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Los neogauchos
Traslasierra, Córdoba: Proyecto Atahualpa. Son parte de un proceso que de a poco, pero cada vez más, revaloriza al campo frente a la ciudad como lugar no solo de producción y trabajo, sino de vida. Se consideran neocampesinos. Demuestran de qué modo la agricultura natural, agroecológica, es realizable y rentable. Están recuperando hectáreas de nogales abandonados, regenerando el suelo y abasteciendo una demanda creciente de alimentos sanos en Córdoba y San Luis. La huida del ambiente tóxico laboral y universitario. ¿Cómo viven ahora? Bocashi, bioinsumos, horizontes y la reivindicación de la gauchada. Por Sergio Ciancaglini.


Aquí se narra la historia y aventuras de tres jóvenes que nacieron en familias de buen pasar económico: las definen como de clase media alta.
Si esto fuese una película con flashbacks, habría que ubicar a uno de ellos hace un puñado de años en México, buscando su destino.
A otro en España y sus alrededores europeos dándose la llamada “gran vida”, pero sintiendo un vacío pese a esa situación aparentemente envidiable.
Y al tercero en Nueva Zelanda, abriendo los ojos y la cabeza ante esos paisajes de El Señor de los Anillos que lo ayudaban a reflexionar sobre su propia tierra, y sus broncas.
Los tres ahora están en Traslasierra, Córdoba, convertidos en viajeros de otra especie: en tours poco vip, andan tras las vacas de la zona esperando con paciencia y bolsitas que las rumiantes hagan lo suyo, para guardar esa bosta recién salida del horno y preparar luego bio-fertilizantes. O aceptan limpiar corrales vecinos de guano animal (traducción: caca de gallinas, ovejas, llamas) para fermentar en ese increíble regenerador de suelos y cultivos llamado bokashi o bocashi. Siguen así el lema político-productivo-pragmático del ingeniero agrónomo colombiano Jairo Restrepo: “Con agua y mierda no hay cosecha que se pierda”.
Los tres –destinados en teoría a ser profesionales de éxito y/o empleados con jugosas cuentas bancarias– calculan hoy que están bajo la línea de la pobreza según el INDEC, pero parecen ser personas cercanas a la línea de la felicidad porque están creando lo que les gusta y les va cada vez mejor, también en lo económico y productivo. Decidieron hacer lo que ellos quieren y no lo que el resto quería que hicieran, con su proyecto agroecológico (o de agricultura orgánica, o regenerativa, según las preferencias de jerga) que mezcla hortalizas sanas con sueños cultivados durante esos años en que buscaban sin siempre encontrar.
¿A qué se dedican? Trabajan la tierra. Al mismo tiempo tal vez se están trabajando ellos mismos. Se levantan cada día antes del amanecer incluso en estos inviernos, bajo la siguiente hipótesis de acción: “Si el sol te encuentra en la cama, estás cagado”.




De Yupanqui a la pastinaca
El Proyecto Atahualpa ocupa 10 hectáreas en una zona de nogales abandonados: Nogales del Valle, Cañada La Negra, en Córdoba casi límite con San Luis. Pudieron comprar hace cuatro años gracias a algunas carambolas y al apoyo de las respectivas familias. Como tantas cosas en la Argentina, el desafío es sobreponerse al abandono.
Federico Denegri (Fede, 36 años) y Gabriel Pérez Schuster (Gaby, 36) tienen 5 hectáreas. Rodrigo Ramallo (Rama, 32) las otras cinco. “Pero los tres somos socios productivos, trabajamos en conjunto las 10 hectáreas y todas las decisiones son grupales”, explica Federico. Cinco hectáreas con luz eléctrica y derecho al agua, además de servicios extra como oxígeno, paisaje y cielo, les costaron menos que casi cualquier nanodepartamento porteño.
Mapa: una hectárea es de huerta, tres de nogales y, salvo algunos claros, casi seis de bosque nativo.
Según la temporada producen rábano blanco, daicon, verdeo de montaña, cebolla francesa, rabanitos, acelga, puerros, verdeo, kale, lechuga, remolacha, zanahoria, espinaca, rúcula, mostaza de hoja, calabaza, nabos, chirivía (o pastinaca). De cada cultivo podrían escribirse artículos enteros: el kale se ha hecho célebre por tener más calcio que la leche y más proteínas que la carne; la pastinaca supera en minerales y vitaminas a la zanahoria. Ni qué hablar cuando, como en este caso, todo es ajeno a agrotóxicos y otras sorpresas adjuntas, y cultivado en suelos sanos y no adictos a los químicos. Así también lograron revivir los nogales: ya vendieron una primera tanda de 100 kilos de nueces Chandler (mariposa): “Salieron espectaculares. Esa producción va a seguir creciendo”.
