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Anti-terrorista: Roberto de la Cruz Gómez, el último liberado tras protestar contra la Ley Bases
Estuvo preso durante 85 días. Milei lo acusó de terrorista. Solo había ido a manifestarse. Su defensora oficial fue un tanto fantasmal, y él mismo redactó un recurso para pedirle a la jueza que le mostrara las pruebas en su contra. No había: después de eso, lo liberaron. Quién es y cómo piensa este panadero que vive donde trabaja porque tuvo que recortar gastos para llegar a fin de mes. Y su lección: “Hay que seguir marchando, hasta que pase algo bueno”. Por Franco Ciancaglini.
La vida de Roberto De la Cruz Gómez podría ser llevada a cualquier plataforma de series, podría llamarse La vida de un panadero y en el primer capítulo se vería cómo lo llevan preso por manifestarse contra una ley que intenta cambiar para siempre al Estado argentino.
El detenido es acusado por el Presidente de “terrorista”, y luego ve desde la televisión del penal cómo le arman una causa para mantenerlo apresado. Observa la gran mentira. Sus compañeros de celda le creen, su familia no tanto, ya que su madrastra le preguntará:
-Roberto, ¿vos sos terrorista?
Su jefe de la panadería le guarda el trabajo.
La defensora oficial que le tocó no hace nada: él se defiende solo.
Y luego Roberto será testigo de una frase de la histórica jueza María Romilda Servini de Cubría en uno de los pasillos donde esperaba saber qué harían con él. Un breve monólogo que sería increíble, pero en Argentina de hoy no lo es, y Roberto describe así:
“La vi a la jueza una sola vez cuando nos llevaron a declarar. Ni nos saludó. Se metió en lo del secretario y la escuchamos claramente cuando decía: ‘No se te ocurra largar a los presos, que me llamó Karina Milei’. Ahí dije: no nos vamos más”.
El viaje
Roberto, 44 años, es de Grand Bourg, provincia de Buenos Aires. Trabaja en una panadería del barrio de Once, a dos colectivos y un tren de su casa: dos horas de viaje para trabajar ocho horas diarias seis días de la semana, incluyendo los feriados. “Ganaba 5.700 pesos por día”, cuenta: no llegaba ni al ya devaluado sueldo básico. En febrero aumentaron los pasajes en trenes y colectivos. Alrededor de 600 pesos que debía descontar, quedándole 3.900 por día. “Me compro un aceite y me sale 2 lucas. Carne no como. El pan, la sal… era trabajar para comer y viajar, nada más”.
Pensó una variante: “Hablé con el dueño y le dije: mirá, se me hace imposible con el viaje, ¿me das la oficina para armarme una pieza? Me dijo que no tenía problema. Y volvía a mi casa el día franco”. Su día libre es el miércoles, que coincidió con la sanción de la Ley Bases: 12 de junio.
Tal vez por esas cuentas que no cerraban, Roberto fue a manifestarse.
Volvió 85 días después.
Volver a las bases
Habla rápido y mezcla razones personales con una conciencia social y política que asegura que adquirió leyendo libros: “Yo fui a manifestarme contra la Ley Bases, no es que pasaba por ahí. No me convenía por la ley de trabajo”, afirma. El día antes de la sanción Roberto había terminado de trabajar a las 21 horas. Escribió sobre una bandera argentina la insignia “No a la Ley Bases. Patria sí, colonia no”.
El miércoles 12 salió con su bandera. “Estuve a la mañana en Congreso, me fui a comer a mi trabajo, y volví a la Plaza”, cuenta. “Ya había una humareda: habían prendido fuego un auto. Ni me acerqué. La policía había puesto vallas frente al Congreso. No avanzaban, disparaban. La gente se escondía de las balas y los gases atrás de unas vallas”. La policía tomó una foto que figura en la causa: él detrás de unas vallas con algo en la mano. Su versión: “No las pusimos nosotros, estaban ahí y nos cubrían de la policía. Y el palo era mi bandera”.
Sigue su relato: “De pronto avanza la policía disparando. Fuimos para atrás. Había jubilados que querían quedarse. Les dije: ‘Mejor vámonos’. Podían venir las motocicletas y a esas no les importa nada. Retrocedimos por Avenida de Mayo, y seguían tirando. Llegamos a 9 de Julio. Ahí estaban las motos de la Federal. Había un grupo de chaleco azul que manoteaba gente y la detenía”. El relato coincide con el de todas las personas detenidas: las motos amedrentaban y policías de azul cazaban arbitrariamente. La 9 de Julio, a varias cuadras del Congreso, podía parecer una zona tranquila pero fue en cambio el lugar de la emboscada.
