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Dulce de lucha: Cooperativa de Trabajo Mielcitas

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Fabrica alfajores, galletitas y dos populares golosinas: los Naranjú y las Mielcitas. De 88 integrantes, 66 son mujeres. Fue vaciada a partir de 2018 y después, para colmo, la pandemia. El rol de los sindicatos, la izquierda y los medios visto desde quienes quieren volver a trabajar. Frase patronal: “¿Cómo hacen estas negritas para seguir viviendo?”. La cooperativa mejoró la calidad de la producción, y recuperó el apoyo de los clientes. El secreto del orgullo. 

Dulce de lucha: Cooperativa de Trabajo Mielcitas
Las mujeres, al frente de la producción. Resistieron al vaciamiento y a la inacción del Estado. Formaron una cooperativa. Celebran que ahora pueden ir al baño y tomar mate cocido mientras trabajan. Apuestan a dejarle la empresa a sus hijos y familiares, para seguir criando autogestión. Fotos: Sebastián Smok

«Mamá tiene que ir a trabajar”.

En medio de la angustia, de los nervios, y de tener un compañero de vida que también se había quedado sin trabajo, Silvina Valerio no quiso mentirle a su hijo de 5 años. “Mamá tiene que cuidar que nadie entre, hijo”, completaba la historia esta mujer de 39 años, con 19 de producción en la fábrica Suschen, productora de los alfajores homónimos y de golosinas como Mielcitas y Naranjú, ubicada en Rafael Castillo, galaxia bonaerense de La Matanza.

Atrás habían quedado los días en que Silvina tenía que escribir en un papelito el horario en el que iba al baño, porque lo que se estaba jugando en ese 2019, con audiencias laberínticas en el Ministerio del Trabajo y noches de vigilia en la empresa, era su trabajo.

Pero Silvina no recuerda ese momento desde la calle, tampoco desde un acampe, sino tomándose cinco minutos de su línea de producción para poder contar que hoy habla como trabajadora de la Cooperativa de Trabajo Mielcitas.

Porque la historia tuvo un giro.

Y así elige contarlo: “El final fue: ‘Hijo, mamá recuperó la empresa’”.

Ocupar el miedo

El giro empieza en 2018.

Las primeras señales del vaciamiento llegaban en dos impactos de bolsillo:

  1. la falta de pago de las cargas sociales,
  2. obreras que pasaban de cobrar una asignación familiar a percibir una asignación universal. “¿Por qué si somos trabajadoras y tenemos un recibo de sueldo?”, se preguntaba Silvia Ayala, 46 años, y tenía un sentido claro: de percibir un derecho de trabajadoras en relación de dependencia pasaron a ser sujetas de un programa dirigido a trabajadoras desocupadas.

De los tres turnos históricos ya quedaba uno solo; de 300 trabajadorxs pasaron a ser 101; los pagos se empezaban atrasar; la empresa cambió su razón social, y el combo se completó cuando el patrón Roberto Duhalde mandó a toda la planta de vacaciones: “En ese lapso aprovecharon para vender una máquina de dulce de leche”.

El proceso se agravó durante 2019. “Nos decían que no había plata”, recuerda Silvia, que en ese entonces era delegada en la fábrica por el Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Alimentación. “Empezamos a hacer las denuncias correspondientes en el Ministerio de Trabajo, pero siempre digo que acá se aguantó mucho el manoseo de la patronal. Primeramente, éramos todas mujeres, y en segundo lugar, todas teníamos miedo. Me incluyo. Ninguna quería perder el trabajo y no nos gustaba reclamar, por miedo a que nos fueran a echar o a tomar de punto”.

Lorena Peralta, 45 años, 27 en la empresa, trabaja en la producción de las semillas de girasol, y recuerda: “Fue muy triste ese proceso, y muy doloroso porque una nunca se la espera. La mayoría éramos mamás solteras. Por suerte, mi hijo es grande, tiene 29 años, pero lo feo era que me viera todos los días llorando”. Esther Diez, 39 años, 18 en la fábrica, sector de Mielcitas: “Mi nena tenía 6. Fue duro, pero no le mentía. ¿Qué le decía? Que mamá se iba a resguardar las fuentes de trabajo”.

Las audiencias naufragaban y la gota final llegó a principios de julio cuando descubrieron que el hijo del dueño se estaba llevando cajas con papeles administrativos. Esa noche decidieron quedarse a dormir. Se dividían en turnos: “Pasó algo que no sé si ocurrió en muchas cooperativas: la patronal seguía adentro, nos cruzábamos en los pasillos, hasta que finalmente se fueron”. Marcela Romero, 46 años, 22 de trabajo: “Fue tremendo: dormíamos sin saber si a la noche llegaba alguien y nos pasaba algo”.

El 11 de julio de ese año fueron al Ministerio y nadie de la parte patronal se presentó. A Silvia se le cruzaron varias imágenes: “Era venir a explicarle a la gente que nos quedamos en la calle. Era ver la angustia de un montón de compañeras. Era saber que somos todas mayores de 40, que todas tenemos hijos, que muchas éramos sostén de familia”.

Marta Zenteno, 45 años, sumó una pregunta clave: “¿A dónde vamos a ir a buscar trabajo?”.

