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Cómo se recuperan el trabajo y la producción

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Un caso testigo sobre cómo pueden hacerse las cosas, en tiempos en que se debate el fin del trabajo, demasiada gente opina en medio de internas sin hacer algo concreto, y el empleo que existe es cada vez más precario. Los dueños abandonaron en 2002 esta fábrica de tornillos y sus trabajadorxs se hicieron cargo, como ocurrió con cientos de empresas recuperadas. Crearon la Cooperativa La Matanza. Atravesaron crisis, macrismo y pandemia. Cumplen nada menos que 20 años sin patrón, con una nueva generación al frente. Cómo se mantienen vivas la memoria y el deseo, pero también la producción y la administración. Por Lucas Pedulla.

Cómo se recuperan el trabajo y la producción
Parte del grupo en la metalúrgica. Foto: Lina Etchesuri.

Una empresa: SAMASI.

Un año: 2002.

Un confín: Isidro Casanova, galaxia de La Matanza.

En una zona fabril asediada por la crisis delarruesca de fin de siglo, esta metalúrgica productora de tornillos, remaches, bulones, pernos y especiales sufrió el abandono de sus dueños. De sus 50 trabajadores, solo una docena siguió yendo a la fábrica porque tenían la llave, al menos para estar juntos en tiempos del “que se vayan todos”.

Un día, un vecino les contó sobre la cooperativa de ladrillos Palmar, vecina de la zona, y la idea se puso en marcha. 

Veinte años después, el confín es el mismo.

El año representa una celebración de aniversario redonda: 2022.

Pero la empresa hoy es recuperada: Cooperativa de Trabajo La Matanza.

Dos generaciones

La zona de ingreso a una recuperada es un portal que, una vez atravesado, llega a una historia que no se encuentra en Netflix. En el caso de esta fábrica, alrededor de una mesa de madera entre máquinas estampadoras, hay seis personas (tres mujeres, tres varones) que tienen en común un dato curioso: ninguna fue parte de la recuperación.

El más grande es José Santillán, el presidente, 55 años, y 11 en la fábrica: “Los fundadores de la cooperativa ya eran mayores, y se fueron retirando durante la pandemia. Ahí quedamos nosotros. Hoy somos ocho en total”. 

El más joven es Sebastián Parras, 19 años, y eso significa que cuando esta historia empezó, ni siquiera había nacido. Entró hace ocho meses: “Es mi primer laburo. No conozco otra forma de trabajar que no sea acá. Es una forma de trabajo más amena, no te digo liviana, porque tenemos responsabilidades, pero al menos no se siente tanto”. ¿Qué es lo que no se siente tanto? Piensa y responde: “La carga”.

Edith Garay tiene 31 años y entró a trabajar el mismo día que José. Sobrina de uno de lo fundadores, lleva en el cuerpo la memoria familiar: “Entré sin saber y aprendí el rubro directamente acá. Recién había terminado el colegio. Nuestra historia me tocó vivirla desde la familia: me acuerdo los dolores de cabeza que mi tío traía a casa”. Edith apunta una dimensión clave en estas luchas: “Quien recupera el puesto de trabajo no es solo el trabajador, sino también toda su familia, fundamental en acompañar el proceso”.

Así lo cuenta: “Esta era una empresa familiar, y como pasa en muchas, cuando se renovó quedaron los hijos de los dueños, que no quisieron seguir y la dejaron en manos de un administrador que se la llevó toda, pagó dos pesos, y se armó otra fábrica acá cerquita. Se llevó a buenos trabajadores y toda la cartera de clientes. Quedó otro administrador que empezó a hacer fraude con los trabajadores. Estuvieron entre dos y tres años en ese proceso hasta que se cansaron. Un compañero, que era el delegado, dijo: ‘Ya no va más. Despierten’. Entre los poquitos que eran, entraron. Se quedadon dos semanas, día y noche. Los amenazaban diciéndoles que estaban usurpando, hasta que se cansaron y no vinieron más. Buscaron todos los papeles para poner en orden la cooperativa”.

La fábrica fue expropiada y hasta tuvo una prórroga en la legislatura bonaerense, que venció en 2011. Desde entonces nunca se renovó. “Estamos sin expropiación, pero tampoco nadie está reclamando nada. Los dueños eran muy mayores y se fueron, no querían saber nada. Incluso uno de ellos fue socio de la cooperativa: cuando yo entré seguía trabajando acá. Lo que queremos es iniciar la usucapión (una figura que posibilita adquirir una propiedad por el paso del tiempo), porque desde 2003 los servicios llegan a nombre de la cooperativa”.

