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La ley de la trata

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La flamante Ley de Trata se estrenó en un prostíbulo de la cordobesa localidad de Morteros. Esta nota cuenta ese procedimiento desde varios puntos de vista. El de la fiscal, que se quedó con las manos vacías. El de la funcionaria del Inadi, que supuestamente tenía que proteger y obtener la colaboración de las víctimas. Y el de dos mujeres dominicanas, allí explotadas. El resultado quizá sirva para reflexionar sobre la brutal distancia que sigue existiendo entre la letra de la ley y lo que dicta la calle. Qué consecuencias tiene accionar el sistema judicial y no el social. Cuál es el abismo entre los discursos de las instituciones y sus prácticas. La escribimos, también, con voluntad de debatir las campañas que dictan las y los burócratas de género.

A la una y cuarto de la mañana del sábado 22 de junio la fiscal de instrucción Bettina Croppi tuvo el extraño privilegio de estrenar una ley. Se lo digo con ironía y ella deja escapar un suspiro, impotente.
–Y sí… Me tocó a mí.
Un brevísimo silencio deja en claro la densidad del símbolo. Como si ya no quedaran más palabras o no hicieran falta. Acaba de leerme el expediente, citar los artículos de la ley, detallarme el procedimiento y analizar los hechos. Al escucharla, queda claro que puso en juego algo más que un trámite judicial y que ese suspiro y ese breve silencio lo confiesan. Las mujeres que la vieron entrar al prostíbulo esa madrugada me lo confirman:
Parecía una buena mujer.
¿Por qué?
Porque era la única que cuando hablaba te miraba a los ojos.
 
La ley que condena el delito de “trata de personas” lleva el número 26.364 y fue sancionada el 9 de abril, promulgada el 29 y publicada en el Boletín Oficial el 30. Fue el resultado de una fuerte presión que se ejerció hacia el poder político desde diferentes y muy diversos frentes. Por un lado, el gobierno de Estados Unidos, cuyo interés en el tema fue y sigue siendo tan notorio, como oscuros son sus objetivos. Su aliada civil es la organización que recibe su financiación para convertir ese objetivo misterioso en campaña: la oim (Organización Internacional para las Migraciones). Por el otro, el diverso universo de movimientos y personas que conforman una red informal, pero persistente, sostenida con la fuerza y convicción del feminismo y los derechos humanos y aprovechado con subsidiado fervor por las oenegés. El resultado fue único: por primera vez el tema de la explotación sexual se impuso en la agenda de los medios con una gramática tan precisa que debería dar miedo. Diarios, revistas, radios y tevé comenzaron a dictar cátedra sobre “la trata”. Es lógico que, entonces, “la trata” se convirtiera en ley. Pero, ¿qué ley?
 
 
Artículo 1º
 
La presente ley tiene por objeto implementar medidas destinadas a prevenir y sancionar la trata de personas, asistir y proteger a sus víctimas.
 
Ubiquémonos: Morteros es una ciudad cordobesa y sojera, enclavada en el noreste de la provincia. Tiene cerca de 20.000 habitantes y un asiento estratégico: la separan apenas 155 kilómetros de la capital de Santa Fe. No estamos hablando entonces de un pueblito, aunque sí de una miserable wiskería ubicada en la ruta provincial Nº 1. Su nombre no admite más metáforas: Resistiré.
Hasta allí llegó la fiscal aquella madrugada, impulsada por una denuncia anónima que le aportó un dato: en ese burdel explotaban a una adolescente. Cuando la fiscal irrumpió con la policía, en el local había unos treinta hombres, seis dominicanas y tres argentinas, dos de ellas en plena faena con sus “clientes”.
Naty y Paula son dos de las mujeres dominicanas que vieron entrar esa madrugada a la fiscal.
La policía gritó: contra la pared. Y así nos quedamos, mirando de reojo el operativo. La fiscal se puso a hablar con la chica más joven. Seguro buscaba a la que llamaban Sofía y tiene un niño bastante grande por lo que pude ver en la foto que tiene en el celular, a pesar de que ella cumplió 16 años. A ella la trajo ahí el marido, obligada.
¿No podía irse?
¡Ni sabía!
¿Qué no sabía?
Nada. Era un carajito, bonita y tonta. Estaba con él desde los 13. Él pasaba a cobrar todas la semanas la plata que ella hacía.
¿No tenía familia?
La madre. Trabajaban juntas.
Y esa madrugada, ¿dónde estaba Sofía?
Nosotras creíamos que estaba con un cliente y pensamos: justito. Pero después no la vimos.
 
