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Operación masacre: La vida y la seguridad tras los crímenes de San Miguel del Monte

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¿De qué hablamos cuándo hablamos de seguridad? ¿Qué significa cuidarse? ¿Cómo desarticularon los vecinos una trama policial y política de impunidad? De San Miguel del Monte a la experiencia del Control Popular de la policía, pasando por las Madres de la Marcha Nacional contra el Gatillo Fácil, una crónica urgente cargada con dos palabras: Nunca Más. LUCAS PEDULLA
Son las cinco de la tarde en San Miguel del Monte cuando Nicolás Sansone llega a la Plaza Alsina, saluda a sus amigos acariciando las yemas de sus dedos y luego chocando puños con puños. Así se suma al santuario: el anfiteatro de la plaza a la que su hermano Danilo, de 13 años, llegaba todas las tardes a jugar a la pelota, andar en skate y rapear. “Y a ser feliz”, agrega Nico, 17 años, el mayor de los diez hermanos Sansone. Es lunes, y las familias llamaron a un abrazo tras la Masacre de San Miguel del Monte, frente a una Municipalidad custodiada por efectivos policiales.
“Es como una provocación”, resumen los vecinos y las vecinas que, de a poco, y a medida que cae el sol en una plaza golpeada por el frío, se acercan y despliegan los carteles con los rostros de Danilo, Camila López (13), Gonzalo Domínguez (14) y Aníbal Suárez (22), y que colocan alrededor del anfiteatro en cuyo centro hay dibujado un pañuelo de las Madres de Plaza de Mayo y escrito en grandes letras blancas: “Nunca Más”. Allí también pegan fotos de Rocío Quagliarello (13), la única sobreviviente del Fiat 147 Spazio que chocó contra un camión en la colectora de entrada de la Ruta 3 tras la brutal balacera de los efectivos de la Policía Bonaerense ocurrida el 20 de mayo, y que hasta el cierre de esta edición se recuperaba favorablemente: su familia le llevó una pizarra por si quería escribir algo, porque todavía no puede hablar.
Como todas ellas, los Sansone son una familia humilde. “Mi viejo vende carnada a la orilla de la ruta”, relata Nico. “Va al Riachuelo a sacar mojarritas. Y después, todo el día paliando para sacar lombrices”.
De fondo se escucha el rap y freestyle que improvisan sus amigos, mientras otro hace beatboxing de base y otros más practican parkour, una disciplina física que consiste en realizar acrobacias para superar los obstáculos urbanos. “Mi hermano era un pibe sano, muy familiero, y le encantaba estar acá. Le iba muy bien en la escuela aunque rezongaba para levantarse temprano”. Mauricio Sansone, su primo: “Y era muy solidario. Algunos de los pibes que ves acá están en situación de calle. Y él los llevaba a su casa a vivir con ellos semanas, les daba comida y conseguía comida para traer acá”.
Nicolás dice que así, de esta forma y en la plaza, es la mejor forma de recordarlo. “Estamos destruidos, pero hay que salir adelante. Ponerle fuerza, garra y que se termine de hacer justicia bien. Acá todo es sano. No hay ningún desastre. Salvo la policía”.
Mauricio brinda un dato que ilustra la descripción de lo que viven los jóvenes en Monte: “Danilo llegaba a veces corriendo porque la policía lo perseguía hasta la casa”.
¿Ese hostigamiento es nuevo?
Nico: Siempre fue así. Se cargaban a los pibes, los llevaban a la comisaría y los cagaban a palos. No sé qué se piensan que son. Pero esta vez les salió mal. La lástima es que tuvo que pasar esto, que se mueran todos los pibes, para que se den cuenta de una vez.
Silencio.
Nico se despide acariciando la yema de los dedos y luego chocando puños.
Después, se sumerge en el santuario.