El panorama se despejó mientras volvían en auto de una de esas reuniones, cuando alguien preguntó si conocían a IMPA.

-¿Qué es?- le respondieron con desconfianza.

-Una cooperativa.

Despejar el ruido

IMPA significa Industrias Metalúrgicas y Plásticas Argentina, pero también significa una de las primeras empresas recuperadas en el país, desde 1998. Es decir, no sólo era una idea que se ponía en común, sino también el código de una posibilidad.

Sin embargo, el primer efecto fue de sospecha. “Me quedé ahí, en el auto, pensando qué les voy a dar de comer a mis hijos con una cooperativa -recuerda Silvia-. Te daban ganas de irte y conseguir trabajo por otro lado”.

Un día llegaron a la fábrica integrantes del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER). Uno de ellos era Eduardo Vasco Murúa, referente del MNER y de la propia IMPA, hoy a cargo de la Dirección de Políticas de Inclusión Económica dentro del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Silvia estaba reunida con el sindicato: “Los escuché dos o tres palabras y me fui. Estaba muy cansada y les dije a los del sindicato: ‘Atendelos vos’. El Vasco me dice: ‘Ya me vas a llamar’”, recuerda entre risas.

¿Por qué esa reacción? Silvia explica que, a lo largo del conflicto, se les acercaron personas de todos los credos, partidos y teorías universales, pero ninguna con una respuesta. “Por un lado, los chicos de la izquierda nos apoyaron, pero te queman la cabeza, diciendo que el Estado tiene que pagar esto y aquello; por otro, tenés a los que te traen un salvador que va a comprar la empresa y traer la materia prima. Hasta el día de hoy la gente te quema. Imaginate: nosotras no sabíamos nada, las chicas aprendieron a hablar por teléfono con proveedores, a usar la compu, a mí hasta el día de hoy me cuesta muchísimo. En ese momento todo el mundo te quería salvar o, mejor dicho, se quería salvar con nosotros. Hasta los mismos canales de televisión: venían porque las compañeras lloraban. Eso vende. Era 2019, momento de elecciones presidenciales, y toda esa gente hablaba con compañeras que lloraban porque se quedaron sin trabajo y no sabían qué les iban a dar de comer a sus hijos. Un día decidimos no hacer entrar a más nadie y resguardarnos”.

El sindicato tampoco ayudó. Dentro de las recuperaciones, son pocos los gremios que apoyaron los procesos de lucha en las cooperativas: el de la Alimentación, con Rodolfo Daer a la cabeza, no fue la excepción. “No hicieron nada más que hacernos pasar frío en actividades”, dice Marta. Silvia, que era delegada, coincide: “Se lavaron las manos. Lo entendí cuando salimos del Ministerio de Trabajo. Al otro día fuimos a hacer un escrache a la casa del patrón, pero nos enteramos de que les habían avisado y no había nadie”.

¿Por qué piensan? “Lo que pasa es que siempre arreglaron con la empresa. El sindicato es mantenido por los empresarios, y sin esa plata no puede sobrevivir. Acá también, y por eso se permitió que echaran a compañeras. Yo fui criada con mi papá laburante metalúrgico que salía afuera y peleaba contra la patronal, ¿entonces qué esperás como trabajadora? Que el sindicato te respalde. Un día vi que Daer levantó el teléfono y dijo: ‘Levanten todo’. Me quería matar: hacía dos días que no veía a mi hija, pero a ellos no les importa”.

Por todo esto que llevaban en sus cuerpos, las trabajadoras se ríen al recordar el cruce con el Vasco Murúa. Silvia cuenta el remate: “Los llamé a la semana para que me contaran qué quería decir una cooperativa”.

Hoy Silvia es la presidenta.

Planes & matecocidos

Las trabajadoras iniciaron los trámites, en enero de 2020 ya tenían la matrícula otorgada por el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), y cuando la AFIP les estaba por otorgar el CUIT para empezar a operar estalló la pandemia. Silvia: “Todo el año luchando, esperando los papeles, y de repente nos cancelaron todos los turnos”. Al ser actividad esencial por producción de alimentos, la flamante Cooperativa de Trabajo Mielcitas podía pensar otras estrategias en medio de las restricciones de circulación. Victoria Cañete, 40 años, 28 en la fábrica: “Las boletas de luz y de gas seguían llegando. Algunas vivimos cerca y vinimos caminando. Los teléfonos sonaban: ¡eran clientes haciendo pedidos! De a poco propusimos volver al trabajo, y más de una se enganchó”.

Las obreras hicieron un relevamiento interno para saber quiénes tenían complicaciones de salud. Silvia: “La primera etapa de la pandemia fue horrible, no sabíamos nada, y veíamos alrededor nuestro que la gente se moría. Teníamos compañeras que sufrían de asma, otra alérgicas, y nosotras mismas las sacábamos. Les decíamos que la cooperativa les iba a sostener el ingreso, pero que no vengan”. Marta no duda en que ser una cooperativa les permitió otro reflejo en tiempos de crisis: “Si hubiéramos estado bajo patrón directamente no estaríamos trabajando. Tampoco cobrando las quincenas. Y no hubieran hecho el cuidado de las compañeras: hubieran dejado a todas afuera y abierto otra razón social”.