Paula llegó al país el 6 de mayo. Naty ya lleva un año “en las provincias”. Para ella, lugares tan diversos como la bonaerense San Martín o la santiagueña Selva son “provincias” porque, en realidad, nunca sabe dónde está. Su único punto de referencia es su Dominicana natal, un país de apenas 48 mil kilómetros cuadrados dividido en 31 provincias: cualquier ciudad es allí una provincia. Naty dirá entonces que llegó a la provincia de Morteros junto a Paula, veinte días antes del operativo. El dato es clave para entender cómo asimilaron desde el primer momento la intervención judicial: ninguna de las dos había recibido el dinero prometido por esos 20 días soportados entre las cuatros paredes de Resistiré. Naty informa las cuentas: “A mí me debían 4.720 pesos y a ella, 2.900”. De todas las cosas por las que tenían que preocuparse aquella madrugada, ésa era la única que realmente les importaba. “Es plata que nosotras tenemos que mandar a nuestras familias, para pagar las deudas”, dirá Naty. “Allá dejé tres hijos. Si no pago, ¿qué les pasa?”, pregunta Paula.
Ubicados ya en la cabeza de estas mujeres, por una vez al menos miremos a través de sus ojos cómo se ve la ley:
La policía entró al cuarto donde dormíamos y revolvió todo. Nos rompió las valijas, nos sacaron los documentos, el celular, todo. Así, tal como estábamos, nos subieron a un auto y sentadas una arriba de la otra, nos llevaron a la comisaría de San Francisco (77 kilómetros). De ahí, nos llevaron al departamento de policía de Córdoba (280 kilómetros). Nos dejaron en el patio, a la intemperie… No sé si de los nervios o del frío, empecé a vomitar. Recién a las 10 de la mañana nos llevaron al hotel El Sol. Ahí nos estaban esperando.
¿Quiénes?
Una mujer de la oim y otra del Inadi.
 
 
Artículo 2º
 
Se entiende por trata de mayores la captación, el transporte y/o traslado –ya sea dentro del país, desde o hacia el exterior–, la acogida o la recepción de personas mayores de 18 años de edad, con fines de explotación, cuando mediare engaño, fraude, violencia, amenaza o cualquier medio de intimidación o coerción, abuso de autoridad o de una situación de vulnerabilidad, concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre la víctima, aun cuando existiere asentimiento de ésta.
 
