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La prensa terrorista

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Periodismo y dictadura. Llega a la justicia la primera causa que denuncia el rol del periodismo en tiempos de terrorismo de Estado. La historia de Thelma Jara de Cabezas y la falsa entrevista que publicó Para Ti cuando ella estaba detenida-desaparecida es ahora parte del juicio que sancionará los crímenes de lesa humanidad cometidos en la ESMA.

Primero la llevaron a una peluquería, luego a comprarse ropa en el barrio de Once, por último a la confitería ubicada en la esquina de Figueroa Alcorta y Pampa. Thelma Jara de Cabezas se sentó frente al periodista Eduardo Scola y al fotógrafo Tito la Penna para dar comienzo a una macabra ceremonia. En las mesas de su alrededor estaban sus torturadores, su delatora y uno de sus compañeros de cautiverio en el campo de concentración ESMA. El único que pareció darse cuenta de lo extraño de la situación fue el fotógrafo, pero su estupor no alcanzó a opacar la operación de prensa que con el título “Habla la madre de un subversivo muerto” publicó la revista Para Ti el 10 de setiembre de 1979.
Ahora, el directorio de editorial Atlántida –editores de esa publicación– y sus responsables periodísticos de entonces, Agustín Botinelli y Lucrecia Gordillo, son los protagonistas de la primera causa que llega a la justicia para determinar el rol de la prensa en el terrorismo de Estado. Es paradójicamente el penoso recorrido que hace esta causa lo que deja en claro la dimensión de esta relación:
La primera causa la inició Eduardo Varela Cid el 31 de mayo de 1984, contra Aníbal Vigil, director de Atlántida. “Lo que en apariencia constituía una versión periodística real, escondía una trampa tendiente a enervar las acciones ejercidas y a continuar la detención ilegítima. Ello, implicó una colaboración sin la cual el delito no habría podido cometerse” fundamentaba la querella. El trámite se perdió en los laberintos burocráticos que demoraron el expediente lo necesario hasta dejar sin efecto el pedido de justicia.
La segunda fue presentada por el abogado y periodista Pablo Llonto y tuvo que sortear tres pronunciamientos de incompetencia hasta que el Tribunal de Casación Penal determinó que se anexara a la llamada “megacausa Esma”, donde ahora se tratará de dirimir lo que Llonto denuncia: si la editorial es cómplice de delitos de lesa humanidad. Es justamente el fundamento de la Sala II del Tribunal de Casación Penal el que establece lo inquietante de esa vinculación, al determinar en su fallo lo siguiente: “La supuesta realización de una nota periodística construida falsamente, con el fin de ocultar la situación de detención ilegal de la denunciante, guarda relación directa, a través de una intervención cuya relevancia penal cabe establecer, con los hechos investigados como crímenes ejecutados por agentes del Estado”. Esa relación es el eje de la declaración que Daniel Cabezas, hijo de Thelma, brindará ante el tribunal en estos días.
Thelma, la vieja
Gustavo Cabezas tenía 17 años cuando desapareció el 10 de mayo de 1976 en la plaza de Martínez. Ese día, su intención era repartir volantes “en una acción tardía por el 1° de Mayo”, recuerda hoy su hermano Daniel, quien por entonces estaba radicado en México, estudiando cine becado por la Unesco y concentrado en la realización de un largo titulado Tito, el elefantito, un dibujo animado con contenido social.
A su mamá, Thelma, le avisó del secuestro de Gustavo un conscripto y desde ese mismo día se dedicó a buscarlo. Presentó dos habeas corpus y se acercó a la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, donde comenzó a trabajar junto a otros familiares. Muy pronto, su tenacidad abrió un espacio propio de reclamo que llamaron sin eufemismos Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, en el que Thelma desempeñó el rol de secretaria de Organización. Estamos hablando de la incipiente historia de lo que ahora conocemos como organismos de derechos humanos y esto significa la época más heroica y riesgosa. Thelma fue una de las madres que lograron entregar un petitorio al Papa, en ocasión de la Conferencia Episcopal de Puebla, realizada en enero de 1979, y una de las más persistentes voces de denuncia contra la dictadura en el exterior. “Estuvo en la Plaza de Mayo desde el año 76, antes de que se formara Madres. Yo tengo ahora más edad que ella en ese momento, pero cuando llegó a la ESMA la apodaron ´la vieja´, lo cual te da una idea de lo joven que era la militancia secuestrada por la dictadura”, contextualiza hoy Daniel.
