CABA
La combustión del aceite: Cooperativa Aceitera La Matanza
Alberto Fernández la visitó en 2022 como símbolo de un apoyo al movimiento autogestivo que después no se terminó de concretar. Su historia: recuperaron una empresa de tres hectáreas y media durante el primer año del macrismo, soportaron la violencia del desempleo, y el costo de poner en marcha el sueño cooperativo. Hoy cosechan sus frutos: mayor producción, más fuentes de trabajo y retiros que están por sobre el convenio de los aceiteros.

«Te la vuelo”.
Hay variables económicas que, en una tierra en crisis, algunas voces miden en riesgo país, los récords del blue, la segmentación tarifaria, los lock outs patronales o el déficit fiscal, pero que Maximiliano Correa, que no es economista sino operario aceitero, sintetizó en un concepto que nadie estudiará jamás en ningún posgrado de Oxford, Harvard o sus derivados.
-Tiro algo en los tanques de solvente y acá vuela todo, no queda nada.
El axioma se lo dijo a su expatrón, cara a cara.
Valga una breve traducción:
Tanques de solvente: dícese del proceso que implica la extracción de aceite del grano de girasol mediante el tratamiento con disolventes, como el hexano, un material calificado como “altamente inflamable”. Es el método más usado debido al alto porcentaje de aceite recuperado de los materiales que son prensados.
“Acá vuela todo”: dicho de una persona con dos hijos y una hija que, junto a otras 99, era obligada a trabajar en condiciones humillantes, con salarios atrasados, por fuera del convenio colectivo, y con amenazas de despidos, reacción química que acelera la combustión.
No queda nada: expresión que refiere a las tres hectáreas y media que ocupaba Agroindustrias Madero, con silos de cemento de dimensiones surrealistas, en el límite de las localidades de La Tablada y Villa Madero, en la también surrealista La Matanza.
Correa, que no es economista, cumplió.
La chispa fue la bronca y la posibilidad.
Sus compañeros, la combustión.
Voló todo: el modelo de precarización y vaciamiento de la fábrica estalló por los aires.
No quedó nada: esa estructura humillante de Agroindustrias Madero hoy es la Cooperativa de Trabajo Aceitera La Matanza, que este julio festeja seis años de trabajo sin patrón.
Y en estas tres hectáreas y media estuvo sentado Alberto Fernández en lo que fue la primera vez que un presidente de esta tierra en crisis pisó una fábrica recuperada.
Del fósforo al Presidente, en un movimiento: todos los fuegos el fuego.


