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Campana suena: agrotóxicos en aguas y cuerpos de Pioneros

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Glifosato en el agua y en la gente; pesticidas en campos, escuelas, jardines. Con evidencias científicas que certifican sospechas históricas, vecinas y vecinos del barrio Pioneros, de Campana, se organizaron, lograron una ordenanza y están rompiendo el pacto de silencio que une a productores y políticos. Las preguntas, las incertidumbres, las enfermedades, la niñez. El sueño de una vida alejada de la ciudad y cuál es el objetivo vecinal. La “inquietud” oficial ante la presencia de MU y las no-respuestas de los funcionarios. La voz de un médico y de quienes buscan cambiar el modelo contaminante. Por Francisco Pandolfi.

Campana suena: agrotóxicos en aguas y cuerpos de Pioneros
Con máscara y oso, Vicente, 9 años, alumno de una escuela fumigada. Fotos: Nacho Yuchark

Viernes 4 de junio de 2021. Se enciende la alarma en el partido bonaerense de Campana. Suena. Suena. Y ya no para. Un consultorio. Una pediatra. Una nena de 2 años con todo el cuerpo brotado. Llena de granos. Una madre que vaticina alergia al trigo o al chocolate. Se equivoca. Ni se imagina el proceso que está iniciándose. “Es la reacción a un tóxico. ¿Dónde vivís?”, asevera y pregunta la médica. Al conocer la geografía rodeada de soja, sentencia: “Puede ser glifosato en el agua”.

La cabeza de Verónica Betti explota. No sabe qué hacer. Piensa, repiensa. Y dos días después escribe un mensaje de WhatsApp contando la situación al grupo de vecinas y vecinos de los barrios Pioneros y Jardín de los Pioneros. Ambos están emplazados en zona rural, a 12 km del centro de Campana. En total viven aproximadamente 1.500 personas. Lucía Orlando asimila la información y la gravedad. Ambas toman la posta. Leen y leen a toda hora. Agrotóxicos, venenos, contaminación. Palabras que empiezan a ser cotidianas. Sin buscarlo se convierten en referentes de una lucha que jamás presagiaron.

Cranean los pasos a seguir. Juntan plata para analizar muestras de agua en la Facultad de Agronomía de la UBA, que solo determina la presencia del herbicida glifosato y uno de sus productos degradados: AMPA (ácido aminometilfosfónico). El 24 de junio resuena la segunda alarma. Llegan los resultados: de los seis pozos de los que se extrajo, en todos da positivo de glifosato y cinco en AMPA. Fundan la organización Pioneros por el Agua. La pelea recién comienza.

GLIFOSATO EN EL CUERPO

Mientras, se tejen lazos con otros pueblos fumigados; se hacen dos notas para que los reciba el intendente y exigen información pública sobre las fumigaciones; se hacen rifas y colectas para enviar pruebas de agua y suelo al INTA Balcarce; una decena de vecinos lleva al laboratorio Fares Taie de Mar del Plata muestras de orina. El 7 de septiembre suena la tercera alarma: tres casos positivos con presencia de glifosato en el cuerpo humano. Entre ellos, Carmela, una nena de 4 años recién cumplidos.

“Lo que me pasa a mí lo relativizo. Me da miedo lo que le puede pasar a mi hija porque su sistema inmunológico se formó con glifosato. Nos mudamos acá cuando ella tenía tres meses y todo el líquido que tomó contiene veneno”, descarga Esteban Sánchez, una de las personas con glifosato. Lucía es su pareja y la mamá de Carmela: “Así como están las cosas ni en pedo tendría otro hijo”. Viven a 500 metros del campo fumigado más cercano. Cada verano se brotan y el aire se torna irrespirable. Pensaban que podía ser la alergia. O el estrés. O las flores de los árboles. Pero no.