A ese centro clandestino llegó Thelma el 30 de abril de 1979. La secuestraron cuando salía, como todas las noches, de acompañar a su marido, que agonizaba de cáncer en el Hospital Español. Él murió veintitrés días después, cuando ella estaba todavía detenida-desaparecida. “Era un momento muy especial, de mucha actividad por parte de gente muy valiente que logró hacerse oír en el exterior. Estaba por llegar la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA, para investigar esas denuncias y hay una versión, que no recuerdo ahora quién me la contó, de que la dictadura tenía en la mira a varias mujeres bien bravas –Cata Guagnini, Lita Boitano, Graciela Lois– y, finalmente, decidieron secuestrar a mi madre. Ahora podemos saber cómo la eligieron: en Familiares estaba Julia Estela Sarmiento, que la señaló”, precisa Daniel.
Thelma fue sometida a las vejaciones de la ESMA (“En una de las sesiones su torturador se aplicó la picana en la mano porque decía que se le había dormido de tanto darle a ella con la máquina”, cuenta su hijo), pero el plan criminal incluía en ese caso un ingrediente más: usarla para desacreditar las denuncias en el exterior. La obligaron a escribir cartas a las mismas personalidades ante las cuales había solicitado ayuda para condenar a sus verdugos. Y en tres oportunidades la sometieron a encuentros con periodistas: dos se realizaron en Uruguay (en una viajó en avión y con un pasaporte falsificado en la ESMA y en la otra, en barco) y la tercera fue en la confitería en la que se encontró con los periodistas de la revista Para Ti.
“Me indicaron lo que tenía que decir: que yo había buscado el refugio, el amparo de las Fuerzas Armadas, porque la banda de Montoneros me buscaba para matarme. Que fui engañada por los organismos de derechos humanos, que Amnesty también me engañó… Todo era para desprestigiar las denuncias y desmoralizar a los familiares”, declaró Thelma en el juicio a los ex comandantes de la dictadura. La transcripción de ese juicio recuerda el estupor de los jueces al escucharla. Dice textualmente:
Dr. Ledesma: ¿Pero era una entrevista periodística ésta?
Thelma Jara de Cabezas: Era una entrevista periodística; para desinformar, según me dijeron.
De la ESMA a Para Ti
Que el teniente de navío Ricardo Miguel Cavallo –detenido en México, extraditado para ser juzgado en Argentina recién en marzo de 2008 y al que Thelma sólo conoció por su alias “Marcelo”– quien le informó de la cita con Para Ti de la siguiente manera: “¿Vos tenés una sobrina que se llama Norma Cristina Cozzi? La tenemos nosotros. Después te la voy a traer para que la veas, pero hay algo más importante: un periodista de Para Ti quiere verte, y vamos a arreglar para que salgas con Ruso (Lázaro Gladstein, secuestrado a los 22 años) que se va a hacer pasar por tu sobrino”. Gladstein murió en mayo de 2008, pero llegó a declarar sobre esta entrevista en el juicio al represor Héctor Febres (quien apareció muerto cuatro días antes de que se dicte su condena, en diciembre de 2007).
Thelma recordó así ante el tribunal los detalles de ese encuentro: “El periodista bastante… digamos agresivo, en el sentido de querer desprestigiar a los organismos de derechos humanos, y todo el trabajo y la lucha de los familiares ¿no?, haciendo mucho hincapié de que yo voy a la Liga, ¿por qué Amnesty Internacional, por qué recurro; por qué hacemos tanto movimiento, por qué tantos pedidos? Entonces me pregunta el periodista si yo tenía otro hijo y yo le dije que no porque me habían indicado que lo negara; luego me pregunta si yo creo en Dios, yo le contesto que para mí lo único verdadero y real es Dios y la justicia divina, y ellos me preguntan qué pienso de los culpables”.
