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Arte sin cura(dor)

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Dto 6. Rompieron los moldes convencionales de las muestras artísticas, se lanzaron a mezclar diversas artes y las llevan a centros culturales, pero también a los semáforos de cualquier esquina. La fiesta, el arte de tener tiempo, y otras creaciones.

“Ni una obra es un objeto de culto, ni el espacio de arte es un templo”, sentencia Paulo Ahumada Rovai. Campera de cuero, anteojos negros y largas rastas. Conversador ocurrente, sumamente festivo, carga en cada una de sus palabras el acento único que hace a los cordobeses reconocibles en cualquier parte.
Paulo vive con Mónica en la zona roja de la capital cordobesa. Ambos integran el colectivo Departamento 6, Arte Autónomo. La casa no es convencional. Estamos rodeados de obras de arte. Es un museo colorido en cada rincón, por inesperado que sea. Esto incluye living, baño, cocina, pasillos y habitaciones. Por todas partes aparecen óleos, grabados, esculturas, fotografías, luces de colores e incluso escritos y pintadas que inundan profusamente las paredes. Ni hablar del taller, “el bagayerío”, un espacio con vida propia, un mundo de arte en construcción con pinturas sin terminar, cuadros viejos, latas de pintura, atriles, cajas y cuanta cosa que pueda ser utilizable para crear algo nuevo con una tecnología infrecuente: pasión artística.
 
Expulsen a los degenerados
Todo comenzó en forma de pregunta. Tal vez la más infantil, pero revolucionaria y desestructurante de todas: ¿por qué?
“¿Por qué una muestra de arte tiene que tener luz blanca? ¿Por qué no le podemos poner color? ¿Por qué tiene que ser el fondo de determinada forma y no puede ser de otra? ¿Por qué en una muestra tiene que estar la gente prácticamente de frac y todos parados como si estuvieran en la iglesia? –se burla Paulo mientras se levanta para realizar una notable imitación de un intelectual con su bebida en la mano –un champán– al tiempo que observa un cuadro dentro de algún museo de moda.
El intelectual bebe, y Paulo sigue preguntando: “¿Por qué tiene que terminar la muestra a las 10 o a las 11? En la mejor parte de la noche te dicen que te tenés que ir. ¿Por qué no puede haber una banda en una muestra? ¿Por qué no puede haber teatro?”.
El desafìo de este grupo pasó a ser, entonces: ¿y por qué no?
Departamento 6 está conformado por veinte personas y sus preguntas son como balas que se disparan desde una poderosa máquina y se dirigen a atacar todos los estereotipos que le pusieron moldes y estructuras a uno de los actos más libres de la constitución humana: la creación artística.
Paulo cuenta riéndose cómo surgió la primera experiencia: “Vivíamos en un antiguo departamento con Mónica y un par de personas más. Llegó un momento que teníamos tanta cantidad de obras que no sabíamos qué hacer. Entonces les pedí a unos amigos que me hicieran la onda para colgar los cuadros en las paredes. Cuando terminamos dijimos: che, loco, está bueno para hacer una muestra. Y ellos que andaban por otros lugares también le propusieron a otras personas: ¡cheeeeee, hagamos una muestra!” Paulo lo repite a los gritos como si vendiera helados.
“Lo comentamos con la otra gente con la que vivíamos. Y ellos contestaron: ya que estamos, hagamos además una fiesta. Entonces empezamos a sumar más gente. Finalmente nos echaron porque un día entró el dueño y se encontró todo el piso y las paredes llenas de pintura. ¿Qué hacen degenerados? El hombre no entendía qué habíamos hecho”.
Hoy están en la planta alta de una casona bastante antigua, en un barrio más alejado. En el portero eléctrico de su primera guarida, aquella de la cual debieron huir forzosamente y donde concibieron la idea de generar un espacio abierto para que cada uno pudiera traer sus propuestas artísticas y colgarlas en las muestras colectivas, decía lo siguiente: Departamento 6. El nombre quedó y también se trajeron desde allí sus propias reglas.
 
