Mu159
Monte adentro. Seis años sin Katherine Moscoso
A seis años del femicidio de Katherine Moscoso, 17 años, aun no hay ni un imputado. La familia denunció a más de 21 personas entre fiscales, comisarios y particulares como parte de una red de encubrimiento. En plena pandemia, su tío hizo una caminata de 600 kilómetros hasta la Casa Rosada, pero no lo dejaron entrar a la Ciudad porque no tenía permiso de circulación. El caso sigue vivo por la actitud de la familia, interpelando la máquina femicida. Por Lucas Pedulla.
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El mueble es una repisa transformada en santuario.
Marta Mesa detiene el mate, se para, acomoda las fotos, los carteles y corre las cortinas para que entre el sol a esta casa del monoblock número 9 en el barrio FONAVI –como se denomina a los barrios construidos bajo el Fondo Nacional de Viviendas– en el municipio bonaerense de Monte Hermoso, un pueblo de 8.000 habitantes, con picos en temporada de 100 mil personas en sus balnearios, a 89 km de Bahía Blanca, a 657 de la ciudad de Buenos Aires, y con un femicidio impune hace seis años.
Su nieta, Katherine Moscoso, fue enterrada viva en un médano a dos cuadras de esta misma casa: su cuerpo apareció el 23 de mayo de 2015, luego de una semana de búsqueda.
Marta acomoda las fotos del santuario, como cada día desde entonces. Al lado está su sobrino, Ezequiel Moscoso, tío de la joven de 17 años, y ambos son los principales motores que no descansan un minuto en su pedido de justicia.
Afuera de la casa, un mural recuerda a Katherine con auriculares y sentada en una hamaca, como le gustaba pasar las tardes en la plaza de Monte.
Y con esa mirada, la misma que desde las fotos, carteles y banderas, interpela los resquicios de la máquina femicida.
Así, desde esa hamaca, hace seis años.
Enterrada viva
Katherine Moscoso desapareció el 17 de mayo de 2015. La noche anterior había avisado que iba a quedarse a dormir a la casa de su amiga Daiana, a pocas cuadras de su hogar, pero se fue a bailar al boliche Arenas, en el centro del pueblo, propiedad de Martín Fernández, hermano del entonces intendente y actual concejal Marcos Fernández.
Cuando Marta fue a buscarla a la casa de la amiga, se enteró de que su nieta había salido y no había regresado. Su familia comenzó la búsqueda, pero en la comisaría no le quisieron tomar la denuncia: le dijeron que tenían que esperar 72 horas.
“Ella tenía un leve retraso madurativo e iba a una escuela especial. Era una nena muy inocente, no tenía maldad”, dice María Marta, su tía.
“Si ella decía que se quedaba en la plaza, la podía dejar sola que a las dos horas iba y estaba en la plaza”, agrega su abuela Marta, que crió a Katherine y a su media hermana Macarena tras el abandono de su mamá. Durante mucho tiempo Katherine llamó “papá” a su abuelo. Su verdadero padre nunca la reconoció.
Ese núcleo familiar –abuela, tío y tía– movió todo Monte Hermoso en la búsqueda. “Es un pueblo de 8.000 habitantes pero de extensiones grandes. Juro por lo que quieras que no nos quedó sitio por recorrer”.
Cada día se involucraban más vecinxs. Todas las noches se juntaban en la plaza principal o en la comisaría, donde escuchaban las novedades de la jornada, para luego volver a los rastrillajes comunitarios. “Para el miércoles ya no quedaban lugares donde seguir buscando”, dice Ezequiel.
El sábado al mediodía, el fiscal Sebastián Foglia, a cargo de la investigación por “averiguación de paradero”, reveló un dato esperanzador.
“Dijo que el míércoles Kathy se había comunicado por Facebook con una amiga diciendo que no quería volver a Monte, que estaba con su novio en Neuquén, y mandaba saludos”.
Foglia viajó a Monte al mando del comité de crisis del Ministerio de Seguridad bonaerense y declaró a medios locales: “Creemos que en Monte Hermoso no está: el balneario fue dado vuelta”. Pero también subrayó un detalle que para la familia cobraría un significado crucial: “También creemos que esto no tiene nada que ver con la nocturnidad”.
