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La vida adulterada. El Barrio Puerta 8, después de las cámaras

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Crónica de un barrio pobre. De la tranquilidad y las lagunas donde se podía nadar, a la entrada de la droga: cuándo, cómo y por qué. La voz de las y los vecinos, que piden no revelar sus identidades por temor a represalias. Las historias cotidianas de quienes se criaron y viven allí, lo que cuentan los más jóvenes, y el impacto de la noticia: ¿de dónde vino la droga adulterada? Hablan personas que la consumieron, familiares de víctimas, personas que grafican el olvido estatal, la corrupción policial, la falta de trabajo y  el despliegue narco, acaso como un laberinto que, ante las cámaras, los transforma de víctimas a victimarios. Por Francisco Pandolfi.

La vida adulterada. El Barrio Puerta 8, después de las cámaras
Una de las esquinas del barrio donde se percibe el estado de los pisos de los pasillos. Los vecinos, de espaldas para “no tener problemas con nadie”. Fotos: Gastón Stark

-Hay partes del barrio donde todavía no hay cloacas, ni agua corriente. Ahí, el agua trae larvas, está re contra contaminada. Tampoco tenemos gas natural. Y vivimos todos los días respirando olor a materia fecal.

Celia dice materia fecal por no decir que viven envueltos por un olor a mierda insoportable, inaguantable. Intolerable. Bienvenidas y bienvenidos a Puerta 8.

El barrio se emplaza en la localidad de Loma Hermosa, en el partido bonaerense de Tres de Febrero, al oeste del Gran Buenos Aires. Cubre dos grandes manzanas, donde viven poco menos de mil personas. Linda con la ruta 8, el arroyo Morón y el Camino del Buen Ayre. A sus espaldas, se erige el complejo militar Campo de Mayo. La cercanía con la puerta 8 de uno de los mayores centros clandestinos de exterminio de la última dictadura dio origen al nombre de este asentamiento que por primera vez en sus más de 50 años de historia se volvió foco de un estigma indeleble. Para cuidado de su gente, la mayoría de los nombres de las y los vecinos entrevistados en esta nota son ficticios.

Llegar al barrio no requiere nada fuera de lo común, como sí lo ha sugerido más de una crónica periodística desde que irrumpió el flagelo de la cocaína adulterada. En auto, desde el centro de la ciudad de Buenos Aires se tarda alrededor de una hora. En transporte público, dos colectivos y algunos minutos más. Nada extravagante ni extraordinario. Solo hay que querer ir. 

En el camino, los afiches proselitistas –de todos los colores y orientaciones partidarias–, que atiborran el espacio público del conurbano, están acompañados de carteles o chapones que rezan inscripciones sin eufemismos: “Salí de la droga”. Las ofertas de diversas comunidades terapéuticas cuelgan de postes despintados y aunque lucen deslucidas por el paso del tiempo, la demanda no merma. 

Las calles hablan por sí solas.

La deuda interna

Los tres pasillos angostos que atraviesan el barrio miden menos de un metro de ancho. No pasa una ambulancia, lógicamente; tampoco una camilla. El estado del piso es pésimo, está todo roto, ideal para que no pase alguien en silla de ruedas. En los costados, las zanjas acumulan agua podrida pese a que no llueve hace días. “Las cañerías viven tapadas, pero es muy raro que el municipio las venga a destapar”, denuncia Tamara, 22 años. Las casas con cloacas y agua corriente tienen ese derecho básico desde hace sólo dos años.

El aroma nauseabundo tiene cuatro promotores: el agua estancada en las zanjas; la contaminación del arroyo Morón; el olor asqueroso que emana del frigorífico pegado al barrio; el emplazamiento a menos de 3 kilómetros del CEAMSE, donde se realiza la gestión integral de los residuos de varios distritos bonaerenses y de la ciudad de Buenos Aires.