Infierno grande

La masacre cambió la vida de San Miguel del Monte para siempre. En este municipio de poco más de 20 mil habitantes, uno de los más viejos de la provincia de Buenos Aires, cada dos comercios, kioscos, carnicerías o garajes, hay pegada la misma foto de Danilo, Gonzalo, Camila y Rocío juntes, sonriendo. Es lo primero que se ve –por ejemplo- en la puerta de vidrio del kiosco de Néstor, nacido y criado en Monte, que dice que ya nada será lo mismo. “Qué querés que te diga… Uno de los chiquitos, Gonzalo, era amigo de mi sobrino. Misma edad. Venía a casa siempre”.
Se emociona. “Es increíble la masacre que hicieron estos hijos de puta. Ahora, te digo algo: también depende qué campana escuches. O si no, mirá esto”.
Néstor señala la televisión, ubicada arriba de una góndola de bizcochos. Está mirando Crónica TV y el móvil está transmitiendo en vivo desde San Martín. El título del videograph: “Persecución, tiros y muerte”. La entrevistada habla de Diego Cagliero, un joven de 30 años que murió baleado por la Bonaerense mientras viajaba en una camioneta con siete amigos, en la localidad de Martín Coronado. Como si fuera un deja vú, Néstor mueve la cabeza de un lado a otro: “Es de no creer”.

Vecinos en acción

En la causa judicial que instruyen el fiscal Lisandro Damonte y la jueza Marcela Garmendia, hay 13 detenidos. Uno es el secretario de Seguridad del municipio, Claudio Martínez, por encubrimiento, lo que subraya la responsabilidad política en la trama que se buscó construir al comienzo. Los familiares aún piden explicaciones a la intendenta Sandra Mayol sobre por qué llegó antes que nadie al hospital tras el operativo. Muchos exigen su renuncia. La bronca creció luego de que en las últimas semanas se difundiera una foto suya abrazada al ministro de seguridad bonaerense Cristian Ritondo.
Al cierre de esta edición comenzaban los peritajes sobre teléfonos y redes sociales de les jóvenes y los detenidos, a fin de determinar algún dato para continuar la reconstrucción de los hechos. Las familias tienen un eje claro: gatillo fácil. Las detenciones van en esa línea: cuatro policías están imputados por “cuádruple homicidio doblemente agravado y tentativa de asesinato” y otros ocho por “encubrimiento agravado y falsedad ideológica de documento público”.
Esa trama quedó al descubierto por el rápido accionar de los vecinos. Uno encontró los casquillos de los disparos y se los dio a un familiar. El camionero contra el que impactó el auto se negó a firmar el acta de la declaración porque los policías escribieron “estruendos” cuando él había dicho “disparos”: se fue a declarar a sede fiscal. Más de 38 vecinos se acercaron a testimoniar. Y el empleado municipal del Centro de Monitoreo Alexis Rodríguez difundió los videos de las cámaras de seguridad que demuestran la persecución a los tiros. La Municipalidad lo suspendió en sus funciones.
Las familias pidieron públicamente su reincorporación.

La escena del crimen

Son las dos de la tarde y en San Miguel del Monte la mayoría de los negocios cierran; casi no hay autos en la calle. Por la zona de la costanera, el camino que rodea a la bella laguna fue uno de los recorridos del Fiat 127 Spazio de Aníbal, perseguido a balazos por los patrulleros. Ahora hay silencio en medio de una bruma que sólo es rota por los cantos de los pájaros. Lo invade todo. Hay algunos pescadores, que miran el agua gris, casi sin moverse por el frío. Algunos niños andan en bici, otras chicas en skate.
El camino que rodea a la costanera desemboca en la colectora de la Ruta 3. Por allí dobló Aníbal, en el tramo final de la persecución poicial. En la esquina hay un almacén. Dos chicas atienden. Le pregunto a la más joven si nos puede indicar el lugar del choque.
Ella se tapa la boca, sus ojos se llenan de lágrimas. “Es en la otra esquina”, señala.
¿Conocías a los chicos?
La joven se quiebra: “El que manejaba era mi novio”.
Corre adentro del comercio.
Silencio.
Lorena es la otra mujer que atiende el almacén. Se limpia sus ojos con la manga del saco y llena el vacío: “Por eso lo que pasó cambió Monte para siempre: todos nos conocemos entre todos”. Cuestiona a los medios. “Dijeron muchas cosas. Por ejemplo: qué hacían con 12 y 13 años en un auto, tomando cerveza. ¿Qué tiene que ver? Yo a esa edad me rateaba. Pero, además, no es como Buenos Aires: acá salimos a cualquier hora y volvemos a cualquier hora, y no pasa nada. Fue la policía. Punto. Ojalá haya justicia y no la calesita de siempre: esos policías no eran de Monte. Espero que no los manden a ningún otro lado, para que sigan haciendo lo mismo que hacían y que hicieron acá”.
Apenas a una cuadra está la esquina en la que el Fiat chocó contra el camión estacionado y se partió a la mitad. Frente a la escena del crimen, una rotisería. Atiende María: “Fue justo acá. Ahí, en la puerta, estaba estacionado el camión. A las 12:11 había llamado a la patrulla porque me tapaba toda la entrada. Me fui 12:30. Habré llegado a mi casa doce minutos después. Entre ese lapso y la 1, escuché los disparos. Disculpen que me emocione: mi nuera es prima de Rocío. Somos familia. Hacían feria americana en mi casa. Imagínense. Una locura, porque nosotros veíamos al patrullero y nos sentíamos bien, tranquilos. Una locura: los que nos tienen que cuidar no sólo no nos cuidan, sino que nos mataron a los chicos”.

