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Cooperativa de trabajo, imprenta, y usina de teatro: que cumplas felices 20 años, Gráfica Patricios

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La imprenta Gráfica Patricios está cumpliendo 20 años desde la toma que permitió que los trabajadores pudieran salvarla del vaciamiento al que estaba siendo sometida por la antigua patronal. Este 20 de diciembre habrá un acto, y además la presentación de la obra de teatro Furia, en línea con una tendencia que Gráfica Patricios siempre supo implementar a partir de su relación con Norman Briski: el trabajo, la autogestión, y el arte. Incluimos aquí el anuncio de la celebración y, como homenaje a Gráfica Patricios, La rebelión de las máquinas, la historia de la recuperación publicada en aquel momento por lavaca, que forma parte del libro Sin Patrón – Fábricas y empresas recuperadas en la Argentina.

Por María del Carmen Varela

“Cuando nosotros ocupamos la fábrica, éramos 75 compañeros que quedábamos acá. Esos compañeros se mantuvieron 60, 70 días, se iban yendo y algunos no regresaban, hasta que quedamos 28”, relata Gustavo Cali Ojeda, —actual  presidente de Cooperativa Gráfica Patriciosen la serie documental de 8 capítulos Lo que hay que hacer para trabajar, producida por lavaca y estrenada a comienzos de este año.  Se refiere al año 2003,  momento económico especialmente complicado, post debacle 2001 en el que Talleres Gráficos Conforti fue tomado por sus trabajadores luego de reclamar por el pago de los sueldos y fuera muy evidente el vaciamiento de la empresa por parte del dueño,  Raúl Gonzalo.

Los cañones apuntaron hacia los trabajadores y fueron acusados de usurpación. Durante ese largo período de resistencia, el actor Norman Briski acompañó la toma y estrenó Maquinando, obra de teatro con los obreros como protagonistas. “Era una lucha alegre, no era una lucha cejijunta, ni intelectual”, cuenta Briski en el capítulo 4° de la serie.

Cooperativa de trabajo, imprenta, y usina de teatro: que cumplas felices 20 años, Gráfica Patricios

Gustavo Cali Ojeda, presidente de la Cooperativa Gráfica Patricios, y el actor, director y dramaturgo Norman Briski, que acompañó la recuperación desde un primer momento, en la filmación del documental Las cosas que hay que hacer para trabajar.

Sin temor a spoilear, porque ya sabemos que la toma tuvo su recompensa, el enorme taller gráfico de Barracas fue convertido en cooperativa de trabajo y tiempo después se produjo la expropiación. Pasaron exactamente veinte años y este miércoles 20 de diciembre, Gráfica Patricios se prepara para celebrar. “Tenemos el compromiso de seguir y no bajar los brazos, queremos que nuestra cooperativa quede para nuestros hijos, nietos, que no se detenga el sueño del control obrero. Nos costó mucho construir en lo político y social para que después vengan estos gobiernos neoliberales y echen todo por tierra”, plantea Ojeda.

Cooperativa de trabajo, imprenta, y usina de teatro: que cumplas felices 20 años, Gráfica Patricios

“Destaco el compromiso de nuestro sindicato gráfico, el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas, MNER y otras organizaciones sociales. Me hubiera gustado más decisión política del gobierno saliente”. Con respecto a lo que sostuvo a la cooperativa durante estas dos décadas, Gustavo subraya: “El trabajo organizado, no nos olvidemos que pasamos una pandemia de casi tres años tremendos. Creo que lo imprescindible es la organización y el compromiso del trabajador. La toma de conciencia es la parte más difícil”. Gráfica Patricios no solo es una imprenta de excelencia sino que a lo largo de estos años han sabido albergar otras áreas como la educativa, sanitaria y de comunicación. En sus instalaciones de Av. Regimiento Patricios 1941 funciona la Escuela de Educación Media N° 2 “Trabajadores gráficos”, un Centro de Salud y Acción Comunitaria (CESAC) y Radio Gráfica FM 89.3.

Los veinte años de trabajo ininterrumpido se festejarán este 20 de diciembre con doble evento. A las 18 arrancará el acto y a las 20, la impronta teatral aportada desde siempre por Briski reactivará su potencia con la obra teatral Furia, creada y producida por TSO: Teatro Sanitario de Operaciones (www.teatrosanitario.com.ar).

Furia se estrenó en el Centro Cultural Haroldo Conti, ex ESMA, a veinte años del 2001. “Es una representación vía performance de lo que se vivió en esa época del 2001 que tiene tanta vigencia hoy en dia, por eso se llama así, el pueblo unido salió a la calle a reclamar sus derechos”, cuenta Kike López, director de TSO, compañía de teatro no convencional que viene produciendo obras desde 1996 con una calidad y creatividad destacables. Utilizan distintos lenguajes como el teatro aéreo, video, poesía y diversas técnicas para crear atmósferas que den contexto a la trama.

“Venimos trabajando hace años con empresas recuperadas. Una de nuestras casas es IMPA, hace más de veinte años que estamos ahí y ahora nos acercamos también a la Gráfica donde nos abrieron las puertas para poder presentar nuestras obras. La Gráfica abre su espacio a la cultura”, se alegra Kike. Durante noviembre hicieron funciones en las instalaciones del taller de su obra Mantua XP, que combina teatro aéreo, máquinas escenográficas, actuaciones entre el público, dj en vivo, coctelería y el uso de los elementos fuego, aire, agua y tierra.

Quiere decir que todo esto trata de nuestra historia, el teatro como herramienta para recuperarla y observarla de cerca como un espejo donde mirarnos desde un presente en conflicto. Kike: “En este momento necesitamos ver y esclarecer los hechos, tener memoria para no caer en errores y en procesos del pasado que si bien tenían otro contexto histórico, no funcionaron. La reflexión nos lleva a ponernos de un lado, lo humano siempre está primero”.  

Si bien las entradas se agotaron casi apenas subido el formulario, habrá otras ocasiones para ver el trabajo de TSO en Gráfica Patricios. El año próximo vuelve Mantua y también talleres, seminarios y nuevas producciones teatrales.