Además del hedor a bosta, se respira calma. La figura del Gauchito Antonio Gil está diseminada por toda la villa –santuarios, ermitas, paredes, hasta una estatuilla arriba de un árbol–. Las casas son bajas: la gran mayoría tiene un piso; muy pocas dos. Al silencio solo lo rompen intermitentes ladridos de perros, o la máquina de cortar el pasto de un par de vecinos que se ganan el mango. “Esta tranquilidad es la que siempre nos caracterizó hasta que se instaló la droga. Desde que pasó lo de la cocaína a principios de febrero, volvió la paz. Ya no hay que estar mirando con miedo para todos lados, no hay chiflidos, corridas, gritos, tiros”, relata Celia, 55 años, que le abre a MU las puertas de su casa.

Hasta mediados del siglo pasado la zona era un gran humedal repleto de totoras. Se fue rellenando a medida que creció la población, sobre todo a partir de una migración interna proveniente de provincias norteñas. “Desde 1969 que vivo acá, hace más de medio siglo llegué de Santiago del Estero. Era todo monte, vivíamos muy pocas familias”, recuerda Jorge. En su mano derecha sostiene una pinza, en la izquierda una llave inglesa: está arreglando un lavarropas. “Este es el mejor barrio de todos, es muy tranquilo; nunca había habido ni un problema hasta que hace más de cinco años llegó la droga. Somos buena gente, trabajadora, los pibes son muy respetuosos”, dice pero pide, por favor, no salir en ninguna foto. “No quiero tener problemas con nadie”.

A metros de su casa está uno de los cuatro búnkers donde se vendían estupefacientes. Además de cocaína, paco y pastillas. En la puerta, dentro de un carro, hay resabios del allanamiento policial: un par de sillones y una silla, entre cartones, se pudren a la intemperie. “Ahí vendían”, señala, y sus ojos se posan en una pared que lleva como grafiti una P y un 8. “Cuando vino la policía yo no estaba, pero igual entraron a mi casa. Rompieron el candado con una maza y sin motivo hicieron mierda este lavarropa que estoy arreglando”.

Cómplices

En una de las entradas al barrio, varias zapatillas colgadas de los cables de luz avisan que  en los alrededores se vende droga. No se trata de un mensaje encubierto; bien lo saben las fuerzas de seguridad. No sorprende que en expedientes judiciales se vincule a cinco policías de la Bonaerense y a uno de la Federal como parte de la banda que vendió cocaína adulterada. La comunidad tenía pruebas desde el primer día que se instaló el sistema de venta. Acá, las pruebas:

Dice Celia: “Había un movimiento total. La policía pasaba por delante y no hacía nada. Si hasta los mismos vecinos hace un tiempo hicieron unos portones de madera para evitar el tránsito permanente, pero los transas vinieron y los sacaron. La policía no hizo nada para impedirlo”. 

Dice Tamara: “El patrullero pasa todo el tiempo. ¿En serio no hacés nada? Me da mucha impotencia. Están repartiendo delante de tus ojos, no hay necesidad de que muera gente. Estamos llenos de cámaras de seguridad, hay en casi todas las esquinas, pero es como si no estuvieran. Muchos vecinos habían denunciado lo que pasaba; otros no, por miedo. Pero nadie nos escuchó”.

Dice Paola: “Se ve día a día la corrupción de la cana. Saben quiénes son los narcos, pero no van a buscarlos. En el Barrio Libertador, pegado a Puerta 8, entraron a allanar en una de las casas humildes, de techo de chapa y piso de tierra, y le dijeron a la familia ‘Si la van a vender, véndanla bien’. La policía hace lo que quiere”.

Dice Ester: “El tío de mi ex marido era comisario de Merlo; como no aceptaba las cometas, lo fueron. Primero lo iban cambiando a comisarías cada vez más chicas, hasta que lo dieron de baja por no recaudar; no era funcional al sistema”.

En los barrios empobrecidos se instala el eslabón más bajo de una cadena muy amplia, que mueve mucha guita. Están los transas, que manejan la venta, y los soldaditos, pibitos que se paran en la esquina por si pasa algo raro. Dice Celia: “Los soldaditos, en general, son adolescentes de entre 15 y 18 años”. Dice Walter: “La venta funciona las 24 horas, todos los días. Se divide en tres turnos. Un soldadito, en cada turno, gana alrededor de 7 mil pesos por día. Si venden bien, le pueden dar el doble o el triple”. Una cuenta rápida: A 7 mil pesos por jornada, multiplicado por 30, un adolescente se lleva 210 mil pesos mensuales. Nacen algunos interrogantes. Si el último peldaño cobra esa cifra, ¿cuánto le queda al resto de los componentes del crimen organizado? ¿cuánto se lleva la Policía? ¿con cuánto adornan al comisario? ¿y al Poder Judicial? En relación al futuro de las y los jóvenes, ¿cómo se compite con una ilegalidad que ofrece montos exuberantes? Sentencia Paola: “Acá, salir de la pobreza es vender droga”.

