CABA
Cómo se recuperan el trabajo y la producción
Un caso testigo sobre cómo pueden hacerse las cosas, en tiempos en que se debate el fin del trabajo, demasiada gente opina en medio de internas sin hacer algo concreto, y el empleo que existe es cada vez más precario. Los dueños abandonaron en 2002 esta fábrica de tornillos y sus trabajadorxs se hicieron cargo, como ocurrió con cientos de empresas recuperadas. Crearon la Cooperativa La Matanza. Atravesaron crisis, macrismo y pandemia. Cumplen nada menos que 20 años sin patrón, con una nueva generación al frente. Cómo se mantienen vivas la memoria y el deseo, pero también la producción y la administración. Por Lucas Pedulla.

Una empresa: SAMASI.
Un año: 2002.
Un confín: Isidro Casanova, galaxia de La Matanza.
En una zona fabril asediada por la crisis delarruesca de fin de siglo, esta metalúrgica productora de tornillos, remaches, bulones, pernos y especiales sufrió el abandono de sus dueños. De sus 50 trabajadores, solo una docena siguió yendo a la fábrica porque tenían la llave, al menos para estar juntos en tiempos del “que se vayan todos”.
Un día, un vecino les contó sobre la cooperativa de ladrillos Palmar, vecina de la zona, y la idea se puso en marcha.
Veinte años después, el confín es el mismo.
El año representa una celebración de aniversario redonda: 2022.
Pero la empresa hoy es recuperada: Cooperativa de Trabajo La Matanza.
Dos generaciones
La zona de ingreso a una recuperada es un portal que, una vez atravesado, llega a una historia que no se encuentra en Netflix. En el caso de esta fábrica, alrededor de una mesa de madera entre máquinas estampadoras, hay seis personas (tres mujeres, tres varones) que tienen en común un dato curioso: ninguna fue parte de la recuperación.
El más grande es José Santillán, el presidente, 55 años, y 11 en la fábrica: “Los fundadores de la cooperativa ya eran mayores, y se fueron retirando durante la pandemia. Ahí quedamos nosotros. Hoy somos ocho en total”.
El más joven es Sebastián Parras, 19 años, y eso significa que cuando esta historia empezó, ni siquiera había nacido. Entró hace ocho meses: “Es mi primer laburo. No conozco otra forma de trabajar que no sea acá. Es una forma de trabajo más amena, no te digo liviana, porque tenemos responsabilidades, pero al menos no se siente tanto”. ¿Qué es lo que no se siente tanto? Piensa y responde: “La carga”.
Edith Garay tiene 31 años y entró a trabajar el mismo día que José. Sobrina de uno de lo fundadores, lleva en el cuerpo la memoria familiar: “Entré sin saber y aprendí el rubro directamente acá. Recién había terminado el colegio. Nuestra historia me tocó vivirla desde la familia: me acuerdo los dolores de cabeza que mi tío traía a casa”. Edith apunta una dimensión clave en estas luchas: “Quien recupera el puesto de trabajo no es solo el trabajador, sino también toda su familia, fundamental en acompañar el proceso”.
Así lo cuenta: “Esta era una empresa familiar, y como pasa en muchas, cuando se renovó quedaron los hijos de los dueños, que no quisieron seguir y la dejaron en manos de un administrador que se la llevó toda, pagó dos pesos, y se armó otra fábrica acá cerquita. Se llevó a buenos trabajadores y toda la cartera de clientes. Quedó otro administrador que empezó a hacer fraude con los trabajadores. Estuvieron entre dos y tres años en ese proceso hasta que se cansaron. Un compañero, que era el delegado, dijo: ‘Ya no va más. Despierten’. Entre los poquitos que eran, entraron. Se quedadon dos semanas, día y noche. Los amenazaban diciéndoles que estaban usurpando, hasta que se cansaron y no vinieron más. Buscaron todos los papeles para poner en orden la cooperativa”.
La fábrica fue expropiada y hasta tuvo una prórroga en la legislatura bonaerense, que venció en 2011. Desde entonces nunca se renovó. “Estamos sin expropiación, pero tampoco nadie está reclamando nada. Los dueños eran muy mayores y se fueron, no querían saber nada. Incluso uno de ellos fue socio de la cooperativa: cuando yo entré seguía trabajando acá. Lo que queremos es iniciar la usucapión (una figura que posibilita adquirir una propiedad por el paso del tiempo), porque desde 2003 los servicios llegan a nombre de la cooperativa”.