Es que la propiedad es otro limbo que deben sortear estas empresas. Por eso, el 5 de mayo el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER) presentó nuevamente en el Congreso, de la mano del diputado nacional Leonardo Grosso (FdT), el proyecto de Ley de Recuperación de Unidades Productivas, para que puedan existir resortes menos traumáticos que faciliten los procesos de legalización. En su artículo 6, por ejemplo, prevé que el Poder Ejecutivo ceda en comodato los inmuebles expropiados a las cooperativas para el cumplimiento de sus objetos sociales, con la condición de que las empresas cedan parte de las instalaciones que no destinan a la producción “para el desarrollo de actividades sociales, educativas, culturales, tareas de cuidados y/o de formación profesional”.

En ese sentido, Cooperativa La Matanza está tramitando la creación de un Centro de Formación Profesional (CFP) dentro de sus instalaciones. Sebastián se entusiasma: “Me gusta muchísimo porque una escuela de oficios es para enfocar más el tema de los jóvenes. No hay base técnica, es muy difícil aprender, pero así se haría muchísimo más fácil, y podría ser más sencillo incorporar gente nueva”.

Entusiasmo, memoria, aprendizaje comunitario.

El portal sigue sumando.

Cuidar lo propio

Que la historia la cuenten trabajadoras y trabajadores que no formaron parte de la recuperación habla de un movimiento que estas experiencias reflejan de forma única: la fábrica atravesó crisis, generaciones, macrismo, pandemia, y sigue en pie. No fue sencillo, explica Edith: “Estuvimos dos meses cerrados. Emitíamos cheques para hacernos de fondos y llevarnos algo de plata. Veníamos rogando que no te parara nadie, porque había controles por todos lados, para poder hacer alguna entrega, generar unos pesos, y poder repartirlos entre los compañeros. Fue complicado: creo que las recuperadas se mantuvieron porque apretaron los bolsillos para poder seguir abiertas”.

El testimonio refleja una ecuación lógica: sin producción no hay ingresos, pero no podía haber producción sin que sus trabajadorxs circularan. Para colmo el esquema de asistencia del gobierno, que pagó hasta dos salarios mínimos de empleados de empresas privadas (Techint y Clarín, por ejemplo), no incluyó a las cooperativas. ¿Cuál fue entonces la estrategia? “La cooperativa Aceitera La Matanza, de actividad esencial por producción de alimentos, nos hizo pasar como proveedores suyos. Así pudimos ir a la fábrica”. 

La pandemia también aceleró el retiro de quienes no querían exponerse por razones de salud. Quedaron solamente tres trabajadorxs, por lo que decidieron incorporar nuevxs. Doble mérito autogestivo en contexto pandémico: mientras miles de empresas y comercios cerraban, aquí no solamente continuaron, sino que además generaron nuevas fuentes de trabajo. 

¿Cómo se transmite lo que significa trabajar en una cooperativa? Edith, como integrante del MNER y de la Dirección Nacional de Empresas Recuperadas en el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, organiza visitas a otras empresas, y promueve sorteos para ver quién la acompaña: “Es para que no se queden escuchando una sola voz, sino que escuchan la historia por sus propios protagonistas, porque acá no tenemos ningún fundador que lo pueda contar en carne viva”.

Sebastián fue uno de los ganadores, y comparte una impresión: “Lo que más me flashea es cómo se conocen entre todos. Es muy lindo que cada uno tenga su propia historia”. Belén Peralta, 27 años, administrativa, cuenta lo que más la sensibiliza: “La lucha, el tiempo, los meses sin dormir, el apoyo a otros compañeros. No conocía las recuperadas, fue a través de Edith: ahora lo explicaría por lo que estoy escuchando y viviendo. Tuve muchos trabajos, pero hoy no tengo el peso de tener un patrón”.

Walter Klatt, 49 años, coincide: “Se trabaja más tranquilo, más libre. Calculo que es el sueño de una persona que quiere trabajar y tener algo propio. En otras empresas está el estampador, el que limpia los tornillos, el de mantenimiento, y si vos eras algo de eso no podías tocar otra cosa. Acá me siento tranquilo. Soy parte: venía de una mentalidad de cuidar las cosas de los demás, ahora es venir acá para cuidar lo propio”.

Edith es la que más impulsa esa memoria y esa proyección a largo plazo: “Los compañeros que estaban tenían más de 70 años, y no tenían proyección de cuidar la fábrica para que vengan sus hijos, sus nietos. Era el día a dia. Nosotros empezamos a ver y a instalar que esto es a futuro”.

Cómo se recuperan el trabajo y la producción

La primera trabajadora

Rosa Garay, 24 años, hermana de Edith, también empezó hace ocho meses: “Estoy en administración y me gustaría atender las máquinas. Pero hay un tema ahí”, dice y se ríe. “Tenemos un compañero que dice que las mujeres no van”. El presidente Santillán responde: “Una mujer tiene que tener cuidado en no golpearse la mano. Yo no sé, en una fábrica como esta nunca vi mujeres trabajando”. Las compañeras le responden: “Usted tiene los diez dedos”. Estas discusiones atraviesan a todo el movimiento, en su mayoría masculino, y por eso las trabajadoras del MNER armaron la rama de Géneros. Lo crucial es la práctica: promueven transformaciones en sus propias fábricas.

