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Olla a presión: Cómo se organizan los barrios para resistir al Presupuesto

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Por qué el gobierno persigue a la organización La Poderosa. Cómo se organiza el barrio y le da pelea a las políticas de pobreza e inseguridad. Cuáles son las claves y las propuestas para bancar la olla y el día a día. Teorías y prácticas desde un comedor en el barrio Zavaleta. POR LUCAS PEDULLA
Nelly Vargas se acuesta todas las noches pensando que no tiene cinco hijos, sino más de 300. Son las 4 de la tarde de un jueves de sol, ya pasó una semana de la media sanción con balas y cacería del Presupuesto 2019 en la Cámara de Diputados, y por el Comedor Evita -corazón de la Villa 21, Zavaleta, Ciudad de Buenos Aires, planeta Tierra- hoy pasaron 60 familias. “A cada una multiplicala por tres, por cinco, por ocho”, precisa Nelly. La cuenta puede dar 180, 300 o 480 personas -nunca es exacta-, y por eso esta mujer de 60 años lleva su cuaderno en el que anota la cantidad, el menú del día y otras precisiones gastronómicas y aritméticas, aunque hoy hubo una que la dejó preocupada: “Por la demanda tuvimos que utilizar la comida de la semana que viene. Hoy el postre era una naranja, pero no pude darles a todos, así que usamos los duraznos del lunes”.
Afuera hay chicos jugando al fútbol contra un paredón con un mural de Gilda; adentro, un grupo de mujeres convida piza y jugo de fruta a otras mujeres porque dicen que, a pesar de todo, están de festejo: el comedor cumple 27 años. Nelly lo abrió con otras vecinas y vecinos el 1º de noviembre de 1991. “Nunca solemos festejar, pero hoy es un lugar donde podemos tener paz y hablar con otras vecinas de lo que les pasa”.
¿Y qué les pasa?
Vemos que se nos viene un tiempo malo: día a día tratamos de ver cómo salimos adelante, pero día a día vienen más familias. Sin trabajo. Madres solas. Cada vez más chicos que consumen droga. Nadie tiene para comer, y tenemos que atenderlos. Por eso estos lugares, donde no solo hay un plato de comida sino apoyo escolar, talleres de salud y un espacio para jugar, son de mucha ayuda. Construimos desde el amor. Nosotros también tenemos dignidad y derecho a vivir.

Olla a presión: Cómo se organizan los barrios para resistir al Presupuesto

Las mujeres que sostienen el comedor Evita en la 21. En el medio, Nelly.
Foto: Nacho Yuchark

La cacería del fmi

El reloj marca las 15:53 del miércoles 24 de octubre, y las cámaras de Crónica TV no solo muestran la brutal represión desatada como antesala a la media sanción del Presupuesto 2019, sino también el momento exacto en el que la Policía de la Ciudad detiene a Nacho Levy y a Francisco Pandolfi, referentes de La Poderosa, organización villera que edita la revista La Garganta Poderosa, en 9 de Julio y Carlos Calvo, a 15 cuadras del Obelisco y a cuatro de Constitución, en plena desconcentración. También registra el comienzo de una operación: uno de los efectivos le planta a Pandolfi una barreta de metal, en vivo y en directo.
Ese día también detuvieron a Gonzalo Zamudio y a Lucas Zunino, otros dos integrantes de la organización, en medio de una cacería que tuvo como foco algunos actores particulares: trabajadores de Télam, de Astilleros Río Santiago, docentes de Moreno. Nacho Levy apunta que el motivo por el que se habían organizado desde los barrios para marchar no era terminar el día en la puerta de una comisaría: “Ahí nos pusieron. El presupuesto no es de números, es una cuestión de seres humanos. No queremos que nos expliquen cómo es el déficit cero: queremos que nos expliquen cómo vamos a sobrevivir nosotros con ese recorte. Cuando los movimientos pedimos que se declare la Emergencia Alimentaria queremos decir que no hay para morfar y que si no hay no se puede retroceder más: no hay dónde para retroceder”.

