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Había una vez…
Johanna Saldaño, compañera de uno de los trabajadores de Zanón, es la autora de este relato infantil que narra la historia de ocupación y recuperación de Zanón.
Había una vez una fábrica llamada Zanón. En realidad, hay actualmente una fábrica de cerámicos en Neuquén que está en manos de la cooperativa Fa.Sin. Pat. (Fábrica Sin Patrón), y esto no es cuento. Pero que existan esa fábrica y esa cooperativa que ha duplicado la cantidad de puestos de trabajo (ya son más de 400), que logró que una planta gigante sea gestionada por los trabajadores sin necesidad de patrones ni gerentes, que resistió todos los intentos de desalojo, que se ganó el apoyo de la comunidad de Neuquén, y que produce cerámicos y además ideas, merece seguramente la historia. Y también la historieta.
Por ejemplo:
En la fábrica trabajaban los obreros y obreras. Mientras ellos hacían los cerámicos, su trabajo era controlado por el patrón Luigi, un empresario italiano, al que le gustaba mucho el dinero.
Textos de este tipo son los que acompaña los dibujos coloridos que van haciendo puentes y ventanas en el relato que Johanna Saldaño escribió embarazada y en reposo en 2003, mientras lo que no reposaba era su cabeza. Pensando en esa panza, que hoy es Clara, (hija también del obrero de Zanón, Alberto Kiko Esparza), Johanna elaboró una crónica- cuento-historia, que hoy se ha transformado en ese libro para chicos de 6 a 12 años llamado La fábrica es del pueblo, crónica para chicos y chicas.
Las 50 páginas originales salieron de un tirón, parto sin dolor, pura catarsis de embarazada que hoy cuenta: “Necesitaba tener un material para poder mostrarle a Clara la historia tal cual es, por eso digo que es una narración contemporánea y real, que se puede conocer visitando la fábrica. Yo quiero que mi hija sepa que su familia está pugnando por un mundo mejor, que entienda qué es pelear por sus derechos y lo que es justo”.
Johanna tiene 28 años, nació en Buenos Aires, pero se considera neuquina por adopción. Hizo la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Universidad del Comahue: “No me recibí, pero estudié cuatro años y medio. Suficiente”. El resto del aprendizaje lo hizo en una fuente aun mayor de conocimiento y experiencias: la calle. Sacando sus ansias de comunicación de los claustros, conoció cantidad de experiencias, conoció Zanón, y a Kiko. “Con el tiempo entendí que lo que estaban haciendo es un éxito para la clase trabajadora y un ejemplo de valores y métodos de trabajo”.
Johanna se plantea un problema que cualquier mamá o papá conoce: “¿Cómo explicarles a los chicos algo que va en contra del mensaje que reciben de la televisión y que leen en los libros que les dan en la escuela? Es difícil, porque tenés que enfrentar lo que les dice la maestra. Por eso siempre le pregunto a mi nena qué es lo que le enseñaron y luego comienzo a hablar. Por ejemplo: ¿Qué es la patria? No quiero que piense que se trata de plantar una bandera en un territorio y listo. La patria se hace con lucha y muchas veces con sangre. Esa parte de la historia ya está escrita para los grandes. Faltaba escribirla para los chicos. Lo que hago entonces es contra-cultura si se lo piensa dentro del sistema en que vivimos”.
Cómo hacer un libro
El deseo de publicar el libro le llevó casi seis años y lo pudo concretar dándole forma autogestiva. Primero financió el proyecto con bonos de 25 pesos y el Sindicato Ceramista la ayudó a retirar los ejemplares de la imprenta. “Nunca quise que al libro lo bancara Zanón, es un proyecto independiente”. La propia venta del libro permitirá que Johanna devuelva ese apoyo. La noticia de la publicación tuvo lo suyo, porque se la dieron un 24 de junio. “Esa fecha es muy significativa porque es el año nuevo mapuche. Y lo consideré como el comienzo de una etapa en mi vida”.
Al contrario de lo que ocurre con parte del sistema educativo y/o televisivo, el libro parte de una premisa: los chicos no son tontos. Cuenta cómo vivían los obreros antes de lograr la autogestión, cómo se sentían, cómo trabajaban, cómo se fueron organizando, cómo se eligieron los representantes, cómo llevaron adelante asambleas, cómo se va forjando la producción, cuándo comienzan a trabajar para sí mismos, cómo cambia el concepto de trabajo, cómo crean lazos con la comunidad. Bien mirado, todo altamente recomendable también para niños hasta los 65 años por lo menos.
Por ejemplo: qué es una asamblea, para qué sirve, por qué decidieron entrar a la fábrica, por qué donan cerámicos, por qué están felices, por qué se sienten libres. “Es un libro con final abierto. Porque nadie sabe cómo terminará esta historia. Siempre estamos en veremos sobre si se logra la expropiación o no. Pero me parece que en la experiencia real ya está dado el triunfo. La fábrica está al servicio de la comunidad lo quiera o no el gobierno. La expropiación es un hecho”. Si se tiene en cuenta la capacidad de apropiación de esta saga por parte de los trabajadores, se percibe que lo que plantea Johanna no es ninguna exageración.
Zanón fue ocupada por los trabajadores en 2001 y la propia lucha por mantener la fuente de trabajo los había llevado previamente a ganar el Sindicato de Ceramistas a cuya dirigencia anterior, como al señor Luigi, también le gustaba mucho el dinero. Los obreros pusieron en práctica metodologías de comunicación permanente con la sociedad: piquetes informativos (o sea que no cortaban el paso sino que repartían información y volantes), charlas en el transporte urbano (para que los pasajeros supieran lo que les estaba pasando) y en un momento fue tal el apoyo de la comunidad que hasta los presos de la cárcel les donaron su ración de comida como forma de apoyarlos en la recuperación de la fábrica. A partir de eso las donaciones a escuelas y hospitales forman parte de la práctica de los trabajadores, que siempre reclamaron la estatización bajo control obrero, pero que además crearon la cooperativa Fa.Sin.Pat para tener la razón social con la cual hacerse cargo de la fábrica si tal estatización no se produce. Todo eso de un modo u otro va siendo reflejado en el libro, que tiene de paso un aspecto específicamente didáctico, ya que al final hay actividades divididas en tres niveles: juegos, análisis de texto y de contexto. “En una segunda etapa -estima Johanna- vendrán las presentaciones en las escuelas, fábricas recuperadas, gremios. Calculo que si todo va bien será un trabajo dos años. Ya le dije a la gente de Zanon que no quiero que gasten ni tiempo ni plata. Quiero que sea rédito total para ellos y una colaboración que no sea como en otros casos, una carga”.
Al parto del libro, los años le fueron agregando el esfuerzo de otras personas. Por eso Johanna define al resultado como una creación colectiva que incluyó artistas, asistentes sociales, psicólogos, docentes que aportaron lecturas, tiempo, críticas e ideas.
¿Cómo definiría entonces a Zanón? Johanna habla de una transformación: “Toda esta historia nos cambió a nivel cultural porque demostró que puede haber otra forma de relacionarse que no es la que impone el sistema. Para mí es más que un ejemplo porque ya formo parte de todo esto”. ¿Y en qué consistió ese cambio: “Yo venía con una estructura muy de facultad, rígida. Aquí encontré una forma de vida que me cambió la cosmovisión. Porque Zanón se transforma todo el tiempo, y es un tipo de dinámica que no se encuentra en los libros”.
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