Pero ese mismo sábado a la noche el cuerpo sin vida de Katherine apareció semienterrado en un médano de un baldío a dos cuadras de su casa. María Marta había rastrillado ese mismo lugar dos días atrás: “Yo pasé caminando por ahí. Te puedo asegurar que estuve parada en ese mismo lugar y no estaba”.
Ezequiel agrega: “El cuerpo fue plantado”. La autopsia reveló que la joven tenía golpes en el cráneo, pero no fueron la causa de la muerte. Ezequiel: “Katherine fue enterrada viva”.
La bomba explotó. “Se desató una pueblada”, dice Ezequiel. Esa noche ardieron la Municipalidad, el Centro Cívico, la fiscalía, la comisaría y la casa del entonces secretario de Seguridad de Monte Hermoso, Ricardo Triches, un ex comisario y ex Jefe Departamental de Mar del Plata que había sido exonerado por encubrimiento en la violación y el femicidio de Natalia Mellman, en 2001, en Miramar.
Esa noche también fue asesinado a golpes Juan Carlos Canini González, un jubilado acusado en el barrio de proxeneta y que fue implicado por rumores en el crimen. “Todo pasó adelante de los ojos de los policías que debían cuidarlo”, dice Ezequiel.
A seis años de esos hechos, el mapa de impunidad queda claro: hubo cuatro condenas por los incendios; siete condenas por el linchamiento; no hay ni un imputado por el femicidio.
La máquina fiscal
En la edición 154 de MU (Ni una más), la escritora y periodista Claudia Acuña habla de “femicidios territoriales” para ubicar a los crímenes que se producen en un marco de impunidad institucional, con la policía y el Poder Judicial en un lugar central. Ezequiel lo sabe desde hace seis años: “Hace un año, cuando hablamos con el Procurador general, pudimos ver la causa completa. No nos dejaban ver los legajos reservados. Tuvimos que hacer de investigadores: con Leandro Aparicio, nuestro abogado, llevamos 70 personas a declarar. Lo que vimos era terrible: las declaraciones de los patovicas, las contradicciones, el relato de los policías, las escuchas telefónicas”.
En abril de 2020, Ezequiel y Marta presentaron una denuncia de 326 páginas en la que acusan a 21 personas –entre fiscales, instructores judiciales, comisarios, bomberos y particulares– por su participación en el encubrimiento y en el desvío de la investigación. También acusan formalmente a otras cinco por su participación en el crimen: el dueño del boliche Martín Fernández, los patovicas Martín Iribarra, Pedro Rupell y David Kun Kun Tello, y Sergio Sánchez, propietario de una camioneta en la que se encontró ADN de Katherine. El vehículo fue “incendiado intencionalmente”, denuncia la familia, en la quema de la Comisaría de Monte Hermoso, el día de la pueblada.
La familia expresó: “La hipótesis de la querella es que Katherine Moscoso fue asesinada por personas vinculadas al poder político de Monte Hermoso, y que tuvieron la posibilidad de encubrir el crimen, direccionar la investigación por medio de la policía de Monte Hermoso en los primeros tres días, direccionar y encubrir a los verdaderos culpables los días posteriores a través de la Policía Departamental (DDI), borrar la mayoría de las pruebas que pudieran incriminarlos, incluyendo para ello, la planificación de un linchamiento a una persona a quien previamente se sindicó intencionalmente como sospechoso, y al unísono incendiar la Comisaría y distintos lugares públicos, y por sobre todo aquellos donde se encontraban imágenes que pudieran comprometerlos”.
La familia tuvo que diferenciar la conducta de distintos fiscales encargados de una investigación crucial:
- El primer fiscal fue Sebastián Foglia. Intervino siete días, desde la desaparición el 16 de mayo hasta la aparición del cuerpo, el 23 de mayo. Además de su accionar y de sus dichos, la familia también lo denunció por desviar la investigación en el momento clave de la búsqueda.
- El segundo fue Christian Long, fiscal natural de la causa. Es el único funcionario judicial que la familia no denunció. Long remarcó a la fiscalía general de Bahía Blanca que “se ha intentado desde el ámbito policial” (mencionando en particular a los comisarios Gustavo Maldonado y Luis Corbi) “desalentar y obstaculizar” el avance de la investigación. Y concluyó: “Del legajo reservado de la misma surgen claros indicios del personal policial en connivencia con personas del ámbito político participando de actividades vinculadas con la droga y otros hechos delictivos”. Long siguió hasta el 29 de diciembre de 2015, cuando se tomó licencia por enfermedad.
