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Ser Eva

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Eva Basterra Seoane. Cantora, escritora, militante sindical, es la hija de Víctor Basterra y Laura Seoane, con quienes compartió (a los dos meses de vida) el cautiverio en la Esma. Los testimonios y pruebas que aportó su familia fueron claves en los juicios de lesa humanidad. Ella carga esa memoria como “motor del futuro” en un nuevo espectáculo con música e invitaciones muy especiales. La risa, el arte, la murga, el feminismo: todo lo que implica ser Eva. Por María del Carmen Varela.

Ser Eva
Eva Basterra Seoane. Fotos: Lina Etchesuri

“La memoria es el motor del futuro”.

María Eva Basterra Seoane lo dice y se le enciende la mirada. Habla con firmeza, se apasiona, sonríe casi todo el tiempo mientras es entrevistada y se emociona profundamente cuando le preguntamos por su padre, cuya presencia física añora desde noviembre de 2020. Es hija de Víctor Basterra y Laura Seoane, militantes en los ’70. Y su historia es también nuestra. Por su carácter testimonial, construye esa memoria necesaria, con la urgencia de que ancle en este presente donde soplan fuerte los vientos negacionistas. “La memoria nos permite decir lo que no queremos que vuelva a pasar, nombrar lo que no se nombra, porque lo que no se nombra, no existe”.

Por eso Eva se aferra a ese motor y al nombrar, recuerda.

Homenajes

Víctor, Laura y Eva fueron secuestradxs el 10 de agosto de 1979 y llevados a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) cuando Eva, nacida el 30 de mayo, tenía apenas poco más de dos meses de vida. Cepillito, le decían las detenidas que la cuidaban, por su pelito parado, ante la prohibición de llamarla por su nombre. “Qué hermosa beba, lástima que le cagaron la vida con el nombre”, vociferó un militar. A la semana ella y su madre, que  había sido torturada, fueron liberadas, pero Víctor no. En ese lugar conoció el horror cara a cara y su cuerpo padeció tormentos atroces. 

Por su oficio de obrero gráfico, conocía las técnicas del revelado fotográfico y de impresión en papel, por lo que sus torturadores lo obligaron a tomar fotos de militares para falsificar documentación.  Esa tarea lo aisló, en esa soledad un día encontró una bolsa de arpillera llena de negativos, revisó y vio su fotograma, se escondió un puñado y se arriesgó a sacarlas más adelante en salidas transitorias con estricta vigilancia. “La idea de sacarlas de la ESMA —aclara Eva— fue a raíz de un mandato que le dio su hermano de la vida y compañero del Peronismo de Base, el Gordo Ardetti, Enrique, que aún sigue desaparecido. Le dijo un día que le pidieron a una de las guardias más flexibles que lo llamaran a Víctor, ahí le preguntaron si sabía qué iba a pasar con ellxs. Ante la incertidumbre de mi viejo, el Gordo Ardetti le dijo ´Negro, si zafás de esta, que no se la lleven de arriba´. Ese mandato fue su norte para hacer todo lo que hizo después”. Víctor fue liberado en 1983,  días antes de la vuelta a la democracia.

Sus fotografías de detenidxs, de represores, del centro clandestino y su testimonio de más de seis horas fueron claves en el Juicio a las Juntas en 1985. “En el año 81 ya quedaba solo yo ahí. Quedaba algún compañero, pero en la parte de documentación y fotografía prácticamente estaba solo yo. Y ahí, bueno, empiezo a ver dónde podía guardar las fotos. Esconderlas. Y después ver cómo sacarlas. Era una cuestión de observación y, además, no lo podía hacer cuando yo quería. Tenía que ser en el momento preciso. Mi lugar de resistencia real, concreto, era ese laboratorio”, afirmó mientras en esa misma sala lo escuchaba también el escritor Jorge Luis Borges, quien luego escribió: “¿Qué pensar de todo esto? Yo, personalmente descreo del libre albedrío. Descreo de castigos y premios. Descreo del infierno y del cielo. Almafuerte escribió: ‘Somos los anunciados, los previstos / si hay un Dios, si hay un punto omnipresente; /y antes de ser, ya son, en esas mentes, / los Judas, los Pilatos y los Cristos’. Sin embargo, no juzgar y no condenar el crimen sería fomentar la impunidad y convertirse, de algún modo, en su cómplice”.

En octubre de 2023, Eva participó de un encuentro del ciclo Hijas en MU Trinchera Boutique, llevado adelante por Teresa Laborde —hija de Adriana Calvo—, nacida a bordo de un patrullero cuando su madre era trasladada al centro clandestino Pozo de Banfield. El testimonio de Adriana también fue clave en el Juicio a las Juntas. En la charla surgida entre Eva y Teresa, Eva aseguró: “El testimonio escribe la historia, y eso hizo mi viejo, con las fotos que sacó, que fue un caso particular, porque tenía en 1985 el material ahí, en sus manos, de quiénes habían estado y quiénes habían desaparecido. Era una prueba irrefutable. Es un testimonio que, cuando las cosas arden, con más razón hay que seguir contando. Volver a pasar por el cuerpo, volver a pasar por la memoria, porque me parece importantísimo no olvidarse esto: el horror estuvo acá nomás”.

