CABA
Cartas entre Suecia y Argentina: final de temporada
La dramaturga sueca, hija de latinoamericanxs, y la periodista argentina, miembro de revista MU, cruzan en estas cartas ideas, asombros y proyecciones sobre los impactos de la pandemia. Las estrategias sanitarias y las preguntas pendientes. Las preocupaciones sobre el presente y el futuro: del arte y de la vida. El asesinato de la idea de “comunidad”. El factor climático, y la imposibilidad de volver a la “normalidad”. Cuál es la conexión entre el coronavirus y el modelo Monsanto. El factor Netflix como corset a las formas de pensar de hoy, frente a la necesidad de crear lo que viene. El fin de una historia en serie. El horizonte, las nuevas generaciones y el guión que está por escribirse. Por América Vera-Zabala y Claudia Acuña.

Estocolmo, febrero de 2021
Te escribo esta carta el día después de mi cumpleaños y la palabra fiesta ni pasó por mi cabeza. Otro síntoma de cómo cambió nuestra vida cotidiana: en la nueva normalidad no hay fiestas.
Afuera todo está blanco. Los niños juegan en la nieve. Esta mañana llevé a mi hija menor, Bartolina, en carrito hasta su jardín. Mientras avanzábamos estaba cada vez más feliz. Llegó al escuela cantando.
Esa creciente alegría se la produjo comprobar que estamos en un “verdadero” invierno, tras un diciembre convertido en el mes más caliente de la historia sueca. La fiesta, entonces, es confirmar que hace frío, a pesar de que el cambio climático está convirtiendo al planeta en un infierno.
Fue con el contagio de la alegría de Bartolina que regresé a casa, y antes de ponerme a trabajar, entré a la web de The Guardian –el diario inglés– que me enfrentó a una noticia con título de catástrofe: “Record de muertos por Covid en Suecia”. Así, de golpe, me di cuenta de que aunque estoy muy consciente de la realidad y a pesar de que considero que nada acá está en buen camino, mi preocupación central ya no es esta enfermedad, sino que ha sido desplazada por mi preocupación por mi empleo y por el futuro del teatro.
Leo que Suecia es el sexto país más afectado del mundo por las muertes por Covid-19. Sólo la República Checa, el Reino Unido, Mónaco, Eslovaquia y Lituania se encuentran en peor situación. Más de 10 000 personas han muerto. Más precisamente, 11.815 al día de hoy. El epidemiólogo del Estado, Anders Tegnell, declaró en una entrevista que escuché hoy temprano que nunca imaginó estar en una situación tan extrema.
Estoy de acuerdo con él: lo que estamos viviendo no estaba en mi imaginación. Y ojo, soy dramaturga: mi laburo es imaginarme cosas.
Trato entonces de imaginar lo inimaginable: la pandemia es el guión de una especie de documental sobre el asesinato de la idea de “comunidad”.
Quien escribió el guión del documental sobre José Mourinho imaginó que sería buena idea seguir las aventuras del equipo británico de fútbol, Tottenham, y su nuevo entrenador. En la primera parte queda claro que el guionista supuso que el gran desafío que debía enfrentar ese nuevo DT eran las lesiones de los jugadores. Pero llega marzo y llega una pandemia y el documental debe registrar entonces lo que nadie imaginó: los jugadores tienen que quedarse en sus casas, aislados. Uno de los futbolistas dice con tono conmocionado: “No sé qué hacer”. Y ese miedo al aburrimiento se terminó convirtiendo en el protagonista del documental.
Lo veo ahora y me digo: es el mismo miedo que tenía yo en ese mismo momento, principios de marzo del 2020. Y es el mismo miedo que sintieron muchos otros, sin importar lo que dijéramos o cómo actuásemos. Pero lo que hoy realmente te conmueve de lo que dice ese jugador es la frase siguiente:
–No sé qué hacer….dos semanas”.
¡Dos semanas! Estábamos convencidos de que este mal nos había caído como una escupida asquerosa, pero que pronto terminaría. Y ese fue el guión que comenzamos a escribir aquel 2020.
Según la dramaturgia más tradicional, cualquier trama –ya sea tragedia o comedia– sigue una misma secuencia: todo es normal, luego pasa algo malo, luego se pone peor, llega un punto de inflexión, ocurre una catarsis, y luego viene lo bueno. Pronto nos dimos cuenta que quizá este final no sería tan feliz, pero pensamos que de todas formas íbamos a conseguir un final: bueno o malo, habría uno. Y supusimos que ese final había llegado con el verano, el calor, el regreso a la “normalidad”.
No.
El verano terminó, pero la pandemia no. Percibimos así que La Historia de Corona Virus tenía un problema y comenzamos a repasar el guión de la primera temporada.
Notamos así que nosotros, que podríamos considerarnos la audiencia de la pandemia, nos adaptarnos con razonable entusiasmo a las nuevas condiciones de vida porque todo comenzó en un momento que nos beneficiaba.
Aceptemos que en esta historia el clima jugó un papel, juega un papel.
Durante la primavera fuimos de la mano hacia una historia que nos hablaba de oscuridad interior, enfermedad y muerte al mismo tiempo que nosotros, los suecos, en abril, íbamos inexorablemente hacia la luz.