En Cooperativa La Matanza hoy son cuatro las trabajadoras, pero hasta hace un año y siete meses Edith era la única. Cuando su tío propuso sumarla en 2011, algunos compañeros se negaron: no estaban de acuerdo en incorporar familiares porque pensaban que no iban a tener el mismo entusiasmo por no haber sido parte de la recuperación. Cuando finalmente ingresó, no lo hizo como socia: “Estuve trabajando más de cuatro años cobrando menos que todo el resto simplemente porque era mujer. Recién cuando hicimos cambio de comisión y necesitaban poner a alguien que no sea los que estaban, no les quedó otra que asociarme. Fue la primera vez que ocupé un cargo: fui tesorera”.

Ese momento coincidió con conocer al MNER, y empezó otra pelea interna: “Entraste al movimiento y cambiaste, me decían. ‘Sos una histérica’, ‘una loca’. Claro, a partir de ahí empecé a hablar y fue todo para peor”. Un día le dejaron una rata muerta en la oficina. Otro día le tiraron basura. También le dejaron pegados carteles denigrantes en la fábrica: esa vez se enfureció y dijo que cuando saliera del baño no quería ver ese escrito. El insulto, luego, desapareció. “Hasta hace un par de años estuve con ataques de pánico sin poder salir de todos los problemas que había acá adentro. Me hubiese podido ir porque tenía propuestas económicamente mejores, pero siempre decidí quedarme”.

¿Por qué? “Porque tengo un sentido de pertenencia acá. Lo siento. Y porque la cooperativa, para mí, está por encima de los propios trabajadores. Siento ese amor, que es también el amor que siento por el MNER”. 

En el movimimiento, por primera vez, se encontró con compañeros que le preguntaban qué opinaba, qué le parecía, qué sentía: “Nunca había sentido que lo que sentía era interesante. Siempre era más interesante lo que tenía para decir otro que yo. Una vez aporté una opinión en una asamblea, me dijeron que estaba errada. Un compañero dijo lo mismo y todo el mundo: ‘Qué genio’. Otro compañero dijo que era una caprichosa y que iba a ir a hablar con mi papá porque conmigo no se podía hablar. Sola en el mundo. Me ponía mal, pero me daba fuerza diciendo que no me van a ganar, no me van a doblegar. Y acá estoy”.

Acá está.

Edith es hoy una de las principales dirigentes de un movimiento que no para.

Cómo se recuperan el trabajo y la producción

Ocupar, resistir, soñar

Desde esa mirada, Edith plantea algo interesante: “Necesitamos tener perspectiva de empresarios sin olvidarnos que somos trabajadores”. ¿Por ejemplo? “En las empresas ves que dividen la administración por pagos, por cobros, por proveedores: tenés tres teléfonos distintos para cada cosa. En las cooperativas, a veces, es una sola persona, y eso es porque hasta el día de hoy no se le da la importancia que se le tiene que dar a la administración. Debería ser un 50% la administración y un 50% la producción”.

Esa proyección, en sintonía con una perspectiva de movimiento, también propone otras discusiones para el sector. Una de ellas es la salud: el plan es poder desarrollar una mutual, que también contemple espacios de recreación para lxs trabajadorxs. Un debate urgente es la jubilación. Julio Santillán, a sus 55, lo siente: “Una persona que estuvo 50 años aportando no puede jubilarse con la mínima. Es injusto”. En el caso de las cooperativas, como las trabajadoras y los trabajadores son monotributistas, el aporte para la jubilación siempre es a la mínima. Edith: “Nosotras somos un sujeto distinto y queremos tener un reconocimiento distinto. Tenemos un proceso productivo a escala, estamos dentro de la industria, porque somos empresas gigantes que cerramos. Después de recuperar nuestro propio trabajo y aportar nuestro propio capital para pagar el monotributo, jubilarte con la mínima es totalmente injusto”.

Otra de las ideas del MNER es la moneda MIA, desarrollada en esta misma edición: “Lograr una moneda propia es lograr independencia, sin estar dependiendo de lo que te impongan de afuera. Es discutir qué consumimos para vivir”.

Recuperaciones, leyes, escuelas de formación, mutuales, monedas: ¿qué es lo que hace que el movimiento no pare? “No pensamos solamente en nuestro bienestar, sino en cómo ayudar a los más desposeídos de nuestra patria. Siempre que recuperamos una empresa les decimos a los trabajadores que no queremos plata ni nada, solo que sean solidarios con quien después lo necesite”. 

Todo el recorrido, en clave de un cumpleaños redondo de 20 años de autogestión, hace que los deseos sean tangibles: “Por ahí estamos queriendo volar muy alto, pero de los sueños y de las esperanzas podemos vivir mucho”.

Portada

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

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La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

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Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

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También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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