El proyecto se llama Atahualpa como homenaje al recordado (u olvidado) Yupanqui, cultivador de casi 300 joyas como Los hermanos, Para el que mira sin ver, Le tengo rabia al silencio, Baguala de la esperanza o Soy libre. El nombre tiene también un significado inca que refiere a quien es capaz de crear algo, y a la buena ventura en las batallas que propone la existencia.

Ibiza, desigualdad y Alcides
Federico y Gabriel son amigos desde la primaria que cursaron en la Escuela del Sol. Gaby: “Siempre tuvimos conexión con la naturaleza. De adolescentes obviamente salíamos de joda, imaginate, pero cada tanto íbamos con Fede a cortar plantas por Colegiales, robarnos mandarinos, recorrer reservas y huertas. Tenía 14 o 15 años y me volvía loco reproducir plantas”. También comenzaba cierto anhelo de independencia en una familia que le daba todas las comodidades, a partir de su padre ingeniero industrial: “Yo hacía repartos, quería hacerme el mango. Trataba de ser más libre y no tanto eso que proyectaban hacia mí”.
En esta veloz biografía, Gaby salta a su momento europeo: “Terminé la secundaria, quise empezar Economía, hice unos meses del CBC y al toque me fui a España. Estuve cuatro años y pico, medio en cualquiera, trabajando para vivir y recorriendo una bocha de países. Andaba por Ibiza, por Marbella, por todos lados. Fue una experiencia enorme, pero igual sentía un vacío, estaba re triste”. Cuenta sobre su idishe mame: “Ella quería saber cómo estaba, si comía, si me abrigaba, pero yo era cabrón, me pasaba de golpe un mes sin llamarla”. Ciertas desventuras familiares de salud lo impulsaron a volver a Buenos Aires. “Me quedé. Estudié y trabajé como chef en restaurantes de Palermo y en el Instituto del Diagnóstico, fui socio de un hostel en el que me iba bárbaro económicamente, pero me seguía pasando lo mismo: no le estaba encontrando el sentido a la vida”.
En la segunda década de este extraño siglo se anotó en la Tecnicatura de Producción Vegetal Orgánica de Agronomía, en la UBA, donde se hizo amigo de Rodrigo Ramallo. Fede, en cambio, había estudiado Floricultura, y explica: “Me gustaba conocer de plantas nativas, estuve en el Jardín Botánico del Museo de Ciencias Naturales, pero al final me fui a México”. Pasó 9 años allí: “Mi idea era conocer América Latina desde México bajando a Argentina, pero al final me quedé en Centroamérica. Iba conociendo las luchas por la tierra, los movimientos campesinos, todo eso me interesaba desde 2001 con todo lo que pasó aquí. Traté de armar cápsulas de radio, algo de video, ir documentando todo el viaje. Mi viejo me mandaba la MU”, cuenta (confirmando que esta publicación ha pasado diversas eras geológicas de lectura gracias a generaciones que no se resignan a más de lo mismo).
El otro integrante de Atahualpa, Rama, venía con sus propios cimbronazos. “Mi viejo es ingeniero industrial; de chico nos mudamos a Tartagal y a Neuquén porque él trabajaba en una empresa de extracción de petróleo y gas. Mi vieja es socióloga. Yo tenía una rebeldía desde siempre. Sentía una injusticia: ¿cómo puede ser que yo tenga tanto y otros no? No sé, siempre construí esos pensamientos sobre la igualdad, o cómo hacer una sociedad más justa”. Lo que otra gente disfraza de meritocracia (que en la práctica suele significar creerse más, por la lotería de haber nacido en condiciones favorables) para Rama era el síntoma de una sociedad muchas veces distópica.
Ingresó a Derecho en la UBA. “Pensaba que iba a poder cambiar las cosas desde adentro del sistema. Pero el sistema es muy corrupto, eso es funcional al país, y todo eso termina siendo muy útil para intereses globales. Le sirve a mucha gente que seamos un país donde casi todo se puede comprar y vender. Al final largué Derecho”. Rama viajó a los paisajes de Nueva Zelanda hechos de montañas, glaciares, lagos, mar, mucho verde, mucho cielo. “Estar lejos me hizo tener más perspectiva. Pude pensar mejor en la idiosincrasia en la que me había criado. Me empecé a reconocer como parte de la naturaleza, no como algo separado. Entendí mejor la industria de la alimentación, la farmacéutica, todo ese gran error al que someten a las sociedades”.
Le chocaban ciertos lugares comunes: “No me gustaba creerme todo lo normal, ni pensar que la vida es convertirme en un adulto con su trabajo, su familia, y ya. Dije: lo más real y leal hacia mis ideas y ganas de hacer cosas es volverme agricultor. Trabajar para hacer alimentos sanos. Fue una especie de revolución interna mía”. Cree que toda persona debe poner distancia en algún momento. Alejarse para acercarse: “Entender que hay muchos enfoques diferentes. No podemos vivir encerrados en una sola manera de pensar”.