La porquería

Entre la noche del 1° de febrero y la madrugada del 2, en un búnker de Puerta 8, decenas de personas compraron y consumieron cocaína adulterada con carfentanilo, un analgésico usado para sedar a animales de gran tamaño, como los elefantes. Sus efectos son diez mil veces más fuertes que sustancias como la heroína. Al cierre de esta edición, “los fallecidos oficiales para el Ministerio de Salud Provincial fueron 21”, dijeron a MU desde la cartera. Sin embargo, para la Fiscalía de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) 16 de San Martín, que investiga el caso, murieron 24 personas y además hubo más de 80 intoxicadas. Los decesos ocurrieron en domicilios particulares, en la vía pública y en hospitales, de los distritos de Hurlingham, Malvinas Argentinas, Tres de Febrero y General San Martín. De Puerta 8 no falleció ningún vecino.

“Venían de todos lados a comprar la porquería, como le decimos acá en el barrio; gente grande, gente joven”, cuenta Celia. “Era una autopista, desfilaban personas y autos de día y de noche, hasta en bici venían a comprar”, detalla Marcela. “De la cola que había siempre, parecía el banco a las 10 de la mañana”, precisa Tamara. “Llegaban de toda clase social, manejando desde un Fitito hasta una Ranger. Hay pibes que caminaban desde William Morris (5 kilómetros) para comprar merca. Era un kiosco 24 horas, sin descanso. A la hora que querés, tenés”, especifica Walter. La policía, mientras, veía todo. Y no veía nada.

El miércoles 2 de febrero la Policía Bonaerense allanó Puerta 8. Se llevó a diez personas detenidas, algunas al voleo. Las y los vecinos cortaron la calle para exigir su liberación. Fernando es jardinero y tiene 5 hijos. El mayor, de 15 años, salió de su casa a buscar a su hermanito menor y se lo llevaron preso. “Estuvo 11 horas detenido sin haber hecho nada. Lo llevaron a la Comisaría Quinta, Eufrasio Álvarez, a veinte cuadras de acá. Había una persona muerta y le dijeron ‘mirá, acá tenés un finadito más’. Mi hijo es buenito, ahora tengo miedo de que salga a la calle”.

Seis personas continúan detenidas y fueron imputadas por la fiscalía por “tráfico de estupefacientes en la modalidad de tenencia ilegal con fines de comercialización agravada por la pluralidad de intervinientes en forma organizada, en concurso real con homicidio simple reiterado en al menos seis oportunidades y tentativa de homicidio simple reiterado en al menos diez oportunidades”. Pero el juez de Garantías 3 de San Martín, Mariano Grammatico Mazzari, pidió aumentar la imputación a homicidio agravado por “el uso de veneno como método insidioso”. Esta figura está penada con prisión perpetua.

“Tres de los detenidos son menores de 21 años. Eran soldaditos. Es muy injusto que toda la carga les caiga a ellos. Les arruinaron la vida. Son chicos”, expresa Jorge.

El jueves 3 de febrero fue detenido en una modesta casa de José C. Paz, Joaquín El Paisa Aquino, sospechoso de ser el dueño de la cocaína adulterada. Hasta ese bajo eslabón de la cadena llegaron las detenciones. Analiza Marcela: “El narco no vive en un barrio pobre, sí sus peones. El cabecilla andá a saber dónde está. Ese arregla con la policía y listo. Entonces, hasta que no agarren a los cabecillas…”. Agrega Tamara: “Esto se desató un miércoles, pero el jueves y el viernes entregaron ‘mercadería’ que ya estaba paga y lo hicieron sin ningún problema. El viernes cobraban las cooperativas del barrio: si esto pasaba ese día de cobro, seguro morían más de 100 personas”.