También entendieron la diferencia en el esquema de asistencia social durante la pandemia: mientras el Estado pagó hasta dos salarios mínimos en empresas como Clarín o Techint, las cooperativas podían aplicar a dos programas (Línea 1 o Potenciar Trabajo, excluyentes uno del otro) que, en el mejor de los casos, llegaban a $16.500. Silvia: “La ayuda está bien, la necesitábamos, es plata que hacemos circular, pero no me gustaría seguir cobrando un plan por años: nosotros pedimos trabajo, tanto para nosotras como para la juventud”.

Ese trabajo recuperado puede verse en una recorrida por las líneas de producción de la empresa. ¿Qué recuperaron y qué significa trabajar sin patrón? 

Marisa Verón trabaja desde el ’95: “Hoy me puedo tomar un matecocido”.

Mirta Ramírez, desde el ’94, ordena los alfajores en cajas con una velocidad que envidiaría cualquier arquero de fútbol: “Hoy podés pedir permiso para ir al médico y recuperar tus horas de trabajo”.

Esther Diez enumera: “Uno: tenés la libertad de que esto es tuyo. Dos: el material sale mejor. ¿Por qué? El laburo es el mismo, pero se trabaja sin esa presión”.

Sabrina Franco, 42 años y 23 en la fábrica, resume: “Tranquilidad”.

La pista del orgullo

Hoy son 88 personas asociadas a la cooperativa, el 90 por ciento son mujeres. Ellas forman parte de la rama de Géneros que se abrió en el MNER: “El primer encuentro de las trabajadoras del movimiento se hizo en Mielcitas: éramos más de 100 compañeras -dice Silvia-. Nos reconocimos. Desde el acoso laboral cuando teníamos patrones hasta dejar a nuestros hijos al cuidado de algún familiar. Nos decíamos mujeres sin patrones”.

Lo que pusieron en marcha estas mujeres sin patrones no se detiene. Mejoraron la calidad de los productos y eso impactó en las ventas. Elena Reisch, 47 años, 20 en la fábrica, secretaria de la cooperativa: “El que te pedía 20 cajas nos empezó a pedir 50, después 100, después 1.000. Eso te llena de orgullo. De Mielcitas hacemos 200 cajas por día en un solo turno. Mejoramos el alfajor y hoy estamos sacando más de 2.000 cajas por día. En época de producción, el Naranjú hacemos 2.500 por día. Tenemos mucha demanda”.

Hoy proyectan incorporar nuevas líneas de trabajo para aumentar la producción, mejorar la calidad del agua, y trabajadorxs de Farmacoop (el primer laboratorio recuperado del mundo) las están ayudando en la construcción de un laboratorio propio para la certificación de la producción. Piensa Silvia: “Tenemos más responsabilidades, nos quita mucho sueño, pero te da esa parte de poder soñar a que esto va a crecer y va a quedar. Me dio esas ganas de soñar que esto va a quedar para el hijo de Marta, para la hija de Vicky, para nuestros familiares. No sabía lo que era una cooperativa, pero esta lucha me dio la posibilidad de saberlo, de conocer todos los días a una persona distinta que me cuenta una experiencia distinta a nosotros. Todo lo que pasó me quitó muchísimo, pero sigo apostando”.

Elena cuenta alguna de las nuevas apuestas: “Si bien tenemos un movimiento que nos ayuda, no contamos con una ley que nos avala en el derecho a ocupar el lugar: nos ven que usurpamos la fábrica, pero no los derechos que nos arrebataron”. Por esa razón, durante 2022 el MNER presentó en el Congreso el proyecto de Ley de Recuperación de Unidades Productivas para contar con un resorte legal que facilite los trámites de propiedad de las empresas. Otro desafío es la jubilación: “Es la preocupación de las chicas. ¿Cómo vamos a hacer el día de mañana? Hoy somos monotributistas y vivimos en Argentina”.

Otro desafío, quizá uno de los más importantes, es el interno: “Lo que cuesta es llegar a las compañeras y dejar en claro que lo estamos haciendo es un proyecto a futuro, para que esto nos trascienda a nosotras y que vaya de generación en generación, y que no nos vean como un nuevo patrón”, dice Elena. Al ser una cooperativa joven, con décadas de administraciones que no permitían ir al baño o enfermarte, y en la que hoy destacan la tranquilidad de poder tomarte un matecocido, esa memoria es parte de una construcción.

Por eso, Elena subraya una palabra clave: orgullo. ¿Allí hay una pista? Silvia lo piensa en perspectiva: “De este lado una ve mucho orgullo y que no hay imposibles, que todo es posible, y tampoco es imposible llegar a los compañeros. Ese es uno de los logros a los que queremos llegar: que los compañeros estén conformes, que estén convencidos de lo que hicimos, porque esto lo hicimos en conjunto. Si no está la que pone el dulce, si no está la que empaca, esto no sería posible. Y ahí vamos: a que se la crean. Esto es nuestro”.