La historia de Eva y su familia, la historia de un país. “No concibo la vida sin política”, afirma y por eso habla también de Laura, su madre. “Mi viejo pudo hacer todo lo que pudo hacer porque estaba mi vieja bancando el rancho. Es el sesgo que hizo la historia de mi vieja y de miles de compañeras que se quedaron solas con los pibes. Mi papá estuvo secuestrado hasta diciembre del ´83, mi vieja estaba sola con dos bebas”. En una salida que pudo hacer Víctor en 1980, Laura quedó embarazada de Soledad, la hermana menor de Eva. “Está bueno reivindicar a los compañeros desaparecidos. Y a sus compañeras que quedaron solas también”.

A modo de homenaje a su madre, Eva escribió un cuento al que llamó Eugenia: tal era el nombre de guerra de Laura. Lo presentó al Concurso Literario Ellas no fueron contadas, organizado por el Ministerio de Mujeres y Diversidad de la Provincia de Buenos Aires y resultó uno de los seleccionados; forma parte de un libro publicado en 2023. Allí relata la historia de su madre, una maestra que se mudó de su Saladillo natal a La Plata donde comenzó la militancia y conoció a Daniel; se enamoraron y un día antes de mudarse a Mendoza para huir del peligro, él perdió la vida en un accidente automovilístico, mientras trasladaba material de propaganda política. Laura, con 23 años y su dolor a cuestas, se mudó a Villa Jardín, trabajó en una fábrica textil, daba apoyo escolar en un merendero que funcionaba en la casa de su amiga Julia y al tiempo conoció a Víctor, obrero gráfico, cantor y también militante del Peronismo de Base. Escribió Eva: “Las vicisitudes de la vida no la derrotaron, la fortalecieron. Y a pesar del miedo, la soledad, las pérdidas, nunca dudó en seguir adelante y jamás pasó por su cabeza la idea de rendirse”.

El recuerdo de su padre acompaña a Eva. “Hoy por hoy, en este contexto, me hace mucha falta. Yo siempre acudía a él, ¿qué pensás de lo que dijo fulano? Era una voz que yo escuchaba, muy necesaria. Mi viejo era muy jodón, tenía sus momentos de bajón, claro, pero era un tipo que ponía el cuerpo, vamos para adelante, caguémonos de risa, tenía mucho humor negro, era dicharachero. Mi recuerdo es ese: su humor y su enseñanza desde lo colectivo, sin personalismos”.

Eva volvió dos veces a la ESMA con su padre y coincidían en su mirada sobre la remodelación de lo que fue uno de los tantos centros clandestinos de detención. “Mi viejo decía: acá murieron compañeros. No se puede disfrazar el horror. En su momento se cuestionaba por qué habían sido liberados, pasó mucho tiempo hasta que se reconoció que las y los sobrevivientes eran testigos vivos del horror. Por ahí pasó la muerte. Está bueno poder entrar, es necesario que la gente sepa, conozca, pero para mí hay ciertos lugares que tienen que quedar intactos”.

Ser Eva
Eva estuvo cautiva en la Esma en 1979 cuando era una beba con su madre, Laura Seoane (en la foto) y su padre, Víctor Basterra. A ellas las soltaron a la semana. Él fue liberado en 1983, días antes de la vuelta de la democracia. Falleció el 7 de noviembre de 2022, a los 76 años.

Trincheras

Cantora, escritora, militante sindical, secretaria de Género y Derechos Humanos de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), de la Agrupación Verde y Blanca, mamá de Juliana, Manuela y Vera, compañera de Martín, Eva también forma parte de una agrupación musical que compone letras de alto contenido poético y político: una murga al estilo uruguayo. La Gran Puta se define como “murga de mujeres, lesbianas y coso”. El término “coso” viene a cuento de que esa fue la respuesta de Mariano Rositto, que toca el redoblante, cuando a cada integrante de la murga le preguntaron cómo se autopercibía. ¿Hombre, varón? No, coso, dijo Mariano, y así quedó inaugurada la frase-estandarte.

A Eva siempre le gustó cantar y aprendió de chica a tocar la guitarra. Sostuvo por casi veinte años Les Minón, una banda cumbiera de mujeres en La Plata: “Gilda era nuestra diosa guía”. La murga surgió por un chiste. Un candombero uruguayo amigo lanzó: “Estaría bueno hacer una murga de mujeres”. Una amiga escuchó y registró mentalmente, consultó con otras amigas y les entusiasmó la idea. “Mirá si va a haber una murga de mujeres, era un chiste”. El chiste ya lleva veintidós años de actividad artística. Eva: “Es una trinchera, sostenemos este espacio siendo la primera murga de mujeres de La Plata y hoy por hoy la única. Nuestra temática tiene mucho que ver con el feminismo. . Es un lugar de contención, todas somos docentes militantes, hay troskas, hay anarquistas, peronistas, un montón de ideologías, estamos en la misma vereda, quizás en distinta baldosa, como decía mi papá, pero todas sabemos que el feminismo nos une”. Pasaron por la experiencia de tener un director que ponía reglas muy estrictas en cuanto a respetar los horarios de los ensayos y fijar prioridades. Actualmente no hay director, deciden en asamblea. “Es un espacio imprescindible en estos contextos. Son lugares a alimentar sobre todo porque sostienen la vida y el alma”.

