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La reinvención de la paz. La agroecología frente a un mundo en crisis

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Gualeguaychú reunió a referentes de la agroecología y la soberanía alimentaria en el Congreso del Programa de Alimentación Sana, Segura y Soberana, con el ojo puesto en compartir ideas y experiencias sobre cómo trabajar en armonía con la tierra, producir mejor, ser rentable, y ser feliz. Compartimos aquí algunas de las voces, experiencias y reflexiones sobre un paradigma que crece. Por Sergio Ciancaglini.

La reinvención de la paz. La agroecología frente a un mundo en crisis

En aquel rincón están explicando cosas sobre los raros negocios que hacen empresas y gobiernos en torno a lo que comemos. 

Un poco más allá hablan sobre ortigas, caléndulas, romeros, echinaceas, manzanillas y otras plantas medicinales: explican cómo se hacen las tinturas madre a partir de lo natural. Hay gente ensayando chacareras para más tarde, del otro lado hablan sobre la salud como política pública, y en este sector hay agricultores que muestran tomates, kale, acelgas y una planta que no cotiza en el mercado llamada orgullo, frente a dos biólogos, un filósofo, tres ingenieros agrónomos y un abogado. Hay talleres de gastronomía de alto vuelo, de educación ambiental, de comercialización, y otros que sobre todo funcionan como un caso de biodiversidad entre personas que se encuentran, saludan, conversan, intercambian lo que saben y lo que no saben haciendo un ejercicio que es a la vez de convivencia, de producción y de futuro. Allí hay gente de los barrios más humildes de la región, y productores con más de 2.500 hectáreas, médicos y nutricionistas. Y hasta funcionarios públicos. Todos hablando sobre agroecología.  

La historia es más o menos conocida. Esteban Martín Piaggio fue electo intendente por el Frente para la Victoria en 2015 acompañado en la fórmula por Jorge Maradey: ambos médicos, al igual que el primo de Esteban, Martín Roberto Piaggio, que asumió la secretaría que une Salud, Desarrollo y Derechos Humanos. Todos venían de la experiencia de la Asamblea de Gualeguaychú contra las pasteras en el Río Uruguay. Cuando ese conflicto ya no tuvo solución, en la ciudad empezaron a mirar el terruño propio, cosa que empalmó en los últimos años con el estallido de casos de cáncer que hicieron confluir movilizaciones sociales como la de los Pueblos Fumigados y la Coordinadora Basta es Basta, con organizaciones como Stop Cáncer y Pelucas de Esperanza, entre otras. Gualeguaychú decidió prohibir el glifosato y se sumó a la RENAMA (Red Nacional de Municipios y Comunidades que Fomentan la Agroecología). Más recientemente la ciudad ha puesto en debate la prohibición del trigo Hb4 (transgénico) y su pesticida glufosinato de amonio (todo esto en las MU 73 y 175). 

Parte de esa política pública, además, incluyó la creación del PASSS como un modo de pensar cómo abastecer de manera creciente y local, los alimentos que demanda mensualmente la comunidad de casi 100.000 personas: 1.200.000 litros de leche y yogur, 72.000 kilos de queso fresco, 960.000 kilos de hortalizas, 720.000 kilos de frutas, 100.000 docenas de huevos, 312.000 toneladas de carne, 72.000 kilos de aceite, semillas y frutas secas, 4.800.000 litros de agua segura (no contaminada). O sea, un programa que está muy lejos todavía de semejantes cifras, pero intenta los pasos necesarios para fomentar la producción y comercialización de alimentos saludables, elaborados en la región, y que se vendan a precio justo. Nada menos. 

En Gualeguaychú, el Segundo Congreso del Programa de Alimentación Sana, Segura y Soberana (andan queriéndole agregar una cuarta ese: Sabrosa) reunió a unas 400 personas que a lo largo de tres días de noviembre cultivaron ideas, experiencias y capacidad de transformación de la realidad. Nada de esto fue tomado románticamente, ya que se sabe –como dicen algunos paisanos– que  en estos temas no hay enemigo chico. Esta es una pequeña recorrida por algunas de las voces que llegaron hasta Gualeguaychú para participar en el evento. 