Carmela tiene pelo corto, rubio y está llena de vitalidad. Lleva un short blanco con dibujos de sandías y una remera gris con un corazón dorado en el pecho. Su casa está repleta de colores. De plantas. De verde esperanza, pese a todo. Corretea descalza sobre el porcelanato simil madera. “Cuando llegaron los primeros resultados estaba comprando el piso que estamos pisando ahora, tras cobrar un crédito Procrear. Pensé en ese momento: ‘¿para qué comprar el piso si nos tenemos que ir ya de acá?’”, rememora Lucía. Agrega su compañero de ruta: “Al enterarme estuve desolado, como si nada tuviera sentido. Vinimos acá para proponerle a Carme una vida de producción y cuidado, no de consumo. Y el agua era la clave en la producción y el cuidado. Ahora, hasta para darle una manzana me pregunto, ‘la lavo o no la lavo’”.

A Carmela, su mamá y su papá le contaron lo que sucede en esta localidad a 80 km al noroeste de la ciudad de Buenos Aires, para que no tome más agua de la canilla. “La otra vez la enganché regando las plantas con agua mineral, ‘y sí, ma, no podemos regar las plantas con veneno’, me dijo”, cuenta ella. “El otro día me preguntó: ‘¿En Córdoba hay veneno también?’, luego de escuchar una conversación. Sí, le respondí, y me tiró: ‘Entonces mami va a tener que ir a hacer las reuniones’. La tiene re clara”, cuenta él.

Esteban luce rastas finas y palabras fuertes: “Se te va un poco a la mierda la filosofía que encaramos para su crianza. Esto nos pateó el tablero y te vas quedando sin alternativa”. Añade: “Pensé en la posibilidad de irnos a vivir a Italia porque tengo la ciudadanía, pero quiero luchar en mi país. Sin embargo, si tu hija está tomando agua envenenada ese deseo se relativiza, porque, ¿qué hago si en un futuro le salen tumores? Es difícil vivir con eso en la cabeza”. La contaminación interior no le hace perder lucidez ni humanidad: “Dejamos de consumir el agua corriente, así que quiero esperar cómo salen los próximos estudios. Pero supongamos que nos mudamos. Acá no pagamos alquiler y si tuviéramos que pagarlo no llegaríamos a fin de mes. Aunque si es por su salud, lo firmo. ¿Pero qué hacemos con esta casa? ¿La alquilo, para yo poder alquilar en otro lado? ¿Permitís que venga una familia al lugar del que vos te estás yendo para no envenenarte? ¿Qué le decís cuando se la alquilás o se la vendés: ‘disfrutala’?”.

La otra víctima con glifosato en orina se llama Jimena Martínez, tiene 37 años, una hija y un hijo recién nacido. Recibe a MU en su casa que comparte con Jorge Llaguno, su marido mexicano. “Tenía mucho miedo de seguir amamantando, así que lo primero fue llamar al pediatra Medardo Ávila, de Médicos de Pueblos Fumigados. Me dijo que no deje de darle la teta, que es lo menos peor; aunque la leche tenga glifosato”. Se toca la nariz y parece recordar las “memorables” fragancias: “Muchos días no se podía respirar. Horrible, fuertísimo. Olor a zorrino muerto, no sabíamos de qué podía ser. Ahora ya sabemos”. Y plantea una serie de preguntas sin respuestas: “¿Con qué nos bañamos? ¿Meto al bebé en la bañera? Teníamos plantas de tomate y murieron de repente. ¿Sigo haciendo la huerta? ¿Con el agua contaminada? ¿Cuál es la salida?”.

El bebé se llama Fidel y hace una semana tiene un hongo en la papada. “Estoy desesperada porque no mejora”, confiesa Jimena. Y complementa Jorge: “Es una incertidumbre total. No sabemos cuándo nos podemos enfermar. Sabíamos lo que hace el modelo extractivista, también de la existencia de pueblos fumigados, pero no habíamos hecho el clic que sí hicimos ahora”.