La chispa
El fogonazo prendió en 2016.
Ese año, el primero del macrismo en Argentina, el empresario Carlos de Pina convocó a todos sus empleados para informarles que Agroindustrias Madero no era “solventable”, y que de 100 trabajadores iba a dejar a 70 en la calle. De Pina era dueño en triple escala: Molinos Navarro era la propietaria del predio, que le alquilaba a Agroindustrias Madero, dueña de todas las maquinarias, y esta le alquilaba, a su vez, a Biomadero, productora de biodiesel.
“Siempre fue un explotador: hubo compañeros que se pasaron trabajando acá adentro 36 horas de corrido”, recuerda Correa. El adentro de esta fábrica implica laberintos ascendentes entre tolvas, escaleras, prensas, tableros, más escaleras, y un ruido incesante de motores que nunca parecen detenerse. “Su idea no era irse de acá, sino echar a los quilomberos y empezar de nuevo: era el boom del biodiesel y toda la producción que hacíamos era para exportación. Por lo económico, esto era súper viable”.
En 2013 los trabajadores habían logrado meter al sindicato dentro de la fábrica. El primer reflejo patronal fue casi un cliché: echó a 20 obreros. “Estuvimos parados y logramos reintegrar a los compañeros. Ahí nos pudimos armar más fuerte: de un delegado pasamos a ser cuatro. Pudimos pelear por más cosas. Lo primero fue el salario. Estábamos fuera del convenio. Y después los pagos: pagaba cuando quería, siempre atrasado. Yo entré en 2009 y siempre fue así, muy desprolijo. En los últimos tiempos hasta le parábamos la planta si no pagaba al cuarto día hábil”.
Correa era uno de los cuatro delegados de la empresa. ¿Qué hizo el sindicato ante la comunicación de echar a 70 personas? “Acompañó la decisión del patrón porque dijo que era el mal menor. Su teoría: ‘Antes de quedar todos en la calle, no se metan, no hagan quilombo y que los despedidos cobren la indemnización’. Pero yo dije que no. Y ahí comenzó todo: nos agarró la euforia. Era a todo o nada”.
Este tipo de frases, en estos conflictos, también tiene su correlación práctica: ¿qué significaba a todo o nada en una aceitera de La Matanza? “Echamos al sindicato y casi le prendimos fuego el auto a la contadora de la empresa. Al otro día me llevaron a la comisaría con otro compañero porque nos denunciaron por amenazas y usurpación”.
Un día en el juzgado un trabajador de otra aceitera le preguntó si conocía a Eduardo Vasco Murúa, referente del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER), actualmente en la Dirección de Políticas de Inclusión Socioeconómica en el Ministerio de Desarrollo Social. Fueron a verlo, le comentaron su situación, y Murúa soltó una nueva chispa:
“Se puede”.
Correa: “Sin el movimiento no hay camino, es todo oscuro. Acá hubo mucho respaldo, que te da una inyección anímica muy grande. Uno piensa: ‘¿Una recuperada? Si ahora no nos podemos poner de acuerdo en cómo seguir, nos vamos a matar entre todos’. Pero lo hicimos, al menos en mi caso, por la rabia a todo lo que habíamos pasado. ¿Qué perdemos si nos va mal, si ya nos dejaron en la calle?”.
Los trabajadores hacían guardia en la fábrica, y comenzaron el camino cooperativo. “El sindicato nos decía que era imposible, que nos íbamos a esclavizar, que íbamos a tercerizar el laburo”, recuerda Correa, y deja el pie al remate de la historia: “Ahora, en lo que nos llevamos todos los meses, estamos en iguales y hasta mayores números que los del sindicato”. Cabe subrayar con mil crayones que el aceitero es uno de los gremios que mejor paritaria viene logrando hace años: la última revisión salarial llevó el básico inicial a $184.000 a partir del 1º de julio. Correa: “Nos metimos en la cabeza hacer todo lo posible, cuando arrancamos, para tener el retiro que nos merecemos. Y lo estamos logrando”. La diferencia es que ya no se trata del sueldo que paga una empresa, sino del fruto del trabajo cooperativo que se reparte entre quienes trabajan.
De la amenaza de 70 despidos a una cooperativa con retiros por sobre el convenio.
Correa confiesa: “Yo era uno de los 30 que no iban a echar”.


Inercia y odio
A Correa le dicen “Fino”, tiene 33 años, es secretario de la Cooperativa y parte de una nueva generación de procesos de recuperación de empresas. La historia del sector indica que fueron obreros y obreras, con una edad que el mercado laboral vomita, las personas que inventaron un camino distinto, cooperativo y autogestivo. ¿Qué empujó a Correa, con 27 años entonces y con mayores posibilidades de armar un currículum, cuando era uno de los que no iban a ser despedidos?
Piensa en tres aspectos:
“Por un lado, es la inercia y el odio: yo entré en 2009, y pensaba que si había tirado seis años de mi vida, podía un poquito más. Pero siempre era un poquito más, y otro poquito, y cuando te diste cuenta habían pasado dos años”.
“También me afectó que este fue mi primer laburo: no quería perderlo. Lo que me dio mucha fuerza fue que iba recorriendo otras recuperadas, y veía la historia de esos compañeros: no habíamos vivido nada de eso, a ellos los cagaron a palos, los metieron en cana. Estaba seguro de que se iba a poder”.
¿Y qué hay más acá del odio y de la inercia? “Mis viejos habían sido delegados y fueron echados los dos. Quedaron frustrados. Y esta era como mi revancha con ellos: poder devolverles lo que ellos no pudieron”. Se emociona: “Fue una parte emotiva porque ellos me dejaron como una ‘doctrina’, de lucha, de pelea, de no abandonar. Yo tengo dos hijos de 12 y 11, y una hija de 8: ¿qué les digo cuando llego a casa?, ¿que no luché? ¿Qué enseñanza les voy a dar si abandono? Mi vieja no quería saber nada: cuando me metí de delegado me dijo ‘pensá en tus hijos, te van a echar’, y cuando pasa todo esto me dice: ‘¿Viste, te dije?’. Ahora te voy a demostrar que puedo, pensé. Son muchas cosas: el odio, otras recuperadas, tus hijos, tu familia. Son distintas cosas que te llevan a decir ‘mandale, mandale y mandale y no aflojés’”.
Y no aflojaron.