El disparador fue el siguiente: ¿qué es lo que pueden aportar la Soberanía Alimentaria y la agroecología (englobando en la palabra a las formas de producción sana y además accesible) frente a un presente signado por la crisis climática y territorial, la contaminación, la explotación a mansalva de los bienes comunes, la enfermedad como signo ya no solo del hambre (la falta lisa y llana de alimentos) sino además de la mala nutrición y de los estilos de alimentación a los que es sometido gran parte del vecindario humano? Con un ojo puesto en ese escenario de terremoto social, ambiental y cultural, estas fueron algunas respuestas para debatir pero sobre todo para hacer del mundo un lugar más llevadero. 

Remo y las cabezas duras     

Junto a su esposa Irmina Kleiner, Remo Vénica es el inspirador de la Granja Naturaleza Viva (en Guadalupe Norte, Santa Fe) de producción agroecológica y biodinámica. Producen por ejemplo girasol, trigo y lino, que industrializan y transforman en aceite y harinas de altísima calidad, permitiendo así que en 200 hectáreas trabajen 15 familias. Hacen ganadería (pastoreo racional), elaboran desde quesos hasta dulce de leche, cultivan hortalizas y frutas, tienen un increíble banco de semillas, preparan toda clase de mermeladas, jugos y frutos en almíbar, construyeron una red de comercialización con más de 600 compradores directos en todo el país de sus productos, y así se podría seguir sumándose datos a una historia increíble. 

Naturaleza Viva produce, además, un estilo, una forma de ser, un modo de comunicar y de compartir que demuestra en términos prácticos que todo lo que se hace posiblemente mal, podría hacerse razonablemente bien. Irmina no pudo viajar esta vez, así que Remo anduvo por Gualeguaychú sembrando risas, ideas, abrazos. 

Sus reflexiones: 

“La agroecología, ¿qué es lo que hace? Las cosas que corresponde, en el proceso histórico actual de la humanidad. Es esperanza. ¿Sabés qué? Todas las experiencias, miles de experiencias en el país, están demostrando que la agricultura ecológica lo que hace es producir alimentos de altísima calidad biológica. Pero además, conserva la naturaleza, respeta la vegetación, respeta también a los animales, y fundamentalmente la vida en el suelo, que es la que garantiza la producción actual, y la del futuro”.

Sin embargo los gobiernos apuntan a un tipo de producción basada en agroquímicos y ya no la creación sino la extracción de riqueza. “Pasa que hay mucho cabeza dura, sin conciencia, que se maneja por lo inmediato. La agroecología se maneja con una estrategia, con una larga (alarga Remo la a para que se entienda) experiencia que en nuestro caso ya va por los 38 años. Y cada año estamos más felices, más contentos en relación a la productividad y la calidad de los alimentos”. 

“Pero no es solo lo nuestro. Es lo que veo en cada lugar de todo el país donde aparecen estas experiencias. Vos sabés que uno de mis hijos, Enrique, es ingeniero agrónomo. Es un apasionado de la agroecología y me dice: mirá que maravilla cómo evoluciona la productividad, los suelos, con un manejo agroecológico de los cultivos que permite que la vida crezca”.  

Las respuestas gubernamentales y corporativas son plantear que hay que producir industrialmente para conseguir dólares, otra cosa verde en proceso de desertificación en los últimos años. Remo, que fue integrante en los 70 de las organizaciones que buscaban un cambio social radical, plantea: “Hay mucha inconsciencia. Pero siento que no hay que ir a  pelear. Hay que hacer. La pelea trae odio, rencor. Mirá: hay también gringos que producen granos y alimentos con venenos, con agroquímicos, que destruyen la capacidad vital de nuestra población. El que lo hace no es consciente. No te podés pelear con un inconsciente. Lo que hay que hacer es ayudarlo a reflexionar, mostrarle los números, explicar los beneficios económicos de no poner agroquímicos, todo lo otro que te genera a vos como persona. El tema es que si lo único que te interesa es el lucro, ganar dinero, nunca encontrás el entusiasmo que tenemos nosotros por estar haciendo cosas de otra calidad, con otro alcance para la salud de la gente. Y encima nos va mejor que a ese gringo obsesionado con la plata”. 