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Lucía Orlando y su pareja Esteban Sánchez (positivo de glifosato en orina). Su hija Carmela, 4 años, también tiene glifosato en el cuerpo. Mural en Jardín de Pioneros, realizado en septiembre: la comunidad movilizada.
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EL DESCONTROL

El 19 de octubre retumbó la cuarta alarma: el Laboratorio de Plaguicidas del INTA Balcarce, a cargo de la doctora en Ciencias Agropecuarias Virginia Aparicio, dio a conocer el informe de las siete muestras (5 de agua y 2 de suelo) tomadas de los barrios Pioneros, Jardín de los Pioneros y Alto Los Cardales. ¿Los resultados? 13 pesticidas diferentes a profundidades de 30 a 60 metros. Dos muestras de agua subterránea para beber no aptas para consumo. El patio de una vecina con altos niveles de glifosato y AMPA.

La vecina se llama Carolina Denaday, tiene 30 años y vive, literalmente, frente de un campo donde se ha fumigado ilegalmente en los últimos ocho. “Nunca imaginé lo que pasaba. Veía que sembraban y cosechaban cruzando la calle, pero no asocié que era veneno lo que tiraban ante nuestros ojos. Hace dos años estoy ahí y empecé a sentir olores asquerosos. En verano, con un calor húmedo, se levanta como un vapor y tengo que encerrarme en mi casa”. Continúa: “Siempre viví en la ciudad y me mudé pensando que vendría a un pulmón, pero es todo lo contrario. Después de conocer los resultados tengo miedo, la incertidumbre de no saber si irme de acá, de qué va a pasar con esta gente que al tener plata hace lo que quiere”.

Un poco de historia: en 2011, se aprueba en Campana una ordenanza que prohíbe fumigar a menos de mil metros de la zona urbana. En 2012, tras la apelación de los grandes productores de la zona, Hugo Antonio Zocca y Normando y Tomás Rossiter, la jueza del Juzgado de Primera Instancia en lo Contencioso Administrativo N° 1, Mónica Edith Ayerbe, emite una medida cautelar que deja sin efecto la restricción de los mil metros y se vuelve al estado anterior: 30 metros. “Consideró que los productos que se iban a utilizar y las prácticas no afectarían a nadie”, sintetiza Marcela Ramallo, la abogada que representa a las y los vecinos de Pioneros.

En 2013, tras la queja de la comunidad, la jueza anula la cautelar en algunas parcelas cercanas a las casas, y allí vuelve a tomar vigencia la ordenanza. “Pero se siguió fumigando en todos lados. Los predios de la familia Rossiter estaban favorecidos con la medida cautelar, pero no todos los de Zocca. La Municipalidad, que tenía el deber de controlar, lo que hizo fue certificar las fumigaciones y dejar asentado que los productores estaban favorecidos por la medida cautelar, cuando no era así”, precisa la letrada, que completa: “La Municipalidad durmió. En un momento apeló la cautelar judicial, pero luego el recurso quedó desierto, que significa que no trabajaron los fundamentos para probar la importancia de la ordenanza. Estamos evaluando qué acciones legales efectuar, pero vamos a dejar sentado que el municipio, el Concejo Deliberante y los productores estaban notificados. Y que la Intendencia era la encargada de certificar para que se pudiera fumigar”.

Al respecto, Lucía explica un detalle significativo: “En la información pública que nos da la misma Municipalidad, un mes después de que la solicitamos, hay fumigaciones avaladas por ellos en parcelas donde estaba prohibido hacerlo. O sea, avalando un delito”.

Frente a la vivienda de Carolina se ubican algunos de los campos que ostenta el productor agropecuario Hugo Zocca. “Son parcelas donde estaba prohibido fumigar y aun así lo hacían. Tengo mucha angustia e impotencia”, se lamenta, mientras hacia el horizonte yacen decenas de hectáreas fumigadas fuera de la ley. En medio de un territorio que parece inagotable, la sobrina de Zocca sale desde su casa para recibir a MU. A simple vista se observa la afectación en su piel; la cara parece evidenciar la rosácea. Dice que su tío no vive ahí y que lo va a llamar en ese momento y, si acepta, nos pasa el teléfono. Eso hace. Zocca parece aceptar, y este cronista llega a intercambiar mensajes para coordinar el encuentro. Sin embargo, minutos más tarde, Hugo Zocca se excusaría de no poder hablar ese día. Ya no responderá ningún llamado ni mensaje. 