Lo más grande que hay
El camino no fue fácil. El deseo cooperativo comenzó en 2016 pero los primeros ingresos fueron en 2018. Nahuel Llanes tiene 40 años, hace 15 que trabaja en el sector de molienda, y cuenta esos dos años “tremendos” enfrente de un tablero que muestra con colores y dibujos un mapa: indica sensores, variables, revoluciones de las norias, zarandas, cocinas, el sector donde se inicia el proceso que prepara el grano de girasol para sacar el mayor porcentaje de aceite. “¿Sabés lo que es estar dos años parados?”, pregunta. “Si una semana a un trabajador le cuesta la vida, imaginate dos años, sin llevar siquiera noticias a tu casa. Veníamos ocho horas acá por nada, ni para cargar la SUBE, y esperando alguna noticia de la jueza”.
¿Por qué seguir? “Soy una persona de mucha fe, y esa fe te da un regocijo. Otra cosa fue venir y ver que hay un grupo de personas que la está pasando tan mal como vos. Si aflojás, los perjudicás también a ellos. También está el pensar que puede haber un futuro si nosotros luchamos. Y lo principal es la familia: sin la familia, uno decae”.
Hicieron changas para llevar algo a sus casas (construcción, remisería, fletes, basura), y entre la desesperación y la fe, cuando estaban por firmar su primer convenio de producción autogestiva, la jueza les falló en contra. Correa: “Se me desmoronó todo. Sabíamos que si poníamos a girar la rueda, no parábamos más. El dueño también sabía, y por eso arregló con la jueza”. Movilizaron al juzgado y lograron conseguir la continuidad, pero el empresario con el que iban a firmar quedó desconfiado: decía que las máquinas no funcionaban y quería verlas en marcha. “¿Cómo hacemos si no tenemos un peso?”, pensaba Correa.
Y el milagro llegó: de tanto llamar a proveedores, consiguieron uno que tenía cuatro camiones de semillas. “Era un muchacho que también había quedado con bronca porque el dueño le quedó debiendo mucha plata. Le dijimos que traiga los camiones cuanto antes. Acá necesitás diez camiones por día, pero ya con esos cuatro podíamos armar todo para poner en marcha las máquinas y que venga esta gente empresaria”. Así fue y así la rueda empezó a girar.
Llanes se emociona al recordar qué implicó: “Acá me subestimaron, me maltrataron laboral y psicológicamente. Cuando era nuevo me mandaban a barrer debajo de la lluvia, o me verdugueaban de mil maneras. La cooperativa es otro mundo: antes éramos más egoístas con nosotros mismos, pero hoy nos hermanamos entre todos, y si hay un problema es del colectivo”.
Ramón Ávalos –35 años, 14 en la fábrica, sector prensa, tres hijos– coincide: “Para poder salir necesitamos un objetivo común, siempre a la par, porque si no tiramos todos de la misma rienda esto se va al carajo”.
Eduardo Escobar –40 años, 17 en la empresa, operario, dos hijos– también es maestro de tableros y no duda: “Trabajar sin patrón es lo más grande que hay”.