¿Podría la agroecología ser producción para la exportación? “¡Pero claro! La vez pasada lo escuché a (Sergio) Massa que dijo algo que capaz fue un descuido, porque es raro que los ministros digan esas cosas. Pero dijo que hay que dejar de vender materias primas, los granos hay que transformarlos en harina, fíjate vos. Dijo: si vendo los granos de trigo me pagan 450 dólares. Si vendo harina me pagan 700 dólares. Si vendo fideos me pagan 1.500 dólares. Bueno, él lo dijo, pero nosotros lo estamos haciendo. Pero hay que hacerlo agroecológico, porque Europa no es boluda, quieren importar alimentos de calidad, no chatarra. No van a buscar chanchos contaminados. Seríamos muy tontos si creemos que vamos a poder venderles alimentos industrializados hechos a partir de agroquímicos. Los podés estafar una vez, pero nunca más te vuelven a comprar. Entonces, ¿quieren hacer negocios? Este es el presente y es el futuro. Hay una crisis alimentaria en todo el planeta. Las corporaciones, como no saben hacer otra cosa, salen de las crisis inventando guerras. Nosotros al desarrollar la agroecología prevenimos los conflictos sociales y ambientales. Ellos inventan guerras. Nosotros estamos reinventando la paz”. 

Marcos Filardi: la salida más genuina 

Emprendió un trayecto en 2016 al que llamó “Viaje a la soberanía alimentaria”. En un Alfa Romeo 164 modelo 95 (al que bautizó Rocinante) recorrió 260 localidades de las 23 provincias del país: 50.000 kilómetros. “Fui a documentar las violaciones a los derechos humanos del sistema agroindustrial. Conflictos por la tierra, desplazamiento de pueblos originarios, el drama de los agrotóxicos, las escuelas rurales fumigadas. Megaminería, fracking, represas. Pero también vi las asambleas socioambientales que resisten y las formas de creación de otro tipo de producción”.

Es abogado especializado justamente en soberanía alimentaria y derechos humanos.  Marcos Filardi es fundador además del Museo del Hambre, como símbolo que permite reunir y promover todo lo que sea necesario para que el hambre pase a existir solo en los museos. Una “unidad del buen vivir”, le gusta llamarlo, para compartir experiencias y herramientas de forma colectiva.

Integra la Red de Cátedras Libres de Soberanía Alimentaria, forma parte de la Dirección de Agroecología creada a nivel nacional, y ante la consulta de MU planteó: 

“Lo primero frente a todas las amenazas del presente es generar otra narrativa. Una narrativa de la esperanza en el sentido de encontrarse con otras y otros en un mismo caminar compartido que devuelve felicidad. Lo que devuelve felicidad es ese caminar. Es decir: quienes estamos transitando y compartiendo este camino no es que nos estamos fustigando por hacerlo sino que al compartir ideales, luchas, encuentros, aprendiendo con los otros, encontramos felicidad. Eso me parece importante porque hoy hay generación de mucha desesperanza, mucha soledad”. 

“Pero cuando generamos esos encuentros nos damos cuenta de que salimos fortalecidos. Un encuentro como este, que hoy nos convoca, es como alimento. Porque a veces tenemos esa sensación de pesadez. De estar una y otra vez atrás de noticias malas, que son como golpes al tobillo, uno detrás de otro, en fractura expuesta y que quita las ganas de caminar. En cambio al estar con gente que ha caminado, que tiene todo un camino y una trayectoria y una coherencia y una alegría también a la hora de transmitir y compartir, nos alimenta. Hay un sentido por el cual vivir, por el que pelear, hay un sentido para caminar”.

¿Y desde el punto de vista práctico? “Tanto la agroecología como la Soberanía Alimentaria ofrecen salidas concretas a todos estos problemas que enfrentamos. Son las salidas reales, más genuinas. Siempre decimos que la Soberanía Alimentaria como paradigma nos ofrece una salida colectiva a las tres pandemias con las que convivimos. La pandemia de la malnutrición en todas sus formas y de las enfermedades crónicas no transmisibles; la pandemia de la desigualdad; y la pandemia de la desesperanza también. ¿no? Ya no es el Covid, esas son nuestras pandemias. Entonces la Soberanía Alimentaria con cada uno de sus pilares nos ofrece una salida colectiva a esas pandemias que acechan a nuestra humanidad compartida. Nos ofrece la posibilidad de habitar los territorios de otra manera. De producir alimentos en armonía con la naturaleza, sanos, seguros, soberanos, sabrosos, nutritivos, que redundan en un mejor sistema inmunológico, en mayor felicidad individual y colectiva”. 