La violencia Bullrich

Fidel Ruiz (23 años) y Jésica y Roque Azcurraire (33 y 31) son tres jóvenes que de niñes iban a comer al comedor de Nelly. “Si en el 91 Nelly no abría el comedor, durante los 90 nos hubiésemos cagado de hambre”, sintetiza Fidel. Hoy los tres son militantes de La Poderosa que estuvieron en la marcha en Congreso.
Estamos en la Zavaleta, frente a la Plaza Kevin, donde en 2013 una bala de Prefectura mató a Kevin Molina, de 9 años. Es la bella plaza que él había ayudado a construir por un amigo suyo asesinado cuatro años antes. La conversación arranca sin vueltas: la persecución no es casual. Fidel: “A nosotros no nos encanta estar en la calle, porque donde sostenemos la lucha es en nuestros territorios. Pero tenemos que salir porque todos los días nos vulneran un derecho más. Pero cuando pasa un caso de inseguridad y nos criminalizan, nos echan la culpa a nosotros de no saber contener a los pibes de los barrios, cuando todo lo que hacemos es por la ausencia del Estado. A nosotros ya nos vulneran en materia de trabajo, salud, deporte, cultura y educación, y es la comunidad la que debe organizarse para conseguir esas cosas. Pero nunca nos imaginamos que, en materia de seguridad, también nos tendríamos que organizar. Nunca nos hubiera gustado plantear un control popular de las fuerzas porque hace ocho años el Cinturón Sur trajo a las fuerzas nacionales al barrio; porque hace cinco años liberaron la zona cuando pasó lo de Kevin; porque hace dos torturaron a Iván y Ezequiel; y porque en mayo violentaron la vivienda de nuestros compañeros. ¿Cómo no vamos a pensar organizarnos para cuidarnos entre nosotros?”.
En la noche del 26 de mayo, la Prefectura ingresó a las casas de Jésica y Roque, disparó contra los vecinos y lanzó gases en medio de los pasillos. Entre las corridas, lxs hermanxs fueron golpeados y detenidos. Roque: “A mi sobrino de 11 años lo apuntaron con una escopeta, tuvo que saltar una pared. Al compañero de Jesi lo agarran, lo arrastran, lo cagan a palos. Yo atiné a sacar mi celular para filmar el desastre que estaban haciendo, cuando se me vinieron encima. Me rompieron el celu. A mí me van amenazando, esposado. Ellos saben claramente quién soy, me ven en el barrio con la cámara, con los compañeros y las compañeras. Me decían: ‘Hay que matarlos a todos. Negros de mierda. ¿Dónde tenés la falopa?’”. Roque fue liberado dos días después.
A Jésica todavía le cuesta recordar el momento. Poco le importó a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich: el 8 de junio brindó una vergonzosa conferencia de prensa en atacó a la La Poderosa, acusándola de armar un “relato” de los hechos porque, según su curiosa interpretación, “el objetivo es liberar el barrio para que esté controlado por el estado ilegal y por los que trafican droga”. Como en el barrio no hay metáfora, la violencia estatal de esa noche ocurrió a metros de la casa de Iván Navarro y Ezequiel Villanueva Moya, los jóvenes que en septiembre de 2016 fueron secuestrados y torturados por esa misma fuerza, y en medio del juicio que llevó al banquillo de los acusados a seis de esos prefectos.
Otra vez, nada era casual. Roque: “Yo entré a La Poderosa para cambiar un montón de cosas. Tenía un grave problema de consumo. Y la organización, los compañeros, el hablarlo y no negarme a discutirlo me hicieron entender que el responsable de mi consumo no eran mis viejos, a quienes yo criticaba, sino la ausencia del Estado. Ese mismo Estado que, a través de la policía, está involucrado en la droga en nuestros barrios, para que no estudiemos ni luchemos por nuestros derechos. No quieren gente pensando. No quieren gente organizada. Les meten la droga desde chiquitos y, después, los meten presos. Jamás liberaríamos la zona para el narco: combatimos eso”.
Tres meses y medio después de esa noche, el 21 de septiembre, La Poderosa festejó la primavera: el Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional N° 9 de la Capital condenó a los seis prefectos que secuestraron y torturaron a Iván y a Ezequiel, en la misma sala que 33 años antes se dictó la histórica sentencia del Juicio a las Juntas. Fidel: “En medio de tanta bronca, fue algo esperanzador. Fue la confirmación de que algo bien estamos haciendo. Y que no sale de un sello, sino de la comunidad, de todas las asambleas en el país. Y eso es lo que realmente le jode a la política hoy: el barrio organizado”.