Cooperativa de trabajo, imprenta, y usina de teatro: que cumplas felices 20 años, Gráfica Patricios

Aquí reproducimos La rebelión de las máquinas, crónica publicada en 2003 por lavaca, que forma parte del libro Sin Patrón-Fábricas y empresas recuperadas en la Argentina.

La rebelión de las máquinas

por Sergio Ciancaglini

PRIMERA PARTE

Julio del 2003. Las paredes del edificio verde que ocupa media manzana en la Avenida Patricios al 1900, Barracas, Buenos Aires, podrían ser calificadas como murales informativos. Allí hay todo un tratado que detalla con pocas palabras la situación de los Talleres Gráficos Conforti. En letras blancas mayúsculas se relata:

  • Trabajadores de Conforti por la fuente de trabajo. Nos deben más de un año de salarios. ¡¡No al vaciamiento!!
  • Justicia para los trabajadores ¡¡Solución ya!!
  • Más de 3 meses de lucha.
  • Raúl Gonzalo, delincuente, pagá.
  • No al vaciamiento de empresas.
  • No al desalojo.

Aparece además una propuesta que, de acuerdo al efecto que provocan estas situaciones, resulta un dechado de precisión y armonía:

  • Gonzalo, ladrón hijo de puta, pagá lo que debés.

Esta oración está desactualizada en su último tramo. Hoy los trabajadores de Conforti mantienen la primera parte del postulado, pero no parecen querer siquiera que les paguen lo que les deben.
Ahora exigen la expropiación definitiva de la empresa, para que se cumpla la ley y para hacer honor y poner en práctica las dos palabras más profundas pintadas allí, en blanco sobre verde:

  • Queremos trabajar.

Barracas es uno de los barrios más originales de Buenos Aires, con sus manzanas en desnivel con respecto a la calle para no sucumbir a las inundaciones. Conforti está a media cuadra del Riachuelo. Las persianas bajas parecen los ojos cerrados de una empresa que está en coma, víctima de una inundación de otra clase y de uno de esos casos de corrupción empresaria tan emblemáticos de la llamada dirigencia nacional (si es que esas dos palabras conservan algún sentido).

Cooperativa de trabajo, imprenta, y usina de teatro: que cumplas felices 20 años, Gráfica Patricios

Tapa de una de las ediciones de Sin Patrón, de lavaca, con prólogo de Naomi Klein y Avi Lewis.

Matar el tiempo

Una de las ediciones de Sin Patrón, con el prólogo de Naomi Klein y Avi Lewis, que incluye «La rebelión de las máquinas».

La reunión con los obreros de la Cooperativa Patricios es en un taller silencioso, oscuro, quieto, la mayor tristeza para cualquier gráfico o cualquier periodista.
En Terminator 3 se retoma una idea clásica de la ciencia ficción: la rebelión de las máquinas como un anuncio de la catástrofe humana. En la Argentina la catástrofe ya ocurrió, y la rebelión de las máquinas es, en todo caso, la que permitiría que fábricas y talleres como Conforti vuelvan a funcionar. Se trata de otro guion: las máquinas y los hombres aquí son aliados.
En el taller, las máquinas están en silencio, con sus ojos apagados. Los trabajadores estaban jugando a las cartas. En el fondo el juego es siempre el mismo: se trata de ir matando el tiempo, para evitar que el tiempo los mate a ellos.
Pero hay algo que se sobrepone al silencio: calculan que en unos 20 días esta situación puede cambiar definitivamente hacia un ambiente más ruidoso. Ellos, y las máquinas, recuperando su capacidad de trabajar.

La historia comenzó a desmoronarse entre 1998 y 1999 cuando el presidente de Conforti, Raúl Gonzalo, hombre más bien redondeado, decidido, veloz, de palabra fácil (“es de los que te convence que todo lo tuyo es de él, y le creés” dicen los obreros), siempre de barba y 4×4, comenzó a pagar poco y mal a sus obreros.
No faltaba trabajo.
Gustavo Ojeda, delegado gremial y ahora integrante de la Cooperativa Patricios que han conformado los trabajadores, recuerda que entre los clientes estaban El Cronista Comercial, las revistas de Cablevisión y Telecentro, Segundamano y Vía Aérea (que se entrega a los pasajeros de aviones) por nombrar unas pocas. Está dicho: no faltaba trabajo, faltaba pagarlo.
Había unos 80 obreros que aguantaban los retrasos y los recortes que consideraron un mal menor frente a las amenazas de despido o a los retiros voluntarios que cada vez fueron menos voluntarios. “Incluso muchos acuerdos homologados ante el Ministerio de Trabajo no se cumplían. O sea, se firmaba el acuerdo, y la plata no aparecía. Íbamos a reclamar al Ministerio, y la homologación no aparecía”.
En la Argentina el sistema de despidos fue privatizado para lograr una mayor eficiencia: despedir más y mejor con el disfraz del “acuerdo mutuo” entre trabajadores y empresas. Sin embargo, las homologaciones en este caso desaparecieron. Para Ojeda la única explicación a semejante enigma es un puño arriba de la mesa: “Alguien puso plata”.