Los manifestantes estaban encerrados. “Volvimos de nuevo hacia la Plaza. Pero no había por donde salir. En Sáenz Peña de digo a los policías que hacían un cordón: ‘soy manifestante, quiero pasar del otro lado’. Me contestan: ‘No se pasa más, no pueden volver a la plaza”. Y entonces, la detención: “Me agarran por ir a hablarle a la policía, no es que me corrieron ni nada”. ¿Resistencia a la autoridad? “Para nada, les dije ‘pará, pará’ y se me tiraron encima”.
MU registró el momento en que lo apresaron a través de un video de celular en el que le pedimos gritara su nombre y DNI (lo cual permitió difundir su caso en las redes) y una serie de fotos que Roberto presentó luego como prueba de su inocencia: se ve cómo a su alrededor no hay ningún tacho incendiado ni personas agrediendo a la policía, como figuraba en la imputación. Sí se ve cómo él está con la boca abierta, como queriendo gritar algo, mientras el policía le aprieta la garganta.
Perfil de los detenidos
Roberto fue una de las 33 personas detenidas ese 12 de junio. El punto en común: detenciones arbitrarias, violencia, torturas psicológicas cuya impunidad perdura hasta hoy (ver MU 194: Qué es la libertad). Aquel día, el panic show de Patricia Bullrich reunió a cinco fuerzas de seguridad (Prefectura Naval, Gendarmería, Policía Federal, Policía de Seguridad Aeroportuaria y Policía de la Ciudad), despliegue al que se agregó el grupo de infiltrados que incendió un móvil periodístico. Ningún participante de ese incendio fue detenido.
En cambio, según la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) este es el perfil de quienes cayeron presos: “Entre las personas detenidas había un vendedor de choripanes, tres vendedores de empanadas, dos personas en situación de calle, dos transeúntes que no participaban de la marcha, un vecino que discutió con policías que no lo dejaban pasar hacia su domicilio, una persona con discapacidad, y algunas militantes que se desconcentraban sin que se pudiera acreditar en casi todos los casos su participación en algún hecho ilegal”.
Sin pruebas o con pruebas flojas de papeles, las causas armadas se justificaron en distintos delitos, algunos referidos en tevé y otros en boca del propio Presidente: mientras eran trasladados Milei tuiteó acusándolos de “terrorismo” y habló de un golpe de Estado. Se filtró que serían acusados de “sedición” e “intimidación pública”. Finalmente la mayoría tuvo cargos por delitos menores como “resistencia a la autoridad” y “daños a bienes públicos del Estado”. Roberto fue uno de ellos. Su causa está repleta de irregularidades, algunas de ellas:
La detención: “No me leyeron los derechos en ningún momento. No podían encontrar testigos. En la causa dice que había dos, pero es mentira”.
Cuando le notifican: “Le preguntamos a la policía y nos dicen que estábamos detenidos por resistencia a la autoridad. Luego, en Lugano, es donde el comisario dijo: mañana se van, quédense tranquilos”.
A Roberto le tocó el penal de Ezeiza. La historia para los 33 se repite: ninguno era un terrorista, ni había sido parte de conspiración alguna, ni siquiera se conocían. Hoy se reúnen para trazar estrategias legales frente a las causas que les armaron, y hasta marchan juntos.
La cárcel
En esta oscuridad, Roberto tiene algo claro: “Nos detuvieron para que la movilización se corte. Yo me comí un garrón. Quieren frenar a la gente”.
¿Cómo fue el tiempo en la cárcel?
El Servicio Penitenciario nos recibió muy mal. Nos decían: “Así que ustedes están prendiendo fuego coches, haciendo quilombo afuera, acá se terminó la joda. Ustedes son kirchneristas”. Cosas así. Al salir a varios les dieron cachetazos. Con los internos en cambio todo bien. Es más: cuando me fui, me aplaudieron. “¡Dale Roberto!”. Me emocioné.
¿Cómo es estar preso?
Terrible. La negligencia es total. Las duchas no andan. A los internos los levantan a las 4 de la mañana. Es una pesadilla estar ahí.
¿Qué cambió desde que entraste hasta que saliste?
El país no mejora en nada. La Ley Bases no se paró. Seguimos de ajuste en ajuste. Si vas a protestar, si no te llevan preso, te cagan a palos, o a gas pimienta: algo te llevás. Es como si nuestra vida no valiera nada. El otro día vi cómo chocaba una moto a una manifestante. Eso es intento de homicidio. Y los gases a la nena, ¿qué onda?
¿Con qué sentimiento te quedás después de lo que pasaste?
