CABA
Kndelah. Romper todo

Performer, cantante, bailarinx, Kndelah es inclasificable y hace de eso una bandera: “Hija del siglo 21, generación sin futuro bailando entre los escombros”, canta. Un estilo que no busca agradar sino provocar, y a la vez reivindica al arte. Por María del Carmen Varela.

Caminó hasta el escenario al compás de la caja, como una seguidilla de latidos de corazón para acompañar su paso lento al inicio de una ceremonia.
Se paró ante el micrófono y brotaron las palabras crujientes de poesía, las canciones transmisoras de la rebeldía urgente en una época de estallido y dispersión.
Dijo: “Mi nombre es Kndelah. Esta es una caja chayera porque soy descendiente de diaguita calchaquí”.
Y cantó su tema “Negra”, que dice: “Soy negra de alma, de piel y corazón”.
El teatro, la música, la poesía, la performance, son algunos de los gajos que componen la mixtura artística de Kndelah, cuyo nombre no-real es María Candelaria Spicogna.
Su documento y las enseñanzas de sus veintiocho años de vida revelan que si bien nos ponen un nombre y certifican nuestro género al nacer, también está la chance de elegir que las cosas sean distintas.
Chiquititas & estudiantazo
En la niñez escribía poemas y firmaba KND hasta en las paredes; el reencuentro con ese registro infantil acuñó una nueva identidad. Canta Kndelah en su tema “Surreal”, con una letra que parece escrita en plena pandemia pero data de un año antes del evento que envolvió a todo el planeta con el estigma de un virus nuevo: “Me preguntan si soy rapera o poeta y les digo no hay pureza ni certeza, yo soy hija de mi siglo 21, generación sin futuro bailando entre los escombros esperando el fin del mundo”.
Nació en Córdoba Capital, “como el Potro Rodrigo”, en un barrio de la periferia llamado Villa Azalais. Padre obrero y madre médica, afirma: “Soy ese híbrido entre la clase obrera y la intelectualidad. Mi viejo no terminó la primaria y mi mamá tiene tres títulos”.
Como muchas, empezó escribiendo en su diario íntimo desde los 9 y a los 13 se compró su primer libro de poesía. “La primera que me flasheó fue Alejandra Pizarnik, un clásico”, cuenta. “Después conocí a Vicente Luy, un poeta cordobés, y también a Ioshua. Me gustaba la poesía maldita, Rimbaud, Baudelaire. Siempre me atrajo el lado B de las cosas, de los sótanos, de los marginados. Pero no desde el lugar de ‘ah mirá, los marginados’, sino porque yo siempre me sentí parte de eso. Ya sea por tener un cuerpo gordo y habitar mi existencia desde este lugar sin una femineidad”.
Kndelah creció en una casa donde se escuchaba a Quilapayún, Víctor Jara, Violeta Parra, y se hablaba de política. “Mi tío, militante del ERP, fue preso político. Vengo de la libertad de pensamiento. Yo decía que cada almuerzo era una asamblea, porque mi papá era peronista, mi mamá guevarista, entonces había muchas discusiones. También tengo tres hermanos mayores”.
Con un micrófono y varios cambios de vestuario, organizaba musicales en los que era protagonista y cantaba temas de “Chiquititas”, bajo amenaza de “si alguno se levanta para ir al baño, cuando vuelve, empiezo todo de nuevo”. Su madre detectó el gusto por lo artístico y decidió un cambio de escuela. De una donde era “la freaky, la rara, la distinta, en los recreos me lo pasaba leyendo libros sola”, pasó por otra institución donde tenía danza clásica, folclore y teatro.
Tras encarnar un protagónico a los 17 años en el Teatro de Comedia de Córdoba, ingresó a la facultad para estudiar actuación y formó parte del grupo Musa de octubre. “Éramos un grupo de teatro callejero. Fue lo primero que hice colectivamente. En 2012 hicimos una intervención por el aborto. Viví allá el Estudiantazo cordobés y el asesinato de la Pepa Gaitán, son hechos que me atravesaron”.
En ese contexto cuenta que tuvo dos gratas experiencias: estudiar con Roberto Videla, del “Libre Teatro Libre”, un grupo emblemático de Córdoba, y con Camila Sosa Villada, quien fue su profesora de teatro en el Cine Club Hugo del Carril y elogiaba su hiperlaxitud en el escenario. Cuando le contó que quería irse a Capital Federal a estudiar actuación, Camila le aseguró: “Te vas con la creme de la creme”.