La mejor forma de cuidarse

En Plaza Alsina la perspectiva es otra. “Nuestra seguridad está acá”, dicen Rodrigo (16), Tomás (17), Demian (22), Federico (14), William (19) y Elena (17), algunes de les jóvenes que se juntan allí todos los días. La plaza que fue escenario de festivales de rap hoy lleva escrita en el cemento de su anfiteatro y de sus bancos, con liquid paper, tiza o fibrón, el peso de este dolor:

  • “A los pibes los mató la policía”.
  • Justicia por Danilo, Gonzalo, Camila y Aníbal”.
  • “Fuerza Ro”.
  • “Los policías me arrebataron un amigo”.

Esa cartografía de abusos y hostigamientos policiales es la que estos jóvenes revelan que explotó de forma trágica el 20 de mayo. Sus voces individuales componen un registro colectivo de la memoria de sus amigos y amigas, pero también de la violencia policial que padecen de forma sistemática todos los días. “Los chicos eran como nuestros hermanos. Venían siempre, pasábamos momentos lindos, venían a casa. Lo único que queremos es justicia. Por ellos y por nosotros, porque hay más de uno en Monte que está amenazado”. Ubican que esa violencia comenzó a intensificarse desde hace un año. “Siempre había un policía que te trataba mal, que te pecheaba, que se abusaba de su poder”.
Les jóvenes organizan festivales de rap y freestyle en la plaza. Danilo era uno de los participantes: en una de las últimas ediciones había salido cuarto entre dieciséis. “Era muy bueno: se notaba que le gustaba”. Pero, de a poco, los encuentros empezaron a ser mal vistos por los efectivos: “Decían que nuestros eventos propagaban el odio a la policía, que había alcohol y drogas, pero nunca hubo nada. Nadie borracho, ninguna pelea. Nosotros mismos cuidábamos la plaza. Todo era muy familiar”.
Todo empeoró cuando llegó al pueblo el Grupo de Apoyo Departamental (GAD) de la Bonaerense. “Innecesario, porque somos una ciudad de 20 mil habitantes. Podemos dejar la bici acá que nadie la roba. Dormíamos con la puerta abierta”. La tranquilidad empezó a desaparecer. “A mí me paraban a identificarme dos o tres veces en el día y en la misma cuadra. Todo por portación de rostro”.
Otro: “Estar e irte de la plaza era sinónimo de hacer algo malo”.
Otro: “Uno de nuestros amigos en común está entre los testigos. Intentaron matarlo. Lo encerraron en la cuadra de mi casa. Me golpeó la puerta desesperado, muy asustado. Me preocupa, porque lo tenemos que cuidar. Ahora todos nos estamos preguntando entre nosotros cómo estamos, dónde andamos, si llegamos a nuestras casas”.
Otro: “Están pendientes de que no tengamos a nadie que nos cubra, que estemos solos, sin nadie cerca. Por eso, cada vez que alguien está solo en la plaza, nos comunicamos para empezar a acercarnos. Piensan que somos todos chorros, faloperos. Últimamente, cuando empezamos a rapear, se paran dos patrulleros, uno en cada punta de la plaza, y nos miran. Nada más estamos tirando free, disfrutando el tiempo”.
Otro: “En una fecha se juntaron 300 personas. Los policías daban vuelta la plaza. Si alguien salía a comprar algo, lo paraban. Te vimos consumiendo, les decían. Todo mentira. Un día me encerraron en la zona de la comisaría, me querían meter para adentro. Y a veces tenés que correr. Pero te da miedo. No sabés si quedarte y que te metan y te caguen a palos, o correr. Fijate lo que pasó”.
Otro: “Un día estaba yendo a la escuela. Tenía clase de química. No tenía materiales. Mi primo, que va a la universidad, me prestó tubos de ensayo. Me pararon en la zona de la laguna. Empezaron a decir que era para preparar droga. ¿Sabés qué hicieron? Me tiraron la mochila al agua. Perdí todo”.
Otro: “Y ahora te sacan la plata, el celu, y te lo revisan. Te revisan todos los contactos”.
Las denuncias siguen, como una máquina de realidad que viven los jóvenes.