Trabajar con descriterio
Andrés Torregiani, otro integrante del colectivo, afirma: “Lo que se busca es formar una alternativa de lo que son las reglas de juego”.
Su propuesta es probar lo improbable, unir y mezclar aquellas técnicas y soportes a los que se les niega la convivencia. Hacer dialogar la diversidad del arte en un mismo espacio y en un mismo escenario. Por eso en las jornadas intervienen artistas de distintos géneros y cada uno puede llevar lo que quiera; conviven los cuadros y las esculturas, la música y el teatro, el dibujo, el video, las luces y los diferentes tipos de montaje, alguien que hace perfomance en una bañera, un poco de arte digital, por qué no un grabado, escritos y vino para todo el mundo. Todo pensado de forma integral.
“Esto no es un bar, no es un boliche, no es un museo, ni una galería de arte, esto es Depto 6”, reza una de sus paredes.
Adrián Contreras, uno de los fundadores del proyecto, sostiene: “El Depto es la forma de dar respuestas a congregarnos, a juntarnos y a estar entre los que teníamos ganas de hacer estas cosas”. Paulo: “Tenemos un espíritu que se refleja en una cosa dadaísta. Está incorporado en nuestra naturaleza como artistas. Tal vez es eso lo que nos funda. La necesidad de hacer otra cosa. De romper y pensar de otra manera”.
Para ellos no hay una dirección fija y única pero trabajan con un criterio inesperado: el descriterio. Lo que los moviliza es la inquietud y la búsqueda de las posibilidades para hacer las cosas.
¿Eso es dadá? Así lo expresa el primer Manifiesto Dadaísta, publicado en 1918: “La abolición de la lógica, la danza de los impotentes de la creación es dadá; la abolición de toda jerarquía y de toda ecuación social de valores establecida entre los siervos que se hallan entre nosotros es dadá; todo objeto, todos los objetos, los sentimientos y las oscuridades, las apariciones y el choque preciso de las líneas paralelas son medios de lucha dadá; abolición de la memoria: dadá; abolición del futuro: dadá; confianza indiscutible en todo dios producto inmediato de la espontaneidad: dadá…”.
Ese espíritu dada choca contra los cánones de los espacios más convencionales del arte. Les sucedió, por ejemplo, cuando el Centro Cultural de Córdoba organizó un premio para curadores jóvenes y una curadora seleccionó Departamento 6. “No había forma de explicarle el proyecto”, recuerda Paulo, sin reclamar comprensión. “Y aunque hubiera alguna forma de explicárselo era algo que no podía entrar en su cabeza. Había una necesidad de decir: che, pero ¿de quién es esta línea de trabajo? ¡Qué sé yo! Nos ponemos a hacer porque tenemos la necesidad. Por una cuestión meramente intuitiva”.
 
La toma del semáforo
Llevan realizadas más de diez muestras artísticas con su descriterio autónomo y abierto. Algunos nombres con los que bautizaron dichas jornadas son:
Multiprocesadora
Llegando los monos
Que venga el curador
Pupudo.
Así presentan ellos a esta última: “Pupudo es una palabra de la jerga cordobesa: cualidad de la lenitud, la plenitud de una gula de arte para compartir desacartonadamente”. Disfrutar el tiempo también parece haberse convertido en una especie de arte.
También decidieron que su proyecto podía y debía ser extensible al espacio público y a otras instituciones. Por eso salieron a la calle con sus muebles, sus sillones y sus reglas de juego. Estuvieron en el Centro de Arte Contemporáneo, en el Centro Cultural Municipal, en la Casona y en los semáforos de la ciudad. Están preparando y ensayando una gran muestra: recibieron una invitación para llevar lo suyo a Berlín.
Pero más acá, Andrés narra la movida de llevar sus ideas al aire libre y frente a los autos: “Hicimos la muestra en la senda peatonal a partir de que se empezaron a cobrar entradas a los museos. Nos llevamos todo al semáforo y cuando cortaba poníamos la muestra. Había un presentador que explicaba lo que estaba pasando mientras los artistas mostraban sus obras con las manos. Sacamos el arte a la calle, lo bajamos del pedestal, lo llevamos al nivel del artista de semáforo. Y no dejó de ser arte. Fue una intervención pública en lugares clave de la ciudad. Y empezamos a jugar con la gente con humor, mostrándole los cuadros que no puede venir a ver acá porque no sabe, no le interesa o no tiene tiempo”.
 
El neo-mercado
Augusto Orta Córdoba es escritor y participa activamente en Departamento 6. ¿Cómo se hace para domar las vanidades artísticas y poder gestar algo en conjunto? “El paso más importante para mí fue trascender cada uno como artista de su propio ego para poder formar parte de un colectivo. Nosotros hacemos arte. Y es eso: salir yo de mi casa con mi papel y mi lápiz, trascender de eso y juntarme con otros”. Augusto percibe otro fruto: “Todo esto significa hacerte más poderoso.”
Paulo explica algunos temas de mercado: “Acá no estamos hablando de la cotización de estas obras en la bolsa del arte cordobés. No se está comerciando. Pero eso no quiere decir que no esté dispuesto a la venta. ¿Te gusta ese grabado? Hablá con el que lo hizo y arreglate vos”.
¿Cómo sería ese “arreglate vos”? ¿Cómo se hace para comprar una de las obras de una muestra? El mecanismo es otra fiesta: “Acá tenés el teléfono. O, ahí está el que la hizo, ese que está tomando cerveza. Podés hablar y tocarlo. E incluso te podés comer el viaje de cómo es que hizo eso que vos querés tener”.

Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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