Navidad con monedas

Siempre se puede estar peor. La Argentina lo supo en el 2001, cuando la recesión menemista y su empalme con la recordada gestión del señor De la Rúa y los suyos provocó un colapso absoluto de la economía. En ese ambiente, Gonzalo iba pagando cada vez menos. De sueldos cercanos a a los 1.000 pesos, pasó a pagar fracciones semanales de 150, luego de 100 y finalmente de 50.
De paso, humillaba: hacía que los trabajadores tuvieran que esperar hasta siete horas, fuera de su turno de trabajo, para cobrar esos 50 pesos.
Pero al mismo tiempo Gonzalo ensanchaba sus negocios, como propietario y presidente de Conforguías S.A., empresa a la que iban a parar clientes y contratos que funcionaban en Conforti.
Por eso los trabajadores empezaron a sospechar que ante sus ojos se producía un nuevo acto de magia negra: lo que estaba, desaparecía. Lo llamaron vaciamiento. A fines del 2001 quedaba un solo cliente para Conforti: el diario El País, de España, que tiene una pequeña tirada en Buenos Aires y Montevideo.
Raúl Gonzalo se presentó en convocatoria de acreedores. “Nosotros seguíamos trabajando” reconoce Juan José Rodríguez “y es más: los sábados y domingos trabajábamos gratis. Lo hacíamos pensando que iba a ser peor todavía si la empresa se cerraba”.
Cuando hacían asambleas reclamando pagos atrasados, Gonzalo bajaba a arengar a los gráficos. El señor Miguel Isidro Barrios todavía se asombra con los argumentos: “¿Sabe qué nos decía? Que la culpa de la crisis de la empresa era nuestra. Que hacíamos mal el trabajo y por eso los clientes se iban”.
Llegó diciembre del 2001. Corralito. Denuncia Ojeda: “Pero a éste el corralito no lo agarró. Iba a Uruguay a buscar la plata”. No se sabe cuánta, pero la Navidad de 2001 le pagó $10 (diez pesos) a cada uno de los obreros. A esa altura eran unos 80 empleados, así que Gonzalo invirtió 800 pesos para unas felices fiestas. Un dato curioso: pagó en monedas, porque fue el único cambio chico que consiguió.
A otros no les pagaba siquiera con diez monedas. La AFIP, los organismos previsionales, la obra social y el sindicato, sumados a los salarios caídos, generaron una deuda que –al estilo de la deuda externa argentina- iba siendo cada vez más inmanejable.

Para evitar pagar parte de esa deuda, el señor Raúl Gonzalo intentó un nuevo acto esotérico: declaró bajo juramento a la AFIP que no tenía empleados. Los esfumó.
Pero tiempo después, en marzo de este año, solicitó ante el Ministerio de Trabajo la apertura del Procedimiento Preventivo de Crisis para poder despedir a la mitad del personal.
Conclusión: no tenía empleados, pero iba a echar a la mitad.
Esta teoría sobre la subdivisión de la nada merecería un arduo debate filosófico, el Nobel de Física, o una reparación a las víctimas de la asociación ilícita entre este tipo de empresarios y un Estado neoliberal que los apoya como empresa prestadora de servicios.

La reactivación de la falsificación

A fines de febrero de 2003 los trabajadores se hartaron y comenzaron la llamada “retención de tareas”: al no cobrar, concurren a sus puestos de trabajo a no hacer nada. De todos modos colaboraban en lo indispensable para que siguiera editándose El País. Raúl Gonzalo informó que no podría pagarles ni los 50 pesos semanales que venían cobrando y el 10 de marzo comenzó el cese total de trabajo que continúa hasta hoy. El juez del concurso Juan José Dieuzeide nombró un veedor.
Gonzalo contraatacó iniciando una causa por “ocupación del establecimiento” exigiendo el desalojo de los trabajadores. La fábrica en realidad no estaba tomada ni ocupada, sino que los trabajadores concurrían en sus horarios. El propio veedor judicial elevó al juez un escrito describiendo que no había tal ocupación: el control de la planta –informó- lo realizaba la empresa de seguridad Libercoop y personal adicional de la Policía Federal Argentina, en contacto permanente con el propio Gonzalo.
Hubo más intentos de magia. Gonzalo sostenía que su deuda con los obreros era ínfima y que les había pagado todo el 2002. Para demostrarlo, hizo lo lógico: le presentó al Veedor judicial todos los recibos firmados por los trabajadores durante ese año.
Hubo sólo un detalle disonante: todas las firmas, en más de 300 recibos, eran falsas. A simple vista podía notarse que, además, la misma persona aparecía con firmas absolutamente dispares, cosa que pudo confirmar el propio juez comercial sin necesidad de revisa demasiado esos garabatos amorfos. Esto es algo que puede generar la indignación de cualquier ciudadano honesto, e incluso la de cualquier falsificador eficiente.

Justicia privada

Con el descubrimiento de la falsificación, y de todo lo que eso implica como delito, llegó la orden de detención.
Pero no para Raúl Gonzalo, sino para los obreros acusados de usurpación por la jueza del Juzgado Nacional Correccional número 2, Mónica Atucha de Ares. Esta señora demostró la velocidad de la que es capaz la justicia –a veces- aceptando la denuncia por usurpación, ordenando el desalojo de una fábrica que no estaba tomada, y dictando el procesamiento de 14 de los trabajadores que estaban en la planta el día que ella envió a un oficial de justicia a inspeccionar.
La jueza, como ocurrió con el juez provincial Marcelo Goldberg en el caso de Crometal, puso la defensa de la propiedad privada (aunque se trate de un evidente evasor y falsificador denunciado por vaciamiento) y el ejercicio del desalojo, por encima de cualquier otro interés y derecho. El juez Goldberg terminó pidiéndole disculpas personalmente a los obreros, apenas entendió que estaba poniéndose en la mira de un juicio político. Esta jueza, en cambio, sigue con la amenaza de desalojo pendiente.
Don Aniceto Sanabria, uno de los veteranos de la cooperativa dice en voz alta: “Aquí no hay justicia, ¿no?”. Ninguno de los que estamos con él en el taller tenemos nada nuevo que decir al respecto.

Los obreros presentaron la idea de una ley de expropiación, que tomaron algunos legisladores porteños.
Cuenta Gustavo Ojeda: “Nuestra intención es poner aquí una escuela de artes gráficas, un centro de salud para Barracas y La Boca, y un centro cultural”. El modelo de IMPA, contagiando a otras cooperativas.

Ghelco es contagioso

La idea de derivar el conflicto hacia una cooperativa surgió por el comentario que un policía le hizo al propio Gustavo. El agente les dijo: “Mirá: esta gente pasó por mil bolonquis y terminaron armando una cooperativa quedándose con la fábrica”. Le dio un número de teléfono. Gustavo se conectó así con Ghelco, a cargo de la Cooperativa de Trabajo Vieytes, productora de insumos para confitería y heladería. Luego Gustavo contó la experiencia en su sindicato gráfico, y allí lo conectaron con Eduardo Murúa, del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas.
“Para mi es una metamorfosis. Fui nueve años delegado gremial, y ahora tengo que pensar más en que todos vamos a ser dueños de la empresa” dice un sorprendido Ojeda.
El sindicato (Federación Gráfica Bonaerense) fue el que en mayor medida los apoyó económicamente durante este tiempo (anteriormente, los obreros de Chilavert no habían recibido apoyo alguno).
Cuando se les pregunta qué efecto tuvo toda esta situación en las familias, los hombres de la cooperativa son parcos. Ojeda dice: “Las familias nos apoyan” pero Cristóforo Gramajo hace una mueca y dice: “Fue muy duro”.