En mayo, casi la totalidad de las compañeras fueron al Encuentro Federal de Empresas Recuperadas que el movimiento realizó en la Cooperativa Aceitera La Matanza, donde participó el propio presidente Alberto Fernández. Marta recuerda: “Mandamos a hacer una remera que decía ‘Mielcitas’ y todos se acercaban a saludarlas, a felicitarlas. Ese día vinieron más entusiasmadas. Y es importante, porque no todas toman dimensión de la historia que creamos. Nos enteramos de que en las reuniones que tenían los patrones decían: ‘¿Cómo hacen estas negritas para seguir viviendo’? Pensaron que nos íbamos a quedar en el molde y que iban a seguir haciendo lo que quisieran, pero todo tiene un límite. El maltrato era mucho y dijimos basta. Marcamos una historia, y eso es lo que nos tenemos que creer”.

La historia futura

¿Cómo hicieron, en el momento más difícil, para separar el ruido de lo importante? Silvia: “En lo personal, fue un intento. A mis 40 años no sabía lo que era una cooperativa ni una empresa recuperada. Si te digo que sabía, me estoy mintiendo a mí misma. Siempre supe trabajar bajo patrón, tener mi plata y listo. Hoy me preguntás y no lo puedo creer: lo estoy aprendiendo cada día en estos tres años. Pero sí sé que este lugar es nuestro y que mañana le puede quedar a mi hijo, a mi nieto, a un familiar. La idea no es llegar a viejitas y venderla”.

¿Cuál es, entonces?

Silvia no duda: “Criar futuro”.

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El teatro sale a la calle por la derogación del decreto 345

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A 44 años del atentado al Teatro Picadero en plena dictadura, distintas salas, artistas, productores y gestores organizan un encuentro para conectar pasado y presente. De Teatro Abierto al Festival ENTRÁ, la organización contra el desmantelamiento del sector, representado en el decreto 345, para defender la cultura, la identidad y crear lo que viene.

Por María del Carmen Varela

El 6 de agosto de 1981, a pocos días de haberse iniciado el ciclo Teatro Abierto, el Teatro Picadero sufrió un atentado que lo dejó en ruinas. Por eso, 44 años después, bajo otro ataque sistemático a la cultura, la comunidad teatral sale a la calle para recordar y exigir.

La propuesta reza:

El Teatro está Abierto: ENTRÁ.

La historia no se repite igual, pero rima.

El miércoles próximo, de 17.30 a 19.30, en la puerta del Teatro Picadero, Pasaje Santos Discépolo 1857, CABA, trabajadorxs de las artes escénicas se reunirán para celebrar que el teatro sigue abierto y para defender al Instituto Nacional del Teatro que por el decreto 345 está siendo desmantelado.

La gacetilla anuncia la participación de Lorena Vega, Valeria Lois, Elisa Carricajo, Laura Paredes, Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y Mariano Sayavedra leyendo framentos de “Decir sí” de Griselda Gambaro, “El Acompañamiento” de Carlos Gorostiza, “Parlamento” del grupo Piel de lava y “Civilización” de Mariano Saba. Un diálogo entre obras que fueron parte de aquel ciclo y obras contemporáneas que hablan de nuestro presente. También habrá un cierre musical a cargo de Talleres Batuka.

Sigue la gacetilla: «Les invitamos a este evento que es, a su vez, un acto de conmemoración y un encuentro de resistencia. Como Teatro Abierto en los 80, hoy desde ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) seguimos encontrándonos para defender nuestra identidad cultural, nuestro teatro».

El texto poético que acompaña el mitín:

Ayer fue dictadura, hoy es democracia simulada

Ayer fue incendio, hoy es apagón

Ayer fue teatro como refugio, hoy es como grito

Ayer fue unión de artistas, hoy es red federal viva

Ayer y hoy: el teatro vuelve a responder como acto político y vital

En defensa de la cultura, exigimos la derogación del decreto 345.

Entrá porque es urgente

Entrá porque es ahora.

El emblemático ciclo Teatro Abierto arrancó el 28 de julio de 1981 en en el Teatro Picadero. Su organización fue un acto de resistencia en un contexto de dictadura que censuraba a dramaturgxs, directorxs teatrales, actores y actrices de la escena nacional. Un grupo de dramaturgxs comenzó a reunirse en la sede de Argentores para poner al teatro en acción: Así nació Teatro Abierto. Con una programación de 21 obras breves, se proyectó la realización de 3 funciones por día durante 3 meses. Con dramaturgxs como Carlos Gorostiza, Carlos Somigliana, Roberto Cossa, Pacho O´Donell, Griselda Gambaro y Aída Bortnik, entre otrxs, el ciclo se convirtió en un verdadero fenómeno artístico apenas iniciado. El público respondió a la convocatoria y se agotó la venta de abonos casi de inmediato. Una semana después, el 6 de agosto, se produjo el atentado que destruyó al Picadero. Al día siguiente se produjo una concurrida asamblea en el Teatro Lasalle y decidieron continuar. Varias salas teatrales ofrecieron sus instalaciones y finalmente el Tabarís, clásico espacio de la revista porteña, fue el elegido para reanudar el ciclo. Una semana más tarde, volvió Teatro Abierto con un apoyo multitudinario por parte del público que llenó la sala hasta la última función.

