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Qué es la justicia
Marta Montero, mamá de Lucía Pérez. La mamá de Lucía Pérez, la joven de 16 años asesinada en 2016, habla después del juicio que absolvió a los acusados del abuso sexual y femicidio de Lucía, mientras espera la resolución de Casación tras la apelación. Del primer Paro Internacional de Mujeres a la fuerza que encontró en la movilización social. Por qué el Estado es responsable de los femicidios. Y la política como acción que sale del corazón.
Marta Montero es la mamá de Lucía Pérez, que tenía 16 años el 8 de octubre de 2016, cuando se convirtió en otro emblema de los femicidios. El crimen de Lucía en Mar del Plata provocó el primer Paro Internacional de Mujeres y una enorme movilización en todo el país, que no se detiene. Marta Montero, su esposo Guillermo Pérez y su hijo Matías, decidieron no callar y llegaron a un juicio que terminó en impunidad. Un juicio en el que los jueces se comportaron con una ideología machista y patriarcal. Pero Marta siguió adelante como tantas madres. Decidió seguir reclamando justicia y por eso está aquí. Hola, Marta. Gracias por venir.
¿Qué es para vos la justicia?
Un circo romano. Es una vergüenza. Es un desprecio tan grande a la vida del otro, al respeto del otro. La justicia no nos tiene respeto. No le interesamos las personas. Está totalmente deshumanizada. Ellos creen que manejan expedientes, papeles, que las personas somos carpetas que apilan. Ellos nos consideran de esa manera. Para ellos no somos nada. No le interesamos tampoco. Es muy difícil esperar que la justicia salga de esos barrotes oscuros y fríos. Es muy difícil. La justicia la vamos a hacer nosotros, como la hicimos con Lucía. Si nosotros no hubiésemos salido a la calle a buscar justicia, hoy estos tres individuos estarían en la calle. ¿Por qué? Porque la Justicia es funcional a ellos. De qué manera: este sistema es tan perverso que divide las clases. Como acá hay una persona que es de clase social muy alta, y de mucho poder, que es Offidani… Para que ustedes dimensionen: su padre era, en ese momento, el presidente del Colegio de Escribanos de Mar del Plata. Todos sabemos cómo se manejan. Siempre dijimos que era gente de mucho poder, que podía terminar de la forma que terminó, porque veíamos cosas nosotros y también lo decíamos. Acá lo que no se entendió es porque no se quiso entender. Lo que no se vio es porque no se quiso ver: las pruebas estaban y sobraban. Esta sentencia fue pergeñada desde el primer momento. Todo lo que hicimos fue acumular papeles. Esto iba a ser así. Entonces para mí la Justicia, en realidad, no existe. Porque así como salgo yo, salen muchísimas madres. No es que yo soy un hecho aislado y que me pasó lo que me pasó, que no tuve justicia. No: eso es la justicia en nuestro querido país.
En principio la Justicia debería tener un significado noble. Pienso en la ciudad de la que sos, que tiene el mote de La Feliz. Pienso en esa otra cara y en cómo se vive ese contraste.
Tenemos que ponerle La Feliz para vender. Es mentira: feliz no es nada. Aparte de La Noche de las Corbatas (los secuestros que se produjeron durante la última dictadura cívico-militar), ¿ustedes se acuerdan de las desapariciones de mujeres? ¿Del “loco de la ruta”? Acá no había ningún loco. Era vox pópuli. Y para muchas de esas mujeres no hubo justicia. Aparecía una vez por mes, cada dos meses, una mujer descuartizada a la orilla del camino. Nadie investigaba. Nadie veía nada. Nunca tuvieron justicia. Eso es Mar del Plata. Hubo hechos neonazis que golpearon chicos por otra orientación sexual. Y los femicidios: los dedos de las manos no me alcanzan para contártelos. Mar del Plata es el hambre, la desidia, el tribunal que hace lo que quiere, que no le interesa la gente.
¿Creés que esta idea de instalar lo de La Feliz hace que se tape esta otra realidad?
Obvio. Ejemplo: el caso de Lucía fue en octubre. Había que tapar en diciembre, que ya se venía la temporada. ¿Por qué gastar en sillas o reposeras gratis, que no sirven para nada? ¿O es lo que se quiere, tener un grupo de elite y otro grupo pobre arrastrado en la vida? ¿Se quiere esa diferencia social? Bueno, esa diferencia social se cosecha, porque es lo que tenemos. En lugar de hacer eso, denle a todos. No necesito un baño gratuito por parte del Estado: necesito que las mujeres tengan contención, un psicólogo, un refugio donde ir. Que a las mujeres se las escuche. Que las mujeres tengan justicia. Eso necesitamos. No necesitamos cuatro reposeras y dos balnearios gratis en el verano. Las mujeres necesitamos respeto y necesitamos justicia. No pedimos más que eso.
