Mu153
Héroes & vacunas
Crónica del más acá. Por Carlos Melone
La cuestión (¿ambición?) viene dando vueltas desde hace un tiempo. Siempre ahí, entre noches insomnes y tardes de soledad.
“Un tiempo” es un requiebre gramatical, una voluta del lenguaje. La cuestión (¿deseo?) me viene dando vueltas hace unos 50 años.
Entra la lectura voraz en mi infancia de las antiguas historietas (hoy comics) y las películas en blanco y negro en las que USA nos explicaba (y aún lo hace) que el mundo es salvado perpetuamente por arrojados, musculosos y solitarios sujetos, agregando lecturas adultas sobre andanzas y situaciones de algunos personajes míticos greco romanos, la idea del héroe siempre se quedó en el fondo del bolsillo izquierdo de mi alma.
Nunca demasiado evidente, nunca con espectacularidades. La idea estaba allí, esperando, con recatada paciencia.
Cuando leí la publicación de la Fundación Huésped dije “ahora o nunca”. Pedro Cahn, voy por Ti y la Ciencia me dará los blasones que los mitos y los comics nunca podrán.
Me anoté como voluntario para una de las tantas vacunas que andan en prueba experimental. No me interesa salvar esta humanidad horrenda aunque sé de mucha gente que vuelve al mundo soportable.
No alcanza.
Fui por un rato de gloria nomás: como el vaso de agua y alguna otra cosa, un rato de gloria no se le niega a nadie.
Con mis contradicciones irresolutas y titubeantes acerca de la humanidad, atendí un par de llamados telefónicos donde fui minuciosamente interrogado acerca de mi salud o más bien de mis enfermedades, pasadas y presentes, incluyendo mi cartografía mental. Admito haber mentido un poco sobre este último ítem: me da un poco de pudor reconocer que cada tanto me peino con mayonesa.
Finalmente fui convocado a un vacunatorio sito en Liniers.
Vacunatorio es un término colonizado por interpretaciones maledicentes y chuscas.
Todavía existían restricciones en la circulación así que tramité mi permiso esperando ser detenido en algún retén y que certificaran el motivo de mi permiso, me pidieran autógrafos, fotos, incluso algún momento de pasión desenfrenada con exuberantes agentes de tránsito o de la Ley y el Orden, hipnotizadas ante semejante cruzada y ante este paladín más panzón que musculoso, aceptemos el detalle.
Nada.
La soledad del héroe.
Con fe inoxidable, esperaba un recibimiento elegíaco en el vacunatorio. Después de todo, allí sí sabrían reconocer mi entereza, entrega, renuncia y sacrificio por el bien de los hombres y mujeres de buena voluntad que habitan el suelo argentino.
Bueno, no.
Tuve que esperar 45 minutos afuera (el lugar es pequeño) mientras las veredas de la calle Montiel eran más transitadas que Calcuta.
Todo el mundo con barbijo y curiosas concepciones acerca de su uso: barbijo protegiendo el mentón, barbijo que se cae cada tres segundos, barbijo que permite la libertad nasal, barbijo colgando de una oreja…
Mis dudas acerca de la humanidad recrudecieron: ¿debía regresar ante el paisaje marmotizante y dejar que el hermano virus haga lo suyo o debía quedarme para salvarles la vida a los mamertos que transitaban la Calcuta Sudamericana?
¿Los héroes salvan mamertos? No recuerdo haber leído nada al respecto.
Entré y me atendió una joven pediatra, muy amable y cálida a la que aluciné portadora de una belleza dionisíaca. El largo confinamiento produce estos efectos ya que lo único que podía ver era su amabilidad. Traía máscara, barbijo, cofia, pijama antiséptico (no sé cómo se llama) y botas de material descartable.
Un héroe toma lo que la circunstancia le da.
Y alucina lo que puede. Te quiero ver Aquiles en cuarentena…
Nuevamente un largo interrogatorio, gran sorpresa al ratificar mi procedencia de Lomas de Zamora (África es muy lejana para mucha gente), un contrato breve que leímos juntos, luego me hisoparon y me sacaron sangre.
El “sacador” de sangre (después sabría que era microbiólogo), colombiano, joven me cuenta que se ha radicado aquí porque en Colombia hay “muchos problemas y mucha corrupción”.
Por eso se vino a la Argentina…
Colombia debe estar realmente jodida.
Volví a los 15 días para que me hicieran la primera aplicación esperando que nuevamente un retén me pusiera en el lugar de un Templario yendo a liberar Jerusalén.
Nada.
Así es muy difícil la heroicidad burguesa.
La enfermera que me hizo la aplicación se pasó 10 minutos buscando en mis brazos la marca de la vacuna BCG porque (parece) el asunto era importante. Incluso fue a consultar con el médico a cargo.