Contacto: +54 9 11 6914-3033 (Ana)

[email protected]

Instagram: @festivalentra

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Villa Lugano: una movilización en contra del “Máster Plan”

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Vecinas y vecinos del barrio del sur porteño resisten ante una obra que está haciendo el gobierno de la Ciudad a espaldas de la comunidad: tala de centenares de árboles añosos, el cierre de varios ingresos y egresos de la autopista Dellepiane y la colocación de un nuevo peaje (a 4 km de otro ya existente) para ampliar la recaudación. El silencio del gobierno local y el ruido de sus topadoras arrasando el espacio verde y público. La voz de la organización popular que no calla y sale a la calle, otra vez –este viernes y en una caravana de autos– para visibilizar lo que pasa en una de las zonas más postergadas de CABA: a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel hasta Dellepiane Norte y Piedra Buena.

Por Francisco Pandolfi

Desde noviembre del año pasado la comunidad de Villa Lugano resiste a una obra que ya está haciendo el Gobierno de la Ciudad sin licencia social ni escuchar a la vecindad: el Máster Plan Autopista Dellepiane, con un costo de más de 7.000 millones de pesos, tala de centenares de árboles, cierre de 14 ingresos y egresos a la autopista y otro peaje (a cuatro kilómetros del de avenida Lacarra). 

La organización popular no cesó desde el momento en que se enteraron de la iniciativa. Asambleas, audiencias públicas, semaforazos, volanteadas en los distintos sub barrios que forman parte de este barrio porteño bien al sur porteño. Y guardias, para evitar el talado de árboles en lo que las y los vecinos denuncian como “un ecocidio”, que está sucediendo desde marzo.

La comunidad hizo un relevamiento casa por casa con los frentistas a la autopista Dellepiane: más del 70% no tenía idea de la existencia del Máster Plan. Presentaron por escrito pedidos de información pública a AUSA (Autopistas), APRA (Agencia de Protección Ambiental), Ministerio de Infraestructura y a la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño, sin respuestas.

Sin embargo, la obra empezó aún incumpliendo la promesa de que antes habrían mesas de trabajo en conjunto. Este viernes, la comunidad decidió volver a manifestarse, en una caravana de autos para seguir visibilizando la problemática. Desde lavaca hablamos con el colectivo de vecinos apartidario No dividan Lugano que está al frente de denunciar la obra. 

Sobre lo negativo y lo positivo de la obra, dirán: “El Master plan Autopista Parque Dellepiane fue presentado como una mejora para el sur de la ciudad, pero en la práctica profundiza las desigualdades urbanas, degrada el ambiente y fragmenta el territorio. Lo negativo es abrumador”, y enumeran: 

• Implica la tala de más de 500 árboles añosos, sin plan de reforestación efectivo.

• Aumenta la huella de carbono y destruye espacios verdes sin compensación.

• Instala un Metrobus central inaccesible, que obliga a cruzar pasarelas extensas sin rampas adecuadas ni soluciones reales para personas mayores o con movilidad reducida.

• Divide al barrio aún más, eliminando accesos, aislando sectores y obstaculizando la vida cotidiana.

• No contempla una red multimodal de transporte, ni bicisendas, ni centros de transferencia.

• Instaura peajes en tramos que eran gratuitos, generando un nuevo costo para vecinos que hacen trayectos cortos todos los días.

Agregan: “Lo positivo, si lo hay, podría haber sido la oportunidad de pensar el área como un verdadero corredor verde y sustentable. Pero nada de eso fue incorporado, ni escuchado”. Y vuelven a enumerar, en este caso, sobre lo que es fundamental denunciar en esta obra:

• Fue diseñada sin participación ciudadana efectiva, sin diálogo real con la comunidad.

• Incumple múltiples normativas locales y nacionales, desde la Constitución de la Ciudad hasta leyes de accesibilidad, ambiente y derechos ciudadanos.

• Avanza a pesar de un amparo ambiental colectivo presentado por vecinos, vulnerando el Acuerdo de Escazú y los principios de justicia ambiental.

La obra es impulsada por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (GCBA), a través de su empresa estatal AUSA (Autopistas Urbanas S.A.), con financiamiento internacional de la CAF –Banco de Desarrollo de América Latina. Las veces que lavaca quiso comunicarse con la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño fue imposible. Nadie atiende. En relación a AUSA el prensa de la empresa explicó que la política interna es “no dar entrevistas en ON, que con los medios se manejan así”.

Dicen las y los vecinos: “El proyecto fue aprobado sin estudios de impacto ambiental adecuados, sin matrices de costo-beneficio transparentes y sin haber sido sometido a procesos participativos válidos. Hoy, la obra está en plena ejecución, avanzando a toda velocidad sin haber sido revisada tras la presentación del amparo ni durante las mesas de trabajo convocadas por la Justicia, una vez que ya habían iniciado la obra”.

¿Las mesas de trabajo están sirviendo de algo? ¿Hay escucha del gobierno porteño y de la empresa?

Las mesas de trabajo fueron convocadas por orden judicial. Pero en la práctica, no hay escucha real. El GCBA y AUSA llegan a las mesas con el proyecto cerrado, sin brindar información clave, sin contestar a los pedidos de acceso a la información, ni frenar las obras mientras se debate. Las propuestas alternativas presentadas por los vecinos (como usar colectoras, premetro, u otros modelos de movilidad sustentable) ni siquiera fueron consideradas. Las mesas han sido una formalidad dilatoria mientras la obra avanza sin freno.