Pensaba en las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo que cuentan que no tenían conciencia política y fue la desaparición de sus hijos y nietos el hecho que las empujó a tomar esa conciencia. ¿Cómo fue en vos?
La vida a mí me cambió en un ángulo de 180 grados. Era una mujer que vivía, trabajaba, soy enfermera, todos los días me levanto muy temprano, volvía a las 3 de la tarde a mi casa. Tenía mi vida con mis hijos, estudiaban los dos, mi marido trabajaba. Esa era mi vida. Siempre me interesaron los derechos de los demás, la problemática social. De hecho, la elección mía de trabajo es muy social y personal, y de vocación, porque nunca se podría trabajar en ese lugar. Y agradezco al hospital regional para que yo pueda estar acá. Agradezco a ellos lo que me ayudan a mí. Y cuando pasa esto, con Lucía, que fue un antes y después, en la vida jamás podés pensar esto. Cuando nos pasa esto, al principio decís: la Justicia lo va a resolver. Y cuando empezás a caminar, y a darte cuenta con las personas que te estás enfrentando, te empezás a dar cuenta y a despertar. Lejos de quedarme llorando en mi casa, yo al mes y medio empecé a trabajar. “De acá salgo”, yo misma dije. Porque si me quedo, no salgo. Y ahí seguí. Y cuando empezás a leer la causa, a preocuparte, empezás a ir, y a hablar, te empezás a dar cuenta de muchas cosas, que por ahí fui prudente hasta la sentencia, pero ya había un montón de cosas que no sólo veía, sino que me estaba adelantando a la jugada. La frutilla de la torta fue la sentencia. Ahí dije basta. Ya pierdo, y si querés una forma grosera de hablar, el respeto. Ya no me interesa. Sigo para adelante. Y acá es la forma en la que tenemos que luchar, y soy una convencida que si no lo hacemos nosotros, no lo hace nadie por nosotros. Si nosotros no salimos a luchar y a exigir, nadie lo va a hacer por nosotros.
¿Qué encontraste en la movilización popular?
Encontré esa calidad que uno puede seguir. Ese abrazo que te da el otro, ese calor que te da el otro. Cuando fue la sentencia de Lucía fueron 14 jornadas. No les puedo decir lo que fue ir 14 días a ese lugar. Cuando llegábamos siempre había un abrazo. Y cuando nos íbamos, siempre había un abrazo. Hubo días de lluvia, días de mucho frío, y las personas estaban. Cuando te lo digo me da frío en el cuerpo. Porque vuelvo a estar en esa situación, en ese momento. Y lo que nosotros vivimos fue eso. Salir de esa sentencia, de esa oscuridad, del tratamiento que había hacia Lucía, de las barbaridades que decían de Lucía. Y encontrarnos ese abrazo de las chicas de la misma edad que Lucía, y ese mate calentito cuando salíamos, es lo que te fortalece. El propio pueblo es el que te acompaña. Las propias víctimas, las propias madres son las que te abrazan. Y eso nos fortaleció y nos enriqueció a nosotras como personas poder decir: de acá tenemos que salir, acá no nos tenemos que quedar, esto no tiene que terminar acá, pero es por Lucía y por tantas Lucías. Y porque ya no vamos ni por Lucía, ya vamos por todas. Lucía será el emblema, pero acá hay muchísimas Lucías que no se ven. Lo que es la crueldad de la justicia: el día de la sentencia había un aparato preparado de policías, de escudos, una playa de estacionamiento gigante donde están los autos de los fiscales y jueces, todo estaba ocupado por policía. En la esquina había un bar con policías de civil armados. Enfrente de Tribunales eran personas como nosotros, comunes, esperando la justicia. Personas esperando esa sentencia. Y cuando se da, fue demoledor. Recuerdo esa mirada con mi marido, teníamos la cara desencajada, de decir: qué pasó. Y no fue sólo con nosotros, sino era con el resto de las personas, todas estaban esperando una condena ejemplar. Obvio que había más policías en la sala que las familias que tendríamos que haber estado. Todo un cordón tapándolos a ellos con escudos. Era una preparación de ese propio sistema. Ahí ves cómo se manejan. Ese es el manejo que tiene: cuidando a estas personas. ¿Entonces qué hacemos? Nos levantamos y nos fuimos a decirles a las personas: fueron tantos los años que dieron, pero no importa, vamos a seguir pidiendo justicia. Fuimos una marcha hasta el centro, un montón de gente, y todos los escudos de todas las policías que se lo lleven y se los guarden a sus lugares, y se los lleven tranquilos, porque acá no necesitamos que nos repriman a palos. Acá necesitamos, con nuestra propia voz y nuestros propios pasos, justicia.