Después mi mamá (frescos 87 años, enfermera) me retó diciéndome “cómo no te acordás que cuando eras chico la BCG no se había inventado”.
No mamá, primero que hace mucho que fui chico y segundo que estaba ocupado en otras cosas.
Un héroe retado por su mamá es una suerte de crepúsculo final y el motivo del reto, la noche absoluta.
Después habría una segunda aplicación y extracciones de sangre para ver el tema anticuerpos. O para venderla aunque supongo que con la mía no van a hacer gran negocio.
Mi pasado me condena.
Nada se sabe porque nada te dicen. Así es el juego: doble ciego donde se ignora si se ha recibido la vacuna, placebo, microchips o decodificador del chino mandarín.
Doble ciego es una metáfora musculosa.
No volví ver a la Pediatra que encendió mi pasión absurda. No hubo retenes que alabaran mi nombre en el marco de celebraciones orgiásticas ni gente del vacunatorio que recitara odas e himnos que inmortalicen mi nombre.
Solo un juguito y un alfajor cada vez que fui.
Los héroes somos austeros, a la fuerza.
Imagino que si me inyectaron algo para espiarme se van a morir de embole.
Cada tanto miro si escamas verdes salen de mi rostro, que mal no me vendrían para mejorar lo irremediable.
Finalmente un héroe debe tener alguna excentricidad.
No parece que vaya a ser recordado como Gilgamesh el inmortal, Aquiles el de los pies ligeros o Héctor el domador de caballos.
No parece.
Y encima, por ahí contribuyo a salvar a esta humanidad.
Justo a esta.
Qué lo parió.
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Un lugar en el mundo. Alpa Corral, Córdoba, después de los incendios
En un pueblo serrano, reserva de bosque nativo, conviven las lógicas, estrategias y responsabilidades que grafican qué enciende y quién apaga los fuegos. Las particularidades y las sospechas. La organización y el rebrote. Lo que se pierde y lo que se revela cuando las llamas rodean.
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Chubut contra la megaminería: la rebelión del NO
La situación de Chubut empeora minuto a minuto con la decisión del gobierno provincial y la presión nacional por aprobar la minería a cielo abierto pese al rechaza y la falta de licencia social. Es uno de los conflictos sociales más impactantes de la época. Ante una nueva avanzada de la minería en una provincia rica pero fundida por la clase política, las comunidades se movilizan planteando que no hay licencia social para las falsas soluciones que promueven las corporaciones, el gobierno provincial y el nacional. Todos los ”Sí” de Chubut: democracia genuina, agua, trabajo digno, naturaleza, bienes comunes, salud, defensa de la vida y de otros modos de producción.
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Tulliworld: abusos y percepciones
Por Nancy Aruzza
“El discapacitado se abusa” es una afirmación que suelo hacer. A partir del momento en que empecé a formar parte ostensiblemente de la legión tullida, empecé a observar con detenimiento el comportamiento de otres tullides. Antes, sospecho que les ignoraba como buena bípeda normal que era.
La persona tullida suele estar convencida de que nadie ha sufrido tanto como ella; entonces, con esa convicción, se maneja con cierta impunidad en algunas situaciones. Claramente, el entorno familiar, primero, y el social después aceptan con indulgencia el abuso pensando, en muchas ocasiones, “qué le voy a decir si mirá cómo está…”
Ejemplo clásico: si estoy en una fila aguardando a ser atendida habrá siempre alguien que intentará obligarme a pasar primero. Ante mi negativa, generalmente se dirá con vehemencia: “¡Pero es tu derecho!”. Y yo responderé: “Es mi derecho pero no es mi obligación”, con una sonrisa forzada.
Por supuesto ha habido quienes me han querido ceder el lugar con sincera amabilidad y han aceptado tranquilamente mi agradecimiento y mi negativa.
Pero siempre está el representante del ejército de la buena conciencia (en mi experiencia, siempre varones cis de más de 40 años) que no conciben la posibilidad de que me rehúse.
El factor sorpresa también actúa, claro. Quizá la mayor parte de les tullides aceptan con gusto suprimir la espera aunque tengan la misma posibilidad que el resto de aguardar pacientemente. Y ahí es cuando se activa eso de “estoy tullide y sólo por eso merezco pleistesía” por un lado y el ya mentado “qué le voy a decir si mirá cómo está…”, por el otro.
Ambas actitudes me colman de hartazgo. Ciertas estrategias de manipulación no son sólo propias de les tullides, claro, pero cada quien haga su lista como tarea.
Atravesar situaciones complejas, incluso dolorosas y traumáticas, no necesariamente nos convierten en humanes maravilloses, mejores que aquelles que no han atravesado lo mismo.
Intentar sacar ventaja jugando con la lastimosa percepción que puede existir sobre nosotres sólo logrará que esa percepción se perpetúe.
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