Los planetas comenzaban a alinearse. Federico había hecho su tesis en Floricultura sobre los techos verdes. Su papá arquitecto se entusiasmó con el tema y fue contratado por un hotel de Merlo, San Luis. Papá Denegri llamó al viajero Fede que era el que más sabía de plantas. El joven llegó por seis meses a Merlo, conoció a Romina Poli Salazar que trabajaba en un vivero. Flechazo absoluto. Terminó el trabajo, volvió a México. “Pero se me mezclaba todo con una historia de amor”, reconoce.
Gaby ya no quería saber de viajes, cocinas ni hosteles. Rodrigo le potenciaba ese deseo de trabajar en la tierra. Pusieron en marcha un proyecto llamado Todo Manso para el reciclado de basura y la producción de alimentos en un restaurante de Ezeiza, y luego para manejar unas hectáreas en Plomer y producir hortalizas frescas para vender.
Pensando dónde instalar algo propio, Federico, con el flechazo a cuestas, sugirió que sus amigos fueran a conocer Traslasierra, la zona de Merlo, y detectar si allí había algo que pudiesen compartir como proyecto productivo.
Había algo. No sin dificultades lograron préstamos, apoyos familiares, buenas venturas y compraron las 10 hectáreas: Gaby, Rama y Federico hicieron confluir años de búsquedas y viajes para reencontrarse en Traslasierra.
Nació el proyecto Atahualpa. Nacieron de modo eficiente y creciente hortalizas y nueces. Al poco tiempo de tanta fertilidad nació también Violeta, la hija de Fede y Poli, que hoy es una sub-2. De solo mencionar su nombre, Gaby –en rol de tío postizo– omite a Yupanqui y se pone a cantar Violeta, el cuarteto de Alcides registrado en un LP grupal sin crisis de autoestima: Majestuoso 2.

Números, abrazos y bombas
Atahualpa es un caso pero no es el único. Las recorridas de MU han permitido encontrar personas y familias que deciden ese camino inusual: de las ciudades al campo. Lo he visto en Guaminí, Gualeguaychú, Lincoln, Coronel Suárez, Mendoza, Bolívar, la propia Traslasierra, muchos lugares del Gran Buenos Aires. Ocurre entre profesionales y empleados, y también entre familias muy pobres –muchas veces bolivianas y del norte argentino– que procuran salir de vidas urbanas que, por distintas razones, consideran horribles, para intentar producir en la tierra. “Tenemos amigos y conocidos en Entre Ríos, Misiones, Buenos Aires, en Zavalla. Toda gente que está escapándole al sistema y a las ciudades. Cuando paso por la ciudad, veo que es como un feed lot de gente hacinada, medicalizada, y estoy cada vez más seguro de vivir en el campo”, informa Gaby.
El ingeniero agrónomo César Gramaglia los llama neoruralistas. “Sí, o neocampesinos” propone Rama. Creen que el empujón inicial ocurrió en la carrera de Producción Vegetal Orgánica, que consideran pensada para lo orgánico “certificado” (o sea, negocio para sectores de alto poder adquisitivo y exportación). Pero allí tuvieron una charla con Jairo Restrepo (MU 134: Elogio de la mierda). Rama: “Te sacude. ¿Qué carajo hacen? Toman mate, hablan de revolución y no hacen ni su propia comida. Jairo discutía a la Universidad, porque ahí todos hablan de agricultura pero ninguno la hace, y decía que los únicos que no dictan clase son los verdaderos maestros, los campesinos. Están haciendo una carrera, nos decía. ¿A quién corren? ¿Hacia dónde están yendo? Como que te puteaba, pero a la vez te incentivaba. Decía que hay que estudiar para cuestionar, no para pasar exámenes. Estudiar y hacer, hacer y estudiar, discutir con fundamento, porque la Facultad no tiene compromiso con la sociedad sino con los negocios. Fue tremendo”. Gaby: “Hay gente que lo toma a mal. A nosotros nos despertó”.
