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La otra agrovida
Naturaleza Viva. Un campo donde no se usan herbicidas, pero es rentable, fértil, mejora los suelos y la calidad de cada producto. La diferencia entre ciencia y marketing científico.
Hay unas vacas serenas y no hacinadas caminando por ahí, unos chanchos “xxl”, y una construcción metida en la tierra que es como un gran estómago artificial llamado biodigestor. Enrique Vénica mira el panorama y explica: “La idea de que el sistema convencional de producción es más rentable es discutible. Aquí tenemos cada vez mejores rendimientos y menores costos, apostando a la vida del suelo, con una producción sana y sin tóxicos”.
¿Y los herbicidas para las malezas?
No usamos. Primero, porque son mal llamadas malezas. Yo las puedo considerar regeneradores del suelo, si sé cómo trabajar con eso y aprovecharlo a favor, potenciando las producciones sin usar agroquímicos, y sin matar los suelos. Es como aprender a conservar y manejar la humedad, depende de la filosofía con la que se trabaja. O mejor dicho, la ciencia.
Pero la ciencia parece plantear como inevitables a los agroquímicos.
No. Lo que nosotros aplicamos es ciencia, que significa el conocimiento de cómo se dan las cosas. Es distinto que la tecnología, que es un modo particular de aplicar ese conocimiento. Hoy hasta lo que se enseña en las universidades tiene un sesgo totalmente tecnológico manejado por empresas y laboratorios. Lo que hay que hacer es usar tal transgénico, ponerle tal herbicida, tal aparato, y listo. Al productor lo atan a ese paquete tecnológico, y le están metiendo la mano en el bolsillo todo el tiempo. Lo nuestro es una tecnología de procesos, un modo de aplicar la ciencia comprendiendo las dinámicas de la naturaleza. Con el modelo convencional, el sistema ambiental y los suelos se desangran. Es un manejo irracional de la energía del sistema. Aquí trabajamos con un nuevo paradigma de integración productiva, que logra un sistema sustentable y rentable.
Enrique Vénica es ingeniero agrónomo, 29 años, lleva adelante muchos de los desarrollos de Naturaleza Viva, un campo ubicado en Guadalupe Norte, Santa Fe (ver mu 22). Son 190 hectáreas que parecen un jardín botánico en medio de una región desertificada a fuerza de sequía y soja. Trabaja junto con su hermano Eduardo a partir de la idea que comenzaron a aplicar sus padres, Remo Vénica e Irina Kleimer: una agricultura biodinámica y diversa al extremo de que producen sus propias semillas (son resistentes a Monsanto) y todos sus alimentos. Incluso cada tanto plantan soja, pero no transgénica, “y a un costo menor, aunque también a una escala diferente que para nosotros de todos modos es competitiva. Y sin costo social ni ambiental”.
El concepto de biodinámica aplicado por la familia Vénica proviene de los estudios de Rudolf Steiner, fundador de la Antroposofía, un especialista esloveno que sostenía que “era necesario reconocer los principios básicos de la naturaleza, y a partir de allí, aplicar los métodos y técnicas racionalmente en la agricultura para que no se destruya al medio ambiente”. Por eso, el manejo de lo productivo en las casi 200 hectáreas que tiene Naturaleza Viva se basa en maximizar el aprovechamiento de los nutrientes disponibles. “Al campo lo pensamos como un ciclo cerrado, donde todo ejerce un efecto conservador dentro del propio sistema”, explica Enrique.
Plata en comida
Enrique considera que el tema de la sojización transgénica “surge de un modelo de civilización que apuesta a lo inmediato y lo fácil, sin medir consecuencias, aunque creo que todos se dan cuenta a qué conduce. Responde a un perfil humano que no nació tanto del agricultor, sino de los negocios de los laboratorios y financieros”. Pero cree que la cuestión no es, en sí, la soja: “El problema es el monocultivo, que crea dependencia tecnológica, eliminación de mano de obra en el campo y que no es sustentable”. Para Vénica se quebró hasta el concepto de empresa: “No se piensa en proyección empresaria, en integración horizontal y vertical, sino que ahora echás herbicida y en seis meses tenés la plata. No importan las consecuencias de contaminación, desertificación, vaciamiento del campo, hacinamiento en las ciudades”.
Otra consecuencia: “Los costos de los alimentos son cada vez mayores para los productores, que tienen que inyectar más insumos. Con este esquema eso es irreversible, y la gente va a tener que invertir un porcentaje cada vez mayor de sus ingresos sólo en la comida. No es por inflación. Es por el modelo”.
Otro modo de producción
¿Cómo funciona Naturaleza Viva? Enrique lo define como un sistema cerrado o integrado, en el que cada residuo de una producción funciona como insumo de otra. Ejemplo: “Nuestras vacas comen el pasto y lo transforman en leche, que pasa a la quesería. Se vende el queso, y el residuo que es el suero, alimenta los chanchos. La bosta de ese chancho, como todos los residuos vegetales y animales, van al biodigestor, dispositivo que produce dos cosas: por un lado gas, con lo que eliminamos ese gasto, y por el otro biofertilizante (no tóxico, y de efectos en los cultivos que conviene ver y sobre todo probar). Ahorramos dos insumos y no tenemos que hacer los famosos tratamientos de residuos, por los cuales hay frigoríficos que están pagando hasta 40.000 pesos. Lo que para otros es gasto, para nosotros es ganancia. Cuando faenamos, no vendemos al cerdo, sino la carne. Nos quedamos con los huesos, o sea minerales que vuelven a la tierra. Entonces producimos alimentos que vendemos, pero también energía, semillas y casi todo lo que consumimos”. Con un modelo de este tipo, 10 hectáreas ya se transforman en competitivas. “Y los suelos quedan fértiles, esponjosos. La publicidad dice que con la siembra directa logran buenos suelos, pero es falso. Abajo de la materia orgánica los suelos quedan compactados, y eso es lo que genera desertificación e inundaciones”.
Remo Vénica considera que modelos de este tipo permitirían que millones de personas vuelvan al campo. Enrique aclara: “La patología del sistema actual funciona como la droga. Efecto rápido, fácil. Y no podés dejarla. Para este otro esquema hace falta un recurso humano con ganas de trabajar, y de comprender otro modo de producción. Y un nuevo tipo de vida”.
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El punto límite
Viviana Peralta comenzó tirándole ladrillos a los camiones que fumigaban el campo de soja vecino, desesperada porque su beba no podía respirar. La justicia le dio la razón y ordenó parar el bombardeo de agroquímicos.
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