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La peor de todas

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El paco y el debate sobre la despenalización del uso de drogas. Esta nota es nuestra modesta respuesta a un pedido concreto: mujeres que luchan por salvar a sus hijos del paco nos solicitaron información. Querían saber a dónde recurrir, pero también tener material para pensar sobre el tema. Recogimos, entonces, algunas experiencias y miradas, con la esperanza de que sean útiles para la reflexión. Quién consume, quién vende y qué actores influyen en el territorio desde el cual se soporta cotidianamente esta batalla. Cómo se escucha el debate sobre la despenalización de drogas en ese contexto. ¿Sirve o no obligar a alguien a hacer un tratamiento?

La peor de todas

Cada madre escribe en los globos de color celeste o blanco con un marcador negro. Algunas ponen el nombre de sus hijos junto a lo que desean: que dejen de tomar, que se internen, que salgan la droga. Lo escriben así: que salgan. La droga es representada como una caverna oscura, un lugar al que se ingresa y del que es necesario escapar. Alguien da la señal, las madres sueltan los hilos y el viento se lleva los globos y los deseos. Estamos en un descampado a la orilla de la 1.11.14, la villa del Bajo Flores. Cuando los globos se pierden en la geografía del barrio, se cierra la jornada sobre adicciones que organizaron las Madres al rescate, en la que hubo de todo: talleres de prevención, reparto de folletos, pintada de murales y discursos de todo calibre. Silvana, una de las organizadoras, explica que la idea fue generar un primer acercamiento entre todos los que trabajan sobre el tema: centros de día, comunidades terapéuticas, grupos de madres, la radio del barrio, representantes de la Secretaría de Niñez y hasta un pastor evangelista dijeron lo suyo. Las madres, cuando tienen que salvar a sus hijos, recurren a todo lo que hay a mano. Y si algo quedó claro de la jornada, es que la oferta de soluciones es variada, pero también que toda iniciativa sobre drogas está cruzada por el debate sobre la despenalización o no de la tenencia para consumo personal. Aunque en los discursos nadie –salvo las madres– habló en forma directa del tema, en las conversaciones persona a persona el punto fue casi excluyente.

A favor y en contra
Toda discusión termina por centrarse en la Ley 23.737, que penaliza a quienes sean sorprendidos con tenencia de estupefacientes, aunque sean para el propio consumo. La ley es de 1989 y está basada en creer que los consumidores de drogas son el último eslabón de la cadena del narcotráfico. En su artículo más cuestionado, esta ley dice que la pena “será de un mes a dos años de prisión cuando por su escasa cantidad y demás circunstancias, surgiere inequívocamente que la tenencia es para consumo personal”. En teoría, cuando alguien es sorprendido con cualquier tipo de droga prohibida, la justicia ordena un tratamiento –más allá de que el sorprendido tenga un consumo problemático o no– y de no cumplirse con la terapia, se puede enviar a la cárcel al acusado. En la práctica, muchas de las causas contra consumidores –hubo unas 15.000 en el último año– terminan prescribiendo o en sobreseimientos, pero dejando una mancha en los prontuarios de aquellos que la sufrieron.
Quienes impulsan la despenalización argumentan que, al tratarse de un acto privado que “no afecta ni el orden ni la moral pública”, está garantizado por el artículo 19 de la Constitución. En términos políticos y de salud, sostienen que el prohibicionismo fracasó: no sólo no redujo el consumo de drogas, sino que -al condenar a los usuarios a la clandestinidad- dificulta cualquier tipo de intervención sanitaria. De ese lado se ubican varias oenegés, juristas, profesionales de la salud y hasta el ministro Aníbal Fernández, que terminó de instalar el debate cuando se pronunció a favor de la despenalización. El ministro, hay que aclararlo, no sufrió un ataque súbito de abolicionismo: se ha sumado a una tendencia que recorre varios países –Brasil, España y Uruguay son los ejemplos despenalizadores más citados– y que goza de una simpatía que va desde militancia de izquierda hasta el fallecido Milton Friedman, el padre del neoliberalismo.
Del otro lado, muchas de las madres que luchan contra el consumo del paco –influenciadas por las iglesias evangélicas– levantan su voz para oponerse. Temen que la despenalización signifique que sus hijos puedan seguir drogándose sin freno. Silvana, una de las organizadoras de la jornada en el Bajo Flores, se apura a plantear sus argumentos ni bien escucha la palabra. “Despenalizar –dice– sería correr más el límite todavía. No está mal que encierren a los adictos: si las cárceles funcionaran bien, servirían para rehabilitar a la gente”. Entre los argumentos contra la despenalización, los evangelistas señalan: “La gran mayoría de los hombres y las mujeres no quiere dejar su adicción, aun poniendo a su disposición centros de recuperación de carácter gratuito. ¿Qué pasará si por la despenalización de la tenencia, se le asegura su cuota diaria de consumo? ¿Para qué va a querer dejar?”. Eso se pregunta el Programa Vida, una red de centros de rehabilitación evangelistas que opina que con la despenalización “toda autoridad será aun más denostada por los futuros jóvenes que van sin rumbo a una muerte segura. En cambio nosotros –dicen los evangelistas– sabemos qué hacer: si la ley reconociera a los centros evangelistas como organizaciones no gubernamentales con base de fe”. Así tendrían vía libre para “transformar vidas mediante el Espíritu Santo”. En otras palabras: recibirían dinero del Estado para suplantar a las drogas con la creencia en dios.