Hacia la primavera, hacia el verano, hacia tomar un café al aire libre, caminar hacia y desde el trabajo, sin mencionar las vacaciones, que estábamos obligados a pasar en uno de los países más pintorescos del mundo, como lo es Suecia. Fue un sufrimiento agradable. Pero cuando terminó el verano y no la pandemia, vimos la luz en el túnel. Tanto los partidarios como los oponentes de Tegnell –que personifican en un (1) infectólogo de Estado toda la línea sanitaria sueca– comenzamos a especular con razonable entusiasmo que nosotros y Suecia evitaríamos una segunda ola. El Donald Trump Show nos salva del vergonzoso hecho de que todos los textos interesantes, intelectuales y perspicaces publicados en aquel momento, fracasaran. Y el guión también.
¿Qué hacemos ahora?
La sociedad se está transformando. Estamos más allá de la posibilidad de poder volver a lo que alguna vez llamamos “normal”. Con la segunda ola dejamos de ser posibles portadores de un virus para convertirnos en seguros portadores de un trauma y un recuerdo que nos ha cambiado para siempre. La pregunta entonces es ¿en qué nos vamos a convertir la próxima temporada?
Si miro todo este largo año pandémico, diría que la diferencia entre el guión sueco y el argentino es que nosotros fuimos hacia lo peor y ustedes, hacia lo mejor.
Desde aquí se hace evidente que el guion argentino fue en otra dirección y también que los benefició el clima, un factor clave de esta dramaturgia (¿lo será de todas?).
La temporada de ustedes comenzó en otoño, en camino hacia el frio, encerrados, aunque a mi entender demasiado temprano y en una larguísima cuarentena estricta y no muy bien pensada.
Pero llegó la primavera y con ella el calor: ese es el clima para otra historia.
La temporada cierra con una enorme victoria, de esas que marcan un antes y un después.
En el guión argentino, la imagen del último capítulo es épica, es alentadora y es verde.
Sin duda, sus guionistas son más imaginativos.

Buenos Aires, febrero de 2021
Tenemos algunos problemas de copyright: acá la lista de los países del mundo más afectados por las muertes por covid le otorgan a la Argentina un puesto entre los primeros 10 y ninguno a Suecia.
¿Entonces?
¿Podemos confiar más en la lista de The Guardian que en la de Infobae?
¿O ambos medios trabajan con el método de los guionistas de las series de franquicia, adaptando un mismo guión a los modismos locales?
Todo es posible.
Eso nos ha demostrado esta pandemia.
Convengamos que no podemos decir que ignorábamos estas cosas que la pandemia hizo emerger obscenamente. Si, por ejemplo, alguien pretendía la ilusión de que jamás lo afectaría el poder acumulado por las corporaciones medicinales, ahora es imposible que niegue que cualquier gobierno, desde el más progresista al más reaccionario, debe inclinarse ante ellos para rogar la dosis de vacunas, con obediente humildad y plata en mano. Sin embargo, en las anteriores temporadas, ya nos habían contado cómo uno de esos gigantes de la industria farmacológica adquiría Monsanto. Fue en el capítulo que hacía un chiste macabro: “Primero te enferma y después te vende los remedios”.
Desde mi punto de vista una de las enfermedades más letales que sembró esta pandemia es la adicción a las series, y con ella, la dependencia hacia una forma de relato, como si hubiera una única forma de contar las cosas y un único formato para narrarlas.
Confieso que de mi origen guaraní aprendí que hay muchas, siempre, por suerte. Provengo de la tribu que se masticó a Solís, el español que desembarcó con intenciones de aniquilarnos y que para preparar su letal estrategia antes escuchó todos los cuentos que traían los conquistadores de regreso a sus tierras: el oro hasta en las ojotas, la amabilidad que caracteriza a los pueblos que no sentían interés por las armas. Y así éramos, seguramente, pero no solamente.
También éramos caníbales, y ese dato hubiese sido para don Solís el único que necesitaba para sobrevivir. ¿Cuál sería hoy el dato equivalente?
No tengo la respuesta.
Tengo, sí, una convicción que se apoderó de mí el mismo instante en el que escuché, a fines de marzo de 2020, el mensaje presidencial que ordenaba el aislamiento social obligatorio: cancelé Netflix. Sentí que era absolutamente incompatible someterse a un disciplinamiento narrativo con la necesidad de imaginar lo inimaginable.
Lograr que el aborto sea legal y gratuito en un país que está atravesando una emergencia sanitaria es una gran victoria, sí, pero absolutamente imaginable si estás literalmente aferrada a la realidad: el guión con que se impuso el aislamiento decía que esa era la única forma de evitar el colapso del sistema sanitario, por la demanda de camas de terapia intensiva que produce este virus.
Liberar las camas de terapia intensiva del aborto clandestino ayudaría, entonces, a aliviar ese colapso: así empezó a fermentar la idea, renovada por el clásico “crisis es oportunidad”.
Ahora, con el partido jugado y ganado, y dado que la mayor ocupación de camas de terapia es por los desastres del cáncer que siembra Monsanto deberíamos lograr que prohiban las fumigaciones, ante el peligro de una segunda ola.
Esa sería otra gran victoria.
Esa misma intuición ancestral me indica que estamos ante los últimos capítulos de una historia que lleva cuatrocientas y pico de temporadas.
Los guionistas se han concentrado en dejar en claro por qué no habrá continuidad: lo único absolutamente imposible es seguir viviendo así.
Lo que sigue es lo que importa.
Lo próximo, ese horizonte que no se ve, pero ya está.
Tranquila, amiga: en lo que venga habrá trabajo y habrá teatro.
De qué forma será justo y por qué será bueno: ese es el guión que tendrás que escribir.
A tus generaciones les tocó esa tarea.
No es fácil.
Es hermosa.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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