Ese sistema, tan perverso y nefasto, no sólo actúa dictando una sentencia nefasta, sino que sufriste otras agresiones. Hubo campañas de difamación. ¿Qué te pasó a vos?
Difamar a un menor, condenar a un menor que la culpa la tiene él. Es terrible. Me pasaron esas cosas y más, pero la verdad que lo único que saqué es mi cabeza y frialdad, y en sentarme a ver las cosas porque yo no programo, no pergeño nada, es lo auténtico que a uno le sale desde la verdad. Porque yo no tengo que mentir nada. No tengo que aclarar nada. Ni tampoco le vendí mi alma a nadie. Y si hablo, hablo con total claridad, y si alguien me ayudó, me ayudó de la mejor manera, gente que no tenía nada que ver, porque la gente que realmente tenía que hacerse cargo, que era la gestión de este momento, nunca se hizo cargo. Nunca.
¿Qué sentiste cuando fue el primer Paro Internacional de Mujeres?
Lo vi después. Imaginate que 19 días después del asesinato de Lucía, yo no podía entender ni lo que estaba pasando. Yo no vi televisión durante dos meses, porque si no era entrar en un pozo depresivo y no salir más. Si el otro no me cuida, me voy a cuidar yo, porque es la única manera que tengo de salir adelante. Cuando lo vi, me sentí orgullosa de las mujeres, de hasta ser mujer, y orgullosa por Lucía, porque eso lo había conseguido ella. Es la luz que tiene Lucía. Es la persona que era Lucía. Era una buena persona. Y esta gente oscura, esta gente nefasta, que este Estado no vio, porque también la culpa la tiene el Estado: este feminicidio que hicieron con Lucía fue el Estado que permitió que esa droga se vendiera en la puerta de ese colegio. Había una camioneta vendiendo droga a menores frente a un colegio y el Estado nunca lo vio. Nunca le interesó. Y no era el único, porque esa camioneta vendía droga en tres colegios. Ese es el abandono que hizo el Estado con Lucía, con Melina, con cuántas chicas más. Bueno, ese es el Estado. Y no pueden negarlo, porque las propias cámaras lo tienen filmado.
Lucía era parte de las pibas que hoy están haciendo esta revolución feminista. ¿Tenían charlas al respecto?
Lucía era una persona muy luchadora. Ella veía puntualmente en el otro algo que faltaba, y estaba ella. Una anécdota. En su escuela hubo un chico que se desmayó por falta de alimento. ¿Qué hizo Lucía? Fue a mi casa y me dijo: “Mamá, ¿puedo sacarle algo a un chico?”. Algo era arroz, fideos. Le ayudaron, le dieron. Yo no sé si Lucía iba a cuarto año. Ese ser era Lucía. Veía un ser sufriendo y estaba ayudándolo, desde el abrazo, desde el estar. Lucía miraba por el otro. Después me entero que en el colegio estaban trabajando un tema con la violencia.
¿Qué es para vos la política?
La verdad, no tengo idea. Nunca estuve en política. Nunca me metí en política. Lo que hago, lo hago desde el corazón. La ayuda que hago con mis compañeras la hago desde mi corazón. No cobro nada porque yo trabajo, no me siento en un sillón, nadie me pasa nada, y tampoco lo quiero. Dignamente soy esta enfermera. Y voy a seguir laburando de la manera que trabajo. Será en este hospital, sea donde sea, pero dignamente soy esta persona. No me interesa cobrar un sueldo para ser figura. Por qué te digo esto: lo viví en carne propia, a mí nadie me ayudó. Si salí adelante fue por mi familia, por personas que no tenían nada que ver pero estuvieron con nosotros, y por nuestra fe y nuestra convicción. Si no, no hubiésemos salido para adelante.
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