Gambetear la muerte

Walter tiene 30 años y la primera vez que se drogó fue a los 26. Hacía poco había llegado la droga al barrio; estaba a mano. Consumió cocaína envenenada y quedó internado. Se recuperó, le dieron el alta y por el síndrome de abstinencia volvió a consumir. Lo internaron nuevamente. Habla con MU: “Tuve un dios aparte para sobrevivir. Me dieron por muerto. Miro videos de cómo llegué al hospital y me duele verme así”. Es adicto al paco desde hace un año. Tiene 4 hijos. “Tuve una recaída, pero estoy mejor, aunque es muy difícil la abstinencia”.

Trabaja en un depósito de chatarra. Bajó 12 kilos en el último año: “De 63 a 51. No me daba hambre por el consumo. Me gastaba hasta 10 mil pesos por día y tomaba de lunes a lunes”. Nació y se crió en Puerta 8. “Siempre fue un barrio tranquilo hasta que apareció la droga. No sabés lo que era esto cuando se vendía”. Empezó con el nevado (cigarrillo de tabaco o de marihuana mezclado con cocaína), siguió con crack y pasta base. “Hace más de un año que no puedo llevar a mis hijos a la plaza por la adicción. Estoy buscando un lugar donde internarme porque puedo estar dos meses sin consumo y en un día me consumo todo. Tengo miedo de volver a caer”.

Llegó a estar cinco días sin conciliar el sueño. “Había semanas que dormía cuatro horas en total. Iba amanecido a laburar”. Con la ingesta de la cocaína adulterada no fue la primera vez que bordeó la muerte. “Hace cuatro meses casi me suicido, fue cerca del nacimiento de mi hija. Tenía 16 bolsas de cocaína, me cociné 8. Empecé a escuchar chiflidos que venían de adelante, gente que me llamaba por detrás. Salí de la piecita donde estaba para ahorcarme. Me estaba volviendo loco. Pero no encontré nada para colgarme. Volví y me dije ‘qué estoy haciendo’. Y tiré al inodoro el resto de las bolsitas”. Su pareja lo escucha, lo contiene, lo banca. En sus brazos está la beba de ambos. Lleva puesta una remera rosa con una inscripción: “Mi papá es el rey y yo, su princesa”.

Sobre la pieza a la que entraba Walter para consumir, el ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, dijo que se trataba de un búnker. “No es así: ahí vivía mi tío Luis, que falleció hace un mes por su problema de alcoholismo. Yo era el único que entraba porque él tenía tuberculosis y como yo ya había tenido de chico, no me podía volver a contagiar”, explica Walter. Su prima Jaqueline completa: “Es todo mentira lo que dijeron, montaron un show para la televisión. Esa pieza nunca fue un búnker”.

Tony está debajo del chasis de un auto, con las manos engrasadas. Hace unas horas volvió a trabajar después de una semana que casi es su última. Es mecánico desde los 15 años. Ahora tiene 55. Hace 40 vive en el barrio. “Cuando arrancó la pandemia se puso muy picante. Cayó gente de afuera a vender y cambió todo; se empezó a pudrir. De hecho, jamás hubo robos en Puerta 8 y a partir de la llegada de la droga empezaron a faltar cosas; es que sí: una cosa lleva a la otra”.

La noche del primer día de febrero vio en su casa el 1 a 0 del Seleccionado argentino ante Colombia por las Eliminatorias para el Mundial de Qatar. Contento por el triunfo, salió a comprar cigarrillos. “Terminé yendo a conseguir cocaína. Fui a tomarla a lo de una amiga. El efecto fue inmediato, como echarle raid a la cucaracha. Me encerré en el baño, la tomé, me paré y se me fueron las piernas, se me tensionó todo el cuerpo, sentí ganas de vomitar y antes de los dos minutos se me apagó la tele. Caí y ahí la quedé”.

De la rigidez, no lo podían meter en el auto para llevarlo al hospital. “Me internaron a las 5 de la mañana y me desperté a las 10 de la noche, sin entender nada, todo intubado, conectado a un respirador”. Tuvo dos paros cardíacos producto de la cocaína adulterada. “Me dijeron que en el segundo ya no había esperanzas de que sobreviviera. Parece que me tenía que pasar esto para ponerle un freno; otra oportunidad no creo que tenga. Consumo desde los 14: tengo más años tomando esta basura que de mecánico”.