¿Qué perjuicios ya están sucediendo y cuáles sucederán?

Tala de árboles, pérdida de sombra, humedad y biodiversidad; rotura de veredas, ruidos permanentes, vibraciones y molestias en la vida diaria; corte de accesos históricos, dejando barrios desconectados. Y si no se frena habrá un aumento de inseguridad vial, con colectivos cruzando carriles rápidos en maniobras riesgosas; aislamiento de sectores enteros del barrio; encarecimiento de la vida cotidiana por peajes, más transporte y pérdida de comercios barriales; mayor contaminación ambiental y sonora; desvalorización de las propiedades y deterioro del entorno.

¿Por qué este viernes 1 de agosto la comunidad hará una caravana?

Porque ya no alcanza con reclamar en silencio ni esperar respuestas que no llegan. Convocamos a una caravana vecinal pacífica para visibilizar el conflicto, frenar el avance destructivo de la obra, y exigir participación real. Será una caravana con autos, banderas argentinas y carteles. Queremos que nos vean y que nos escuchen.

La caravana saldrá a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel y finalizará en Dellepiane Norte y Piedra Buena. Participarán familias, organizaciones barriales, ambientalistas, arquitectos, docentes, jubilados, comerciantes. Al finalizar, se realizará una ceremonia simbólica con Flavia Carrión, antropóloga y comunicadora de sabiduría ancestral, en el Día de la Pachamama. “Será un acto de gratitud ambiental, una pausa colectiva para honrar a los árboles y el esfuerzo de toda nuestra gente; para agradecerle a la Tierra por seguir aguantándonos. Un momento para reencontrarnos con lo esencial: la naturaleza, la vida en comunidad y la defensa de lo que amamos”.

Esta misma vecindad organizada se formó el año pasado con el nombre “No dividan Lugano”, cuando evitó que el gobierno porteño hiciera una serie de pasos bajo a nivel, que hubiesen significado un abanico de perjuicios para el barrio. En ese entonces, cuando llegaron las topadoras, mujeres y hombres se atrincheraron para defender árboles de más de 100 años. En esta crónica contamos lo que fue ese proceso comunitario.

Un año después, el barrio de Lugano sigue en pie de resistencia. “Somos una comunidad que se levanta para defender a su barrio. Ya presentamos más de 800 firmas, relevamientos propios y propuestas alternativas. Pero nos siguen ignorando, y la obra sigue destruyendo. Por eso salimos a la calle, otra vez, y así lo seguiremos haciendo cada vez que haga falta”.

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Marcha de jubilados: balas y bolitas

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Siete detenidos y al menos 30 personas heridas, entre jubilados, curas, trabajadores de prensa (lavaca, Cítrica, Infonews, El Destape y C5N, entre ellos), defensores de derechos humanos, y un niño de 4 años que estaba con su familia en la Plaza de los Dos Congresos. Ese es uno de los saldos de otra semana de represión brutal a la protesta de cada miércoles, esta vez coordinada por la Policía de la Ciudad, que disparó postas de goma, balines con gas pimienta, granadas aturdidoras, golpeó con escudos y lanzó un nuevo tipo de gas que producía tos y vómitos. El despliegue también implicó tareas de inteligencia ilegal con efectivos que filmaban y fotografiaban manifestantes, según denunció la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), que también relevó «policías armados con postas de plomo que están prohibidos». Los carteles, las reflexiones, y la creatividad: algunos integrantes de la marcha terminaron jugando a las bolitas en la calle con los balines policiales. 

Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi. Fotos Juan Valeiro/ lavaca.org

Marcha de jubilados: balas y bolitas

El padre Paco Olveira muestra los balines que golpean y expulsan gas pimienta. Terminaron jugando con ellos a la bolita sobre la acera.

Otro miércoles de protesta de jubilados y otro miércoles de represión feroz y absurda enfocada principalmente a jubilados y a la prensa que cubría lo que estaba ocurriendo. Con ataques directos a los ojos y a los cuerpos. A las cámaras y a los celulares que registraban la bestialidad de las fuerzas de seguridad –el fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, entre ellos, con quemaduras de primer grado en el cuello y en la oreja–. No es difícil imaginar lo que hubiese ocurrido si ese ataque le hubiera llegado directamente a los ojos. Esta vez fue la Policía de la Ciudad la encargada de lanzar gases y disparos a mansalva en la intersección de Avenida de Mayo y Luis Sáenz Peña cuando la movilización pretendía ir hacia la Casa Rosada.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

El fotógrafo Juan Valeiro de lavaca, uno de los periodistas atacados, como ocurrió con profesionales de Cítrica, Infonews, El Destape y C5N.

Hubo 7 detenidos (Agustín Cano, Leandro Maristains, Alejandro Carrizo, Federico Burgos, Francisco Ramos, Hugo Eischler y Javier Mendoza) y al menos 30 heridos según la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), entre ellos un niño de 4 años que estaba en la Plaza de los Dos Congresos junto a su familia.  

