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Al por mayor: Comercialización agroecológica

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La Unión de Trabajadores de la Tierra posee en Avellaneda un mercado que mueve 625 toneladas mensuales de alimentos agroecológicos. Calidad, cantidad y los precios competitivos que atraen cada vez más a verduleros y compradores. El rol de la comercialización, de la tierra a la mesa. La idea de un plan federal de distribución de comida de verdad. Tendencias que están prefigurando un cambio alimentario, social y cultural que es una necesidad y no una moda. Datos de lo que crece, y cómo hacer para lograr un tiempo mejor en medio de enfermedades, desigualdades y monopolios. Por Sergio Ciancaglini.

¿Cuáles son los mejores alimentos del país?

Respuesta pragmática y bastante obvia: los agroecológicos. 

Razones: 

No están contaminados por pesticidas y tóxicos a los que son sometidos los comestibles agroquímicos. 

Evitan por lo tanto el estallido de enfermedades de todo tipo asociadas a la malnutrición, desde obesidad y sobrepeso hasta las provocadas por estos químicos (disruptores endocrinos) que se acumulan en el cuerpo pudiendo provocar a mediano plazo daños respiratorios, cardiovasculares, metabólicos, hormonales, oncológicos, cognitivos, reproductivos, por nombrar solo algunos.  

Los alimentos agroecológicos tienen todos sus nutrientes, pero los de origen agroquímico se han ido vaciando de nutrientes por su propio proceso de producción. (Ver MU 157: Cómo como).

Por eso mismo los productos agroecológicos alimentan (incorporan nutrientes a nuestro cuerpo), cosa que no ocurre u ocurre en menor medida con los comestibles agroquímcos a los que generosamente se suele llamar “convencionales”. 

Por sus nutrientes los alimentos agroecológicos son mucho más ricos, más sabrosos. Los producidos con agroquímicos suelen tener el gusto diluido o irreconocible.   

Su precio es equivalente o menor al de los productos agroquímicos, y muy inferior a los que tienen sello orgánico.  

La forma agroecológica de producción recupera la fertilidad del suelo,  combate de modo directo la crisis climática, preserva el agua. Es de las pocas actividades productivas que en lugar de dañar al planeta, ayudan a recuperarlo.

El precio barato para quienes consumen significa a la vez un precio justo para quienes producen, ya que ganan entre el doble y el triple de lo que les pagaría el circuito comercial masivo. Rompen la intermediación, pero a la vez están creando nuevos canales de distribución. 

Por esta última razón, las asambleas de agricultoras y agricultores dedicados a la agroecología, establecen los precios de los productos dos veces por año y los mantienen por 6 meses dándole a quien consume previsibilidad y tranquilidad frente a la psicosis inflacionaria. 

Se podrían seguir agregando razones gastronómicas, de salud pública y personal, culturales, de sostenibilidad, sociales, ambientales, ecológicas, éticas, pero en este caso se abordará algo mucho más prosaico y práctico: la comercialización. 

Números y legumbres

Gran parte del cambio cultural y de hábitos con respecto al rol de la alimentación tiene como protagonistas a miles de personas que empezaron a considerar críticamente lo que consumen y a cientos de familias agricultoras. 

El punto de encuentro entre ambas visiones se instaló, por ejemplo, en la UTT (Unión de Trabajadores de la Tierra), el mayor gremio campesino del país, que está fomentando la transición productiva de sus integrantes a la agroecología. Es decir: producción sin pesticidas ni agrotóxicos de ningún tipo, haciendo policultivos en lugar de monocultivo, que ubica en un rol central al cuidado y fortalecimiento de la tierra para que recupere la vida –microorganismos, nutrientes– que luego pasa a los alimentos y luego a quienes los consumen.  

La UTT nació en 2010. En 2014 comenzó a trabajar agroecológicamente una familia, la de Rosalía Iturbe y Miguel Reyes. Resultados con la lechuga: “De no creer, era espectacular por la cantidad y la calidad” contaron a MU. El beneficio fue también de salud y económico al prescindir de venenos y fertilizantes químicos que cotizan según el dólar. El circuito comercial no le prestaba atención a lo agroecológico. Seguían cobrando mal y tarde. La organización empezó a preparar bolsones para venderlos por su cuenta. La idea confluyó con un incipiente número de consumidores que buscaban comer sano y a precios accesibles (porque los productos con certificación “orgánica” simbolizan un negocio destinado a sectores de alto poder adquisitivo). 

A los dos años eran 80 familias. A los tres eran 200. Hoy son más de 500 las familias productoras de alimentos agroecológicos de la UTT, número que no deja de multiplicarse, que además abastece a una demanda creciente, y que se está entrelazando con otras experiencias y otras geografías de producción alimenticia.