Medios callados

El conflicto tuvo una repercusión anoréxica en los medios. Los casos más extraños (por llamarlos de algún modo) fueron los de Canal 9, que les hizo una nota que jamás emitió al aire, lo mismo que el periódico Página/12 (que hasta mediados de los 90 se imprimió en Conforti). Dice Gustavo Ojeda: “Los de Página nos vinieron a hacer una nota, pero después supimos que no la publicaron por la relación que tiene Gonzalo con los capos de ese diario”.
Los obreros siguieron cruzándose con Gonzalo en el Ministerio de Trabajo y en el propio taller, al cual el empresario concurre de vez en cuando, releyendo acaso las referencias a su persona pintadas en las paredes verdes. En una reunión en el ministerio, Gonzalo planteó las dificultades en que se encontraba, con riesgo incluso de no poder pagar el seguro de su 4×4, ni el de la su señora esposa. De todos modos, esa dura caída bajo niveles de subsistencia automovilística no parece haberse concretado. Los obreros, poco después, vieron que ambos llegaban a Conforti en sus respectivas camionetas, lo cual debe llevar tranquilidad a los allegados y amigos de la familia, y a los promotores de seguros.

¿Cuál es el futuro? Si sale la Ley de Expropiación, calculan que en cinco o seis días lograrían afinar y aceitar todo el funcionamiento de las máquinas. Gustavo: “Tenemos al menos tres clientes muy fuertes que volverían con nosotros. Con uno que se concrete, ya comemos los 28 que quedamos en la cooperativa, pero además podemos ir recuperando poco a poco nuestro mercado”.
Bajo la mirada de Lauro Vázquez y Gustavo Miranda, dos de los más jóvenes integrantes de la cooperativa (unos pocos de treinta y pico, y de allí para arriba) don Aniceto Sanabria vuelve a tomar la palabra: “Usted hizo muchas preguntas. ¿Puedo yo hacerle una? ¿Por qué este Gonzalo no está preso? ¿Hay justicia?”
Tal vez convenga dejar el interrogante abierto. Al igual que el de saber si Conforti pasará finalmente a manos de sus trabajadores. Todo está empezando. La fábrica está impecablemente mantenida por los obreros. Sobre la mesa del taller quedó el mazo de cartas. Mientras las máquinas sean sólo un adorno, el mazo tendrá como trabajo un acto de magia: ir matando al tiempo que falta para saber qué contestarle a don Aniceto cuando pregunta si hay justicia.

SEGUNDA PARTE

(Agosto de 2004)

La Cooperativa de Trabajo Patricios consiguió la Ley de Expropiación de los talleres el 27 de febrero de 2004. Ya no hay pintadas. Y cada vez más, el lugar es un rugido de rotativas. “Empezamos poco a poco. Pero ahora ya trabajamos toda la semana” dice uno de los obreros sonriendo, mientras uno de sus compañeros conduce un carro a motor que va entre las máquinas llevando y trayendo cargamentos de revistas y folletos. Ya no juegan a las cartas. No hay que matar al tiempo. Cambió el alma de este lugar.
La Cooperativa Patricios reinauguró la planta el 7 de enero del 2004 y en febrero comenzó a producir. Tiene 28 miembros pero ya hay 6 aspirantes más que trabajan día a día: “La idea es que al elevar el volumen de trabajo, se incorporen definitivamente” postula Ojeda, que trabaja en las máquinas cada turno noche.
Recuperaron clientes. Poligráfica del Plata, para la impresión de revistas como Mía, Debate, o los folletos del supermercado Auchan (sólo en este caso, se trata de tiradas de 400.000 ejemplares). Otra gráfica: IPESA. Productos como Enfoques Alternativos (del Partido Comunista), El Vocero Boliviano, El Descamisado, revistas barriales y derivaciones de trabajo de editoriales como Perfil.
“Hay que pensar que aquí se hacían Página/12, El Cronista Comercial y la impresión local de El País, de España” recuerda Ojeda para explicar el potencial de la imprenta.
Empezaron realizando retiros de 100 pesos semanales cada uno. Hoy ya llegaron a los 200, con la idea de llegar a 1.000 pesos mensuales. “Y después categorizar a los compañeros” plantea Ojeda: todos cobran lo mismo, pero suponen que con el tiempo habrá que reconocer distintos niveles de responsabilidad. “Si no, los compañeros se achanchan. Vengo más tarde, o no vengo, total cobro lo mismo”.
El sueño de la cooperativa es que la imprenta vuelva a tener entre 200 y 250 operarios, aprovechando al máximo su potencial.
Gustavo –que fue delegado sindical diez años hasta el conflicto- no alberga un falso optimismo con respecto a que el movimiento de recuperación de fábricas sea contagioso: “El asunto es concientizar al trabajador para llevarlo a una lucha. Pero la verdad es que es muy difícil, muy tremendo. Muchas veces los compañeros sólo quieren ir al trabajo, cobrar y volverse a la casa”.
Pero aún en esos casos, ¿qué preferirían los trabajadores si pudieran elegir? ¿Trabajar con patrón (privado o estatal), o lo que están haciendo ahora? “Los que están acá, no se van más. Pero los compañeros que no saben lo que es trabajar en una cooperativa, capaz que prefieren seguir como están y desentenderse de los problemas. Por eso es bueno que conozcan cómo son las cosas en las cooperativas”.