La fiscal me lee el artículo, poniendo especial énfasis en dos frases: “trata de mayores” y “transporte y/o traslado”. Me explica que por eso tuvo que separar las actuaciones en dos partes. Por un lado, las argentinas. Por el otro, las dominicanas. En el caso de las locales, aplicó la ley 12.331, genéricamente llamada “de profilaxis”, cuya pena sólo prevé la aplicación de multas. En el caso de las dominicanas consideró que podía tratarse de un delito de trata y con ese acto dio por inaugurada la ley, en la que debe intervenir un tribunal federal. Ésa es la explicación formal del traslado que narran Naty y Paula.
A la hora de enfrentarse con esa realidad, ¿considera que contó con las herramientas legales suficientes?
La verdad es que las herramientas legales pueden ser suficientes, pero si no se implementa mejor la cuestión operativa con respecto a las víctimas, cualquiera sea la letra de la ley, fracasa. La herramienta legal, concretamente, me sirvió para hacer el operativo. El problema vino después.
¿A qué se refiere?
A algo muy simple: tiene que haber un sistema oficial que prevea un lugar para albergar a las víctimas. Yo esa madrugada me la pasé preguntándome como una loca ¿a dónde llevo a estas chicas? Y que no tuviese una respuesta en tiempo y forma tuvo sus consecuencias.
¿Encontró a la menor que buscaba?
Las mujeres que identifiqué era todas mayores.
Incluso las argentinas…
Déjeme ver el expediente: las argentinas tenían 34, 25 y 18 años. Todas eran solteras.
¿Alguna tenía hijos?
Yo no les puedo preguntar nada más que el nombre, la edad y el número de documento, porque no están imputadas: son testigos.
Pero son víctimas…
¿De qué delito? No de trata. Para que exista delito de trata la ley dice que debe haber traslado de personas con fines de explotación. Y estas tres chicas eran de la zona. Distinto es el caso de las dominicanas y por eso di intervención a la justicia federal.
¿Qué pasó con los prostituyentes?
Son considerados testigos. Y en ese caso la única sanción que se llevaron fue la de sentir mucha vergüenza.
¿Eran camioneros?
No. La mayoría era gente de acá, de la zona.
 
 
Artículo 4º
A los efectos de la presente ley, existe explotación:

  1. c) Cuando se promoviere, facilitare, desarrollare o se obtuviere provecho de cualquier forma de comercio sexual;

 
 
La vida en un prostíbulo es cara. Naty y Paula me cuentan que por cada comida –cada almuerzo y cada cena– tenían que pagar 17 pesos con cincuenta centavos. Cada día, ellas debían turnarse para hacer esa comida, así como para limpiar, tanto las habitaciones como el local. Lo peor –me dicen– eran las multas. “Te multaban si salías sola al locutorio o si discutías con la preferida del dueño o si no hacías a gusto de él la limpieza. Y las multas eran lo más caro: la menor era de 100 pesos y la más grande de 500”. Quinientos, justamente, fue lo que les descontaron el día que se escaparon para ir al casino. “Los empleados y la policía del casino eran nuestros clientes y siempre nos hablaban de lo lindo que se la pasaba ahí. Una tarde, aprovechamos que no estaba el dueño y nos escapamos. No nos dejaron pasar a la sala de juego, por eso del derecho…”
¿Qué derecho?
De que tienen derecho a dejarte pasar o no. Nos quedamos entonces en la confitería, pero como ahí no hay baño, cuando necesité ir el empleado me indicó uno que estaba afuera. Ahí el policía nos empezó a gritar y llamó al patrullero. La cuestión es que terminamos detenidas y el dueño tuvo que ir a sacarnos. Nos dijo que tuvo que pagar 1.000 pesos y que por eso nos multaba con 500 a cada una: para recuperar ese dinero.
 
Las multas se descuentan de lo que ellas producen en el local. “Ahí vamos todo al 50 por ciento”. Es decir, de cada trago o cada “pase” (palabra que en la jerga prostibular alude al sexo pago) ellas reciben la mitad. El “cliente” entrega el dinero al encargado del lugar y ellas van anotando en una libreta lo que van acumulando. Lo pactado es que ese dinero se les entrega semanalmente, pero en el caso de Resistiré la liquidación se fue demorando hasta convertirse en eso que ellas llaman “la deuda” y que esa misma madrugada del operativo le reclamaron a Mansilla, el encargado. “La fiscal me acompañó a reclamar, porque me vio desesperada, pero Mansilla me dijo que no podía hacer nada. Y yo entendí al pobre hombre: si se lo llevaban esposado. Antes de subir al auto, la fiscal me dio su teléfono y me dijo que la llamara si la necesitaba. La verdad es que nos trató bien, pero con ella pudimos hablar poco y nada”.
Les pregunto si le hubiesen contado algo a la fiscal. “Es difícil hablar porque nosotras no entendemos. No sabemos qué parte de lo que estamos haciendo está mal”.
¿En qué sentido decís “qué parte”?
En el sentido de defendernos. Por un lado, hacen estos procedimientos como si lo que pasara fuera clandestino, estuviera mal, prohibido. Y por el otro, todo los viernes vamos al hospital y nos hacen los exámenes para que el médico nos firme la tarjeta y podamos trabajar en regla.
¿Qué tarjeta?
La sanitaria. Nosotros tenemos que pagarla: 68 pesos. Y 17 más por año. Si un análisis te sale mal, el médico no la firma y no podés trabajar. La tarjeta es oficial y el hospital es…
¿Público?
Así es. Entonces, a mí me gustaría que alguien me explique esto. Me explique mis derechos.
 