No será el único que dará marcha atrás.

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Jimena Martínez junto a Fidel, mientras corre su hija Nina de 8 años. El análisis de glifosato dio positivo en Jimena, pero sigue amamantando por recomendación médica: “Es lo menos peor”.

EL RECUERDO DE CHERNÓBIL

Lindante a la ruta provincial 6, a pocas cuadras de Pioneros, se erige la escuela rural primaria y secundaria José Hernández. A la parte inferior de su fachada la resaltan los colores de la whipala. Está netamente rodeada de campos sembrados. El 15 de septiembre a la noche, un video se viraliza raudamente de celular a celular. Un mosquito terrestre fumiga plantaciones de trigo en un terreno de la familia Rossiter, a escasos metros del colegio. La conmoción aumenta. Lucía y Verónica, a la vanguardia del reclamo, no se detienen. Y el 28 de septiembre, la presión crea efecto: la jueza Ayerbe, de oficio, deja sin efecto la cautelar que ella misma dictó en 2012 y la ordenanza pasa a cobrar vigencia en todo el territorio de Campana. Al cierre de esta edición, los Rossiter habían apelado la medida.

Una docente de la escuela que tiene un cargo directivo se muestra predispuesta a dialogar. Está muy preocupada. Cita a MU al día siguiente. Un par de horas después, pide los datos del cronista y el fotógrafo. 

Unas horas más tarde llega un mensaje: “Mirá, la presencia de ustedes en la zona está generando algunas inquietudes. Tuve que elevar los datos que te pedí hace un ratito para que ‘autoricen’ la llegada a la escuela. Dame un ratito y te confirmo un horario tranqui”. Finalmente avisa que sin “autorización” corre riesgo de sanción. Y ya no responderá más mensajes ni llamadas.

Al día siguiente, al terminar su jornada laboral, varias docentes se despiden entre sí ya fuera del ámbito escolar. Escuchan sobre el tema de la nota. Agradecen que se hable. Piden no dar nombres. “Esto pasa hace años”, arranca una y le deja paso a otra: “Sentí mucha bronca e impotencia cuando vi el video, también cuando me enteré de que una nena del barrio tiene glifosato. Más no podemos hacer. A mis superiores les informé en agosto de lo que estaba pasando y todavía esperamos que se hagan los análisis en la escuela, pero el municipio no se mueve. Me preocupa la salud de los chicos y los docentes, quiero saber qué pasa acá. Si la intendencia no lo hace buscaremos otras alternativas”. Sigue: “El consejo escolar nos trae bidones de agua para la merienda y usamos el agua de la canilla solo para la limpieza. La Municipalidad prometió que vendría el camión cisterna con agua todos los días, pero viene día por medio”. Ve una luz: “Estoy contenta de que estamos trabajando con la comunidad. Es el principio de un largo camino”.

El hijo de Verónica estudia en ese colegio, se llama Vicente, tiene 9 años y le encantan los animés japoneses. Dice que quiere estudiar ese idioma para entender mejor los dibujitos y las películas. También dice que no entiende “para qué fumigan”. Hace un silencio y suelta: “Sé que es para mantener las plantas vivas, pero esa no es la única manera que existe”. La noche de la fumigación a pasos de su escuela, su mamá y su papá Nicolás decidieron no mandarlo a clase al otro día. Le mostraron el video. “Eso que vuela es veneno y queda en el aire”.

Yaco es uno de los mejores amigos de Vicente y vive en el barrio Alto Los Cardales. En su familia, el video generaría otra determinación: el cambio de establecimiento educativo. Diego es su papá: “Tengo una nena de 6 y Yaco de 8; estaban yendo a esa escuelita rural que nos gustaba, con la bandera de los pueblos originarios, con actos donde se baila folclore. Pero con la certeza de que fumigan de noche para que no se vea, y a treinta metros, ¿qué más tengo que pensar? Sobre todo teniendo los antecedentes de otras escuelas, como acá cerca, en Exaltación de la Cruz, donde hay chicos y docentes con cáncer. O conocer amigos que negociaban con el productor para que no los rocíe con la avioneta”. 

