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Recetas con corazón

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Emprendimientos de cocina, repostería y estampado de remeras forman parte del menú con que la asociación En Camino con otro creó un modelo de salud mental comunitaria. Lo que todavía falta para verlo completo.

Recetas con corazónEmpecemos por el final. Estamos en un departamento donde se amontonan los productos que crean adolescentes con particular entusiasmo. Hay sonrisas y comida, música y remeras pintadas a mano. Y en un rincón, está Brenda dándome una lección inolvidable. Comienza cuando me muestra el cuaderno en el cual escribe sus poemas a mano. No tengo los anteojos, así que tiene que leerme en voz alta lo último que apuntó. Con voz contundente, recita:
 
“Si hubiera gente con corazón,
capaz de pensar que es posible
un mundo sin pobreza,
tendríamos la fuerza necesaria para vivir
y no para subsistir como fantasmas”.
 
Me cuenta que lo escribió porque vio a unos chicos comer de la basura, rodeados por gente que no se detuvo a mirarlos. Brenda quiso registrar esa escena –los niños, la basura, el apuro de los sin corazón– como una forma de no sentirse cómplice. “Está en uno ver o no ver la realidad –me dice con total seguridad– porque lo que vos hagas con tu propia vida es tu responsabilidad”.
Debe ser muy exigente pensar así…
Pero es lo que hay. No sirve echarle la culpa a otro porque estarías condenado. En cambio, si depende de vos, significa que podés hacer algo para cambiarlo. Partamos de la base de que a partir de cierta edad todos sabemos lo que está bien y lo que está mal y podemos actuar en consecuencia. Es simple. Es así. Es lo que hay. Y de eso se trata aprender a crecer. Es difícil, muy difícil, pero se aprende.
¿Cómo se aprende a crecer?
Como con la bicicleta: a los golpes. Y aceptando que crecer significa afrontar riesgos, ganar, perder…
¿Y cómo se aprende a perder?
Perder no quiere decir que seas derrotado, empecemos por ahí. Porque podés perder, pero no fuiste derrotado. Que te haya ido mal una vez no significa que no puedas volver a intentarlo. No te salió, perfecto: intentalo de nuevo de otra manera. Se trata de ver cómo. Eso más que nada. De asumir responsabilidades. No es el fin del mundo: se cierra una puerta y se abre una ventana. Hay otras posibilidades y hay que buscarlas. Hay que saber poder, pero al mismo tiempo hay que saber volver a empezar. Si por cada cosa que te sale mal te vas a sentir derrotado, a la semana te mataste. Y eso es algo que no aprendés solo. Yo, por ejemplo, lo aprendí con Laura.
 
Recibida la lección, podemos comenzar por el principio: Brenda es una de las miles de adolescentes que estuvieron internadas en el hospital psiquiátrico Tobar García. No sé su diagnóstico: no se lo pregunto porque no importa. Aprendí esa lección, como Brenda, con Laura Pezzoli, jefa de la sección de Orientación y Entrenamiento Laboral de ese hospital y coordinadora, junto a Marcela Giménez, del Programa de Emprendimientos Sociales que dependen de la Dirección de Salud Mental de la ciudad de Buenos Aires. Títulos, todos, que le llegaron después de 22 años de trabajar en contra de todo el sistema que ahora le otorga estos reconocimientos formales. De esto, justamente, se trata esta historia: de una larga batalla que está comenzando a vislumbrar un final, a fuerza de tenacidad, persistencia y eficacia para sostener un proyecto que les permita a jóvenes como Brenda enseñarnos a hacernos responsables de nuestras realidades, por que sino estaríamos condenados a vivir sin corazón o a ser fantasmas.
 
Ser o estar
Volvamos al final: en la cocina del departamento los chicos están ahora preparando fideos. Algunos son pacientes del hospital, otros están viviendo en hogares. Todos son vulnerables. Todos son pobres. Todos son muy jóvenes: ninguno tiene más de 18 años, pero varios ya son padres y madres. Mientras ellos cocinan, Laura me enseña la receta para conjugar correctamente los verbos. Le pregunto a Laura:
Cuáles son los diagnósticos de estos chicos?
Psicosis, esquizofrenia, trastorno de…, todos diagnósticos psiquiátricos que asustan, dan miedo. Pero no son psicóticos ni esquizofrénicos. Son personas que tuvieron una crisis y necesitan medicación y todo un abordaje que acompañe a esa medicación, para poder salir de esa situación de crisis. Porque si decimos “es esquizofrénico” o “es psicótico”, ¿qué estamos afirmando? Que no hay forma de salir de eso. En cambio, si partimos de la hipótesis de que están en una situación de crisis, pensar en una salida se hace más palpable.
 