Otras novedades:

* La Secretaría de Educación porteña abrió en la planta una escuela especializada en técnicas gráficas, como parte de un programa de reinserción de adolescentes que abandonaron la escuela. Ya hay 140 chicos de 15 a 19 años estudiando.
* Se ha mudado la Biblioteca de Barracas, con 30.000 tomos.
* Funciona un centro cultural donde se enseña desde danza y teatro hasta ajedrez, con festivales los fines de semana.
* Planean instalar un merendero para los chicos del barrio y un centro de salud. Se trata de proyectos, pero teniendo en cuenta la efectividad que han tenido hasta ahora con cada una de sus iniciativas, la Cooperativa tiene crédito.

Dice Gustavo: “Estoy muy entusiasmado con todo este proyecto. Hace pocos años pensar en recuperar una fábrica era una utopía. Sinceramente creo que esto es histórico para el movimiento obrero”.
En términos cotidianos, observa que cambió el clima de trabajo: “Estamos todos más sueltos, más tranquilos, sin miedo al castigo. Eso genera más responsabilidad. A la vez, hay que concientizar más a los compañeros para que se comprenda que hay que defender cada puesto de trabajo, y demostrar que podemos administrar la empresa mejor que nadie”.
Lo hacen cada día, que Gustavo vive como pequeñas batallas ganadas dentro de un gran conflicto entre dos sectores que describe del siguiente modo: “Hay tipos que se levantan a la mañana pensando cómo cagar a la gente, y otros que piensan cómo reconstruimos a esta Argentina que la hicieron pedazos”.

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Escritos sobrevivientes: Un nuevo libro escrito por ex detenidos desaparecidos

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Este 24 de marzo, a 49 años del golpe, la editorial lavaca publica Escritos sobrevivientes, un libro creado junto a un grupo de personas que estuvieron secuestradas y desaparecidas en distintos centros clandestinos de represión durante la última dictadura militar. Se presenta el próximo viernes 28, pero ya podés pasar a buscarlo por MU (Riobamba 143) desde hoy. En este texto, Claudia Acuña cuenta qué representa esta obra parida en colectivo y en medio de aires negacionistas.

Por Claudia Acuña

Este libro representa muchas cosas y todas y cada una nos parecen decisivas para estos tiempos desesperados.

Ni sé por dónde comenzar a enumerarlas, así que sin orden de importancia ni cronológico enumero algunas, aunque sin duda me faltarán otras que invito a que completen quienes lo lean.

Lo primero, para mí, es reconocer el valor social, político, histórico y ético que merecen las personas detenidas-desaparecidas por la dictadura cívico militar que azotó este país desde el 24 de marzo de 1976. No olvidamos esa fecha gracias a ellas, pero no siempre se las nombra con la relevancia que han tenido para construir verdad, justicia y memoria.

A algunas de ellas he tenido el honor de escucharlas y verlas testimoniar en los juicios de lesa humanidad, pero también en los diferentes procedimientos contra la impunidad que crearon y sostuvieron para que esos juicios sucedan.

Una y otra vez.

Una y otra vez.

Una y otra vez.

Hasta lograrlo.

Solo a una pude agradecerle con palabras y lágrimas el esfuerzo, el coraje y el legado que recibíamos por su esfuerzo, pero fundamentalmente por sus vidas consagradas a hacer posible lo imposible. Fue en la puerta de los tribunales de Comodoro Py, mientras los altoparlantes transmitían la primera condena a los genocidas responsables del centro de detención clandestino y de tortura que funcionaba en la Esma. Ahora, con este libro queremos extender esas gracias a cada una, a cada uno.

Sé, porque comprendí la lección que nos daban, que no puedo afirmar que lo hicieron solo ellas, ellos. Esa es otra de las cosas que representa este libro: el saberse parte – y reconocerlo siempre- de algo más grande, más importante y más trascendente no solo del yo, sino incluso del núcleo colectivo en el que nos organizamos, reflexionamos y tomamos fuerza para resistir. Nuestras fuerzas individuales y nuestras construcciones políticas suman, activan, empujan, pero alcanzan sus objetivos cuando sincronizan con la necesidad social, con la época y con la Historia. Tienen alas porque tienen raíces y mueven al mundo hacia lugares mejores porque se sabe más grande y más poderosa que lo que nos rodea.

Eso que aquí las y los autores definen como “subjetividad sobreviviente” nos advierte eso: somos nuestros cuerpos y la sombra que proyectan, lo que hacemos y lo que soñamos, nuestras obras y nuestra imaginación, nuestros saberes y nuestra intuición, pero también y además aquellos cuerpos, proyecciones, hechos, batallas ganadas y perdidas, que nos anteceden y desbordan para fortalecernos y sostenernos de pie. Aquello que ilumina la oscuridad es la memoria sensible: de eso se trata este libro, además.

Otra: el valor de las utopías. En los momentos más aterradores hemos gritado “Aparición con vida y castigo a los culpables”. Bueno: la noticia es que hemos tenido éxito y aquí están las personas que cuando pronunciábamos esas palabras mágicas no podíamos abrazar. Algunas de ellas son las que el tercer sábado de cada mes vimos ingresar a nuestra trinchera durante el largo y desalentador año 2024. Para nosotros ese taller de escritura significó una cita con la esperanza, cada vez. Y una comprobación: el futuro se construye con el hacer colectivo, cada vez.

Por último: este no es un libro de testimonios sobre el horror de la dictadura, sino su contracara o quizá, lo que se puede pensar después de cruzar el abismo de la impunidad.

Quizá.

Me falta todavía superar la alegría de haberlo logrado, de sostener con las manos esta pequeña utopía realizada en tiempos de saqueo de recursos simbólicos y materiales, en las cuales sólo proponerlo sonaba casi irresponsable, para poder encontrar las palabras certeras, que expresen lo que representa que personas empobrecidas y violentadas podamos hacer lo que querramos financiadas sólo por el deseo y la convicción, que siempre es política.

Quizá la palabra exacta sea una sola: Argentina.

La presentación

Escritos sobrevivientes y compila una serie de textos producidos en un taller de escritura que tuvo lugar en MU durante 2024. Estos relatos abordan historias marcadas por lo que el grupo denomina «subjetividad sobreviviente». El resultado es un conjunto de textos poéticos, políticos y filosóficos, de una potencia y belleza conmovedoras.

