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La Jefa: entrevista a Malena Winer, presidenta de la cooperativa Por Más Tiempo
De tesorera histórica a presidenta de la cooperativa que autogestiona el diario Tiempo Argentino, comparte lo que aprendió en todo el proceso desde la recuperación del diario a la conformación de la empresa que es sostén de 87 familias. Su mirada sobre el sector, cómo podría crecer en medio de los ataques al periodismo y al cooperativismo. La demonización de la pauta y las claves para pensar modelos de trabajo más humanos. Por Anabella Arrascaeta.
Se sienta en una computadora de mitad de fila para atrás en la redacción. No tiene oficina propia, ni su computadora una calcomanía que la distinga. En la redacción de Tiempo Argentino, Malena es una más, tecleando a la vuelta del acampe de los trabajadores de Télam y a unas cuadras de Plaza de Mayo, donde va a ir en un rato a marchar, antes de la reunión del equipo de conducción en la que revisarán informes y posibles acciones.
Más temprano dio clases de literatura y taller de filosofía para adolescentes. Atrás quedaron las clases de castellano a extranjeros, Ceos de compañías argentinas, y las correcciones para editoriales.
Licenciada y profesora de Letras por la Universidad de Buenos Aires, es máster en autogestión por la práctica cotidiana que implica dirigir un diario recuperado de tirada nacional con 87 socios y socias (87 familias atrás) en un tiempo en el que el oficio está bajo ataque y los bolsillos de quienes lo ejercen, en rojo.
Malena Winer (a quien el autocorrector se empecina en apellidarla “winner”, ganadora) es presidenta de Por Más Tiempo, la cooperativa que autogestiona el diario Tiempo Argentino desde 2016. “Yo nunca había soñado estar en un medio, pero la autogestión me volvió a desafiar: había un todo por hacer, un todo para crear”, dirá.
Plata en la bañera
Su historia reciente empieza así: en 2010 tuvo un accidente en una fiesta que, operación mediante, la dejó sin caminar durante seis meses. En ese momento daba clases de español pero, como trabajaba en negro, se quedó sin trabajo. “Yo buscaba empleo por orden alfabético, en lo que fuera”, dice para retratar el día en el que una amiga de la facultad le trajo una propuesta: se había encontrado con otro ex compañero que preguntaba si le interesaba un puesto en un diario que estaba por abrir. Era Tiempo Argentino, entonces bajo conducción privada.
Malena fue a la redacción –en ese entonces estaba en la calle Uriarte– curriculum en mano. “Me mostraron cómo era corregir en ese momento, se hacía en pantalla y como se podía gastar papel, después en papel. Me preguntaron: ‘¿te gustó?, bueno, empezás mañana’”. Seis meses después quien era su jefe dejó el diario y le propusieron tomar el lugar de coordinación. Era diciembre, dijo que sí pensando en pasar las fiestas y vacaciones y después buscar a otra persona, pero se fue quedando. Estaba a cargo de un grupo de nueve correctores y correctoras encargados de revisar 72 páginas del diario que se imprimía de lunes a lunes, y al que los fines de semana se le sumaban suplementos. Malena entraba a trabajar a las 5 o 6 de la tarde, sin horario fijo de salida.
Estuvo en ese puesto hasta que en diciembre de 2015 empezaron los signos del vaciamiento: los incumplimientos de pagos de sueldos por parte de los empresarios Sergio Szpolski y Matías Garfunkel, viejos dueños de Grupo 23. La historia que siguió es conocida: los trabajadores y trabajadoras defendiendo sus puestos, festivales multitudinarios, marchas, reclamos, una primera tirada autogestiva de 30.000 ejemplares el 24 de marzo de 2016, la violenta patota coordinada por el empresario Mariano Martínez Rojas que irrumpió en la ex redacción de la calle Amenábar, y la creación y sostenimiento de la cooperativa Por Más Tiempo que hasta hoy gestiona el medio.
En todo ese proceso Malena nunca se quedó quieta. Limpiaba los baños de lo que era la redacción y juntaba los recibos de sueldos de sus compañeros para ordenar información y reclamos; armaba los bolsones de comida con donaciones; atendía a quienes querían apoyar desde el único celular que había quedado de la ex empresa.
Quizá por algo de todo eso, y más, en la asamblea fundacional de la cooperativa, sus compañeros y compañeras la eligieron unánimemente tesorera. “Fue un doble cariño porque era un lugar sensible”, relata. “Sinceramente quería pelear contra los que nos habían abandonado, quería que la guita apareciera, que las cosas estuvieran prolijas, que los compañeros estuvieran con comida en sus casas. Ya venía haciendo cosas, era mi forma de estar ahí; por ejemplo los fondos de lucha en general los manejaba la comisión interna para entregarlos, pero en algún evento con Federico Amigo (quien fue uno de los presidentes de la cooperativa) éramos las personas de las que decían: dale la plata a ellos para guardarla”.