Allá por 1986, cuando Laura entró por primera vez al Hospital Tobar García se encontró con jóvenes etiquetados de acuerdo al vademécum psiquiátrico. Ubiquémonos: estamos hablando de chicos y chicas adolescentes en crisis que reciben como tratamiento el encierro, la medicación y un certificado de discapacidad que les permite acceder al beneficio de “viajar gratis” en el transporte público y recibir, en el mejor de los casos, un plan social infinitamente menor de lo que necesitan para subsistir. Laura quería ampliar ese menú. Recurrió a una estrategia simple: hacer de todo. “Ello nos fueron dictando el camino en función de sus necesidades. La primera señal la noté cuando empezamos a hacer una actividad con unas chicas internadas y nos ofrecieron hacer los desflecados de unas chalinas. Era un trabajo sencillo, por el que nos ofrecieron pagarles. A mí me impactó ver cómo una de las chicas, que estaba totalmente abúlica, desconectada, se transformaba en una persona activa a partir de ese simple trabajo. Comenzamos entonces a buscar estrategias similares y en el año 90 logramos participar de un programa “Cuidar cuidando” que se desarrollaba en el Jardín Zoológico. En el primer grupo participamos con siete chicos que en el hospital hacían honor a su diagnóstico psiquiátrico: se comportaban como locos. Pero en el zoológico tenían una conducta impecable, a tal punto que los cuidadores que interactuaban con ellos nos preguntaban por qué estaban internados. Así se nos hizo evidente que había una relación entre cómo se los miraba y cómo se comportaban.
¿Modificar esa mirada es la forma de salir de la condena de la etiqueta?
De la etiqueta se sale si hay respuestas. Y modificar la mirada sería una, pero no la única. Tiene que haber todo un proceso sostenido e integral, pero en aquel momento lo que me marcó de esas experiencias fue el hecho de confirmar que un contexto de afecto y confianza es terapéutico: es lo que ayuda al otro a sentirse y, por lo tanto, actuar “mejor”.
 
La locura
Laura no estaba sola en este empeño por encontrar alternativas. Junto a Ana Hernández, Cristina Marchesoni y Andrea Sola (hoy en Canadá), integraba el grupo de “locas” que desafiaron al modelo manicomial, sosteniendo diferentes proyectos: primero pintando murales junto a los alumnos de la escuela Pridiliano Pueyrredón la artista plástica Mónica Corrales, con participación de las familias de los adolescentes; luego con una huerta en la Facultad de Veterinaria; después, en la de Arquitectura con una capacitación en la fabricación de materiales de construcción ecológicos. Hasta que en el año 2000 se rindieron: “Había que sostener las dos cosas al mismo tiempo, por un lado el trabajo en el hospital y por el otro, los emprendimientos. Era agotador y no dábamos más porque nadie nos garantizaba la continuidad y siempre teníamos que empezar de cero”. Como una confirmación de sus convicciones, el ciclón de 2001 volvió a izar sus banderas. La crisis había logrado impulsar las ideas de economía social, pero también había logrado crear una comunidad más receptiva a integrar y sostener este tipo de proyectos. La vulnerabilidad ya no era un tema de locos, sino de todos.
Entre 2002 y 2003 integraron Casa Abasto donde desarrollaron junto a los jóvenes del barrio talleres de cocina, panadería y pastelería; de construcción de instrumentos musicales de percusión, y de estampado de remeras. Fue entonces cuando el proyecto integral que habían diseñado encontró el espacio político necesario para ser, al menos, formulado. Así, lograron que la Legislatura destinara un inmueble para construir el eco-centro que habían planificado. Concretamente, un espacio de capacitación, producción y venta de productos realizados por usuarios de los servicios de salud mental, pero también por jóvenes en situación de crisis social. Uno juntos a otros, al lado de profesionales e insertos en la comunidad. Ya tenían incluso la dirección del predio, pero no: el lugar fue derivado a otro destino, por lo que desde hace más de un año esperan que la Legislatura les confirme lo prometido por los funcionarios del área: que el eco-centro se construirá en la zona de Barracas, a pocas cuadras del Parque Lezama.
 
Última lección
Sin espacio y sin presupuesto, los proyectos de salud mental alternativos al encierro son fantasmas que habitan papeles sin corazón. Por eso, además de soportar siete diferentes administraciones en el gobierno de la ciudad, la estrategia de este grupo de “locas” fue, una vez más, hacer de todo. El plan de acción incluyó crear una asociación civil –bautizada “En camino con otro”, presidida por la arquitecta Jorgelina Jerez– alquilar un departamento, utilizar todo el menú de programas sociales que el Estado asistencialista despliega en cuotas siempre provisionales y cortas, y tramitar ayuda financiera internacional. Así, lograron finalmente formar parte del Programa Isole, financiado por la Cooperación Italiana a través del cisp, una oenegé italiana que aportará el dinero necesario para sostener proyectos en las provincias de Río Negro, Chaco, Chubut, la Ciudad de Buenos Aires y, por supuesto, al eco Centro. Solo falta que la Legislatura haga lo que tiene que hacer: formalizar la entrega del predio.
En tanto, el equipo de trabajo pudo formalizar la participación de algunos profesionales (el psicólogo Marcelo Martínez; las capacitadoras Elba Levenson y Belén Ninet, la terapista ocupacional Vanina Polenta y del cheff Gustavo Milossi ) que le ponen el cuerpo al desafío de hacer posible eso que Marcela Giménez define así: “nuestro pequeño acto de dignidad”.
Marcela, quien junto a otros trabajadores de salud mental impulsa proyectos de economía social desde del Borda, me regala la última lección: “La salud mental es esto: brindarle a la gente espacios de trabajo comunitarios. Y crear estos espacios es posible, incluso cuando no hay una política de Estado. O, a pesar de ella. Nosotros somos la prueba: con nuestro eco-centro esta ciudad podrá, por primera vez, ver en acción un proyecto de salud mental comunitaria. La salud mental no necesita nada más que eso: un espacio donde se pueda aprender, producir, encontrarse con el otro. Un espacio para volver a la vida.”

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

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Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».

Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.

Por Tiempo Argentino

Fotos: Antonio Becerra.

En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.

“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.

“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Represión como respuesta

La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.

“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Un reclamo federal

La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.

Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes, resaltó.

Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.

El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.

Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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