Cada uno tiene que estar tranquilo con su pensamiento. Mirar adelante y para atrás para ver a dónde vamos. La gente que dice: vamos a esperar… Dale, ¿vamos al Congreso, nos arrodillamos y pedimos disculpas también? El miedo no nos tiene que detener. No somos terroristas. Tal vez han metido miedo a un 10% pero han despertado a un 30% más que salió a la calle.
Es tu caso.
Sí. El otro día un jubilado le decía en la cara a un policía: no te tengo miedo: nosotros sacamos a la dictadura. Y decís: claro. Ahí hay que estar, con ellos. Y ya aprendimos: si hay disturbios, nos vamos.
Roberto volvió al trabajo y a retomar su vida a-normal. Sigue viviendo en la panadería, los miércoles de franco: por eso acompaña la marcha semanal de las y los jubilados: “Mi vida sigue igual, pero perdí 85 días”.
¿Ves esperanza ante todo este panorama?
La lucha está en la calle, eso está claro. Por eso me pasó lo que me pasó: les molesta. No hay que bajar los brazos. Hasta que pase algo bueno.
Pronto despacho
falta de patrocinio privado, la causa de Roberto de la Cruz Gómez es representada por la defensora pública de Gabriela Plazas. Él resume su actuación de esta manera: “No se les cayó una idea para defenderme. No me trajeron ni la fotocopia de la causa. Imaginate cómo me defendieron”. MU siguió en comunicación con él durante su estadía en la cárcel a través del teléfono del módulo 6. Tras dos meses detenido, la defensora Plazas le dijo que no se le podía llevar la causa porque no tenía presupuesto para imprimirla: no hay plata. En cambio él resalta el acompañamiento de la APDH, que incluyó dos visitas semanales, además de las fotocopias.
A falta de intermediarios legales, Roberto decidió preparar él mismo una serie de escritos llamados “pronto despacho” para ver a la jueza Servini. “Me contestó que no podía porque se iba de vacaciones por la feria judicial”. Su defensora también tuvo feria. Roberto seguía en la cárcel de Ezeiza, pero insistió con los “pronto despacho” de puño y letra. Finalmente el cuarto de esos escritos en defensa propia resultó el crucial:
• “Desde ya es injusta mi detención y que no se considere mi libertad por falta de mérito. Ya que toda la causa cuenta con declaraciones únicamente de personal policial y de ningún civil. También cuenta con una fotografía y ningún video de monitoreo en la que no se me ve con algún elemento ni arrojando nada al personal policial. Solo se ve que nos estamos cubriendo de balazos de goma y gases lacrimógenos que arrojó la policía del lado de la valla en donde se nos permitía protestar constitucionalmente”.
• “A la hora mi detención, hay una declaración de que se me observa tirando piedras, prendiendo fuego tachos de basura y llamando a otras personas a intentar lo mismo en Avenida de Mayo y Sáenz Peña. Pero en una nota (que se adjunta al escrito), un fotógrafo logra sacar una fotografía en el mismo lugar de detención y en ella se ve claramente que no hay tal tacho de basura encendido ni humo ni un tumulto de gente. Se ve sí a la PNA y la brutalidad policial al detenerme, como está en mi declaración”.
• “Cabe destacar que también hubo injurias contra mi honor, ya que el presidente el 13/06/2024 emite un comunicado felicitando al personal policial por detener a los terroristas y luego pasó a ser, aún peor, un golpe de estado. Lo cual es aberrante ya que un golpe de estado lo hicieron los militares que secuestraron, mataron, robaron niños e hicieron desaparecer personas argentinas a los cuales, diputados de este nuevo gobierno, visitaron en el penal el mes pasado”.
• “Al encontrarse totalmente vulnerados mi libertad, justicia y honor, por una falta de sentido común, tomo la decisión de ponerme en una huelga de hambre sin alimentos, no como un hecho de rebeldía sino como una forma de protesta ya que me dejan detenido por marchar constitucionalmente”.
• “Y para levantar la huelga de hambre la condición, sine qua non, es ser excarcelado por falta de méritos”.
A las 48 horas lo fueron a buscar a la celda, y lo liberaron. Firmó un papel que muestra a MU en el que le informan que no puede irse del país y que tiene que presentarse en Comodoro Py la primera semana de cada mes. Anuncian que se le pondría una tobillera electrónica, cosa que todavía no ocurrió. La causa sigue abierta.
Roberto está pendiente de que declaren su inocencia.
La jueza Romilda Servini de Cubría no contestó a MU al ser consultada sobre este caso.
¿Será justicia?
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