Estaba entrenada en el debate: su maestra fue la educación pública. En el colegio de Banfield donde hizo la secundaria Malena creó el centro de estudiantes, después fue a la Facultad de Filosofía y Letras en época de paros por los recortes, una vieja película que se repite. “Había una dinámica de la asamblea que a mí no me asustó ni me preocupó, porque venía de ahí”.
El 24 de marzo de 2016 habían podido colectar lo necesario para asegurar tres ediciones. Con gazebos ubicados sobre Avenida de Mayo, desde el Congreso a Casa Rosada, vendieron 30.000 ejemplares a 20 pesos cada uno, su primera tirada autogestiva. A las dos de la tarde corrieron a Gráfica Patricios a buscar los que habían quedado con alguna mancha de impresión: habían agotado todo lo que llevaron, y seguían vendiendo…
Juntaron la plata en la casa de una compañera del diario: en la bañera iban poniendo los bollitos de billetes que habían recaudado. Tiempo llevaba casi cuatro meses sin estar en la calle, pero la calle demostraba que estaba más vivo que nunca: esa es su primera lección de gestión. Junto a la entrega del diario, preguntaban en una planilla: ¿Estás dispuesto a colaborar para sostener un medio autogestivo?. Malena: “Fue preguntar primero y después escuchar para poder tomar decisiones. Algo tan simple y básico pero que a veces en el fragor de las estrategias se nos pierde”.
¿Inteligencia artificial?
Después de casi seis años en el rol de tesorera, en 2022 Malena fue elegida presidenta de la cooperativa, primera mujer en ocupar ese lugar. En todos estos años se preparó para llegar ahí: “Insisto mucho en la capacitación en gestión en cada cooperativa porque hay que formar cuadros y para eso no hay que tener miedo. Es fundamental que los compañeros y compañeras que asumen recuperar su fuente de trabajo entiendan que recuperar no solo es hacer lo que les gusta”. ¿Por qué? “Para que no te emboquen”. Y comparte otra lección: “Es importante la transparencia, estar seguros siempre de puertas para adentro y también para afuera”.
¿Qué cambió de ser tesorera a ser presidenta?
Mi manera de ser presidenta es tener para aportar siempre alguna cosita más. El tesorero puede dar la foto de cómo estamos hoy, pero como presidenta creo que hay que aportar ese plus, el pasito más de qué hacer con esa foto, si no sería solo narrativo. Poder ofrecer una perspectiva especialmente en momentos tan difíciles como los de este gobierno, tratar de contener lo que para mí es muy importante dentro de la presidencia y del Consejo: escuchar, contener y no vender espejitos de colores.
¿Qué mirás para poder pensar con esas perspectivas?
Me parece que no hay que temer a la palabra “empresa”, no comparto con los compañeros del mundo cooperativo que sienten que ser empresa incluye capitalismo extremo. Somos una empresa social; empresa para mí incluso es gestionar recursos económicos y trabajar con otros humanos, organizarse lo mejor posible para que todos estén lo mejor posible. Entonces muchas veces escucho cosas como se puede escuchar a alguien de una pyme, y estoy atenta a miradas sobre sobre la gestión en general: miro de todo.
¿Cómo caracterizás a esta época?
A quienes nos toca gestionar lo mínimo –me refiero a que por ejemplo se quintuplicó la luz– se agregó también la incertidumbre entre quienes nos apoyan individualmente como socios: no saber qué van a poder aportar. Y a su vez quiénes nos apoyan como clientes. Tenemos un montón de lugares que han estado desde el minuto uno y que este año por primera vez nos dicen “esperame a ver qué onda”. Se legalizó la demonización de la pauta, el recorte, el insulto como forma de gobierno. Además, yo sé esta realidad porque miro los números, no quiero mentir pero no puedo ir a la asamblea con esto porque nos abrazamos todos y lloramos, y si asumí este lugar es para contener desde otro lugar y ofrecer otro tipo de estrategia. Todo esto sumado a saber que están pasando cosas de verdad tristes, compañeros que no llegan, que hay llanto, que hay tres trabajos, que hay horarios, que se deprecia el producto porque entonces pedís algo y no se puede hacer; compañeros transitando problemas de salud graves que estamos acompañando para que la obra social consiga cosas que antes eran básicas… Entonces ese rogel que es la gestión también empieza a crujir, con todos esos niveles.
En tiempos tan difíciles, ¿qué es importante mirar para pensar la sustentabilidad?