Daniel pudo reconstruir, a través de los relatos de sobrevivientes, que parte de ese reportaje publicado por Para Ti fue escrito por el propio represor Cavallo, dejando así una huella que logró reconocer el diario Buenos Aires Herald, que en su momento resaltó especialmente la terminología castrense que contenía esa supuesta nota periodística. “Mi madre aceptó hacer la nota de Para Ti porque creía que así yo me iba a enterar de que estaba viva. Ella no sabía de qué se trataba la nota. Nunca hablamos con el periodista que la escribió y por lo que sabemos, ya no está en la profesión, pero sí conversamos tres veces con el fotógrafo, que nos dijo que en ese momento le comentó a Scola: ´¿no te das cuenta que la señora está hablando de un hijo desaparecido?´”
Con amargura, Daniel relata las consecuencias que tuvo ese reportaje en la vida de su madre. “La liberaron el 7 de diciembre de 1979 junto a otros detenidos-desaparecidos. Pero sus compañeros tomaron muy literalmente lo publicado y la clasificaron como una traidora. Se fue a Corrientes, a casa de un tío mío. Y hasta ahí fue Cavallo en el año 80 para informarle que yo había caído”.
Volver
Con su hermano desaparecido y su madre secuestrada, la vida de Daniel en México no tuvo opción. “Yo quería hacer cine, pero no podía hacer películas infantiles en una situación como esa. Asumí el compromiso de resistir la dictadura y me sumé a la llamada contraofensiva porque entendí que en contra de la dictadura había que ir con todo”.
¿Cómo ves a la distancia esa decisión?
Creo que hay que enmarcarla dentro de la lógica de la resistencia. Cada uno entendió eso de una forma distinta. En mi caso, me dediqué a hacer lo que sabía: filmar, fotografiar, imprimir. Volví a Argentina con la misión de difundir el libro Montoneros, el camino de la liberación. Y lo hice lo mejor que pude: primero distribuí el libro; después, imprimí en mi casa otros materiales.
La contraofensiva, ¿fue una acción política desesperada y suicida?
Hay que distinguir dos cosas importantes que jugaban mucho en ese momento. Una cosa era la conducción de Montoneros y otra el cotidiano de la organización de la resistencia. Nunca lo vi a Firmenich ni de cerca, pero mis responsables eran gente maravillosa. Primero fue Alfredo Lires (secuestrado en la frontera, cuando volvía de México, el 23 de marzo de 1981), después Eduardo Carlón Pereyra Rossi (secuestrado y luego fusilado el 14 de mayo de 1983 en Rosario; por su asesinato fue procesado Luis Patti). Para mí esos compañeros no tenían nada que ver con la conducción, sino con la lógica de resistir a la dictadura por todos los medios.
 
Un operativo militar terminó con su imprenta casera y lo mantuvo secuestrado en Campo de Mayo, hasta que lo “legalizaron” como preso político. Su madre lo visitó todos los días mientras estuvo prisionero en la U9. Los delitos que se cometieron allí durante su encierro están siendo juzgados en estos días en La Plata.
En momentos tan intensos para lograr, al fin, condenas, Daniel se ha convertido en un testigo clave en las causas que investigan los delitos del terrorismo de Estado. Los otros protagonistas de esta historia, en tanto, siguen una rutina:
 
Agustín Botinelli, el director de Para Ti, es responsable de la sección Información General del diario La Prensa.
Lucrecia Gordillo, la otra directora, se presenta en la Red Linkelin como “editora y productora de acciones culturales” y edita libros de decoración y diseño.
Editorial Atlántida fue vendida al grupo mexicano Televisa, en 80 millones de dólares.
 
En su carta de despedida, Constancio, el heredero de la familia Vigil expresa: “Cada hombre y cada mujer que ha pertenecido a Atlántida dejó en el camino una huella más honda que su simple obligación laboral”. El significado de esa huella es lo que ahora determinará la justicia.

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