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Escenas de otro miércoles de violencia estatal absurda.

Más allá de la violencia ordenada por la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, la concentración de jubilados tuvo un eje concreto de reclamo: el “no al veto” del gobierno nacional a la suba de las jubilaciones y la emergencia en discapacidad. Sin embargo, Javier Milei ya avisó que vetará las leyes aprobadas por el Congreso. Tiene plazo hasta el lunes 4 de agosto, tiempo destinado a ofrecer distintas cuestiones no públicas a diputados que se sumen a apoyar el veto, como ha venido ocurriendo. ¿El argumento del oficialismo contra un ínfimo aumento a jubilados? “Va en contra del equilibrio fiscal”.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Una de las jubiladas víctimas del coraje policial contra ellas, y de un nuevo gas tóxico, un símbolo de esta época.

Con la camiseta de Independiente y máscara del Hombre Araña, un jubilado entendió el mapa económico que traza esa decisión, y lo señaló con un cartel en tono bíblico: en el Génesis se habla de un sueño con vacas gordas y vacas flacas, referencia a los períodos de prosperidad y a los de dificultades. El jubilado escribió una actualización argentina de aquella imagen que ya no tiene forma de sueño sino de pesadilla. 

  • “Vacas gordas, jubilados flacos”.
Marcha de jubilados: balas y bolitas

El Hombre Araña es del Rojo, y releyó el Génesis.

Números y un café

Carlos trabajó cuarenta años en el Correo y no falta ningún miércoles a la marcha de jubilados y jubiladas con su remera ya mítica de Chacarita. Tanto, que casi nadie sabe que se llama Carlos y la gente le dice “Chaca”. Hoy caminó por Rivadavia con dos vendas que le envolvieron sus dos antebrazos. “Como todos los miércoles, venimos a reclamar y te cagan a palos. Acá tenés la prueba”, dijo a lavaca  mostrando sus moretones. “Pero ya lo dije: esta sangre mía Bullrich la va a pagar”.

Héctor acaba de cumplir 75 años: “Decir que la suba de las jubilaciones atenta contra el equilibrio fiscal es una payasada. Milei lo deja claro cuando le baja las retenciones al campo, como dijo el sábado en la Sociedad Rural. Para nosotros nada y para los ricos todo, esa es la política del gobierno. ¿El beneficio para el campo no genera déficit fiscal? Milei es una máquina de mentir”. El hombre cuenta sus propias y reales retenciones: “Ya no salgo más que los miércoles acá. Ya no tengo la vida que tenía antes, no puedo viajar ni tomarme un café”.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Policías en acción, frente a jubilados que reclaman por sus haberes amputados por la motosierra.

De ratificarse el veto a los jubilados, la suba de agosto no será del 7,2% como fija la ley aprobada (el haber mínimo $441.600), sino del 1,62% en base al último índice de inflación de junio de 2025, por lo que la jubilación mínima será de $ 314.243,51.

Abus en la calle 

Alicia tiene 63 años y lleva un pañuelo firmado por siete de sus nietos: “Abus en lucha”, “Aguanten los jubilados”. No entiende la distribución de la riqueza. O sí, pero la ve obscena: “La baja de las retenciones y el veto a los jubilados es una guasada total”. Sus retenciones: “Ya no me puedo dar más un gustito. Vivo el día a día, ya no estoy comprando nada ni semanal ni mensual”.

En la marcha hubo muchos carteles al respecto: 

  • No al veto: nuestra indigencia es tu superávit
  • Ni veto ni represión: fuera el FMI
  • No al veto a las leyes en jubilaciones
  • No al veto: cobarde estafador (y la cara de Milei). 

Ana, 74 años, trajo su propia pancarta: “Baja las retenciones a los ricos, hambrea a los viejos”. Cuenta que su hijo trabaja en el Correo y teme ser despedido, que su nieta encontró trabajo en un Todo Moda pero la echaron a los dos meses. Para ella todo el pueblo debería movilizarse: “No sólo los jubilados y los del Garrahan. Todos”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

No hay plata para el cine argentino (el Gaumont como símbolo) pero sí para filmar ilegalmente a manifestantes.

Walter (66) y Julio (62) llegaron de Campana, norte de la provincia de Buenos Aires. Sumaron otros dos carteles: “Viejo: no te quedes en tu casa, vení a luchar” y “Ayudame a luchar. El próximo viejo sos vos”. Walter movió la cabeza de un lado para el otro al recordar el discurso de Milei en la Sociedad Rural: “Un tipo desquiciado, frente a toda la oligarquía, los terratenientes, los dueños de la tierra. Él mismo dice: ‘soy cruel’. Nos la está haciendo parir. Nos quitó la medicación, todo un desastre”.

Julio coincidió: “Ahí ves realmente para quién gobierna. Hasta el que tiene séptimo grado, como yo, se da cuenta”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Jubilado hablándole a la pared.

Roberto, 62 años, de Trelew (Chubut), lo escucha: “Pero hay que seguir viniendo, compañeros. Son totalmente inescrupulosos. Hoy hablaba con un amigo que me decía que había que respetar el voto popular, pero Hitler también ganó con el voto popular. Si no salimos a la calle, no sé qué más va a pasar”. 