Hoy la UTT tiene sus Almacenes de Ramos Generales en Capital (Almagro y Devoto), Monte Grande y La Plata, almacenes de campo en San Vicente, Lisandro Olmos, Domselaar, Alejandro Korn y Jáuregui. 

En Avellaneda, en la zona de Dock Sud, abrieron además un Mercado Agroecológico y el primer Mayorista Agroecológico del país. Daniela Carrizo, del área de Comercialización, explica sobre el Mayorista: “Abastecemos a 100 clientes al por mayor que tienen sus almacenes o verdulerías, a 160 nodos de compra que llegan a unas 3.000 familias. Hay unas 300 compras comunitarias que implican otros 3.000 bolsones de verduras. También abastecemos a los almacenes minoristas de la UTT y a unos 70 comedores. A diferentes provincias enviamos unos 8.000 bultos semanales de 12 kilos cada uno y localmente son unos 6.000 bultos semanales de 10 kilos cada uno”. El total que mueve el Mayorista de Avellaneda es de unas 625 toneladas mensuales. En el caso de los almacenes minoristas el de Almagro, por ejemplo, tiene un promedio de 220 clientes diarios, con picos de 350 según el día.  

Juan Pablo Della Villa es el secretario de Comercialización de la UTT: “En Buenos Aires abastecemos a más de 25.000 familias y a otras 20.000 a través de las ventas de alimentos al Estado” (municipios como el de San Martín y ministerios como el de Desarrollo). A esas redes se han sumado unas 85 cooperativas productoras de alimentos de valor agregado (embutidos, vinos, yerba, miel, lácteos de todo tipo, dulces, harina, aceite, pastas, arroz, legumbres y todo un universo productivo de calidad que no existe en los supermercados) que integran la Federación de Cooperativas Federadas (Fecofe), con impacto de generación de trabajo para 2.500 familias. 

“Estamos muy movilizados con la experiencia en la Comarca Andina”, plantea Juan Pablo. “Nos organizamos para poner allí a disposición alimentos de la UTT como verduras, frutas y carne de cordero, pero también los productos cooperativos que enviamos desde Buenos Aires. A través de las compras comunitarias llegamos a más de 4.000 familias de la Comarca, con unos 600.000 kilos de alimentos a más de 17 ciudades, pueblos y parajes rurales. Con el tema de los incendios, directamente nos dedicamos al reparto de comida. Y además ya tenemos un galpón de acopio en El Bolsón y otro Almacén de Ramos Generales en El Hoyo”.   

Todo esto puede resultar pequeño frente al consumo masivo (en el Mercado central se comercializan 106.000 toneladas de frutas y verduras mensuales) pero puede resultar enorme si se lo toma como el indicador de una tendencia que crece en Argentina y en el mundo en busca de comida de verdad.

La publicidad de Coca

Juan Pablo recuerda: “Hace un tiempo me dijeron que la Coca es un veneno, y tiene que montar herramientas comunicacionales para venderlo. En cambio nosotros estamos sobrepasados de contenidos legítimos, pero sin esas herramientas. Nuestros contenidos son que producimos alimentos sanos, a precios accesibles, y además eso mejora la calidad de vida de las familias agricultoras y campesinas, e impacta sobre pueblos y comunidades”.   

Se queda pensando: “Todo bien con los bolsones, los nodos, todo lo que nos ha permitido crecer. Pero ahora hay que agregar un salto más porque estamos en un país cagado de hambre. Hay que romper otra barrera de crecimiento que abarque la comunicación, la distribución y lo comercial. Estamos haciendo lo de los almacenes y los mercados mayoristas en el marco de un proyecto que es aplicar la agroecología en escala, con niveles cada vez mayores de producción y de consumo”. 

Lo que está germinando es la idea de un plan nacional y federal que, imagina Juan Pablo, “contenga las necesidades de los pueblos que tienen tierra y no tienen trabajo, y de las ciudades que tienen gente y no tienen comida sana. La agroecología puede ser un motor, una tracción en cada geografía”. 

Dos ejemplos: “Salta produce banana, pero podría dejar de ser artesanal, aplicando esa agroecología a escala con tecnología que facilite la producción y que luego no tenga que pasar por Buenos Aires para desde ahí ir a Córdoba. Es un delirio. En las producciones de verduras podríamos tener galpones de primer nivel para la elaboración de bioinsumos en escala, o la maquinaria que en cada caso se precise. O por ejemplo en Tapalqué hay 400.000 hectáreas de tierras, 12.000 habitantes, y no se produce ni un kilo de verdura. O mandamos a Misiones acelga cultivada en La Plata, cuando allí podrían producirla. Ahí funciona el enfoque agroecológico. Promover la producción local. Y lo que no se puede producir en una provincia como Misiones y sí en otra como Rio Negro, por ejemplo, debe ser enfocado comercialmente para ver cómo abastecer todo con precios accesibles”. 