Operación masacre: La vida y la seguridad tras los crímenes de San Miguel del Monte

Mónica Alegre, mamá de Luciano Arruga, es una de las impulsoras del espacio Marcha Nacional contra el Gatillo Fácil.

Las madres del gatillo

El jueves 23 de mayo, cuando la masacre de San Miguel del Monte llegó a todos los canales de televisión, Mónica Alegre también gritó. Después de 10 años de exigir justicia por su hijo, Luciano Arruga, entendió al instante qué era lo que había que hacer. “Tenemos que organizar una marcha”, propuso en el grupo de WhatsApp de la Marcha Nacional contra el Gatillo Fácil. Eran las once de la mañana. A las once de la noche ya habían conseguido el sonido para la movilización a Plaza de Mayo, que pudo realizarse al día siguiente.
Una de las respuestas que recibió era que tenía que convocar ella para que se lograra movilizar más gente. Pero, para Mónica, la cuestión no pasa por ahí. “La marcha nacional no es Mónica Alegre, mamá de Luciano Arruga: la Marcha Nacional somos todas. Todas parimos de la misma manera, nos costó, los llevamos nueve meses, ninguna sufrió más o menos, pero todas perdimos a nuestros hijos. Y todas tenemos el derecho a la palabra, porque la encontramos allí”.
La Marcha Nacional contra el Gatillo Fácil tuvo como referencia la Marcha de la Gorra, en Córdoba. Este agosto será su quinta edición. La cuarta, en 2018, fue masiva, y no sólo sorprendió -hasta a los familiares- el abrazo que recibieron, sino quiénes eran las que estaban en la cabecera: todas madres. “La construcción la vemos así. No construimos ni una, ni dos, ni tres: somos todas. Cada una lleva la foto de su hijo y su remera, pero en la bandera no hay nombres: dice Marcha Nacional contra el Gatillo Fácil. Y, ahí, están todos. Es una forma de sentirnos unidas e identificadas. Y entonces yo no soy la madre de Luciano Arruga: soy la madre de la Marcha Nacional”.
Mónica habla en el Espacio Social y Cultura Luciano Arruga, el exdestacamento policial donde torturaron y vieron a su hijo por última vez con vida, el 31 de enero de 2009. Por eso también venimos a La Matanza: qué significa ese nuevo colectivo, ese nuevo abrazo, esa nueva palabra.
Por eso, Mónica acentúa sus palabras. ¿Qué significa esa identidad? “Cuando la ves a Nora Cortiñas, algunos sabemos que es la madre de Gustavo Cortiñas. Pero ella es la Madre de Plaza de Mayo. Nosotras tuvimos esa formación. Fueron nuestras maestras. Si pudieron cambiar la historia y marcar una línea de lucha en una época terriblemente difícil, ¿cómo no vamos a poder nosotras?”. Reconoce que ella y su hija, Vanesa Orieta, estuvieron muy solas cuando comenzó el pedido de justicia. “Si hubiese existido algo como la Marcha Nacional, habríamos estado más acompañadas”.
Reconoce también que ese camino es el motor para otras familias que recién lo inician. Cómo se conectan: “Quizá suene tonto, pero cuando empezamos este camino, que nosotras no decidimos sino que nos lo impuso la violencia del Estado, estuvimos muy solas. Y, a veces, una simple llamada o una palabra de aliento significa mucho. Creo que ahí empieza el trabajo de las Madres de la Marcha Nacional, en decirte: te entiend, acompaño tu lucha. Palabras insignificantes para otras personas, pero tan importantes para nosotras, cuando estamos solas. Mirá que simple, pero mirá qué importante. Y es el primer paso. Después: ¿nadie te acompaña? Bueno, hacé una radio abierta. Una chocolatada. Una reunión. Lo que quieras: visibilizá la cara de tu hijo, tu lucha, sin importar si son 5, 10, 20 o 2. Visibilizá. Hacé. No hace falta estar en Buenos Aires: hacelo en Tucumán, en Santiago del Estero. Pero hacé. Eso es lo que transmitimos a las madres: que activen. Y nosotras, que lamentablemente hemos encallecido nuestro dolor y tuvimos que salir a decir que nuestros hijos no eran esto o aquello, le hacemos entender a esas mamás que sus hijos no son ni fueron culpables: son víctimas”.