Participan: Rufino Almeida, Margarita Fátima Cruz, Graciela Daleo, Lucía Fariña, Mercedes Joloidovsky, Eduardo Lardies, Susana Leiracha, María Alicia Milia, Claudio Niro, Silvia Irene Saladino, Stella Maris Vallejos e Inés Vázquez.

Así lo resumen sus autoras y autores: «Un grupo de compañeras y compañeros, ex detenidos desaparecidos por el terrorismo de Estado, nos reunimos en un taller de escritura para crear textos enfocados en la subjetividad sobreviviente, mientras la voz del poder alimenta el negacionismo y la reiteración del sufrimiento popular por variados medios».

El libro se presentará el próximo viernes 28 de marzo a las 20 horas en Mu Trinchera Boutique, Riobamba 143.

Podés conseguirlo desde hoy, 24 de marzo, también en MU.

Escritos sobrevivientes: Un nuevo libro escrito por ex detenidos desaparecidos
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La Justicia esquiva la causa por el disparo a Pablo Grillo: “Hasta ahora no se investigó nada”

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La recuperación de Pablo “es muy rápida” pero la investigación sobre su intento de asesinato, muy lenta, o directamente inexistente. Qué dijo el padre hoy frente al Hospital Ramos Mejía donde Pablo sigue pelando por su vida, aún en terapia intensiva pero con avances prometedores, y las abogadas del caso que presentaron ante la Justicia: primero Servini de Cubría y luego el candidateado a la Corte Ariel Lijo rechazaron la causa, y ahora se sortea en la Cámara Federal de Casación a qué juez le tocará investigar a quien le disparó y a sus superiores jerárquicos. Los dichos de Adorni en conferencia de hoy, y quién cortó el diálogo con la familia; las pruebas que se pidieron y las que se aportaron; y el texto de la presentación judicial en la que la familia pide ser querellante, con las pruebas que aportamos desde decenas de medios, fotoperiodistas y organizaciones sociales.

Por Francisco Pandolfi

Pablo Grillo todavía no está fuera de peligro, pero la mejoría día a día, paulatina y constante, le permite a la familia hablar ya no sólo de su estado de salud. Hasta hoy, el único foco era la supervivencia de este fotógrafo de 35 años impactado por una granada de gas lacrimógeno, fuera de toda legalidad, por las fuerzas de inseguridad comandadas por la ministra Patricia Bullrich.

La pérdida de masa encefálica y la fractura de cráneo con la que llegó de urgencia al Hospital Ramos Mejía –el miércoles 12 de marzo, cuando se desató la represión en la marcha por las paupérrimas condiciones en las que viven las y los jubilados–; la primera operación esa misma noche en la que se bajó la presión intracraneal y se le reconstruyó algo del tejido. Las pupilas que empiezan a reaccionar bien. La merma en la sedación. Los primeros movimientos – prematuros e inesperados por los propios médicos–. Otra operación por un derrame que es revertido a tiempo. La baja de los glóbulos blancos como síntoma de la baja en la infección. Y a solo una semana del disparo, Pablo abre los ojos. Y le sacan el respirador para ver cómo reacciona y lo hace agarrándole la mano a la mamá. Y por si fuera poco le susurra las palabras más hermosas a su papá: “Hola, viejo”. 

Pablo continúa en terapia intensiva, en estado crítico, pero respondiendo bien neurológica y físicamente. “Es asombroso el nivel de avance que tuvo”, dice Fabián, su viejo, con los ojos emocionados e incrédulos por la mejoría impensada en tan poco tiempo. Esa sucesión de buenas noticias las que posibilitan a la familia convocar este viernes a una conferencia de prensa «para contar novedades en la causa judicial».

Primero, habla Fabián, su papá, sobre la salud de Pablo: “Las novedades son que está estable, por lo tanto es bueno. Está con los ojos abiertos y sigue sin respirador”.

En la conferencia de prensa convocada por la familia de Pablo Grillo, fotógrafo que fue impactado por una granada de gas lacrimógeno lanzada por las Fuerzas comandadas por Patricia Bullrich, Fabián, su papá, habló sobre la salud de su hijo.

www.lavaca.org (@revistamu.bsky.social) 2025-03-21T19:35:39.538Z

Fabián lleva puesta una remera azul, con letras blancas que dicen: “Justicia por Pablo Grillo”. Se lo nota cansado, pero más distendido. Se ríe cuando cuenta: “Tengo un video con saludos de (Ricardo) Bochini, veremos si los médicos nos permiten que se lo pasemos. Si lo escucha al Bocha, va a volver a hablar seguro Pablo”. Mantiene los pies sobre la tierra: “Todavía la situación es grave: está en terapia y con riesgo de vida. Pero en ese marco todo lo que estuvo ocurriendo es favorable. A todos nos sorprendió su evolución. Incluso los médicos manifiestan que la evolución que está teniendo es asombrosa. Es muy rápida”.

Este jueves, el vocero presidencial Manuel Adorni dijo que el diálogo con la familia quedó roto desde que el padre de Pablo acusó a Bullrich de ser cómplice. Fabián le responde: “Nosotros no cortamos nada porque nunca existió el diálogo. Lo mío fue una respuesta a una declaración mentirosa de Bullrich, por tanto si es que alguien cortó el diálogo fueron ellos. Yo estoy dispuesto a escuchar, si alguien me llama”. Y agregó: “A esta altura no lo espero (ese llamado). Espero poco. Pero demostraría que tienen todavía un grado de humanidad”. 

En relación a las mentiras de Bullrich sobre el trayecto del proyectil, expresó: “Me da vergüenza la forma en que fue acomodando la mentira. La va acomodando a medida que la realidad se lo desmiente, es hasta absurdo, burdo, grotesco: no sé que palabra utilizar”. Cuando le preguntaron si le diría algo al gendarme que, según los elementos reconstruidos hasta el momento, sería quien disparó (presuntamente, el cabo Guerrero), afirmó: “Personalmente no le diría nada. Sí lo vamos a decir de forma jurídica. El mejor diálogo que podemos tener con esta gente es en lo judicial”.