“Nos ofrece también la posibilidad de generar tejido rural, trabajo genuino, un entramado local que acerca al productor directo con el comensal. Genera empleo, encuentro virtuoso campo-ciudad, que es la mejor salida genuina a la pobreza e indigencia que genera este modelo”. 

“Todo esto genera además igualdad, básicamente. Estamos ante un modelo que viene a arrasar con nuestros bienes naturales, nos va a someter natural y cotidianamente a zoonosis de todo tipo, a problemas de salud masivos, como ya lo ha hecho. En cambio la agroecología y la Soberanía Alimentaria, al buscar restaurar la relación rota con la naturaleza, nos permite construir un mundo más sano para nosotros y para todos los seres vivos con los que compartimos casa común”. 

Leticia Gebhardt: el trabajo y la salud

Sola y sin muchos más recursos que sus ganas y su imaginación, crio a sus tres hijas de sangre y otras tres del corazón, como le gusta decir. Es una de las inspiradoras de la huerta comunitaria agroecológica Codo a codo, en un terreno de unos 25 metros x 15 que pertenece a sus hijas del corazón. Armó la huerta atrapando a altas velocidades las capacitaciones que le prestaron desde el municipio: “Nos autoconstruimos nuestro barrio San Cayetano con nuestras propias manos, y a hacer la huerta también aprendimos”. A Leticia Gebhardt nunca le gustó el tema de recibir bolsones de comida o ayuda social. “La podés necesitar, pero es feo eso. Con la huerta en cambio hacés un trabajo y te la ganás. Acá nadie viene porque lo mandan para cobrar una tarjeta. Lo que hay es amor a la huerta”.   

“Tenemos lechuga, acelga, morrón, perejil, zapallito, zapallo, tomate, berenjenas, papas, de todo. No nos mandamos la parte, aprendimos en serio”. Codo a codo es merendero para 30 chicos. Leticia tuvo una idea: “Les enseñamos a cultivar y cosechar a los gurises. Son Los Huerteritos”. Su proyecto es hacer una cooperativa para ofrecer una opción de trabajo en agroecología a jóvenes que consumen. “Y si quieren seguir consumiendo, que se la ganen laburando, no que vayan a robar o matar por ahí. Pero hay que darles una oportunidad. Si nadie les da trabajo porque son drogadictos, esto nunca se acaba”. 

Para Leticia la agroecología es una demostración de poder: “Es demostrar que se pueden hacer las cosas, salir adelante. Estuve viendo las huertas que hicieron en Las Piedras (reserva municipal de Gualeguaychú en la que se otorgaron hasta ahora dos hectáreas a la producción de hortalizas por parte de la Unión de Trabajadores de la tierra-UTT) y es impresionante. Esto es un aprendizaje para nosotros, que venimos de los barrios con una huertita chica, pero vemos que cada día podemos aportar y agrandar un poquito más la cosa, como están haciendo en Las Piedras. Algo así es maravilloso”. 

“Fijate que en una experiencia de agroecología lo que hay es trabajo. Además, sin químicos, y tenés una verdura que le dura mucho más a la gente porque no tiene esos químicos. Pero como no tiene esos químicos, te alimenta mejor, estás mejor de salud y podés superar mejor las enfermedades. Yo creo que esto es lo que tendría que hacerse en todos lados, porque creo que a todos nos iría mucho mejor”. 

Eduardo Cerdá: circulación de la energía 

Es uno de los fundadores de la RENAMA, y venía impulsando naturalmente el crecimiento de la agroecología a través del asesoramiento a diversos campos y experiencias en todo el país, hasta que fue convocado por la actual gestión cuando se creó la Dirección Nacional de Agroecología en el ministerio de Agricultura. Por supuesto que el cargo conlleva toda clase de paradojas en un gobierno que a la vez aprueba el trigo transgénico o favorece la producción masiva de soja ante el endeudamiento externo al que (otra vez) se ha sometido a un país que tantas veces se ha empecinado en cultivar la injusticia. Eduardo Cerdá sabe lo que lo rodea, y como dijo desde el comienzo este funcionario que se negó a cobrar salario por su gestión, se dedica a seguir haciendo lo posible por el crecimiento de la agroecología en el país, pese a la falta de recursos y de políticas concretas. Su diagnóstico favorito sobre esta posibilidad de construcción sana surge de lo que ha ocurrido en los últimos años, en los que un tema inexistente pasó a ser una opción de producción con un enfoque mucho más adecuado para convertirse en lo que Santiago Sarandón  (titular de la primera cátedra de Agroecología del país) llama “la agronomía del futuro”. 