 
Artículo 6º
 
Las víctimas de la trata de personas tienen derecho a:

  1. a) Recibir información sobre sus derechos en un idioma que comprendan, y en forma accesible a su edad y madurez;
  2. b) Recibir alojamiento apropiado, manutención, alimentación suficiente e higiene personal adecuada;
  3. c) Contar con asistencia psicológica, médica y jurídica gratuitas;
  4. d) Prestar testimonio en condiciones especiales de protección y cuidado;
  5. e) La protección frente a toda posible represalia contra su persona o su familia, pudiéndose incorporar al programa nacional de protección de testigos
  6. f) La adopción de las medidas necesarias para garantizar su integridad física y psicológica;
  7. g) Ser informadas del estado de las actuaciones, de las medidas adoptadas y de la evolución del proceso;
  8. h) Ser oídas en todas las etapas del proceso;
  9. i) La protección de su identidad e intimidad;
  10. j) Permanecer en el país, de conformidad con la legislación vigente, y a recibir la documentación o constancia que acredite tal circunstancia.

 
 
Ubiquémonos: las seis mujeres dominicanas ya están en el hotel El Sol. En una habitación, conversan con una mujer que les ofrece comida. Acaban de llegar y todavía se están acomodando cuando suena el teléfono: desde la recepción avisan que un hombre pregunta por las chicas dominicanas. “La mujer se asustó, mal. No sé qué pensó, pero por teléfono y a los gritos pidió protección policial urgente. Estaba pálida, nerviosa. Decía algo sobre la mafia. En pocos minutos, la policía rodeó el hotel. No te exagero: eran más de 70. Parecía una película. Al final, nos dijeron que el hombre era un abogado. Pero fue tanto el revuelo que armó la policía que nos echaron del hotel. Nos tuvimos que ir a otro, con custodia policial. Y así la pasamos durante cuatro días, con esta mujer haciéndonos preguntas y preguntas. Llenó más de veinte planillas, nos la hizo firmar a todas y nos largó sin un peso ni para el pasaje. Nosotras no sabíamos ni dónde estábamos.
¿Quién era la mujer?
Se llamaba Adriana.
¿Y qué les preguntaba?
Nos preguntó si queríamos un ginecólogo y dijimos: no. Si queríamos un psicólogo y dijimos: no. Si queríamos charlar con alguien de su organización y dijimos: no. Si queríamos volver a nuestro país y dijimos: no. A todo le decíamos que no.
¿Por qué?
Al principio, un poco por desconfianza, pero más porque preguntamos qué pasaba con la causa y nos dijeron que se habían llevado detenido a Mansilla, el encargado del local y a Negra, la señora que era nuestra encargada. Era muy buena con nosotras esa señora. A mí me daba lástima perjudicarla, porque ella no era la responsable. Me parecía una injusticia que ella estuviera pasando cárcel y el dueño local estuviera suelto.
¿Y quién era el dueño?
Lo llaman Jorgito Machado, pero creo que el local lo tenía a nombre de su mujer, Juana. Él tiene también otro boliche en Selva, pero como ahí se ve que le avisaron del procedimiento, cuando llegó la justicia las chicas ya no estaban. Nada de eso le dijimos a Adriana.
¿Por qué?
Porque yo no soy, como se dice acá, boluda. Yo estudié cuatro semestres de Derecho y sé muy bien a qué me pueden obligar y a qué no. Lo primero que le dije a Adriana fue eso: “No me pueden obligar a lo que yo no quiero”. Y ella se sorprendió. Me dijo: “Pero vos sabés defenderte muy bien”. No me gustó ni lo que dijo ni cómo me lo dijo.
¿Por qué?
Porque además de saber Derecho, sé leer los ojos.
¿Y qué leíste en los ojos de Adriana?
Que me estaba hablando mentiras. No creo que de verdad nos quisiera ayudar. Ella quería que agarrásemos un pasaje para volver a Dominicana, pero yo llegué hace menos de un mes: ¿cómo voy a volver si todavía tengo que pagar la deuda del viaje? Se lo digo y me contesta: “Agarralo, si igual te vas a tener que volver”. Y eso no es verdad: nadie me puede obligar a volver si yo no quiero.
Quizás interpretaste mal y obligarte no era la intención de ese ofrecimiento…
Puede ser, porque la verdad es que empecé a tomarme todo para el peor lado cuando Adriana nos preguntó si queríamos confesarnos y trajo a un cura.
¿Un sacerdote?
Sí, un cura que ni sabía persignarse, con el pantalón todo apretadito, de unos cuarenta y pico de años. Apenas lo vi me dije: es un policía. Y a partir de ahí cualquier cosa que hiciera o dijera Adriana me daba desconfianza.
 