Amor de madre
Lucía no cree en esas cosas. Ella se acerca a cuanta actividad encuentre, pero no forma parte de ningún grupo. Participa de la suelta de globos como espectadora: sus deseos están tan aferrados al piso que quizá sienta que lanzarlos al aire sería traicionarlos. Cuando termina el encuentro, me sumerge en los pasillos de la 1.11.14 y me guía con susurros. “Allá –dice– donde está el tanque negro, vive una amiga de hace muchos años. Es buena gente, pero tiene siete hijos y hace un tiempo se puso a vender paco”. Más adelante un pibe grita. Se mueve como poseído. Tiene medio cuerpo metido en un tacho de basura y cada tanto se asoma con algo. “Acá, en la bajada del puente –dice ella– paran algunos fisuras”, como llama a los chicos que consumen paco. Lucía los conoce a todos, casi desde que llegó al barrio, diez años atrás, con cuatro hijos y sin nadie que la ayudara. Es una mujer menuda, de 54 años, pero habla igual que esos jóvenes que se agitan mientras narran sus vidas, como si su discurso estuviese a punto de estallar en un canto tribunero. Lucía es hermosa. Lo es si está en silencio y se le marcan las arrugas en su piel curtida, o cuando se ríe dejando entrever que es una mujer fuerte, capaz de ponerle el cuerpo a sus palabras.
Y lo es, también, cuando cuenta que a sus dos hijos mayores los ayudó a dejar el paco de tanto andarles atrás, con amor y paciencia, utilizando la intuición y la sensibilidad. “Ahora –dice– me queda uno, que no tiene hijos ni pareja, así que es mas difícil. Yo le estoy todo el tiempo atrás, le hablo, le digo que si está más gordo va poder conseguir una novia. Es difícil, porque él a veces se pone violento, Pero como una los quiere a sus hijos, tiene que sacar fuerzas de cualquier parte y ayudarlos”. Unas de las cosas que Lucía hace es anotarse en cada curso, charla o encuentro que hay sobre el tema. Lo hace para ganar argumentos, y después contarle a su hijo las cosas que aprendió. “Cuando él está bien –dice– nos sentamos a tomar mate y le digo qué efectos tiene el paco, qué tóxicos tiene y qué le hace a cada parte del cuerpo. Una de las cosas que aprendí es que no se lo puede obligar a que vaya a un tratamiento. Si me lo llevan y lo encierran por la fuerza, pero él no está convencido, no va a servir de nada”.

Usuarios o adictos
Sin saberlo, Lucía plantea lo mismo que muchos expertos en la materia: que el usuario de drogas no puede ser considerado un objeto, alguien poseído por un demonio y sin voluntad para decidir por si mismo. Silvia Quevedo es psicóloga y socióloga, forma parte de la Fundación Habitar y capacita a profesionales de hospitales y centros de salud. En su opinión, la discusión comienza desde el nombre. “Llamar ‘adicto’ a quién tiene problemas con el uso de sustancias psicoactivas -dice- es ponerlo en un lugar de segregación, en el que se le otorgan poderes demonizantes a las sustancias, y se busca que la solución se centre en dejar de consumir, como si se tratara de una extracción quirúrgica del tóxico, sin que el individuo tenga ningún tipo de responsabilidad”. Quevedo señala que la figura del adicto como desviado social , peligroso, está construida desde el discurso social, carece de cientificidad, se trata más bien de una categoría moral.
Muchas de las personas que tienen problemas con el consumo de drogas, explica Quevedo, “con frecuencia, vienen de circular por instituciones asistenciales, lugares donde los tratamientos se centran en la abstinencia obligatoria, regidos por esta lógica segregativa y uniformizante, para todos por igual, que impone mecanismos disciplinadores a los sujetos y a los cuerpos”. Este tipo de tratamientos por lo general, terminan en fracasos, con los usuarios abandonando o empeorando su situación.
Como alternativa, propone un enfoque desde el psicoanálisis y la reducción de daños. Se trata de considerar al usuario de drogas como un sujeto y que pueda preguntarse por el lugar que ocupa esa relación con las drogas en su vida, en su historia, como efecto de otros problemas que intenta suprimir. “Quien tenga problemas con las drogas tiene que decidir por sí mismo si inicia o no un tratamiento. De nada sirve, por ejemplo, ir a un centro de rehabilitación obligado por la justicia”.
“Tampoco es condición indispensable –explica Quevedo- plantear la abstinencia obligatoria como precondición para iniciar un tratamiento, y no hay que desestimar la posibilidad de que alguien logre cierta regulación en el consumo: reducción de daños puede significar, entre otras cosas, que en determinada etapa se pase de un consumo más peligroso a otro menos peligroso”. Otro de los aspectos clave, explica, es “pensar desde la singularidad del paciente, los espacios de tratamiento posibles individual, grupal, las entrevistas con familiares, interconsulta psiquiátrica, actividades de talleres. No hay un camino lineal y predeterminado para todos por igual, sino que tiene que haber una escucha atenta desde el principio”.
Desde esta perspectiva, la llamada “guerra contra las drogas”, que plantea combatir a las sustancias, es totalmente inútil. Es sólo una forma más de prolongar el oscurantismo, ese negocio tan lucrativo para los mismos de siempre.

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Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

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La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

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También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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