Mujeres malvadas, feas, brujas, envidiosas de las bellas y buenas. Los estereotipos inundan los cuentos infantiles y de un tiempo a esta parte, la literatura feminista se encarga de borrar las fronteras de lo antagónico. Cantan:

“Fijate que Cenicienta era una chica muy afligida / metida en esa casona, limpia que limpia de noche y día / pero con la calabaza y unos ratones en la cocina / hizo flor de despelote porque el príncipe la quería / También la Bella Durmiente hablaba con animalitos / antes que la mujer mala le pinchara los deditos. / Después vino otro muchacho que no recuerdo si no era el mismo / porque también la besó y con su amor rompió el hechizo”.  

La canción Princesas del espectáculo Desveladas, apunta a esos íconos que impone la industria. “Nos cagan mujeres malas y nos salvan hombres buenitos”, es la conclusión para esta forma impuesta de mirar lo que se ha dado en llamar la condición femenina. “Nos atravesaba esa cuestión del discurso de la mujer pasiva, hasta que llega el hombre, la libera y pasa a ser la mujer pasiva de un rey”.  

El último espectáculo se llama Feminazis y tuvo su germen en situaciones que atravesaron algunas integrantes de la murga. En una de ellas, entra en acción un “machirulo”de izquierda con boina, estudiante de sociología, que va a todas las marchas, a los encuentros y asambleas de mujeres. Le ruegan: “Loco, correte, es mi momento, mi lugar, no es tu lucha. Es el compañero que te dice ‘yo te banco’. Bueno, entonces andá a cuidar a los pibes, a limpiar el baño, que yo voy a la marcha. Se va ofendido, ¿por qué me dicen todo esto? ¿Será para que tus amigos dejen de matarnos?”.

Eva reconoce: “Estamos siendo últimamente también un grupo de encuentro, de catarsis, porque también hay amores, desamores, rupturas, separaciones, dolencias y somos, más allá de ser un grupo artístico, un grupo de amigas. Si hay que encontrarse, comemos un queso y tomamos un vino y después avanzamos con la murga. Estos contextos son los que más material nos dan, siempre hay alguna temática para remarcar, dar a conocer y plantearla desde el arte, por lo menos desde nosotras como murgueras. Hay mucho para salir a decir”.

La invitación

A los 16 años Eva compuso una canción y la presentó en el concurso “Ponele letra a los famosos”, organizado por Unicef. Su tema Bichito de luz, dedicado a lxs chicxs de la calle, fue seleccionado junto a otras ocho canciones e interpretada por León Gieco, tal como ella había pedido. También se grabó un disco y eso le permitió estar en varios programas de televisión. “Los vi con sus pies al aire entre la mugre y los trenes / entre la cana y la muerte entre los que los condenan / estaban ahí en la calle cargando con ese peso / ese peso que es su vida”, dice la letra que Eva compuso en su adolescencia.

Una nueva aventura enciende la chispa artística que constituye la esencia de Eva. Para continuar y potenciar la estela de ternura memoriosa que dejó el ciclo Hijas, llega Ser Eva al espacio cultural de cooperativa lavaca, MU Trinchera Boutique. Un encuentro mensual desde agosto hasta noviembre, canciones y textos para escuchar y sentir. Eva y su bella voz estarán acompañadas por Martín Messineo (pareja de Eva) en guitarra y por Mariano Rositto (autopercibido “coso”) en percusión. “A mí cantar me da placer”, asegura. Para que formen parte del show, eligió cuidadosamente un puñado de canciones de otrxs autorxs, como Creo, de Eruca Sativa, Yo vengo a ofrecer mi corazón, de Fito Paez, El tiempo está después, de Fernando Cabrera, entre otras joyas musicales. “Estos temas tratan cuestiones que hablan de la supervivencia, el estar en comunidad, en conexión”. En cada encuentro habrá invitadas, primero su mamá Laura y luego la activista, escritora y psicóloga social Marlene Wayar, Graciela Daleo, sobreviviente de la ESMA y Juliana, hija mayor de Eva. “Cada espacio en el que estoy, está atravesado por la política. La memoria es fundamental para construir el camino que queremos, el arte que queremos y la cultura que queremos”.

Por eso, juega con los diferentes perfumes que emanan de su nombre, profundamente político, la Eva rebelde que se sacude los mandatos y apuesta al riesgo y al disfrute. Una manera de concebir la realidad, transformarla con la caricia del arte, para lograr, con alegría y paso firme, ser Eva.

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