Es que la propiedad es otro limbo que deben sortear estas empresas. Por eso, el 5 de mayo el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER) presentó nuevamente en el Congreso, de la mano del diputado nacional Leonardo Grosso (FdT), el proyecto de Ley de Recuperación de Unidades Productivas, para que puedan existir resortes menos traumáticos que faciliten los procesos de legalización. En su artículo 6, por ejemplo, prevé que el Poder Ejecutivo ceda en comodato los inmuebles expropiados a las cooperativas para el cumplimiento de sus objetos sociales, con la condición de que las empresas cedan parte de las instalaciones que no destinan a la producción “para el desarrollo de actividades sociales, educativas, culturales, tareas de cuidados y/o de formación profesional”.
En ese sentido, Cooperativa La Matanza está tramitando la creación de un Centro de Formación Profesional (CFP) dentro de sus instalaciones. Sebastián se entusiasma: “Me gusta muchísimo porque una escuela de oficios es para enfocar más el tema de los jóvenes. No hay base técnica, es muy difícil aprender, pero así se haría muchísimo más fácil, y podría ser más sencillo incorporar gente nueva”.
Entusiasmo, memoria, aprendizaje comunitario.
El portal sigue sumando.


Cuidar lo propio
Que la historia la cuenten trabajadoras y trabajadores que no formaron parte de la recuperación habla de un movimiento que estas experiencias reflejan de forma única: la fábrica atravesó crisis, generaciones, macrismo, pandemia, y sigue en pie. No fue sencillo, explica Edith: “Estuvimos dos meses cerrados. Emitíamos cheques para hacernos de fondos y llevarnos algo de plata. Veníamos rogando que no te parara nadie, porque había controles por todos lados, para poder hacer alguna entrega, generar unos pesos, y poder repartirlos entre los compañeros. Fue complicado: creo que las recuperadas se mantuvieron porque apretaron los bolsillos para poder seguir abiertas”.
El testimonio refleja una ecuación lógica: sin producción no hay ingresos, pero no podía haber producción sin que sus trabajadorxs circularan. Para colmo el esquema de asistencia del gobierno, que pagó hasta dos salarios mínimos de empleados de empresas privadas (Techint y Clarín, por ejemplo), no incluyó a las cooperativas. ¿Cuál fue entonces la estrategia? “La cooperativa Aceitera La Matanza, de actividad esencial por producción de alimentos, nos hizo pasar como proveedores suyos. Así pudimos ir a la fábrica”.
La pandemia también aceleró el retiro de quienes no querían exponerse por razones de salud. Quedaron solamente tres trabajadorxs, por lo que decidieron incorporar nuevxs. Doble mérito autogestivo en contexto pandémico: mientras miles de empresas y comercios cerraban, aquí no solamente continuaron, sino que además generaron nuevas fuentes de trabajo.
¿Cómo se transmite lo que significa trabajar en una cooperativa? Edith, como integrante del MNER y de la Dirección Nacional de Empresas Recuperadas en el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, organiza visitas a otras empresas, y promueve sorteos para ver quién la acompaña: “Es para que no se queden escuchando una sola voz, sino que escuchan la historia por sus propios protagonistas, porque acá no tenemos ningún fundador que lo pueda contar en carne viva”.
Sebastián fue uno de los ganadores, y comparte una impresión: “Lo que más me flashea es cómo se conocen entre todos. Es muy lindo que cada uno tenga su propia historia”. Belén Peralta, 27 años, administrativa, cuenta lo que más la sensibiliza: “La lucha, el tiempo, los meses sin dormir, el apoyo a otros compañeros. No conocía las recuperadas, fue a través de Edith: ahora lo explicaría por lo que estoy escuchando y viviendo. Tuve muchos trabajos, pero hoy no tengo el peso de tener un patrón”.
Walter Klatt, 49 años, coincide: “Se trabaja más tranquilo, más libre. Calculo que es el sueño de una persona que quiere trabajar y tener algo propio. En otras empresas está el estampador, el que limpia los tornillos, el de mantenimiento, y si vos eras algo de eso no podías tocar otra cosa. Acá me siento tranquilo. Soy parte: venía de una mentalidad de cuidar las cosas de los demás, ahora es venir acá para cuidar lo propio”.
Edith es la que más impulsa esa memoria y esa proyección a largo plazo: “Los compañeros que estaban tenían más de 70 años, y no tenían proyección de cuidar la fábrica para que vengan sus hijos, sus nietos. Era el día a dia. Nosotros empezamos a ver y a instalar que esto es a futuro”.

La primera trabajadora
Rosa Garay, 24 años, hermana de Edith, también empezó hace ocho meses: “Estoy en administración y me gustaría atender las máquinas. Pero hay un tema ahí”, dice y se ríe. “Tenemos un compañero que dice que las mujeres no van”. El presidente Santillán responde: “Una mujer tiene que tener cuidado en no golpearse la mano. Yo no sé, en una fábrica como esta nunca vi mujeres trabajando”. Las compañeras le responden: “Usted tiene los diez dedos”. Estas discusiones atraviesan a todo el movimiento, en su mayoría masculino, y por eso las trabajadoras del MNER armaron la rama de Géneros. Lo crucial es la práctica: promueven transformaciones en sus propias fábricas.