El minuto a minuto

La realidad de un barrio no entiende de rating, de clics, de pauta; no es la misma que la de una redacción o un estudio de televisión. Pero, a veces, se entrelazan. 

¿Cómo vivió la comunidad lo que pasó por esas horas? Pegado a Puerta 8 está el barrio El Libertador, donde está Casa Pueblo, dispositivo de atención y acompañamiento comunitario para la prevención de consumos problemáticos que gestionan el SEDRONAR y el movimiento Evita. Allí trabajan Carla y Paola.

Dice Carla: “Hicimos rastrillajes casa por casa. Muchos vecinos entraron caminando al hospital y los entubaron, porque como sucede con el Covid, tenían síntomas silenciosos. Nos decían, ‘menos mal que nos fueron a buscar, si no, no la contábamos’. La construcción en comunidad, que vayan los mismos vecinos puerta a puerta a buscar a quienes habían tomado, salvó muchas vidas. El municipio también hizo rastrillajes pero a un desconocido no le decís que tomás merca”. Dice Paola: “Los adolescentes tienen miedo porque saben que esto va a volver a pasar; envenenada o no, los chicos seguirán cayendo. Si no agarrás a los narcos esto no cambia”. Dice Carla: “Días después, ya sin los medios, murieron más pibes porque la sustancia siguió circulando”. Paola: “Después de lo que pasó, a muchos pibes les hizo un clic, quieren rescatarse: esto les dio mucho miedo”.

¿Cómo vivió la comunidad de Puerta 8 el trato mediático? Informa Celia: “Sentimos mucha humillación con todo lo que dijeron. Mi familia de Santiago del Estero me llamó para preguntarme si era como decía la TV, porque pensaban visitarme y les daba miedo. No, les respondí, nos están escrachando. Mintieron sin parar, desde que el barrio tiene veinte manzanas cuando sólo tiene dos, hasta que a Puerta 8 no se podía entrar porque te robaban. ¡Puf!, vos estás viendo con tus propios ojos cómo es el barrio”. Comunica Marcela: “Meten a todos en la misma bolsa. Ahora estamos mal vistos”. Transmite Paola: “Pasamos a ser todos drogadictos”.

En la recorrida, un vecino que está trabajando corta el laburo para hablar. Pide no aparecer ni con nombre ni con foto. Lo reitera varias veces. “Ni con nombre ni con foto, nada”. Y argumenta: “Nadie quiere hablar por miedo. Los noticieros ensuciaron a un barrio de laburantes, que hace todo a pulmón. Nos hicieron quedar re mal. ¿Y si nos vienen a romper todo los familiares de la gente que murió? Con todo lo que los medios dijeron, podría suceder”.

Un mes después

Hay cosas que ya no siguen como antes: “Cambió la dinámica del barrio; los jueves esto ya era un quilombo, gente borracha, drogada, con muchas peleas en la cancha, ahora está mucho más tranqui el ambiente; podemos sentarnos a tomar mate afuera sin temor”, explica Tamara.

Hay muchas otras que siguen igual:

El amoníaco que expulsa el frigorífico lindante sigue contaminando a la vecindad y oxidando las chapas de los techos de las casas.

La plaza del barrio sigue raquítica, con solo dos juegos de hamacas, vetustos y rotos. Los mira el busto de Evita, totalmente despintado.

Las necesidades siguen latentes. En un par de minutos, a una vecina referenta le llueven pedidos: “¿Cómo puedo sacar el DNI?, nunca tuve”, “¿Hay algún subsidio para comprar una cortadora de pasto para seguir laburando?”.

Ramona Delgado tiene 57 años y cocina de lunes a viernes en su comedor comunitario Pequeños Gigantes, “para un montón de pibes, más de 30 comen acá, pero muchos otros en sus casas porque no conseguimos platos: ahora nos estamos quedando sin ollas”. Está contenta porque les está preparando sánguches de milanesas, “gracias al panadero del barrio que donó el pan rallado y a otra panadera de afuera que dio los panes”.