La causa, sin avances

Fabián estuvo acompañado por Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos, y a Paula Litvachky, del CELS, organismos que patrocinarán legalmente a la familia, que este 21 de marzo se presentó ante el Juzgado Criminal y Correccional Federal Nº 1 para ser tenida en cuenta como querellante en la investigación judicial.

Lo más importante de la causa hasta ahora: desde el 12 de marzo “no se investigó nada y reclamamos que se empiece a investigar urgente”. Las abogadas cuentan el por qué: “La causa iniciada por la denuncia de la Procuvin (Procuraduría de Violencia Institucional) que dio inicio a la instrucción estaba presentada en el Juzgado 12 de Ariel Lijo, quien se la devolvió a la Jueza Servini de Cubría, que otra vez la rechazó. Ninguno de los dos quiere hacerse cargo de la investigación. Ahora irá a sorteo para definir quién la sigue. La Cámara Federal de Casación Penal tiene que resolver”. Agregan: “Hasta ahora el Ministerio de Seguridad dijo que no hará sumarios internos por el accionar de su Fuerza, lo que refleja el encubrimiento”. 

La causa aún no tiene carátula porque no está radicada en ningún juzgado. La denuncia presentada es por tentativa de homicidio agravado, por abuso de autoridad e incumplimiento de funcionario público.

Dice Paula Litvachky, del CELS: “Es muy importante que la causa salga de este limbo judicial y se inicie el pedido de pruebas antes de que pase más tiempo”.

Dice Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos: “Esperamos que en estos primeros 9 días en los que no se hizo nada, no haya ninguna prueba que se haya destruido, modificado, alterado. Hay cámaras del Gobierno de la Ciudad que tienen un tiempo de duración determinado, o de negocios que también se van borrando y si no las pedís inmediatamente después ya no están. Es vergonzoso que un hecho así no lo esté investigando nadie”.

Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos, es junto a Paula Litvachky, del CELS, la abogada que representa a la familia jurídicamente. En este video cuenta los avances de la causa judicial:

www.lavaca.org (@revistamu.bsky.social) 2025-03-21T19:54:48.310Z

Las abogadas pidieron una serie de pruebas. Las más relevantes: “Quién dio las órdenes, cómo se manifestaron esas órdenes y cuáles fueron, antes y después del impacto; cuál fue el protocolo que se aplicó, quienes integraban el equipo donde estaba incluido el cabo Guerrero y qué órdenes se le impartió a ese grupo en particular; qué armas utilizaron”. También exigen que se lo llame a indagatoria a Guerrero. “Ya hay suficientes elementos para hacerlo”.

Completa Paula Litvachky: “Hicimos una presentación con los hechos, tenemos un montón de pruebas para que se reconstruya ese tramo del operativo de modo tal que se pueda tener la responsabilidad de quién disparó y de toda la cadena jerárquica”.

Concluyen ambas: “Las pruebas están. Nunca hubo tanto registro fotográfico y audiovisual. Necesitamos el acompañamiento social para empujar a que se haga justicia y que no quieran desviar el foco de la investigación”.

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La causa de la caída: la denuncia de Beatriz Blanco, la jubilada gaseada y golpeada por la Policía

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Traumatismo encéfalo craneano, herida cortante e irritación ocular: las heridas causadas a Beatriz Blanco (81 años) ya forman parte de una causa judicial que inició ella misma y también la Procuraduría de Violencia Institucional, y apunta contra dos efectivos que la gasearon y le pegaron, provocando su caída. También apunta a la responsable del operativo, la ministra Patricia Bullrich, que se desplegó el miércoles de manera feroz, pero que -plantea la denuncia- es parte de un “plan sistemático”. Beatriz fue golpeada a las 16:10, antes de los principales incidentes, mientras se manifestaba en una esquina: cómo fue el momento, según relata ella misma en la denuncia y cuenta su hija. Quién es esta jubilada que trabajó de todo. Cómo está: recuperándose, enojada y “con más fuerza que nunca”. La voz de una de sus hijas junto a quienes lucha por justicia, y paz.

Por Franco Ciancaglini.

La imagen de Beatriz Blanco cayendo en seco al suelo -tras ser gaseada y empujada por dos efectivos de la Policía Federal- dio la vuelta al mundo. 

En el video se ve el fin de una secuencia más larga que inicia cuando la Policía Federal empuja de manera violenta a jubiladas y jubilados que se encontraban haciendo el clásico semaforazo de todos los miércoles en el Congreso. 

“Ella lo que cuenta es que estaba con el grupo de jubilados, cortando Entre Ríos, para mostrar sus carteles. Y cuando el semáforo se pone verde se vuelven a la esquina. Y en ese momento vino la policía, apurando a todos los viejos a subirse a la vereda”.

La que habla es una de sus hijas, Paula.

El relato coincide con la temprana decisión de las fuerzas de abalanzarse sobre personas que hacen lo mismo todos los miércoles -un semaforazo, y luego una movilización que da la vuelta al Congreso-: Beatriz fue atacada a las 16:10. 

Esta vez, por lo especial de la fecha, los Policías iban además con el gas apretado y el palo suelto. Cualquiera que estuvo en la manifestación pudo apreciar cómo apenas una persona se acercaba a los efectivos, o incluso estando a metros, sin hacer nada, podía ser gaseado. Incluso teniendo 81 años.

La causa de la caída: la denuncia de Beatriz Blanco, la jubilada gaseada y golpeada por la Policía

Los camiones hidrantes fueron parte de la cacería desatada. Foto: Lina Etchesuri.

El arma y la palabra

Beatriz Blanco no está afiliada a ninguna barrabrava ni milita en ningún partido político.

Es jubilada.

Trabajó toda su vida como empleada en cooperativa de fletes, empleada cuidando niños, costurera, y de casera hasta los últimos tiempos.

Tiene tres hijas.

Una de ellas, Paula Ippolito, cuenta que junto a su madre Beatriz y su hermana Paula suelen ir juntas a las marchas. “Esta vez fue sola porque justo yo estaba operada de la rodilla. Suele ir, no va todos los miércoles pero cuando puede va”.