Cerdá en Gualeguaychú plantea: “La agroecología toma y entiende que estamos en un cambio de paradigma histórico. Y que la sustancia y hasta el dinero cuando se acumula, es un poco parte del viejo paradigma. El nuevo paradigma tiene que ver con la energía, con la circulación del dinero, con el movimiento, tiene que ver con los afectos, con la solidaridad, tiene que ver con entender la vida. Entonces uno mira un suelo y trata de entenderlo como un organismo vivo y mira una planta y ya no ves una cosa de la que vas a extraer algo, digamos, sino que estás viendo un ser que también tiene vida. Y apreciás su sombra y lo que te da. En esa relación también empezás a entender que cuando como algo que me da vitalidad me siento mejor y me siento menos pesado y eso se valoriza, cada vez se valoriza más”.

“Entonces no sé si esto representa un combate. Para mí, el concepto de lo agroecológico da respuestas, y en la medida que más personas entiendan hacia dónde va este paradigma. Un ejemplo. Te decía que mirás el suelo, lo cuidás. Y el suelo tiene las mismas bacterias que están en el intestino del ser humano. Entonces empezás a entender otro tipo de relación, que hace que la alimentación tenga que ver con la salud, con la vida, con el modo en que nos relacionamos con lo que nos rodea. Hasta con tu ánimo. Entonces la agroecología te permite trabajar, charlar, investigar entendiendo que no estamos mirando un cuadro sino que somos parte del cuadro y eso es lo que cambia. Pasa incluso con el comunicador, que al conocer esto empieza a entender que se tiene que meter adentro del cuadro y tiene que entender lo que está pasando en ese cuadro para comunicarlo. No es el que viene de afuera, hace dos preguntitas y se va. Ahora fijate que estamos hablando de producción, de salud y hasta de comunicación, porque todo entra en esa realidad que significa estar viviendo y experimentando un nuevo paradigma. 

El argumento es que lo ajeno a mí deja de ser un objeto: “Es que nos formaron creyendo que todo lo otro es objeto. Hasta las personas. Pero ahora estamos en medio de otra cuestión que ya plantearon hace décadas pensadores como Edgar Morin: la idea de la complejidad”. 

“Pero pensar que estos escenarios son complejos no quiere decir que sean complicados, porque si uno piensa en términos de complicación, te cerrás. “Pero al contrario, si uno entiende la complejidad, la diversidad, puede disfrutarla y hasta comprender las cosas con más sencillez. Porque andamos en eso, dando vueltas a ver cómo le encontramos el agujerito al mate y entendemos cada vez un poquito más de la vida. Porque eso es lo que nos pasa y cuando nosotros nos entusiasmamos con la vida, nos pone en un lugar de pensarnos: ¿para qué estamos acá? Y esa pregunta nos da coherencia y la coherencia es tratar de hacer lo que pienso que puedo realizar. Me da salud. Me da tranquilidad. Dejás de pensar en cambiar el auto todos los años. Te das cuenta de que la vida puede ser otra cosa. El otro día lo estábamos conversando con productores. Decíamos que nos va cambiando el estilo de vida, y no es que nos volvimos pijoteros, sino que te das cuenta de que se puede vivir de un modo diferente, que te hace mejor. Una vez Juan Kiehr (dueño del campo La Aurora, de Benito Juárez, considerado emblema agroecológico en el mundo por la FAO) había recibido a una cantidad de productores para mostrarles el campo. Cuando se fueron me dijo: ‘¿vio Eduardo? Qué linda esta gente, y qué alegría que me genera poder compartir todo esto. No es la misma felicidad que da andar en crucero’”.   

“Eso genera un contagio positivo. Le está pasando a Amadeo Riva, que sigue haciendo crecer su campo de 5.000 hectáreas en agroecología, y los vecinos lo copian porque ven que ahí hay una clave que pueden ir y mirar. Se puede producir mejor, de otra forma, y que te vaya mejor que con el otro modelo. Y encima, con ese estado de ánimo”. 