¿Cómo se combina lo social con lo comercial? “Es lo que estoy pensando cada día de mi vida. Pero no es que empezamos armando una empresa: la construcción de sentido de lo que hicimos fue siempre de abajo para arriba. Las necesidades del territorio nos fueron construyendo el sentido. Entendimos que el camino para que la gente esté mejor es la agroecología. Después entendimos la importancia de la comercialización. Y ahora entendemos que hay que ampliar esa idea. Hace un par de años el problema era cómo llevar verduras de El Pato al almacén de Almagro. Hoy es cómo mandar bananas de Salta a Chubut. Pero además, ¿Con qué vuelvo de Chubut?”. 

La UTT está cultivando este sueño, o proyecto. “Pero estamos en un sistema que hasta te regula qué come la gente. Hay que poner eso en discusión. Lo que pasa es que creemos que la forma de poner las cosas en discusión es con acción. Hacerlas. Si no, nos pasamos cuatro años pintando pancartas contra intendentes o funcionarios que nunca te dan bola. Te quedás en la denuncia y no hacés nada”. 

La clave: “Pensar la autonomía, incluso la autonomía económica con una empresa social que encima está en la trinchera contra 70 injusticias por día. ¿Cómo mejoramos la capacidad económica del negocio en buenos términos, para que los números den bien, sacando al alimento del rol de mercancía y poniéndolo en su rol social? Así es que estamos mandando alimentos a la Comarca que allí no pueden comprar, porque encima todo depende de los supermercados monopólicos. Por eso todo esto lo pensamos en el marco de un plan nacional y federal de distribución, comercialización y consumo que genere trabajo en las economías regionales”. ¿El rol del Estado? “Nos dicen: ‘te financiamos las heladeras del almacén’. No, flaco, las pagamos nosotros, pero recuperá los trenes, comprá camiones y armemos una logística nacional y federal no para la UTT, sino para que este sea un país distinto”.  

Necesidad y porotos

«Se necesita cambiar el modelo de producción no por una cuestión ideológica sino por una necesidad”, dice Agustín Suárez, ingeniero agrónomo y uno de los integrantes de la coordinación nacional de la UTT. “Así construimos nuestra propuesta para que las familias productoras estén mejor, mientras rompemos la idea de que la comida de calidad solo puede ser consumida por cierta clase social”.  

Algunos ejemplos actuales: lechuga, $70 el kilo; tomate, 80; zanahoria, 45; papa, 55; naranja, 50; banana, 110; cebolla, 55; queso cremoso, 410; fideos, 49; yerba, 150 (medio kilo); aceite, 262 (900 cc); leche, 60 (un litro). 

“Demostramos que se puede producir sano y que la barriada puede acceder a precios económicos. Con la fijación de precios semestralmente por asambleas, también transparentamos cuánto gana el productor, cuánto se lleva el intermediario y a cuánto la comunidad paga luego los productos”. Suárez cuenta que han lanzado un Programa de Impulso a la Agroecología, de créditos en plantines para facilitar la diversidad de la producción. “Así como lo hacemos nosotros, el Estado podría planificar la producción, para independizarte del mercado y del valor del dólar. Empezás a tener una proyección sobre las cadenas de producción que es algo que no pasa, por ejemplo, con la exportación de granos. Un barco se va por lo legal, y cinco no sabemos por dónde. Entonces no tenemos control de precios, ni de impuestos ni de nada. Nosotros intentamos mostrar cómo se pueden hacer las cosas de otra manera”.

El concepto: “En esta propuesta hay volumen y potencial enorme de crecimiento, de llegada a toda la sociedad. Apostamos al acceso a la tierra de más campesinos. No por la reforma agraria sino por créditos, o con tierras del Estado totalmente en desuso que pueden albergar colonias agroecológicas en todo el país y multiplicar la producción”. La soja y la necesidad de dólares van a seguir existiendo, reconoce Suárez: “Pero el modelo de monocultivo, la lógica de arrasarlo todo con transgénicos nos tiene hace 30 años en el mismo lugar. Los intelectuales afines a este gobierno te dicen que hay que aumentar la hectáreas de soja, la minería, todo lo extractivo, porque eso ‘da más inclusión’ (brinda fondos al Estado para reforzar el asistencialismo). Es una lógica que ya vimos que no da resultados. Ahí no hay grieta: estamos en el horno si seguimos profundizando ese modo de pensar”. 

Juan Pablo llama “porotos” a cada uno de los pasos de crecimiento que van dando (cada almacén, cada colonia, cada proyecto): tal vez como los que se juntan durante un partido de truco, o como semillas de lo posible y de lo que no se resigna a estar en el horno.   

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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