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Familia rodante
La Feria del libro Independiente y Amiga (FLIA). Ya tiene tres años y nueve ferias en su haber. Es una construcción colectiva impulsada por un numeroso grupo heterogéneo en edades, oficios, género, ideas políticas y personalidades. Del autor al lector, en serio.
El objetivo: “Editarse uno mismo y ayudar a los escritores independientes a que se autoediten es importante, pero el verdadero desafío es cómo se distribuyen esos materiales”. La flia viene a responder ese interrogante. Tiene una larga historia que comenzó hace más de diez años, cuando Esteban Charpentier, del grupo Maldita Ginebra, ideó una contraferia para oponerse a la Feria del Libro tradicional que ya se había convertido en un paseo de compras y en un gran negocio para editoriales y distribuidoras. Megáfono en mano, el grupo se reunía frente el Centro de Exposiciones y promocionaba sus libros independientes, al tiempo que hacía públicas sus críticas al modo de organización de la Feria oficial.
Con el tiempo y la llegada de nuevas generaciones de escritores –como Pablo Strucchi, Diego Arbit y Javito–, la idea de contraferia fue perdiendo fuerza ante la posibilidad de crear algo propio. Se formaron grupos como El Asunto y Poesía Urbana, después del estallido de 2001. Ábalos empezó a organizar los Festipoet en la fm La Tribu y todos los grupos participaban de todos los eventos que armaban unos y otros. En mayo de 2006, todos convergieron en la organización de la primera flia –pensada como puestos de venta más un escenario para lecturas y/o música– que se realizó en el Sexto Cultural del barrio de Chacarita y contó con 40 puestos. La segunda, en septiembre del mismo año, reunió 67; la tercera 84 y para la quinta, ya en 2007, eran 120 puestos de editoriales independientes, escritores, colectivos y todo tipo de grupos e individuos que trabajan con publicaciones por fuera del mercado editorial. Una de las últimas flias, la que se realizó en la fábrica recuperada impa el 13 de julio de este año, contó con más de 3.000 visitantes.
Cómo funciona es sorprendente. Para relatarlo, MU se reunió con parte del colectivo de esta familia. Fueron llegando en tandas: Ezequiel Ábalos, Fernando Von Sembiante, Sebastián Oliveira, Luli a secas, Simón, Nadia mdg y Javito.
Las reuniones se hacen todos los martes y son abiertas. “Vamos todos con mucha alegría y ninguno abandonó su grupo para hacer la flia, sino que éste es el resultado de la construcción colectiva de muchos colectivos y personas sueltas”, relata Ezequiel. Simón agrega: “Está bueno ir a la reunión porque estás con todos los demás que hacen cosas diferentes, pero relacionadas: laburan en la radio o son editores, están los escritores, hay algunos que saben dibujar o diseñar y hasta va el imprentero. Lo único que tenés que hacer, si sos escritor, es definir con quién editás”. Fernando resume: “Se da un efecto sinergético; la suma de las partes es mayor que cada una de las partes”.
¿Qué se discute en las reuniones?
Simón: “Hay algo principal: de qué participa la Flia, con quién se asocia, eso lo discutimos mucho”. Ezequiel interviene: “La Flia se reúne con un objetivo concreto que es organizar espacios de intercambio, es una construcción colectiva que organiza ferias de intercambio de libros, de fanzines, de publicaciones en general”. El temario central de una reunión: dónde hacer la feria, cómo organizarla, cómo alejarse de los lugares que sponsorea el Gobierno de la Ciudad o los partidos políticos. Porque por supuesto, no podían faltar los partidos políticos intentando tomar el espacio de la Flia: “Nos pasó que una vez un tipo se subió al escenario a hacer un discurso a favor de un candidato y mucha gente se enojó. A partir de eso abrimos un debate y llegamos a la conclusión de decirle no a la política y sí a los libros”. Luli a secas explica un poco más el concepto: “Si un partido tiene una publicación que venga, pero si quiere ir a poner sus consignas en el micrófono, le decimos no”. “Que no hagan proselitismo”, levanta la voz Javito. Fernando: “En la Flia el escenario no se puede apagar, te lo tenés que bancar. En cambio, el libro que está en la mesita, si querés lo miras y si no, no. Entonces, no hay por qué tirarle por la cabeza a la gente una discusión que no le interesa”.