Maritsa Puma: cómo dormir en paz 

Tiene 24 años, una hija de 6, llegó a los 11 a la Argentina desde Bolivia con su madre y sus hermanas. En la escuela empezó a escuchar hablar de producción sana que no era precisamente lo que su madre y ella misma, al ayudarla, estaban haciendo. En la zona de El Pato conoció la experiencia de la UTT y muy pronto comenzó a entusiasmarse con las capacitaciones tanto para el diseño agroecológico de las huertas, como para el preparado y uso de bioinsumos que permiten liberarse de toda clase de pesticidas y químicos, y recuperar suelos deteriorados revitalizándolos para poder producir alimentos sanos. Integra el CoTePo (Consultorio Técnico Popular de la UTT), un mecanismo de transmisión de conocimientos de campesino a campesino, de agricultor a agricultor, para encarar así la transición a la agroecología desde un modelo en el cual quienes producen hortalizas son personas que cobran lo ínfimo mientras quedan sometidas a sistemas de arrendamientos de los terrenos que les hipotecan la vida. El propio sistema las obliga a producir aceleradamente para poder pagar los alquileres, en una rueda difícil de desactivar. El CoTePo brinda la posibilidad de hacer la transición de un modelo a otro, que la propia Maritsa reconoce que ha sido ventajoso como forma de vida y también de mejora de ingresos. 

Sobre el rol de las mujeres en la agroecología: “Se interesan un montón. Porque es más barato, y por los chicos. Porque las mujeres vamos a la quinta con nuestros hijos. Si estás envenenando, están al lado tuyo”.

Dijo hace tiempo Maritsa a MU: “Lo que me cambió fue mi hija, porque quiero ser responsable del mundo que voy a dejarle. Antes éramos como esclavos de nosotros mismos: ni tiempo para el estudio teníamos. Trabajo con mi mamá desde los 11 años, pero para mí no existe la explotación infantil ni nada de eso. Ves a tu mamá sola jalando un carro, pero no es lo mismo que vayan dos pares de manitos empujando por atrás. Después me di cuenta de que mi madre se estaba explotando a ella misma. Y nadie hacía nada. Por eso la agroecología es lo contrario: es vivir una vida digna, una vida que te merecés por el trabajo que hacés”. 

Dice ahora Maritsa a MU: “La agroecología te da mejor calidad de trabajo, de vida, de alimentación, mejor relación entre las personas, los humanos digamos.  Y además entre humanos y la naturaleza, con todos los seres vivos que nos podemos encontrar, en las plantas, en el suelo”. 

“Es también valorar el lugar donde vivimos y de lo que depende nuestra vida, nuestra alimentación, el aire que respiramos. El agua que tomamos depende de qué relación estamos teniendo con estos bienes comunes y la agroecología aportaría eso, que podamos ser felices con lo que hacemos. Porque a veces estás haciendo cosas –puede ser por el trabajo, por exigencias que te superan, no lo sé– pero sabiendo los daños que causan lo sigues haciendo”. 

“La agroecología te ayudaría, por así decirlo, a dormir en paz, a mí me pasa eso, sé que estoy aportando algo a la vida y puedo dormir en paz”.

¿Y eso qué transformación produjo en la propia Maritsa? “Creo que transformó mi forma de pensar. Entender que los problemas que tengo no son solo míos, sino que son del conjunto de la sociedad. Entonces, entre todos, ver cómo podemos buscar otra solución, comprendiéndonos, respetándonos y ver la manera de solucionar todo lo que está pasando y para eso hay que luchar. Y para hacer eso tenemos que organizarnos”. 

“Sería como encarar lo que podemos hacer como comunidad, organizándonos y ver que entre todos juntos somos más fuertes y podemos dar pasos más grandes que individualmente”.

La reinvención de la paz. La agroecología frente a un mundo en crisis

Walter Pengue: ¿qué nos puede salvar?

Es ingeniero agrónomo (con especialización en genética vegetal) y Magíster en Políticas Ambientales y Territoriales por la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Doctor en Agroecología, Sociología y Desarrollo Rural Sostenible (Universidad de Córdoba, España). Es además profesor titular en el Área Ecología, línea Economía Ecológica, Universidad Nacional de General Sarmiento, fue miembro científico del Panel Internacional de los Recursos (Resource Panel) del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, e integra el Comité Ejecutivo de TEEB Agriculture and Food (The Economics of Ecosystems and Biodiversity). 

Escribió libros como El vaciamiento de las pampas, Nuevos enfoques de la Economía Ecológica, y El pensamiento ambiental del sur, entre muchos otros. 