Batalla en la playa
Con el impulso de la fascinación por el under porteño, viajó sin conocer a nadie y alquiló un monoambiente en Congreso con ayuda de sus padres. “Admiraba a Batato Barea, a Alejandro Urdapilleta, a Virus. Tenía una obsesión con lo under, como Cemento, eso que ya no existe y vine a Buenos Aires buscando algún vestigio”.
Comenzó a frecuentar lugares a micrófono abierto, actuó en el centro cultural la Oreja Negra con “la Susy” un personaje inspirado en la estética de Urdapilleta, que cantaba temas de Chavela Vargas, tangos y recitaba poemas. “Por un lado estaba la institución (Kndelah ingresó a la UNA) y por el otro me metía en los sótanos a ver qué pasaba. Caí en un lugar donde aprendí mucho, tanto de lo bueno como de lo malo, El Pacha, o La casita de los chasquidos. Estuve tres años metida ahí y era un lugar donde había mucha poesía, era una casa, alguien te pasaba la dirección, era bien clandestino. Abrías la puerta, había una escalerita y te encontrabas con gente desde las cinco de la tarde hasta las tres de la mañana recitando poesía”.
Cursaba, actuaba, realizaba activismo desde el feminismo, pero le pesaba el estancamiento. “Sentía un rechazo hacia los cuerpos gordos en el ambiente teatral, me cansé de ir a castings y nunca quedaba y dije ¿ahora qué hago? Trabajaba en el under pero no lograba crecer. Siempre tuve la idea de que para hacer música había que estudiar muchísimos años y mucha gente –en su mayoría hombres- me tiraban abajo”.
Pasó algo clave: se fue a Chile con amigues en 2016, a los 23 años y vio a gente rapeando en la playa. Era una batalla de rap: “Y me metí a batallar. Ya había estado jugando en mi casa con el rap con pistas bajadas de internet. Y les gané, era la única mujer. Entonces dije: Yo puedo rapear, y ahí empecé a escribir canciones. También fue parte de una crisis, me pasaron cosas muy fuertes como perder a mi viejo, mi primera ruptura amorosa y escribir canciones fue como empezar a sanar”.
La primera experiencia musical fue “Resakdas” que luego mutó a “Resakdes”, un dúo de rap transfeminista que integraba junto a Carlx Almada. “En ese momento teníamos esa cosa de subir al escenario y romper todo. Mi performance era subirme, sacarme la remera, quedarme en tetas y tenía escrito ‘muerte a las dietas’. Hacíamos rap pero la actitud era punk. Era la previa a la ola feminista y llegamos a tocar en Plaza Congreso en el Festival por la absolución de Higui, tocamos con Bife, con Lola Bhajan, con gente que yo admiro”.
El tema “Vivas” que compuso cuando asesinaron a Micaela García llegó a tres mil reproducciones en cuestión de horas: “Me criticaron siempre por no ser femenina, trataron de bajarme de a poco la autoestima, me regañaron por no depilarme las axilas: nunca fui lo que se espera de una señorita”.
El arte fast food
En esta etapa más conectada con lo musical, el instrumento que recuperó de sus ancestros y adoptó para sus composiciones fue la caja. Sucedió en un momento “en que empiezo a buscar mi raíz, de dónde vengo y por qué tengo esta cara, los ojos rasgados, por qué mi piel es marrón. Mi familia materna es de La Rioja, mi bisabuela nació en una casa de adobe en Vinchina, un pueblito. Era diaguita calchaquí, tejía telar. Mi mamá también es descendiente es pura india. Yo ya soy una mezcla porque mi familia paterna viene de otro lado, pero buscando eso me enteré de que mi bisabuela tocaba la guitarra. Así llegué a la caja y dije: bueno, quiero estudiar con el respeto que se merece este instrumento ancestral”. Lo hizo con Miriam García, discípula de Leda Valladares, figura icónica del folclore argentino.