Una de las virtudes de la Flia es su poder de contagio. Sebastián, uno de los integrantes más jóvenes, cuenta su experiencia: “A partir de ver otros escritores como Diego Arbit y Guillermo De Pósfay que salían a vender su material, empecé a hacer lo mismo; primero hice un fanzine, después fui mejorando ese formato gracias a que vi otros libros, vi los puestos, y fui tomando cosas de todos lados….” De lo que habla Sebastián, en definitiva, es de una experiencia transformadora: “Podés hacer un libro por tu cuenta, podés hacer cualquier cosa”.
Además, ya hubo otras experiencias vinculadas o inspiradas en la flia en Resistencia, Chaco, en San Luis y Córdoba. Aclaran los chicos que no se trata de llevar la flia a Córdoba, por ejemplo, sino de lograr que Córdoba organice su propia feria de publicaciones adaptada a su propio contexto.
La Flia local es nómade. El grupo fliero está interesado en buscar lugares con construcciones colectivas, como fábricas recuperadas o espacios culturales: “Lo interesante de los lugares es que se establecen intercambios. En la feria que hicimos en una fábrica recuperada, ellos quedaron re contentos y nosotros también: nos comprometimos a pintar una pared. Además les dimos materiales específicos que necesitaban y que compramos con la plata recaudada en la feria”. Otra experiencia que los dejó felices fue la que hicieron en Villa Devoto, donde tomaron la calle y sumaron a vecinas y vecinos del barrio que pusieron sus puestos con sus libros.
Tanto en Impa como en la fábrica recuperada de globos La Nueva Esperanza el grupo se hizo cargo de la barra y pudo inaugurar un fondo de dinero que les sirve para donar algo a las cooperativas que les prestan el espacio y para los gastos mínimos de organización. “Antes de eso, cada uno de nosotros ponía lo que podía para poder generar las cosas previas a la Flia: comprar cables, luces, pagar los fletes, el sonido, etc. Ahora ya hay un fondo”, explica Ezequiel. También suman colaboraciones, como la de Eloísa Cartonera, que para cada encuentro les imprime volantes y afiches que sirven a la difusión.
“Que la Flia tenga plata es nuevo, pero ya hay gente que quiere destruir ese fondo”, dice Javito y se ríe, como resignado a que en ese espacio todo, hasta lo más mínimo, sea puesto en discusión una y mil veces. Los detractores del fondo dicen que entre feria y feria hay que liquidar todo y proponen proyectos: una revista interna, traer algún poeta o escritor del interior, publicarle un libro a alguien que no pueda, cuentan. Como colectivo no quieren lucrar, pero individualmente apuestan a que sus publicaciones se vendan y se esfuerzan en hacer puestos llamativos y personales.
Ezequiel Ábalos, Fernando Von Sembiante, Sebastián Oliveira, Luli a secas, Simón, Nadia mdg y Javito no están de acuerdo en casi nada, pero en algo sí coinciden: sus vidas tienen un antes y un después de la flia. Fernando lo resume de una manera muy bella: “Dicen que un libro te cambia la vida y la flia son muchos libros”.
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Fernando Sanz es Cypher y parte de la generación que creó nuevas formas de comunicación, en base a una ética y una ideología bien definidas. Las claves: compartir en lugar de competir y creer que el dinero no impulsa todo. A los 22 años ya es un veterano de Internet y asegura que hay allí un modelo que puede inspirar una nueva forma de poder.
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