Nunca hay que perder de vista que lo que hacemos es para los compañeros, y que el objetivo es que todos estemos mejor. En momentos como estos nos pasa por arriba la inflación. En años de mayor bonanza nos planteamos cada tres meses revisar esa auto paritaria que hacíamos, pero en estos momentos no se va a poder, hay que asumirlo y compartirlo en transparencia con los compañeros. Partir de ahí me parece legítimo, para pensar qué construimos, y cómo llegar.
¿Un ejemplo de las decisiones de gestión cotidianas?
Desde que pudimos empezar a resguardar algo, hacemos lo que llamamos fondo anticíclico, que nos permite que si se para todo tenemos X cantidad de meses de resguardo, hoy es un desafío preguntarnos si en un mundo tan cambiante, en una semana tan cambiante, en la que depende donde vivas una lechuga puede tener cinco valores distintos, sino habrá que bajar un poco las expectativas de cuánto hay que guardar y con esa sustentabilidad apoyar un poco a los compañeros y compañeras. Y a su vez va a ser un porcentaje que no te va a dejar satisfecho ni a vos en la gestión ni a los compañeros. Somos humanos y eso es lo más difícil porque hay estrategias de todo tipo, contables, formas de planificar, aplicaciones, herramientas, pero no para lo humano. Por más inteligencia artificial que haya, está ese compañero que quizá no llega o pide adelanto o te pregunta con toda sinceridad, no por presión, si va haber un aumento porque también necesita saberlo. Y una tiene que hacer un equilibrio en contestar sin desalentar: creo que ese es el desafío más grande.
¿Están pensando la inteligencia artificial como herramienta a sumar?
Hay algunas cosas que estamos tratando de pensar, pero más que nada para tratar de ampliar el público que tenemos. A mí en lo personal me perturba que un presidente pueda decir que la reforma del Estado se va a hacer con una aplicación de Google, cuando ese lado de la inteligencia artificial trae deshumanización. Me asusta mucho. La inteligencia artificial y su productividad es otro debate porque ponele que te sirvió para acelerar determinado proceso en determinada industria o disciplina, pero es todo un tema la híper productividad en procesos industriales de producción de algo donde lo único que hace es generar riqueza para profundizar desigualdades. Hay gente pensando: si ya conseguimos ser tan mega productivos y estamos en este estadio del capitalismo, aprovechemos para pensar otra cosa; se supone que no está en riesgo esa productividad, pero sin embargo se profundizan más las concentraciones, el no reparto y la desigualdad. Y sí, claro que si ponés cualquier categoría de estas nuevas empresas a la productividad que puede tener una asamblea te va a dar un coeficiente malísimo, pero una asamblea es poder debatir con otros, escuchar opiniones, defender las propias, reformular otras: hay muchos valores ahí.
Cuando te pensás dentro de un sector lo hacés en la autogestión ampliamente, no solo en lo periodístico. ¿Por qué?
Porque Argentina por muchas razones es un pueblo de luchas y la agenda de Tiempo tiene que ver también con eso. Hay dos corrientes: una, la del cooperativismo estructural en Argentina, muchas veces dado por las migraciones o a veces promocionado por algunos sectores anarquistas para autoabastecerse; y la experiencia 2001, con las empresas recuperadas. Somos hijos, hijas de todo eso, entonces no puedo pensar solo en el periodismo y nuestro proyecto.Porque soy Tiempo, pero soy todo eso a la vez; por eso me importa lo que les está pasando a otros compañeros, por eso me importa esa agenda que nos incluya a todos y a todas en derechos y en necesidades. Y por eso estoy también en el movimiento de empresas recuperadas donde está el señor de los cueros, el de la bulonera, el de los zapatos y las chicas haciendo las golosinas. No quiero que quede como una visión romántica: no es lo mismo hablar con un par que hablar con alguien que está en el mismo sector pero que hace golosinas e intentar poder sacar conclusiones de ahí.
Si tenés que pensar cinco pendientes, cinco sueños, ¿cuáles son?
Uno: que seamos incluidos como sector en general. Me agrupo con la bulonera, con todos, porque estoy harta de una estigmatización construida por el Estado. A partir de ese sueño el derecho a la jubilación, a la salud, porque somos hijes del parche, del parche, del parche y eso también es indigno para la construcción, porque para tener que arreglarte el diente tenés que hacer malabares con 44 palitos chinos y eso tiene que ver con la dignidad como trabajadores. Quizá tenemos que pensar, como desafío, qué papel tienen los sindicatos hoy, y hablo más allá del sector: ellos nos están perdiendo si no nos ven. Lo de la jubilación sería el tercero. Y sumo: lo que tenga que suceder para que por fin haya más reparto, pluralidad, y que sigan creciendo proyectos, porque la autogestión trata de promover más y más espacios, más trabajo. Ni digo en lo federal, eso sería maravilloso. Y sumo uno más: mantener viva la palabra y los temas que queremos abordar. En definitiva, eso es lo fundamental.
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