Los cables de luz, blancos y negros, siguen colgados extremadamente bajos. En agosto del año pasado, una nena de 9 años salió a comprar. Había llovido. Tocó la pared de una casa y se electrocutó. Se salvó de milagro. Es la sobrina de Ramona. “Se quedó pegada, la salvó un vecino. Se le quemó toda la mano. Ya tuvo dos cirugías y ahora deben operarla de nuevo. Desde 2016 que vengo reclamando el tema de los cables y nadie vino a hacer nada”.

La niñez sigue jugando con gomeras, intentando acertarle a algún chimango que vuela sobre el arroyo Morón, uno de los principales afluentes del Río Reconquista. Lo cobija un humedal hermoso. En esta zona, pegada a Puerta 8, el cauce de agua parece estar empetrolado. Hace unos años, las pibas y los pibes nadaban en él. Ya no. Describe Gonzalo, de 13 años: “Antes estaba más limpio y pescábamos, pero mirá lo que es ahora”. Ahora la contaminación es evidente, parece un basurero. También hay iguanas, tortugas enormes que nadan como abstraídas del entorno y “ratas que parecen gatos”, describe Esteban, de 14. 

El miedo también sigue. Se pregunta Tamara: “¿Qué pasará cuando se vayan los patrulleros? Tenemos temor a lo que vendrá”. Plantea Fernando: “Tengo angustia y tristeza, miedo que venga la policía y nos lleve por vivir acá, miedo de que los chicos no puedan salir a jugar a la calle. Esta villa no era así, pero ya me cansé de no hablar”.

Sigue la creencia de que más temprano que tarde todo volverá a ser como era previo al 1 de febrero: “Siempre quise ir al fondo a jugar con mis amigos, pero mi mamá no me dejaba porque ahí vendían. Ahora puedo, pero sé que en unos días todo va a ser como antes”, dice Diego, 13 años.

Las y los jóvenes siguen desprotegidos. Ejemplifica Carla: “Hay muchos pibes que no pueden dejar de consumir, aun en riesgo de muerte, porque la manija te come a las 4 de la madrugada”.

La pobreza estructural sigue. El desempleo también. En este contexto, y además de la droga sinónimo de muerte, ¿qué aporta el transa al barrio? Dice Paola: “El transa da trabajo. Te presta plata. Te cambia la calidad de vida. El transa te cuida. La policía no va a hacer nada si estás con él. El año pasado en un temporal se había volado un techo de una casa donde sus dueños permitían que los transas se sentaran en su vereda a vender. ¿Qué hicieron ellos? Le arreglaron el techo”. Dice Marcela: “Si te necesitan, te compran con materiales, te regalan droga. Si estás cerca de ellos, podés llegar a cualquier hora de trabajar o estudiar que no te va a pasar nada”. Dice Carla: “Ningún narco va a vivir en un lugar tan pobre. Los transas son los mismos vecinos. Y esto no es una guerra de pobres contra pobres, porque seremos nosotros mismos los muertos; entonces, está claro, el problema es la pobreza”. La intendencia de Tres de Febrero la comanda Diego Valenzuela, de Juntos por el Cambio, desde el 10 de diciembre de 2015. Reemplazó al peronista Mario Curto, uno de los (v)barones del Conurbano, que estuvo al frente del municipio desde 1991, durante veinticuatro años y seis gestiones. 

–¿De dónde son?– pregunta un oficial de la policía de ese municipio.

–De la revista MU.

–¿Para qué vienen? ¿Para hacer una nota por la droga? Tengo que avisar.

–Sí…

La policía municipal y la Bonaerense siguen custodiando las tres entradas al barrio: sobre las calles Miramar, Catamarca y El Parque, que es la bajada de la ruta 8.

A minutos del cierre de esta nota, llegan algunos mensajes de vecinas y vecinos de Puerta 8, con un pedido y una afirmación:

 –Que no aparezcan las fotos de las mujeres que hablamos en la nota.

–Ya volvieron a vender.

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Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

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La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro.

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro.

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro.

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro.

Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro.

También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro.

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro
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CABA

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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