Vallas a donde vayas

El Congreso estuvo totalmente vallado. Vallas sobre Entre Ríos, Riobamba, Yrigoyen, Rivadavia. “Este quilombo lo hizo la Buillrich”, gritó un cincuentón a los automovilistas que se quejaban porque avanzar por las calles lindantes era un imposible.

Luis llevó un cartel: “Menstruación=sueldo de jubilado; viene una vez y se va a los tres días”. Dijo que lo escuchó a Milei cuando anunció en La Rural la baja de las retenciones al agro. “Lo que me dolió fue que la gente aplaudió cuando dijo que iba a vetar nuestro aumento. La gente del campo aplaude a todos los que empiezan con la “m” de mierda: Martínez de Hoz, Menem, Macri y ahora Milei”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Mensaje para el tal vez próximo embajador de Trump en Argentina. Un apellido que parece un mandato.

Después de la radio abierta, como cada miércoles, empezó la movilización. Las columnas bajaron a Hipólito Yrigoyen, cuya circulación no estaba cortada y marcharon por la calle. “Luche que se van”, fue otra vez el hit, al que siguió “que se vayan todos”. Uno de los temas, con dedicatoria explícita: “A dónde está, que no se ve, esa famosa CGT”. Nobleza obliga: ni la CGT ni ningún partido político, con la cabeza en las elecciones legislativas y no en la calle.

La violencia y las bolitas

Sobre Yrigoyen, casi Luis Sáenz Peña, se divisaba un camión hidrante que se retiró. La columna dobló al final de la Plaza para ir hacia Avenida de Mayo con la intención de seguir la marcha hacia Plaza de Mayo. Sin embargo, en otro operativo de pésima coordinación –esta vez por la Policía de la Ciudad– la manifestación se mezcló entre autos y colectivos que seguían pasando. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

“¡Por la vereda!”, gritaron algunos jubilados. Pero en ese momento, los efectivos cortaron de cordón a cordón empezando con la respuesta física violenta. El operativo estuvo acompañado, como suele ocurrir, por oficiales con cámaras que filmaron y sacaron fotos (con el objetivo de realizar algún tipo de “inteligencia” y amedrentamiento a quienes ejercen el derecho de reclamar). 

La movilización avanzó pero rápidamente empezaron las detonaciones de escopeta con postas de goma y de granadas. Dispararon balines de armas byrna, redondos y de colores, que impactaban en los cuerpos, provocando lastimaduras y liberación del gas que llevan dentro. También lo hicieron sobre la vereda, donde se supone que no hay “protocolo”. Detuvieron, golpearon y gasearon fundamentalmente a trabajadores y trabajadoras de prensa, como cada semana. El efecto de esos spray, que poseen una sustancia espesa y viscosa: penetra los poros y quema durante horas. El fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, como otros reporteros (Cítrica, Infonews, C5N y El Destape, entre otros), fueron atendidos en la misma plaza y en el Instituto Patria. “Quemadura de primer grado”, diagnosticaron a nuestro compañero.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

¿Qué escudan los escudos?

Nadie fue ajeno a esta nueva ofensiva. La policía disparó un gas que generaba tos hasta el punto de provocar arcadas y vómitos. La sensación era extraña, porque no había un sabor ácido ni picante, pero provocaba una tos ronca. El efecto llegaba incluso a las calles aledañas, aparentemente ajenas al la marcha. “El registro del despliegue policial evidencia su brutalidad e irracionalidad”, denunció la CPM, organismo que precisó otro detalle alarmante: “Se relevaron también policías armados con armas con postas de plomo que están prohibidas, y acciones de inteligencia ilegal”. 

Agregó la CPM que el ataque incluyó a defensores de derechos humanos, cuyo hostigamiento tenía como fin evitar el registro de los hechos.

Sin embargo, la gente no se fue.

La gente se quedó. La policía avanzaba, seguía gaseando, y la gente siguió. 

“¡Tienen miedo!”, gritó una jubilada. “¡Tienen miedo!”.

Uno de los primeros detenidos había sido el padre Paco Olveira. Lo golpearon, lo gasearon y lo salvó la gente. Se llevó de recuerdo dos de los balines de la Policía. “Es el último arma que trajo Bullrich”, explica y muestra a lavaca. “Te tiran y salta el gas. No te deja respirar. Y duele, porque nos dieron unos cuantos en los pies. Gracias a Dios hoy no tiraron a los ojos”.

De fondo, la jubilada siguió gritando: “¡Tienen miedo!”.

Otro miércoles de protesta de jubilados se diluía entre detenciones y balines de gas. Entre un cordón con armas largas sobre Rivadavia y un grupo de la motorizada dispuesto a salir sobre Rodríguez Peña. Sin embargo, mientras el padre Paco seguía mostrando los balines, alguien propuso:

–Juguemos a las bolitas.

Todos se rieron, por el absurdo de la situación. 

De nuevo, frente al horror, la creatividad social. 

Y así, frente a policías que seguían filmando ahora una burla, un párroco y una jubilada arrodillados en la calle, jugaron a las bolitas con los balines para cerrar otro miércoles argentino.

Marcha de jubilados: balas y bolitas
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