Creo que siempre hay que tener en cuenta lo que pensaron los que podríamos decir los pensadores fundacionales. Ellos, después de casi 60 años de trabajo ambiental. De lo que primero nos hablaron fue de sus fracasos y del motivo de sus fracasos. Y una de las cuestiones básicas que se plantearon ahí. Estoy hablando de la reunión grande de CEPAL en la cual publicamos después un libro que se llama La Tragedia ambiental de América latina y el Caribe. 

Una de las cosas que quedaron es que no se puede seguir reflexionando sobre los problemas que tiene la sociedad con la mentalidad que se tenía hace 60 años. Y es toda gente de 80/90años. Estoy hablando por ejemplo de Elio Brailovsky, Héctor Sejenovich, Alejandro Grossman, Nicolo Gligo, José Luis Carrizosa, Víctor Manuel Toledo. Personas, personalidades podríamos decir, a quienes podríamos también entender como nuestros profesores”. 

“Ellos no nos contaron sus éxitos sino sus fracasos. Y el fracaso, creo que el principal que hubo fue no haber llegado a todos los segmentos de la sociedad para… ni siquiera comprometerla, sino primero informarla y después que esas mismas personas busquen una transformación. Creo que nosotros estamos llegando al final de una crisis y el inicio de otra cosa. Una crisis que podríamos considerar terminal para el modelo civilizatorio que tenemos, pero es una apertura enorme para otro modelo u otras instancias de vida desde aquí hacia el futuro”.

“Tenemos escenarios mundiales de elevadísimo impacto y transformación, cambio climático, cambio ambiental global, una crisis brutal de biodiversidad. Para el caso de países como Argentina o el Brasil en América Latina que son grandes proveedores de recursos naturales, el recurso que muchas veces no se considera es el suelo. En ese sentido somos grandes proveedores de esto y habrá que cambiar ese esquema”. 

“Eso se llama cambio de uso del suelo. Y en la discusión sobre el cambio de uso del suelo, es decir qué se hace y qué no se hace, América Latina tiene mucho para hacer. Empezando por un nuevo modelo de desarrollo, un nuevo modelo si se quiere de desarrollo a escala humana, podríamos llamarlo. En esa cuestión las oportunidades se abren por todos lados”. 

“Hoy quizás estamos muy cegados por la crisis, en el caso de Argentina quizá más porque la cuestión económica impacta tan brutalmente que la gente no puede ver más allá de su propia mesa del día. Entonces, ¿cómo hablar con alguien que está sufriendo, sobre un escenario de los próximos 3 meses o los próximos 30 años?”

“Pero esa gente y todas esas personas van a encontrar una salida. Sí, necesitamos una salida quizá más integradora, más inteligente. Hace muy poco estuve en una reunión con Gilberto Gallopín y Mario Giampietro, una reunión íntima los tres (el argentino Gallopín es doctor en Ecología de la Cornell University y el italiano Giampietro trabaja en el Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona, entre otras actividades).

“Lo que terminamos entendiendo era que desde aquí en adelante –no porque algunos quieran o no quieran, sino casi por una cuestión obligatoria– la  alternativa es el cooperativismo. La cooperación, no la competencia, es lo que va a salvar a la humanidad. El hombre, en situaciones de crisis ha optado por dos cosas: la autodestrucción o la cooperación. Nosotros apostamos muchísimo más por la cooperación. Es posible que haya otra instancia, lo estamos viendo, tenemos 26 guerras activas en todo el mundo. Gente sufriendo por todas partes. Guerra contra la naturaleza también. Es una guerra contra la naturaleza, contra las otras especies. Parece que queremos dominar todo”. 

“Pero por el otro lado tenés un emergente fuertísimo que antes no se tenía que es la cooperación humana. Es decir, el hecho de tender una mano para que se levante el que está abajo, no para hundirlo. Y ahí hay una cuestión clave”.

“Creo que estamos ante escenarios de muchísimo desafío, mucho miedo, mucho temor. Eso también enceguece a la gente, la achica. Pero también están los que luchan, están los que muestran otro camino y otro escenario. Y cuando se ve eso, se pierde el miedo. Y ahí sí, empieza a cambiar todo”.

Producción realizada en colaboración con la Fundación Heinrich Böll – Cono Sur.

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Actualidad

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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