Con esta información recuperada, irrumpieron las fusiones musicales. “En un momento encontré una similitud entre la copla, el rap, el freestyle: hay un cruce ahí, y dije ¿por qué no rapear con la caja? Pensé: me van a odiar todes. Los que vienen del campo popular: ¿qué hace rapeando con un instrumento ancestral? Y los del rap diciendo: ¿qué es esa caja? Pero mi búsqueda es fusionar lo viejo con lo nuevo. Mezclo beats electrónicos con caja y esa mixtura sudaca es la definición de lo que hago. Antes hacías rock y te morías haciendo rock, ahora no, por suerte. Nadie se da cuenta pero Charly García hizo tres raps, el Rap de las hormigas. Estamos en un momento en que lo viejo no termina de morir y lo nuevo no acaba de nacer. Entonces estamos pariendo lo que aun no nace, lo que se viene”.
Resakdes se disolvió y ahí surgió el proyecto solista: Kndelah. Hizo un video de su tema “Hojas perfumadas” rapeando con una guitarra y luego grabó “Desde adentro” en un estudio en las sierras cordobesas, donde canta: “No quiero imponerte mi forma de pensar, sólo quiero que adviertas que esto lo armó alguien más, te están dirigiendo cómo tenés que vivir, cómo comportarte y también vestir. Nos uniforman como soldados y en sus discursos hablan del cambio, pero si la mayoría despierta, puede que este orden de una vez se subvierta”.
Recibió muchas invitaciones para tocar y sobrevino la prisa por componer más temas. Y de pronto llegó ”Surreal”, donde Kndelah toma herramientas del surrealismo para componer. “Me gusta trabajar con la asociación de la palabra rota, poder romper un poco las canciones, tomo eso del método surrealista y esta canción habla de eso, dice: ‘Prefiero la belleza de la destrucción que la armonía de la forma’. Es un manifiesto que plantea que la realidad no puede ser solamente esto. Hay algo más, algo de esa multiplicidad de sentidos, lo que hay detrás de las cosas, y de cómo si vos ves algo y te detenés a verlo, eso se deforma y se convierte en otra cosa”.
El siguiente tema que compuso es un hit. “Maldita” es pegadizo y entusiasma al público cada vez que lo canta en vivo. Es un homenaje a la poesía maldita. Kndelah está trabajando en su disco Cicatriz que “tiene que ver con mi historia, es una herida abierta y siento que la música me vino a ayudar a cerrar esas heridas”. Otro de los temas es “Hater”, que desde la afirmación “Yo soy disidente. ¿Y qué pasa?”, responde al condicionamiento de que no podía hacer música porque no sabe nada y replica: “Mirá de quién te burlaste”. También habrá una composición sobre la historia del pez koi, que nada contra la corriente y cuando llega a la cima se convierte en dragón. “La idea de ser resiliente, animarse a la diferencia y en algún momento, salen alas”.
¿De qué habla Kndelah? “De lo que me arde. Tengo algo en el pecho y si no lo vuelco en el papel me estalla adentro. Mis canciones nacen de ese grito, de ese vómito poético”.
¿Qué le interesa despertar en el otre? “Quiero abrir, no cerrar. Se da todo muy masticado, es el arte fast food. Démosle a la gente algo que pueda degustar, no le demos música procesada. Me interesa que haya un poco de metáfora. No estamos en los setenta, no somos Charly escribiendo ‘Dinosaurios’, pero me parece que el arte no puede ser lineal. Hay que aprovechar este momento para decir otras cosas”.
¿Qué otras cosas? “Yo creo que el futuro es sin géneros. Es andrógino. Es no binarie. Es queer. Y lo nuevo es romper las estructuras clásicas, en todo sentido. Lo nuevo es ese híbrido y creo que mi generación va a patear todo. Me preocupa que mi generación esté muy interesada en agradar. El arte nunca buscó agradar. Yo no busco agradarle a la gente, busco provocar algo”.
¿Cómo es el arte del futuro? “Un piedrazo en el espejo. Nosotres tenemos que tirar los piedrazos para romper lo viejo y poner los primeros ladrillitos. Que colapse ese viejo mundo, esa vieja moral. Tomemos lo que sirve y destruyamos todo lo que no nos gusta”.
Kndelah acaricia los secretos del rumor sagrado de la caja y sostiene en su rap el primer beat que parió en cuarenta horas.
El viento fresco de lo por venir le pega en el rostro y re-inventa con la contundencia de la palabra los mundos conocidos, los de pasillos subterráneos florecidos de poesía y los paisajes grises surcados por las tramas del cemento.
Cuando canta, detona la chispa y el aire se hace eco de lo que arde en su pecho.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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