Afirma: “No tengo otra opción, porque no sé qué tan expuestos están los chicos. La nueva escuela por lo menos está a más de mil metros de los campos, aunque nadie está seguro en ningún lado. El glifosato está en el río Paraná, en los peces que comemos, en la comida del agro, en la lluvia, así que en las ciudades tampoco están a salvo: nos están envenenando desde hace tiempo… esto es como Chernóbil. Pueden aparecer después los síntomas, no sabemos qué grado de exposición tenemos en el ambiente. ¿Cuánto es nocivo? ¿Cuánto es tolerable? ¿Cuándo aparece el cáncer? ¿Cómo sobrevivirán las próximas generaciones si el ADN se distorsiona? Son todas incertidumbres”.

En el reciente informe del INTA Balcarce, uno de los pozos donde se extrajo agua es el de la familia de Diego: “Mi pozo, a más de 60 metros, forma parte del Acuífero Puelche, que está contaminado hace rato. Estas concentraciones de los herbicidas glifosato, 2,4-D y varios más, están por encima de la norma europea. Ni bien recibí los resultados estuve muy angustiado. Me puse a pensar que para seguir viviendo debemos tomar agua mineral. Entonces agarré el bidón de una empresa de primera marca. Llamé al número que aparecía y una recepcionista me informó que sacaban el agua del Acuífero Puelche a 63 metros, ¡que me quedara tranquilo!”. ¿Esto qué significa? Que el agua que nos venden como mineral es la que está en la napa contaminada. Recién estamos entendiendo dónde estamos parados, pero no podemos aceptar que haya químicos en el Acuífero. Por eso la lucha”.

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La estancia Santa Susana, de los Rossiter. Y Verónica Betti, referente de Pioneros por el Agua, una de las que se reunió con el intendente Sebastián Abella: “Nunca más se contactaron desde el Municipio”.
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SILENCIO EN SPRINGFIELD

El partido de Campana tiene casi 100 mil habitantes. Se emplaza a orillas del Paraná y su parte insular representa más de dos tercios de la superficie Contiene un extenso Parque Industrial con decenas de empresas multinacionales, sobre todo petroquímicas, refinerías, destilerías, siderurgias, de electrodomésticos y del agro.

Esteban y Jorge coinciden en cómo catalogarla: “Springfield”, que en la tira animada Los Simpsons representa a la ciudad más contaminada de Estados Unidos. Dice Jorge: “Hay mucha producción de fertilizantes y semillas. A 8 kilómetros está Bayer-Monsanto. También Syngenta”. Dice Esteban: “Campana tiene barrancas aunque no se nota por la cantidad de empresas que hay. En la ciudad tomar agua es como tomar lavandina. Y a esto se suma lo que pasa en el campo. Por eso no es exagerado decir que somos Springfield”.

La intendencia la administra desde 2015 Sebastián Abella, de Juntos por el Cambio. Fue corredor de TC Pista, tiene 45 años y  fue reelegido en 2019. En 2007 y 2009 fue candidato a concejal por el PRO. En 2013 se pasó al Frente Renovador y fue concejal. En 2015 volvió a saltar de partido y regresó a su espacio político de origen. Abella no respondió ninguno de los llamados ni mensajes para que se escuche su voz en esta crónica.

Quien sí atendió el teléfono fue Cecilia Acciardi, la secretaria de Salud. También aceptó la nota personalmente. También citó a MU en el Hospital Municipal para el día siguiente a las 9.30 de la mañana. También a diez minutos del horario pactado mandó un mensaje: “Bancame que estoy complicada”. También dijo que de la Secretaría de Comunicación nos llamarían y que en breve ella misma volvería a comunicarse.