Beatriz ya conocía a varios y por eso se acercó al grupo de jubilados que realiza los miércoles el semaforazo. Luego de que la empujaran a la vereda, se puso a hablarle a un cordón policial, una práctica habitual de jubilados anodados ante la violencia sin sentido que ejercen las fuerzas: “Ella siempre es de ir y hablar, de decir qué están haciendo, cómo no les da vergüenza; mi mamá siempre como que quiere hacer conciencia. Ella le debería estar gritando al policía que estaba de espaldas y lo toca con el bastón como diciendo ´mirame´. Ahí el chabón se da vuelta y le tira el spray, y el otro que le pega con el palo en la cabeza”.

Ese combo, que representa un ataque, de gaseo, empujón y golpe, hace que Beatriz pierda el equilibrio instantáneamente, y caiga al suelo.

La primera pregunta es cómo está: “Se está recuperando. Está en reposo, en observación por el golpe que recibió en la cabeza. Está con mucho dolor en todo el cuerpo, con un poco de inestabilidad, con el dolor en los ojos por el gas que le tiraron. Tiene los ojos muy hinchadas: le tiraron gas directo en la cara”.

Este dato del gas directo a sus ojos explica a la vez la pérdida del equilibrio, desechando por tierra las mentiras del Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, que aseguró que se “cayó sola”. También el título de la empresa La Nación que habló de que la jubilada “atacó” a la policía previo a su “caída”: “Ella le tocó con su bastón para que se diera vuelta, para que la escucharan, no golpeó a nadie. Habría que mostrar los videos enteros donde la Policía increpa primero a los jubilados para que se suban a la vereda, con la agresividad que suelen tener”.

La causa de la caída: la denuncia de Beatriz Blanco, la jubilada gaseada y golpeada por la Policía

Beatriz Blanco, tras los gases recibidos y el golpe posterior. Foto: Lina Etchesuri.

El caso de Beatriz es uno de los dos -junto al del fotógrafo Pablo Grillo- denunciados por la Procuraduría de Violencia Institucional (Procuvin) ante la Cámara del Crimen. En esas denuncias a las que accedió lavaca, el organismo que se encarga de monitorear a las fuerzas -en estos tiempos, con menos entusiasmo- presenta como “pruebas” distintos recortes periodísticos alrededor del ataque a Beatriz. Y solicita a la justicia que requiera al Ministerio de Seguridad el personal policial afectado a los lugares de ambos ataques, así como los datos de la “sala de operaciones” a la que reportaban los agentes a cargo del operativo.

Por otro lado, la propia familia de Beatriz presentó una denuncia contra los dos agentes de la Policía Federal y contra la propia ministra Bullrich. Narra en su presentación lo mismo que refiere su hija en esta nota: “Siendo aproximadamente las 16:10 hs me encontraba en las inmediaciones de la esquina de las avenidas Entre Ríos y Rivadavia de esta ciudad (…) cuando fui rociada con una sustancia lacerante por un efectivo de la Policía Federal. Inmediatamente después, y también a manos de un efectivo de la PFA, recibí un golpe en la cabeza, con un elemento que creo se denomina ‘tonfa’, lo que provoca mi caída al piso”.

Tras el golpe, Beatriz fue derivada al Hospital Argerich, donde diagnosticaron lo producido por el ataque: traumatismo encáfalo craneano, herida cortante e irritación ocular.

Por eso, por un lado, reclama la identificación de los dos efectivos que la atacaron, plausibles de ser responsables de “delitos de lesiones leves” agravadas por tratarse de personal de la fuerza. Y por otro, califica a la ministra de Seguridad Patricia Bullrich como “autora mediata” por ser responsable del operativo y algo más: la valiente presentación habla de que estos hechos son parte de un plan sistemático.

La causa de la caída: la denuncia de Beatriz Blanco, la jubilada gaseada y golpeada por la Policía

Una síntesis del plan sistemático. Foto: Juan Valeiro.

“Como en los momentos más aciagos de nuestra historia, desde el Poder Ejecutivo se ha montado un Programa de Miseria Planificada cuya consecuencia natural es la Protesta Social. Y sabido es que este tipo de políticas socioeconómicas sólo resultan aplicables cuando se pone a disposición de las mismas al aparato represor del Estado”.

Firma toda esta historia la propia Beatriz, acaso poniendo en contexto lo que representan los golpes que sufrió, su historia y el futuro por el que pelea junto a sus hijas. “Nosotras somos fieles a las marchas que son para los derechos del pueblo”, cuenta Paula, una de ellas. “No militamos en ningún partido político, siempre vamos independientes y solas”, aclara por si hiciera falta.

Paula habla siempre en plural femenino, pensando en su madre y su hermana. Desde ese lugar cuenta: “Nos están sacando todo. Nos están metiendo miedo para que no salgamos a las calles. Están imponiendo todo lo que quieren imponer. Siempre estamos atentas a todas las luchas. Esto va a por todos, no es solamente por los jubilados. A mi me han robado plata con la AFJP a pesar de que ya tengo 30 años de aportes. Estos vienen por todo, por todo lo que conquistamos”.

Junto a Natalia, las jóvenes militan tocando tambores en Batuka, uno de los conjuntos que lleva el ritmo a la calle y es la banda de sonido de la protesta social y la lucha. Hoy, del lado de la víctima, Paula asegura: “Estamos luchando para que esto no vuelva a suceder. Para que tengamos memoria y el pueblo no se duerma. No tenemos miedo. Ya la verdad que queda poco por perder”.

Esta lucha incluye, claro, a Beatriz: “Está más fuerte que nunca. Está enojada, muy enojada. Pero está fuerte para seguir la lucha”.

La lucha, ahora, es por justicia: “Solamente queremos que los responsables tengan justicia, sean los policías o la ministra de Seguridad: que la justicia trabaje a favor del pueblo. Y que no salga nadie más impune”. 

¿Tenés esperanzas? “Y no. Pero hay que hacerlo igual: nos corresponde”.

La esperanza tal vez siga estando en la calle, mientras estas jóvenes sin contención psicológica ni asistencia estatal de ningún tipo enfrentan los golpes: “Estamos nosotras, las hijas, para cuidarla y para que se reponga de esto”.

¿Necesitan algo? “Sí: paz”.

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