El alma en el cuerpo
En la entrada de la fábrica hay un bar con productos cooperativos que funciona, también, como bachillerato de adultos. Lo gestiona un grupo de vecinos que lleva adelante un espacio llamado Galpón Cultural. Correa explica: “Nos dieron una mano grande en visibilizar el conflicto en el barrio: la fábrica estaba mal vista por los olores y esto fue un cambio radical. El olor a ácido se sentía desde la rotonda de La Tablada. Nosotros invertimos y ahora estamos saliendo de la categoría de ‘agente contaminante’. En ese proceso, lo cultural fue clave”.
Afuera del bar se escuchan motores: de aquellos cuatro vehículos iniciales a este julio de cumpleaños en el que no paran de entrar y salir camiones (cada uno con 30 toneladas de granos de girasol), Correa refleja ese flujo en números de producción por día:
400 toneladas de molienda en pellet de girasol (alimento para animales).
100 toneladas de aceite refinado.
De esas 100, 75 son a granel y 25 de envasado, que comercializan con las marcas El Cortijo (aceite de girasol) y Lago Espejo (aceite de mezcla).
Los números reflejan también decisiones cooperativas: al retomar la producción había solo dos turnos de molienda. Correa: “Trabajábamos 15 días de corrido, 12 horas cada jornada, y sin franco, porque la fábrica necesitaba continuidad: no podíamos frenar porque el costo era inmenso. Empezamos a llamar a otros compañeros”. Cuando comenzaron a mover la rueda, no llegaban a 50 trabajadores: hoy son 100. Sumaron un turno más y recuperaron el sector de envasado, que había sido cerrado por el patrón: “Ahí trabajan hoy 11 compañeros”.
Todo esto es lo que le contaron al presidente Alberto Fernández el 5 de mayo de 2022, cuando visitó la fábrica en el marco del Encuentro Federal de Empresas Recuperadas. Ese día recibieron, además, a 2.000 personas de cooperativas de distintas provincias, impulsaron la nueva presentación del proyecto de Ley de Recuperación de Unidades Productivas y lanzaron el ReNacER (Registro Nacional de Empresas Recuperadas), herramienta para conocer el detalle de un sector que reúne a más de 400 experiencias, con más de 18 mil trabajadorxs.
Correa: “Para las cooperativas fue un orgullo la visita, demostrando la viabilidad de las empresas recuperadas. No sé si es por el trabajo de la Dirección, pero creo que el movimiento está más instalado en la calle. Y da alegría ser parte de esa construcción: somos una parte grande de la economía”.
Fernández dijo en la aceitera: “Hay que darle las herramientas a la economía popular para que siga creciendo”, pero estos meses estuvieron atravesados por las discusiones de planes sociales vs. trabajo. Piensa Correa: “Estamos constituidos como cooperativa de trabajo, pero somos una empresa recuperada. Desde ese rol generamos mucho más que el propio Estado porque recuperamos y generamos trabajo genuino, inserto en la cadena alimenticia: durante la pandemia fuimos una de las actividades esenciales. Nunca se había apostado a invertir en este sector, a comprar maquinaria, recién ahora se está viendo. Es posible generar, con la misma plata de los planes, puestos de trabajo: si demostramos que siendo 100 coatíes pudimos poner en funcionamiento una planta con estas dimensiones, ¿cómo ellos que son ingenieros o economistas no pueden recuperar algo como Vincentín, por ejemplo?”.
¿Horizontes del movimiento? Además del proyecto de ley –cuya esencia es facilitar los procesos de recuperación de las fábricas–, Correa plantea la jubilación: “Yo soy joven, pero tenemos muchos compañeros de 70 años. La cooperativa acompaña con un retiro, porque se jubilan con la mínima: de un ingreso aceitero pasan a cobrar la mínima, que es de $37.000, es como volver a quedarse sin laburo. Hay pedidos de reuniones, pero hay que actuar: tenemos que volver a tomar despachos”.
Otra vez, un concepto: su traducción en un derecho recuperado se está escribiendo.
Una pista se entiende en el sector de refinado. Allí está Cristian Gaitán, 32 años: había entrado en 2008, se fue a una empresa constructora y regresó en 2020. “Nunca me adapté, y cuando mis compañeros me dieron el ok para volver, me volvió el alma al cuerpo”, dice, pañuelo en la cabeza, delantal blanco, con una sonrisa de tres hectáreas y media: “Acá trabajaron mi hermano y mi papá que falleció en mayo: es mi segunda casa. La cooperativa representa que esto es nuestro: ¿qué mejor que hacer algo tuyo, propio, con todo el cariño del mundo?”.
Y rescata una palabra, hoy tan perdida en esta tierra en crisis, pero que entre los silos de cemento quizá revele un secreto de esta historia que no hace falta traducir:
“Estar acá es un orgullo”.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas de cada miércoles llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro.
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro.
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro.
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro.
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El dispositivo incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería» de la Policía de la Ciudad». El organismo también observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro.
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!”.

Foto: Juan Valeiro.

Foto: Juan Valeiro.

Foto: Juan Valeiro.
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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