Jamás se contactó. No volvió a contestar llamados ni mensajes.

Quien sí llamó fue Cecilia Novoa, de la Secretaría de Comunicación del Municipio. Preguntó sobre qué iba a ser la nota. “Contaminación en el ambiente y en la salud de Campana. Estamos en la puerta del hospital esperando la entrevista pactada con la Secretaria de Salud”. Dice que en unos minutos vuelve a llamar.

No llama. Ni ella ni nadie.

Quien sí atiende el teléfono horas después es Sergio Agostinelli, secretario de Planeamiento, Obras y Medio Ambiente. Se pide entrevistarlo. Contesta: “Te cuento cómo estamos organizados acá: yo atiendo periodistas que pasan el filtro de Prensa. Si ellos me dan el okey, sí. No tengo problema en darte el contacto”. Pasa el teléfono de Cecilia Novoa, quien no responde los llamados. Sí los mensajes, en primera instancia.

El diálogo:

–Hablamos con Sergio Agostinelli y nos dijo que usted debe autorizar la entrevista. ¿Podríamos hablar con él?

–No está en Campana.

–Sí está en Campana. Estuvimos en su lugar de trabajo hace unos minutos. Si no es personalmente, aunque sea por teléfono.

–Si te parece enviame un cuestionario por mail. Y vemos de responderlo.

–Para que se escuche la voz del municipio es importante dialogar en persona, o por lo menos por teléfono con algún funcionario.

–Seguramente te contacte con el secretario legal.

–Podemos hablar con él por lo legal, pero de manera complementaria quisiéramos hablar también con algún responsable político.

Cecilia Novoa deja de responder. Tras el informe elaborado por el INTA Balcarce, el intendente Sebastián Abella sigue sin atender. La secretaria de Salud, Cecilia Acciardi, opta por el mismo silencio.

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LA EXCEPCIÓN A LA REGLA

En la salita médica de Los Pioneros, el médico clínico Norberto Noel y la obstetra Carla Arias rompen el mutismo. Carla describe que históricamente esta era una zona de casas quintas, de poca gente estable, la mayoría con obra social. Y que hace cinco años se empezó a poblar mucho más. Va al hueso: “La lista de químicos que están usando es infinita y el glifosato es el más suave; lo peor son las combinaciones de los agroquímicos. Pueden producir cáncer, tiroides, enfermedades crónicas”. Norberto profundiza: “Ya se sabe que el agua está contaminada, que la gente está contaminada en la sangre, no se sabe qué puede pasar dentro de 10, 15, 20 años”. ¿Qué hacer entonces? “Vamos a estar alertas y apuntamos a la prevención. Esto significa llegar a que no haya más pacientes con sintomatologías. Pero para eso, deben prohibir el uso indebido de estos tóxicos; ese es el 99.9 por ciento del objetivo”.

El doctor subraya: “Acá hacemos atención primaria de salud, pero están informadas la directora de Salud Comunitaria, la subsecretaria de Salud, la secretaria de Salud y el Intendente, todos saben lo que está pasando acá. Hace menos de un mes hubo una reunión por otra cosa y aproveché y se los dije: ‘En el barrio donde yo trabajo está pasando esto. Se tienen que hacer cargo porque es un tema de salud, hay diagnósticos en sangre, hay agrotóxicos, hagan algo’. ‘Sí, tenemos que hacer’, me dijeron. Y ahí quedó”. Sentencia: “La solución y prevención dependen del municipio. Desde acá podemos colaborar como profesionales pero no podemos ir al medio del campo y decir no fumiguen más. Deben hacerse cargo quienes corresponde”.

Carla aporta en su doble rol, como partera y vecina: “Hay una bajada de línea de no involucrarse. Traté que las autoridades se acerquen a las reuniones vecinales y no vinieron. No hay voluntad. No sé qué tipo de manejos hay entre el municipio y los dueños de los campos, pero sí noto falta de compromiso”. Y abre su corazón: “Me siento insegura, angustiada. La falta de respuestas es una desilusión. Cuando hablo con mis superiores, siento que la estamos remando solas. Estoy preocupada por la situación, cada vez leo más cosas y me doy cuenta de que el problema es gigante. Hay mucho compromiso entre los vecinos, sobre todo de Lu y de Vero, pero también la sensación que del otro lado hay mucho poder”.