Despertar, estudiar y hacer. En apenas dos años de funcionamiento de huerta atravesados por la pandemia, calculan que ya tienen 150 clientes fijos en la feria de los sábados en Merlo y además venden en La Paz (Córdoba). “Pensamos el lugar por una cuestión de mercado, para que haya un retorno económico”. Hoy obtienen unos 200.000 pesos mensuales. “Tendríamos que llevarnos 70 u 80.000 pesos por mes cada uno, pero estamos haciendo mucha reinversión”. Empezaron en un lugar vacío y abandonado, sin estructura alguna. Hoy ya es un lugar de vida y producción, además valorizado. Un ejemplo: 10 toneladas de bocashi elaborado por ellos mismos, representan 1.600.000 pesos (si se cuenta el precio del bocashi al por mayor) volcados a enriquecer los suelos. El último verano vendieron tres toneladas de batatas, una de zapallo anco en tres canteros de 80 metros, 500 kilos de sandías, unos 60 paquetes de rúcula por semana, 800 kilos de cebolla que calculan llegarán a tres toneladas la próxima temporada, 200 kilos mensuales de lechuga. “No hay intermediarios. El vínculo es directo con la persona que consume. Mantenemos los precios por temporadas, la gente sabe que lo que buscamos es vivir, no especular, y que le damos acceso a alimentación sana. Eso también es una revolución”. Son miles de pequeñas revoluciones prácticas, cotidianas, que en distintos lugares del país demuestran que es falsa la idea de que se puede producir de un solo modo, para colmo enfermo.
El campo está abierto a las universidades cercanas (Merlo y Comechingones) para que quienes estudian puedan conocer, e incluso tener un lugar en el que plantearse experiencias. Tienen luz, Internet, escuchan Spotify, y por ahora construyeron dos casas también en base a esfuerzo y autogestión. Una en la que vive Gaby, otra para Rama. Fede está con Poli y Violeta en Merlo, y se traslada todos los días hasta el campo. Gaby dice que lee muchos de los diarios y portales para informarse un poco. Rama pregunta: “¿O para desinformarte?”. “Si sabés quiénes son, ya sabés cómo leerlos” retruca. Rama agrega otra percepción: “Me parece que para manipular a las sociedades hay que homogeneizarlas. Si todos piensan igual, es más fácil controlar, y tanta conectividad que hay hoy pasa por homogeneizar el pensamiento. Todo el mundo viendo y hablando y pensando las mismas boludeces, que creo que solo te distraen de la realidad”.
Han sumado otro tipo de conectividad. Gaby: “Aquí la gente al principio nos miraba de reojo, pero en seguida se armó vínculo. No es cierto que el gaucho es alguien aislado, sin contacto. Ven que trabajás, que tenés entusiasmo, y aparece la gauchada. Se ayudan y te ayudan mucho. Es mentira que la gente es mala o cerrada. Creo que lo decía Galeano: las bombas hacen más ruido que los abrazos, pero hay muchos más abrazos que bombas”. Rama: “Es lo que planteaba la bióloga Lynn Margulis. Las grandes evoluciones de la vida son siempre por la cooperación, no por la competencia”.
Comentan y recomiendan series y películas (pero curiosamente no hablan de las que “hacen furor” según los medios que venden a Netflix hasta sus opiniones). Rama sugiere la película griega Dogtooth (Colmillos) y el impresionante documental HyperNormalisation de Adam Curtis. Fede, El abrazo de la Serpiente del colombiano Ciro Guerra. Gaby Mar adentro, del español Alejandro Amenábar, además de la argentina Pizza, birra, faso (Stagnaro y Caetano) que volvió a ver hace poco. Comentan, de paso, que el modo de conocer el proyecto por Instagram es Atahualpa.organicos.
Federico: “Pese a que muchas veces venimos remándola en dulce de leche, todo está yendo bien. El suelo funciona, se enriquece, las verduras salen, todo es sano. Es una emoción hacer todo esto sin pegártela contra la pared. Y ya tenemos cinco vaquitas que ayudan a cumplir todo el ciclo productivo”.
Rama: “Yo creo que habría que traducir la riqueza de lo monetario a lo microbiológico, que es más verdadero. Cambiar el chip, no pensar solo en números y hablar de microbiología. Porque esa es la verdadera riqueza que nos mantiene vivos en este planeta, ¿no?”.
Gaby: “En el libro Agroecología-El futuro llegó, se habla de ‘subir línea’ en lugar de bajar línea. Las cosas fuertes y reales, como dicen los zapatistas, empiezan desde abajo. No sé si en el país hay una estructura cultural que lo acepte masivamente. Hay que ver qué se logra, pero nos vamos enterando de montones de proyectos parecidos. Eso da esperanza. Estamos orgullosos de esto, nos gusta mostrarlo, y vivirlo”.
Se ha narrado aquí algo de la historia y aventuras de tres jóvenes que no ganan el dinero que ganarían de haber seguido cierto destino aparentemente escrito. Ni viven como se suponía. Que además piensan en otras formas de riqueza. Están creando y reproduciendo lo nuevo, como ocurre en tantas otras experiencias. Regeneran algo que incluye lo socioambiental, lo cultural, lo productivo, lo económico, a través de palabas que –si se leen con cuidado– van mucho más allá de lo que parece: se están ganando la vida.
Producción realizada en colaboración con la Fundación Heinrich Böll – Cono Sur.
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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