En Cooperativa La Matanza hoy son cuatro las trabajadoras, pero hasta hace un año y siete meses Edith era la única. Cuando su tío propuso sumarla en 2011, algunos compañeros se negaron: no estaban de acuerdo en incorporar familiares porque pensaban que no iban a tener el mismo entusiasmo por no haber sido parte de la recuperación. Cuando finalmente ingresó, no lo hizo como socia: “Estuve trabajando más de cuatro años cobrando menos que todo el resto simplemente porque era mujer. Recién cuando hicimos cambio de comisión y necesitaban poner a alguien que no sea los que estaban, no les quedó otra que asociarme. Fue la primera vez que ocupé un cargo: fui tesorera”.
Ese momento coincidió con conocer al MNER, y empezó otra pelea interna: “Entraste al movimiento y cambiaste, me decían. ‘Sos una histérica’, ‘una loca’. Claro, a partir de ahí empecé a hablar y fue todo para peor”. Un día le dejaron una rata muerta en la oficina. Otro día le tiraron basura. También le dejaron pegados carteles denigrantes en la fábrica: esa vez se enfureció y dijo que cuando saliera del baño no quería ver ese escrito. El insulto, luego, desapareció. “Hasta hace un par de años estuve con ataques de pánico sin poder salir de todos los problemas que había acá adentro. Me hubiese podido ir porque tenía propuestas económicamente mejores, pero siempre decidí quedarme”.
¿Por qué? “Porque tengo un sentido de pertenencia acá. Lo siento. Y porque la cooperativa, para mí, está por encima de los propios trabajadores. Siento ese amor, que es también el amor que siento por el MNER”.
En el movimimiento, por primera vez, se encontró con compañeros que le preguntaban qué opinaba, qué le parecía, qué sentía: “Nunca había sentido que lo que sentía era interesante. Siempre era más interesante lo que tenía para decir otro que yo. Una vez aporté una opinión en una asamblea, me dijeron que estaba errada. Un compañero dijo lo mismo y todo el mundo: ‘Qué genio’. Otro compañero dijo que era una caprichosa y que iba a ir a hablar con mi papá porque conmigo no se podía hablar. Sola en el mundo. Me ponía mal, pero me daba fuerza diciendo que no me van a ganar, no me van a doblegar. Y acá estoy”.
Acá está.
Edith es hoy una de las principales dirigentes de un movimiento que no para.

Ocupar, resistir, soñar
Desde esa mirada, Edith plantea algo interesante: “Necesitamos tener perspectiva de empresarios sin olvidarnos que somos trabajadores”. ¿Por ejemplo? “En las empresas ves que dividen la administración por pagos, por cobros, por proveedores: tenés tres teléfonos distintos para cada cosa. En las cooperativas, a veces, es una sola persona, y eso es porque hasta el día de hoy no se le da la importancia que se le tiene que dar a la administración. Debería ser un 50% la administración y un 50% la producción”.
Esa proyección, en sintonía con una perspectiva de movimiento, también propone otras discusiones para el sector. Una de ellas es la salud: el plan es poder desarrollar una mutual, que también contemple espacios de recreación para lxs trabajadorxs. Un debate urgente es la jubilación. Julio Santillán, a sus 55, lo siente: “Una persona que estuvo 50 años aportando no puede jubilarse con la mínima. Es injusto”. En el caso de las cooperativas, como las trabajadoras y los trabajadores son monotributistas, el aporte para la jubilación siempre es a la mínima. Edith: “Nosotras somos un sujeto distinto y queremos tener un reconocimiento distinto. Tenemos un proceso productivo a escala, estamos dentro de la industria, porque somos empresas gigantes que cerramos. Después de recuperar nuestro propio trabajo y aportar nuestro propio capital para pagar el monotributo, jubilarte con la mínima es totalmente injusto”.
Otra de las ideas del MNER es la moneda MIA, desarrollada en esta misma edición: “Lograr una moneda propia es lograr independencia, sin estar dependiendo de lo que te impongan de afuera. Es discutir qué consumimos para vivir”.
Recuperaciones, leyes, escuelas de formación, mutuales, monedas: ¿qué es lo que hace que el movimiento no pare? “No pensamos solamente en nuestro bienestar, sino en cómo ayudar a los más desposeídos de nuestra patria. Siempre que recuperamos una empresa les decimos a los trabajadores que no queremos plata ni nada, solo que sean solidarios con quien después lo necesite”.
Todo el recorrido, en clave de un cumpleaños redondo de 20 años de autogestión, hace que los deseos sean tangibles: “Por ahí estamos queriendo volar muy alto, pero de los sueños y de las esperanzas podemos vivir mucho”.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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