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CONTRA LA CORRIENTE

El 30 de julio, el intendente Sebastián Abella se reunió con Lucía y Verónica, como representantes de la comunidad. Recuerda Lucía: “El intendente nos recibió y no tenía idea de lo que estaba pasando. Dijo que próximamente llevarían agua corriente a Los Pioneros, tema que nada tenía que ver con la reunión. Además, si las napas están todas contaminadas, ¿de qué nos sirve? Le dijimos que no veníamos hablar de eso, le contamos la situación y respondió: ‘Para qué vienen a hablar acá si ya saben todo’. Me pareció terrible su respuesta. Desde ahí, nunca más se contactaron desde el Municipio”. Detalla Verónica: “Fuimos a reunirnos sin muchas expectativas, pero no me esperaba su actitud tan soberbia. Antes de irnos le regaló una taza a mi hija… Un cinismo. Como si eso mejorara las cosas. Sentimos un total desprecio de su parte”.

Richard Sanabria integra la organización ECO Campana surgida en septiembre de 2020 luego de varios incendios propagados en la ciudad. Aclara: “Esta lucha es de Pioneros por el Agua, nosotros estamos para lo que los vecinos necesiten. Lo resalto porque hace poco salió una concejal hablando sobre la importancia de la prohibición de las fumigaciones, como si eso fuera mérito del Concejo Deliberante, cuando nadie hizo absolutamente nada, ni en lo legal ni en lo económico, para ayudar a que se realicen los análisis físico químicos. Lo que se consiguió fue por una razón: la organización vecinal”.

Es esa comunidad la que no se cansa de denunciar: “Nosotros somos víctimas, sufrimos daños que pueden ser irreparables y tenemos la sensación de que debemos demostrarlo. Este sistema sostiene al modelo, porque acá nadie consume soja pero estamos rodeados de soja”, dice Verónica, 39 años, madre de Lucero, Ema y Vicente. “La posibilidad de irnos apareció muy fuerte, pero no quiero irme sin dar batalla. Además, si me voy, ¿qué pasa con mis vecinos? Tengo una sensación de fortaleza por lo que venimos haciendo: estamos aprendiendo un montón y en cuatro meses ya logramos que vuelva a regir la ordenanza”.

Es esta comunidad la que no se cansa de contagiar: “Hay un camino trazado que empezaron otros pueblos fumigados y acá en pocos meses ya tenemos el trabajo encaminado. Pero no es fácil, en el agronegocio no hay grieta; los partidos políticos más grandes están alineados”. Y manifiesta: “Cuesta entender la gravedad sin esperar a que el médico diagnostique cáncer o nazca un bebé con malformaciones. Esta es nuestra lucha, informar sobre el riesgo que ya existe hoy”, dice Lucía, 30 años, la mamá de Carmela, frente a un mural gigante y colorido, con un lema que no deja dudas: “Basta de fumigarnos”.

Es esta comunidad la que no se cansa de dar pelea: “La única manera de que esto se resuelva algún día es no dejar de luchar”, asegura Carolina. 

“El camino que tenemos, pese a todos los obstáculos, es la acción colectiva”, plantea Jimena. 

“Si algo podemos cambiar, es haciéndolo juntos”, coincide Esteban.

Es esta comunidad la que hizo sonar una, dos, tres, cuatro, múltiples alarmas. 

Cada día resuenan más fuerte. 

Y cada día les será más difícil a los responsables sostener el pacto de silencio.

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Orgullo

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

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Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.

Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla

Fotos Juan Valeiro

El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.

Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.

Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.

Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.

La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”. 

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:

  1. “Que no te vendan gato por león”.
  2. “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”. 

Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:

Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.

Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.  

Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.

Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

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Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.

Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.

La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

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Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.

Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.

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