Adriana Domínguez es la responsable del Inadi en Córdoba y éstas son las explicaciones que no dio sobre su actuación en el estreno de la ley de trata: “La fiscal nos avisó unos días antes del allanamiento, pero la misma noche del procedimiento, como había seis jóvenes dominicanas, nos pidió que nos encargáramos de la asistencia. Las llevamos a Córdoba, a un hotel, y estuvimos a cargo de ellas desde el día sábado hasta el martes, cuando les tomaron declaración y pudieron regresar todas a Buenos Aires”.
¿En qué situación quedaron las chicas?
Ninguna está imputada. Es más: ninguna quiso declarar en contra de los tratantes. Tampoco aceptaron la ayuda de la oim. Nosotros trabajamos en forma conjunta con ese organismo.
¿Esto qué significa?
En este caso, la ayuda que brindó oim fue el pago del hotel por razones de seguridad, debido a que los tratantes estaban presos. También ropa, alimentos y medicamentos, porque una de ellas estaba enferma. Toda esa asistencia, los cuatro días, la hizo oim.
¿El procedimiento se realizó porque pensaron que había una menor?
Pensamos que había una menor, pero se revisaron los papeles y se demostró que no: tenía 21 años y los cumplió en el mes de marzo. Esta chica era la que más defendía al dueño porque, en realidad, es la pareja.
¿Bajo qué figura actúan el Inadi y la OIM?
Nosotros tenemos un convenio a través del 0800 donde cualquier persona puede denunciar anónimamente y de forma gratuita. A partir de allí, damos intervención a la justicia.
 
La fiscal cree que me anticipa el final de esta historia: los dos detenidos de la causa ya están libres y el local podrá reabrir en tanto pague las multas. “Ahora es el municipio el que puede hacer algo porque la habilitación del local no es para una casa de tolerancia”. Realmente lamento aceptar hasta qué punto está en lo cierto al usar esas palabras.
Repito para ubicarnos: casa de tolerancia.
Acabo de hablar con Naty. Llamó para despedirse porque está viajando “a la provincia de Comodoro”. De Paula, en cambio, no sé nada.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Actualidad

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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