Marca personal

Una bala de la Prefectura Naval Argentina (PNA) mató a Kevin Molina, un niño de 9 años de la organización La Poderosa, en el barrio Zavaleta, al sur de la Ciudad de Buenos Aires. Fue el 7 de septiembre de 2013. El grito de dolor se escucha todavía hoy en la Plaza Kevin, corazón del barrio. “A nosotros las fuerzas nos habían matado tres compañeros en un año: Aquiles, Ezequiel y Luisito”, dice Fidel Ruiz, 24 años, uno de los jóvenes referentes de la organización. “Había muchos casos en donde la justificación era que tenían 15 ó 16 años y que en algo andaban. Pero Kevin fue bisagra: tenía 9 años, ¿cómo iban a justificar eso? Ahí nos empezamos a organizar en seguridad, cansados de todo”.
Cansados de todo, de la violencia y de la falta de respuestas, crearon ellos mismos la propuesta: Control Popular de las Fuerzas de Seguridad. Al comienzo montaron una caseta, como la de cualquier fuerza, en la entrada del barrio. Pero era algo más: como la plaza de Monte, era una forma colectiva de salir del silenciamiento de las violencias cotidianas.
Fidel recuerda: “En el 2001 tenía seis años: a las siete de la tarde teníamos que volver corriendo con mis amigos a nuestras casas porque la Federal pasaba a los tiros. A los 12, vivimos cómo nos cagaban a palos. Y esas situaciones vos no las contás de entrada, porque también hay épocas en las que podés contarlo. Hoy tengo 24 años, milito, pero cuando tenés 12, 13 ó 14, todo se te pone en duda, pero no tanto por tu familia, sino por la sociedad en sí. Es la pregunta constante que te hacen sentir: ¿qué hicimos para que la policía nos haya pegado así? Vos pensá: desde los 12 -que es cuando sufrimos las primeras golpizas y muchos empiezan a robar- hasta los 18 -cuando viven su vida más en la cárcel que afuera-, es una franja en la que cuesta mucho hablar de toda violencia. Porque es cotidiana: vas al chino y ves al policía que te cruzó el auto y te puso contra la pared. Cuando la Gendarmería entró acá en 2011, muchos lo vieron con buenos ojos, pero sólo una generación realmente veía qué era lo que había detrás. Y era esa franja golpeada psicológicamente. Porque muchas veces nos duele más ese verdugueo que la violencia física. Es decir, que te digan falopero, chorro, negro de mierda”.
Cansados de todo, la organización quebró ese silencio, el más difícil.
No era sólo una caseta: era un grito de Nunca Más.
Fidel cuenta que el Control Popular en Zavaleta lleva ya seis años. No fue fácil: los vecinos tenían que marcarle al mismo prefecto que los había golpeado que no llevaba -por ejemplo- su identificación en el uniforme. “Pero lo hicimos, convencidos de que lo que ellos quieren es que sintamos miedo”.
¿Y qué se encontraron? “Otros vecinos a los que les pasaba lo mismo. A los efectivos les hablábamos con respeto, pero volvía la violencia psicológica: eras vos, de remera, short y ojotas, frente a un oficial armado. Se reían. Te insultaban: negro de mierda, ¿vos me vas a controlar a mí? Pero seguíamos caminando. Y, de a poco, te empezaban a hablar bien. Lo notamos mucho porque a veces no podían caminar ni al kiosco porque atendía uno de nosotros. Siempre desde el respeto, hacíamos marca personal. A veces, cuando tenía que entrar la ambulancia al barrio, recurrían a nosotros”.
Fidel ubica un período estable hasta 2015. Luego, ya con el cambio de gobierno y con Patricia Bullrich en el Ministerio de Seguridad, la violencia resurgió: se produjeron los secuestros y las torturas a Iván Navarro y Ezequiel Villanueva Moya, las golpizas y detenciones de Jésica y Roque Azcurraire y la campaña dirigida contra los referentes del espacio, que fueron detenidos durante la represión a las protestas contra la votación del Presupuesto. “Pero lo que logramos es que, ante cada cosa que pasara, los vecinos llamaran. Logramos instalar eso: eran los vecinos tomando fotos, filmando, y muchos que no participan en las asambleas, pero ese trabajo se vio reflejado en esas acciones”.
Los casos, sin embargo, también se replicaban en las asambleas de La Poderosa de todo el país. “Había que generar un dispositivo como en Zavaleta, pero atendiendo a los procesos y a las particularidades de cada territorio. Una cosa es Buenos Aires, donde mediáticamente podemos instalar un caso. En Córdoba, por ejemplo, un compañero se pasó la noche en una comisaría por filmar un operativo”.
¿Cómo nos cuidamos? Fidel no duda: “Creando e incentivando espacios donde los jóvenes puedan sentirse parte. Espacios que contrarresten las violencias cotidianas, no sólo policiales: el desguace de la educación, del sistema de salud público. Y, por sobre todo, la organización popular, más allá de los movimientos sociales. Porque hay que aprender de lo que pasó en Monte: fue la sociedad la que se organizó, se dio cuenta de lo que estaba pasando y desarticuló el encubrimiento”.
En Zavaleta, tras los secuestros de Iván y Ezequiel, también fueron las familias y los vecinos quienes recolectaron en 48 horas gran parte de las pruebas: fue el barrio organizado en función de que no se quebrara el grito que habían construido desde 2013.
Ese proceso terminó el 21 de septiembre de 2018 con la histórica condena a los seis prefectos. También fue histórica porque marcó que hay un límite a la violencia estatal. Es el mismo sentido que están construyendo Mónica y las Madres de la Marcha Nacional.