- El tercero fue Mauricio del Cero, que orientó su hipótesis a acusar a la amiga de Katherine Daiana Sánchez, una joven con retraso madurativo. La familia siempre desestimó esa versión: “Daiana no tiene la capacidad para matar a Katherine, lavar su cuerpo, esconderla, hacerla aparecer, organizar y planificar el homicidio de ‘Canini’ y los distintos incedios que ocurrieron para lograr la impunidad”. Ezequiel lo denunció por encubrir a los policías acusados: “Tuvimos que juntar 4.000 firmas pidiendo su apartamiento. Pero terminó diciendo lo mismo que el fiscal Long”. En efecto, Del Cero postula como hipótesis predominante “la participación en el crimen por parte de Martín Esteban Fernández, uno de los dueños del boliche Arenas, así como del personal de custodia o de seguridad nocturna de dicho local (…), así como la intervención o auxilio prestado a tales personas para el posterior encubrimiento en el que, probablemente, tuvieron participación funcionarios públicos en connivencia con otros sujetos del entorno municipal y político de Monte Hermoso”. Dejó la causa el 20 de febrero de 2018, cuando pasó a la Fiscalía de Estupefacientes.
- El cuarto y actual es Jorge Viego, quien hasta ese momento se desempeñaba en la Fiscalía de Estupefacientes, cargo que fue a ocupar el fiscal Del Cero. “Es el último encargado de mantener la impunidad de los reales autores del homicidio de Katherine”, denunció Ezequiel. Viego encaminó la investigación exclusivamente a Josué Fernández, el nieto de “Canini”. Ezequiel: “Todo lo que dijo Long y todas las denuncias que termina presentando Del Cero, a Viego no le importan. Hay filmaciones que muestran que Viego estuvo apretando a menores de edad para que digan que fue Josué. El chico tenía una novia en Misiones y cada vez que la policía lo encontraba haciendo dedo en la ruta lo levantaba y lo recagaba a palos. Lo hostigaban muchísimo. Después, pasó lo que pasó”. El 8 de octubre de 2018, a Josué lo encontraron ahorcado en la casa donde habían linchado a su abuelo tres años atrás. Tenía 21 años.
La larga marcha
En junio del año pasado, y en medio de las restricciones de circulación por la pandemia, Ezequiel tomó una decisión: caminar desde Monte Hermoso hasta la Casa Rosada (634 km) para pedir una audiencia con el Presidente Alberto Fernández.
Lo acompañó un amigo. En una semana caminaron 447 km hasta llegar a Las Flores. Allí hicieron dedo, pero quedaron varados en Ezeiza. “No teníamos los permisos de circulación. No teníamos forma de entrar a la ciudad de Buenos Aires. Nos quedamos por San Miguel del Monte y solo logramos hablar con gente de la cúpula de Sergio Berni, en el Ministerio de Seguridad de la provincia. Fuimos a La Plata”.
Berni no estaba. “Había una señora en su lugar. Pero fue lo mismo de siempre, a lo largo de todos estos años: nadie te da bola. Nadie quiere investigar. Porque saben que si investigan van a llegar a la droga. En las escuchas telefónicas que denunciamos salen los policías diciendo cómo entran la droga a Monte Hermoso. Si hubiese sido yo o cualquier perejil, con el 10 por ciento de las cosas que hay, están en cana”.
Se volvieron a Monte Hermoso.
Ezequiel dice que nada es gratis: “El año pasado me peleé con el intendente y el secretario de Seguridad porque no me dejaban salir de Monte, y me llegó una denuncia por abuso, en un momento en el que yo ni estaba en Monte, estaba con mi hija. Quieren que no tenga credibilidad”.
Así de turbia es la realidad para la familia, desde hace seis años.
La abuela Marta se levanta de la mesa para buscar la bandera que llevan a las movilizaciones.
La acomoda junto al santuario, y dice: “No le encuentro justificación a que escondan el asesino de Kathy. He pasado cosas, pero nunca algo así. Quisiera que se sepa la verdad antes de que yo me vaya para arriba. Es un dolor muy intenso. Solo quiero justicia”.
Marta se pone otra vez de pie y mira, como desde hace seis años, el santuario intacto que recuerda y reclama: ¿qué pasó con Katherine Moscoso?
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