Las poderosas

Jésica coordina la Casa de la Mujer en la 21. “La Casa vino a sumar una pata importante de encuentro para romper con un montón de estructuras que veníamos sufriendo”. Hacen talleres de formación laboral, tejido, encuadernación, reciclado de ropa. También crearon la cooperativa de belleza y estética Mika Gaona, por la joven de 20 años asesinada en 2015 por su pareja. “Fue un femicidio que movilizó a toda la 21/24. La mataron de un tiro en la cabeza. La familia encontró en el trabajo cooperativo una forma de aliviar el dolor, acompañando a otras mujeres. Siempre decimos que los lugares donde nos juntamos a charlar son las peluquerías. Politicemos entonces eso”.
A la Casa llegan denuncias por violencia física (golpes, abusos) y económica (“imaginate una mujer, migrante, sin un mango ni documentos: no existe Estado ahí”), pero Jésica subraya una consulta diaria, al menos, por abortos. “Las pibas realmente se mueren o terminan con infecciones por interrupciones mal hechas. Mujeres que quedaron estériles o sin útero. Acá están todos los casos que hablaron muchas mujeres de clase media a lo largo de todo el debate. Es una problemática constante”.
Desde el comedor, y en una frase que une las ollas populares de las docentes de Moreno con la Villa 21, Nelly subraya que en las crisis fueron -y son- las mujeres las que levantaron la política económica de los barrios: “La economía popular no se inventó ahora, la hicieron las compañeras”. Jésica recuerda que, en 2001, tenía 16 años.
¿Cómo se organizaban?
No teníamos para comer. Una tenía un paquete de fideos, otra una salsa de tomate, otra una cebolla, otra un poco de pollo… Entonces nos organizábamos para comprar las primeras ollas: hacíamos un bingo de 50 centavos, o si alguien tenía el lujo de tener un DVD lo sumábamos a otra que tuviera una tele grande y veíamos una película a 2 pesos la entrada.
Esa memoria vuelve hoy a la luz de lo que representa el Presupuesto. Fidel cuenta el crecimiento de la organización: “Nosotros arrancamos hace 14 años con un equipo de fútbol. De ahí se armó el apoyo escolar. Luego, un espacio de arte. Después, percusión. Nos dimos cuenta de que teníamos que abrir una asamblea porque a los padres y a las madres de esos chicos les estaba pasando lo mismo que a sus hijos. Y así, en base a la emergencia, la respuesta fue la organización. Ese es el orgullo que sentimos cuando hablamos de la villa. No porque nos guste vivir en la precariedad, o porque sea hermoso estar sin agua ni gas, sino porque los barrios sobrevivieron a todas las catástrofes sociales, políticas y económicas que hubo en estos años. Y ojo: no nosotros, porque La Poderosa no le enseñó a luchar al barrio, sino que fue el barrio quien le enseñó a luchar a La Poderosa. Por eso, cuando nos atacan, atacan al barrio”. Jésica remata: “Lo que pasó habla a las claras de cómo un Estado ausente criminaliza a las organizaciones por lo que ese Estado no hace”.
La trama barrial desarma así la urdimbre estatal.
Y deja al desnudo por qué el gobierno persigue a La Poderosa.

Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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