Operación masacre: La vida y la seguridad tras los crímenes de San Miguel del Monte

Fidel Ruiz, de La Poderosa, en el hostigado barrio de Zavaleta.

La verdadera seguridad

Volvemos a Monte, a la Plaza Alsina, al santuario, porque el final de esta crónica todavía se está escribiendo en terapia intensiva.
Entre skaters, freestyle y parkour, les jóvenes dicen: “Hay un punto de inflexión muy grande en Monte después de la masacre. Fue la gota que rebalsó el vaso, porque sufrimos un montón de situaciones que nunca nadie dijo. Y aprendimos dos cosas. Primero, que los medios hablan muchas estupideces. Tienen que ser más honestos: no puede ser que lo que digan dependa del canal en el que estén. Hay que dejarse de joder. Un poco más de compromiso. Segundo: no hay que esperar a que la policía nos cuide. Nos tenemos que cuidar entre nosotros. Porque si hicieron esto una vez, lo pueden hacer otra. Y capaz les sale mejor. Esto tiene que servir para que no pase más en ningún lado. No importa si es en Monte o en el Conurbano. Donde sea. No tiene que pasar. Porque, si no, ¿cuál es el verdadero mensaje que nos dan como seguridad? Y también nos preguntamos: ¿qué juventud quieren? La que queremos nosotros es una que se pueda expresar, que haga lo que le guste, como hacemos hoy y hacían los chicos en esta plaza siempre”.
Entre skates, freestyle y parkour, en la plaza donde están organizando un evento por el primer mes de la masacre de sus amigos y amigas, les jóvenes no dudan: “Esta es la verdadera seguridad”.

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Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

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La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas de cada miércoles llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro.

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro.

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro.

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro.

Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El dispositivo incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería» de la Policía de la Ciudad». El organismo también observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro.

También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!”.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

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Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro.

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro
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CABA

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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